LINCOLN || Una batalla contra...

Oleh Jengirlbooks

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Lord Berwin Spinster, Conde de Lincoln, y futuro Duque de Newcastle Upon-Tyne. Es conocido por ser el disolut... Lebih Banyak

ANUNCIO IMPORTANTE
NOTICIA
SINOPSIS
PREFACIO
PRÓLOGO
PRÓLOGO
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
PREVENTA DE CONTIENDA DE AMOR
XV
NUNCA HA SIDO LIBRE LA PRINCESA FUGITIVA
SENTENCIA DE AMOR (ALLARD DE BORJA)
XVI
XVII

XIV

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Oleh Jengirlbooks

Hola mis amores.

Como había dicho, las actualizaciones vendrían con mas frecuencia, al tener casi la ultima parte de la historia de Luisa y Alexandre a punto de ser lanzada en preventa.

Por el momento recuerden que Lady esperpento, Lady sinvergüenza, y tres de los 4 libros de la serie prohibido están a la venta.

 Estamos se puede decir casi en los últimos capítulos de Lincoln, pero aun quedan cosas por saber.

Sin mas que añadir, me cuentan como van entendiendo la historia.

Recuerden que conecta con la de el lobo de Albemarle, y hay cosas que pueden ser spoiler, aunque se puede leer por separado.

Sin mas que añadir.

Les ama.

Jen <3

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28 de diciembre de 1807...

Algo no andaba bien.

La nebulosa de amor en la que se habia sumido seguía intacta y creciendo a pasos agigantados, sin embargo, esa noche, mientras se preparaba para asistir al compromiso de celebración del aniversario de bodas de los Duques de Beaumont, algo le decía, que esa velada no solo sería significativa para los Allard de Borja, cuando aparentemente de una forma inexplicable sus existencias estaban entrelazadas.

Su padre portando algún tipo de conexión, y por ende dejándole de alguna manera, como siempre, en medio de la confrontación sin saber cómo reaccionar al respecto.

Sin poder sacarse de la cabeza una frase en específico de aquella carta, en donde, como de costumbre, se ponía de primer lugar, pero ¿Hasta cuándo podria soportarlo?

Era un hueso duro de roer con respecto a mostrar sumisión, pero ya estaba cansada de obsequiar sonrisas cordiales y callar tratando todo con tensa calma, cuando lo único que quería era dejar de servirle a seres que ni siquiera pensaban en su bienestar.

En ningun momento se preocupó en indagar si estaba bien.

Simplemente lo asumió, pese a que cuando la metió en ese aprieto le dijo por primera y única vez que la amaba.

Y puede que estuviese informado de cada paso que daba, pero no quitaba el hecho de que no era capaz de escribirle algo tan básico como aquello.

Dejó los pensamientos intrusivos, irguiéndose para empezar esa noche cuanto antes.

Tenía los nervios de punta y no poseer respuestas del monasterio donde se crio, al haberles escrito por algo en específico hace casi un mes, no estaba obrando de la mejor manera en su sistema.

— —aduló la señora Fisher, mientras le acomodaba la parte trasera del vestido, al este tener una semi cola.

Caminó hasta el espejo que se ubicaba en uno de los extremos, apreciándose al completo.

En el proceso escuchando como la puerta era tocada, y sin más dilación con una autorización ser abierta mostrando a Kirstin, la castaña de ojos verdes tristes, que frente a su familia sonreía tratando de apartar la desdicha que cubría su alma, diciéndolo con conocimiento de causa al entender algo del tema, cuando su padre investigó a su futura familia para que no fuese al completo a la deriva.

Le sonrió a su reflejo cuando sus miradas se encontraron, siendo su único intercambio mientras la señora Fisher abandonaba la habitación para darles privacidad.

—Te ves preciosa —la primera en hablar fue la castaña tras un carraspeo, haciendo que se volviese a fijar por unos momentos en su aspecto, y en como ese vestido de tonalidad plateada hacia brillar sus ojos azules y destacar la piel blanquecina, como si ella fuese la que estuviese resplandeciendo.

