Conquistar a un lord*RETIRADO...

By evabenavidez

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Lilian Lovelace, siempre ha sido el ejemplo de la dama perfecta. No sabe de escandalos, rebeldía, ni mucho me... More

NOTA DE AUTORA
SINÓPSIS
CAPITULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3(PARTE I)
CAPÍTULO 3(PARTE II)
CAPITULO 4(PARTE I)
CAPÍTULO 4(PARTE II)
CAPITULO 5
CAPÍTULO 6(PARTE I)
PREVENTA
CAPÍTULO 6(PARTE II)
CAPÍTULO 7(PARTE I)
CAPÍTULO 7(PARTE II)
CAPÍTULO 8( PARTE I)
CAPÍTULO 8(PARTE II)
YA DISPONIBLE
CAPÍTULO 9(PARTE I)
CAPÍTULO 9(PARTE II)
CAPÍTULO 10(PARTE I)
CAPÍTULO 10(PARTE II)
CAPÍTULO 11(PARTE I)
CAPÍTULO 11(PARTE II)
CAPÍTULO 12(PARTE I)
CAPÍTULO 12(PARTE II)
CAPÍTULO 13(PARTE I)
CAPITULO 13(PARTE II)
CAPÍTULO 14(PARTE II)
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16 (PARTE I)
CAPÍTULO 16(PARTE II)
CAPÍTULO 17(PARTE I)
CAPÍTULO 17(PARTE II)
CAPÍTULO 18(PARTE I)
CAPÍTULO 18(PARTE II)
CAPÍTULO FINAL
SOBRE EPILOGO Y RETIRADA
COMO DEJAR LA RESEÑA

CAPÍTULO 14(PARTE I)

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By evabenavidez

Lilian observó su reflejo en el espejo y emitiendo un sonoro suspiro se acomodó el moño alto que llevaba por enésima vez.
Su aspecto era inmejorable, había vuelto loca a su doncella haciéndole sacar todos los vestidos que habían traído en sus baúles y después de hacer tres pruebas se quedó con el atuendo aguamarina revestido en tul, con un corpiño fruncido que hacía resaltar su modesto busto.
Llevaba los pendientes en forma de gota de agua que su madre le había comprado en Bow Street, y para rematar unos guantes de sede decorados con perlas blancas y encaje.

No hacía falta que se preguntara el motivo de su nerviosismo extremo, pues éste tenía nombre y apellido propio: Eric Rochester. La razón de su decepción, de su tristeza y de la melancolía que la había acompañado desde aquella tarde de verano en la que lo vio por última vez; había regresado a Bristol después de largos meses.

En aquella oportunidad, no hubo una despedida, ni una conversación para concluir aquella historia incipiente. Sino que tras unos días de no verle y de suponer que él seguiría haciendo el reposo pertinente, se levantó y bajó a desayunar.

Fue entonces que estando en compañía de Felicity, quien en ese momento seguía manifestando los malestares matutinos debido a su gravidez, se enteró de que el caballero había partido hacia América.

Comprendió que cuando lo había visitado en su habitación después del atentado contra el barco, él había fingido no saber quién era ella, para evitar tener que hablar sobre ellos y sus sentimientos, y alejarla de su lado una vez más. Para hacerlo más efectivo decidió escapar y poner toda la distancia posible entre ambos, y así evitarla definitivamente.

Se marchó sin mirar atrás, huyó como un cobarde, arrebatándole la posibilidad de decirle todo lo que tenía atragantado entre el corazón y la lengua. Lilian sintió como si le hubiera arrancado una parte vital de su cuerpo, como si la hubiera mutilado y dejado incompleta para que intentará seguir viviendo a medias. Más bien subsistiendo.

Él le había dicho que lo olvidara, y ella avivada por las llamas de su resentimiento lo intentó con todas sus fuerzas.

