The Black Orbe

By foxys02

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Nara es una bruja, que despues de perderlo todo, quiere dejar su naturaleza de lado y casarse con un alfa de... More

Nota de la autora
El INICIO DEL FIN
1. LA VALENTÍA DE UNA BRUJA
2. LA AMBICIÓN DE UNA OMEGA
3. AMOR DE HERMANAS
4. LA PALABRA DE LA ALFA
5. EL OTRO MUNDO
6. LOS CELOS ECKVAN, PARTE 1
LOS CELOS ECKVAN, PARTE 2
7. EN LA LUNA LLENA
EN LA LUNA LLENA, PARTE 2
8. LA CAPITAL
9. LA PRIMERA VEZ
10. SALVAJES
12. LO PROHIBIDO
13. ENEMIGOS CRECIENTES
14. ALMAS GEMELAS

11. LA PEOR BRUJA DE LA HISTORIA

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By foxys02

KAHNARA CAVALIER

Jamás había estado cerca de unos brujos sin rostro. Mi abuela me contó muchas historias sobre ellos. Su apariencia es cubierta por una capa de una tela tan pensada como dos rocas enormes. La magia entre sus manos solamente es negra. Y por usarla hay que pagar un precio, ellos ofrecen su belleza a cambio del poder.

El hecho que Vikrram, el alfa de los híbridos salvajes, tenga a dos de su lado, lo hace superior a los nocturnos.

—¡He traído un regalo!—Exclama Vikrram, captando la atención de todos los invitados—Sé que pueden poseer todo, excepto una cosa. Y realmente, ni el fuego de mil hogueras se puede comprar a su calor.

Diana, que permanece a mi lado, alza una ceja, intrigada por el regalo del primer híbrido salvaje.

—Le he traído a la princesa Diana…—La mira, con sus ojos negros e intenso—Un pedazo de sol.

Los dos brujos se juntan en medio de barco y une sus manos grises. Mientras Rhea los vigila desde la popa en el segundo piso, con una mirada tensa. Guardias rodean a la familia real, y sostiene el mango de su espada, por si hay que desenvainarla pronto.

Diana y yo somos las únicas que damos un paso adelante, hacia los brujos sin rostro. El interés en el rostro de Diana era evidente, que provocó que en el rostro, ya maduro de Vikrram, se formara una sonrisa.

—Lemqodun— Se escucha decir dentro de las capuchas de los brujos.

Una bola naranja ilumina toda la cubierta y se impulsa hasta sobrepasar el mástil más alto, transformando una parte de la oscura noche en día.

Jamás había visto algo así.

Una mueca parecida a una sonrisa se expande en el rostro bello de Diana. Noto como sus ojos viajan a una esquina del barco. Mi corazón se acelera al ver a mis dos hermanas ahí, junto a la princesa Yris. Las tres expresaban algo diferente.

Mientras Kassia tenía la mandíbula tensa, y parecía que estallaría en cualquier momento contra Vikrram. Yris y Kiara, esbozan una expresión seria con pizcas de asco… o quizás envidia.

No, mi dulce Kiara no es así.

—Ni el diamante más grande, superará mi trozo de sol, hermana—Susurra Diana, sabiendo perfecto que Yris la escuchaba.

La pelirroja mimada aprieta la copa de oro en su mano y le voltea el rostro con resentimiento. Kassia se aleja bruscamente de Kiara y se dirige a pasos duros al otro extremo de la cubierta.

—¡Diana, ven agradecerle a Vikrram!—Ordena el Rey, de forma fría y con una mirada de amenaza.

Diana suspira, y pasa saliva, se encamina con lentitud hacia los dos hombres, los dos híbridos que iniciaron el calvario para el mundo entero. Pero se detiene cuando me ve a su lado.

—¿Qué?—Pregunto.

—Ve a cambiarte—Exige en un susurro. —No quiero que mi doncella parezca una pordiosera. En la última habitación deje el otro vestido y límpiate el rostro.

— Si intenta algo, háblale a Rhea—Susurro.

Niega con la cabeza.

—A ella no le gusta derramar sangre en su barco. Dice que trae mala suerte—Dice. —¡Ve!

