Oscura inocencia

By rosalessss6

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Soy sobre natural no sabía cual era mi objetivo pero cuando te vi me volví a sentir vivo More

Sipnosis
Progolo
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Epilogo

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By rosalessss6

Lanzani se sentó en el estrecho mueble del salón especialmente hecho para sus intimidades. Victorio estaba sentado del otro lado y tomaba un vaso de vino.

-No entiendo como soportas eso –Exclamó viéndolo sorber otro trago. Vico sonrió.

-Una habilidad ganada con los años... Recuerda que te doblo en edad –dijo él con una risita. Y tenía mucha razón, Vico tenía aproximadamente mil años desde que se había despertada como vampiro... Pero Juan Pedro aun no entendía porque la compañera de él no había aparecido mientras que la suya sí. No es que Victorio quisiera una compañera... Todo lo contrario, decía que prefería la soledad y el exilio.

Un vampiro bastante extraño.

La puerta del salón se abrió y Nicolás entró a paso apresurado para dejarse caer en el mueble al lado de Victorio. Por la expresión de su rostro, Juan Pedro imaginaba que no estaba del todo contento.

-Bueno... ¿Se fue a dormir?

Nicolás lo fulminó con la mirada.

-Escúchame atentamente Peter... Si no fuera porque te debo la vida... No estaría haciendo de niñera y vigilante para tu compañera, la cual aun no has reclamado. Y sobre todas las cosas no puedo creer que me hicieras arrodillarme delante de ella ¡Como su sirviente! –para colmo, se puso histérica.

-Solo será momentáneamente hasta que le encuentre una acompañante.

-¿Y es que ella no tiene amigas? –Preguntó Nicolás, arqueando una ceja.

-Si que tiene. Pero no creo que pueda ir y venir todos los días –Contesto mientras daba una mirada a la luna, que se veía desde la ventana -¿Además... Que vas a hacer en tu casa, completamente solo?

Nicolás arrugó el ceño.

-Tal vez –digo yo- Dirigir mi compañía, como un empresario normal. Lo único es que me tienen de nana.

A Juan Pedro se le vino un pensamiento gracioso a la cabeza. Los vampiros dominaban al mundo. Ellos tres llevaban dirigiendo empresas desde hace años, y cuando llegaba el tiempo... El dueño moría y se lo pasaba a su heredero; algo bastante extraño, porque se trataba de ellos mismos...

-Pero deberías de invitar a la amiga de la señorita Esposito a quedarse aquí. Sé quien es; sus padres estuvieron todo el rato en la última fiesta que asistí, insistiéndome para una entrevista matrimonial –Movió la copa en círculos y luego tomo el trago –Es una buena chica, pero prácticamente se iba a desmayar cuando se lo mencionaron.

Nicolás arqueó una ceja.

-Yo no sé quién es.

-Mejor así... Oye  Vico, por cierto ¿Qué haces aquí? ¿No tienes casa o que? Además de estarte tomando mí vino.

-Primero tu no tomas vino, porque te sabe a tierra –igual que todo lo demás –y segundo, es que no tenía nada mejor que hacer.

Respiró hondo y soltó el aire en un suspiro.

-Vete a la mierda.

A la mañana siguiente, Mariana se despertó cuando la luz le dio de lleno en el rostro. Se movió inquieta entre las sabanas y observo el ventanal al lado de su cama, que daba hacía un balcón. El sol brillaba demasiado.

La noche anterior había estado tan cansada que se durmió de un solo tiro y no se despertó en toda la noche. Con cuidado, bajo los pies de la cama y se estiró. Se sentía liberada, pero también la tristeza no había mitigado. Camino hacía el armario y decidió ponerse un suéter largo que le llegaba a los muslos de color blanco y un pantalón negro. Observó la hora en el reloj de la pared. Eran las diez de la mañana.

Se hizo una cola en el cabello y abrió con cuidado la puerta del fondo del cuarto. Era un enorme baño... Las paredes eran de mármol blanco y la cerámica sumamente fina de color negro. Trago saliva.

Se acerco al espejo sobre el lavabo y abrió el grifo mojándose la cara. Tenía los ojos rojos y un par de enormes sombras negras debajo de ellos. Se percató de que dentro del baño había otra puerta.

Curioso. Sé acercó e intento abrirla, pero estaba cerrada con seguro. Se encogió de hombros y salió hacia su habitación, aun deslumbrada por el lugar. Era como si estuviera hecha únicamente para ella.

