Luna Maldita

By celinewell_

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+18 «Mi príncipe azul es el villano» . . . Cuando una muchacha aparentemente herida, llega pidiendo ayuda en... More

Sinopsis 🐺
Capítulo 1 🐺
Capítulo 2 🐺
Capítulo 3 🐺
Capítulo 4 🐺
Capítulo 5 🐺
Capítulo 6 🐺
Capítulo 7 🐺
Capítulo 8 🐺
Capítulo 9 🐺
Capítulo 10 🐺
Capítulo 11 🐺
Capítulo 12 🐺
Capítulo 13 🐺
Capítulo 15 🐺

Capítulo 14 🐺

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By celinewell_



STELLA

A la mañana siguiente, despierto con miles de peonias endulzando mi habitación. Están por todas partes, por el tocador, en la mesita de noche, en el escritorio, en los muebles en el espacio de la librería y sus sillones conjuntos para sentarse mientras disfrutas de un buen libro. En el suelo, ahí hay miles de ramos, tengo miedo de salir de la cama y aplastar alguno.

¿Qué pasó aquí? ¿Se metió un florista y vomitó?

Me encuentro sentada mientras deslizo las yemas de mis dedos por el papel aterciopelado de una carta que había al lado de mi almohada. Estoy decidiendo si abrirla o no, no sé qué puede haber en su interior y eso me desconcierta.

Mis ojos están irritados por todo lo que he llorado, las ondas de mi cabello se han desecho y solo se me la maraña sin peinar.

Estoy echa un desastre, con un sentimiento de culpa agonizador.

Respiro hondo mientras abro los pliegues de la carta, es totalmente blanca y tiene un sello real con la silueta de un lobo.

Un mensaje con una letra masculina llama mi atención, así empiezo a leerlo con lentitud. El corazón late en mi pecho queriendo huir, pero resisto.

«No quiero verte, pero eso no significa que no te llene de regalos.

Un pequeño presente para mi princesa.

No te marches.

Killian Wolf. »

Mi mirada va directa a la pequeña maleta con algunas prendas que él me ha regalado, cuando llegué aquí no pedí nada, y me llenó el vestidor de vestidos bonitos, ropa interior, accesorios costosos... La lista es larga. Killian siempre estuvo detrás del personal, para que me dieran todo lo que yo pedía. Todas los elementos básicos que había perdido en mi aldea.

Y ahora me ha llenado la habitación de peonias.

De mis flores favoritas.

No es cómo los demás hombres.

Mi lobito tiene algo distinto que me enamora.

La sonrisa que tengo dibujada en los labios, pierde la fuerza y termino con lágrimas bajando por mis mejillas.

Guardo la carta en un cajón de la mesita de noche. Me hundo nuevamente en la cama, las sábanas me protegen del exterior y me arropo con el edredón hasta la cabeza mientras mis lloros son suaves.

¿Por qué no me salen las palabras cuando me gritan? ¿O cuando estás enfadados conmigo?

Solo me quedo paralizada, no puedo expresar lo que siento, necesito tiempo y a veces el tiempo no es suficiente.

Me gustaría que Killian entendiera que lo quiero, pero que por ahora, no puedo meterme en su cama, ni aceptar el compromiso porque no estoy preparada para nada de eso. No se como ser una esposa, ni siquiera sé cómo voy a ser la madre de este bebé que cargo en mi vientre.

—¡Stella, bonita! ¿Dónde estas? —la puerta se abre y una voz femenina se introduce en mi dormitorio —. Opa, cuantas peonias. Te va a dar alergia.

Sigo encerrada en mi guarida calentita.

—Soy Lavinia, la bruja que se estrelló anoche en tu balcón y te delató —suelta una risita tímida —. Me agarró el remordimiento y quiero ser tu amiga.

—No quiero amigas.

—¡Genial, entonces seremos amigas!

Asomo mi cabeza para buscarla, está tocando una peonia y oliéndola. Cuando nota que he salido de mi espacio seguro, me observa con el ceño fruncido.

—Pero primero te voy a enseñar a hacer un hechizo de mejorar tu peinado. Es horrible —acusa divertida.

—Es que no me peiné. No tengo ánimos para nada, quiero estar sola.