Intentó hacer un halago de vuelta, visualizando que no estaba vestida para el evento, si no como todos los días que iba de visita, a su marido tener una casa en Londres, pese a que su residencia era en Francia al aprovechar el compromiso, y quedarse para las festividades de fin de año.

No pudo hacer ninguna observación, porque antes de siquiera pronunciar palabra obtuvo como respuesta un sollozo que hizo que se alertara y llegase a su encuentro para acunarla entre sus brazos, dejando que se descargase, mientras la dirigía a la cama para sentarse en esta sin tener que separarse.

Cuando al fin pudo de alguna manera calmarse, la separó de su cuerpo para limpiar con sus dedos las lágrimas que bañaban su precioso rostro.

Podia decirse que era la más hermosa de sus hermanas.

La que más brillaba, pese a que de alguna manera parecía opacada.

Era delgada, pequeña y con un rostro de muñequita en los que destacaban sus grandes ojos verdes que la hacían ver adorable sin siquiera querer parecerlo.

En esos momentos se apreciaba vulnerable, haciendo que sintiese, pese a que de las hermanas era con la que menos se llevaba, pues solo habían cruzado un par de saludos cordiales, que quisiese protegerle del mundo entero.

—¿Qué ocurre, Kirstin? —preguntó al ver que negaba perdida en sus pensamientos —. Lo que sea hablado en esta habitación, puedes estar segura de que no será divulgado —trató de darle confianza para que se sincerara, porque si la habia buscado precisamente a ella, en vez de a sus hermanas era porque la tenía como única opción e intentaría darle una solución, o por lo menos un oído que la escuchara.

—¿Pu...puedo pedirte algo? —soltó pese a que acababa de aclararle que en ella tenía una confidente, pero de igual manera asintió para que le quedase claro que poseía un hombro donde llorar y un oído con el cual —. Dile a tu primo, que lo deje estar —¿Qué? —. Que es pasado solo por una cosa —trató de enderezarse para dejar la conversación de ese tamaño, pero la detuvo por la muñeca haciendo que se encogiese de dolor, provocando que la soltase de inmediato mientras la veía como se protegía el área llevándose la extremidad hacia su abdomen.

Reparando en su aspecto, y en su vestido cubierto al extremo donde ni siquiera el cuello se le apreciaba en ninguno de los ángulos.

—No sé qué asuntos puedas tener con mi primo —de eso no le habia dicho nada su padre —. Lo único que tengo claro, es que, si te decides a recibir ayuda pondría lo necesario a tu completa disposición —el rostro se le tiñó de terror —. No esperes hasta que Berwin o el Duque se enteren, porque tus actos solo perjudican a los seres que amas —negó, como queriendo apartar las culpas de su cuerpo inútilmente, o en todo caso el rencor que se vio plasmado en sus estupendos ojos verdes, ahora hinchados a la par de rojizos.

—No soy una cobarde, cuando el primero en hacerme esto fue padre —no tenía como discutir ante aquello —. Y sé que pude negarme, pero... —en ese momento se mordió la lengua, apretando la mandíbula y terminando de dejar de lado la muchacha correcta y poco perturbable que era Kirstin Spinster, desde casi una década Dupont, esposa de Sir Antuan Dupont, un comerciante, que de cara al mundo era de los pocos correctos de Francia, pero según las malas lenguas poseía negocios que dejarían mal parada a la corona, sin contar que era un abusador y su esposa trofeo la que pagaba las consecuencias de su mal humor, sin hablar de los hijos tenidos antes de desposarse con la hermana de su prometido, que, cada que podían la rebajaban al puesto de madrastra sin valor de nada —. Solo dile a Charles, que yo nunca quise esto, pero de igual manera lo acepté, asi que espero que él lo haga también de una buena vez —sin esperar una respuesta por su parte hizo dio media vuelta, y a duras penas disimulando que estaba cojeando se desapareció de su vista, haciendo que la opresión en el pecho se intensificara, porque ahora era primordial ayudar a esa mujer que estaba siendo herida, y al parecer no tenía ánimos de luchar por ella misma.

