Donde el sol se esconde

By AmaliaReed

708 141 424

A veces no sabemos cuáles son nuestros sueños, hasta que se aparecen frente a nosotros. Esto es lo que le ocu... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1. Colapso en Copenhague
Capítulo 2: Desde otro punto de vista
Capítulo 3. Confesiones en Malmö
Capítulo 4 - Déjalo atrás
Capítulo 5. Reflexiones en Hamburgo
Capítulo 6. Error de cálculo
Capítulo 7. Impulsos en Ámsterdam
Capítulo 8. Historia vacía
Capítulo 9. Tormenta en París
Capítulo 11. Encuentros en Siena
Capítulo 12. Otra vida
Capítulo 13. Despedida en Madrid
Capítulo 14. Empezar de cero
Epílogo

Capítulo 10. Correr hacia el mar

15 5 11
By AmaliaReed

Después de quedarnos un día extra en París para recorrer los puntos turísticos que la lluvia nos había estropeado, tomamos el último tren de camino a Zurich, que nos recibió con su encanto característico; calles limpias y ordenadas, la mezcla perfecta entre lo antiguo y lo moderno.

Recorrimos la ciudad grabando videos, tomando fotografías y preguntándoles a desconocidos por alguna chocolatería para cumplir uno de los deseos de mi madre.

—No digas chocolate suizo, por favor —le susurré a Iker en broma, cuando se acercó a preguntar la primera vez.

Puso los ojos en blanco, aunque no pudo evitar la sonrisa durante la conversación.

Elegimos un lugar, compramos nuestros chocolates y los disfrutamos mientras caminábamos, observando la ciudad y sus habitantes.

Al día siguiente, partimos a Milán.

El sol de la mañana se filtraba por la ventana del tren, pintando de tonos dorados el interior del vagón. Mis ojos se deslizaban por el paisaje que se desplegaba ante nosotros, el verde de los campos suizos se desvanecía mientras nos alejábamos de Zurich.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Iker, desviando su atención del paisaje hacia mí.

—Emocionada —exclamé con una sonrisa. Estaba terminando el boceto de Stonehenge y no podía quitar mi vista de la hoja—. Mi apellido es italiano. Mi padre estará feliz de saber que visité las tierras de nuestros antepasados.

—¿Y tú lo estás?

Levanté la mirada de mi dibujo, y lo descubrí observándome.

—Claro que sí, antes de esto, con suerte había cruzado la cordillera hacia Argentina una vez. Daniel odia viajar. Recorrió tantos lugares cuando joven que no tiene necesidad de seguir haciéndolo. Nunca lo vi como un deseo para mí, así que no le tomé importancia —dije, volviendo a mi dibujo—. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho antes.

Se hizo un silencio que no supe interpretar, cuando levanté la vista otra vez, Iker seguía mirándome de una manera extraña.

—¿Qué pasa?

—Es la primera vez que dices su nombre —explicó, respondiendo mi duda—. Tu prometido, quiero decir.

—Ah. —Estaba tan concentrado en el dibujo, que seguro lo dije sin pensar—. No me di cuenta.

—¿Has..., hablado con él? ¿Aclaraste las cosas?

El titubeo en su voz me tomó desprevenida. Cerré la libreta y la guardé, antes de acomodarme en el asiento del tren.

—No he hablado con él desde el día anterior a tomar el vuelo que inició este viaje —confesé, enrojeciendo por la vergüenza—. No me atreví a dar la cara, solo lo llamé, y como no respondió, dejé un mensaje en su buzón de voz. Me eliminó de todas las redes sociales y tampoco me devolvió el llamado. Asumí que nuestra relación terminó de la peor forma y me olvidé del asunto.

—Samantha... —Mi nombre sonó como una advertencia. El tono que viene antes de ser regañada—. No puedes hacer las cosas de esa forma. ¡Tienes que llamarlo!

—De seguro no quiere saber nada de mí. ¿Para qué insistir?

—Porque solo estás viendo tu punto de vista, no te importa lo que siente él. Quizás no lo amas o... qué sé yo. Pero le debes una explicación madura, al menos.

—Okey... —murmuré, algo enfadada. Su tono era demasiado personal—. Lo haré cuando lleguemos a Milán.

—No. Hazlo ahora.

—¿Qué?

—Ahora. Quiero que lo hagas ahora mismo.

Me sorprendió la rudeza de su voz. Iker solía ser amable y alegre todo el tiempo, pero parece que había encontrado la espina de su zapato.