Se acerca hasta los pies de mi cama, tirando del edredón para destaparme. Lucho porque no quiero salir, me siento mal, no tengo ánimos. Solo quiero llorar y pensar en cómo solucionar mis palabras.

—¿Te vas a deprimir por amor? Mejor sal de esta habitación y vete a seducirlo. Con un movimiento de pestañas, cae a tus pies de vuelta —hace un movimiento sensual con sus cejas, las mueve de arriba abajo.

—¿Cuál amor?, arruiné todo —me tumbo en la cama y sollozo.

Lavinia tira del edredón conmigo debajo, me desplaza por la cama hasta que me alcanza y me incorpora por los hombros ayudándome a que me siente en la cama.

—No arruinaste nada, aún hay esperanza. El amor es indestructible.

Me encojo de hombros.

—Nos hicimos daño, quiero irme de aquí. No voy a estar a gusto porque se que metí la pata. Por Dios, tengo diecinueve años, debería ser un poco más madura y poder expresarme —hago un puchero.

—Una pelea siempre la tienen todas las parejas y luego lo arreglan. Péinate esas ondas —se aleja en dirección a mi vestidor —. Voy a ver que tienes, la depresión fuera, bienvenidos los vestidos sensualones.

Me quedo sentada parpadeando mientras rebusca en mi vestidor.

—Que asco de vestidos, ninguno me gusta para ti. Deberíamos ir de compras al pueblo.

—Me tengo que ir.

—¿A dónde? AAAA UN COLLAR DE DIAMANTES.

—Lejos de aquí. Oye, ¡suelta ese collar!, ni siquiera sabía que había uno guardado.

Me levanto de la cama, aplasto una peonia con la planta de mi pie porque están por todos lados. Ni siquiera sé cómo esa bruja puede desplazarse con tanta agilidad, a mi me cuesta llegar al vestidor.

—Tu no te irás de aquí, ni tampoco el Alfa lo va a permitir. Solo está molesto y parte de culpa la tienes tú —acusa de vuelta.

Me escuece el corazón.

Me encuentro a Lavinia con el collar de diamantes en su cuello, está observándose en un espejo.

—¿Y qué tal? ¿Cómo me veo? ¿Luzco como una mujer de la realeza?

—Devuélveme mi collar, Lavinia.

—¡Pero si tienes más! Déjame algunos. No lo vas a lucir escondida en la cama, yo sí. Después de ayudarle al Alfa con su ejército, mi Aquelarre y yo nos vamos hacía Parys. Seguro encuentro a un vampiro guapetón, los vampiros son los mejores.

—Ajá. Dame mi collar.

—Ay, que mala amiga —devuelve el collar en el cajón del vestidor donde se encuentra toda la joyería fina —Pobres diamantes.

Me pongo con los brazos en jarra, esperando su próxima frase. Había muchísimo, tiene conversación para todo.

—Está bien, vendrás conmigo al pueblo. Ponte lo que sea, y no acepto respuesta negativa. Voy a ver que maquillaje tienes, SEGURO ES CARÍSIMO —sale corriendo del vestidor para proceder a abrir todos los cajones del tocador y tirar las peonias que le impiden el acceso.

No pienso ir a ningún lugar con mi nueva amiga Lavinia.


Lavinia me dijo que Killian estaría ayudando a los habitantes de la manada, sus casas siguen destruidas y hay muchas familias sufriendo. Han perdido algunas de sus pertenencias en el ataque de los ogros. Así que la acompañé, porque necesito calmar la ansiedad de mi pecho. Y eso solo se detendrá, cuando vea a Killian.

Solo un rato.

Y a escondidas.

Pero lo tengo que encontrar.

El pueblo no es igual a la primera vez que lo pise, está muy demacrado. Algunos de sus edificios están llenos de grietas, y otros arrancados hasta los cimientos. Hay muchas personas que están trabajando en nuevas propiedades, todos se ayudan entre ellos para avanzar y olvidar el caos.

Lavinia aparca su coche, seguimos el trayecto a pie hasta la plaza del pueblo, donde según ella vio una tienda muy bonita. Lavinia se hospeda en un hotel en el pueblo, y por las mañanas va a ayudar en los combates con los guerreros. Pero hoy se ha cancelado, porque la situación en la manada es grave. Las personas no tienen hogar, ni pueden dormir y empiezan a estar depresivas.

