Like a Shooting Star『Chilumi』

By Sonye-San

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【One-Shot】Con una última sonrisa melancólica que despedazó el alma de Ajax, Lumine se despidió en silencio. A... More

Capítulo único

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By Sonye-San


Buenaaaaaaas!

Long time no see (?)

Luego de un horrible bloqueo de más de un año, regreso con este nuevo fanfic por incentivo de mi querida waifu YM015 uwu, se lo dedico a ella porque, realmente necesitaba un empujón para volver al ruedo :'v

Ando bastante nerviosa porque quise pensar a lo grande y me animé a escribir un Lemon (o smut pa' la chaviza), pero es más poético que explicito, por eso lo dejé en M, mis habilidades no dan para tanto por el momento...

Agradecimientos espaciales a mi Onee-sama, OmEgACeNtAuRy, por ayudarme como beta a pesar del tiempo transcurrido!

En fin, sin nada más que decir, disfruten del contenido! «3

Laimagen del capítulo pertenece a bubble_sen en Twitter (X)©

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Lumine vio desaparecer a Paimon con ojos humedecidos, a sabiendas que era la última vez que la vería. Miró el diminuto adorno romboide que ella le obsequió como recuerdo para que así nunca olvidara lo que vivieron juntas en la travesía que cambió, por fin, el triste destino cíclico de Teyvat.

—¿Ya estás lista? —interrumpió su hermano, Aether, tocándole con suavidad el hombro izquierdo.

—Si —afirmó ella, colocándose nostálgica, aquel ornamento en su cabello en la zona donde antes lo ocupaba las flores Inteyvat, inmarchitables flores que su hermano le puso antes de que la despertara para escapar del desastre de Khaenri'ah, en vano.

Ambos invocaron unas enigmáticas alas esplendorosas y se elevaron por los aires con majestuosidad; poco a poco sus cuerpos se envolvían en una potente luminiscencia que indicaba el despertar de sus verdaderos poderes, anteriormente sellados. No obstante, justo cuando sus cuerpos se translucían cual estrella relumbrante, un fuerte estruendo los alertó, invocando sus respectivas espadas divinas en respuesta.

—¡Lumineee! —vociferó una gutural voz conocida.

La aludida vislumbró, atónita, como Childe, en su forma del Legado del Mal, aparecía tras un portal inédito de aspecto abisal.

—¡¿Childe?! —exclamó la rubia, guardando su espada.

Aether, en cambio, se mantuvo expectante.

El ex heraldo Fatui perdió de súbito su transformación mientras caía exhausto hacia el ingrávido piso de piedra pulida del entorno surreal, pero, por fortuna, Lumine logró socorrerlo previo al mortal impacto y lo ayudó a estabilizarse.

—¡¿Qué demonios haces aquí?! —inquirió furiosa, percatándose del estado agotado del guerrero.

—Vine... por ti —pronunció, recuperando el aliento.

Su maestra, Skirk, le señaló los riesgos de llegar a ese sitio usando uno de sus portales abisal, también le explicó que debía ir transformado para no morir en el intento, sin embargo, las consecuencias recaerían a su cuerpo mortal tarde o temprano. Y tenía razón, percibía como la vitalidad en su salud se escapaba en cada respiración.

Pero no le importaba.

Horas atrás, al momento en que sus ojos oscuros cual océanos, notaron las estrellas fugaces idénticas que surcaban los cielos de su fría nación hasta esfumarse en un pestañeo, el corazón le dio un vuelco y actuó por puro instinto. Aspiró ir más allá de sus posibilidades en vano, quizás su tenacidad conmovió el aparente insensible corazón de su maestra y empujara a que ella le diera una mano, no sin antes advertirle los inminentes peligros que eso supondría a su propia vida mortal.

—Estás loco... —suspiró Lumine.

—Tal vez, pero no podía dejarte ir, Girlie —reveló, rozando amoroso su mejilla.

Lumine se sonrojó al tacto, pero se apartó vacilante, vaticinando el final de esa conversación.

—No lo hagas más difícil, por favor, Ajax —dijo la rubia, aparentando una fortaleza interna tan frágil como el cristal.

—Te amo —confesó, firme, secuestrando las tenues manos de ella en una súplica —, no puedo imaginar una vida sin ti a mi lado.

Lumine se ruborizó, estupefacta, su corazón latía como si quisiera salirse de su pecho.

—Entiendo muy bien el por qué no quisiste despedirte de mí —admitió Ajax—, pero repito, no puedo permitir que me abandones.

—Ajax...

