Efímero [EN PROCESO]

By Chris_Alvarado22

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«Aquello que dura por un período muy corto de tiempo». *** Randy tiene una vida sencilla y tranquila, deb... More

🌴 Antes de leer 🌴
🌴 Epígrafe 🌴
🌴 Prólogo 🌴
01| ¿Lo peor? Esto
02| Una puñalada
03| Chico malo
04| Chico bueno
05| En el callejón
06| Un paseo nocturno
07| Manejar
08| Lugares ocultos
09| Pensamientos contradictorios
10| Emociones confusas
11| Entre miedos y dudas
12| Son solo delirios
13| Confesiones nocturnas
14| El (desastroso) chico de los helados
15| Inolvidable
16| Recuerdos impregnados
17| ¿Olvidarlo o intentarlo?
18| Noche de películas
19| Tarde en la piscina
20| Perdido
21|Advertencia
22| Escape
23|Caída
24| Traición
25| Odio
26| Oscuridad
27| Fulgor
28| Calidez
30| Luz dorada desvaneciéndose
31| Entre engaños y melancolía
32| Solo basta una caricia para sentirse libre
33| Y una horrible verdad para llegar al límite
34| Flores marchitas en el parque
35| Corazón sangrante y manos atadas
36| Luces rojas y azules coloreando la escena
37| El encuentro de dos almas rotas
38| Un momento fugaz tatuado en el corazón

29| Heridas

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By Chris_Alvarado22

CAPÍTULO 29

Randy

«La luz es fácil de amar,

muéstrame tu oscuridad».

Ron Israel

Por fin llega el fin de mi turno en la heladería.

Salgo al exterior, siendo recibido por una corriente de aire que me eriza la piel de los brazos. Ha sido una jornada agotadora. Le doy un vistazo rápido al cielo despejado. Estoy dispuesto a marcharme hacia mi auto, sin embargo, la presencia de alguien cerca de mí me frena.

Me doy la vuelta, para encontrarme de frente con Carter. Doy un respingo y me aparto unos pasos. ¿Qué...?

—Me asustaste, ¿qué haces aquí? —Inquiero, sonriendo. Él, al contrario de mí, no parece muy feliz.

—Quiero enseñarte... algo —murmura, desviando la mirada hacia cualquier cosa que no sea yo. Frunzo el ceño. Algo no va bien, puedo presentirlo.

—¿Todo está bien?

Quisiera pensar que no tiene nada que ver con la amenaza del otro día...

Carter no me responde, tan solo asiente, absorto en sus pensamientos. Últimamente hace mucho esto, quedarse en silencio, ido. Me preocupa, pero no quiero forzarlo a que me hable de nada que no le apetezca.

—Pues no lo parece —observo, intentando entrever algo en su expresión, pero no hay nada más que indiferencia, frialdad. Su máscara para evadir lo que le atormenta.

Él pasa una mano por su cabello y se gira, dándome la espalda.

—Randall, quiero que vayamos a que conozcas a mis padres —suelta, tan rápido que me cuesta entenderle. Por un segundo no reacciono, hasta que comprendo lo que ha dicho y mis cejas se disparan hacia arriba.

¿Conocer a sus padres? Vaya... Esto significa un paso enorme en nuestra relación. Mucho más teniendo en cuenta lo poco que a Carter le gusta hablar de su familia. Cada vez que me habla de ellos, lo que es muy poco, adquiere una actitud extraña. Se cierra por completo y... Ahora los conoceré.

Como es de esperar, me emociono y sonrío, pero la euforia dura poco, ya que las inseguridades y los miedos visitan mi mente, arruinando el momento. ¿Y si no les agrado? ¿Y si creen que soy muy poca cosa para su hijo? ¿Y si...?

—Iremos en tu auto —anuncia Carter, sacándome de mi cabeza de golpe. Sigue de espaldas a mí, con los músculos tensos. También reparo en el ramo de flores amarillas que lleva en una de sus manos.

—Está bien, vamos. —Busco las llaves y me encamino hacia mi Mercedes blanco, con los nervios a flor de piel.

Ambos nos acomodamos en nuestros asientos y, en segundos, estamos inmersos en la carretera, con una brisa fresca colándose por las ventanillas abiertas. Carter no ha dicho nada en todo el rato, se le ve... Perdido.

Carraspeo la garganta y sonrío.

—Y bueno, ¿dónde es? ¿Crees que debería cambiarme de ropa? Mi uniforme violeta no es muy formal que se diga...