Suspirando salió al pasillo encontrándose cara a cara con Nicolás. Casi saltó y grito ante la sorpresa y el susto.

-Buenos días, señorita Mariana. ¿Está lista para desayunar?

Mariana pensó, que él se veía ciertamente enojado.

-Um... Sí, muchas gracias Nicolas.

Él asintió y se encamino por el pasillo. Mariana lo siguió de cerca hasta que entraron a un enorme comedor. Esa casa no dejaba de sorprenderla. Increíble. Era una mesa enorme, con quien sabe cuantos puestos que no tenía ganas de contar. Y estaba repleta de comida.

-No planeara que yo me coma todo eso.

Nicolás sonrió.

-Lanzani... Eh... Es decir, El señor Lanzani dijo que le hiciera una gran cantidad de comida, ya que ayer usted no ingirió nada ¿Cierto?

Atemorizada por el montón de platillos diferentes, se sentó en un extremo de la mesa y observo débilmente con que empezar. Su estomago rugió de hambre cuando el olor a huevos revueltos y tostadas recién hechas le quemo la nariz. Así que por allí comenzó.

Increíblemente, comió más de lo que tenía planeado... La gran cantidad había disminuido a la mitad. Terminó su comida tomando un gran vaso de agua y observo a Nicolás que la miraba con expresión divertida. ¡Dios! Debía de haber parecido un terrible monstruo hambriento. Apenada se levantó de la silla.

-¿Y el señor Lanzani?

-Debe estar en su habitación, señorita.

Cierto, el no podía salir por culpa del sol. Unas cuatro muchachas quienes llevaban puestos unos vestidos de mucamas comenzaron a recoger los platos. Los vestidos eran sumamente lindos, negros con encaje blancos y un delantal. Casi salidos de una película o alguna historia de fantasía.

-¿Quiere hacer algo? –preguntó Nicolás. Mariana asintió levemente.

-¿Podría recorrer el lugar?... No... Yo sola, por favor –Dijo al ver que el hombre estuvo a punto de comenzar a guiarla.

Saliendo por la puerta del comedor tuvo que devolverse.

-Eh... ¿Nicolás? ... Ah... ¿Por dónde salgo para ir al jardín?

Juan Pedro estaba sentado en una de las sillas de su cuarto. Las cortinas estaban completamente corridas y la oscuridad reinaba. Para los vampiros no era necesario dormir, pero de vez en cuando lo hacían durante el día. Él no estaba en los días de tomarse un descanso. Había oído el sonido de los delicados pasos de Mariana, ligado con el delicioso aroma a melocotón que le seguía.

Ella seguía siendo sin duda alguna, la criatura más hermosa que había visto en toda su no-muerta vida. No poseía una enorme belleza como la de su madre; todo lo contrario... Era una chica muy normal; con simples cabellos castaño rojizos, encrespados y cortos hasta los hombros; un par de ojos caramelo y piel pálida. No poseía muchas curvas, ni tenía un perfecto y bello rostro para admirar. Pero si era bonita y guapa.

Lo cautivante y lo que la hacía una criatura de enorme belleza, era la maravillosa aura de inocencia que la rodeaba al caminar. La misma que poseía la última vez que la vio hace más de diez años. A la noche siguiente de haberla conocido, habló con Charles... Y se lo contó.

Al hombre estuvo a punto de darle un paro cardiaco. Al recordar a su amigo, la tristeza lo hundió. Lanzani era consciente de que había sido un asesinato... Lo sabía. ¿Pero quién? ¿Quiénes? ¿Por qué? Tenía que averiguarlo y vengarse... Tenía que hacer ver que aquella muerte estuvo programada desde un principio.

Se levantó y abrió levemente la cortina. Coloco un dedo bajo la pequeña cantidad de luz solar que se filtraba y observo como comenzaba a consumirse soltando un pequeño polvo brillante.

-Déjalo ya.

Cerró la cortina y se volvió para observar a Nicolás. ¿En qué momento había entrado en la habitación? No estaba del todo seguro. Nicolás se sentó y descargo su cabeza en la palma de su mano izquierda.

-Esto es lo que me pasa al tocar la luz...

-Aun no entiendo. Se supone que a través de los años, nosotros los vampiros obtenemos experiencia y esa experiencia la cambiamos por alguna habilidad. Victorio ya la ha cambiado por varias al igual que yo. El puede comer y beber, además de ir bajo el sol al igual que yo... Además de que podemos ver nuestro reflejo. ¿Por qué tú no la has cambiado todavía?

