SUEÑOS DE CRISTAL ━━ [En curs...

De OZURIIE

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[Roronoa Zoro x Lectora] One-Shot dividido en dos partes Sinopsis: Cuando abrí los ojos, ahí estaba él; mirá... Mais

Notas de la autora
Capítulo dos: Inconcluso
Capítulo tres: Pistas

Capítulo uno: Primer «despertar»

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De OZURIIE

Escuché el suave y melifluo rumor del mar, y el trinar de lo que parecían bandadas de pájaros con sus alas revoloteando de un lado a otro.

Mis pesados párpados continuaban cerrados, y por mucho que me esforzaba por abrirlos, no conseguía ni siquiera moverlos. Tampoco lograba articular palabra alguna.

Me sentía fresca, como cuando alguien se ha recostado sobre la grama con la ropa mojada tras haber saltado a algún lago o qué sé yo.

Y de repente recordé que cuando era niña, adoraba que mis padres me llevaran al río. Mi mamá solía preparar bocadillos para la estadía, y mi papá llevaba su arpón para pescar por largo rato. Por mi parte me quedaba nadando (si es que se le puede llamar «nadar» al hecho de quedarse en la orilla donde el agua no te llega a la rodilla).

Sufría de talasofobia, aunque mi corta edad y mis limitados conocimientos me impedían saberlo.

Sí, le temía a las grandes cantidades acuosas, en especial al océano. Pensar en los seres que pudieran merodear por debajo del agua, me causaba pesadillas.

Pero aún así adoraba ir al rio y que mi madre tendiera una gran manta sobre las piedrecitas, mientras yo nadaba lejos de donde mi padre pescaba con el arpón.

No tengo idea del porqué recordé tal cosa, pero mis pensamientos se dispersaron cuando sentí que alguien me tapaba la nariz y apoyaba su boca contra la mía.

—Respira —escuché. Era una voz varonil; una que me resultaba jodidamente familiar—. ¡Respira maldita sea!

Y de pronto comencé a toser expulsando una inaudita cantidad de agua salada, mientras ese alguien —quien fuese—, me acomodaba de medio lado frotándome la espalda.

No tengo idea de cuánto tiempo estuve en esa postura intentando regular la respiración, y pudo ser menos de un minuto, pero el momento se me antojó eterno.

Cuando me giré, los rayos del sol alumbrando de lleno mi cara, mi orillaron a hacer sombra con el antebrazo frente a mis ojos entornados. Me sentía desorientada y muy cansada, aunque no sabía porqué.

A través de mis escasas y húmedas pestañas, pude divisar la confusa forma de un rostro. Lo segundo que atisbé fueron tres pequeñas barras doradas y un destello gracias al contacto con la luz.

Mis labios se separaron, incrédulos, cuando mi vista se posó en los turbados orbes del hombre que se hallaba de rodillas frente a mí.

Sentí un horrible punzar en la cabeza, de modo que por instinto, me llevé los dedos a la sien. Fruncí el ceño cuando vi mi mano llena de sangre.

Mis ojos, casi desorbitados, se volvieron al tipo que me observaba como si quisiera darme una tunda.

La pregunta que rondaba por mi mente y que no logré formular, era: «¿Qué mierda está pasando aquí?», porque la apremiante y preocupada voz de alguien que se acercaba saltando en el aire me hizo callar.

—¡Mellorine...!

Y en un abrir y cerrar de ojos, el chico rubio de la ceja rizada (que me parecía demasiado familiar), se puso de rodillas y ya estaba abrazándome.

—¡Zoro, no me digas que [Tn] ha muerto ahogada! —exclamó una hermosa morena de ojos azules que se acercaba corriendo junto a otra de cabellos anaranjados que parecía bastante preocupada.

Entretanto, miré a mi alrededor dándome cuenta de que nos encontrábamos en una bella zona boscosa a poca distancia de una playa. A lo lejos, avisté lo que parecía un barco con un gran león como mascarón.