—Solo conduce hacia adelante, te diré dónde debes parar —responde, con un tono de voz distante y hostil. Me fijo en cómo las venas de sus brazos resaltan gracias a la presión de sus puños.

Una sensación dolorosa recorre mi pecho.

—¿Pongo música? Podría...

—No lo sé, Randall —me corta, girando el rostro hacia su ventanilla, perdiéndose en la vista. Bueno, está claro que no quiere hablar.

Suspiro. Detesto cuando se pone esa máscara encima, cuando se vuelve duro y hostil. Sé por qué lo hace, pero eso no evita que me sienta mal. Supongo que debo intentar comprenderlo, no es un tema fácil para él, después de todo...

Enciendo la radio, para llenar el silencio del auto y tarareo la melodía de una canción de Radiohead, nervioso.

Y así pasan los minutos, canción tras canción, llenándome de inseguridades y esperando que todo salga bien. Le hecho un vistazo a la hora y me fijo en que llevo treinta minutos conduciendo. Estoy por preguntarle a Carter si falta mucho, cuando es él quien habla.

—Detente aquí —murmura, despacio, cerrando los ojos, como si soltar esas palabras le supusiera un esfuerzo. Tal vez es así.

Alzo la vista y mi sangre se enfría cuando veo el sitio en el que él quiere que pare. ¿De verdad...? Cielos. Sin dudarlo más freno. Sostengo el volante con las manos sudorosas, releyendo cientos de veces las letras que están soldadas sobre una reja enorme y oxidada.

El cementerio.

Hemos frenado en el cementerio.

—¿Es...?

—¿Aquí?, sí.

Él se baja del auto, cerrando con un golpe sordo que me hace pegar un brinco. Veo a través del cristal cómo él camina hasta detenerse frente a las puertas, con la mandíbula tensa, una mirada oscura, vacía...

Debería ir, pero no puedo levantarme. Estoy pasmado. Esperaba todo menos esto. Aunque tiene sentido, eso explicaría muchas cosas. Y pensando en esto, caigo en cuenta de que, quizá aquí es donde pueda descifrar los misterios alrededor de Carter.

Tal vez aquí es donde se esconden las verdades que protege bajo llave.

Decidido, me bajo del coche. Llego a su lado y, sin decir nada, envuelvo su mano libre con la mía y la aprieto, infundiéndole ánimos. Sea lo que sea que descubra ahora, eso no cambiará lo que siento por él, y sé que él teme que pase eso.

—Estoy contigo —le digo, dándole una pequeña sonrisa.

Él asiente y agacha la mirada.

Nos adentramos en el cementerio. Nunca antes había venido a este, que parece bastante lujoso. El césped se ve reluciente y cortado a la perfección, los árboles se conservan bien, las tumbas igual. Aquí no hay hierba seca, gatos negros, ni nubes grises. Se ve muy hermoso. Hasta logro distinguir un estanque cerca de nosotros.

Noto cómo Carter presiona con más fuerza mi mano con cada paso que damos. No quiero imaginar el esfuerzo que debe estar haciendo ahora mismo, y lo valoro muchísimo. He sido testigo de sus bajones, cuando llora en el piso del baño durante las madrugadas, cuando su mirada se pierde, cuando fuma impulsivamente para tranquilizarse.

De pronto, nos detenemos a dos tumbas algo alejadas de las demás, pero cercanas al estanque, en el que brilla la luz del sol. Carter no dice nada, pero supongo que es aquí.

Leo los nombres que están escritos en ellas.

Anabell De Red

(1985 – 2012)

Trevor Red

(1981 – 2012)

Tomo aire y miro a Carter, quién sigue con su expresión imperturbable.

Él me suelta y se sienta en el césped, junto a su madre. Deja el ramo de flores sobre su tumba y se pasa una mano temblorosa por el cabello. A través de sus ojos puedo ver el caos emocional que se lleva a cabo dentro de él y desearía poder hacer algo para ayudarlo, pero creo que en un caso como este es inútil.

—Hace mucho no venía —comenta, con la mirada puesta en las flores—. Estas eran sus favoritas.

—Oh, también son las mías —digo, sonriendo, en un intento de relajar el ambiente.

Carter me mira e intenta devolverme la sonrisa, aunque está de más decir que no lo logra. Devuelve la mirada a la tumba y pasa sus dedos pálidos por el nombre de su mamá.

