La Leyenda Áurea

By Kia020

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Esa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus ritua... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 23
Capítulo 20
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 21
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 22
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 (Anuncio)
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54

Capítulo 50 (Nuevo Anuncio)

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By Kia020

Neith

«Iba a matarla»

Desde que llegué a este lugar, mis pensamientos se habían vuelto mucho más peligrosos y sádicos como nunca antes. Ni en las carreras era tan competitivo, como a niveles extremos de eliminar a algún participante. Nada de eso. Pero ese lugar, me había transformado de mala manera. Me sentía sucio, traicionado y con las manos manchadas de sangre, sin ni siquiera aún habiendo hecho nada. ¿Cómo se podía sentir una persona tan ruín? Era un dilema, uno que atormentaba mi cabeza desde que m desperté tirado en el suelo de mi gran celda. Me dejaron allí tirado como un saco después de que me dejaran inconsciente. Lo último que recordaba era la humillación y el estupor de ese momento delante de la tribuna viendo cómo me iba a convertir en un asesino y un traidor. Lo peor de todo era que ni Zawna me había comentado aquello, y que sin mi consentimiento hablara en mi nombre. Ella no era nadie para hablar por mi, y menos estando presente. Tan solo tenía ganas de enfrentarme a ella y dejarle las cosas claras.

Me había mentido, vendiéndome su palabrería barata, haciéndome creer que ella iba a traicionar a la Corona, pero ni más ni menos, resulta ser que ella es la heredera de esta misma jerarquía. Todo se estaba saliendo de control y cada vez más, no veía ninguna opción de conseguir liberar a Xylia, porque no me veía ni a mi mismo poder salir de aquí.

Me había metido en un mundo peligroso, sin llegar a pensar que no podría poder salir inmune de aquel gran enredo. Estaba lleno de ira y si la veía atravesar por el umbral de esa puerta, la estamparía contra la pared. Pero para mi poca suerte, no la vi entrar por esa puerta. Ni a ella, ni a nadie. Tan solo abrían un poco la puerta para poder dejar la bandeja en el suelo. Marion ya no estaba, ya no se encargaba de mi. Me preocupaba que pudiesen haberle hecho algo pero lo peor era que la soledad empezaba a hacerse difícil de soportar. Recibía constantes ilusiones, seguramente por parte de la Bruja Roja. El caos, las llamas y la culpabilidad, siempre acompañaban a esas imágenes que me llenaban de angustia y además de agonía. No iba a quemar el poblado, ni ninguna parte de la naturaleza. Ese había sido mi hogar durante toda mi vida. Los recuerdos y las emociones vividas en cada rincón del poblado no iban a ser destruidas porque no lo iba a permitir. Nada ni nadie me obligaría a traicionar a mis principios ni a mi corazón, aunque el factor fundamental de todo esto fuera Xylia. 

Estaba cansado y mi cuerpo empezaba a flaquear aunque entrenase cada día varias horas, porque mi mente empezaba a resecarse. Y aunque, en esos mismos momentos, entrase alguien no me dignaría a dirigirle la palabra ni siquiera a mirarle. Me habían utilizado como un completo imbécil y que este mismo imbécil, se había acostado co la heredera de la Corona Roja.

«Mandaba narices el asunto»

Fui un completo estúpido que no supo contemplar bien la maldita realidad. Y ahora, esa maldita mujer pagaría las consecuencias, porque me encargaría de enseñarle que con Neith Woodheart no se jugaba.

Así pues, tras esos tres días, finalmente alguien se dignó a visitarme o a recordar que tenían a un idiota encarcelado en las catacumbas del reino. Esa misma persona se trataba de un centinela árido que por la poca expresividad de su rostro y lo bien entrenado que parecía, no tuve otra opción más que seguirlo. Me sacó de la celda y daba gracias que lo hiciera, estaba ya agotado de estar en un lugar tan lúgubre y solitarios. También pude llevarme la lanza prestada la cual la justició este mismo centinela, como si esperase algún ataque por mi parte, que nunca llegó. En cualquier caso, al salir de la celda, me llevó por unos túneles subterráneos lo bastante grandes y amplios como para ir de pie y con muchas más personas. El único sonido que resonaba en la estancia eran el tintineo de su armadura. Caminamos por varios minutos largos, lo bastante como para pensar que ese centinela se había perdido. Pero me equivoqué erróneamente al ver al final, en el lateral derecho del segundo túnel que cogimos en el cruce de cuatro túneles, una puerta del mismo estilo que la que tenía la celda en la que habitaba. En ese mismo instante, mis pocas esperanzas de salir fuera al exterior, de ayer on crepitosamente. Desesperanzado, intenté que ese soldado no viera mi expresión decadente. Así que sin más, opté por mostrarme con un rostro pétreo, cuando abrió esa puerta y avanzamos a su interior. Pero cuando alcé la mirada y vi unas escaleras en forma de caracol que daban directamente a la parte arriba, me sorprendí no pudiéndome imaginar que aún quedaba una mínima esperanza de poder salir de allí.