Aunque no tuvo tiempo de pensar al respecto porque su primo, curiosamente habia ido a recogerla, y no se enteró precisamente porque hubiese tocado su puerta, si no por una acalorada conversación que ocurría a pocos pasos de su dormitorio.

—Señora Dupont, los modales no se pierden asi se esté revolcando en el cochinero —nunca lo habia escuchado hablar con tanta ironía, ni descortesía frente a una dama.

—Me abstengo de brindarle mi tiempo y palabras a personas que valgan la pena, y usted no está entre esas, Lord Luxemburgo —se quedó pasmada ante el ataque de vuelta —. Apártese, que lo que menos me apetece es perder mi tiempo en discusiones, cuando tengo un marido que me espera para que nos marchemos a descansar.

—Me encantaría saludarlo, y felicitarle por la adquisición, asi haya pasado casi nueve años desde aquello, porque se quedó con la hija más codiciada de los Duques de Newcastle Upon-Tyne.

—¡Charles! —el tono que escuchó fue de súplica.

—¡Kirstin! —el de él de advertencia, regresándola a la realidad la manera en la que se trataban.

Por eso mismo, antes de que alguien se diera cuenta del intercambio salió de alguna manera al rescate topándose de lleno con una escena que la dejó sin aliento.

Ni siquiera se estaban tocando, pero sintió en el ambiente un sentir tan abrumador que le puso a latir de manera acelerada el corazón.

Se miraban como si se pertenecieran, como si su mundo no pudiese subsistir sin el otro, como si quisiesen tomarse de las manos y no soltarse nunca, como si la barrera imaginaria no existiera, porque se gritaban sin palabras todos lo que se anhelaban.

Era tanto por procesar, que, por un momento se quedó sin respiración, jadeando sonoramente, haciendo que la notasen y la castaña saliese prácticamente corriendo, mientras su primo maldecía en alemán su suerte, y advertirla claramente lastimada.

Abrió la boca para decirle algo al respecto, pero no tenía caso, no en ese momento, cuando el rubio estaba con la vena del cuello brotada y las manos en puño conteniéndose para no salir tras la hermana de Berwin.

Solo carraspeó volviendo a hacerse notar para después tomar el brazo de su primo, y jalarlo de manera literal llevándoselo con ella, a la familia de Berwin no asistir a la velada porque el dueño de casa tenía una reunión imposible de postergar, y la matriarca estaba con un fuerte resfriado que la habia obligado a quedarse en cama descansando.

O eso fue lo que dijeron cuando le expusieron que debía ir con su pariente.

En todo caso, en el camino al castillo de Beaumont en Londres no hubo palabras.

Por parte de ellos solo estuvo un silencio sepulcral, pues los dos tenían la mente en otro lado, y solo cuando el carruaje mermó su andar, anunciando que habían llegado a su destino, se tomó la libertad de entrometerse antes de que el tema se enfriara por completo y no se pudiese tocar.

Asi era todo con Charles.

No apreciaba que opinaran sobre su vida cuando la situación parecía olvidada, pero aceptaba una observación si acababan de ocurrir los acontecimientos, y por muy ilógico que sonara, no explotaba, solo asentía y se dejaba hablar asi no lo fuese a poner en práctica.

—Te repito lo mismo que le dije a ella —espetó, advirtiendo como el cuerpo se le ponía tenso —. No tengo idea de lo que haya pasado entre ustedes, pero algo me dice que la estás juzgando mal.

—Como bien dijiste, no tienes ni idea —gruñó intentando abrir la puertezuela, pero su voz lo detuvo.