Lanzani negó con la cabeza.

-No lo sé.

-¿No deseas caminar bajo el sol con Mariana? ¿Comer a su lado? ¿Reflejarte en un espejo con ella?

Una punzada le perforo el corazón. Eso era lo que le preocupaba, no quería cambiar su experiencia todavía debido a que aun Mariana no lo había aceptado. Había oído sus pensamientos, lo mucho que lo aborrecía por no haber podido asistir al entierro de Charles y Sarah. Por tener que vivir con él...

Leer los pensamientos fue una de las habilidades que obtuvo con los años.

Mariana aun no lo aceptaba. Había tenido deseos sexuales, como las demás mujeres que lo conocían –exceptuando quizás a la difunta Sarah, quien vivía por Charles nada más –Pero no era suficiente. Mariana tenía que amarlo; tenía que sentir que no podía vivir sin su presencia... En cuanto se sintiera de esa manera, la transformaría y la uniría a él para siempre.

-¿Dónde está ella? Deberías estar cuidándola.

Nicolás se encogió de hombros mientras cruzaba una pierna de manera masculina y con sus brazos abarcaba casi todo el espaldar del mueble.

-Ella no quería compañía. Está muy ocupada explorando el lugar. Es muy curiosa si supieras y a pesar de decir que no quería tanta comida... Se comió más de la mitad.

-No había comido ayer.

-Si eso me lo dijiste. Ahora debe de estar viendo los rosales –Nicolás se levantó sonriendo –Es una lástima, porque además de estar vestida muy bonita, las rosas blancas deben de lucir muy bien alrededor de ella. Qué pena que no puedas verla.

Y antes de que pudiera lanzarle una de las lámparas, Nicolás salió de la habitación

Tal vez era tiempo de canjear, experiencia por una nueva habilidad...


domingo, 9 de diciembre de 2012
Capítulo 4:
Holaaa :) Todo bien? Cómo fue su día? Yo bien, escribiendo y pasandolo con mi familia :)
Espero que anden bien!
Nos leemos pronto
Chicas cualquier duda que tienen me preguntan :)

Giada y Abril: Cada vampiro tiene determinada cantidad de años, esos años serian la experiencia y puede cambiar experiencia por alguna habilidad, como leer las mentes, salir al sol, comer comida, y demás...
Si cambia esos años por alguna habilidad le quedan menos años para usar para otras habilidades, x lo que yo entendí  Y porque no lo hizo antes lo explica él en el cap, que hasta que no confirmara que no tenia el amor de lali, no cambiaría sus años por ninguna habilidad, a demás de que cuando eso pasa es muy doloroso. pero esta bien explicado en el cap....
Espero que asi entiendan un poco mas :)

Mariana silbó al aproximarse a los rosales. Con uno de sus dedos acaricio la suavidad de los blancos pétalos, disfrutando de la sensación. Arrancó la rosa y rompió los pétalos uno a uno, lanzándolos al viento; los observó danzar hasta que se perdieron de vista.

Siguió caminando dejando los rosales atrás e introduciéndose al interior del frondoso y cuidado laberinto. Le gustaba como estaba compuesto, con los arbustos y las rosas enredadas en las rejillas.

Maravillada, observo de un lugar a otro. Hasta que unos chillidos y unos lloriqueos llegaron a sus oídos. Mariana se dirigió al final de donde estaba y se encontró con un cachorro de poodle negro. Se precipitó hacia él y se arrodillo a su lado.

-¿Qué sucede estás perdido?

El cachorro se restregó contra su mano al tiempo que paraba de llorar. Instintivamente, ella busco por su cuello signos de identificación o collar que significara tuviera dueño. Pero aun así lo único que encontró fueron marcas desastrosas de golpes y maltratos. Estuvo a punto de echarse a llorar, por lo que lo levanto y se lo llevo consigo.

Al salir del laberinto, saltó al encontrarse con Nicolás. ¿La había estado siguiendo?

-He... Hola.

-¿Qué es "Eso" señorita Mariana?

Mariana observó el poodle que tenía en sus brazos y luego el rostro de Nicolás. El poodle, Nicolás. El poodle, Nicolás.

-Oye Nicolás... ¿Tú estás a mis órdenes, no? –Mariana entrecerró los ojos al ver la expresión horrorizada del hombre.