—Pero ¿qué demonios? —balbuceé, preguntándome (otra vez) en mi fuero interno, lo que no había logrado cuestionarle al hombre de los tres aretes dorados y cabellos verdes que me había dado respiración de boca a boca.

—¡Robin, no digas cosas tan espeluznantes! —le pidió un chico de nariz muy larga.

—Lo siento, Ussop —se disculpó la antedicha, mirándolo sin el menor rastro de arrepentimiento. Era hermosa, pero un poco rara.

—Nami, ¿quién se ha quedado vigilando el barco? —preguntó Zoro.

Me estremecí pensando en que su voz era la que yo había escuchado, antes de conseguir abrir los ojos y expulsar el agua que seguramente me había tragado cuando estuve a punto de morir ahogada (justo como Robin lo acababa de comentar).

El rubio continuaba abrazándome, diciéndome con mucha ternura que todo estaba bien; que todo se solucionaría. hasta que alguien lo cogió del cuello de la camiseta para apartarlo con brusquedad.

Me sentí confundida, ¿a qué venía todo eso?

—Franky —respondió Nami—. Jimbei se está haciendo cargo de hundir los navíos de los marines que nos perseguían. Brook se quedó combatiendo a los invasores en la cubierta, y Luffy está enfrentándose a los vicealmirantes. Me pidió que te dijera que... —hizo una pausa, ceñuda. Después le dio un golpe con el filo de la mano en la cabeza—. ¿Te preocupas por el Sunny en este momento, cuando ni siquiera has preguntado como está tu esposa?

¿Esposa?

—Esto... —balbuceé. Sentía que el mundo entero me daba vueltas

—¡Apártate, Sanji! —vociferaron Nami y Ussop al mismo tiempo, arrastrando el trasero del pobre Sanji sobre la grama.

El susodicho ignoró la ruda acción, y se puso de pie en menos de un parpadeo para encarar a Zoro. Uno comenzó a gritar que si quería pelea, mientras que el otro le recriminaba la falta de preocupación por la esposa que Nami acababa de mencionar.

—Recuéstate por favor, [Tn] —me pidió Robin mientras me empujaba con delicadeza por los hombros. Estaba sonriéndome de una manera tan dulce que casi parecía maternal.

—Con cuidado —dijo Nami, que con gentileza me sostenía por la espalda.

Y mientras, Sanji y Zoro se peleaban lanzándose patadas y puñetazos en una confusa bola de polvo, maleza, hojas y ramas secas. Nadie les prestaba atención porque todos los ojos estaban puestos en mí, y por ello, me sentí algo avergonzada.

—¡Abran paso! —exclamó un pequeño reno que, mientras corría, se quitaba las asas de una diminuta mochila azul—. ¡Debo examinarla!

—¡Chopper! ¡Date prisa! —le apremió Nami—. ¡Le sangra la cabeza y tiene muy mal aspecto.

—[Tn], ¿cuántos dedos ves? —me preguntó Ussop. Se hallaba sentado sobre sus pantorrillas a mi lado derecho.

—¿Cinco? —le respondí a Ussop.

—Está muy mal —determinó, bajando los dos dedos que me había mostrado casi haciendo el signo de la paz.

Estaba a punto de explicarles que era una broma, que lo había dicho porque cuando alguien te hace esa pregunta mostrándote la cantidad de dedos que sea, en realidad primero ves los cinco y después los que hubiesen intentado que sobresalieran de entre ellos. Pero entonces, me desplomé.

Cuando abrí los ojos, me senté casi sobresaltada. Miré hacia todos lados. Me di cuenta de que me hallaba en una habitación bastante iluminada. El blanco era el color que más predominaba en el juego de sábanas y las cortinas que colgaban del dosel.

Me asomé entre la casi transparente tela, y me aventuré a salir de debajo del edredón.

Noté que usaba un camisón largo de satén de color borgoña, de modo que cogí entre mis dedos pulgar e índice un diminuto tramo de tela para comprobar si estaba usando sostén. Alcancé a ver mis pechos y mi abdomen bajo desnudo. Ni siquiera llevaba puestas las bragas.

