Donde el sol se esconde

By AmaliaReed

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A veces no sabemos cuáles son nuestros sueños, hasta que se aparecen frente a nosotros. Esto es lo que le ocu... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1. Colapso en Copenhague
Capítulo 2: Desde otro punto de vista
Capítulo 3. Confesiones en Malmö
Capítulo 4 - Déjalo atrás
Capítulo 5. Reflexiones en Hamburgo
Capítulo 7. Impulsos en Ámsterdam
Capítulo 8. Historia vacía
Capítulo 9. Tormenta en París
Capítulo 10. Correr hacia el mar
Capítulo 11. Encuentros en Siena
Capítulo 12. Otra vida
Capítulo 13. Despedida en Madrid
Capítulo 14. Empezar de cero
Epílogo

Capítulo 6. Error de cálculo

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By AmaliaReed

Nunca supe si Iker estuvo conmigo esa noche en algún momento. Después de quedarnos despiertos hablando de besos, estrellas y sueños, el cansancio ganó la batalla y me fui a dormir. En su carpa.

Al despertar, seguía sola, así que lo más lógico es que Iker pasó la noche en algún otro lugar, de lo contrario, lo hubiese oído.

Me levanté, arropándome con una sudadera por encima de mi pijama y salí al aire frío con el cabello revuelto y aun sin lavarme la cara.

Cerré los ojos para disfrutar de un momento de la tranquilidad del amanecer, con el viento acariciándome la piel y el cantar de los pájaros como ruido de fondo.

El sonido de un chapoteo en el río, me hizo abrir los ojos y buscar de donde provenía. A unos metros de las carpas, Iker se encontraba en la orilla, con una chaqueta ligera y un pantalón deportivo corto. Llevaba su gorra con la visera hacia atrás y miraba algo en su mano, muy concentrado. Después de unos minutos, dejó caer unas piedras y con un movimiento de su brazo, lanzó una al río.

Pasé por la improvisada cocina que armamos el día anterior y calenté un poco de agua antes de hacer dos cafés instantáneos en unas tazas metálicas.

Me acerqué despacio, mirando como repetía la acción, seleccionando piedras, evaluándolas y lanzándolas al río.

—¿Eres un vampiro? —pregunté, llamando su atención.

Miró sobre mi hombro, saludándome con una sonrisa que lo hizo entornar los ojos.

—Me descubriste —bromeó, volviendo a su tarea—. Ahora tendré que convertirte en una de nosotros para que no vayas por ahí contando nuestro secreto.

—¿El secreto de como haces para no brillar a la luz del sol?

Volvió a mirarme, esta vez con una mueca de desagrado. Estaba un poco más adelantado, con los pies sumergidos en el agua. Yo no haría algo así a esta hora ni aunque me pagaran.

—No soy de esa especie —continuó la broma, recogiendo más piedras—. Soy de los que arden. Ya sabes, los de la vieja escuela.

—Yo te veo muy bien. ¿Lograron al fin convivir con los seres humanos? ¿Cómo lo hicieron?

Lanza una última piedra, que no rebotó sobre la superficie como las anteriores, producto de la risa que se le escapó antes de lanzar. Sacudió sus manos en los pantalones y se giró para caminar hacia mí.

—Bloqueador solar —respondió, dándome un pequeño golpe en la nariz, antes de aceptar la taza que le ofrecía.

Nos sentamos en la orilla mirando hacia el río, disfrutando de un agradable silencio. Ya me estaba acostumbrando a esta dualidad en la personalidad de Iker. Podría hablar con todo el mundo y hacer amigos con facilidad, pero no tenía problemas en convivir consigo mismo.

—¿Ya estás lista para irte? —preguntó después de un rato.

—¿Irnos? Pero llegamos ayer.

—¿Tienes algo más que hacer aquí? —quiso saber.

Me encogí de hombros. En realidad, solo me dejé llevar y lo había seguido hasta este lugar, porque él lo propuso.

—Vamos entonces.

Se puso de pie y ofreció su mano para ayudarme.

Mientras yo me daba un baño rápido en las duchas compartidas, Iker se dedicó a desarmar todo, ordenar nuestras cosas y hablar con el grupo con del día anterior. Después de despedirnos con abrazos efusivos, nos pusimos en marcha dejando atrás a todos los demás.

Solo cuando salimos del camping, me pregunté como volveríamos a la ciudad.

—Ya pasará alguien que nos lleve —respondió a mi cuestionamiento—. Mientras, caminemos.

—¿Y si no pasa nadie? ¿Caminaremos el día entero?

—¿Tienes algún compromiso? —bromeó, con una sonrisa amplia.

—Ja, ja. Qué gracioso —ironicé.

Lo seguí por la carretera, mientras hacíamos parar algunos autos que pasaban casi sin mirarnos. Eso no lo desanimó en absoluto y siguió andando sin problemas.

—¿Tuviste una buena noche? —pregunté, para hacer conversación.

