Tras hablar con Lidia, Adrián siguió sus indicaciones para llegar al despacho de Aarón, donde este le esperaba. Las manos le sudaban y un hormigueo extraño se apoderó de su cuerpo antes de reunirse con él. Apenas había cruzado unas palabras con él, pero no podía evitar sentirse intimidado por su imponente presencia. No estaba seguro de si se debía a su aspecto formal o al hecho de que fuera alguien tan importante para Nina.
En cuanto estuvo frente a la puerta, a pesar de estar abierta, llamó antes de entrar.
—Pasa, te estaba esperando. Nina se ha quedado en el salón esperando, supongo que mientras estemos reunidos, la acompañará Lidia.
—¿De qué quieres que hablemos?
—¿No está claro? —cuestionó Aarón con voz suave—. Como dominante, Nina es tu maestra, pero mientras aprendes a ejercer como un buen sumiso, yo también lo seré. No obstante, no es a mí a quien debes obediencia, sino a ella.
—Lo sé.
—Supongo que ya podrás intuirlo, pero quiero ser claro contigo. Probablemente tengas que hacer cosas a las que no estás acostumbrado, como estar desnudo o practicar algo de sexo frente a nosotros. ¿Supondría algún problema para ti?
El corazón de Adrián se agitó, aunque era algo que esperaba que sucediera. ¿Cómo si no iban a enseñarle? ¿A través de la puerta?
—Es cierto que no estoy acostumbrado, pero daré lo mejor de mí para complacer a Nina. Si ella no tiene reparos, yo intentaré disfrutarlo a la par que ella.
Aarón sonrió.
—Tranquilo, si eres un buen aprendiz, te aseguro que pronto os dejaremos solos. Nina ya es una experta, solo necesita más confianza en su dominio y refrescar algunas de mis enseñanzas... —Apoyó los codos en el escritorio y juntó sus manos a la altura de su barbilla—. ¿Habéis tenido ya alguna sesión de iniciación?
—Si te soy sincero, no lo sé, aunque algunos intentos sí que hemos tenido.
—Si solo han sido intentos, te aseguro que después de la de hoy, no habrá más ensayos.
Aquellas palabras provocaron en Adrián algo más que un estremecimiento, que intentó no mostrar ante Aarón.
—¿Hay algo que desees con toda tu alma? ¿Algo que tenga que ver con Nina? —agregó.
—Un beso... tal vez.
Aarón sonrió al ver al chico avergonzado, pues había retirado su mirada antes de terminar la frase y parecía que sus mejillas se habían tornado de un leve tono rosado.
—Para empezar, me parece suficiente. Tienes en mente las palabras de seguridad que hayáis acordado, ¿verdad? —Él asintió—. Estupendo, necesitarás tenerlas en mente incluso cuando el placer te nuble.
Tras la reunión, Aarón regresó al salón y le indicó a Lidia que preparara a Adrián para la sesión. Mientras tanto, él y Nina se dirigieron hacia el sótano, donde se encontraba la mazmorra del amo. Sin embargo, no entraron en ella, sino en la zona recreativa que Aarón había transformado como regalo para Nina.
La iluminación era tenue, pero al entrar ella pudo ver un gran armario situado al fondo de la estancia. A cierta distancia, entre ellos y el mueble, un sofá específico para las prácticas BDSM, cuyo color negro resaltaba entre las paredes gris claro a ambos lados. Nina no pudo apartar la mirada del banco de azotes, negro como el resto de los muebles e instrumentos, que había a un lado de un asiento que parecía más un trono que una silla.
Para el poco tiempo que tuvo de prepararlo, Aarón se esforzó en la decoración, la elección de los muebles y los colores usados.
—Hoy más que nunca te sentirás como una reina, Nina —comentó Aarón mientras la animaba con un gesto de su mano a que se adentrara aún más en la sala. Después se colocó tras el asiento y apoyó sus manos en el respaldo—. Siéntate, este trono te pertenece.
