VANDERBILT'S PRINCESS, blair...

By xkukujenx

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Spotted: Blair Waldorf, nuestra reina B, fue vista con Archibald en lo que parecía ser una situación demasiad... More

you know you love me
don't bug, your girl is back!
bon appétit
one nation, two queens
soirée devil
the beauty and the blonde
stargirl
sweet seventeen candles
thanks giving (a shit!)
le bal des débutantes
too many white lies and white lines
we'll be a fine line
jenny's d-day
young and sweet, only seventeen
the non-judging breakfast club
know it's for the better
nothing can keep us together;
love me harder

say don't go

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By xkukujenx



—SAY DON'T GO ⋆

S2; chapter one


          A diferencia de nosotros, el sexo y las mentiras no tienen vacaciones. Solo toman el tren expreso a Long Island y van al Este, a los Hamptons. Algunos dirían que el verano es la temporada más ajetreada.

Imagínense Park Avenue, pero con tenis blancos y bronceador. Los jugadores cambian, pero el juego es el mismo.



» Mandándole las más sinceras felicitaciones, Señorita Archibald, The New York Journal pregunta: ¿Qué sintió cuando cruzó el último circuito que le aseguró la victoria?

» Campeona del ASPCA MaClay. Y ahora, Gran Campeona del Hampton Classic Horse Show. ¿Qué se siente ser un ícono de la cultura hípica a su tan corta edad?

» Contamos con la presencia de su Alteza Real, Carolina de Mónaco, y su hija, la Gran campeona del Global Champions Tour, Charlotte Casiraghi. ¿Qué sintió cuando fue galardonada por la hija de la princesa de Mónaco, y además campeona, Charlotte Casiraghi?

» ¿Charlotte Casiraghi representa una figura de admiración e inspiración en usted?

» La controversia en la cual su padre, El Capitán Archibald, se ha visto envuelto, ¿generó algún obstáculo en su preparación para el Hampton Classic?

» Usted forma parte de una de las dinastías más importantes del país y del mundo. Su apellido tiene gran peso en la sociedad neoyorkina. La pregunta es: ¿Usted teme que su nombre se vea opacado por el peso de su familia, o peor aún, por las controversias de terceros, como lo es el caso de su padre?

» ¿Dónde se encuentra él, por cierto?

—Agradezco a cada uno de ustedes su presencia en este evento tan significativo para mí. En esta ocasión, me limitaré en solo agradecerles. Me gustaría compartir este momento rodeada con mis seres queridos y, por supuesto, con Raphie. Gracias por su tiempo.

—Señorita Archibald, ¿qué tiene por decir?

Nada, esa era la respuesta.

Una sonrisa radiante, pero falsa, apareció en el rostro de Sophie. Sus modales provenientes de una auténtica sibarita, esos que Anne había logrado arraigar a su personalidad, hicieron uso de presencia.

Si tan solo su madre estuviera ahí, Sophie estaba segura de que estaría orgullosa.

Dio media vuelta, sin importarle en lo absoluto las voces que dejaba atrás clamando por ella. Necesitaba respirar. Se sentía sofocada, a nada de morir por falta de aire. Quizá se debía a la adrenalina del momento. Después de un concurso así, ¿quién no estaría agotado?

El problema era que esa no era la primera vez de Sophie en sentirse así.

Lo había logrado, sí.

Había logrado su más grande sueño. Había soñado con ese momento desde que era una niña. Lo había anhelado durante toda su vida, más que a nada en el mundo. Pero, de alguna manera, ahora que lo había conseguido, no podía sentirse feliz. Y quizá tacharse así misma de ambiciosa y ególatra habría sido la justificación más fácil para explicar el por qué no se permitía vivir al máximo el momento de su vida, pero no era así.

No podía sentirse feliz porque llevaba meses sin poder sentir nada en lo absoluto.

El que se suponía debía ser "el mejor día de su vida", ahora representaba una de las tantas pesadillas que le atormentaban día a día. Deseaba que todo acabara de una vez por todas.

Sophie llegó hasta los establos. Se quitó el casco y los guantes, sintiéndose abrumada. Y se sintió aún más abrumada cuando sacó su móvil y toda esperanza que ella conservaba se esfumó por completo al no ver respuesta a los miles de mensajes y llamadas que Sophie había dejado para Tripp y el abuelo.

Se la había pasado todo el verano tratando de contactarlos: miles de mensajes, miles de llamadas, miles de visitas a la mansión, miles de recados, miles de cartas... Sophie había probado todos los métodos para llamar su atención, pero ninguno parecía funcionarle.

Su último as bajo la manga había sido ganar el Hampton Classic y, así, creer que obtendría un poco de su atención. No obstante, su buzón seguía vació y la ausencia de su abuelo se hacía más presente día con día.

Debía resignarse, ellos no iban a ayudarlos. Y no porque no supieran sobre su situación, todo lo contrario, sino porque su decisión había sido abandonarlos como castigo a sus acciones. Más bien, a las acciones de sus padres.

Pero, ¿era justo que Nathaniel y Sophie sufrieran las consecuencias de actos que ellos nunca cometieron?

No, pero, ¿cuándo algo en su vida había sido justo?

Sophie se dejó caer de cuclillas, llevándose las manos al rostro en señal de frustración. Quiso llorar y gritar por la impotencia, pero se reprimió a sí misma en hacerlo. No le serviría de nada hacerlo.

Alzó su rostro, sin ninguna expectativa de por medio. Sophie miró hacia la deriva. Y entonces, la vio.

¿Era posible que...?

Sophie contuvo la respiración al momento en que la chica se giró hacia ella. Sophie se quedó pasmada por unos segundos, pero rápidamente el alivio embargó todo su sistema. No obstante, deseó encontrar en esos ojos verdes que la miraban con suma curiosidad a aquellos ojos marrón miel que le quitaban el aliento.

