Oscura inocencia

By rosalessss6

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Soy sobre natural no sabía cual era mi objetivo pero cuando te vi me volví a sentir vivo More

Sipnosis
Progolo
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Epilogo

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By rosalessss6



-¿Mariana? –Ella prácticamente saltó dentro del jacuzzi mientras apretaba sus pechos con los brazos para evitar que él los viera –aunque ya había sido demasiado tarde-. Lo observó con fijeza, pasando saliva con mucha fuerza.

-¿Si?

Juan Pedro le devolvió la mirada y luego suspiro con cansancio.

-No voy a hacer algo que tú no quieras que haga. Puedes estar tranquila.

El problema no era lo que no quería que hiciera... Si no lo que quería que hiciera, que no era para nada decente. Tembló mientras pasaba su lengua por el labio inferior y logró asentir, a pesar de la sensación en su estomago y como sentía la piel en llamas.

-¿Por qué no me miras? –Oyó preguntar a Juan Pedro-.

-Esto es realmente incomodo... -Aseguró mientras levantaba la vista –Siempre me he sentido apenada de que mi madre me viera desnuda y ahora estoy desnuda frente a un hombre... Es muyyy vergonzoso.

Juan Pedro se acercó a ella con lentitud. Se veía tan preciosa con las mejillas rojas e intentando no mirarle. Deslizó los dedos por el mojado cabello de ella y se maravilló por la suavidad.

-Tienes el cabello más largo de lo que pensé –murmuró.

-Sí, es porque lo tengo mojado...

Centró la vista en su cara y observó directamente los deliciosos labios que había probado esa misma noche, había estado en el cielo ante la suavidad que experimentó. Los acarició con el dedo índice.

Mariana suspiró por la caricia e hizo lo único que pudo hacer en ese momento. Alzó la vista y junto sus labios con los de él. Gimió ante el sabor tan primitivo y masculino de su boca. Era todo virilidad... Y la hacía sentirse como una niña pequeña, y se preguntaba si una niña debería estar con un hombre como Juan Pedro Lanzani.

Él la atrajo con fuerza hasta que sus pechos quedaron apretados contra los músculos de su torso. La sensación de la piel desnuda provoco que sus pezones se erizaran sin piedad, y todo su cuerpo entró en escalofríos cuando Juan Pedro deslizó la lengua en el interior de su boca, invitándola a seguir ese vaivén erótico.

-Peter... -Suspiró contra sus labios. La mano de él se deslizo con rapidez desde su espalda hasta alcanzar uno de sus pechos y acariciarlo lentamente con el pulgar. El gemido de placer fue opacado por los labios de él.

Apretó el pezón entre los dedos índice y pulgar, mientras se separaba con lentitud de sus labios.

-Date vuelta, Mariana –Dijo mientras fruncía el ceño.

-¿Qué? –preguntó repentinamente abrumada.

-Que te des vuelta... -Un poco nerviosa, hizo lo que le pedía para sentir sus labios acariciar con suavidad su nuca y sus manos deslizarse hasta llegar y ahuecar ambos pechos y apretarlos suavemente. El calor alcanzó todo su cuerpo, y la sacudió con fuerza, mientras sentía la barba incipiente de él rasparle tiernamente la piel de la espalda.

Se recostó de su pecho, sintiendo la erección presionarle la parte baja de la espalda, justo donde terminaba la columna vertebral. La Toalla ya no estaba allí. La mano de Juan Pedro se deslizo desde su pecho, pasando por su estomago y vientre, hasta alcanzar sus muslos. El corazón le palpitaba rápidamente debido al bombeo de la sangre y la adrenalina que experimentaba... Nunca había tenido ese tipo de sensaciones que estaba viviendo en este momento de placer...

Deseaba que la tocara por completo. Que deslizara las manos por su cuerpo, acariciando cada rincón oculto de ella.

Cuando Juan Pedro rozó la parte interna de su muslo, cerró las piernas instintivamente...

-Está bien... -Susurró a su oído, con la voz ronca. Mariana soltó un suspiro, cuando comenzó a acariciarla de nuevo en los muslos -... Ábrete para mi, La.

Y Así lo hizo. Con todo el valor que pudo, controló su miedo y abrió las piernas, dejando que las manos de él, se pasearan cerca del centro de su feminidad, arrancándole gemidos y suspiros de los labios, que simplemente no pudo controlar.

-Peter... -Gimió -¿no puedes... Tocarme más arriba?

Lo sintió reír contra la piel de su cuello, antes de pasar la lengua por toda la longitud de su nuca. Esa acción hizo que todo su cuerpo se estremeciera.