Al principio, y después de llorar su decepción una noche entera, lo logró. Si acaso pensaba en el caballero, lo hacía para dedicarle sus pensamientos más funestos. Para defenestrarlo mentalmente e imaginarle horribles destinos.

Después llegó el momento de partir hacia su primera temporada social en Londres, y el calvario comenzó tan pronto el entusiasmo de lo novedoso se escurrió como agua entre los dedos.

Cada baile era tortuoso, cada velada un castigo. No era capaz de encontrarle sentido a las palabrerías de los caballeros que se acercaban a pedirle un baile, ni manera de mirarlos y no compararlos con el infame hombre que la había abandonado. Si alguno llegaba a parecerle meramente atractivo, no tardaba en encontrarle un defecto imperdonable.

Pronto se hizo entre la nobleza la fama de ser una debutante abstraída, tímida e inaccesible, y las invitaciones comenzaron a escasear.
Tanto Georgiana como ella, habían fracasado en el intento de hacer un buen matrimonio, a pesar de que ambas habían recibido propuestas, las cuales no habían convencido a su padre por el momento.

Su único consuelo fue que la temporada de otoño era muy corta, y pudieron huir de la ciudad para prepararse para el receso invernal y la semana navideña. Sabía que su madre no se rendiría en su afán de verlas bien casadas, y que solo estaban posponiendo lo inevitable, pero se alegró de poder tomarse un respiro antes de tener que ser arrastrada a la temporada oficial de primavera.

Sin embargo, no pudo librarse de la debida conversación maternal en la que la condesa intentó sonsacarle el motivo por el que Lilian había perdido el entusiasmo, y más tarde su padre había insistido al respecto. Lilian les había asegurado que se trataba solo de cansancio y prometido que su ánimo mejoraría.

Los primeros días en Kings Harrow House fueron un deleite: pasó largas tardes acompañando a su hermana en sus paseos por el río, y en sus actividades en el huerto. Conversaron largo y tendido sobre su futura maternidad y la ayudó a montar el cuarto del bebé.

Lilian sintió que su corazón se encogía hasta volverse algo diminuto cuando ingresó a la habitación que sería del niño o niña, y vio al marqués sentado en la mecedora y a su hermana sobre su regazo. Él estaba acariciando el vientre de Felicity con expresión embelesada, y ambos parecían colmados de pura alegría.

Quería algo así también, deseaba eso para ella, pero para tenerlo tendría que deshacerse del baúl de sentimientos que solo un hombre le había inspirado y aceptar la propuesta de matrimonio que le habían hecho.

Si quería casarse y tener sus propios hijos, no podía permitirse hacer el papel de Penélope que nadie le había asignado. Eric no le había prometido nada, más bien lo contrario, la había rechazado y era hora que lo comprendiera y tomara la riendas de su vida.

Con eso en mente, estuvo de acuerdo con la idea de Agatha, quien le había pedido a su hija mayor que organizara algunas reuniones pequeñas en su casa con el fin de que Lilian pudiera departir con los partidos solteros disponibles de la zona.

Aquella era su última esperanza para encontrar a un caballero que llamara su atención, y no le inspirase mera cortesía.
Sabía que acudiría también el caballero, a quien había tratado en Londres y le había manifestado a su padre la intención de desposarla.

Si no lo había aceptado, era porque su padre consideraba que antes debia tener en cuenta a candidatos con títulos nobiliarios o de familias importantes, ya que el hombre era solo el hijo tercero de un conde local.

Lilian estaba preparada para hacer una elección y así evitar tener que soportar otra temporada más en sociedad siendo exhibida y ofrecida a los nobles solteros.
O eso había creído hasta que su hermana le dijo que su cuñado y el capitán Weiss habían llegado al puerto de Bristol, adelantando su regreso que estaba previsto para después del invierno.

