Las sombras predominaban en el lugar.
El piso estaba tapizado por un sinfín de finas alfombras, unas puestas arriba de otras en un intento de esconder lo que estaba debajo sin un orden en específico, los hermosos diseños con hilo de plata resaltaba, eran finos y bien hechos, como si la mano que las fabricó lo hubiera hecho con cuidado de no estropear el diseño. Si eran tocados, eran suaves y cálidos.
Cubriendo las paredes y colgando del techo oscuro, telas aparecían, algunas eran traslúcidas, tan claras como si no existieran, otras eran tan gruesas que era imposible ver la luz a través de ellas. De diferentes densidades, anchuras y grosores, con algunas rozando el suelo y otras que parecían ser imposibles de tocar, pero si uno mirara con atención, notaria que algunas estaban colgadas por ambos extremos, creando arcos variados por todo el lugar visible.
Acompañando las telas, finas cadenas de platas también bajando del alto techo y en las paredes, siendo varias en su largo, algunas se entrelazan formando telarañas brillantes que tintineaban al ser movidas. Y brillando con fuerza, colgando de las cadenas, hermosos cristales relucían.
El color predominante del lugar era el morado, siendo acompañado por la plata, el color de las flores, estaba en tonalidades diferentes y varias, pero ninguno era claro, sino que todos eran oscuros, siniestros.
Lo único claro en el lugar, era el color de las amatistas, siendo solo presente en un único lugar.
No estaba en las telas, ni en las finas alfombras, tampoco en los cristales que afirmaban las cadenas, sino en unos ojos, unos ojos hermosos que miraban complicados lo que le mostraban.
En medio de la oscuridad, en medio de las cadenas, en un círculo echo por las telas, en medio de una gigante alfombra circular con el más complejo de los bordados, donde las runas antiguas se entrelazaban con las figuras bailarinas de cuervos, gatos negros, arañas, serpientes, lechuzas y murciélagos, una mesa circular se encontraba cubierta por un blanco mantel.
En medio de la mesa, una bola de cristal se hallaba, era grande y brillante, apoyada en tres pequeñas patitas de oro. En su interior se mostraba una imagen, la de una chica tranquila, ignorante de lo que le pasaría en pocos momentos.
-¿Es ella a la que elegiste?- preguntó un hombre, rompiendo el silencio.
Dos pares de ojos miraron al hombre, quien portaba unos ojos brillantes del más hermoso de los verdes, eran afilados como 2 dagas afiladas, esperando saber si ella sería a la que tenía que traer para cumplir el deseo de su hermana, dueña de dicha habitación y una de los seres que lo miraban.
-Si, es ella- dijo la mujer, afirmando con su cabeza.
Los ojos amatista de la mujer estaban brillantes, pero no eran filosos como los de su hermano, sino que eran suaves, compasivos y brillaban por la culpa que estaba experimentando, sabiendo lo que significaba haberla elegido para cumplir su deseo.
-Es la indicada- habló el tercer hombre, llamando la atención de los otros dos -esta vez elegimos bien, ella tiene que ser la guía para evitar el futuro que les mostré-.
-¿Seguro?- preguntó el primer hombre, los ojos verdes desafiaron a los dorados de su hermano -sabes bien lo que cuesta traer un alma de ese tipo a nuestro mundo, y más si es de un mundo con tantas ventanas como lo es ese- dijo, señalando la bola de cristal.
-Ya hicimos los acuerdos necesarios, también arreglamos los acontecimientos de su mundo, para que una vez que recolectes su alma, todo está resuelto- dijo el hombre de ojos dorados -ella es la última carta para evitar más muertes de las necesarias y que finalmente se cumpla lo que los otros no hicieron- ante aquello, la mujer apartó la mirada.
Los ojos amatista de la mujer vieron a la bola de cristal, ignorando a sus dos hermanos en su discusión, viendo fijamente a la niña que había seleccionado. Su pecho se oprimió al recordar lo joven que era y lo que le iba a imponer sólo para salvar a sus hijos.