Esos, los ojos verdes más expresivos del mundo que la miraban con genuino interés pero que, para lamento de Sophie, no le decían nada de lo que ella tanto anhelaba percibir.

Deseó encontrarla en sus mejillas, pestañas, cejas y labios.

Deseó encontrarla en esa angelical sonrisa que le dedicaba.

Deseó encontrarla en el misterio y en lo etéreo que emanaban de ella.

Deseó que, al sentirla, la encontraría en el roce de piel con piel.

Pero aquella chica que la veía, por más que tuviera el interés de conocerla, en ese preciso momento la desconocía. Y Sophie estaba consciente de ello ya que, por más que encontrara en ella cierta familiaridad que la hacía sentirse en casa, nunca encontraría por completo lo que ella buscaba. Y todo porque aquella chica que veía no era quien Sophie tanto anhelaba que fuera.

No era ella.

Y por más que la buscara en alguien más, nunca lo conseguiría. Por más que quisiera encontrar en ella lo que hace meses perdió, nunca lo lograría: porque esa chica no era Blair. Y ese siempre sería su más grande problema.

Su móvil vibró en sus manos, por lo que Sophie apartó la mirada de ella bruscamente. Ni siquiera se dio cuenta que aquella chica venía en compañía de Charlotte y Carolina, pero tampoco le importó saberlo. No porque todo lo que le importaba estaba a su vista, en ese pequeño mensaje que recibió.

Sophie sintió que regresó a la vida al leerlo:

NEW TEXT MESSAGE!

From: Gossip Girl

e-blast #521

Nótese: Blair Waldorf en el Charles de Gaulle, de camino a casa. ¿Qué podría motivar a que la reina B abandone a sus padres antes del día del trabajo? Ha llegado a mis oídos un nombre. Seguro cierta persona muere por saberlo.













La brisa del aire impactaba en su rostro, pero aun así Sophie mantuvo el vidrio abajo.

Su corazón latía frenéticamente, sentía que se saldría de su pecho en cualquier momento. Una de sus manos se aferró al tallo del ramo de peonias que tenía en la palma, y la otra subió hasta el collar que colgaba de su pecho. Había adoptado la costumbre de juguetear con el dije que colgaba de el cada que se encontraba nerviosa, o ansiosa. De alguna manera, lograba tranquilizarla. Y tranquilizarse en ese preciso momento era lo que más necesitaba.

El Jitney se detuvo y el corazón de Sophie amenazaba con hacer lo mismo. Y lo hizo cuando la vio bajar del bus. Era ella. Era Blair. Sophie lo supo al segundo en que Blair puso un pie en la acera. Se veía increíblemente hermosa, tanto así que dejó pasmada a Sophie por varios segundos.

Cuando vio a Blair bajar del bus con aquel vestido azul marino y su melena castaña cayendo por uno de sus hombros desnudos, sin nada en las manos, ni siquiera un bolso o una cartera, le pareció un ángel.

Sophie reaccionó, tomando la manilla de la puerta con determinación, dispuesta a bajar y correr hasta ella. ¿Tenía lógica que lo hiciera? No, para nada. Pero en ese preciso momento estaba dispuesta a dejarse llevar por lo que sentía y hacer lo que su corazón le pedía a gritos que hiciera: y, en ese momento, su corazón le gritaba que fuera a por ella.

Sin embargo, no lo hizo.

Sophie se quedó sentada en su asiento, poco a poco soltando la manilla que hacía un momento apretaba con demasiada determinación, mientras observaba como aquel tipo tomaba de la cintura a Blair y la besaba con verdadera vehemencia.

Blair... su Blair.

Sophie no pudo dimensionar la rabia interna que eso le provocó, sentía quemarle todo el interior. No obstante, se mantuvo con una expresión hermética y distante. Era su karma.

—Es hora de irnos, Stuart —ordenó Sophie, endureciendo su gesto. Se limitó a subir la ventanilla a su lado, suficiente había tenido por hoy.

La limusina avanzó, dejando atrás aquella estación de buses.

Blair sonrió en grande, más triunfal que nunca, al momento en que se soltó del agarre de James y observó como la limusina, esa que conocía a la perfección, desaparecía de su vista.

Después de lo que pasó, no le dejaría las cosas tan fáciles a Sophie. Claro que no.












Boletín: Sophie Archibald esperando el Jitney. Un ramo de peonias en una mano y su corazón en la otra. Parece que el corazón de nuestra gran amazona ha sido domado desde hace mucho tiempo.

Pero, ya conocen el dicho, es bueno tener a alguien esperando por ti al llegar a casa, pero es mucho mejor llegar a casa con él.

Paloma Faith lo dijo y nuestra querida princesa Van der Bilt lo acaba de comprobar: sólo el amor puede doler así.

¿El karma no es una perra? Porque Blair Waldorf sí lo es.












—B, ¿estás segura de esto? —inquirió Serena, no muy convencida. Si era honesta, no le encontraba sentido hacerlo, pero sabía que de nada servía contradecir a Blair. Cuando algo se le metía en la cabeza a Blair, era imposible hacerla cambiar de parecer—. Esto parece más una misión suicida.

—Serena, basta —intervino Blair, con fastidio—. Ya te dije, sólo haremos una visita rápida a Nate e iremos a buscar al salvavidas. Fin de la discusión.

Serena soltó un suspiro.

—Claro, a Nate...

Pero Blair no pudo escuchar eso último puesto que se encontraba caminando hacia los jardines de la finca de los Archibald. Sabía a la perfección que no estaba pensando bien las cosas. Incluso podría decir que había cierta certeza en las palabras de Serena, pero ya no podía retroceder.

Aunque, nadie la había visto aún. Blair todavía tenía tiempo para arrepentirse, dar media vuelta e irse junto a Serena.

