De un encuentro y otros cuent...

By entregafas98

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Tony nunca ha dudado de quién es y de su lugar en el mundo. Le encanta ser profesor, las letras lo inspiran... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33

Capítulo 29

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By entregafas98

GRACE

La última vez que tuve una primera cita fue hace años, con Oliver, y por los nervios del momento recuerdo pocos detalles. No necesito una memoria perfecta para saber que estaba ansiosa y que muy probablemente me medí cientos de atuendos hasta elegir el que menos me disgustara. Oliver hizo todo el esfuerzo esa noche mientras yo me concentraba en no vomitar. Él buscaba temas de conversación y yo intercalaba entre hablar hasta por los codos y no hacerlo en absoluto.

Las primeras citas siempre me han puesto nerviosa, incluso en la preparatoria cuando creía que el mundo era mío. Sin embargo, hoy estoy tranquila. No sé qué función he encendido mientras dormía o si algo dentro de mí se ha roto, solo no me siento distinta a un día normal. Hago mi rutina con tranquilidad, mi estómago siempre calmo y elijo un vestido que he usado en múltiples ocasiones para ir al trabajo y que de alguna manera me parece adecuado para la cita. Es rojo con pequeñas flores blancas, ajustado en el busto y con caída libre justo desde ese punto. Las mangas son cortas y de princesa, y la espalda tiene una pequeña abertura. Incluso cuando me miro al espejo, me sonrío y salgo de casa sin la sensación de ir directo al momento más bochornoso de mi vida.

Tomo el metro hacia mi primera parada, que no es mi cita, y entonces sí experimento el estómago revuelto. No voy a vomitar, aunque no significa que me sienta cómoda y eso me resulta horrible porque hace una semana, no, hace solo unos días todo iba bien.

Respiro profundo y hago sonar el timbre del edificio deseando no haber llegado tarde.

Hola. —Su voz suena metálica a través del portero automático—. ¿Quién es?

—Soy yo, Tony. Grace.

Un momento de silencio que me hace sudar las palmas.

Sube.

La cerradura se abre y no demoro en entrar. Espero el ascensor convenciéndome que todo irá bien y que son solo ideas mías. Cuando llego a su piso, lo encuentro esperándome en el marco de la puerta con la expresión más neutra jamás creada.

—Hola. —Le sonrío.

—Hola, Gracie.

—¿Tan enojado estás conmigo para que me llames de esa desagradable manera?

Me gano una sonrisa que hace saltar a mi estómago revuelto.

—Es un apodo lindo, no hay que desperdiciarlo.

—Já. —Río sin gracia—. No es lindo cuando te recuerda a tu infancia.

—Yo creo que sí.

Se hace a un lado para dejarme pasar y decido que esa es una buena señal. Desde que le dije de la cita ha estado distante conmigo y sé que es mi culpa por haber cancelado nuestros planes sin avisarle. Solo quiero a mi amigo de vuelta.

—¿Qué haces aquí? —pregunta sin vueltas y luego añade—: ¿Quieres algo para beber?

Se dirige hacia la heladera y toma una botella de agua mientras yo permanezco casi inmóvil en el centro de su sala.

—No, gracias y vine porque quería verte como Venom antes de que te fueras. Dijiste algo de un culazo.

—Lamento decepcionarte, me vestiré en casa de mi padre. Quiero evitar estar en un traje ajustado por más horas de las necesarias.

Asiento sin saber qué decir.

—¿A qué hora es tu cita? —dice con algo que espero sea interés y no solo buena educación.

—En media hora.

Su ceño se frunce.

—¿Por qué tan temprano? Son las cinco y media.

—Iremos por un helado, caminaremos un poco y luego a cenar.

—Una apuesta arriesgada —suelta con asombro.

—¿Por qué? —pregunto sin entender.

—Porque es una cita larga, podrían no congeniar.

—O es una apuesta inteligente —argumento—. Iremos primero por un helado que es mucho más económico que una cena.

—Tienes razón, aunque dudo que Liam no se pueda permitir una cena.

Me encojo de hombros.

—Pretendo pagar mi cuenta.

—Sí, claro —murmura.

Arqueo una ceja.

—No lo digo por ti —se apresura a aclarar—, lo digo por él. No te dejará pagar. Yo no lo haría.

—Tú no tienes citas —le recuerdo.