—¿Dónde estoy? —me pregunté por lo bajo. Siempre he tenido la maldita costumbre de hablar conmigo misma, e incluso de responderme—. Ni idea.

Mi vista se hallaba fija en la pequeña y redonda ventana de cristal en lo que suponía que era la pared. Fue una gran sorpresa la que me llevé cuando vi que en el horizonte no había más que agua.

Un poco asustada, me llevé la mano al pecho y caminé en reversa. Choqué de espaldas contra el húmedo abdomen de alguien, de modo que me giré encontrándome con el desnudo Zoro que se secaba el cabello con una pequeña toalla de manos.

Mis labios se separaron cuando, sin que fuese mi intención, miré a Zoro de pies a cabeza.

—¿Dónde has guardado las toallas, mujer? —me preguntó sin una pizca de pudor.

—¡¿Acaso no tienes vergüenza?! —le cuestioné mientras pensaba: «Es perfecto». Me cubrí los ojos a la vez que le daba la espalda antes de exigirle—: ¡Ve a vestirte!

—De acuerdo... —canturreó, y me sonó a que con algo de diversión—. ¿Tanto te molesta verme desnudo ahora que se supone que vas a separarte de mí?

¿Separarme de él?

—¿De qué hablas? —pregunté volviéndome hacia Zoro, tontamente olvidando que estaba desnudo. Me cubrí los ojos con una mano y bajé la cabeza.

—¿Fingirás amnesia? —inquirió, pero su voz me decía que estaba alejándose.

Y mi lado travieso me hizo separar los dedos. Sonreí con picardía cuando vi su redondo y atlético trasero desnudo. ¡Pero no era el momento de entregarme al morbo!

Me torné seria y le di la espalda nuevamente. Escuché el roce de la tela contra la piel mientras me preguntaba, si acaso era yo la esposa de Zoro, esa de quien hablaban los demás hacía unos minutos.

¿Qué demonios estaba pasando?

—¿Amnesia? —musité. Era una interrogante más para mí que para Zoro, pero él escuchó muy bien y se carcajeó.

—¿Has olvidado que le pediste a Luffy que buscara la manera de «des-casarnos»?

¿«Des-casarnos»? Sip. Sonaba como a algo que yo diría.

Pero... ¡Un momento! Me giré hacia él con los ojos casi desorbitados. Entonces... ¿Acaso nos habíamos casado?

Me parece curioso que en ese momento hubiese recordado, que en los tiempos de la piratería, era el capitán del barco quien casaba a los solicitantes de la tripulación.

Renuncié a mis cavilaciones y presté atención al hombre que frente a mí se ponía los vaqueros negros. El «ras» de la cremallera subiendo, me hizo verlo justo... «ahí».

Sobresaltada, me di cuenta de mi descuido. No era momento para distracciones, ¡carajo!

Elevé la mirada encontrándome con una sonrisa astuta y altanera. Tragué saliva sintiendo que las mejillas y las orejas se me ponían calientes. Seguramente me había sonrojado.

—¿Yo soy tu esposa?

—¿«Mi esposa»? —replicó él. Después bufó—. En otros tiempos, cuando no estabas quejándote de que yo era un celoso y posesivo de lo peor, me gustaba más pensar en ti como... mi mujer.

Me estremecí, no solo por su declaración sino, por cómo me había mirado por un efímero instante, haciéndome sentir totalmente desnuda.

—¿Por qué...? —vacilé. Enseguida me aclaré la garganta e intenté tragar saliva nuevamente, pese a que tenía la boca seca—. ¿Por qué quiero separarme de ti entonces?

Se me quedó mirando como si buscase en mi semblante, la respuesta para una pregunta que todavía no me hacía.

—¿Bromeas?

Separé los labios y los volví a juntar como un pez que trata de respirar fuera del agua.

—Yo no...

—[Tn] —dijo. Antes de que bajara la mirada, vi sus pies desnudos caminando hacia mí sobre la alfombra—. Ey... —murmuró cogiéndome de los hombros—. Dime que estás bromeando.