Subimos por la escalera sin mediar palabra, hasta que finalmente, acabé dándome cuenta de que se trataba de una torre, de la cual su epicentro se encargaba la gran viga que sostenía los escalones de la escalera de piedra. Al llegar al final, una preciosa puerta de metal decorada con adornos geométricos de lo más extraño nos indicaba que era una puerta principal, la cual estaba cerrada y que con una llave, quién este centinela tenía posesión, abrió la espectacular puerta, dándome a conocer un cielo y un paisaje completamente distintos. Un cielo grisáceo que simbolizaba la llegada del invierno, no solo por el cielo sino por la ventisca invernal que azotaba mi cuerpo sin miramientos, al igual que la nieve que se postraba bajo las suelas de las botas. Lo peor fue observar mi alrededor y darme cuenta que estaba en una fortaleza tosca y pétrea, cubierta de nieve. Y que en esos instantes, estaba andando por una de las murallas inferiores, ya que sobre mi, se alzaban dos murallas más hasta llegar a lo que parecía la enorme mansión que reinaba ese lugar, probablemente el hogar de la Bruja Roja. Debajo de mi, ya que estábamos encima de un turón, habían tres edificaciones en forma de rombo con sus respectivas murallas y alrededor de ellas, fortalezas mucho más inferiores a las que rodeaban. Y en medio de aquellas tres fortalezas medianas, y cerrando la forma, estaba la entrada a la fortaleza mayor, se situaba una plaza la cual no podía ver muy bien lo que había en el centro pero si que se podía deslumbrar una cosa negra en su centro. 

El paisaje no era para nada familiar, todo aquel complejo estaba construido sobre montañas rocosas no tan altas como las que se alzaban por encima de la gran fortaleza. Sin embargo, un rugido ensordecedor me puso en alerta y aunque un pequeño temor empezó a emanar en lo más fondo de mi interior, conseguí que mi lado más valiente saliera para que no se me notara en absoluto el desconcierto. Pero nada pudo parar lo que sentí cuando una enorme bestia de un color oscuro con alas sobrevolara por encima nuestra. Aquello no podía ser cierto... los dragones era simples mitos pero ese monstruo encajaba perfectamente en todas los mitos que nos contó la Sabia Anciana, era enorme y daba miedo, incluso a mi me creó temor, al ver a un ser como ese sobrevolar con rapidez sobre nuestras cabezas y perderse en lo más alto del cielo a través de las nubes opacas. 

Me quedé quieto observando aquella imagen pero escuché cómo ese soldado me llamaba la atención y reprendí de nuevo la marcha siguiéndolo y saliendo de ese escueto trance que sin embargo, no me alejaba de la gran sensación de amenaza que sentía en mi cuerpo. ¿Qué había sido eso? ¿Y porqué ese soldado ni se inmutó? Muchas dudas se arremolinaban en mente y que fueron diluidas tras llegar a la primera torre que se cruzaba en nuestro paso. Al entrar en la circular y espaciosa sala, varios centinelas con capas rojas, nos ignoraron completamente mientras que yo intentaba darles el placer de verme sufrir,debido a la brisa helada que estaba azotándome constantemente. El frío era incalculable pero lo peor era que mi cuerpo empezaba a congelarse debido a la poca ropa que llevaba encima.No estaba lo suficientemente abrigado para ese clima tan fresco. Aún así, los pequeños temblores no se hacían mucho de notar o al menos es lo que intenté. 