Solo de saber que estaba respirando el mismo aire que lord Eric, fue suficiente para que su pulso se acelerara en sus venas. Todas las imágenes de lo que habían vivido juntos se amontonaran en su mente, y tuviera que huir al jardín para poder volver a respirar sin sentir que se ahogaba.

Allí se refugió buscando una salida para el caos emocional que la sola noticia le había provocado. Al parecer de nada habían servido esos meses de separación y de rumiar su rencor, porque el caballero no necesitaba si quiera estar presente para volver a destruir su tranquilidad.

Tenía que reponerse y seguir adelante con su plan para conseguir un esposo, un hogar y su propia familia. Ignorar al caballero no iba a ser tarea fácil, pero tenía que lograrlo aunque muriera en el intento. Ya bastante se había dejado humillar por aquel hombre ruin y cobarde.

Lilian terminó de colocarse el perfume que siempre llevaba con aroma a rosas y se enderezó componiendo la imagen más digna que logró reunir frente al espejo.
Cuando llamaron a la puerta para anunciarle que la cena ya estaba lista, ella también se sintió preparada para hacerle frente al bandido de Bristol sin delatarse, ni armar una escena penosa.

Mientras descendía hacia el comedor, se dijo que serían solo dos semanas, pocos días para tener que soportar la cercanía del caballero, y las que pensaba transcurrir evitando su compañía en todo momento.

Sí salía airosa de aquella indeseada convivencia, para la noche buena ella estaría comprometida con algún excelente partido y cuando llegara la primavera tendría su boda tan esperada, e iniciaría una nueva vida muy lejos del caballero errante que tanto la había herido.

Desafortunadamente no contaba con la molesta capacidad del caballero para hacerse notar en todo momento, y la facilidad con la que lograba ser el centro de atención.
Para empezar apareció justo en el momento en que se disponían a ingresar al comedor.

Harrow y su hermana estaban a la cabeza de la fila y le habría correspondido a él hacer su entrada llevándola a ella del brazo, detalle para el que se había intentado preparar, pero como el caballero no estaba, un incómodo capitán Weiss, a quien habían acicalado lo suficiente para domar su salvaje aspecto, estiró el brazo en su dirección de manera torpe.

Lilian lo aceptó dedicándole una sonrisa amable. Había conversado con él por primera vez unas horas antes en el jardín y le había parecido un hombre de modales toscos, aunque de buen corazón.

Resultaba obvio que se sentía inseguro siguiendo los intrincados protocolos ingleses, y eso le resultaba enternecedor y le provocaba una inmediata simpatía.

Por lo que le hizo un gesto para que avanzaran y apretó con disimulo el brazo bajo el que reposaba su mano para mostrarle la posición que debía tener, ya que, lo había subido tanto que ella sentía a su hombro tirar por la posición incómoda.

—Disculpe, milady. Siempre olvido esta parte—le dijo haciendo alusión a la entrada que hacían antes de cenar.

—No se preocupe. Realmente ni yo sé porque lo hacemos—le tranquilizó divertida.

—No creo que las mujeres necesiten que alguien las guíe hasta sus sillas. No al menos que sean estúpidas—alegó el capitán.

Lilian lo miró entre perpleja y horrorizada, y después no pudo evitar lanzar una carcajada en el momento estaban traspasando las grandes puertas del salón flanqueada por dos lacayos.

—Está usted en lo cierto. Lo que me hace pensar en cómo es la manera de ingresar al comedor en su tierra.

Weiss abrió la boca para responder pero fue interrumpido por alguien a su espalda.

—Veo que ya han empezado con la diversión sin mí—dijo una voz masculina con patente rispidez.

Lilian no giró, pero todos sus terminaciones nerviosas se pusieron alerta. Sabía que era él y no tuvo valor para mirarlo de frente.

El capitán, bendito fuera aceleró el paso y la llevo rápido hasta el asiento que le habían asignado a la izquierda del marqués.

—Eric, llegas tarde. Entra—ordenó Harrow que estaba ya instalado en su silla a la cabecera de la mesa.