—Fue mi culpa —suelta de repente, su rostro ensombreciéndose. Yo me quedo petrificado, analizando sus palabras, deseando haber escuchado mal.

Frunzo el ceño.

—¿Qué dices?

Carter asiente.

—Por mi culpa mis padres están bajo tierra, Randall. Llevo la mitad de mi vida cargando con sus muertes sobre mis hombros, sabiendo que gracias a mí todo se destruyó. —Carter gira la cabeza y posa sus ojos, marrones como la madera, cargados de una oscuridad que nunca vi antes, sobre mí—. Soy un ser despreciable, Randall.

Niego con la cabeza, intentando discernir sus palabras. Las preguntas se arremolinan en mi garganta, sin embargo, en lugar de decir algo, me siento en el suelo, sin despegar los ojos de Carter. Quisiera acercarme, pero sé que necesita espacio.

—Quiero que me conozcas por completo, Randall. Aún si eso significa que tengas que saber toda la mierda por la que he pasado, mereces saber la verdad —declara. Su tono profundo me da escalofríos.

Es hora. Carter ha decidido confiar en mí, abrir su corazón, mostrarme todas esas partes oscuras que forman parte de él, su dolor. Quiere contarme su historia. Es mi momento de oírlo.

—Éramos felices, siempre lo fuimos. Vivíamos bien; mi papá era director del liceo del pueblo y mi mamá la reportera del clima en el noticiero. Mi hermano y yo éramos los mejores amigos. Nuestra casa era cálida, reluciente, enorme... Era la vida perfecta. —Carter hace una pausa, en la que noto cómo sus nudillos se tornan blancos, mientras suelta aire por la nariz con brusquedad—. La noche de la tragedia fuimos a cenar a un restaurante lujoso a las afueras del pueblo, según mis padres, era una ocasión especial, por lo tanto mis tíos y abuelos estuvieron presentes también. Al terminar la cena, mi padre dio la noticia...

La voz de Carter se quiebra. Noto la melancolía que lo sacude, el dolor que lo incita a salir corriendo. Me rompe el corazón verlo de esta manera. Puedo presentir que nada de lo que venga después será bueno.

—Mamá estaba embarazada. Tendría una hermana. Una nueva integrante en la familia... La noticia les cayó bien a todos y, aunque mi hermano y yo estuvimos un poco angustiados porque nos fueran a quitar el puesto, nos emocionamos igual. En ese momento, mientras los adultos celebraban, Alex me sugería una cantidad de nombres para la bebé.

»Luego de la cena, era hora de volver a casa. Alex se iba a quedar con mis tíos, ellos eran muy unidos. Yo, en cambio, me iba con mis padres. Esa noche el cielo se estaba cayendo. Mamá estaba dormida en el asiento de copiloto y yo iba atrás, charlando con papá que estaba haciendo esfuerzos por ver la carretera en medio del aguacero.

»Papá y yo teníamos mucha confianza, así que no dudé en contarle el temor infantil que sentía de ser reemplazado por la bebé. A fin de cuentas, hasta ese momento yo era el menor.

»No olvidaré las palabras que me dijo entonces: Hijo, siempre te has parecido tanto a mí. Todos dicen que somos iguales físicamente, pero creo que va más allá de eso. Heredaste mi inteligencia, mi amor por el cine, mi determinación, mi valentía, porque eres muy valiente, Carter. ¿Sabes? No le digas a Alex, pero me parece que serás el primer Red en llevar nuestro apellido a la cima, estoy seguro. Pero en fin, la bebé no hará que te ame menos, hijo, así que quítate esas ideas de la cabeza y empieza a amar a tu hermana, porque como hermano mayor serás el que la proteja de ahora en adelante, ¿bien?

»Me sentí más tranquilo al oírlo, me sentí feliz de que mi papá me viera con tanto orgullo, me sentí responsable al pensar que tendría que velar por mi hermana ahora. Hubiera querido que ese momento durara un poco más... Pero tan rápido como se parpadea, un grito salió de los labios de papá, mi mamá se despertó, el auto se estremeció con fuerza, un par de luces me cegaron...

»Cuando pude darme cuenta, no había nada más que oscuridad, interrumpida solo por los malditos relámpagos. Había cristales rotos, olor a gasolina, sangre... Podía oír los gemidos de dolor que soltaba mamá, eso hasta que cayó desmayada.