Asiento, apresurada. Se acerca a los hombres, y puedo notar como sus manos tiemblas cuando el salvaje sonreí mostrando sus colmillos. Un escalofrío recorre mi espalda al notar la abismal diferencia de altura entre la princesa y ellos.

Dos enormes lobos cazando a un ratón.

—Fue dotada de una gran belleza, ¿Verdad?—Exclama Hayes, con una sonrisa de falso orgullo. Acaricia el hombro de la pequeña, como el “buen padre”. —De mis hijas, la más hermosa.

La garganta me sabe ácida del asco.

—Doy gracias a la Diosa Luna que solo sacara el color de tu cabello.—Exclama el otro, mirándola de pies a cabeza. — Es igual a Ayline hace trescientos años.

Diana cuando baja la cabeza, y por primera vez, veo una pizca de miedo. Sus ojos viajan hacia mí, y frunce el ceño: ¡Vete! Modula con enojo, sin emitir un ruido. Obedezco con pesar, y mi corazón dolió por dejar sola, pero a sus órdenes no puedo negarme.

Fugazmente, nota Denisse, la omega pelinegra, la que alardea que será la esposa de Rhea y la villana que me roba mi ración de almuerzo, y a Anne, la rubia dulce, mi amiga. Ambas parecían discutir, mientras Ignis solo espera un movimiento de Denisse para cortarle la lengua.

Seguramente quien inicio la discusión fue Denisse.

Me dirijo a la puerta que daba a las escaleras para bajar a las habitaciones y cuando estoy a punto de cruzar el umbral, mis ojos se topan con los de Kassia. Mi hermana relaja su rostro, y endereza su postura, cuando da un paso hacia mí, yo me apresuro en entrar.

Al encontrar la habitación, me dispongo a hacer lo que me ordenaron. Lave mi rostro, peine mi cabello en la media trenza que me enseñó mamá y me pongo el vestido de Diana, uno blanco con un detalle en dorado que parece un pájaro extendiendo sus alas.

A ella le encantaba el escote, y este vestido no sé salvo.

El único problema era su corsé, no alcanzo su lazo para ajustármelo bien.

—Lem…—Mientras intento agarra el lazo, repito las primeras letras del hechizo de los brujos sin rostro.

No quiero olvidarlo. Pero tampoco quiero que mi piel comience a pudrirse por usar magia negra.

—qodun— Repito tiempo después. —Lem…

Observo una pluma y una hoja en la mesa de la habitación. Dejo el lazo aun lado, y me siento. Sumerjo la pluma en tinta negra, y trazo las cinco primeras letras y me detengo:

Lemqo…

¿Será que si lo escribo también cuenta como un hechizo de magia negra?

Muerdo mi labio.

No puedo arriesgarme.

De repente, una idea cruza por mi mente.

Tacho lo que escribí, y debajo de ello, posiciono la punta de la pluma, para trazar lo siguiente:

Lemdoqün.

—No lo olvides, Nara, dos letras están al revés—Murmuro para mí misma. —Recuerda. Recuerda.

No tenía buena memoria.

Los escasos hechizos que sabía no servían para nada.

Y la magia poco a poco abandonará estas manos ordinarias.

Estoy destinada a ser la peor bruja de la historia.

De pronto, la puerta se abre, y yo me levanto de la mesa, ocultando la hoja debajo una fuente con frutas. El corazón se acelera al ver a la mujer frente a mí.

—Bet… Beta Kassia—Tartamudeo. Sin poder controlar mis movimientos, me tropiezo con los pies de la puerta. Y ella se apresura en atraparme como yo en alejarme. —Disculpe.

Bajo la mirada al piso, con los latidos rápidos en mi garganta.

—Eres Nara Leroy ¿Verdad?— Una punzada en el pecho me quita el aire. No me recuerda.—La doncella de la princesa Diana.

Mis ojos se empañan con facilidad.

—Sí—Susurro.

Ella asiente, y toma asiento en la cama.

—Ella me mandó a buscar su pañoleta blanca—Señala la repisa más alta del armario. —Dámela.

—Sí, beta—digo con un hilo en la voz.

Me siento aturdida, pero como puedo, estiro mi brazo para lograr alcanzarla, sin éxito. Me alzo en la punta de mis pies, aunque quedaba en evidencia que no podía alcanzarlo.