En cualquier caso, no fue me sentí ni humillado, no a estas alturas. Estaba intentando sobrevivir en un mundo totalmente opuesto al mío. No podía ni creer que Xylia estuviese viviendo algo parecido o peor a esto. La culpa me llenó rápidamente pero mi intento por no congelarme, mantenía mi mente ocupada y mucho más cuando, en vez de continuar recto, ese centinela, me llevó por una camino que se encontraba a la izquierda y que cuando alcé mi mirada, me encontré enfrente de la enorme edificación, de la probablemente era la principal mansión de esta sociedad, por llamarlo de alguna forma. Seguimos caminando por ese camino, en el que muchos soldados pasaban también por ahí, todos con el mismo uniforme. Aún así, tras varios minutos, llegamos a la enorme fila de rejas negras a modo de protección que podían medir más de cinco metros como mínimo. Y que sus puertas fueron abiertas, cuando nos avistaron. 

Mis pasos cada vez eran mucho más pesados, y mi mente ya no era capaz de soportar las bajas temperaturas sin que se notara mi sufirmiento. Estaba tiritando, intentando entrar en calor con mis brazos cruzados y un poco encorvado, sin éxito claramente. Por delante de mi, aquella gran edificación como la obsidiana negra en si, se alzaba majestuosamente. Parecía muy antigua, pero eso no le quitaba en absoluto lo bien conservada que estaba. Estaba llena de vida aunque probablemente en un lugar como este, la muerte fuera más común entre sus habitantes. 

Sin embargo, una potente fuerza empezó a palpar en mi cuello, en la marca que la Bruja Roja me había hecho. Algo tan potente y doloroso que caí de rodillas en el frío suelo adoquinado. Rápidamente mis manos subieron hasta mi cuello, intentando apretar ese doloroso lugar e intentar evadirlo. El guardia se giró en cuestión de segundos, al notar que estaba en el suelo, gruñendo por el daño que me estaba provocando esa misma marca. No pude ver si estaba preocupado o simplemente, me estaba ignorando. Lo que si que entendí fue que una fuerza se acercaba, algo que me produjera aquello y esa misma persona, pude verla caminar hacia nosotros mientras ese centinela esperaba a mi lado, sin inmutarse ni siquiera. Era una mujer, y sus pasos elegantes, caminando con superioridad y a sus espaldas, una capa roja ondeaba ante la ventisca fresca que acariciaba con frialdad nuestras pieles. Su cabello blanco ondulado y largo no estaba atado, suelto a merced del viento. Sus ojos totalmente diferentes le daban un aire de supremacía. Ella en si era la excelencia en sí. La futura heredera de la Corona Roja caminaba hacia nosotros, su rostro indescriptible y su mirada clavada en mi. 

Estaba sudando debido a los pálpitos dolorosos que esa marca estaba dejando mostrar. Mi mirada estaba cargada de cansancio. Ni siquiera entendí qué hacía ella allí y como si me hubiese leído la mente, esa brujita una vez llegó a estar lo suficientemente cerca de nosotros, no se dirigió a mi pero si a ese centinela. 

—Ayúdame a meterlo dentro, Lezhar —pidió ella a la vez que se acercaba a mi pero mi mano, en señal de que se quedaran quietos.

No iba a dejar que me socorrieran como si estuviera debilitado, aunque fuera la verdad. Despacio, empecé a ponerme de pie pero perdí el equilibrio y ese centinela me agarró con seguridad. Suspiré dolorido, molesto por ni siquiera poder ponerme de pie. Entonces, el centinela pasó mi brazo izquierdo al rededor de sus hombros y su mano derecha se agarró de mi cintura. Y Zawna, hizo lo mismo pero en el lado contrario. Estaba agotado, y mi cabeza parecía un saco de piedras lo demasiado pesado como para soportarlo. 

Asi es como avanzamos hacia dentro del recinto vallado, en silencio. ¿Qué hacía ella allí? ¿Cómo sabía que estaba sufriendo? Miles de preguntas azotaban mi mente, mientras notaba como a cada pequeño paso que dábamos, la esperanza de poder cumplir con mi idea de hacerla sufrir, desaparecía. No tenía mucha más energía, tan solo podía pensar en que debía permanecer consciente e intentar averiguar porqué esa marca había empezado a arder contra mi piel. En ese punto debía de ser casi un peso muerto, ya que los leves jadeos por parte de esas dos personas que me estaban sujetando, porque literalmente si no hubiese sido por ellos, no podría ni sostenerme de pie. 