—Son las 2 de la mañana en México, no puedo llamar a esta hora.

Hizo una mueca, pero asintió. Se cruzó de brazos mirando hacia la ventana, con una tensión que no había visto durante todos estos días.

—Bien. Pero hazlo en cuanto puedas, por favor.

Asentí, sin comprender mucho su actitud.

El resto del viaje ocurrió en un silencio incómodo, hasta que Iker se durmió apoyado en la ventana y yo aproveché el momento para escaparme del vagón y encontrar un lugar tranquilo para pensar.

Al regresar, él seguía durmiendo en la misma posición. Me acomodé en sus piernas, y automáticamente me rodeó con su brazo, murmurando galimatías incomprensibles. Deslizó sus dedos en mi pelo y cerré los ojos y durmiéndome en un segundo.

Iker me despertó unos 30 minutos antes de llegar a Milán. Me refresqué un poco en el baño del tren, ya que conociendo a mi aventurero amigo, no sabía en donde estaría en la próxima hora.

—¿Qué haremos ahora? —pregunté, ordenando mis cosas—. ¿Dónde nos lleve el viento?

Dibujó una sonrisa leve en su rostro, y todo volvió a ser como antes.

—No. Almorzaremos unas pizzas en Italia, ¿no? —adivinó, haciendo alusión al listado de mi madre—. Si no, me sentiré muy decepcionado.

—Pizzas en Italia entonces. —Asentí, riendo—. Y luego, donde nos lleve el viento.

—Donde nos lleve el viento —repitió.

Compartimos una sonrisa, y cualquier malestar que había entre nosotros, se esfumó.

El tren se detuvo finalmente en Milán, y salimos a la estación con una mezcla de entusiasmo y anticipación.

—Vamos, conozco un lugar —dijo Iker.

Fruncí el ceño. Quizás él no era de buscar en internet, pero siempre preguntaba a las personas.

—Ya has estado aquí —adiviné, alcanzándolo hasta caminar a su lado.

—No. Pero este era uno de mis destinos cuando inicié el viaje. Sé exactamente qué lugares visitar.

Sonreí, y enganché mi brazo al suyo para seguir su ritmo y no perdernos mientras avanzábamos por las calles, buscando el sitio al que quería ir.

En el local, el delicioso aroma de la pizza recién salida del horno llenó el aire, y cuando llegó a nuestra mesa, yo ya estaba babeando por darle una mordida. Ahora entendía por qué la pizza italiana era tan famosa en todo el mundo.

—¿Qué otros destinos tienen la lista de tu madre?

Me limpié las manos y saqué la libreta, abriéndola en la hoja marcada.

—Mmm... Bulgaria, Egipto, China, Brasil, Colombia, Canadá, Islandia... —Leí algunos de los destinos—. Creo que mi madre no tenía problemas para soñar en grande, pero tengo que asumir que no podré hacerlo todo en este viaje. Nos saldríamos mucho de nuestra ruta.

—Entonces, estás libre.

—Supongo. —Cerré la libreta y la guardé. En casi dos semanas logré cumplir 5 de los deseos de mi madre, y recorrer 9 países. O al menos visitado alguna de sus ciudades. No es menor—. ¿Por qué? ¿Dónde te llevará el viento ahora, Iker?

En ese momento caí en cuenta de algo sumamente importante para alguien con quien has viajado durante dos semanas completas y han hablado de toda su vida.

Iker nunca me ha dicho su apellido.

—A propósito —interrumpí, antes que pudiera responder y perder la oportunidad—. No sé tu apellido.

—¿Cómo que no lo sabes? ¿Y has viajado conmigo todo este tiempo? ¡Qué decepción! —bromeó, llevándose una mano al corazón herido.

—Nunca lo dices. Eres tú el culpable.

—Iker Rivera, mucho gusto. —Extendió su mano, para saludarme como si recién nos conociéramos.

—El gusto es todo mío.

Eso sonó completamente como flirteo, pero no pedí disculpas. Después de todo, Iker me gustaba, y estaba segura de que yo también le gustaba a él. Nos sostuvimos la mirada largo rato hasta que el camarero llegó a retirar nuestros platos y por obligación nos separamos.

—¿Cuál es el plan ahora? —quise saber.

—Una aventura de verdad.

—Siempre tan misterioso —me burlé—. Entonces, ¿esto no ha sido una aventura de verdad?

—No desde mi punto de vista.