Sí, eso sonaba mucho mejor porque, ¿qué haría si se la encontraba? ¿qué le diría?

En primer lugar, ¿qué pretendía Blair parándose en el lugar donde sabía perfectamente que podía encontrarla?

Tenía que huir de allí lo más pronto posible. Así que, dio media vuelta, pero se detuvo al momento en que escuchó una voz conocida a sus espaldas llamarla.

—¿Blair? ¿Serena?

«Trágame tierra». Blair cerró los ojos y apretó los puños fuertemente. No podía ser cierto.

Serena, al ver el evidente estado de conmoción de Blair, se limitó a golpearla levemente con el codo para hacer que reaccionara. Blair lo agradeció internamente.

—Qué gusto verla otra vez, Anne —dijo Blair, un tanto tensa.

Una vez que dejó a un lado sus herramientas para jardinería, Anne se acercó hasta ellas para saludarlas. Las abrazó con cariño. Y cuando se separaron, fue el momento en donde Blair pudo caer en cuenta sobre su estado.

Blair no recordaba haber visto a Anne con un aspecto tan demacrado e inerte, tan fuera de sí y débil. La única forma de saber que se trataba de ella era por sus accesorios, no por su esencia pues se encontraba tan carente de vida que Blair creía estar viendo a un fantasma.

—El gusto es mío, Blair —respondió Anne, sin ningún timbre de emoción en su voz—. Le diré a Soph que están aquí, le dará mucho gusto verte...

—De hecho, Anne —intervino Blair, con timidez—, venimos a ver a Nate.

El gesto de Anne se transformó en uno lleno de desconcierto. Su vista viajó hasta Serena.

—¿Nate...?

—¿Pasa algo? —inquirió Blair, extrañada por el desconcierto de Anne.

Anne negó de inmediato.

—No, cariño. Nate llegará en unos minutos. Es solo que... —Anne la miró fijamente, con un deje de tristeza—, esperaba que pudieras hablar con Soph y, así, tú podrías...

—¿Sucedió algo con Sophie? —inquirió Blair, alarmada. Su semblante se transformó a uno lleno de preocupación.

—Esperaba que tú pudieras hablar con ella —continuó Anne—. Esperaba que, si lo hacías, Sophie pudiera abrirse contigo. Últimamente, no habla con nadie, ni siquiera con Nate, Eric o Serena —Blair miró a Serena, con preocupación—. Sólo quisiera saber... qué es lo que pasa por su cabeza. Todo este tiempo se la ha pasado metida en los establos y no interactúa con nadie más si no es necesario.

—Hemos tratado de que hable con alguno de nosotros, pero se ha cerrado muchísimo —agregó Serena, un tanto cabizbaja.

Anne miró a lo lejos, hacia los establos. Blair siguió su mirada y la encontró: sintió su mundo detenerse al verla. Sophie parecía no percibir su presencia puesto que se encontraba tan inmersa en lo que se encontraba haciendo y Blair lo agradeció.

—No estamos pasando por nuestro mejor momento familiar y temo que Sophie este absorbiendo más de lo que debería —la voz de Anne hizo que Blair regresara su vista hasta ella—. Me preocupa que esto llegue a afectarle más de la cuenta porque sé que le está afectando, al igual que a Nathaniel, pero a diferencia de él, a Sophie no sé cómo ayudarla.

Blair sintió su pecho doler al escuchar las palabras de Anne. Su mirada se encontró con un periódico tirado en el piso. Blair se inclinó para recogerlo al reconocer a Sophie en el titular:

La Gran Campeona Junior Hunter del Hampton Classic: Sophie Archibald.

"El momento más feliz de mi vida". Leyó Blair. No obstante, la foto en el periódico no reflejaba nada de felicidad en Sophie. En realidad, no reflejaba nada.

¿Qué había pasado ese verano y por qué Sophie no había tenido la confianza suficiente como para acudir a ella?

¿Por qué Sophie no había acudido a ella?

Blair sintió su corazón romperse en mil pedazos. Sintió el mismo dolor de esa tarde antes del verano, esa donde se suponía que ambas se verían y viajarían para pasar todo el verano juntas. Y, sin embargo, Sophie nunca apareció.

¿Qué pasó con ellas?

¿Qué pasó?













—Sophie, querida, es un gusto verte.

—El gusto es mío, Cece —Sophie se acercó hasta Celia, la abuela de Eric y Serena, y depositó un beso en su mejilla. Adobara a esa mujer—. Reggie y Rickey se encuentran en los establos. He tomado el atrevimiento de pasar directamente hasta allá para no causar ninguna molestia. Raphie ha venido conmigo.

Reggie y Rickey Rhodes eran los dos purasangre andaluces de Cece, los cuales, en la actualidad, se encontraban bajo el cargo de Sophie. Debido a su situación familiar, y a la urgencia de contar con liquidez para solventar las necesidades suyas y de su familia, Sophie había comenzado a trabajar como mozo de cuadra para el establo de las Rhodes, de Cece más bien, la cual, al igual que ella, y como una digna heredera del clan Rhodes, compartía la misma fascinación para los caballos que Sophie.

Por esa, y muchas razones más, era que ambas se llevaban de maravilla. Además, Cece le recordaba mucho a Sophie a su abuela paterna, Charlotte, la cual, lamentablemente, había fallecido dos inviernos atrás.

—De ninguna manera es una molestia, al contrario —respondió Cece, restándole importancia—, más oportuna no pudiste ser. ¿Por qué no nos acompañas, querida? Toma asiento, tenemos visitas.

Sophie no dudó en tomar asiento a un lado de Eric, al cual saludo con un beso en la mejilla para, posteriormente, revolverle su melena rubia con cariño. Chuck también se encontraba allí, pero Sophie decidió ignorar su presencia.

—¿Visitas? ¿Me perdí de algo?