»El auto estaba de cabeza y hecho un desastre; mi papá estaba atrapado en los asientos de adelante, igual ella. La parte trasera del auto no sufrió tantos daños, pero podía sentir que todo mi cuerpo dolía, mi brazo sangraba, ni siquiera podía llorar del dolor...

Sus palabras se detiene de golpe.

Noto la agitación repentina en Carter. Su respiración descontrolada, sus manos cubriendo su cabeza, su voz temblorosa. Debería levantarme e ir hasta él, pero estoy pegado en el suelo, impactado por su relato.

—No tienes que continuar, podemos...

—Estoy bien, Randall. Necesito soltarlo todo, necesito que lo sepas, necesito... Por favor, escúchame —me pide.

Asiento y él se endereza, para continuar.

—Papá estaba intentando llegar a mí, pero era imposible, sus piernas estaban aplastadas. Le pregunté qué estaba haciendo, en medio de la conmoción, pero él, calmado, me pidió que me tranquilizara. Confiaba en él, así que le hice caso. Conseguí relajarme y entonces él me explicó lo que tenía que hacer.

»Me pidió que saliera del auto y buscara ayuda, yo no podía. Me dolía todo, no me sentía capaz, pero él me tomo la mano, me miró a los ojos y me prometió que si hacía lo que me decía, todo saldría bien... Entonces lo hice.

»No me costó mucho salir del auto. Una vez afuera, sentí las gotas heladas de lluvia golpearme. No podía ver nada, estaba en un estado fantasmal, los recuerdos que tengo de esa noche han tomado forma con los años, al principio toda era borroso y confuso...

»Empecé a correr. Corrí sin detenerme, corrí sin desviarme, aún con el dolor en las piernas, con la sangre brotando de mi brazo, con el ardor en mi pecho, con la lluvia yendo en mi contra... No podía dejar morir a mi familia, mi papá había confiado en mí.

»Y lo intenté, Randall. Juro por Dios que lo intenté, pero fallé.

»La puta comisaría estaba a pocos metros de mí, podía verla con claridad, me sentía victorioso, creí que había salvado a mi familia. Pero en ese momento mis malditas piernas no pudieron más y caí. Tanto esfuerzo para rendirme en el último momento... Intenté arrastrarme a la comisaría, pero no tenía fuerzas. Intenté gritar, pero no tenía voz. Estaba perdido.

»Y estuve ahí, tumbado boca arriba, mientras las putas gotas de lluvia me caían encima, aguzando el dolor. Nunca antes había odiado tanto la lluvia. Y recé, recé con todas mis fuerzas, le pedí a Dios mil veces que me ayudara, que hiciera algo con mi familia, pero no pasó nada. Ni milagros, ni finales felices, ni héroes.

»Pasaron las horas y amaneció. Ahí fue cuando alguien me encontró y me llevó al hospital, donde me hicieron muchas preguntas, pero yo no podía hablar. Me había quedado en shock total. Estaba frustrado, impotente, quería gritarle al mundo que fuera a ayudar a mi familia, pero fui un débil.

»No sé ni siquiera cuánto tiempo pasó, pero llegó la policía, mis tíos, mis abuelos, mi hermano... No fui lo suficientemente iluso para pensar que ellos estaban bien. Con no verlos ahí fue suficiente, sabía que había fallado. No fui lo suficientemente fuerte. Lo perdí todo.

»Todo lo que me rodeaba se cayó a pedazos con el tiempo. Mis abuelos murieron al año, mi hermano y yo quedamos huérfanos, nuestra vida feliz no era más que un sucio recuerdo de lo que había perdido por no haber actuado como debía. Todo era mi culpa, Randall. El día que ellos murieron, yo morí junto a ellos.

»Permanecí sin hablar durante tres meses, hasta que una tarde mis tíos me sacaron de quicio y les grité con toda la furia que llevaba dentro. Ellos siempre habían preferido a Alex antes que a mí y, cuando les dieron nuestra custodia, mi vida fue un infierno.

»La indiferencia que siempre habían mostrado hacía mí, se había desarrollado en un odio profundo. Nunca me lo dijeron, pero sé que hasta el día de su muerte me culparon de lo que pasó y los comprendo. Fui como un huracán, me llevé todo a mi paso, dejando a todos con una gran pena.

»Yo estaba harto de vivir con ellos. Sabía que si mi comportamiento era muy malo, ellos tenían la oportunidad de entregarme a servicios sociales y eso hicieron. No podían lidiar conmigo, yo era el propio demonio. 