La vorágine de pensamientos conflictivos en la mente de Lumine eran descomunales para soportarlo, las lágrimas de sus hermosos ojos ambarinos no tardaron en rezumar cual catarata en su cara.

¿Por qué tenía que terminar así? Ya era una odisea alejarse de Teyvat sin despedirse de los amigos que hizo en su viaje, porque era consciente de que era lo mejor para ellos. Desde la perspectiva longeva e inmortal de Lumine y Aether, las vidas humanas eran tan ínfimas en comparación, e incluso la cantidad de años que alardeaban las bestias iluminadas como los Adeptus de Liyue o los Yōkais de Inazuma, palidecían ante ambos de todas maneras.

La cruel realidad de su existencia nómada como viajeros incansables, les había enseñado a los gemelos, con punzante dolor, a no forjar lazos profundos con ningún ser en los mundos que visitaban. Pues, por más que anhelasen cultivar esos vínculos, al final todos perecerían ante ellos, convirtiéndose en meras efímeras presencias que los abandonarían demasiado pronto. La agonía de perder a aquellos seres queridos una y otra vez, era un tormento lacerante que desgarraba sus almas sempiternas.

De ahí que solamente podían contar con el otro, el tan llamado «hogar» era cualquier lugar siempre y cuando estuvieran unidos. Nunca se esperaron ser separados y Lumine, quizás por la soledad ominosa, no solo incumplió el tan importante pacto entre los dos, sino que fue más allá y permitió que el undécimo ex heraldo, se colora en su corazón.

Aún recuerda tan vívido el momento de su primera vez:

La habitación estaba bañada por la luz tenue de las velas culpa de un apagón imprevisto, creando un ambiente íntimo y acogedor. Lumine se sentó junto a Ajax en la cama, contemplando su rostro con una mezcla de preocupación y ternura mientras retiraba sus vendajes. Sus dedos rozaban con sutileza la superficie de piel, enviando esporádicas descargas eléctricas a sus organismos.

De súbito, Ajax atrapó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella. La miró a directo a los ojos, esos pozos ámbar que tanto lo cautivaban. En plena mudez, acercó su cara al de ella con una calma tortuosa, hasta que sus espiraciones se mezclaron; Lumine contuvo el aliento un instante, previo a ceder ante ese tirón magnético. Sus labios se encontraron en un beso lánguido y apasionado, bebiendo el uno del otro con ansías mal contenidas. Las manos de Ajax exploraron su espalda con reverencia, memorizando cada curva, y Lumine se perdió en la calidez de su toque dócil, olvidando todo excepto el latir de sus corazones que, al unísono, retumbaban en sus oídos cual golpe de tambor.

Sin embargo, el sentido común la hizo apartarse con brusquedad, por su lado, Ajax, lejos de sentirse molesto o decepcionado, observó a Lumine con una mezcla de añoranza y vulnerabilidad, como si estuviera contemplando un sueño hecho realidad.

Ella desvió la mirada, incómoda ante la intensidad de su escrutinio.

—Ajax... —susurró Lumine, su voz apenas era un hilo—, no podemos...

—¿Por qué no? —La profundidad de su tono áspero la hizo estremecerse.

Quiso contestarle, pero Ajax tomó su mano con suavidad, acariciando sus nudillos con un pulgar.

—Sé lo que dirás, que debes partir eventualmente y que mi vida es muy corta a diferencia de la tuya. Pero ¿y si por una vez somos egoístas?

Lumine negó con la cabeza, con los ojos picándoles por las ganas de llorar.

—Es demasiado peligroso. No puedo dejar que te hagas ilusiones...

—No son ilusiones —Él capturó su barbilla con delicadeza, obligándola a mirarlo; sus ojos zafiro ardían con una intensidad tórrida—. Esto es real, tan real como los latidos de mi corazón cuando estoy cerca de ti.

Despacio, dándole tiempo para retroceder, Ajax se inclinó hasta que sus frentes se tocaron. Lumine contuvo la respiración, su sola presencia parecía encender cada nervio en un fuego líquido que solo él podía saciar o avivar a niveles insoportables.

—Por una vez, olvida el mañana —musitó él contra sus labios entreabiertos—. Sé egoísta conmigo.

Aquella expresión anegada en presunción, fue su perdición. Con un pequeño gemido, Lumine eliminó la distancia entre ellos, capturando su boca en un beso ávido. Ajax la estrechó sobre su torso atractivo, correspondiendo con la misma desesperación; la lucha de sus lenguas era como el choque de dos mareas, brutales e imparables. Las manos de Ajax vagaron por su espalda, trazando las curvas de su figura con reverencia. Lumine se aferró a él, bebiendo de su boca como si fuera la única fuente de vida; lo demás se desvaneció hasta que solo existieron el uno para el otro en aquel torbellino de pasión desatada.