Ella lo hizo con una sonrisa que no pudo disimular.
—No debiste molestarte, Aarón, mucho menos para un rato.
Él dejó escapar una pequeña carcajada, la primera desde que se volvieron a encontrar.
—No seas tonta, Nina. —Se situó frente a ella—. Este lugar no ha sido preparado solo para un rato. Es un regalo que te hago para que lo uses siempre que lo necesites —aclaró Aarón—. Enfrente hay otra puerta —la señaló con el dedo índice—, allí es donde tenemos nuestras sesiones Lidia y yo. Este sitio lo usábamos para atender a nuestras visitas y entretenernos un rato, pero prefiero que sea tuyo hasta que logres tener un espacio propio e íntimo donde podáis hacer todo el ruido que queráis.
—No me jodas, Aarón.
—Lo digo totalmente en serio. No es obligatorio que lo uses siempre, no espero que puedas venir a mi casa cada vez, pero sí cuando queráis algo más especial e intenso.
—Te lo agradezco mucho. Ojalá pudiera hacer por ti la mitad de lo que tú haces por mí.
Aarón tomó la mano de Nina y besó su dorso.
—Para mí es un verdadero placer.
Al escuchar unos pasos que se aproximaban, los dos guardaron silencio. El corazón de Nina se aceleró al instante mientras en su imaginación intentaba adelantarse a los hechos. No obstante, nada la preparó para lo que sus ojos presenciaron. Adrián caminaba hacia ella con el torso desnudo, la vista en el suelo y los pantalones como única prenda, además de la interior. Cuando ella logró visualizar el collar en su cuello, esbozó media sonrisa.
—Sumiso, acércate —dijo Aarón con solemnidad. Nina permaneció en segundo plano por el momento, sin perder de vista a los dos hombres—. Arrodíllate ante tu ama —le ordenó en cuanto Adrián quedó a escasa distancia de ambos—. Bien, ahora aproxímate más.
Adrián obedeció y se acercó más a Nina sin levantarse, justo como aquella noche en la que ella le invitó a su dormitorio. Mientras tanto, Aarón miró a Lidia y le indicó que se acercara con el maletín de Nina. Al entregárselo, le dio un beso en los labios como recompensa antes de que se retirara de nuevo. El hombre abrió la cartera y extrajo una cadena que luego le ofreció a Nina. Ella la recibió en sus manos, la observó durante unos segundos y después se inclinó hacia delante para engancharla en la argolla del collar de Adrián. Con una sonrisa dulce, colocó los dedos pulgar e índice de la otra mano en el mentón de su sumiso para que alzara la cabeza.
—Mírame.
Los ojos oscuros de Adrián se posaron lentamente en su rostro y un pequeño escalofrío recorrió la espalda de Nina.
—¿Qué es lo que más deseas?
—Un beso, mi señora.
—Entonces, gánatelo. —Mientras hablaba, acarició el rostro del chico, la oreja izquierda, el pendiente que colgaba de esta y el pelo, hasta llegar a la zona entre la nuca y la coronilla. Agarró algunos mechones y tiró con suavidad. Un gemido escapó de los labios del chico.—. Dime cómo lo harías y yo decidiré si mereces dármelo —añadió en un murmullo.
Adrián tuvo la intención de girar la cabeza para mirar a Aarón, pero Nina se lo impidió mientras chasqueaba la lengua.
—Solo estamos tú y yo, encanto —le dijo.
Aarón se situó junto a Lidia, cerca de la puerta, y los observó en la distancia. Su intención no era condicionarlos, solo prestar su ayuda en caso de ser necesario. Por el momento, según su juicio, no lo era.
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PD: ya hemos llegado a lo que tenía en la reserva de capítulos, por lo que a partir de ahora intentaré traer los capítulos como hasta ahora (una vez a la semana), pero si no llegara a pasar, no te preocupes que haré lo posible por publicar capítulo sí o sí cada quince días. Por cierto, ¿qué crees que sucederá en el siguiente? 😏