Él casi nunca tomaba la iniciativa, por lo que siempre tenía que ser yo quien hablara primero, para no agobiarme con el silencio, el calor, o el enorme peso en mis hombros.

—Excelente. ¿Por qué? ¿Tú dormiste bien?

—Perfectamente, estaba todo muy silencioso en mi carpa.

—Sí, suelo tener un sueño tranquilo —comentó.

—¿A qué te refieres? ¿Dormiste conmigo?

—Bueno... —Me dio una sonrisa pícara y me guiñó un ojo—. Digamos que dormimos en el mismo lugar.

—¿¡Cómo!? —exclamé, sonrojándome—. Creí que habías pasado la noche con Robin.

—¿Por qué lo haría?

—Porque te gusta.

—¿Por qué piensas eso?

—Porque no dejabas de estar con ella.

—¿Y esa es razón suficiente para dormir con alguien? ¿Dormiste tú con Ruud?

—¿¡Qué!? ¡Sabes que no! —chillé, avergonzada.

—Pues lo mismo. No te enrolles tanto, pasé la noche contigo, colibrí —bromeó.

No fue una buena idea traer esta conversación. La forma en que lo dice no parece tener el mismo significado en su mente que en la mía.

Unos cuantos autos más pasaron junto a nosotros, sin detenerse. Ya estaba empezando a frustrarme y pensé que hubiese sido mejor idea quedarnos en el camping. O talvez no haber seguido a Iker en una aventura tan desorganizada. O incluso nunca tomar ese avión.

—Anímate, ya pasará una buena alma que nos lleve.

—Ojalá ocurra antes de los próximos 10 años.

A la distancia, se oyó el ruido de un motor. Nos detuvimos un momento, esperando que el vehículo se acercara. La camioneta bajó la velocidad y una chica joven y alegré se asomó por la ventanilla cuando se detuvo a nuestro lado.

Como siempre, no logré interpretar nada de lo que dijo. Ni siquiera supe en qué idioma hablaba, pero por supuesto, Iker no tuvo problemas para comunicarse.

Junto a la chica, un joven se asomó para saludarnos con una sonrisa igual de amable que la de ella.

—Van a la ciudad —tradujo Iker luego de intercambiar un par de frases—. Nos pueden dejar en la estación de trenes.

—¿Es seguro? ¿No te asusta que puedan ser un par de asesinos en serie y estén evaluando cuanto van a ganar vendiendo nuestros órganos en el mercado negro?

—¿Qué? —preguntó Iker, entre divertido y confundido.

—Solo bromeaba.

Antes que pudiera decir algo, lancé mi mochila a la parte trasera de la camioneta pick-up de una sola cabina y puse un pie en la rueda, para impulsarme hasta estar arriba del auto.

—¡Gracias! —grité a la chica de la ventana—. Soy Samantha, mucho gusto.

—Kiara —respondió, mientras Iker se subía de un salto.

—Parece que dejas el miedo atrás cuando estás cansada —se burló mi compañero, sentándose a mi lado.

—Cállate.

Iker dio unas palmadas en la carrocería y la pareja de jóvenes volvió al camino.

El ruido del motor y el viento en nuestros oídos, no nos dejaba oírnos con claridad, así que ambos hicimos el recorrido, ocupados en nuestros propios asuntos. Mientras Iker miraba su teléfono móvil, yo saqué el diario de mi madre ojeando algunos de los destinos europeos que deseaba visitar.

Me sobresalté cuando sentí su cabeza apoyada en mi hombro, acurrucado cerca de mi cuello, durmiendo profundamente. No entendía como podía caer frito con todo este ruido alrededor, pero si estaba tan cansado, lo dejaría estar.

Aún sostenía su teléfono en la mano. Se lo quité despacio y lo guardé para evitar que se cayera y se perdiera en algún punto de la carretera.

Me quedé observando sus manos. Eran grandes y fuertes, con dedos largos que podrían ser la envidia de cualquier pianista, y una piel suave, con a penas unas cicatrices pequeñas. Las uñas estaban muy bien cuidadas, como si, a pesar de andar de aventuras de un lado a otro, se preocupara por su higiene hasta en lo más mínimo.

Tomé mi lápiz y busqué una hoja en blanco. Empecé a trazar líneas con tanta facilidad como si nunca hubiese dejado de hacer esto. Era un boceto rápido, algo sin mucho estilo, solo para practicar un poco.

—Tienes razón. Esto se te da mucho mejor, aunque los paisajes no te quedan nada mal —murmuró Iker.

Cerré la libreta de golpe, un poco por el susto de oírlo hablar tan cerca y avergonzada porque me descubriera dibujando sus manos.

—Solo practicaba un poco, los paisajes son difíciles cuando estás en movimiento.

—No te avergüences, colibrí.

—No lo hago —murmuré, moviéndome para guardar la libreta en la mochila.

Iker se frotó el rostro y el pelo, antes de acomodar su gorra nuevamente sobre su cabeza. Miró a su alrededor.