—James, te presento a Sophie Archibald. Gran amiga de Serena, Blair y Eric. Y una nieta más para mí. Gran campeona en el Hampton Classic, un orgullo para todos nosotros —alagó Cece. Sophie sintió sus mejillas teñirse de rojo—. Y Sophie, querida, él es James Schiller, la pareja de Blair. Estudiante de Princeton. Y un chico maravilloso.

Al momento de escuchar eso, el rostro de Sophie se transformó a uno incrédulo. Así que él era la nueva "pareja" de Blair.

Sophie se sintió un tanto estúpida por haber sentido celos de él la noche anterior cuando los vio, a Blair y a él, besándose. Quizá fue por la falta de luz, o la falta de racionalidad en ella, pero, ahora que lo veía, no significaba ninguna amenaza para Sophie.

Esperaba más, si era honesta.

—Un placer —dijo Sophie, con hipocresía.

—El placer es mío. Te he visto en casi todos los titulares de los periódicos —respondió James, con un tono discreto de emoción—. Blair habría comprado todos de no ser porque llevábamos prisa. Felicidades por tu victoria.

Sophie sonrió inconscientemente. ¿Que Blair qué...?

—Te lo agradezco, James.... es James, ¿cierto? —inquirió Sophie, con leve sarcasmo en la voz. Claro que se acordaba de su nombre, sólo que quería tomarle el pelo. El chico asintió, sonriente—. Así que, estudiante de Princeton... —Sophie alzó una ceja.

¿Acaso el tipo ideal de Blair tenía que ver con los estudiantes/aspirantes a Princeton? Vaya...

—Bueno, de hecho...

—Blair, querida, qué bueno que estés de regreso —interrumpió Cece al momento en que Blair apareció en el jardín—. Mira quién ha venido a visitarnos.

La emoción con la cual habló Cece sorprendió a Blair, más no le fue contagiado el entusiasmo. De seguro se trataba de algún alcalde, algún empresario, o algo por el estilo. Así que Blair decidió no tomarle demasiada importancia hasta que, al llegar a la mesa, lo primero que apareció en su vista fueron esos hermosos ojos verdes que la miraban con detenimiento.

A Blair se le fue el habla. Se quedó estática, incapaz de articular palabra alguna. Sintió que la jarra que tenía en sus manos estaba a punto de resbalarse, pero, por suerte, fue el único objeto al que pudo aferrarse cuando sintió que sus piernas flaquearon.

No había podido verla con detenimiento en la mañana cuando acudió a la finca con la excusa de ver a Nate, mucho menos pudo hacerlo la noche anterior en la limusina cuando Sophie había acudido a la estación del Jitney junto a Stuart. Pero, ahora que podía observarla con claridad, Blair no supo exactamente cómo reaccionar.

Había cambiado. Algo en ella había cambiado. Su cabello estaba más largo y más rubio miel que nunca, y sus ojos verdes poseían el misterio de los secretos ocultos. Llevaba la misma fabulosa ropa ecuestre de la mañana, que pese al sudor y al polvo, a Sophie le seguía sentando de maravilla. Había adelgazado un poco ya que las facciones de su rostro se mostraban aún más marcadas y pronunciadas. Las pecas en sus mejillas se habían hecho más notorias debido a la su piel bronceada.

Parecía una princesa, irradiaba belleza en su máximo esplendor, pero a Blair le fue imposible pasar por alto el semblante melancólico presente en Sophie. Había cambiado, sí, porque ya no existía rastro de emociones en sus ojos.

—Y dinos, James —la voz de Chuck logró sacar del trance a Blair. Una vez que reaccionó, tomó lugar a un lado de James, tratando de tranquilizarse. Estaba nerviosa, sumamente nerviosa. Y el hecho de que Sophie no despegara su mirada de ella no la ayudaba en lo absoluto—, ¿has podido conocer a Harold y...? ¿Cómo se llama su novio?

Y ahí estaba nuevamente Chuck, hablando con su fastidioso timbre chillón. Sophie se limitó a sonreír genuinamente, mientras bebía de su jugo de naranja. Pese a las otras veces donde la voz chillona de Chuck irrumpía su serenidad, aquella vez no hacía más que causarle gracia.

Realmente se estaba divirtiendo en ese almuerzo. Y ver la cara del repentino fastidio, mezclada de irritación y sonrojes de Blair lo hacían mucho mejor.

—¿Román? —respondió James al instante recibiendo un asentimiento de cabeza por parte de Blair—. Sí, brevemente en el château. Aunque parece que le agradé mucho al gato, tengo las cicatrices que lo prueban.

Cece soltó una leve risa al escucharlo. Pobre chico.

—Y seguramente han hablado mucho en tan poco tiempo juntos —continuó Chuck, con todo el afán de fastidiar a James, cosa que Sophie dudaba que ocurriera. Chuck sólo estaba perdiendo el tiempo, más si quería causar algo en él, o peor, en Blair—. ¿Blair ya tuvo la oportunidad de compartir sus películas favoritas contigo? Tiffany's, Roman Holiday... y por supuesto Charada.

—Creí que tu tercera favorita era Funny Face —intervino James, confundido.

An Affair to Remember —habló Sophie, con serenidad, logrando así llamar la atención de todos los presentes en la mesa—. Su tercera favorita es An Affair to Remember, no Funny Face, mucho menos Charada —sonrió de lado, totalmente divertida—. Blair odia Charada.

Blair tuvo que reprimir la sonrisa que le provocó escuchar esas palabras por parte de Sophie. No, ella no iba caer. No iba a ceder tan fácilmente sólo porque Sophie formara esa estúpida sonrisa que tanto amaba.

—Chuck, Sophie, déjenlo en paz —espetó Blair.

—Sí. Qué tan bien conoces a Blair Waldorf es aburrido para aquellos que ya conocemos a Blair Waldorf —recriminó Eric, con fastidio.