Alcé mis ojos. Estaba apunto de responder cuando alguien tocó a la puerta.

—Zoro, es la hora de la medicina de [Tn]. ¿Puedo pasar?

Zoro se me quedó mirando.

—Mas vale que estés de coña —me advirtió con un dedo admonitorio—. Porque si no es así, te responsabilizo de ello.

Parpadeé, confundida. ¿Yo tenía la culpa de no recordar que supuestamente estábamos casados?

Era decir, no me molestaba en lo absoluto estar «atada» para siempre a Roronoa Zoro, pero... En verdad (bueno, en cierto modo) no tenía idea de lo que estaba pasando.

Después del corto pero pesado silencio que nos había invadido, Zoro le dijo a Chopper que podía ingresar a la habitación.

El alegre reno pasó del marco de la puerta sosteniendo una pequeña bandeja de metal, sobre la cual traía una jeringa y un diminuto frasco transparente cuyo contenido acuoso era de color blanco.

La amable y jovial sonrisa de Chopper se convirtió en una mueca de sorpresa (aunque parecía más alarmado que nada) cuando me vio parada junto a Zoro.

—¡¿Por qué no me dijiste que [Tn] había despertado?! —exclamó.

Empezó a correr de un lado a otro mientras reñía a Zoro, diciendo que yo ni siquiera debería estar en pie después de haberme golpeado tan fuerte la cabeza. Fue cuando recordé el hecho, y por esto, noté que mi larga cabellera estaba recogida debajo de un vendaje.

El bullicio atrajo a los otros, que no tardaron en apiñarse al pie de la puerta.

—¡No empujes, Luffy...! —se quejó Ussop, cuando el susodicho intentaba ganarle el turno.

Chopper, Robin y Nami obligaron a todos a salir de la habitación. Cuando me quedé a solas con el primero, me hizo una serie de preguntas mientras examinaba mis ojos con una pequeña lámpara de mano. Al final le dije la verdad (bueno, casi), que no tenía idea de qué estaba pasando.

Recibí la atención necesaria del lindo médico, hasta que la puerta fue derribada debido a la presión que ejercían todos afuera. Ya que estaban al descubierto, entraron en tropel bombardeándome con preguntas.

Claro, todos mantuvieron la oreja pegada a la madera de la puerta; o tal vez no todos. Porque Zoro no estaba ahí.

En horas de la noche, cuando la tripulación se hallaba reunida en la cubierta para celebrar —según las palabras de Luffy— «que [Tn] la haya librado», me asomé tímidamente desde la puerta de la cabina.

Estaba usando un largo vestido de seda color blanco que había encontrado entre lo que se suponía que era mi lado del armario.

Desde luego, antes de salir de la recámara me había quedado husmeando entre las cosas de Zoro y todo lo que había en el espacio a mi alrededor.

Según Nami me había dicho cuando ella, Robin y yo nos quedamos compartiendo un momento entre chicas después de que Chopper me revisara, esa habitación había sido habilitada por Franky y Ussop, dado que Luffy había ordenado que se le diera privacidad a la pareja de casados. O sea, a Zoro y a su desmemoriada mujer.

Me entretuve observando las fotografías de una [Tn] sonriente y hermosa que yo no conocía, siendo abrazada por Zoro, a quien no veía sonreír desde que perdió su primer duelo con Dracule Mihawk.

Fue como si me hubiese desconectado del mundo mientras contemplaba cada retrato en donde, aparecía (sorpresivamente) usando un vestido de novia bastante chic.

Quería sacar el mejor provecho a mi «amnesia temporal», así que hice varias preguntas a las chicas cuando nos habíamos quedado solas, pero por mucha que fuese mi artimaña intentando sonsacarles información, ellas se mantuvieron firmes ante la instrucción que Chopper les había dado: nada de darme «ayudaditas» para recordar. Según él, tenía que hacerlo por mí misma.