Entonces todo se volvió negro, me desmayé aunque percibía el movimiento de Zawna y  de ese centinela, intentando moverme. Estaba sumido en un mundo oscuro pero dentro de esa oscuridad, una bruja permanecía en la oscuridad, iluminada por su capa roja y su cabello cándido. Era la Bruja Roja y supe que debía de haberse metido en mi mente, en busca de algo.

Neithan, recuerda bien mis palabras, me juraste lealtad y aunque intentes evadir mis órdenes acabarás acatándolas, quemarás el poblado y matarás a quiénes se resistan o impidan la destrucción. Soy tu reina y si de verdad crees que puedes jugármela, debes de estar muy equivocado, guardián.

Intenté chillar, intenté acercarme a ella, matarla y acabar con todo esto porque tan solo esperaba que aquello solo fuera una ilusión por el sufrimiento y que estuviese delirando. No podía creer nada ni sentir nada, tan solo la angustia reinaba en mi ser, ahora totalmente etéreo. Tan solo sentía que estaba volando, nada más allá de una triste y dura realidad que me esperaría cuando volviese a estar consciente.

Fui un imprudente, me creí mejor que esa bruja y ahora, debía destrozar mi hogar por querer recuperar a Xylia. La quería, por supuesto, pero aquello me empezaba a parecer realmente ajeno a lo que sentía por ella. No tuve que dejarme llevar por los sentimientos ni por el amor. Y si la mejor opción hubiese sido continuar con la expedición por el bosque, tuve que acatarla. Me dejé llevar por la arrogancia, la desesperación y el orgullo. Mismos sentimientos que sabía que Owen estaría sintiendo. Había perdido a su hermana y a su mejor amigo, en cuestión de días. 

Sin embargo, una imagen totalmente distinta a la de la Bruja Roja, apareció en mi mente, dejándome totalmente atónito. Era Xylia, se veía realmente preciosa con un estilo y tipo de ropa que nunca antes la había visto portar, se veía llena de alegría y emoción. Estaba jugando con un lobo enorme blanco, parecía estar divirtiéndose mucho. Aquello me derritió el corazón, verla de esa forma tan sutil y con las ganas de volverla a ver. Entonces, aquella imagen desapareció y apareció otra, se estaba besando con un ser parecido a las brujas, pero este en cambio tenía cuernos y era enorme, realmente le sacaba mucha altura a Xylia. Pero ¿qué hacía besándose con uno de ellos? La ira empezó a amanecer de mi interior. Esta imagen era muy distinta a la que última que vi de ella. ¿Porqué la Bruja Roja estaba intentando engañarme? Xylia nunca haría algo así y menos con un ser como ese. Estaba molesto y a pesar de estar sumido en la oscuridad, sentía como el malestar y sobre todo los celos se apoderaban de mi. En cualquier caso, acabé perdiendo la capacidad de pensar en aquel mundo oscuro y me fui con la duda de si aquellas imágenes eran certeras o era algún tipo de truco de la Bruja Roja para que no subestimara su poder.






—Por fin has vuelto, rubito.

Abrí los ojos, molestándome la poca luz que irradiaba las grandes velas verticales que habían colgadas en la pared. Noté rápidamente que estaba acostado en una cama, por lo blando y cómoda que se sentía estar acostado sobre ella. Eso sí, rápidamente vi como estaba sin camisa, tan solo llevaba los pantalones puestos, suponiendo que las botas estuviesen al lado de la cama. ¿Tendría algún tipo de fetiche por verme con el torso desnudo? 

Parpadeé varias veces y rápidamente la vislumbré apoyada en el marco de la puerta, la cual estaba cerrada. Esa habitación era pequeña, pero lo bastante grande para que contuviese una cama, un armario y un escritorio pequeño, debajo de la gran ventana la cual mostraba que afuera se estaba produciendo una tormenta de nieve. Esa habitación no era habitual a las que había estado anteriormente, se parecía más a la celda en la que había estado viviendo estas últimas semanas. Paredes rocosas y un suelo totalmente empedrado. Sin duda, se trataba de un fuerte y no de un hogar agradable para convivir. 

Me senté en la cama, despacio. Ya no me dolía en absoluto aquella marca. Todo ese sufrimiento había finalizado pero lo que no llegaba a comprender era ¿qué hacía ella ahí? Y más aún, ¿porqué no tenía frío? Las temperaturas debían de ser muy bajas y hacía casi unos instantes, casi entré en hipotermia. 