—Además de ser transparente.

—Gracias, abuela.

—¿Por qué cuando dices esa palabra suena como un insulto? —inquirió Cece, con falsa ofensa.

Chuck soltó una risa.

—No, no me importa —dijo James, restándole importancia—. Quiero saber lo más que se pueda sobre Blair y qué mejor manera de aprender que con un test —James colocó su mano sobre la de Blair en la mesa. Esta última fingió una sonrisa—. Y si lo hace una de sus mejores amigas, qué mejor.

—Claro, tener a su mejor amiga te sumará puntos.

Eric casi se ahogó con el jugo de naranja al escuchar a su abuela. Sí, claro, su mejor amiga...

—Es una pena que llegaran en autobús y no en limusina —dijo Chuck, burlón.

—Charles tiene razón, es una pena —agregó Sophie, juguetona, sintiendo la mirada asesina de Blair sobre ella—. No sé si lo sabes, pero a Blair le encantan las limusinas. Es más, le fascinan...

—Cielo, ¿puedes pasarme la sal y la pimienta? —interrumpió Blair, con falsa dulzura en su voz.

James asintió en respuesta, amable.

Sophie juró que nada en el mundo podría borrar la sonrisa pintada en su rostro. Eso, hasta que el brazo de James cruzó frente a ella y lo vio. Su sonrisa desapareció al instante y un extraño dolor se instó en su pecho.

El pin de oro en forma de corazón.

El gesto de Sophie se endureció al momento en que quiso reprimir lo que en verdad sintió al ver el pin en la manga de James: dolor.

Para alguien ajeno, dicho pin parecería algo insignificante. Pero para Sophie no. Y es que era imposible que no significara algo, si ese pin había sido el causante de todo el dolor que Sophie era capaz de sentir. Entonces, su vista viajó rápidamente hasta la mano derecha de Blair en busca del anillo de rubí y diamantes que ella le había obsequiado mes y medio atrás.

En su lugar, encontró otro anillo.

—Olvidé por completo que debo llevar a Raphie con el veterinario —dijo Sophie, de forma repentina, poniéndose de pie. Eric y Cece la miraron sumamente consternados—. Les pido me disculpen —se acercó a Cece, depositando un beso en su mejilla—. Te agradezco la hospitalidad, Cece.

Sophie no esperó más, ni siquiera se molestó en ver a Blair por última vez.

Simplemente caminó hasta el jardín donde había dejado a Raphie y, una vez que llegó hasta él, desamarró el nudo de las riendas del árbol, dispuesta a irse, pero la voz a su espalda la detuvo.

—¿Eso es todo? ¿Simplemente te irás y ya? —recriminó Blair a sus espaldas—. Qué fácil es para ti irte, o peor, no aparecer, sin la más mínima explicación.

Sophie permaneció de espaldas, inmóvil. A Blair le pareció que no tenía ni la más mínima intención de encararla, pero supo lo equivocada que estaba cuando Sophie, de un momento a otro, se giró.

—Sé lo que significa ese pin para ti —respondió Sophie, con calma—. Se lo diste a Nate cuando le dijiste que lo amabas.

—Se lo pedí. Pesé que James debía tenerlo ahora —la voz de Blair tembló. Sophie lo notó.

—¿Sientes por James lo mismo que sentiste por Nate? —inquirió Sophie, sin más.

Blair tragó.

—Así es —respondió, incapaz de mirarla a los ojos.

Sophie dio un paso frente a Blair, acortando la distancia entre ellas.

—Te lo preguntaré una vez más, pero, esta vez, tendrás que mirarme a los ojos. De otra manera, no lo creeré —dijo, con determinación—. ¿Sientes por James lo mismo que sentiste por Nate?

Blair mantuvo su rostro cabizbajo por unos segundos, los suficientes para poder juntar la fuerza de voluntad requerida para que sus palabras resultaran convincentes, aún si para ella misma carecían de verdad.

Blair alzó el rostro, manteniendo su mirada fija en Sophie—: Sí —respondió, con firmeza.

Y Sophie lo pudo haber creído por la forma en la cual Blair mantuvo su mirada fija en ella, pero no pudo. No pudo porque se negaba en creer que Blair pudiera sentir eso por alguien más en tan poco tiempo, no porque ella misma no podría hacerlo si sentía a Blair tan adherida a su piel que, dejar de amarla, sólo significaría el fin de su existencia.

No pudo porque la conocía a la perfección y sabía que mentía. Y lo supo con exactitud cuando su vista dio con el collar en el cuello de Blair, ese del cual colgaba un hermoso anillo de rubí y diamantes. Ese mismo anillo que ella le había obsequiado como muestra de su amor por Blair.

Su corazón.

—Mientes —soltó Sophie, dando un paso hacia atrás. Blair parpadeó, desconcertada, y las lágrimas que ella había estado acumulando en sus ojos se derramaron por sus mejillas—. Y no voy a quedarme aquí presenciando como me mientes y te mientes a ti misma.

En un abrir y cerrar de ojos, Sophie ya se encontraba montada en Raphie y, de inmediato, salió de allí a toda velocidad junto al caballo, sin darle la oportunidad a Blair para objetar.













SA;

"¿Nos veremos en la ciudad?"

CB;

"Te creía más ansiosa por verme..."

"Pero no, mi plan logístico ya está trazado"

"Estaré allí por la noche"

SA;

"Bien, le pediré a Stuart que te recoja en la estación"

"Mantenme informada"


—Una soda italiana para usted, mademoiselle.

Sophie le sonrió a Nate, extrañada. Dejó de teclear en su móvil.

—¿A qué debo el honor? —inquirió, con gracia.

Nate sorbió de su pajilla, risueño. Tomó asiento a un lado de Sophie, en la banca frente al jardín de la finca, y dejó a un lado su mazo de croquet.