Cuando finalmente se separaron, jadeantes, con los labios hinchados y los pómulos arrebolados, compartieron una mirada cargada de promesas veladas. Lumine quiso protestar, levantar sus muros de nuevo, pero Ajax solo sacudió la cabeza y la silenció con otro beso candente que disolvió sus dudas hasta las cenizas.

—Esta noche somos solo tú y yo, Lumine —murmuró contra la piel de su cuello en una caricia de su aliento incandescente—. Nada más importa...

Y en ese momento, rendida ante la fuerza de su deseo, La Viejera le creyó.

La pasión flameante entre los amantes ardía con el rigor de una explosión. Sus besos se volvieron más urgentes, más desesperados, mientras sus cuerpos se fundían en un abrazo apretado encima de la cama. Manos temblorosas desataban prendas, revelando tramos de cutis inflamado por deseo y dejándolos expuestos el uno ante el otro en toda su gloriosa desnudez.

Lumine contuvo el aliento, contemplando la exquisita tensión de los músculos de Ajax y las numerables cicatrices como marcas de su cruento vivir. Él la miró embelesado, deleitándose con las delicadas curvas y valles de su cuerpo grácil, su tez impoluta, labios hinchados, mirada ambarina, y rubios cabellos cual rayos del sol, como si fuera la más perfecta manifestación del arte.

Con cada toque y cada suspiro entrecortado, se deshacían las capas de dudas e incertidumbres que antes la apresaban. En ese momento, solo existía la necesidad de asfixiarse el uno al otro, de fundirse hasta que perdieran la razón.

Ajax la adoró con labios codiciosos, como un sediento que por fin encuentra un oasis en medio del desierto. Su boca recorrió cada centímetro de la piel sedosa de Lumine en un lento peregrinaje, probando, saboreando, memorizando cada curva tentadora y cada valle esculpido por el universo. Sus manos la acariciaron con devoción reverente, como idolatrando la forma de una diosa, grabando a fuego en su memoria táctil, cada recoveco, cada pliegue de aquel cuerpo que era toda su perdición y su paraíso al mismo tiempo.

Se detuvo curioso a mordisquear los rosados pezones de Lumine mientras que, con su otra mano libre, se deslizaba hasta su entrepierna, encontrando aquel recóndito nirvana del placer. Lumine arqueó su espalda en un gesto de sumisión, dejando que Ajax la venerara con sus largos dedos que entraban y salían de su intimidad con parsimonia, encendiendo una hoguera que incitaba a consumirlos. Cuando Ajax tocó ese punto destinado al regodeo más carnal, los lascivos sonidos sofocados que escapaban de la garganta de Lumine, compusieron la sinfonía más dulce jamás escuchada por él.

Cada terminación nerviosa de sus cuerpos vibraba libidinosa, elevándolos a un estado de éxtasis sublime ante el cual Lumine sucumbió primero. Al recuperar la compostura, Ajax, casi animal, lamió sus dedos chorreados y supo que no era suficiente. Sin previo aviso, su osada lengua probó aquella fruta prohibida del edén, maximizando el alborozo que Lumine sentía; su cabeza era un caos, solo era capaz de gemir y farfullar, ese apuesto humano la estaba volviendo loca.

Sin embargo, él todavía necesitaba más y más de ella. Se relamió los labios y avizoró a Lumine vuelta un desastre sudoroso y jadeante, la rubia le devolvió la mirada y se percató, asombrada, que poseían un minúsculo brillo, brillo que había abandonado sus iris cuando cayó en el abismo con tan solo 14 años.

No cabía duda que el joven la amaba con tanta pasión, que era capaz de superar, al menos por momentos, ese trauma que le robó su tan preciada inocencia.

Ella lo acercó en un abrazo avaricioso, piel contra piel febril, y lo besó deseosa, al separarse, asintió en sosiego y Ajax no requirió más aprobación para proseguir lo que sus almas tanto ansiaban. Fue paulatino para no lastimarla, pese a que no tenía conocimiento acerca de si era la primera vez de ella, tampoco vio necesario preguntar —aunque por dentro se moría de celos—, porque para él, ella era la primera y única mujer en toda su vida.