»Así que, desde los once años hasta los quince, estuve pasando de casa en casa, de familia en familia. Habían algunos ''padres'' que eran muy buenos, atentos y cariñosos, pero eso no me bastaba. Otros eran unos monstruos, muchas veces fui golpeado y explotado por esos viciosos disfrazados de buenas personas, pero siempre conseguía volver a Servicios Sociales.

»Hasta que cumplí quince años. Estaba harto. Huí de mi nueva casa mientras estaba en el colegio. Prefería quedarme en las calles a seguir viviendo así; era agotador tener que soportar desde miradas llenas de lástima hasta burlas y humillaciones por ser un huérfano sin techo. Cuando no tienes nada ni a nadie, todos se aprovechan de ti. No quería ser más débil.

»Al escaparme, esa noche intenté acabar con todo. Quería que el mar me llevase consigo, que se llevase el dolor lejos de mí. Quería ver a mis padres, quería pedirles perdón. Quería dejar de respirar, maldita sea, porque el simple hecho de respirar dolía como la mierda, Randall. Pero una pareja que estaba paseando por la zona me vio y me salvaron... Supongo que no era mi momento.

»Poco tiempo después conocí a mi pandilla y me uní a ellos. Eran lo que quería, otros pobres diablos llenos de llamas y dolor, tan perdidos en su mundo que no se molestaban en joderme el mío.

»Me metí en muchos problemas. Me llené de locura, de ambiciones, de adicciones. Creía que el dinero o las drogas podrían suplantar el sentimiento que año tras año se iba haciendo más grande dentro de mí. Creí que era divertido, creí que estaba viviendo de verdad. Robaba, consumía, golpeaba y esperaba que llegara el momento de irme.

»Cuando me volví mayor de edad, me separé de ellos. Ya los Servicios Sociales no me buscaban, estar con la pandilla ya no me llenaba, el dolor seguía dentro de mí, como una mancha que es imposible de quitar, que mientras más la limpias, más grande se vuelve.

»Me quedé durante unos meses con una pareja de abuelos, hasta que conseguí trabajo en la gasolinera y, poco tiempo después, pude comprar la casa a un precio accesible. Todo parecía ponerse en orden, pero nada era suficiente. La culpa es asfixiante, mortal, nada nunca estará bien conmigo, siempre tendré la sombra de mis padres sobre mí.

»Cada día, cuando despierto, es como estar cumpliendo otro día de una condena interminable. No sabes lo que se siente estar respirando, viviendo, mientras sé que mis padres ya no lo hacen por mi culpa, que sus vidas se perdieron esa noche y... No solo la de ellos, la de mi hermana.

»Alex pudo superar todo y seguir adelante. Lo entiendo, él no estuvo ahí, no siente culpa alguna, tan solo la ausencia... Yo, en cambio, soy el responsable de que mis padres soltaran su último aliento, les fallé como no debe fallar un hijo a sus padres.

»He tenido que vivir muchas mierdas desde que ellos murieron, pero creo que al final, me lo merezco todo. Este es mi destino, estar perdido, vagando por el mundo, esperando que llegue el día en el que pueda dejar de sentir este maldito dolor que me mata.

»Este soy yo, Randall. Estoy malditamente loco y roto y no creo que quieras lidiar con un desastre como este.

Cuando Carter deja de hablar, un pesado silencio nos aplasta a ambos. No sé qué decir, no sé qué hacer, estoy... Vaya. De pronto una banda de pájaros sale disparada de un árbol y se pierden en el firmamento.

Llevo una mano a mi cabeza, mientras Carter toma su teléfono y le quita el forro. En él, hay un papel doblado. Carter me lo tiende y yo lo tomo, dudoso, pero cuando lo abro descubro que se trata de una foto de su familia.

Una mujer de sonrisa radiante, cabello castaño y piel blanca como la leche mira la cámara, abrazando a un niño alto, que sonríe sin separar los labios, con una mirada coqueta. Un hombre alto, de cabello negro, ojos marrones y mirada seria pone una mano sobre el hombro de un niño pequeño, totalmente parecido a su padre, pero este sonríe con amplitud.

Acaricio la foto con mis dedos y noto que estoy llorando cuando una lágrima cae sobre el papel.

—Carter... —Murmuro, con la voz rota.