Después de pagar, salimos del local y nos quedamos fuera sin movernos hacia ninguna parte, ya que yo no sabía cuál sería nuestro próximo paso y por lo visto Iker tampoco.

—Sam..., sé que iniciaste este viaje para cumplir los deseos de tu madre, y ahora que no podrás continuar... no sé... —Se frotó la nuca con nerviosismo—. ¿Vas a regresar a casa o seguirás viajando conmigo?

Su pregunta me sorprendió. Ni siquiera me había planteado en que momento terminaría este viaje para mí. Me propuse completar esa lista, pero caí en cuenta que no podría hacerlo en un solo viaje, y aun así, no consideré que esta aventura tenía fecha de término aún. Y eso me hizo reír. Reír a carcajadas.

—¿Por qué te ríes? —preguntó Iker, un poco ofendido.

Manoteé para intentar tranquilizarme y hacerle saber que no podía hablar. Era tal el nivel de mi risa que las lágrimas me emborronaban los ojos.

—¡Sam!

—Lo siento, lo siento. —Me disculpé entre balbuceos—. Es que... no lo había pensado. Estaba tan acostumbrada a seguirte que no me planteé ni un momento en terminar este viaje.

Iker dejó caer los hombros y sonrió. Luego rio y finalmente se unió a mi carcajada, desordenándome el pelo.

Me limpié las lágrimas luego de reír, ocultando el significado que había detrás de toda esta revelación.

Inicié un viaje no planificado que no sabía cómo iba a terminar, porque no sabía dónde iba a llegar.

Dejé mi departamento, mi trabajo y mi vida por completo. Ahora mismo mi hogar era la mochila que cargaba a todos lados. Como una tortuga.

En el fondo no quería terminar este viaje, porque sería aterrizar a una realidad a la que no estaba preparada para afrontar.

Porque nadie está listo para empezar desde cero.

La idea de una aventura de verdad para Iker consistía en rentar un auto todoterreno y conducir sin rumbo descubriendo nuevos lugares alejados de la ciudad.

Fue así como los siguientes tres días continuamos nuestro viaje por los rincones menos explorados del norte de Italia, descubriendo lugares secretos y disfrutando de la libertad que solo la naturaleza puede ofrecer. Por lo visto, Iker esperaba encontrar paisajes naturales entre montañas y cascadas para fotografiar, pero principalmente, sentarse en una roca y observar. Podría hacerlo durante horas mientras yo trazaba bocetos de los paisajes, y también de él.

Cuando estaba concentrado en esa serenidad que lo envolvía, tomaba mi lápiz retratando ese momento único entre mis páginas. La compañía de Iker se había vuelto imprescindible en esta aventura, su entusiasmo y apoyo me reconfortaron durante todo este proceso, y si había algo que quería recordar de esto, era a él.

—¿Podemos ir a la playa? —pregunté una mañana mientras desarmábamos su carpa.

—¿Playa?

—Costa, Mar... ¡Como sea! ¡Di que sí, por favor! No puede ser que esté de vacaciones y no haya visto el mar en todo este tiempo.

Se lo pensó un momento, mientras ordenaba las cosas. Se acercó a mí, y dejó un gran beso en mi mejilla.

—A la playa será, entonces.

Guardamos todo en la maleta del auto y nos embarcamos a nuestro nuevo viaje por carretera.

—Tienes un problema con los GPS —le reclamé, cuando intenté buscar en el mapa para llegar más rápido—. Detestas la tecnología.

—No la detesto, pero te pierdes el viaje, colibrí. Es tan importante como el destino.

—Lo entiendo, viaje antes que destino. Listo —Me di unos toquecitos en la cabeza, como demostración de que lo había guardado en mi memoria.

Después de un par de horas de viaje, música y karaokes en el auto, llegamos a la costa, a un balneario no tan popular, según las palabras de Iker. Unos cuantos turistas se distribuían por la arena, refugiados bajo las sombrillas, escapando del intenso sol que brillaba ese día.

El sonido de las olas era hipnótico, cerré los ojos disfrutando de este momento, llenando mis pulmones con el característico aroma del océano.

—¿Lista? —Iker interrumpió mis pensamientos, quitándose la camiseta por encima de su cabeza, tirándola al auto.

Nos habíamos detenido a cargar gasolina y aproveché de cambiarme antes de llegar. Llevaba mi bañador bajo el vestido y solo tendría que quitármelo para estar lista. Me saqué una sandalia y apoyé el pie en la arena.

—¡Esto está ardiendo! —me quejé, volviendo al refugio de mi calzado—. Porque no nos acomodamos primero bajo una sombrilla y...