-Pues... Sí... Si, Señorita –Respondió aunque algo contrariado.

-Y tienes que obedecer todo lo que te diga ¿no?

Nicolás tragó saliva.

-En efecto.

-Bien –Le estiro el perrito y le sonrió – ¿puedes curarlo por mí y luego enviarlo a mi habitación?

Mariana se deleito al ver la expresión horrorizada en la cara de Nicolás cuando sostuvo al cachorro. ¿Les tenía miedo a los perros? Observo bien la expresión de él. Más bien parecía asco.

-Señorita... No, no creo que al señor... -Nicolás se estremeció cuando el cachorro le paso la lengua pequeña y rosada por la mejilla –Al señor, no creo que... Le agrade la idea de tener un perro.

-Bobadas. Luego hablare yo con él. Por ahora encárgate tú.

-¡Espere! ¡Señorita Mariana!

Pero ya Mariana estaba lo suficientemente lejos como para prestar atención a las palabras de Nicolás.

Juan Pedro caminaba por el pasillo. Por poco todos los sirvientes comenzaban a gritar, la mitad asustados y la otra, preocupados. ¿No era que su señor tenía una enfermedad que le prohibía salir a la luz del sol?

Estaba preocupado. Pero era solo una habilidad, la que había canjeado. No iba a canjear su experiencia por más nada, no hasta que Mariana fuera completamente suya. Que no pudiera vivir sin él; que lo necesitara en todo momento. Que la mera separación de ambos la hiciera volverse loca.

A pesar de sus deseos mezquinos, a Juan Pedro no le importaba...

Por primera vez en quinientos años, la luz del sol le dio de lleno en la cara. Observó desde adentro y a través de la ventana, los rosales a la luz del día. El dolor que había sentido en su cuerpo cuando había cambiado su experiencia por la nueva habilidad adquirida, había valido la pena. Justo en el momento en que se despegaba de la ventana, se encontró con Mariana que al verlo soltó un gritito.

-¡Pero qué susto! Me va a disculpar Señor Lanzani... Pero usted parece un fantasma o un espectro- "Oh la mismísima muerte".Lanzani sonrió al oír el eco de los pensamientos de Mariana.

-Buenos días para ti también, pequeña Mariana –sonrió y sintió satisfacción al ver el repentino tono rojo en las mejillas de la chica.

-Buenos... Buenos días –tartamudeo.

-¿Has desayunado ya?

-si, hace un rato –La observó abrir los ojos sorprendida y como su ceño comenzaba a fruncirse. "¿No y que tenía una enfermedad que le impedía salir a la luz del sol? Hijo de... ¡¿Así que era mentira?! ¡Como pude si quiera compadecerle por un instante¡"

Los pensamientos de Mariana lo azotaron de nuevo. Pero esta vez, sintió tristeza en vez de gracia. Ella poseía un veneno en lo referente a él. Ya no podía oír los deseos internos de su cuerpo; la excitación, la lujuria y el deseo habían desaparecido siendo suplantados por un odio enorme y difícil de ignorar.

"Tranquila, Lali... Tranquila; respira hondo, cuenta hasta diez... No tiene porque importarte; quizás estaba ocupado o quizás se acaba de curar milagrosamente. Debe de tener una buena razón para haber faltado al entierro de mis padres" Ese pensamiento le sorprendió. La observo durante una fracción de segundo; ella intentaba controlar la repentina falla en su respiración; mordía su labio inferior y sus puños estaban apretados a ambos lados de su cuerpo.

"Oh dios... Todavía tengo que decirle lo del... Hay señor, ¿Y cómo lo hago?" Arqueó una ceja. ¿Decirle lo del que...?

-¿Quisiera dar un paseo conmigo por el jardín, pequeña Mariana?

Levantó la vista y lo observó. Lúgubre... Pero hermoso. Sin duda alguna el hombre más hermoso que hubiera visto en su vida. A pesar de ir vestido de luto. Asintió levemente y se sobresalto al ver que le tendía su brazo derecho. Mordiendo su labio inferior, poso delicadamente la mano en su bíceps.

Fuertes y duros. El rostro le ardía, debía de estar más roja que un tomate maduro. Pero ya la furia se había dispersado siendo sustituida por la fuerte oleada de deseo. ¡Y lo estaba tocando¡ ¡Hay señor que no se le cayera la baba...! Eso sería demasiado vergonzoso. Piensa en otra cosa; ¡piensa en otra cosa!