—Te ayudo.

—No, no es…— Me callo cuando me aprisiona contra el mueble con suavidad.

—Gabriel está aquí en el barco, puedo olerlo—Susurra. —Tío Nikolas se encuentra en una balsa, no tan lejos de aquí, esperando. Esa ya no es mi gente y mi lealtad está con Rhea, pero tengo entendido que lo amas.—Hace una pausa, para agarrar la pañoleta, que intensionalmente deja caer. Ambas nos agachamos para recogerlo, quedando frente a frente. —No voy a matarlo ahora por ti, no es justo que pierdas a más seres queridos que nosotras… no estaríamos iguales, pero si intenta algo contra Rhea, su cabeza rodará.

Envuelve con la pañoleta, la daga de mi padre, la que había dado perdida cuando Ziah la uso contra ella en el burdel. Y me la entrega.

— Tú verás como sacarlo de aquí.—Se levanta y se dispone a salir.

—¡Beta! —La detengo. No quiero volver a ser extraña otra vez. Somos hermanas, la misma sangre corre por nuestras venas. — Em… ¿Podría ayudarme… a ajustar mi corsé?—Ella duda— Por favor.

Solo quiero tenerla cerca. Asiente. Suelto una sonrisa, me posiciono frente a espejo y me hago un lado mi largo cabello. Ella toma el lazo, con ambas manos, y su rostro de concentración me recuerda a nuestra madre. Así me imaginé el día de mi unión con Gabriel, con mis dos hermanas ayudándome a prepararme.

Cuando está a punto de apretar, una mano toma su muñeca con dureza. Rhea había irrumpido la habitación en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Qué pasa?—Pregunta Kassia, confundida.

—Suéltala— Ordena, mirándola fijamente.

Paso saliva. Jamás había sentido miedo por ella, hasta ahora.

—No me digas que viniste aquí solo para que suelte un lazo de corsé ¿Quién navega? ¿Iker?— Broma.—¿Quieres terminar esta celebración junto a los peces?

—Te dije que la soltaras— Masculla ya enojada y con los ojos amarillos.

Kassia me suelta, con el ceño aún más fruncido.

—¿Qué te…—La interrumpe.

—Largo—Ordena de mala gana.

—Solo me estaba ayudando, Alfa—Defiendo a mi hermana, pero no me mira. Solo a Kassia. Mi hermana no puede sostenerle la mirada, y se aleja de mí. Cerrando la puerta detrás de ella.— No debió hablarle…

Me callo cuando me toma de la cintura, y me da media vuelta, debo sostenerme de aparador frente al espejo para mantener el equilibrio. Toma el lazo y comienza apretarlo sin decir una palabra. Veo su rostro serio por el reflejo del espejo, sus cejas rojas y oscuras están fruncidas, era evidente su molestia, y eso me hace pasar saliva.

—No hacíamos nada malo…—Explico. Levanta su mirada, para observarme— Ella es mi…

Guardo silencio.

Diosa. Diosa. Diosa.

—¿Tú qué?—Pregunta roncamente, terminando de amarrar con habilidad el lazo.

Giro para tenerla frente a frente.

—Quise decir que ella fue muy amable—Me retracto sin rodeos. —Y no debió tratarla así, simplemente ni la Beta Kassia ni nadie merece soportar sus celos irracionales, Alfa— Aprieto mi mandíbula— Usted no es mi dueña.

El amarillo de sus ojos se torna más oscuro a medida que suelto las palabras, y me doy cuenta de mi error en defenderla, pero la rabia que me generó al verla tratar así a mi hermana, no me dejó controlar mi lengua.

—Entonces, ella es la que te gusta—Asegura, sin mirarme y dejándome sin aire.

Se dirige a la salida, y aprieta el mango de su espada. El pecho se me contrae al pensar lo que puede hacer, incluso puede ma… matarla. Niego con la cabeza, y corro antes de que cruce la puerta, pongo mis manos en su abdomen y la empujo para atrás con todas mis fuerzas.

Segundos después, comienza a retroceder, hasta quedar sentada en la cama. Ahora sí, por fin la tengo a mi altura. Y no debo de alzar el mentón para verle sus ojos disparejos. Suelto un suspiro de cansancio, sabiendo perfectamente, que ella retrocedió porque quiso.