Desde hace un tiempo que sus hijos se estaban alejando de su verdadera naturaleza, rechazando parte de ella y rompiendo el equilibrio de la bendición que ella les había dado al principio de los tiempos, matándose entre ellos a causa de sus diferencias por elegir solo un lado de ella.
¿Acaso sus hijos no eran capaces de ver más allá? ¿Por qué se enfocaban en sus ideas de que solo existian el blanco y el negro en su bendición? ¿No podían ver que en realidad todo es una gran gama de grises que ayudaba al equilibrio?
A pesar de que estaba enojada con ellos, seguían siendo sus hijos y como su madre deseaba evitar el futuro que su hermano mayor le había mostrado, queriendo acabar finalmente con la división del lado "blanco" y "negro", mandando a hijos bendecidos por ella para revolucionar el mundo y plantar la base del cambio, para abrir a un futuro brillante lleno de esperanza.
Pero... nada de eso estaba pasando.
Para asegurar el bienestar de sus hijos bendecidos, ella mandó a guías para que los protegieran por el camino, sirviendo como maestros para apaciguar sus penas y alentar sus alegrías... pero no cumplieron con su deber.
La primera hija que envió fue una hermosa y talentosa mujer, incluso su nombre aún resonaba en los corazones de sus hijos, era poderosa como nadie más seria, pero el guía que le envió, nacido de la unión entre una temerosa mortal y un lujurioso demonio, vio con malos ojos a su hija querida, siendo el maestro de un Rey.
Castigó al guardián luego de llorar por su hija, lamentando su destino, mandó a una de sus más bellas mensajeras para seducirlo... hasta el día de hoy, seguía atrapado en aquel árbol, aun no lograba perdonarlo.
Muchos siglos después, envió a un hijo bendecido, quien fue apadrinado por su hermano mayor y le entregó un raro don, destinado a grandes cosas que iban a cambiar el mundo de sus hermanos, fue cuidadosa a la hora de elegir un guía, eligiendo que tuviera la misma edad para que se entendieran y no cometer el mismo error anterior, con su hija.
Pero nacieron distanciados, y el guía no estuvo a su lado cuando más lo necesitaba, reuniéndose cuando su hijo ya estaba corrompido por la oscuridad, corrompiendo al guía que tan bien había elegido especialmente para él, engañandolo con amor y siendo su perdición.
Tanto su hijo como el guía estaban perdidos, y sería, para su gran dolor y desgracia, su hijo quien comienza la matanza contra sus hermanos, plantando la semilla para la discordia en el futuro.
Pero esta vez estaba decidida a cambiar aquello.
Para su fortuna, su padre había sido bueno y se conmovió de su dolor, dándole la oportunidad de mandar a un nuevo hijo sin tener que esperar tanto tiempo como le pasó con su hija, pero sería su última oportunidad para salvar a sus hijos.
Su tercer hijo bendecido iba a ser el más grande de todos, lo formó con cuidado y paciencia, cada parte de su ser fue formada por ella misma, le dio la bendición más poderosa de todas, pero estaba preocupada por lo más importante.
El guía.
Los dos guías anteriores habían fallado en sus misiones, y si el tercero fallaba, su hijo sería consumido por la oscuridad absoluta, su dulce alma sería corrompida, se fragmentaria en tantas piezas que nunca se repararia ni volvería a ser una sola, condenando finalmente al resto de sus hijos, condenandola a ella también, quien, según las visiones de su hermano mayor, sería obligada a mandar a un hijo más para detenerlo y matarlo.
Esta vez, tenía que elegir con cuidado al guía para evitar el derramamiento de sangre.
Y esa chica reflejada en la bola de cristal, era la correcta.
La había visto, la estudió con cuidado y no tenía dudas, era la indicada para ser la guía de su pequeño niño que aun no nacia en el mundo, teniendo la confianza suficiente de colocar en sus manos el destino de sus hijos.