—Aun así. —Le da un sorbo a su botella—. ¿Vendrá a buscarte aquí?

—No, nos encontraremos en el parque.

—Eso significa que ya tienes que irte.

Asiento de nuevo.

—¿Sigues enojado conmigo?

—Sí —dice sin titubear—, pero ya se me pasará. No soy rencoroso.

Auch.

—Se me ocurrió una idea —anuncio—. Le he dado vueltas al asunto y creo que sería una buena idea.

—Dime.

—Quizás podríamos desayunar mañana con tus amigos en el aeropuerto, antes de que Noah vuele a Alemania.

—No creo que sea posible.

—Pregúntales —lo animo—. Puede existir la posibilidad.

—Lo haré —me promete y creo ver un atisbo de sonrisa.

—Gracias. Y tienes razón, ya tengo que irme. Envíame una foto de tu disfraz, ¿sí?

—Por supuesto.

—Pásala bien por mí.

—Lo mismo digo.

Ahora sí tengo una sonrisa completa de su parte.

Me acompaña hasta la puerta y siento que el ambiente es un poco más liviano que cuando llegué.

—Te ves linda, Grace —dice cuando estoy por subir al elevador—. Espero que Liam te valore.

No sé qué responderle por lo que me despido agitando la mano.



El noventa por ciento del tiempo llego puntual a los lugares y citas con médicos, colegas o lo que sea. Me gustaría decir que siempre lo hago, pero sería mentira. De vez en cuando surge algo que me atrasa y a veces llego tarde a propósito. Hoy voy con retraso por la segunda razón. Una vieja costumbre, supongo.

Mientras más lo pienso, más siento que algún interruptor de mi antigua yo se ha encendido. Esa parte que le gustaba vestirse linda y maquillarse, salir con muchachos y tener la atención del sexo opuesto. Es una parte de mí que he dejado tan en el olvido que me cuesta reconocerla. No recuerdo la última vez que experimenté esta sensación; de hecho, no sé con exactitud cuándo terminó de morir o esconderse la antigua Grace. Solo sé que un día me miré al espejo y no reconocí a la persona que me devolvía la mirada. El cuerpo, el rostro, la falta de brillo en los ojos.

Lo que tengo en claro es que quizás las buenas partes están regresando y no creo sean por Liam, pero le agradezco la cita pues ha sido la oportunidad para darme cuenta de esto. He iniciado un proceso en algún momento y estoy en la etapa donde se ven los primeros resultados.

Llego al punto de encuentro en el parque aun sintiéndome calma e intento contener una sonrisa cuando diviso a Liam. Santo cielo, mi madre estaría encantada si lo conociera a pesar de que no es el típico chico rico texano que ella soñaba para mí. Incluso mi yo de ocho años estaría saltando en un pie mientras lee la lista que ha hecho con las cualidades del esposo ideal. No soy mi madre ni tengo ocho años, menos la intención de casarme, pero cuando su mirada se encuentra con la mía y me sonríe, yo también estoy encantada.

—Hola, Liam. Lamento la tardanza.

Besa mi mejilla como todo un caballero y mantiene su sonrisa.

—Hola, Grace. No te preocupes por eso, es importante esperar por las cosas buenas. Déjame decirte, por favor, que luces increíble como siempre.

—No podemos empezar la cita con mentiras —bromeo.

Liam ríe y la luz del sol ilumina su apuesto rostro mientras comenzamos a caminar. Con ese cabello rubio, los ojos medios verdosos y su ropa elegante aunque casual luce como un príncipe azul.

—Que sea abogado no significa que sea un mentiroso.

—¿Ah, no? —digo con diversión siguiéndole la broma.

—¿Tu dirías que los escritores son mentirosos por contar historias?

—No creo que sea lo mismo.

—No, pero eso es un poco lo que hago. Antes de que lo pienses, no dije ninguna mentira ni inventé ninguna historia respecto a ti. Siempre luces magnífica.

Siento un poco de calor subiendo por mi rostro. No esperaba sus halagos.

—Gracias.

—Gracias a ti por aceptar esta cita luego de ¿cuánto? ¿Un año?

—Ya saben lo que dicen: el que persevera, gana.

—Claro que ya gané.

Compartimos otra sonrisa y continuamos caminando por los senderos del parque manteniendo una conversación amena y riendo mucho. Me sorprende estar pasándomela tan bien y no pensar nada negativo. No sé qué ha pasado conmigo, pero de verdad deseo seguir así.