Cuando su robusto falo ingresó entero, se convirtieron en una sola entidad, cuyas formas se acoplaron con la naturalidad inexorable de las mareas uniéndose al compás de los ciclos lunares, realineando un equilibrio cósmico primordial. Un gemido grave escapó de los labios de Ajax ante esa gloriosa fricción mientras Lumine se aferraba a él con piernas y brazos, ambos derritiéndose hasta no poder distinguir nada más que la lujuria. Se movían en perfecta sincronía, el vasto mundo dejó de existir; solo quedaban ellos dos, fundiéndose, quemándose en las gloriosas llamas del deseo absoluto en aquel vaivén placentero; recreando una antigua danza, tan vieja como el tiempo mismo.

Con toques vehementes, besos húmedos y mordidas que Ajax depositaba en la piel caliente de Lumine como sellos de posesión sagrada e irrevocable, se elevaban a nuevas y vertiginosas cimas del éxtasis eminente. Lumine no se quedaba atrás, clavando sus uñas en la trabajada espalda de Ajax como garras feroces, marcándolo con caminos encendidos cada vez que lo sentía penetrar más profundo en su núcleo ardiente.

Lumine era de Ajax y él era de ella.

Un solo roce encendía nuevas hogueras de lascivia degenerada, reduciéndolos a criaturas de pura pasión, gimientes y temblorosas, ardiendo en las llamas de un frenesí apoteósico que amenazaba en arrasarlos. Las embestidas los sumergía más en un fogoso torbellino, inundados en ígneas olas lubricas que los hacían gemir y arquearse contra el otro en busca de mayor unión.

Eran como dioses paganos entregados a los ritos más primitivos y sensuales, adorándose mutuamente con un apetito voraz en el altar del amor y deseo.

Sus bocas volvieron a unirse por un hambre primigenia, devorándose en besos largos e interminables, ambicionando consumir hasta la última gota del néctar de absoluta sensualidad que manaba del cuerpo del otro. El aire se llenó con los sonidos de su pasión descontrolada, respiraciones entrecortadas, jadeos ahogados; la sinfonía más erótica jamás compuesta.

Agradecían que la habitación era a prueba de sonido, y que Paimon dormía junto a los hermanos menores de Ajax: Teucer, Anthon y Tonia, en la alcoba del otro lado del pasillo de la mansión.

Con unas ultimas embestidas, alcanzaron el punto de no retorno, explotaron como una supernova, fundiéndose en un clímax arrollador que los dejó temblando y sin aliento, abrazados con furor, en un idilio perfecto. Sus corazones latían acorde, sus almas enlazadas por ese vínculo sagrado que solo se conseguía en la más profunda intimidad...

—Te amo, Lumine, más que nada en el universo. Quiero que me permitas pasar el resto de mi vida a tu lado, que seamos una familia —proclamó Ajax, limpiándole con lisura las lágrimas con su dedo pulgar. Lumine experimentó un Déjà vu, anteponiendo la reminiscencia con la realidad—. Sé que estoy siendo mezquino al condenarte a verme morir; lo peor es que ni siquiera estoy seguro de llegar a viejo con toda la cantidad de vitalidad que he perdido por el uso del Engaño y el Legado del Mal...pero, sé que no podré superarte jamás —sentenció él mientras sacaba un fastuoso anillo de bodas de su bolsillo, ataviado de una primorosa piedra tan azul como el mar primigenio.

—Yo...

Los vocablos se esfumaron de su boca, deseaba con todas sus energías aceptar la confesión y quedarse con él, pese al inminente adiós. Sin embargo, no era posible que solo pensara en ella. Giró su cuerpo y vislumbró en los aires a su queridísimo hermano gemelo, quien, con espada en mano, se mantenía impávido ante la situación. Aether le proporcionó muchísimo daño a Teyvat con la temida Orden del Abismo, y aun cuando él en realidad tenía buenas intenciones, era innegable las secuelas de la destrucción que dejó a su paso. Para él, quedarse en este planeta, solo era un amargo recordatorio de todo el sufrimiento y las difíciles decisiones que tomó cuando fungió como el Príncipe del Abismo. Era inequívoco que ella no vivió un paraíso idílico en su instancia en el planeta, sin embargo, no se comparaba en nada con todas las peripecias y los siglos de separación que vivió Aether por su lado.

Lumine nunca justificó sus acciones cuestionables e hizo todo lo que estuvo a su alcance para detenerlo o hacerle cambiar de opinión, fue una batalla tan ardua, que era un milagro que ambos sobrevivieran y pudieran irse ufanos. Los Arcontes restante e incluso Neuvillette, fueron demasiado condecentes en perdonar los crímenes de su hermano en agradecimiento a la asistencia de ella en Teyvat.