-¿Aquí? –Preguntó al trasladar su mano a donde se encontraban el triangulo de rizos castaños. Acarició el lugar, arrancando un gemido de frustración de los labios de ella.

-Te has... Ido muy arriba –Dijo entre jadeos. La mano de Juan Pedro desapareció haciendo que se sintiera extraña.

Él la tomó de los hombros y la instó a darse vuelta de nuevo para quedar cara a cara con él. Sus ojos estaban encendidos por el deseo y la lujuria. Descendió el rostro hasta alcanzarle los labios y besarla con fiereza.

Cuando se separó de ella, lo hizo jadeando.

-¿Tienes idea, de cuanto te deseo?

Mariana lo observó con los ojos abiertos de par en par, sorprendida por la pregunta y sin saber si debería de responder. Juan Pedro deslizó los brazos por sus hombros para atraerla hacia él y abrazarla con fuerza, hasta dejarla sin aliento.

-...No solo deseo tu cuerpo. Quiero todo de ti. Deseo tu sonrisa, tu conversación, tus risas, tus juegos, tu humor de perros el cual se nota de vez en cuando. Quiero vivir tus tristezas y melancolías contigo... No, mejor aun... Desearía que toda esa tristeza pasara a ser mía. Así tu nunca sufrirías –Se separó para ver su rostro y acariciar su mejilla con el dorso de la mano –Deseo poseer tu alma; quiero que tu corazón sea mío y no tener que compartirlo con nadie...
>> ¿Sabes que es lo mejor que me ha pasado en mi existencia? Haberme encontrado contigo.

Comenzó a ver borroso y comprendió que las lágrimas acumuladas cegaban con letalidad sus ojos. Se abrazó con fuerza al cuerpo de él y descubrió una extraña verdad en ese momento.

Lo amaba. Amaba a Juan Pedro Lanzani.

¿Lo más maravilloso de todo? Que ella sabía que Juan Pedro también la quería. Se separó de él con lentitud y lo observó a los ojos, descubriendo también las lagrimas deslizarse por su mejilla. Con uno de sus dedos, limpió las gotas derramadas y depositó un tibio beso en sus labios.

-Yo también quiero ser tuya... -Le aseguró –Al principio, estaba asustada. Tú eres el mejor amigo de mi papa, además de ser mi tutor... Y ya me sentía atraída hacia ti. ¿Qué debería hacer? Fue lo que me pregunté. Pero veo que de nada sirvió rehuirte –Dudó un instante y luego lo observó firmemente antes de abrir la boca de nuevo –Aunque... ¿estás conforme con una niña como yo?

Juan Pedro le sonrió mientras ladeaba la cabeza y entrecerraba los ojos. Tenía una sonrisa maliciosa pero realmente sexy.

-¿Estás tú conforme con un viejo que te lleva quinientos ocho años?

Mariana arrugó el ceño ante la verdad de sus palabras.

-Buen punto. Pero sí, estoy conforme... Si ese viejo se trata de ti.

-Bien. Si tú estás conforme, yo estoy conforme... Y todo el mundo feliz –Volvió a atraerla hacia su cuerpo para abrazarla de nuevo y besarla apasionadamente. Juan Pedro se alegró de que Mariana no pusiera resistencia ante la idea de estar juntos. Si no hubiese tenido que tomar medidas drásticas, como amarrarla a la cama y hacerle el amor hasta convencerla... Pensándolo bien, eso aun seguía siendo una buena idea.

Alzándola en brazos, salió apresurado del jacuzzi. Mariana chilló antes de apretar sus hombros con las manos.

-¿Qué haces? –Casi gritó ante el repentino arranque de Juan Pedro. Pero su corazón palpitó con fuerza cuando él sonrió y la beso levemente en los labios.

-No es lo que hago. Es lo que voy a hacer... Y eso es hacerte el amor hasta que ambos caigamos inconscientes.

Un momento después, se encontraba en la cama con el peso de él sobre su cuerpo y sus labios besándola con avidez. Había olvidado que aun estaban mojados y habían empapado las sabanas por completo... Aunque a Juan Pedro pareció importarle muy poco, mientras deslizaba sus manos entre sus piernas hasta alcanzar la unión de sus muslos.

-¿No me habías dicho que querías que te tocara aquí? –Susurró a su oído, antes de hundir un dedo en su interior y acariciarla de manera experta y sensual. Gimió en cuanto el hundió un segundo dedo y se movió en la cama mientras gritaba a causa de las sensaciones que se apoderaban de su cuerpo. Sentía su piel más sensible y que su cabeza estallaría de un momento a otro.