—La heladería a donde quiero llevarte está cerca —anuncia—, podríamos haber ido directo si me hubieras dejado pasar por ti.

—¿Y perdernos esta linda caminata?

—Me dejarás llevarte a tu casa, ¿no? No quiero que camines sola de noche o tomes el transporte público.

—Vaya, le tienes fe a nuestra cita. —Río—. Estás convencido que llegaremos a la cena.

—Claro que tengo fe. Sé jugar mis cartas y estoy apostando mucho a esta cita.

Sus palabras me recuerdan a Tony y no puedo evitar preguntarme qué estará haciendo ahora. ¿Su padre ya habrá pasado por él? ¿Me perdonará al cien por ciento algún día?

—¿Dije algo malo? —pregunta Liam trayéndome de regreso al presente.

—No, lo siento. Solo recordé un pendiente —miento.

—Ya no me siento tan seguro con mis cartas si te he hecho acordar del trabajo pendiente.

Suelto una pequeña carcajada.

—Créeme, tienes las de ganar. Por ahora.

El helado es excelente al igual que la compañía y la conversación que mantenemos durante todo el tiempo. Hablamos brevemente de nuestras familias, comentamos sobre nuestros trabajos y planes a futuro. También recordamos un poco nuestras adolescencias y nos reímos de las ideas que teníamos entonces.

—No creo que hayas sido un nerd —digo entre risas—. Quiero ver fotos.

—Lo era, aunque no como en las películas que llevan las camisas dentro del pantalón y gafas gigantes. Aun así, no habrías girado para verme por segunda vez.

—Lo dudo mucho. Seguro tenías tu encanto, como lo tienes ahora.

—Gracias por eso y continuando con la exposición de mi caso —dice con burla haciéndome reír—, pasaba el día entero en la biblioteca estudiando. Mi objetivo era la universidad y solo eso. Tenía un solo amigo en la preparatoria que por fortuna sigue siendo mi amigo al día de hoy y un segundo amigo que era mi caballo, lamentablemente él falleció cuando entré a la universidad.

—¿Un caballo? —suelto con asombro.

—No me pierdas el respeto —me pide sonriendo—. Te juro que no son problemas de gente rica. Le tenía mucho cariño.

—Claramente le tenías mucho cariño. Lamento mucho tu pérdida.

—Gracias.

—Si te sirve de algo, también pasaba mucho tiempo en la biblioteca, bueno, todavía lo hago y los amigos que tenía en la preparatoria ya no son más mis amigos. A veces es bueno ser un nerd.

—Eso mismo le digo a mi hermano. Al final de la vida, el colegio es solo una etapa y siempre puedes reinventarte.

La cita continúa en un bonito restaurante italiano porque mencioné que me encanta la lasaña y el tiempo se desvanece entre conversaciones. Estoy cómoda con él, me gusta su humor, su forma de ver la vida y su conciencia sobre sus privilegios. Liam es más de lo que esperaba y a pesar de que todavía no terminamos la primera cita, ya estamos hablando de una segunda.

Durante la cena me llega un mensaje de Tony y sonrío al ver que es la foto que le pedí. El disfraz le luce bien y me alegra saber que no está tan enojado conmigo como para olvidarse de compartir el momento. Le deseo suerte y regreso a mi cita que, sin dudas, puedo definir como un éxito.

Llego a casa cerca de la medianoche luego de aceptar que Liam me acerque. Me acompaña hasta la puerta y se despide de mí con un beso en la mejilla, muy cerca de los labios. Es un gesto que me hace sonreír y esperar con ansias la segunda cita cuando quizás se olvide de sus modales y me bese de verdad.

¡Hola, hola! ¿Cómo están? ¿Cómo va su semana?

Espero que hayan disfrutado del capítulo, a mí en lo personal me gustó mucho por el cambio de actitud de Grace. ¿Ustedes creen que tendremos visitas de otros personajes en el próximo capítulo?

Solo quiero recordarles que falta poco para el cumpleaños de la mamá de Grace y déjenme spoilearles algo: va a ser un momento muy importante.

Muchísimas gracias por su paciencia, por leer y por su apoyo.

Les deseo un magnífico día.

Nos leemos pronto.

MUAK!

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