No, por más que se desvenaba los sesos en busca de la mínima posibilidad de ser egoísta y permanecer con Ajax para ser feliz a su lado por el tiempo que dure, no podía permitirse ser ingenua e ingrata.

—Yo también te amo, Ajax —correspondió Lumine, abrazándolo con inmensa adhesión.

Por un instante, el aludido sintió esperanzas.

—Pero... olvídame y sé feliz —En lágrimas, invocó sus alas doradas y se elevó por los aires, separándose de su amado, para siempre.

—¡No, Lumine! —Ajax alzó los brazos en un vano intento de alcanzarla.

Con una última sonrisa melancólica que despedazó el alma de Ajax, Lumine se despidió en silencio. Alzó la mirada hacia su hermano y se dirigió hacia él, ya no había vuelta atrás de ese sendero fijado por los caprichosos hilos del destino. En un parpadeo cegador, las estrellas gemelas destinadas a centellear eternamente juntas en la vasta oscuridad del cosmos, se desintegraron en un estallido de luz pura, disolviéndose con la inmensidad del lienzo estelar mientras emprendían su siguiente travesía hacia lo desconocido, dejando solo un vórtice sin fondo en el corazón de quien una vez probó la calidez de su fulgor.

Desamparado, Childe liberó un grito desgarrador desde lo más profundo de su alma, forzó su cuerpo al límite de vomitar sangre y tambalearse mareado en su centro, ya que no podía recuperar su transformación. Todo fue inútil, el amor que le profesaba no era suficiente para que su estrella fugaz se quedara con él. A parte ¿un ser tan retorcido y roto como su persona tenía el derecho de ser feliz?

Cuando su garganta se raspó, rio con amargura y maldijo su debilidad.

.·.

Surcando el mar de estrellas cual satélites espaciales, Aether y Lumine volaban en un silencio sepulcral, una situación extraña dada su inquebrantable vínculo fraternal. El gemelo mayor se veía acosado por una sensación de culpa corrosiva, ya que, después de todo, su queridísima hermanita siempre lo elegiría a él, incluso a costa de sacrificar su propia felicidad. Aether era igual, y podía asegurar que, si los roles se hubieran invertido, habría tomado la misma decisión lacrimosa que ella. Sin embargo, esta ocasión era diferente; aun conscientes de los riesgos que implicaría formar una familia con un mortal como el ex heraldo, Lumine había sucumbido a ese sentimiento intrincado e inefable.

Quizás con el tiempo ella lograría olvidarlo por completo, empero... ¿y si no era así? ¿Cómo podría estar tan seguro? Ninguno de los dos había experimentado jamás esas emociones profundas por nadie más, dadas las condiciones de su perenne longevidad. Y al ver el estado lamentable en que se encontraba Lumine tras el adiós, existía la remota, pero aterradora posibilidad, de que viviera con un vacío insondable en su corazón por la eternidad. Después de todo, a diferencia de los efímeros humanos que tenían la oportunidad de rehacer su vida, ellos no poseían esa limitación; por lo tanto, su lealtad y amor podrían permanecer inmutables para siempre.

Aether sabía que era una insensatez, un riesgo altísimo que, según la lógica atemporal que ambos compartían, no valdría tanto la pena al final. Aun así, nunca, jamás, se perdonaría si, por su propia causa, Lumine fuera condenada a una existencia de interminable infelicidad.

Fue entonces que, de repente, agarró la mano de Lumine con fuerza, deteniendo abruptamente su travesía. En ese momento, se percató, con un dolor desgarrador, los ojos enrojecidos e hinchados por las lágrimas y su nariz irritada, una imagen que destrozó su corazón de hermano mayor protector. La pena reflejada en su rostro era tan profunda, que amenazaba con succionarlo también a él en ese abismo de melancolía infinita.

—Volvamos, Lumine —masculló Aether con voz serena pero firme, desafiando la corriente de polvo de estrella que los arrastraba.

—¡¿Qué?! —Lumine espetó, sus ojos desorbitados por la estupefacción ante semejante propuesta inesperada.

—Escucha, no puedo aceptar a esa escoria ex heraldo como tu compañero de vida, pero al final, tu corazón fue quien lo eligió —Aether se encogió de hombros con cierta renuencia—. Estás al tanto de las consecuencias y aun así decidiste seguir adelante con tus sentimientos hacia él... entonces ¿qué son unas pocas décadas más? Para los seres como nosotros, eso no es la gran cosa.

Un silencio aturdido siguió a sus palabras, solo roto por el viento cósmico aullando a su alrededor.

Lumine parpadeó, incrédula.