—¿Tan difícil es que acepte que no tiene a todas las mujeres a sus pies?—Le cuestiono, molesta.

—Imposible—Suelta una media sonrisa.

—¿Y aquellas que solo gustan de hombres?

—He estado con varias—Confiesa.—Y son las que más quieren repetir.

Ella me mira, llena de orgullo y con esa expresión ególatra como si fuera la dueña del mundo entero.

—Alfa…—Paso saliva. ¿Debería de hablarle de Gabriel? Tal vez respete que soy su luna —Yo…

—Mierda. Eres la mujer más preciosa que he visto en la vida—Exclama sin previo aviso.

Me quedo muda, tal parece que a ella también la sorprendió que dijera tal cosa, porque baja la mirada, y frunce el ceño y entonces una pizca de vulnerabilidad destella en su mirada.

Gabriel me lo decía a diario, y jamás había tenido inseguridad sobre mi apariencia, herede la belleza de mi madre, sus labios gruesos y rojos y su cuerpo curvilíneo. Lo tenía claro. Soy hermosa. Pero que me lo dijera ella, me provocó una oleada de sensaciones nuevas, que no sé manejar.

Me siento así cada vez que la tengo frente a mí: Sin control y ajena a todo.

Remoje mis labios, y ella levanta su cabeza, nuevamente sería, se impulsa con intenciones de irse. Pero no la dejo. De prisa, levanto los extremos de mi vestido y me subo arriba de ella sin un gramo de timidez, sentándome en sus piernas.

Ella levanta su mirada y conectamos de inmediato. Mis mejillas ardían cuál infierno, pero intente mantener mi expresión serena. Tomo su mano derecha, su piel se acaricia con la mía cuando entrelazamos nuestros dedos. La guío hasta mi rostro, y ella lo toma con dureza.

Su pulgar se desliza para rozar mis labios y acariciarlos con suavidad. Ella se centra en ellos, y el amarillo de sus ojos se vuelven más claro. Yo también bajo mi mirada a los suyos, son bonitos y quiero probarlos otra vez, aunque sea un pecado rendirme en los brazos de quien me robo todo en mi infancia.

—Quieres otro beso, ¿Verdad?—Pregunta en un susurro, presionando un poco más con su pulgar mi labio inferior y tira un poco hacia abajo. Una sonrisa se asoma por sus labios. Asiento. — ¿Solo un beso mío?

Fruncí el ceño.

—Si se va a hacer de rogar…—No finalizo mi frase cuando ella pone sus labios sobre los míos.

Siento su mano incrustarse en mi nuca y sus dedos enlazándose en mis cabellos blancos. El calor de sus labios me provoca un gemido instantáneo, sabe a Hybre, pero no me molesta en lo absoluto, su sabor de todas formas es rico y me hace sentir cosquillas en el estómago.

Esta vez no fue dulce en ningún momento, sus movimientos eran bruscos, pero que no lograban lastimarme. Yo la seguía con torpeza, lo que a ella le hacía gracia, porque siento su sonrisa contra mí.

Siento un calor particular entre mis piernas, ahí , y el roce de mis muslos se sienten húmedos. ¡Diosa! ¿Me hice…? Mi preocupación crece cuando ella me toma de la cintura y me apega más a su cuerpo, pegando eso a uno de sus muslos.

Rhea me da un descanso para que logre recuperar el aliento, y va a mi cuello, no me muerde, sino que da pequeños besitos. La humedad crece, y el cosquilleo ahora lo siento en todas partes.

Vuelve a mis labios, con más ferocidad.

Inquieta, quiero dejar de sentirme así, a punto de encenderme en llamas, pongo ambas manos en sus muslos para sostener bien, y… muevo mis caderas hacia adelante y atrás, rozándome cerca de su rodilla.

—Aah—Gemí contra su boca. Me ericé por completo.

En ese segundo, Rhea maximiza su brusquedad, ella me toma sin cuidado y se levanta de la cama sin esfuerzo alguno, negándose a separarse de mis labios. E instante después, me estampa contra la cama.