Sin embargo, su voz me volvió a despertar y aunque en esos momentos estaba pensando en otras cosas, no había olvidado mis ganas de matarla.

—Esa marca te ha salvado.

La miré extrañado. Y lo bastante asqueado como para que siguiera hablando.

—Tu cuerpo no está aclimatado a las temperaturas de este reino, así que ha empezado a arder para que entraras en calor y sobre todo, para mantenerte vivo a pesar del gran dolor que hayas tenido que soportar. 

Me pasé una mano por mi cabello, intentando entender que esa estúpida marca, había sido mi salvación. Puro sarcasmo. Negué con la cabeza, aquello era ridículo. Sin embargo, no dejé que pensara que lo había olvidado todo, me daba igual que me hubiese ayudado hasta llegar a ese lugar porque yo no le había pedido ayuda. No tenía ningunas ganas de volver a sentirme traicionado y vendido por una bruja como ella. 

—¿Qué quieres y qué haces aquí, Zawna? —soné lo más hostil que pude. 

Ella no dio señales de asombro, simplemente apoyó su cabeza a la pared rocosa que estaba detrás de ella y a continuación, dejó escapar una debil sonrisa.

—No debes darme las gracias en absoluto —soltó con ironía y apareció su desgracia, no estaba de buen humor.

Me levanté con rapidez y me puse enfrente de ella, agarrándola del cuello. Ahí si que se sorprendió, tanto que sus ojos consternados y pasmados por lo que estaba pasando, me dejó claramente a merced de explicarle las cosas y de hacerle saber que conmigo no jugaba nadie.

—Eres una hipócrita, Zawna. Me ocultaste información que claramente querías esconderme porque qué casualidad eres la maldita heredera de la Corona Roja, y me vendiste una estúpida historia que me creí...—me cortó con un hilo de voz.

—Yo nunca..

—¡Ni te dignes a cortarme! —chillé alterado, lo bastante como para que se removiera bajo mi agarre, ni con su fuerza pudo conseguir que la soltara. —Me has engañado y espero que estés feliz por verme hacer lo último que haría en mi vida, que es traicionar a mi poblado. Has conseguido lo que querías, utilizarme para acostarte conmigo y usarme como a ti más te plazca. 

Apreté un poco más mi agarre, no iba a matarla, así no. Demasiado fácil. Sus ojos brillaban llorosos, nunca la había visto así pero ¿todo lo que me mostró, fue certero? No tenía ni idea si me engañó desde que entró en aquella celda por primera pero lo que si sabía era que no me iba a volver a engañar.

Estaba jadeando. Esa poderosa bruja, estaba intentando que la soltara. Era una maldita falsa.

—Neith... —murmuró la brujita que se estaba quedando sin aire.

Tan solo pude reírme.

—¿Ahora qué, Zawna? -pregunté retándola. Estaba demasiado molesto. —Creíste que te burlarías de mi fácilmente pero ahora que estás a punto de morir, ¿qué se te pasa por la cabeza? 

Con sus uñas intentaba arañarme, y con sus piernas intentaba golpearme pero me sentía poderoso, lleno de energía y de un sentimiento que nunca antes había proliferado en mi interior. 

Aún así cuando la vi que estuvo a punto de quedarse inconsciente la solté, y ella cayó al suelo buscando ese aire tan necesitado, jadeaba constantemente. Me di la vuelta, dándole la espalda. No podía hacerme nada porque cuando me vi reflejado en aquel espejo que se situaba encima de aquel aparador. Así ahogué un grito al ver como aquella marca, aquellas runas se habían vuelto mucho más oscuras y se habían expandido, llegando a situarse hasta mi mandíbula pero no llegando al rostro. Se habían esparcido por toda esa parte lateral del cuello. 

Ese era el poder que estaba sintiendo. Esa euforia que me pedía que la matara y que saciara mi sed de venganza. Todo por culpa de la marca de la Bruja Roja.











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Buenas, espero que los exámenes finales estén yendo bien. Quería dejaros este CAPITULAZO por aquí para que la espera hasta el fin de nuestros tormentos no sea tan amarga.

Hasta la próxima actualización!!!! Dejad una Estrellita y un Comentario para hacerme saber que os está gustando.

En TikTok tenéis adelantos de los próximos capítulos, aunque también SPOILERS.

En Tiktok: @kiaofficial_020 

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