Sophie desvió la atención de su móvil para centrarse en Nathaniel. Lo miró, curiosa.

—Eres la sensación en todo East Hampton —respondió Nate—. Nos han regalado sodas italianas sólo porque nos han visto contigo.

—Increíble —ironizó Sophie, con gracia.

Nate bufó, fingiendo molesta.

—Soph, es tu momento. Tienes que disfrutarlo al máximo —refutó Nate, con incredulidad—. Y estoy seguro de que lo harás hoy, en la fiesta de blanco.

Sophie formó una mueca con los labios.

—No estoy segura en querer asistir.

—Vamos —animó Nate—, si es por Blair, allá encontrarás a miles de chicos... y chicas lindas.

Sophie cerró los ojos, con horror.

—Para ahí —dijo, llevando una de sus manos hasta los labios de Nate, silenciándolo—, no hagas esto tan incómodo.

—Sólo decía... —sonrió Nate, con burla—. Piénsalo, ¿si?

Sophie suspiró, sin muchos ánimos.

—De acuerdo, lo haré —respondió. Entonces, un recuerdo llegó a su mente y Sophie no pudo contenerse en decirlo—: ¿Y tú? Ahora que el verano está llegando a su fin, puedo decirte que nunca creí que anduvieras con Serena.

Nate la miró—: Qué dices, si es la relación más real que he tenido.

—Ya. Y por eso te vieron salir semidesnudo de cierto hogar en plena luz del día —soltó Sophie, irónica. Nate palideció—. Vamos, ¿quién es la chica... o el chico? ¿si quiera te gustan los chicos?

—Y decías que no querías que lo hiciera tan incómodo.

Sophie soltó una carcajada de la cual Nate pudo contagiarse. Dejó caer su cabeza en el hombro de Nate, permitiéndose a sí misma relajarse. Hacía mucho que no se sentía tan segura como para permitirse bajar la guardia.

En cambio, Nate sólo pudo mantenerse callado, sin la intención de decir más. Agradecía infinitamente el hecho que Serena no le contara sobre Catherine a Sophie. No tenía ganas de hablar sobre eso, mucho menos después de que ella lo terminara el día anterior.

Además, sabía que si Sophie se llegaba a enterar... no, lo mejor era que no lo hiciera.

—Archibald —Sophie abrió los ojos cuando escuchó la voz de Chuck cerca de ellos. Suspiró, exhausta. Definitivamente no podía disfrutar más de un minuto de tranquilidad—, tú estuviste en la cena. ¿Dónde estudia el consorte de Blair?

Sophie lo miró, extrañada.

—Princeton —respondió Sophie, sin encontrarle importancia a aquel dato.

—Pues no es lo que le dijo a Blair —dijo Chuck, serio—. Es hora de llamar a la artillería.

—No olvides contarnos los detalles, Chucky —gritó Sophie, sarcástica, haciendo reír a Nate.

El móvil de Sophie sonó, era un mensaje. Rápidamente se reincorporó sobre sí misma para poder leerlo.


CB;

"Veámonos en la fiesta de blanco"

"Hay unos amigos que me gustaría presentarte"


—¿Y bien? —Sophie alzó el rostro de su móvil, distraída. Frunció el ceño al no entender el significado de las palabras de Nate—. ¿Vendrás a la fiesta de blanco?

—Te dije que lo iba a pensar.

—Yo te vi muy pensativa hace un rato.

Sophie lo golpeó levemente en el brazo, con gracia.

—Bien, tú ganas —cedió Sophie.

—Genial —respondió Nate, depositando un beso en la mejilla de Sophie.

Sophie dirigió nuevamente su atención hasta su móvil, resignada.


SA;

"Confío en ti.."

CB;

"No te defraudaré"

"Nunca..."












A veces, las estrellas se alinean para que dos viejos amigos se reúnan. Pero, a veces, se alinean para que dos antiguas llamas se quemen totalmente.

¿Qué deparará el cielo para S? ¿Amistad, o fuegos artificiales? El caballero de la noche está aquí.













—Un Manhattan, por favor.

El Barman asintió, encantado. Y Sophie le sonrió en agradecimiento.

Una vez el Barman desapareció de su vista, su sonrisa también lo hizo. Soltó un suspiro, exhausta. Realmente no sabía qué estaba haciendo allí. Se dio la vuelta, dejándose caer de espaldas sobre la barra, observando a su alrededor.

El recinto estaba lleno de rostros familiares. Tan conocidos que nadie estaba seguro de si Sophie acababa de llegar o llevaba allí toda la tarde. Aunque, la respuesta se podía obtener fácilmente con verla a detalle: la melena rubia ondulada cayendo sobre sus hombros desnudos y adornada con una bandana blanca. El maquillaje perfecto, junto con el vestido blanco bien planchado y los tacones bien puestos. Sí, hacía no mucho que acababa de llegar.

Por eso, al verla, Chuck no dudó en ir hasta ella, para mala suerte de Sophie, arrastrando a Eric con él.

—Así que James Schiller no sólo no va a Princeton, sino que tampoco va a Georgetown —soltó Chuck una vez llegó, junto a Eric, hasta Sophie.

Sophie le hizo una mueca de irritación y se giró hacia el Barman, esperando por su coctel.

—Charles, esto ya es acoso —respondió Sophie, fastidiada con el tema de James.

—¿No te interesa con qué tipo de gente está saliendo tú mejor amiga? —le preguntó Chuck, recargándose a un lado de ella en la barra—. No hay registro de James Schiller, ni en Georgetown, mucho menos en Princeton.

Sophie rodó los ojos, estaba harta con ese tema.

—De hecho, no encontré registro alguno en ninguna universidad —dijo Eric, llamando la atención de Sophie.