—Espera... ¿hablas en serio? ¿Estás dispuesto a quedarte en Teyvat por mí, a pesar de todo el sufrimiento que ese mundo te ha causado?

La mirada de Aether se suavizó con una calidez indescriptible al posar sus ojos en ella.

—Lumine, soy consciente de que no siempre tomé las mejores decisiones y que lastimé a mucha gente inocente en el proceso... pero por encima de todo, soy tu hermano mayor. Y lo único que quiero es verte feliz, independientemente de mis propios sentimientos al respecto.

Las palabras de Aether calaron hondo en el alma de Lumine, conmoviéndola hasta las entrañas con una oleada de gratitud abrumadora. Impulsada por ese remolino sentimental, se abalanzó hacia él y lo estrujo con fuerza entre sus brazos temblorosos. El rostro de Aether se iluminó con una sonrisa afectuosa mientras lo correspondía con igual ímpetu; acarició su cabeza con un cariño colosal, sus dedos enguantados enredándose en las hebras doradas. Una parte de él se resistía todavía, testaruda, incapaz de abandonar por completo la idea de cuidarla incluso de sus propias emociones sobreprotectoras de hermano mayor. Pero al mirarla, al apreciar la enormidad de su amor puro e incondicional por ese insuficiente ex heraldo, supo que nada podría apagarla jamás.

Era un incendio que ardía violento, inextinguible, tallado en lo más profundo de su alma inmortal. Incluso cuando mandaba magos y emisarios del abismo a vigilarlos o intentar separarlos por sus celos, terminó uniéndolos más cual estúpida ironía, así que, se podría decir que en parte tuvo una participación indirecta sobre el avance de su relación prohibida.

—Gracias, Aether... gracias por sacrificarte una vez más por mí. Lamento ser una hermana menor tan consentida y egoísta.

Alzando una mano trémula, Aether acarició su suave mejilla; su pulgar recogiendo las lágrimas cristalinas que se agolpaban en las comisuras de sus orbes. Un breve instante, un respiro, mientras se deleitaba en esa cercanía que tanto añoraban. Lumine era luz, siempre lo había sido, y negarle la oportunidad de brillar con libertad a ese lado de ella, sería condenarla a una existencia de sombras imperecederas que la turbarían lentamente.

No, él no podría soportar ser el responsable de tanta miseria, no cuando tenía la capacidad de ofrecerle una salida.

—Algunas cosas nunca cambian, ¿verdad? —articuló, enternecido—. Y así es como debe ser.

Lumine rio entrecortadamente, su risa mezclada con sollozos ahogados por la alegría.

—Y tú siempre serás mi sobreprotector hermano mayor... gracias, Aether. Gracias por este regalo que me has dado, por hacer posible lo que más anhelo.

—No tienes que agradecerme nada, Lumine.

Permanecieron así durante largos momentos, en aquel abrazo familiar, dos espíritus eternos cobijados por el manto de las estrellas infinitas, fuente y testigo de su amor inquebrantable. El vínculo que los unía era tan intenso e ilimitado como el cosmos infinito, indestructible mientras ambos navegaran por las sendas del tiempo y el espacio. Eran dos mitades de un mismo todo, incompletos por separado, pero juntos alcanzando una perfección absoluta que desafiaba las leyes del universo.

Con renovada determinación nacida de la confianza más pura, deshicieron con lentitud el apretón para retornar el camino hacia su destino terrenal, esta vez con el corazón colmado de esperanza y un lienzo en blanco que pintar con las acuarelas del romance y la dicha verdadera. Las estrellas gemelas resplandecieron con potencia renovada ante su elección, abriéndoles las puertas hacia la siguiente gran aventura: convertir a Teyvat en su nuevo «hogar».

No más dudas, no más arrepentimientos, solo un futuro plagado de infinitas posibilidades al alcance de sus eternas manos entrelazadas.

.·.

Ajax lucía demacrado —bastante lejos de su antiguo aspecto lozano—, y su estado de ánimo era aún peor. Apenas tenía energías suficientes para fingir delante de su amada familia, que estaba bien dentro de lo que cabe, aunque por dentro era un muerto en vida, física y mentalmente. Sus heridas provocadas por su terquedad aún no se sanaban del todo, pero no se comparaban con el enorme hueco en el que se hundía su roto corazón.

La reconstrucción de su patria, Snezhnaya, iba viento en popa, lo mismo que la reestructuración militar ahora que los Fatui no existían más como principal fuerza de protección y subyugación. La Zarina tenía mucho trabajo por hacer para ganarse el amor de su pueblo, ahora que sí los amaba en totalidad. Al ser uno de los pocos sobrevivientes de los antiguos Once, fue promovido como General y debía cumplir con su trabajo al pie de la letra. Al menos eso mantenía sus pensamientos ocupados, no pretendía volver a llorar de desesperación por la partida de Lumine.