Sus ojos hierven en amarillo, sus colmillos sobresalen un poco de sus labios hinchados y me echa un vistazo, deteniéndose en mi escote, que subía y bajaba por mi respiración agitada. Y parece que ahora tiene un nuevo objetivo, y no son mis labios.

Me toma las caderas y yo enlazo mis piernas en la suyas. Baja su cabeza a mi cuello, y talla un camino a mi clavícula. Si a donde quiere ir, y mi espalda se arquea, gimiendo cada vez más alto.

Mi mano derecha se estira por su espalda, intento encontrar la forma de sacarle la capa de piel de híbrido salvaje. Pero, al momento, la puerta se abre y hay un estruendo de cajas que caen.

Rhea suelta un gruñido y se separa de mí.

—Quien quiera que sea, está muerto—Exclama entre dientes y colmillos.

Se levanta, y mi mente vuelve a funcionar. ¿Y si fue Gabriel? Corro hacia ella, asomando mi cabeza para ver el pasillo vacío. Rhea está con el ceño fruncido, quizás usando su oído agudo.

—¿Huele algo?—Pregunto. Ella niega. —No pudo ser nadie.

Entramos a la habitación y cierra la puerta. Ella se pasa las manos por la cara, y yo no se hacía donde mirar. Literalmente, hace un segundo nos estábamos manoseando, como un panadero amasa un pan.

—Con el dolor de mi alma, señorita Nara, pero creo que hay que volver a arriba—Musita, a lo que yo le doy razón. —Vamos.

—Vaya usted, yo debo ir a un lugar primero—Enrojecí.

—¿A dónde?

Ruedo los ojos ¿Diosa, que le importa? Ella exige una respuesta.

—A la letrina—Susurro avergonzada. Ella alza una ceja.—Creo que… santa diosa… que me hice pis.

Me desmayaré de la vergüenza y más cuando ella suelta a reír.

—No, Nara, estás confundida—Exclama, divertida. Ladeo la cabeza, porque no entiendo. —¿Jamás te has tocado…?

Enrojecí cuál tomate.

—¡Ssh, Alfa!—La regaño, escandalizada. —Eso no se debe hablar. Es personal.— Relamí mis labios. —Lo nuestro solo son besos casuales, nada más… ¿Me oyó?

Alza ambas manos, en sinónimo de rendición.

—Está bien, vamos a dar una vuelta afuera y luego te acompaño— Dice. Accedo, sin más remedio. —Ese vestido de Diana no me gusta… mañana te tomaran medidas para hacerte ropa nueva— Se quita la capa—Solo te pido que no sigas la moda de Diana, como si tuviera necesidad de ahorrar en tela.

¿Qué? Ropa a medida ¿Para mí? Me cubre con su capa y me abrocha hasta el último botón. Era pesada, casi me llegaba a los tobillos, y no podía ver mis manos.

—Creí que podía enojar a los salvajes si usaba esto—Cuestiono.

—Por eso no te alejes de mí—Ordena.

Asiento. A medida que nos acercábamos, los músicos y las voces volvían a escucharse, volviéndome a la realidad. ¿Será que fue Gabriel que nos vio? Muerdo mi labio, y un dolor en mi pecho se instaló reprochándome todo lo que hice.

Marcela estaría totalmente disgustada por mi indecencia. Las lunas Favre no debemos ser así.

Tonta. Tonta.

No noto que ya subimos a cubierta, hasta que el viento marino me golpea con fuerza. Y levanto la mirada. El cuerpo se me congela, no por el frío nocturno, sino porque tengo todos los ojos sobre mí y la capa que uso.

Ignis tiene la quijada en el piso, y Anne, a su lado abre los ojos de par en par.

Diana esboza una sonrisa picarona, y casi puedo oler su orgullo.

La princesa Yris y el príncipe Kaiat me miran sin mucho interés, como si supieran lo que pasaría después.

Kassia e Iker me miran desde el castillo de popa, Kassia se pasa la mano por la cara, en un gesto de estrés, y baja la mirada hacia la cubierta, a una persona en específico.

Esta fue la que tuvo más impacto en mí, unos ojos verdes, los que antes eran de inocencia pura. Kiara, mi hermana, me mira con el odio más profundo que jamás imagine. Aprieta sus puños, observando la capa de Rhea y cuando estaba a punto de mirar mi rostro, me volteo con rapidez.