El menor que se había plantado bajo el umbral no contestó de inmediato, lo que ocasionó que no tuvieran más remedio que mirarlo. Lilian alzó los ojos hacia la entrada con renuencia, ya que ignorarlo sería extraño para los demás.

El capitán se sentó a su lado, y carraspeó mirando a su amigo con expresión seria.
Felicity le lanzó a ella una mirada inquieta y después enfocó a su cuñado con extrañeza.

—Buenas noches a todos. No se hubiesen tomado la molestia de esperarme—comentó Eric con patente ironía.

Eric vio que las cejas de su hermano se juntaban en señal de impaciencia, seguramente sospechaba que había estado bebiendo, y eso solo incrementó su propio mal humor.

Quería maldecir en voz alta, y romper algo, pero se limitó a pasear la mirada por los presentes antes de dirigirse al puesto libre junto a su cuñada.

La noche había empezado con mal pie, ya que después de dormir una horas se había despertado con dolor de cabeza, y gritado un par de veces al pobre ayuda de cámara de Harrow, que lo asistía también a él cuando visitaba Bristol pues no contaba con uno propio.

No había querido bajar, ni tener que ver a la joven tan rápido, pero sabía que no tenía alternativa, y finalmente abandonó el cuarto dejando la botella casi vacía a regañadientes.

Había bajado orgulloso de su paso firme y el apenas ínfimo mareo que lo acompañaba, solo para encontrarla del brazo de su amigo y riendo como nunca la había visto reír con él.

Era la segunda vez que se topaba con ese cuadro, y no parecía acostumbrarse.
¿Por qué, por un maldito demonio, ella nunca se había reído así en su compañía?

Con esos pensamientos agrios, se dejó caer en la silla, y evitó mirar a la protagonista de sus malos deseos. Más bien de todos sus deseos.

A la señal de su hermano los lacayos procedieron a servir la entrada, una sopa bastante poco atractiva a la vista. Eric extrañaba las entradas que se servían antes en la mansión, unos buenos fiambres o los emparedados de carne de res.

Suspirando apartó el plato, hecho que no pasó desapercibido para Harrow quien frunció más el ceño.

—Lilian, recibí una carta de madre—comentó la marquesa para romper el silencio.

Eric se permitió enfocar a la menor, quien estaba sentada en diagonal a él y por lo tanto podía mirar su cara de frente.

Ella se veía despampanante, diferente, proyectaba un aplomo del que antes carecía, era ahora como una flor que había florecido en su ausencia hasta volverse algo maravilloso.

Su boca se secó mientras la veía mover los labios para responder a lo que sea que le estaba diciendo lady Harrow. Él no estaba escuchando, sus oídos chillaban y su corazón estaba palpitando con un andar errático. Habían sido largos meses lejos, muchos días con sus consecuentes noches, y en todas ellas, Eric la había recordado, la había añorado y deseado entre sueños y desvelos.

Cuando se dio cuenta que se había quedado mirándola como si fuera un perro hambriento frente a un hueso, desvió la vista y tomó su copa para tomar de esta como si le fuera la vida en ello.

Nada estaba saliendo como lo había pensado, no soportaba verla conversar en aparente camaradería con el capitán Weiss, y toleraba aún menos que ella lo ignorara intencionadamente.

Aún así, se mordió la lengua y no intervino en su conversación sobre costumbres americanas. Diciéndose que no tenía que hacerlo, que debía dejarla libre porque de otra manera, sería alguien ruin y egoísta.

Si no la tendría para él, entonces debía dejarla libre para ser de otro.

Perjuró para sus adentros por...ya había perdido la cuenta de cuántas veces había maldecido.

Seguimos avanzando. Para quienes preguntaron el libro saldrá primero por Amazon Unlimited, y después terminara aquí. Tiene 18 capitulos. La fecha de lanzamiento es el 15 de abril.

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Eva.

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