En la cima de una de las Montañas Portatormentas en Mondstadt, Childe divisaba con evocación el cielo estrellado. Su misión de reconocimiento en su nuevo puesto fue un rotundo éxito, además de que logró hallar y castigar a los renegados que se resistían al nuevo orden de la Reina Cryo. De pronto, atisbó unas estrellas fugaces y, con ingenuidad, tal vez por la insistencia de su hermanito Teucer, quien le recordaba que debía siempre pedir un deseo, lo hizo. Solo quería volverla a ver, aunque se engañara a sí mismo; cerró los ojos y lo deseó con vehemencia.

Grata fue su sorpresa cuando sus orbes fueron cautivados por la misma estrella fugaz que se acercaba a él cada vez más.

—Esto tiene que ser una broma...

Sudando frío, se dispuso a correr para evitar el colapso del asteroide, pero, en su lugar, una menuda figura femenina casi angelical apareció caída del cielo. Perplejo, Ajax extendió ambos brazos para recibirla. Si esto era un sueño, una vil ilusión onírica de su subconsciente agónico, lo aceptaba con los brazos abiertos.

Quería aferrarse a ella con demencia.

—¡Ajaaax! —descendió Lumine, abrazándolo con una añoranza abrumadora.

¿Acaso era posible? ¿Era ella?

—¿L-Lumine...? —balbuceó aún incrédulo.

—Sí, soy yo... —respondió con voz aterciopelada.

—¡Lumine! —de la emoción, la abrazó con tanto vigor, como si temiera que desaparecería otra vez.

—Lamento no tener las fuerzas necesarias para quedarme contigo —se disculpó arrepentida.

Ajax negó con la cabeza y, aún eufórico, la plantó un profundo beso con anhelo inconmensurable. Desde ahora en adelante, aprovecharía cada segundo, tomaría tratamientos para vivir, aunque fuera un poco más, porque estaba decidido que la convertiría la mujer más dichosa del universo. Cuando se separaron, Ajax no perdió la oportunidad y le pidió matrimonio con el mismo anillo anterior, una vieja reliquia familiar que su padre le obsequió al caer en cuenta de que, incluso su problemático hijo del medio, fue capaz de amar como cualquier hombre normal. Esta vez, Lumine aceptó con gracia, viendo cómo él le colocaba con delicadeza, aquel anillo en el dedo correspondiente, sellando una promesa irrompible.

No obstante, las sorpresas de reencuentro no concluyeron ahí, una pequeña y albina entidad flotante de rasgos infantiles, portando un traje enterizo blanquecino y una capa mística cual polvo de estelar, apreció de repente ante ambos envuelta en un llanto perpetuo. Lumine consintió a su valiosa primera amiga, mejor guía de viaje y preciada comida de emergencia con ternura. Entretanto Ajax, afectuoso, las contempló conmovido y las envolvió en sus largos brazos, como si protegiera el mayor tesoro jamás descubierto.

Por el júbilo, Paimon fue incapaz de rechazar o quejarse de tal muestra de afecto que el joven de pelo jengibre les profesaba; simplemente disfrutaron el momento cálido, siendo una familia reunida por fin.

Desde lo alto, Aether oteó la escena con evidente recelo, pero no pudo evitar admirar y sentirse contento por su hermana. Muy en el interior, también sentía envidia de que ella sí encontrara esa persona especial a quien amar a pesar de las adversidades; rezongó y prefirió darles su espacio, no quería ser la cuarta rueda. Alejándose sigiloso por los cielos, él seguía cavilando que ese sucio repugnante ex heraldo no era suficientemente bueno para su preciosa hermana, tampoco podía perdonar a Paimon por ser los ojos de Celestia, aun sabiendo que la pobre hada no era lúcida sobre ese hecho.

Tratando de Ignorar las tinieblas que nublaban su alma por las culpas de antaño, Aether alcanzó un punto de inflexión en su existencia inmemorial. Las mayorías de las entradas al Abismo, ese abismo de tinieblas que tanto atormentó sus pasos, yacían selladas una a una gracias a su incansable determinación y arrepentimientos. Sin embargo, al despuntar esta nueva era de aparente calma ahora que su hermana no iba a estar con él para siempre, un vacío inusitado e inquietante se abría paso en su ser.