—¿Ahora eres Sherlock Holmes? —inquirió Sophie, con ternura, suavizando su gesto ante Eric el cual se endureció de inmediato al regresar su mirada hacia Chuck—. Charles, ¿no tienes algo mejor qué hacer en lugar de estar involucrando a Eric en tus asuntos de acoso enfermizo?

—James es un talentoso Señor Ripley —continuó Chuck, hablando con esos aires de superioridad que hacían exasperar a Sophie—. Si quieres entrar en la clase alta, nada más fácil que hacerlo por medio de una mujer despechada.

—Eres un idiota, cariño —respondió Sophie, con una falsa sonrisa pintada en su rostro—. Único en tú tipo.

Chuck la miró, malhumorado.

—Di lo que quieras, pero sabrán que tenía razón cuando lo desenmascare.

—Buena suerte con eso —dijo Sophie, con un deje burlón. Le sonrió nuevamente al Barman una vez le trajo su coctel—. Gracias —le dijo, encantada. El hombre simplemente soltó un suspiro, anonadado, pero a Sophie no le pudo importar menos. Se giró hacia Eric, tomando su coctel en el proceso—: Nos vemos en otro rato, ¿vale?

Sophie comenzó a caminar, ignorando por completo a Chuck a sus espaldas.

—¿A dónde vas? —le gritó Chuck.

—Hay gente que sí tenemos cosas importantes que hacer, Charles.

Y se fue de allí, caminando sobre el mar de invitados.

Tenía que llegar a la habitación más cercana al jardín. Allí acordaron en verse. A decir verdad, tenía mucho que no lo veía y, para su lamento, había cierta curiosidad en Sophie por verlo. ¿Seguiría igual que aquella noche del baile de debutantes? No tenía ni la más remota idea.

Cruzó por la piscina, donde había un par de gente haciendo su propia fiesta dentro. Pero eso no fue lo que logró llamar la atención de Sophie.

La diadema blanca fue lo primero que vio, reconociéndola de inmediato. Le pareció tierno que, aun en momentos como esos, Blair aún se mantenía portándolas. Era algo característico de ella y Sophie lo amaba por completo.

La vio caminar junto a James y, mientras él parecía estarle contando algo importante, Blair parecía de lo más desinteresada. La bebida en su mano parecía más importante que la presencia de James a su lado.

Eso, hasta que la mirada de Blair se encontró con la de Sophie, y esta última no apartó su mirada, al contrario, la mantuvo todo el tiempo sobre Blair, fija en ella y por lo que tuviera por hacer. Así que a Sophie no le fue difícil observar cómo Blair, de un momento a otro, cambió su actitud volviéndose de los más cariñosa con James. Comenzó a besarlo y Sophie tuvo que ahogar su paladar en un trago de su coctel para desaparecer el disgusto que, pese a saber que era falso, le provocó.

Sophie retomó su camino hasta la habitación. Y, una vez que llegó, se detuvo un momento antes de girar la perilla.

¿Estaba segura sobre lo que estaba a punto de hacer? No, pero necesitaba el dinero. Lo necesitaba más que nada en el mundo.

Sólo había una manera de averiguarlo.













"El juego empieza a medianoche. Tienes hasta entonces para decidir si estás dentro, o no".

Sophie terminó su coctel de un solo trago, mientras miraba a la deriva, pensativa. ¿En verdad quería volver a las viejas mañas en las que tanto le había costado salir? Además, que él volviera a estar involucrado no ayudaba mucho.

Demasiado trabajo les había costado a ambos salir de ese agujero como para volver a caer allí, pero, ¿qué otra opción tenía?

—¿Y tú consorte? —le inquirió Sophie a Blair cuando pasó frente a ella, sin la compañía de James, logrando captar su atención—. ¿Dónde está Princeton?

—¿Acaso te importa? —espetó Blair, dándose la vuelta, molesta. Sophie alzó las cejas, en señal de sorpresa—. Se ha ido. Y es culpa tuya.

—Ya... exactamente, ¿qué fue lo que hice? —respondió Sophie, con cautela—. Creo que no hacía falta que hiciera algo para que él supiera la verdad: tú no lo quieres, mucho menos lo amas. Ni siquiera te gusta.

—No, no me gusta. No lo quiero, mucho menos lo amo —refutó Blair—, sólo lo usé como arma en contra de la persona quien realmente me hace sentir todo lo que él no puede, ni podrá —al escucharla, el gesto de Sophie decayó poco a poco—. Yo no habría necesitado a James si no me hubieras plantado en el helipuerto. Me obligaste a usarlo. Y ese es el único motivo por el que estoy con él, porque ni le quiero, ni le voy a querer en mi vida.

Sophie intentó detenerla al momento en que Blair dio media vuelta, pero no pudo. No porque, cuando quiso hacerlo, ya había sido demasiado tarde: Blair se había ido.

Sophie salió detrás de ella, pero sintió un tirón en su brazo detenerla.

—¿Qué...?

—¿Tú sabías de esto? —espetó Chuck, llevando la pantalla de su móvil hasta la vista de Sophie.

Sophie lo miró, sin comprender.

—¿De qué hablas?

—Su nombre es Marcus Beaton —continuó Chuck, bajo la mirada de desconcierto de Sophie—. Es británico. Y un Lord.

—¿Quién, Charles?

—James...

Y fue entonces cuando Sophie comprendió todo.

No podía ser cierto.













Una brisa recorrió su cuerpo entero cuando llegó hasta la entrada del recinto. Entonces, la vio, de espaldas a ella.

Sophie caminó con cautela hasta ella. Pero no hizo falta que soltara palabra alguna para llamar su atención. No porque, antes de llegar hasta ella, Blair se giró, encontrándose frente a frente.

—¿Ya terminaste de destruir mi velada, o vienes en busca de más?

Sophie sonrió, con tristeza.

—No creo que sea necesario que haga algo para lograrlo —respondió, sin muchos ánimos.