—Vamos, colibrí. Solo debes correr.

—¿Qué?

—¡No te detengas y solo corre! —gritó, justo antes de empezar a correr directo al mar.

«Solo corre», murmuré para mis adentros.

Me quité el vestido, algo cohibida, pero nadie me estaba prestando atención. Lo dejé dentro del auto y tomé aire, preparándome para correr.

Me quité las sandalias y lo hice.

Chillé de emoción, con un poco de temor y vergüenza contenidas. Me reía como una desquiciada mientras Iker me animaba desde el mar, alzando sus brazos. Ahora de seguro las personas nos estaban mirando, pero que importaba, no los volveríamos a ver, y solo me recordarían como la chiquilla loca que gritaba mientras corría hacia el mar.

Sentí el calor de la arena en mis pies, pero no el tiempo suficiente para que doliera. Antes de que pudiera notarlo, estaba corriendo por la orilla del mar, sumergiéndome entre las olas.

—¡Eso es! —escuché exclamar a Iker, antes de entrar al agua por completo y nadar hasta él.

Salí tomando aire y quitando el cabello húmedo que se me pegaba al rostro. Fue un momento liberador. La frescura del mar contra mi piel era revitalizante, haciendo que me sintiera viva por primera vez.

—¡Eso fue emocionante! —grité, llena de energía, solo por algo tan tonto como correr por la playa—. ¡Solo corrí y no me quemé los pies!

—Te lo dije.

Se acercó, con los ojos brillando con una intensidad más allá que el reflejo del sol en su mirada. El tiempo se detuvo cuando por debajo del agua, tomo mi cintura, acercándome a él.

La atracción entre nosotros era palpable, ya no podíamos ocultarlo más, por mucho que en nuestra mente supiéramos que esto era un error.

Pero como dije antes, no se puede saber si fue un error hasta que lo intentas Solo el tiempo lo dirá.

—Así es como tienes que vivir la vida siempre, Sam.

—¿Así cómo?

—Sin miedo. Sigue corriendo por la arena aunque te quemes los pies. Al final, siempre podrás llegar al mar.

Se acercó rozando su nariz con la mía, esperando una respuesta. Así que tal como había dicho, cerré los ojos sin miedo y lo besé.

Fue un beso arrebatador, suave y cómplice. Un beso que contenía todas las emociones que habíamos experimentado en nuestro viaje juntos, donde los momentos compartidos, risas y descubrimientos, culminaban en este instante.

Me enganché a su cuello, mientras él se aferraba a mi cintura por debajo del agua. Nuestros cuerpos húmedos se acercaban, con las olas del mar, meciéndonos en un movimiento lento.

Su boca sabía a sal, alegría y aventuras. Y quise adentrarme más, hasta exprimir cada sabor, cada parte de él en un solo beso.

Pero eso tendría que dejarlo para después.

Rompió el beso y me observó con atención, atento a mi reacción. No sé lo que esperaba, pero algo en mis gestos lo hizo sonreír y me abrazó hasta que una ola más rebelde que las anteriores nos hizo caer, separándonos del otro.

La experiencia marcó un punto crucial en nuestra aventura, consolidando ese vínculo que habíamos formado en tan poco tiempo, donde cada parada y cada experiencia, nos hacía conocer más del otro. Porque al final, no es el tiempo el que te hace conocer a una persona; son los momentos, conversaciones y experiencias que el otro te deja ver de su persona.

Y de Iker, me llevaría justamente eso. Lo que él dejaba ver. Porque en el fondo aún había todo un mundo por descubrir. 

______________________

Nota Autora:

Me creerían que la canción que dejé al inicio, lo tenía en la playlist desde que inicié la historia y no fue hasta ahora que vi el videoclip. 

Lo ameeeee!!!

Continue Reading

You'll Also Like

15.7K 1.8K 13
Kyungsoo solo quiere proteger a sus amigos pero al mismo tiempo no puede evitar la atraccion hacia Jongin... Y Jongin solo quiere a Kyungsoo en su ca...
1.5K 1K 14
August va a escribir, antes de morir, nueve relatos, nueve historias, todas olvidadas, todas con finales, con personajes defectuosos, con sus líneas...
3.3K 311 23
"Si te diera posesión de mi corazón, ¿me confiarías el tuyo?" Historia NaZa. El nacimiento de la relación entre Titania y Salamander y lo que les dep...
1.1M 192K 160
4 volúmenes + 30 extras (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso jus...