Rememoró con amargura las metas que, en tiempos no tan lejanos, lo impulsaban como el temido Príncipe del Abismo, esos propósitos trascendentales que habían guiado su andar por incontables siglos, parecían desdibujarse hasta tornarse meras sombras perecederas. Por primera vez en años, su mente inmortal se veía libre de ambiciones apremiantes o destinos inaplazables a los cuales consagrarse.

«Tal vez...», se dijo mientras contemplaba los amplios horizontes prístinos de una libre Teyvat. Lo único que su alma anhelaba por ahora era beber de la exótica belleza de aquel vasto y cautivador paraje terrenal; dejarse maravillar por cada una de sus gracias naturales como nunca antes tuvo la oportunidad, sin la lobreguez opresiva del peligro acechando sus pasos. Perderse en ese éxtasis de serenidad tras tantas contiendas; sumergiéndose en un auténtico remanso de paz que quizá, solo quizás, lograría apaciguar por fin las inquietudes atávicas que lo acosaban desde tiempos remotos...

—¡Ahhhh, cuidadoooo! —sin previo aviso, una joven chica de abundante melena chocolatada, chocó con él por culpa de la mala trayectoria de su planeador alado.

Gracias a sus reflejos rápidos, la protegió para que no sufriera daño, recibiendo en su lugar, el mayor impacto de la caída.

—¡Discúlpame! —la chica desconocida no tardó en ponerse de pie y ofrecerle, avergonzada, su mano enguantada.

—No te preocupes —respondió afable, aceptando la ayuda.

Pero la extraña chica no se detuvo y, muy, muy suplicante, insistió hasta el hartazgo para que le permitiera compensarle por su falta, no sin antes presentarse como Amber, la líder exploradora de los Caballeros de Favonios, quien, por las prisas, no logró notar el innegable parecido con cierta caballera honoraria de Mondstadt y heroína de Teyvat. Aether no tuvo más remedio que acceder; la energía de la castaña era bastante contagiosa, exorbitante para su gusto. Tal vez, en otro giro de los acontecimientos, hubieran sido buenos amigos o... ¿algo más?

Quién sabrá... el destino caprichoso a veces actúa de maneras insospechadas.

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Gracias a los que llegaron hasta aquí! TuT

Aún no puedo creer que lograra terminar esta cosa, el lemon acabó con mi cordura... admiro mucho a aquellas personas que crean nopor sabroso con suma facilidad, yo también quiero vivir ese sueño Don Poul.jpg

Pero pos, me siento orgullosa al mismo tiempo porque nunca había llegado tan lejos! Tendré que seguir practicando y encontrar un estilo que se adecue a mis gustos. Necesito darle más amor el Chilumi en español!

Opinión tal vez impopular, pero me encanta demasiado Aether como Principe del Abismo, me pone triste que no haya muchos fanfics que lo mencionen o le den profundidad, no digo que Lumine no sea una buena princesa, solo que no es tanto de mi preferencia, lo cual es normal, ella ha sido mi viajera desde la salida del juego.

¡Viva el Aether sobreprotector!

Aun así, tengo una debilidad por su ship con Amber, generalmente no suelo shipearlo con nadie(su fandom haremtard me da asco) salvo un gusto culposo que no diré por el momento, y a veces tolero cuando lo ponen como ship secundario con Xiao, Albedo y Keching, sin embargo, solo están "ok" para mi, no me gustan mucho en realidad, en mi opinión, Amber sería la pareja perfecta para un Aether arrepentido que se rehúsa a buscar su felicidad como su hermana Lumine, ya que cree que no se lo merece por el daño que hizo.

Y bueno, con lo de Paimon siendo "ojos" de Celestia, es una de las tantas teorías que probablemente no sean ciertas, pero hasta que la desmientan, la voy a creer XD!

También tengo un headcanon de que los Fatuis dejarían existir o que la Zarina se evangelice y busque el amor de su pueblo, ahora que Celestia (imagino yo pasará en el canon), ya no es un peligro para la vida en Teyvat.

Ah, cuando me refiero a Arcontes restantes, es porque Venti y Zhongli tecnicamente no lo son (? y el trono Hydro fue destruido por Focalors, y bueno, dudo que la Arconte Cryo y la Pyro lleguen a morir, es Genshin X'D!

En fin, para no agobiarlos más, espero de corazón hayan disfrutado mi humilde escrito,no olviden dejarme un review, son alimento para mi alma~

Por ahí mismo, les invito a leer mi colección de One-Shot Chilumi: Sunlight, reescribí el primer capítulo ahora que ando retomando el proyecto.

Que tengan una feliz tarde/noche/mañana y nos vemos en otra ocasión!

Sayonara~

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