—¿Y tú sí? —silencio —¿Sabes porque se casó con Antuan Dupont? —ella estaba lejos de saberlo, pero si estaba tan ofendido esperaba que el sí, pero no hubo respuestas —¿Si te importaba tanto, te tomaste el trabajo de indagar lo que ha sido de su vida en estos años? —resopló abriendo la puerta con fuerza, saltando del carruaje y ofreciéndole la mano para que descendiera —. Que no te ciegue la rabia, porque estoy segura de que en lo que sea que ocurra no eres el damnificado —volvieron a quedar en silencio adentrándose a la propiedad de los Duques franceses, mientras Berit sentía que le pesaban los pies con solo dar un paso.

¿Qué le ocurría?

No lo sabía, pero era solo un premonitorio de lo que estaba a punto de suceder.

Su fugaz vida de ensueño estaba llegando a su fin.

•◦•◦

Y no demoró en darse por enterada que su noche se pondría peor, pues al rato de haber arribado, siendo consciente hasta de la presencia del rey de Inglaterra en el salón, se topó con la mirada penétrate de Berwin, que se hallaba con sus camaradas, lo cual la hizo sonreír abiertamente, siendo atraída como las abejas a la miel siendo detenida por su primo, aguantándose las ganas de replicar al no haber nada que pudiese comprometerles, cuando Lady Aurora Harris se posó frente a ella, consiguiendo que entrecerrara los ojos con prevención, porque no se acercaría a menos de que la necesitase.

—Lamento privarlos de la presencia de la dama, pero necesito tener unas palabras con la que fue amante de mi hombre —por ella podia seguir enlodando el poco buen nombre que le quedaba, después de todo, no le importaban las habladurías, cuando ya de por si ella solita se había granjeado una reputación imposible de olvidar, o en todo caso cambiar.

—¡Lady Harris! —trató de defenderle Charles, porque Douglas, que estaba con ellos desde que arribaron solo admiraba la situación con una ceja enarcada, que decía mucho con tan poco, siendo sin palabras una advertencia, consiguiendo que se mordiese la lengua.

Agradeciendo su intromisión para que las cosas no escalaran.

Aunque no frenó a la rubia, que tomando del antebrazo con fuerza provocó que agachase la cabeza a su altura, al sobrepasarle por unos centímetros, y hablarle al oído.

—No creo que necesites una nueva tarjeta de invitación para acompañarme, princesa —lo dijo en tono bajo, pero lo suficientemente alto para que escucharan los hombres, después de todo, sabían que tenían asuntos sin resolver y cosas que las unían de alguna manera.

Trató de forcejear, pero con lo siguiente que le dijo cesó en sus intentos.

» A menos que quieras perder a ese patético príncipe de cuento que robó tu corazón, cuando se entere que va a tener que compartirte convirtiéndose en tu amante, cuando no soporta que te respire cerca ni siquiera tu preciado primo —se puso pálida, mientras observaba de lo lejos a Lincoln, que no dejaba de mirar el intercambio.

¿Amante?

¿De qué estaba hablando?

Simplemente no podia tener tanta información.

Eso la dejaría en su poder, sin armas con las que combatir e irremediablemente lejos del único hombre por el que se atrevería a dar su preciada libertad, porque a su lado se sentía volando.

Trató de hacerse la desentendida como una pobre defensa, pero Charles fue más rápido que ella dejándola al completo en descubierto.

—No se atrevería —y no conforme con eso Douglas lo estaba respaldando, observando a la rubia de ojos boreales de forma aburrida, disfrutando del enfrentamiento con una sonrisa perezosa en los labios.

—No es necesario tomarnos las cosas tan a pecho, cuando lo único que quiere la dama es tener unas palabras con su "amiga" —quería ver el infierno arder, o sencillamente estaba cansado de tanto secretismo y era hora de que se enfrentara, pues, de alguna manera él también estaba implicado en la situación.

Asintió en agradecimiento Aurora Harris, que el castaño correspondió, mientras abrazaba por los hombros a su pariente, tratando de llevárselo con él.