—Estamos cerca de la ciudad. ¿Te parece si tomamos el tren hacia Ámsterdam?

—¿Ámsterdam? Creí que seguiríamos visitando Alemania, hay muchísimas ciudades que ver.

—Sí, pero desde aquí es más rápido llegar a Ámsterdam, y ese es mi próximo destino.

—Ya veo. —Me moví incómoda, no sé si intentaba decirme que era momento de separar nuestros caminos o solo era idea mía—. A Ámsterdam entonces.

Nos despedimos de Kiara y el otro joven con una mezcla de idiomas entre el inglés, español y alemán.

Tomamos el tren a la carrera, justo para subirnos en el próximo que iba hacia Ámsterdam, como si nos hubiese estado esperando.

Después de un viaje de poco más de cuatro horas, donde la mayor parte lo único que hicimos fue dormir, bajamos en una nueva ciudad y un nuevo país.

—Es una ciudad muy turística y estamos en temporada alta.

—¿Qué quieres decir?

—Que será difícil encontrar alojamiento. Hay alternativas, pero tendremos que adaptarnos.

Asentí, un tanto nerviosa, por la advertencia.

Pasamos de hostal en hostal, preguntando por disponibilidad. Consultamos en algunos hoteles donde las habitaciones eran impagables para un ser humano corriente. Nos detuvimos a comer algo en el camino, rogando por encontrar alojamiento antes que nos cayera la noche.

—Arriba ese ánimo, colibrí. En algún lugar tendrán un espacio para nosotros.

—Espero que tengas razón.

Llegamos a unos de los últimos lugares aparentemente disponibles en Airbnb. Un pequeño hostal hogareño, que parecía abarrotado en el interior.

Al entrar, varias personas que estaban en la sala común nos saludaron con grandes sonrisas, nos acercamos al mesón donde Iker tomó el control de la conversación.

Esperé en silencio que terminaran de hablar, me distraje un poco mirando el lugar y al resto de los huéspedes. La mayoría eran jóvenes como nosotros y unos cuantos algo más mayores.

—Mmmm...

—¿Qué pasa? ¿No tienen?

—No es eso. —Iker se removió nervioso, antes de quitarse la gorra y revolverse el pelo—. Tienen solo una habitación disponible. Individual —aclaró.

—Oh.

Nos sostuvimos la mirada en una conversación sin palabras. Un segundo que se hizo eterno mientras mi mente procesaba las posibilidades.

1. Podríamos seguir buscando alternativas, hasta encontrar algún lugar donde pudiésemos estar cómodos cada uno en su habitación.

2. O aceptábamos esta y nos arreglábamos con lo que había.

—Creo... —Me aclaré la garganta antes de continuar—. Creo que deberíamos quedarnos, ¿no? Es la opción más sensata.

—Podríamos seguir buscando, si quieres.

—No. Sería un riesgo si no encontramos nada y perdemos esta posibilidad.

—¿Segura? —insistió.

—Sí, segura.

Asintió, no muy convencido.

Nos conocíamos desde hace una semana. Pasamos juntos día y noche por 7 días. Habíamos hablado prácticamente de todo en nuestras vidas. Incluso podría decir que éramos amigos, ¿no?

¿Qué tan terrible sería dormir en una cama doble?

—No —jadeé, cuando la mujer abrió la puerta con la llave y nos mostró la habitación.

Era pequeña, con un baño individual —por suerte—, un mueble para guardar la ropa, un televisor, un pequeño escritorio y una cama.

Una minúscula, pequeña, y apretada cama individual en un rincón de la habitación.

Me quedé clavada en el umbral de la puerta, mientras Iker entraba en la revisando el lugar junto a la encargada. Di un paso al interior aún desconcertada, imaginando mentalmente todas las fallas de cálculo que tenía esta decisión, y como resolverlas.

—¿Todo bien? —preguntó Iker cuando la mujer salió, dejándonos solos.

—La cama es demasiado pequeña —apunté lo obvio.

—Eso significa una habitación individual.

—No en las que yo conozco.

Iker se llevó la mano al puente de la nariz.

—Solo será una noche, Sam. Salgamos, vámonos de fiesta y cuando regresemos lo resolvemos. ¿Bien?

—Bien.

Nos turnamos para cambiarnos en el baño y salir. Ámsterdam era conocida por su ambiente nocturno, por lo que una noche de fiesta, aunque no estaba dentro de los planes de mi madre, según su diario, no podía perder la oportunidad de vivir esta experiencia.

Así que con eso en mente, busqué mi mejor outfit, me apliqué algo de maquillaje y salí a disfrutar.

Que del futuro uno se ocupa, en el futuro. 

_______________________

Un poco tarde, pero pasamos a la tercera ronda! 🥳

Así que aquí estoy contrarreloj tratando de terminar la historia para seguir concursando. 

Así que estaré actualizando todos los días de esta semana para lograr el objetivo, y si no... puede ya veremos. 

Lo principal es contar  una buena historia.

Gracias por leer  🥰

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