Unos segundos después, su mente quedo en blanco a causa del orgasmo que la llevó a un profundo abismo de emociones. El nombre de él se corrió en sus labios y lo sintió temblar, mientras lo observaba contemplar con maravilla como ella llegaba al éxtasis.

Era tan hermosa... Fue lo único que pensó al verla correrse. Ella aun estaba intentando recuperar el ritmo normal de su respiración cuando con la rodilla, Juan Pedro le separó las piernas y se instaló entre ellas. Beso con suavidad sus labios, mientras se conducía con lentitud a su interior.

-La... Va a doler... Siempre duele la primera vez de una mujer.

-Lo sé.

-Créeme que desearía que hubiera una manera de que no te doliera –Juan Pedro se sentía más aterrado por hacerle daño, que Mariana por sentirlo –Si pudiera simplemente, traspasar tu dolor a mí... Entonces todo estaría bien...

Mariana lo silenció con un beso ligero.

-Estaré bien. Lo prometo –Dijo acariciando su mejilla.

Juan Pedro sabía que eso no era del todo cierto, la primera vez siempre dolía. Y él era relativamente grande, y le preocupaba que pudiera hacerle daño. Avanzó con lentitud y cuidado hasta llegar a la barrera de su virginidad. Y apretó la mano de Mariana justo al mismo tiempo en la que se adentró en ella hasta lo más profundo.

Ella soltó un chillido de dolor involuntario. Y sintió las uñas de sus femeninas manos enterrarse en la carne de su espalda.

Mariana cerró los ojos con fuerza, ante el dolor repentino y sintió las lagrimas aproximarse hasta que se deslizaron por sus mejillas. Juan Pedro estaba inmóvil y cuando abrió los ojos pudo ver su expresión agónica.

-Perdóname –Susurró mientras limpiaba sus lagrimas -...Nunca quise lastimarte, La. De verdad que nunca quise...

-Estoy bien –Tomó la mano que limpiaba sus lagrimas y beso cada uno de sus dedos –Sigue...

-No quiero hacerte más daño.

Ella negó con la cabeza cuando acarició su mejilla y lo obligó descender su rostro hasta que sus labios se encontraron.

-Te deseo... Realmente te deseo, Peter.

Y con esas palabras. Inició a mover sus caderas, arremetiendo contra ella... Deslizándose en su interior una y otra vez, lenta y profundamente.

Con cada embestida, Mariana sentía que se acercaba cada vez más a una especie de abismo... Y no podía evitar soltar gemidos y jadeos. Sus caderas comenzaron a moverse al ritmo lento pero profundo que Juan Pedro empleaba... Y le rogó que aumentara el ritmo de sus embates.

Juan Pedro estuvo a punto de correrse al oírla rogar por más. Gruñó mientras aceleraba sus embestidas y apretaba sus manos en los muslos de Mariana que mantenía abiertos para un mejor acceso. Deslizo sus labios hasta su cuello y el pulso bajo su boca. Podía oír la sangre correr y resonar como un eco a sus oídos.

Sintió los colmillos más pesados y su propia respiración se aceleró ante las ansias de probar su sangre.

-Muérdeme... -Gimió Mariana. Él detuvo sus embestidas momentáneamente, solo para verla.

-¿Estás segura? –Ella asintió. Juan Pedro volvió a embestir de nuevo, y deslizo la lengua sobre su yugular ante de clavar sus colmillos y beber de su dulce sangre. La oyó gritar su nombre, antes de que alcanzara la cima... Y que él dejara de beber su suculenta sangre, para derramarse en su interior con un ronco gemido.

Mariana se despertó al sentir el contacto del sol contra sus parpados cerrados. Su primer pensamiento fue: ¡Sol! Y se levantó corriendo, escapándose del abrazo de Juan Pedro para correr las cortinas e impedir que este tocara siquiera a él.

Él abrió un ojo con cansancio y bostezo.

-¿Qué rayos haces, Mariana? –Ella suspiró aliviada en cuanto ya no quedo nada de sol en la habitación, y solo reino la oscuridad. Con cuidado se volvió hacia la pequeña mesa de noche al lado de la cama y observó el reloj. Apenas eran las siete de la mañana.

Volvió a introducirse en la cama y dejó que él la volviera a abrazar.

-Te protejo del sol –Murmuró contra su pecho antes de acurrucarse más contra Juan Pedro. Habían hecho el amor tres veces la noche anterior... Y Mariana no había podido dormir casi nada, estaba completamente tentada a faltar al instituto... Pero ella sabia mejor que nadie, que eso sería una falta para con sus deberes como estudiante.