Tengo el corazón quebrado. No puedo creer todo lo que ha tenido que pasar él todos estos años, yendo como un trotamundos, con ese dolor en su pecho que lo ha atormentado por tanto tiempo. Demostrando a todos que es un chico difícil, rebelde y peligroso, cuando eso es solo una coraza para ocultar al niño que sigue sufriendo en su interior.

Me levanto del suelo, Carter también lo hace.

Me acerco hasta él y, cuando estamos cara a cara, no veo al chico de siempre. Frente a mí hay un chico con una herida sangrante en el pecho, un chico frágil que lucha cada día para no derrumbarse, un chico con una corona invisible, que no sabe lo brillante que es por la culpa que lleva en sus hombros.

—No soy más que oscuridad, Randall. No mereces esto —me dice, con un tumulto de emociones en la voz. Nada de indiferencia o frialdad, tan solo él, teniendo miedo, odio, confusión, tristeza.

Elevo una mano, la acerco hasta su mejilla y lo acaricio. Mis yemas rozan su piel con toda la suavidad, como si fuera un cristal a punto de quebrarse. Él cierra los ojos y aprieta los puños.

—Carter, no hay nada de oscuridad en ti, aunque pienses lo contrario —declaro, en un hilo de voz—. No sabes cuánto lamento lo que has tenido que pasar, pero no es tu culpa y lo sabes. No tienes por qué cargar con este dolor. Fue un accidente.

—Lo sé, pero pude haber hecho algo.

—Y lo intentaste, fuiste muy valiente. Pero las cosas pasan cuando tienen que pasar, no estaba en tu mano salvarlos, el destino ya estaba escrito, Carter.

Él resopla.

—El destino es una mierda.

—Lo es —convengo, dándole una pequeña sonrisa.

El labio inferior de Carter empieza a temblar, sin embargo, antes de soltarse a llorar, se abalanza sobre mí y esconde su rostro en mi cuello, con sus fuertes brazos rodeándome. Y ahí es cuando lo deja salir todo. Ahí expulsa las lágrimas que lleva conteniendo desde hace años.

En mis brazos llora Carter, el chico malo e incomprendido y Carter, el niño que no pudo hacer más para salvar a sus papás.

—Me duele, Randall. Quema.

Miro el cielo. Está atardeciendo. La luz dorada baña el cementerio y hace brillar el agua del estanque. La vida es una mierda, se sufre a diestra y siniestra en ella, pero las personas que realmente han sabido superar los obstáculos, tienen la delicadeza de ver el mundo con otros ojos.

—Puedes convertir el dolor en algo hermoso, Carter, tan solo tienes que ampliar la vista —murmuro, con la boca pegada en su cabello revuelto.

Él se separa unos centímetros de mí, con los ojos cristalizados, la nariz roja y las mejillas empapadas.

—Ellos estarán orgullosos de ti, Carter, estoy seguro de que no te culpan de nada.

Su respuesta llega en forma de beso.

Sus labios pegados a los míos, devorándome con desespero. Sus manos aferrándose a mi cuerpo como si fuese a irme. Jamás lo haría. Mucho menos ahora que sé la verdad detrás de Carter. Estamos juntos en esto y en todo lo que pueda venir.

—No sé cómo lo haces, ¿por qué te quedas conmigo luego de todo lo que te conté?

Mi corazón hierve y beso a Carter de nuevo, sin importar las lágrimas que ahora soltamos los dos.

—No tengo razones para irme, siempre estaré contigo, Carter.

Él asiente y cierra los ojos, mientras yo lo beso de nuevo, a la luz del atardecer. Él está sumergido en su nube de oscuridad, pero yo le demostraré los colores que desprende cuando está conmigo. El brillo que esconde bajo sus muros.

Ambos estamos rotos, con heridas que dolerán hasta el final, pero podremos vivir con las cicatrices. Me aseguraré de que conozca la luz y que, cuando se vea en un espejo, no vea a un chico que dejó morir a sus padres, sino a alguien fuerte, dorado y hermoso que ha seguido adelante a pesar de las dificultades.

Si él cree que luego de esto me iré, está por completo equivocado, porque lo único que quiero realmente es quedarme.

═ ═ ═ ═ ⋆★⋆ ═ ═ ═ ═

Nuevo capítulo. Las cosas se pusieron sensibles y difíciles. Espero les haya gustado mucho :). Carter y Randy, a pesar de los problemas, consiguen ser tan tiernos. ✨

¿Qué creen que pasará a partir de ahora? Les estaré leyendo. 👀

Gracias por el apoyo. Nos leemos. 🧡

—🌴

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