Aja, la "cosa" que había encontrado. ¿Qué nombre le pondría? Era más negro que la noche... ¡Brownie! ¿Qué tal, eh? A que era imaginativo... Brownie como el delicioso chocolate del pastel; como la oscura noche; como el liso y sensual cabello negro de Lanzani... ¡Oh basta! ¿Por qué todos sus pensamientos se iban hacía ese sentido? No lo entendía...

Observó de reojo a Lanzani y por poco saltó al ver que él le devolvía la mirada.

-¿Quieres decirme algo, pequeña Mariana?

Y otra vez con lo de "Pequeña, Mariana". No planeaba decirle que no la llamara así, pero en exceso podría llegar a ser enfermizo. Se percato de la sonrisita que se asomo en la comisura de sus labios. ¿Se estaba riendo? Era como si le leyera la mente.

-¿Qué le hace pensar eso, Señor Lanzani?

-Juan Pedro –dijo el repentinamente.

-¿Ah?

-Que puedes llamarme por mi nombre. Te doy permiso de tutearme –Lanzani la guiaba al rosal que había visitado más temprano, antes de encontrar a Brownie en el laberinto.

-Bueno... Entonces usted puede llamarme Mariana –Al ver la sonrisa en el rostro de Juan Pedro, se recordó a si misma que él ya la tuteaba prácticamente desde que la conoció. Idiota –oh... Oh también puede acortarlo como hacen mis amigos; me llaman Lali

-Me alegro que me considere dentro de su grupo de amigos –Aseguró Juan Pedro. Ahora ella no solo era idiota; si no una idiota al cuadrado más estúpida igual a mentecata. Toda una ecuación de insultos.

-Eh, si bueno... Sabe Señor Lanz....Juan Pedro –Prácticamente retrocedió para alejarse de él. Descaradamente, Juan Pedro Lanzani parecía como si se fuera a ir saltando por una pradera... Como si se hubiera ganado la lotería; y todo porque le llamo por su nombre –Está... Está mañana... Encontré "Algo"...

-¿Ah sí? ¿Y que podría ser?

-Bueno... Algo peludo y muy mono.

-Ahá...

-Negro y con un par de ojos, una colita y sumamente pequeño –dijo ella con una sonrisa amigable. En los ojos de Lanzani había un brillo de enojo... Oh-Oh.

-¿Qué es, La?

¿La? ¿Le había llamado La? Parpadeó sorprendida. Pero se sintió feliz, nadie la había llamado de esa manera desde que cumplió los ocho años. Ni siquiera su madre. Le sonrió felizmente y agradecida. Pero al recordar de qué hablaban, su sonrisa se borró.

-Un... Un perro... -Soltó el brazo de Lanzani al sentir sus músculos tensarse -¿Puedo quedármelo? Por favor, Juró que no molestara... Yo le comprare la comida y lo alimentare; lo bañare y me encargare de él. No puedo soltarlo a la calle estaba completamente malherido.

-Vale...

-¿Pero por qué? Prometo que lo cuidar... ¿Qué?

-Dije que vale –Juan Pedro le sonrió y un temblor se propago desde su vientre alcanzando cada centímetro de su cuerpo. Otra vez sintió la cara arderle –Te daré todo; todas y cada una de las cosas que pidan esa sexy boquita –Con el dedo pulgar le acaricio el labio inferior y el corazón de Mariana latía a mil por hora. La respiración se le hizo irregular –Si me dices que me arrodille ante ti, lo haré con gusto; si me pides un beso te preguntare en donde lo quieres; si quieres el diamante más caro del mundo, lo comprare para ti; si deseas la luna iré yo mismo a bajarla... Te daré todo lo que me pidas... Todo sin excepciones.

Una corriente de excitación la atravesó como una lanza. ¿Cómo debería de interpretar las palabras de él? Deseaba que la besara con tal pasión que sus piernas flaquearan.

Si le decía que quería hacer el amor con él allí mismo en el jardín ¿Accedería? Observó el rostro de Lanzani. Sus ojos estallaban de deseo, el mismo deseo que ella sentía.

Se sentía extraña, tan extraña que sus piernas se movieron solas y salió corriendo hacia la entrada de la casa. Nunca en su vida se había sentido tan deseada y necesitada como en ese momento. Corrección, nunca en su vida se había sentido deseada y tan necesitada... Le encantaba esa sensación. Pero también la asustaba más que nada.

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