Dado que me había quitado el vendaje de la cabeza —porque extrañamente había sanado de todos mis golpes, magullones y heridas—, mi larga melena ondeó con el viento cuando devolví la sonrisa que todos me regalaban. Excepto mi supuesto esposo que brillaba... por su ausencia.

Era curioso, las zapatillas de tacón que estaba usando, pesaban lo que una pluma. Me parecía que flotaba en lugar de caminar. Nunca me había puesto a pensar en esto, cada vez que me hallaba... ¡Que todavía no quiero decirlo, maldita sea!

—¡[Tn]! —exclamó Ussop—. ¡Te estábamos esperando!

—Sí, date prisa —se quejó Luffy—. Tengo hambre.

—Lamento haberlos hecho esperar —dije, acercándome al grupo que me recibió con entusiasmo.

Me sentí como la chica popular haciendo su tan ansiada aparición.

Debido al comentario de Luffy, Jimbei se carcajeó con jovialidad mientras mantenía los brazos cruzados. Por cómo éste miraba a Luffy, se sabía cuánto lo admiraba y apreciaba.

Sanji, con ojos de corazones palpitantes y la lengua colgando, extendió las manos y corrió casi dando saltos para encontrarme, pero Robin y Nami llegaron a mí desde laterales distintos, y le quitaron la posibilidad de abrazarme. De modo que, dolido, se alejó con destino al anafre donde Franky ayudaba a colocar las piezas de carne.

Lancé una mirada furtiva a los anchos hombros de Zoro, que se hallaba apoyado de espaldas a la baranda allá arriba en el observatorio.

No tengo idea de porqué me sentí triste, porque Zoro y yo en realidad no éramos nada. Es más él ni siquiera... Creo que es mejor que me calle. No quiero arruinar mi final. Necesito enfocarme en los hechos cronológicos, y evitar cualquier distracción o anticipo en mi relato mental.

¿En dónde me había quedado? Ah, sí.

Dado que Chopper ya había informado a todos de que la pérdida parcial de mi memoria podría ser temporal y regresar en menos de lo que se podría esperar, la fiesta dio inicio.

La noche había transcurrido en medio de risas (mas de Robin, Nami y yo), muchas bromas por parte de Luffy, Ussop y Chopper, comida yendo y viniendo gracias al amable Sanji, las increíbles anécdotas de Franky en sus tiempos como ingeniero naval en Water 7 (sin olvidar que nos contó cómo había conocido a Roger), las historias de jimbei cargadas de aventuras en el mar, y las alegres melodías de Brook amenizando el ambiente. Pero con todo, y sin importar la gran cantidad de sake que se había servido sobre la enorme mesa alargada, Zoro no bajó del observatorio. ¿Qué demonios le pasaba?

Más tarde, cuando el grupo se había dispersado, me hice esa misma pregunta nuevamente en tanto veía de soslayo hacia arriba.

—Se siente culpable —dijo Robin, como si hubiese estado al tanto de lo que por mi cabeza rondaba.

Robin estaba sentada en una caja de madera frente a la mía. Nami había ido por unas bebidas frías que Sanji prepararía con mucho gusto para nosotras.

—¿Culpable? —inquirí, ahora mirándola a ella.

En ese momento se asomaban Chopper y Ussop. Franky, Brook, Jimbei y Luffy hablaban con Zoro allá arriba, en el observatorio. Lo hacían tan bajo que por más que yo aguzara el oído, no lograba escuchar más que algunos siseos que los demás hacían, cuando Luffy alzaba un poco la voz.

—Sí, después de todo, si no hubieran tenido esa fuerte discusión, tú no habrías...

—¡Ussop! —le reprobó Chopper—. ¡Ella tiene que recordarlo por sí sola! ¡Todo lo que digamos podría ser contraproducente! —estaba exaltado, dando brincos alocados y desesperados mientras continuaba vociferando—. ¡Eso sería como implantar recuerdos en su cabeza!