Portaba un alma tan pura, tan llena de bondad y amor por los demás, que era imposible no quedar deslumbrado por ella. Su corazón rebosaba de compasión, respeto y amor hacia los demás, que ella estaba segura que sería una luz, no sólo para su hijo bendecido, sino también para muchos otros.
A pesar de su actitud algo insegura de sus propias capacidades, no tenía dudas que cumpliría su misión. No era prejuiciosa como el primero, ni influenciable como el segundo, ella la escucharía sin dudar y no se tenía que preocupar de que se desviara de su misión.
El único problema era que... era un alma perteneciente a otro mundo.
Había aprendido de sus errores, no podía contar con un alma joven de su mundo para el papel de guía, necesitaba un alma vieja para que tomara el papel, rompiendo su ciclo de reencarnación para implementar uno nuevo para su misión.
Pero las almas de su mundo no eran adecuadas.
Las almas de sus hijos ya estaban contaminadas con el deseo de la división de la bendición que les había dado, si los ponía en el papel de guía, llevarían a su hijo por caminos impuestos y contrarios a lo que ella necesitaba para la unidad que buscaba.
Fue cuando intentó buscar almas de otros mundos, pero tampoco servían, incluso si ella les explicara el futuro que les aguardaba a sus hijos, aquellas almas no tendrían el deseo suficiente para guiar a su hijo debidamente, sus acciones serían vacías y solo lastimarían a su pequeño.
Fue cuando eligió a "ese mundo" para buscar un alma.
Ese mundo era perfecto para buscar, poseía tantas ventanas a otros mundos, que sus habitantes podían ver todo aun en su ignorancia mortal, no le costó trabajo encontrar a las personas que veían su mundo creyendo que era ficción, sorprendiendose al ver la gran cantidad de "fans" que tenía su mundo, pero eso no importaba.
Lo que importaba era encontrar el alma adecuada para ser el guía.
Hasta que la encontró, siendo esa pequeña chica brillante.
Fue difícil tener el permiso para romper su ciclo y llevársela, tuvo que hacer muchos tratos por debajo de la mesa para conseguirla, pero valió la pena, valió la jodida pena.
Lo único que se arrepentía, era que le había quitado el futuro que ella tenía en su mundo, uno completamente asegurado y tranquilo, donde sería la luz de muchos personas, cambiando aquel futuro por uno incierto, uno que podía acabar bien y otro que podía acabar mal, aunque era una posibilidad pequeña.
-(Lo siento mucho)- pensó la mujer, alargando su pálida mano y tocando la bola de cristal -(Lo siento por quitarte ese futuro... y por cómo morirás)-
Sería una muerte violenta y lenta, estaría llena de dolor para ella, no solo por cómo sería, sino porque sería llevada a cabo por alguien que ella apreciaba... el sabor de la traición era amargo, ella lo sabía bien y odiaba saber que, por su deseo, alguien más lo probaría.
Pero... podía apaciguar un poco de su dolor.
-Kertos...- llamó débilmente a su otro hermano.
Kertos, el hombre de ojos verdes miró a su hermana, como el otro hombre de mirada dorada, esperando lo que diría la mujer.
-¿Puedes hacer... que quede inconsciente al primer golpe?- preguntó, apretando sus labios esperando una respuesta afirmativa.
-Quieres ahorrarle dolor, ¿No es así?- dijo Kertos, sabiendo los deseos de su hermana.
-¿Es mucho pedir?- preguntó la mujer nuevamente.
-No, no lo es- aseguró Kertos -antes de recibir el segundo golpe, ella se desmayara, así ya no sentirá nada hasta que muera-.
Si deseaban arrebatar el alma de aquel mundo, tenían que asegurarse que el cuerpo original del alma estuviera completamente destrozado, así, si sucedía un problema con el nuevo recipiente, el alma no volvería a su cuerpo original... una muerte violenta y brutal era la indicada para evitar problemas de abandono de almas.
-Muchas gracias- dijo la mujer aliviada.
Al menos, podía aliviar aquel dolor para ella... su nueva hija y guía de su hijo.
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