Blair la miró con detenimiento.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? —inquirió Blair, con una mezcla de esperanza y temor.

—No lo sé —mintió Sophie, mirándola fijamente—. Sólo sentí la necesidad de llegar hasta ti. Puedo hacerte compañía...

—Marcus no tarda en regresar, fue por el auto.

—No planeo retenerte.

Blair no supo cómo interpretar esas palabras, por lo que buscó refugio en sus ojos. Creyó que encontraría respuesta en esos hermosos ojos que siempre delataban a Sophie ante cualquier sentir en su interior.

Sin embargo, no encontró nada que lograra consolarla.

Los ojos verdes de Sophie brillaron, pero no fue el brillo que a Blair le hubiese gustado ver. Brillaban, sí, pero no porque estuvieran cristalinos, o porque estos le dijeran algo a través de un destello.

No.

Brillaban por la ausencia de su esencia.

Blair no pudo reconocerla.

—Dime algo, Sophie —suplicó, acortando la distancia entre ellas.

—¿Qué cosa podría decir? —balbuceó Sophie, perdiéndose en su mirada.

—La verdad —Blair llevó sus manos hasta el rostro de Sophie, sosteniéndolo con súplica—. ¿Qué pasó este verano? ¿Qué fue lo que hizo que retrocedieras? ¿Y por qué siento que la persona que tengo en frente no es la misma que me entregó todo de ella sin temor alguno? ¿Qué pasó, Soph? —suplicó, con voz rota—. ¿Por qué no pudiste acudir a mí? Yo habría estado ahí para ti. Si tan sólo...

—Blair...

—Dímelo. Algo que no deberías decirme —respondió Blair, en un sollozo ahogado—. Algo que no debas.

Sophie tragó duro, reprimiendo sus lágrimas.

—¿Cómo qué? —soltó, en un hilo de voz.

—Tú sabes qué —respondió Blair, con las lágrimas cayendo por sus mejillas, incapaz de detenerlas—. Dímelo y no subiré a ese auto. Dilo y retrocederemos el tiempo, y podremos volver a ser lo que fuimos aquella última noche —tragó—. Volveremos a ser nosotras. Y sé que también lo quieres, porque por más que te niegues a ello, veo en tus ojos el mismo anhelo de un futuro juntas. Lo sé, porque yo también lo conservo —la miró fijamente—. Dime que todo esto es un malentendido, que sigues siendo tú y que lo que sientes por mí sigue siendo lo suficientemente fuerte para soportar todo, y a todos. Así que dilo. Dime que no quieres que me vaya —suplicó, aferrándose a Sophie—. Pídemelo. Y no iré a ningún lado. Ni ahora. Ni nunca. Sólo dilo.

Sophie tragó en seco, reprimiéndose a sí misma. Cualquiera que la viera en ese momento diría que a ella no le importaba en lo absoluto lo que Blair tuviera por decir. Mucho menos, que le tomase importancia a lo que ella misma intentaba decir.

¿Siquiera había algo que Sophie quisiera decir?

Sí, había mucho.

No obstante, Sophie no pudo hacerlo. Y tampoco pudo decir lo que Blair tanto anhelaba escuchar. No, aún no.

Se apartó inconscientemente, contribuyendo así a que el abismo que las separaba incrementase. El espacio entre ellas nunca había sido tan silencioso y carente de emociones hasta ese momento.

Sophie se apartó, no queriendo alejarse de ella en lo absoluto, pero tenía qué. Debía hacerlo. No podía arrastrarla a su propio infierno. Nunca se lo perdonaría si lo hacía.

—Blair...

Escucharon la voz de James, ahora Marcus, a lo lejos. Pero Blair no pudo importarle menos. Lo único que le importaba lo tenía frente a ella: Sophie.

—Sophie, mírame —suplicó Blair, entre lágrimas—. Dilo y me quedaré, te lo prometo.

Pero Sophie no pudo hacerlo.

Y a Blair le pareció que tampoco quiso hacer el intento.

—Marcus espera por ti.

Ahí Blair lo entendió.

—Gracias por cumplir con tu palabra y no retenerme.

Y fue entonces que, en un abrir y cerrar de ojos, Blair desapareció, llevándose con ella lo único que mantenía viva a Sophie: su amor.













Dicen que el amor de verano es efímero. Pero a veces, lo que empieza con una aventura, puede llevar a algo verdadero. Un simple viaje a la playa podría ser todo lo necesario para aclarar nuestras mentes, abrir nuestros corazones y escribir un nuevo final para una vieja historia.













El automóvil se detuvo frente a ella. Le había dado tiempo en poder secar sus lágrimas, pero su rostro demacrado y sus ojos hinchados por el llanto la delataban por mucho.

—Vine lo más rápido que pude.

—Da igual, sólo sácame de aquí —respondió Sophie, subiendo al auto. Sintió una mano en uno de sus mechones rubios junto a leves caricias.

—Carter...

—¿Estás segura en querer hacerlo? —inquirió él, con preocupación—. Aún podemos cancelar, no les debemos nada.

Sophie lo miró y Carter pudo ver la tristeza en sus ojos.

—Debo hacerlo —respondió Sophie en un hilo de voz—. Sólo... no me dejes sola.

Carter sonrió, tomando la mano de Sophie con delicadeza.

—Nunca —respondió, depositando un beso en la mano de Sophie.

Y el auto avanzó.



Hay algunos que se queman con el calor. Ellos sólo quieren olvidar y empezar de nuevo. Pero hay otros que quieren que cada momento dure para siempre. Todos concuerdan en una cosa: el bronceado desaparece, las luces se oscurecen y a todos nos harta la arena en los zapatos. Pero el final del verano es el comienzo de otra época y nos encontramos mirando hacia el futuro.

Aún no han visto nada.

xo xo GOSSIP GIRL

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