Sigo a Rhea, sin saber qué hacer, los ojos me arden de solo sentir el odio de mi hermanita clavarse en mi espalda.

Ningún alfa es capaz de darme un vistazo, todos mantienen la cabeza baja cuando camino entre medio de ellos. Una lágrima rebelde que se resbala por mi mejilla.

—¿Qué pasa?—Rhea se voltea para verme.

—Yo— Paso saliva, y ella frunce el ceño, y levanta su mano para limpiar mi lágrima. — No quiero…

Mis palabras quedaron en el aire, al igual que su caricia, porque ella me toma de los hombros, y en un instante me lleva al los extremos de la cubierta, protegiéndome con su cuerpo.

Una estaca de madera está incrustada justo en punto donde hace un momento Rhea estaba parada. Los guardias se dispersan, protegiendo a las princesas y a la reina.

Rhea lleva su mirada amarillenta a Vikrram, pero el Alfa de los salvajes, niega con la cabeza. Y la segundo estaca es lanzada, y ella la atrapa sin siquiera mirar a la dirección que fue lanzada.

Gabriel.

—Ve con Diana—Me ordena.

Lanza la estaca, e impacta en el pecho de un brujo de Vikrram. Kassia baja de un salto de la torre y le tuerce el cuello al otro, sin que el híbrido salvaje pudiera reaccionar. La bola de fuego se extingue y las antorchas se apagan, quedando en plena oscuridad.

Y lo último que presencio es como Hayes toma del cuello a Vikrram.

Ella ya no está a mi lado, y los gritos me desconcentran. El oleaje se vuelve salvaje, y le da un remesón, provocando que caiga el suelo.

—Nara—Oigo el grito de Diana.

Me levanto a duras penas, y unas manos frías toman las mías con firmeza.

—¿Rhea?—Pregunto.

No responde. Solo oigo él:

—Lemqodun—Susurra en mi rostro, lanzandome su podrido aliento.

Una pequeña bola de fuego se desprende de nuestras manos y se impulsa hacia arriba, multiplicando su tamaño. El brujo me muestra la masa de piel negra que tiene de rostro. Y corre a ayudar su compañero.

No.

Observo las manchas negras que dejo en las palmas de mi mano. Signos de su magia sucia y pútrida que se impregnó en mí, manchando mi magia pura. Para siempre.

—Licántropo rebelde—Exclaman.

Un hombre es arrojado por Rhea a mis pies. Yo me alejo unos pasos, cuando alza su rostro. Su cabello es de un rubio que solo posee una familia en específico y sus ojos cafés y limpios me observan desde el suelo con un brillo de emoción y tristeza.

Está herido del estómago y recibió un golpe que le dejo el labio morado.

—¡Yo jamás he visto al muchacho!—Se defiende Vikrram. —La ofensa de hoy les saldrá caro, nocturnos de mierda. ¡Suéltame, carajo!—Vikrram empuja a Hayes, para liberarse de su agarre.

Rhea desenfunda su espada, Gabriel se impulsa para levantarse y quiere venir hacia mí. Mis pies actúan por sí solos, y corro en su dirección. Y me pongo frente a él, protegiéndolo.

Rhea se detiene en seco, cuando el filo estaba a punto de atravesarme el pecho.

—Nara—Masculla entre dientes.

Está furiosa.

—Alfa—El corazón se escaparía de mi pecho en cualquier segundo. Y Kassia da un paso adelante.—Es suficiente sangre por hoy, a la Diosa Luna no le gusta—En sus ojos veo que está perdiendo la paciencia.

—No te metas en esto.—Me ordena.—Hazte a un lado.

Kassia viene hacia mí.

—No ensucie la madera de su barco y menos con sangre licántropa.— Me giro hacia Gabriel, sus ojos se vuelve cristalinos. —No vale la pena derramar ni una gota.

Sin ser vista, toco el abdomen de Gabriel. «Cuídalo, Diosa Luna»

—Déjelo ir— Pido, su mirada se endurece. —Por favor.

Mi hermana me toma del brazo, e intenta alejarme de él, pero pongo resistencia.