—¿Implantar recuerdos? —murmuró Ussop, pensativo. Se acariciaba la perilla con los dedos índice y corazón—. Hablando de recuerdos, [Tn] —se inclinó hacia mi mirándome con ojos entornados y una ceja alzada—, ¿acabo de recordar que no me has pagado los cien mil berries que te presté el otro día. Y no quiero presionarte, pero... ¡Ay! —se quejó, dejando su frase en el aire. Nami le había propinado una fuerte colleja.

—¡No inventes tonterías aprovechándote de su amnesia! —le reprendió—. Además, todos sabemos que es a mí a quien le debe tal cantidad.

Y mientras a Chopper se le desencajaba la mandíbula con una expresión de horror, casi chillando sin dejar de ver a Nami, Robin rio con dulzura en tanto apoyaba la mejilla izquierda sobre la palma de la mano de ese extremo, cuyo codo mantenía sobre la rodilla del mismo lateral.

—¡Eres un demonio! —le increpó Chopper a Nami, dando saltitos mientras hacía aspavientos para hacerse notar, pero ésta se encontraba muy ocupada golpeando a Ussop en la cabeza una y otra vez.

Por mi parte, me limité a observar y reír con viva diversión.

—Mis ladies —dijo Sanji, que se acercaba con una bandeja con tres vasos de cristal. Comenzó dándole a Robin y Nami la bebida correspondiente, y me dejó de último—. De moras azules, tal como te gusta.

Separé los labios antes de esbozar una sonrisa de agrado. Era verdad. Mi sabor favorito.

—Hablando de deudas —dijo Brook, que hacía girar un bastón cuyo mango se sostenía de su huesudo dedo izquierdo, mientras caminaba con parsimonia hacia nosotros—. Perdonen, pero no pude evitar escuchar que hablaban de ello —soltó su peculiar risa que sonaba más a un «yo, jo, jo» que un «ja, ja, ja», y se quedó en sitio llevándose la esquelética mano libre al bolsillo de sus pantalones negros de tela—. Creo que debería recordarte que prometiste mostrarme tus pant...

—¡Mentiroso! —le gritaron Nami, Sanji, Ussop y Chopper al unísono.

La dulce risita de Robin flotó en el aire cuando los revoltosos empezaron a patear a Brook, que de momento a otro había caído al piso de madera.

—Te lo mereces por aprovechado —condenó Sanji, dirigiendo a Brook una parca mirada en tanto se desenchufaba de los labios el cigarrillo a medio terminar—. Ella nunca podría hacerte una promesa tan absurda como esa —añadió, antes de girarse hacia mí. Ahora estaba haciendo un extraño baile—. ¡No se compara a la promesa de matrimonio entre tú y yo, cuando te hayas separado...! —bajó la voz luciendo asqueado. Se había girado con las manos en los bolsillos del pantalón, y veía hacia el observatorio. Parecía un matón a nada de darle la paliza de su vida a la víctima elegida. El cambio anímico había sido exagerado—, del maldito marimo de mierda...

Acabé riendo por el dramatismo de Sanji que, una vez mas dio rienda suelta a su raro baile en lo que me veía con palpitantes ojos en forma de corazón.

En ese instante, noté que Jimbei también se nos unía junto a Franky, que por alguna razón, lloraba a moco suelto cubriéndose la cara con el antebrazo izquierdo.

—Es tan triste que dos personas que se aman estén en tan malos términos —exclamó antes de reanudar con sus berridos de niño desconsolado.

Con eso, tuve una idea clara del motivo de su llanto.

Fugazmente, miré hacia el observatorio donde Zoro aún se hallaba apoyado contra la baranda, de espaldas a todos nosotros. A este punto (y no tenía idea de porqué me sentía así, si yo sabía bien que tan solo estaba... Bueno, lo dejo para después), me sentía un poco inquieta y casi... triste, por su indiferencia.

—¿También te debo algo, Franky? —pregunté.

El susodicho empezó a llorar con más intensidad, hasta que de la nada, sacó una guitarra de su espalda y caminó a un sofá que sabría el cielo de dónde había salido. Se sentó, y rápidamente fue iluminado por un reflector que nos dejó al resto en penumbras.