» Tenemos un baile comprometido con las amigas de la esposa de Stewart, asi que deja de meterte en asuntos que no te atañen, y piensa en cómo lidiar con Lady perfección mientras danzas —al principio hubiera pensado que estaban hablando de Lady Brighid Smith, la hermana del Marqués de Londonderry, pero ahora no entendía nada, cuando a su cuñada en su debut le decían de una manera similar.

Lady excelsa.

Emprendieron rumbo a los pasillos desolados que daban a la segunda planta con ella siguiendo los pasos de la inglesa, teniendo el corazón retumbándole en los oídos.

Deseando que lo que supiera no fuese lo suficiente contundente para dejarle sin poder defenderse.

Sin poder ver como libraba el corazón de Berwin.

Ese que codiciaba con cada fibra de su ser.

Ni bien se introdujeron a la habitación más lejana de la parte alta de la zona norte, siendo aparentemente uno de los estudios, dejó de contenerse porque cerró la puerta de golpe con su espalda, tomándola con la guardia baja a traición, con un abrecartas que ni siquiera advirtió cuando se hizo a él.

Aprovechando la agilidad que poseía al ser más delgada, y pequeña, teniendo el factor sorpresa de su lado, se lo puso en el cuello haciendo presión mientras se empinaba para mirarla a los ojos, haciéndole entender con ese simple gesto que la conversación no sería ni mínimamente cordial, porque la miraba con un odio visceral.

—Pe... pero ¿Qué? —trató de preguntar recuperando el aliento, pero no la dejó si quiera formular algo decente, porque se tomó la palabra, como si lo que deseaba fuese lo único importante en la tierra.

—¿La muñequita de papá me puede decir porque llevó a mi sobrina a la boca del lobo cuando mi hombre te ayudó a conseguir a ese pobre imbécil? —ante la mención despectiva de Berwin espabiló, y dejó de parecer dócil para hacer valer su presencia como lo que era, según los títulos que le fueron otorgados al nacer.

Alguien superior a su persona.

Porque estaba cansada de que la ninguneara, pues si se ponían a comparar a su lado no era nada.

Fue su turno de dejarle contra la puerta, poniendo el antebrazo en el cuello sacando los dotes que poseía gracias a andar todo el tiempo tras su primo, amigos y hermano.

Desechando el abrecartas porque no necesitaba hacerle un daño contundente, que no podia negar que deseaba, pero no se merecía que le prestase tantas atenciones.

Al igual que tenía mucha razón en la mitad de lo que decía, porque gracias a ella se hizo de alguna manera a Berwin, al intercambiar favores al esta necesitaba protección para su sobrina cuando el monstruo de Edmund Harris destruía todo lo que tocaba, y ese ser indefenso no merecía ser el objeto al uso de ese depravado mental.

Sin embargo, estaba harta de que la viese como una vulgar lacaya, cuando ella de alguna manera la toleraba como su igual al conocer su sufrimiento.

Pero no era la única que padecía, y eso tenía que metérsele en su diabólica cabecita.

—Ahora que estamos midiendo los niveles de antipatía, espero que puedas comprender que no eres nadie para exigirme que te de detalles de mi vida.

—¡Alemana hija de perra! —trató de escupirla, pero con la mano que tenía libre la tomó de las mejillas con los dedos haciéndole presión.

Eso ya era rayar en unos niveles de soberbia que no pensaba permitir.

—Yo no me inmiscuyo en tus asuntos, ni te pido explicaciones por tus actos poco ortodoxos, ni mucho menos cuando nos reencontramos hice referencia de la relación que tenías con tu hermano, aunque evidentemente me vi afectada, así que no tienes ningun derecho a pedirme explicaciones como si te debiese algo —la soltó cuando la visualizó falta de aliento y roja, boqueando por un poco de aire.

—Tu... tu vida me tiene sin cuidado —soltó tras toser y carraspear —, pero lastimosamente me interesa cuando afectan a lo único que me importa —se enderezó tras recuperar el aliento, sobándose el cuello rojizo, rodando los ojos fastidiaba como si fuera la única que estuviese hastiada con el intercambio.