<<Cinco Minutos más>> Tenia que bañarse... Avergonzada, recordó que en la cama quedó plasmada la evidencia de la pérdida de su virginidad. Se preguntó qué dirían los sirvientes. Que Juan Pedro se estaba jodiendo a la señorita de la cual era tutor... Eso era lo que iban a decir.

Y no le agradaba nada...

<<Esto fue lo que escogiste, Mariana... Y todo saldrá bien>>

Si... Todo saldría bien, si Juan Pedro estaba con ella. Y con ese pensamiento, volvió a quedarse dormida.

Alrededor de las ocho, volvió a levantarse... Está vez, se paró de la cama y se dirigió al baño donde paso la pequeña puerta que conectaba la habitación de Juan Pedro con la suya y se instalo en la bañera. Le tomó más o menos quince minutos limpiar la sangre de sus muslos. Y a las ocho y media, tocaron la puerta de su habitación.

Mariana esperó encontrarse con Nicolás. Pero en su lugar, estaba Eleanor Barrett, sosteniendo una bandeja con tostada francesa y huevos revueltos.

-Buenos días, Señorita Esposito... Se preguntara que hago aquí. Bueno, de ahora en adelante seré la encargada de servirla...

Ellie dejó la bandeja sobre su escritorio y se paró a un lado con una sonrisa esperando a que Mariana se sentara. Ella simplemente arqueó las cejas y luego sonrió nerviosamente.

-Eh... ¿Se encuentra bien? Ayer no se veía para nada bien...

La expresión de Ellie se suavizó de manera casi palpable antes de sonreírle y asentir con una sonrisa.

-Si, bueno...Nicolás tiene poderes de sanación... Cambió parte de su experiencia por ellos hace algunos años, créeme que son muy útiles en este tipo de momentos.

-Ya... Veo –Dijo estupefacta. Ella hablaba de ese tipo de cosas como si fuera de lo más normal... Incluso se encogió de hombros. ¡Se encogió de hombros! –Bueno, Ellie ¿Puedo llamarte así? ¿O prefieres algún otro nombre?

-Ellie está bien, señorita... Llámeme como más le guste.

Mariana se sentó a un lado en el escritorio y la observó con curiosidad. Aun no entendía... ¿Por qué Connor dejaría a flote su segunda personalidad, con una chica que no ha hecho absolutamente ningún daño? E incluso desbordaba una cantidad exuberante de amabilidad.

-Puedes llamarme Lali o Mariana... ¿Por qué... No le gustas a Connor?

Ellie pareció sorprendida. Sus ojos se abrieron de par en par ante la pregunta directa de Mariana.

-No es que no le guste. En realidad... Le gusto –Ella se rascó la cabeza –Vera, yo le gusto al señor Connor... Tengo que gustarle; no sé si me explico.

-Pero ¿Cómo puedes gustarle si no pueden estar el uno frente al otro sin que él intente matarte? ... Es decir, ¿Cómo puedes gustarle si no han hablado?

-Nosotros hemos hablado, Mariana–Aseguró ella –No se necesita estar frente a frente para poder hablarnos... La primera vez que hablamos fue a través de cartas que dejábamos debajo de la puerta de la habitación del otro... Después intentamos hablarnos. Hablábamos con la puerta entre nosotros, para evitar que me atacara... Descubrimos que Dark solo sale al verme... No al hablarme.

-¿Han intentado tener algún contacto físico? –preguntó Mariana con curiosidad. Ellie negó con la cabeza antes de mirar hacia la puerta y sonreír débilmente.

-He de irme... Espero que disfrute de su desayuno, Mariana –Y en un parpadeo, se fue de la habitación sin esperar replica. Justo unos segundos después, Juan Pedro apareció por la puerta que conectaba con las habitaciones. Sonrió al verla y se acercó a donde se encontraba.

-¿Desayunas antes de tu jornada de vida estudiantil?

-¡Oh si! –Sonrió ella. Peter le dio un ligero beso en la coronilla. Mariana siguió con su desayuno mientras él levantaba un pequeño asiento para instalarlo al lado de ella. Cuando Mariana tragó el trozo de tostada francesa, lo observó fijamente antes de acordarse de algo importante -¿Peter?

-¿ummm?

-¿No leerás mas mi mente, verdad? –Dijo arqueando una ceja, al ver como la silla que estaba levantando se le resbalaba de las manos y caía de lleno en sus pies descalzos. El alarido que dio fue realmente fuerte y su cara era perfecta para una fotografía.