Los habitantes empiezan a mirarme, cuchichean, es una cosa que me incomoda. Siguen pensando que soy un monstruo, ni siquiera se pararon a ayudarme ese día. Pero hoy es distinto, parecen sorprendidos.

—¿Esa es la acogida del Alfa?

—Sí, esa es la humana.

—Pero no puede ser, no se parece al monstruo.

—¿Seguro que será nuestra Luna? La verdad yo la veo muy débil. Mira que ojeras.

—Estará enferma, los humanos se suelen enfermar mucho.

—Ella no puede ser nuestra Luna, es una humana. El concejo licántropo no lo va a permitir.

—Pues a mí me parece que es linda.

—Y está embarazada, mira su panza.

—¡No seas tonta, es que está un poco gorda!

Un círculo de mujeres que están esperando su torno en un puesto que venden fruta, cuchichean de mí. Puedo oír sus palabras, no estoy sorda. Descubro que me afecta más de lo que pensaba. Ignoro esos comentarios y me desplazo por la plaza junto con Lavinia.

La sigo porque es la única persona que puede ayudarme si a esta gente le da por abalanzarse a mi de nuevo. No creo que eso pase, pero fueron muy salvajes en mi primer encuentro.

La bruja se detiene en un establecimiento, el cristal de su escaparate tiene una gran grieta que surca de lado a lado.

—¡Tienen cuarzos mágicos! —grita Lavinia, entra en la tienda casi corriendo.

Niego con la cabeza y la espero afuera. Hay muchas cosas que quiero comprar, pero no tengo dinero para hacerlo. Killian me ha abastecido de todo, pero estoy en un punto que dependo de él y eso no me gusta. Quiero conseguir un trabajo y valerme por mi misma.

Estoy pensando en algunas cosas, cuando veo una tienda al otro lado de la calle que venden telas. Me pica la curiosidad, así que me alejo de la otra tienda para ir a inspeccionar que clase de telas son. Son hermosas, las hay de todo tipos, incluso las que tienen pedrería y brillan bajo los rayos de sol de la primavera.

Daría lo que fuera por comprarme una de estas telas y hacerme un vestido para mí.

Acaricio otra tela, esta vez es aterciopelada y rosada, el tono pálido que tiene este rosa es alucinante.

Algún día.

Un grito agónico llega hasta mi cerebro, me asusto porque no me lo esperaba. Parpadeo intentando enfocar la vista de donde proviene, una mujer está gritando a una casa. Por la ventana está saliendo un humo espeso, aún leve, pero está aporreando la puerta de la entrada como si su vida dependiera de ello. La gente se detiene para observar, algunos trabajares que están remodelando las casas derruidas, se detienen para mirar.

—¡Por favor, ayúdenme! Mi pequeño cachorro está ahí dentro! ¡No puedo entrar! —solloza la mujer.

Me aliso la falda de mi vestido corto, mis piernas caminan hacia el lugar como piloto automático. No puedo evitar ir para ver que puedo hacer y cómo ayudarla, su casa está literalmente ardiendo y su bebé ahí dentro.

—Trasformate y tira la puerta —le digo.

—No puedo... —sus ojos están llenos de lágrimas y su rostro se plasma en terror más absoluto —. Las puertas son de plata, ni aunque me convirtiera en loba podría derribarla. Solo se abre desde dentro, es un mecanismo moderno.

Un par de personas están llegando para ayudar más. No se que hacer, tengo entendido que la plata hace mucho daño a los hombres-lobo. Caigo en cuenta que las manos de la mujer está en carne viva mientras da golpes a la puerta.

Sin éxito, no consigue abrirla.

—Oh, mi bebé —la mujer solloza mientras mira hacia una de las ventanas.

Una niña pequeña de aproximadamente tres años, está asustada con sus manos en el cristal de la ventana del segundo piso. Aferra su peluche de lobo, mientras la lágrimas bajan y mueve los labios llamando a su mamá.

Me parte el corazón.

Algunos hombres más fuertes vienen para ayudarla, pero aúllan de dolor en cuando su puño impacta contra la puerta. No están haciendo nada, la mujer grita agónicamente y el humo empieza a llevarse a la niña. Las llamas se tornan furiosas detrás de ella.