—¿En qué te puede afectar que esté condenada gracias a tu asqueroso hermano, y que no veo la hora de acabar con todo esto, y poder ser libre para...? —cerró la boca, porque no sabía lo que vendría después.

Porque las dos comprendían lo que quería y quizás no lo podria obtener.

Porque en el momento en que terminase de decir en voz alta lo que la había llevado a Inglaterra a cazar a Berwin Spinster, se haría al completo realidad, y todo caería por su propio peso, perdiéndolo de una manera irremediable, para siempre.

—Por esto —volvió a rodar los ojos, mientras le entregaba un sobre abierto, regalándole una sonrisa llena de dientes, mostrándole su falsa empatía —. Al ser allegadas me tomé el trabajo de abrirla por ti —reconoció al instante de donde provenía poniéndose mortalmente pálida, para acto seguido apoyar una de las manos en la pared para no caer.

Era imposible que viniese de él.

No podia ser cierto.

Descartaba la idea de que se hubiese librado de su pesadilla cuando Aurora Harris se veía tan ofendida, y de igual manera seguía deseando que el tiempo no dejase de correr, que no volviese a ese día.

Que ese ser no regresase a su vida.

Pero lo que comenzó a leer le dio sentido a todo arrojándola a las tinieblas sin opción a salir de estas.

No era su letra.

Era obvio, pero tenía toda su esencia.

Y su maldita firma.

«Meine Frau.

Percibí y sé que estamos casados.

Que, de lo que más huías se hizo realidad, poniéndose la balanza a mi favor.

Sigo sin ser un hombre bueno, y que lo muevan los sentimentalismos absurdos, pero siempre quise hacer una excepción por ti, al parecerme tan correcta para este mundo.

Hasta el punto de olvidar que estás a punto de ser de otro hombro, cuando ante Dios y los hombres eres mi esposa, y, por ende, aunque suene grotesco, enteramente mía.

Aunque sabes bien, que no me llaman la atención ese tipo de posesiones, aunque está vez si me siento agredido, y por eso mismo no me apetece compartirte con nadie.

Por eso, aunque suene duro, te lo tengo que decir.

Ya no te riges por los deseos de tu padre, pues ahora soy yo el que comanda tu vida y soy el único que puede decidir qué es lo que haces o no con ella.

Sintiéndome fascinado con tus instintos de ayudar al prójimo, siendo contagiado al reunir a una familia que fue separada sin ningun tipo de contemplación.

Te espero con los brazos abiertos en un trono que tiene tu nombre.

Porque eres la reina de Prusia, y nadie me arrebatará el hacerme a un trono que me ha costado la vida misma tenerlo.

Hasta pronto, Königin.

Atentamente.

Lord Federico Antonio , Príncipe y futuro Rey de Prusia»

...

—Palabras intensas, que en otro momento me hubiesen parecido hasta inspiradoras, pero este inconveniente no puede venir a agregarse como si tuviese derechos, porque ni siquiera tú le perteneces —a duras penas escuchó lo que decía, porque en ese instante era lo último que le interesaba.

No podia ser posible.

No sabía que era lo que estaba pagando, pero no creía que se lo mereciera.

Y lo peor de todo, es que es ahora entendía a la inglesa.

El mundo de ella también se estaba destruyendo, porque si Federico estaba lucido se la habia entregado al Conde de Warrington, y la niña estaba en peligro.

Porque dejaba el deseo de vengarse por la traición de lado porque ella era importante, para él siempre fue primero ella y lo entendía, pero no precisamente porque sintiese algo aparte de ambición, pues su existencia significaba el trono, pues sin ella a su lado no podia subir al mandato.

Ya estaba estipulado.

A lo que venía la pregunta que siempre se hacía.

¿Si no podia subir al trono, porque la habían casado con ese inhumano?

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