***

-¿Lali? Soy yo o tienes enormes bolsas en los ojos.

Candela la observaba extrañada. Y haber dicho esto, llamó la atención de Nacho que andaba revoloteando como mariposa con una de las porristas del instituto. Ignacio observó con sumo interés las marcas perfectas de que no había dormido en toda la noche –Por estar haciendo cosas indecentes- y luego se acarició la barbilla pensativamente.

-¿Y que son esas marcas en el cuello? –Volvió a preguntar Candela estupefacta. Instintivamente, Mariana se cubrió las marcas –de seguro de los colmillos de Juan Pedro- y tosió con audacia.

-Me corte...

-¿Te cortaste? ¿Con que? –Preguntó con interés.

-...Con una hojilla de afeitar –Sonrió falsamente buscándole las risas que deberían haber surgido por su tonta broma.

-¿Qué eres? ¿Un hombre? –Preguntó Candela con la boca abierta por la estúpida escusa que había montado.

-Oh vamos, La –Susurró muy poco auditivamente, Nacho–Que se te puede ocurrir una escusa mejor. O simplemente di la verdad. Dile que has sido mordida por un vampiro...

Mariana se ahogó. ¿Cómo...? Los ojos de Nacho brillaban con cierto conocimiento, que hacía que la piel de ella se erizara.

-¿Por un vampiro? –Candela dejó de mirarla a ella para concentrar su atención en Nacho –De verdad. No sé quién de los dos es más idiota... Si ella por decir que se corto con una hojilla de afeitar, o tu por decir que fue un vampiro. Sinceramente...
Ignacio soltó una risita.

-Yo también te quiero, Cande –Mariana notó enseguida, la extraña mirada en los ojos de Nacho al observar a Candela. Más bien, se parecía al tipo de mirada que le daba Juan Pedro a ella la noche anterior...

<<Oh-Oh>> Definitivamente, era una mirada lujuriosa.

-Eh, eh... ¿no deberíamos ir ya a clases? –Tomó el brazo de Candela y se despidió de Nacho con la mano. No era por nada, puesto que Nacho era su mejor amigo... Pero extrañamente, sentía la necesidad de proteger a Candela de los hombres. Era como si su propio subconsciente supiera que ya le pertenecía a alguien más.

Era algo estúpido. En la puerta del salón se toparon directamente con Annette. Su cabellera negro azabache estaba recogida en su cola de caballo, y sus ojos negros siempre tras las gafas sin montura... Ocultos. Mariana había sentido que Annette y ella se habían hecho amigas el día anterior. Pero algo en lo más profundo le hacía temerle a los ojos increíblemente oscuros y fríos de la muchacha.

-Buenos días, Candela. Mariana –Su nombre lo dijo con más lentitud y en sus ojos se encendió un extraño brillo que hizo que diera un paso hacia atrás por puro instinto.

-Buenos días, Annette –Dijo alegremente Candela y comenzó a hablarle a Annette de algo que había hecho el día anterior... Pero Mariana no escuchaba nada, tenía la mirada clavada en los ojos de Annette Rain, quien sonreía maliciosamente sin despegar la vista de su rostro.

***

-¡Juguemos un rato, Nacho!
La voz chillona de una de las animadoras del equipo de Futbol le lleno en los oídos, haciendo que gruñera con fastidio.

-No tengo tiempo, estoy ocupado.

Y tenía que ser algo seriamente importante, para que Agustín rechazara tal propuesta. ¿Cómo demonios no lo había notado? Sus ojos se encendieron como llamas al sentir el aura maligna destilando de la nueva compañera de Mariana y Candela. No era humana, a pesar de oler como una...

Había ocultado su aroma, y también su aura –solo había logrado verla hasta ahorita- eso significaba solamente una cosa... Tenía que ser una criatura paranormal, absurdamente poderosa... Lo más probable es que fuera o un demonio... O un Dios.

La opción más accesible era la del demonio... ¿Qué hacia un demonio en el mundo humano? Preferiblemente... ¿Qué hacía en este colegio y más aun hablando con Mariana?

Todo esto le olía a caos. Y del más fuerte. Gruñó mientras dejaba a la animadora hablando completamente sola.

No podría dejar a Mariana sola. Eso era definitivo, el demonio parecía tener algún tipo de interés en ella y él no creía que fuera del tipo de interés positivo que se tiene en una persona. Tenía que contactar a Juan Pedro...

El hecho de que un demonio tan poderoso estuviera en el mundo humano, no era para nada bueno.

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