Se acabó.

Ningún bebé va a morir hoy.

No más muerte.

Me aferro al conducto de agua de la fachada, doy un salto y escalo utilizando mis pies para impulsarme. Mis manos se aprietan en el tubo de metal, solo rezo por que aguante. Con mi vestido se me dificulta, la rocas de la fachada me rompen la piel de la rodillas, pero tomo impulso para llegar hasta la segunda planta. La gente que amontona debajo de mi, ayudándome a alcanzar el alféizar de la ventana.

Mis dedos tiemblan cuando noto el mármol del alféizar arriba de mi, ya no hay manos sosteniéndome así que con un rápido movimiento, salto para agarrarme de la ventana. Si no me agarro bien puedo mi cabeza puede ir directa al suelo.

Subo por la ventana, el cristal está caliente cuando la intento abrir, pero está cediendo. Así que impulso, un y otro, hasta que mi cuerpo se aproxima al interior de la casa y caigo cubierta de cristales. Las manchas de sangre decorar el azul de mi vestido. He perdido un tacón y tengo una herida muy grande en el brazo.

Extraigo el trozo de cristal que tengo adherido a la piel y sigo. Escaneo el lugar, está cubierto en llamas y humo. Una tos infantil me revela la ubicación de la niña, así que rápidamente voy con ella. La tomo en mis brazos, su cuerpecito me abrazada mientras llora. Le pongo una manta por encima mojada, para evitar que las llamas la quemen cuando bajamos al segundo piso.

La casa está quedando envuelta en cenizas, y yo soy la única que puede salvar la vida de esta niña. Bajo por las escaleras con cuidado, el humo se encuentra en gran parte de mi visión y me pican los ojos.

Mis pulmones gritan de dolor cuando doy un último paso y bajo el peldaño, la puerta blindada de plata aparece así que voy y la abro. Pero no se abre, ni por fuera ni por dentro.

Maldición.

Las llamas se mueven más feroces, parece que nos persiguen para que nos volvamos cenizas. Mi respiración se atasca, solo respiro humo y las partículas de oxígeno parecen desaparecer.

La única opción que me queda es la ventana, corro hasta el salón donde hay varias personas ahí. Intentando rompiendo el cristal, el problema es que tiene forjas de hierro y no podemos pasar.

—¡La niña cabe!—me avisa un hombre.

Su mano atrapa a la niña para introducirla por las rejas de la ventana, tengo cuidado de que el cristal no dañe ninguna parte de su piel. Ayudo a que saquen a la niña, cuando el sol por fin le da en el rostro sonrío.

Todos corren para revisarla, dejándome sola ahora en la ventana. El humo se está apoderando de mis pulmones, es lo único en lo que puedo pensar. Y en que la niña está a salvo en los brazos de su mamá.

Y en los ojos marrones con destellos dorados de Killian.

Mi cabeza da vueltas, el fuego termina por quemarme la mano y grito de dolor, es sumamente horrible quemarse. Busco una salida pero todo está ardiendo. Mis pulmones colapsan, no puedo respirar, no encuentro la manera.

Mis piernas flaquean, me proyecto hasta la alfombra ardiendo del salón. La entrada de la puerta sigue poderosa, mientras yo me remuevo en suelo intentando respirar porque me ahogo. Me estoy ahogando y voy a morir.

Una explosión.

La puerta blindada explota en trozos revelando el cuerpo de un lobo con el pelaje negro, con esos ojos dorados que me encantan.

Los párpados me pesan mientras la muerte se apiada de mi.

Y me lleva tras su rastro de sombras oscuras agonizadoras.

🐺

Alguien se va a poner muy furioso, sisisi. Esperemos que esta vez no mande decapitar a nadie jejejeje.

STELLA AGUANTA NO TE MUERAS.

BEBÉ AGUANTAS NO TE MUERAS.

Mierda, me encuentro mal. Las emociones que estoy sintiendo escribiendo este libro no son normales.

Necesito escribir el próximo capítulo, necesito que todo vuelva a la normalidad. ¿En qué punto las cosas que pusieron tan feas?

Pueden matarme comentando aquí. ✍🏻

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