Empezó a cantar una canción de desamor, y de repente, Sanji parecía melancólico. Me dije que seguramente pensaba en alguno de sus miles y miles de amores que se iban de su vida tan rápido como venían.

Brook hizo el acompañamiento con un piano de cola que, también, sabría el cielo de dónde había sacado. Y ahora, ya no era solamente un reflector, sino dos. ¿De dónde los sacaban?

—Y pensar que se han acabado nuestras aventuras en el Nuevo Mundo —comentó Ussop mientras observaba a los dos músicos haciendo lo suyo—. Me pregunto si Kaya se sorprenderá al verme llegando a casa.

—Ya quiero ver a Nojiko, Gen-san y a todos —suspiró Nami—. Pero lo primero que haga cuando esté en villa Cocoyasi, será visitar la tumba de Bellmere.

—Y yo... —dijo Chopper, con mirada soñadora fija en las pocas estrellas del cielo—. Quiero que Doctorine vea cuánto he mejorado como médico.

—Brook planea vacacionar por largo rato en Water 7 antes de decidir que hará cuando la banda de los Sombrero de paja se desintegre —comentó Ussop, mirando al susodicho—. Y Franky va a quedarse en casa de La familia Franky. Jimbei regresará a Isla Gyiojin como una persona libre. En cuanto a Luffy... —soltó una suave risa—. Dudo que se quede quieto durante mucho tiempo en Villa Remolino.

—¿Y tú que harás, Sanji? —inquirió Robin.

—Viajaré y aprenderé recetas desconocidas —respondió sin más—. ¿Y tú, Robin-chwan?

—Volveré a Ohara. Tengo un proyecto en mente —dijo antes de esbozar una dulce sonrisa cargada de ilusión.

De repente, las miradas se posaron en mí.

—¿Qué harás tú, [Tn]? —preguntó Ussop—. Supongo que no irás a donde sea que Zoro te guíe. O mejor dicho, a donde sea que Zoro te lleve a perderte.

Todos reímos, menos Franky y Brook, que continuaban entonando canciones de desamor, que a la larga, a todos nos habían puesto a hablar de cosas «profundas».

Iba a preguntarles por qué se iban a separar, pero entonces, Jimbei que se acercaba corriendo hacia nosotros, dijo:

—[Tn], ¡estás convirtiéndote en cristal nuevamente!

¿Nuevamente? ¿Ya había pasado antes?

Alarmados, Chopper, Sanji, Ussop, Robin y Nami se pusieron de pie casi al tiempo que la música cesó.

Me vi las manos y también los pies. Mis brazos se estaban volviendo transparentes. El pánico se hizo conmigo y comencé a hiperventilar.

Dirigí una rápida mirada a todos los presentes que ya se habían reunido a mi alrededor con cara de consternación. Incluso Zoro que había bajado desde el observatorio (quién sabía en qué momento), se encontraba a menos de cinco pasos acercándose a mí.

—Pero ¿qué mierda...? —balbuceé—. ¡¿Qué demonios me está pasando?!

Se suponía que iba a actualizar esta primera parte ayer, pero me puse a atender unos asuntos personales y no tuve tiempo de escribir nada. Hasta hace menos de una hora pude sentarme a redactar este capítulo que me ha quedado un tanto extenso, y he revisado pero a medias, porque muero de cansancio físico y mental después de un largo día de trabajo. 😅

Al menos le di aviso de mi atraso a mi bella Croco-girl01, que como siempre, fue comprensiva y paciente al decirme que me tome mi tiempo, y que ella espera todo lo que deba esperar. Es una linda. ✋🏻😫💕

Y bueno, debo el desenlace y ciertamente, el delishus porque la Zoroconda no se nos puede ir sin que le demos unas buenas sacudidas. 🤨 ¿O será al revés? 🧐 ¿Qué dice el público? 😜

¿Teorías sobre lo leído? 👀 ¿Alguien? ¿Nadie? ¿Están seguras(os)? 👀

Nos vemos en la siguiente parte muy pronto. (Antes de que se acabe la semana). 🌸

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