—Kassia.—La retiene Rhea, enfundando su espada. Todos permanecen en pleno silencio. Ella se posiciona frente a mí. —Tiene razón. Es de mala suerte derramar sangre en alta mar.

Bajo la cabeza, dejando escapar un suspiro de alivio. Gabriel roza las yemas de sus dedos por mis nudillos. Dándome un poco de su paz.

—Que se los coman los peces, entonces—Dictamina.

Lo arrebata de mi lado, y solo puedo escuchar su grito y cuando su cuerpo impacta contra el agua helada. Kassia evita que vaya tras él. Rhea se voltea, sin mirar atrás, se encamina a tomar el timón para dar media vuelta.

─•── )(☆)( ──•─

—Gracias a la Diosa, la noche está por terminar—Exclama Diana. —Prepárame un baño de rosas y leche. Mi belleza de ser bien cuidada, para seguir teniendo a todos a mis pies.

Me siento a los pies de su cama, y ella me da una mirada de extrañeza ¿Será que mi tío logró rescatarlo? Si tan solo hubiera dejado que me marcara, ahora podría sentir si vivo o moriría con él.

—Nara— De un jalón toma mi mano derecha. —¿Qué rayos es esto?

Me señala la marca negra, que se expande de a poco en la palma de ambas manos.

—Uno de los brujos de Vikrram mezclo su magia con la mía para iluminar el barco—Susurro a duras penas.

—¡Hay que encontrarte una cura!—Dice de inmediato. —¿Sabes lo difícil que es encontrar otra bruja hoy en día?

—No me importa—Confieso. —Quiero pudrirme, lo merezco.

—Tú y yo hicimos un pacto, Nara, un pacto de sangre y palabra—Masculla con la nariz arrugada.—Ya les prometí que los sacaría de aquí y nos iríamos lejos para que papá no nos dañe más.

Me alza el mentón para que observe el techo, a una nube espesa y negra como la noche está en constante movimiento: Sus demonios. De ella cae el más pequeño, como gota de lluvia, y creo que su favorito: Cyrias.

El demonio, de cola puntiaguda y ojos almendrados de un blanco iluminado, vuela por encima de Diana, vigilando mi respuesta.

—¿Cuál era el hechizo?— Pregunta. —Quizás el grimorio que tengo dice algo sobre él que pueda ayudar.

Corre a su escondite para buscar el libro.

—Si lo digo, la mancha crecerá—Recalco.

Cyrias revolotea sobre mis manos.

—¡Pon de tu parte! ¡Recuerda que aún te queda Kassia y la perra esa!—Me grita, volviendo apresurada con el grimorio en los brazos.

—Dire al revés la d y la q —Exclamo, ella asiente. Abre el grimorio en su cama, se arrodilla en el suelo, y le hecha tinta a su pluma. Cierro los ojos, necesitaba con centrarme un segundo para recordar. —Lem… Lemdoqün

Una corriente de aire se siente en mis palmas, que me erizo por completo, pero mantengo mis ojos cerrados.

—Nara—Me llama Diana. No contesto. Me sacude con brusquedad—¡Nara!

Abro los ojos, la pelirroja se levanta despacio, mirando un punto fijo. Elevo la mirada a ese lugar, y fue como si me pusiera de pies una fuerza invisible.

En medio de la habitación, Cyrias se había convertido en sol, una bola negra que giraba a una velocidad constante. Diana alza su pluma para tocarlo, despacio.

—Ah—Suelta un alarido. La pluma se ha consumido en cuestión de un instante, quemando la punta de su dedo.

Cyrias vuela en picada hasta traspasar el baúl con vestido, como si solo fuera humo, no, como si fuera fuego. El baúl comienza a arder en llamas negras, hasta quedar solo polvo.

—No es magia—Aseguro.

Observo como las marcas negras de mi piel se desvanecen.

—Sí lo es—Dictamina Diana, con una sonrisa—Magia Demoniaca.—Se gira a verme—La acabas de inventar.

*****

Nara jurando y perjurando que odia a Rhea.

Nara cada que ve a Rhea:

Gracias x leerme.

Ven q ahora si actualizo seguido 😏 pero la diosa da y la diosa quita, y no actualizo Sword Onyx jsjsjs.

Besito de casual de Rhea para todas.

Buenas noches, señoras.

Bye Bye.

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