EL MAR TE ESCUCHA (I)

By JamesA_L

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Hay que tener cuidado, decían los ancianos, de lo que esconde el mar con recelo y que por ello inunda las ciu... More

EPÍGRAFE
PEQUEÑO CORAZÓN
TRAICIONERO
DEBIL
OJOS Y CORAZONES
CAJA DE PANDORA
OLAS PELIGROSAS
ZIGOR Y ÉL
¿POR QUÉ NO LO CONTÓ?
FALACIAS
ALGO DE PAPEL
EL DIOS OSCURO
SUEÑOS QUE PARECEN REALES
QUE ESCONDES, ÁNGEL OSCURO
EL INFIERNO LLEVA SU NOMBRE
¿QUÉ ME DICES?
FALSO
NO TE QUIERO CERCA
¿QUÉ DESEA ZIGOR?
EL PASADO
LOS PRIMEROS PECADOS
LA ESTOY ESPERANDO
MUY CERCA
ÉL SUELE ARDER
AQUÍ HACE FRÍO
HUELE A PAZ
CRISTAL
CRISTAL Y HIERRO
POBRE DIOS
FINAL

EL DIOS DEL AVERNO

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By JamesA_L

Agni había visto muchos minotauros, al menos en sus clases de historia y literatura. Sabía exactamente como se veían, pero ninguno se acercaba a lo que tenía frente a ella, soltando humo por la nariz y rugiendo causando que las aves que estaban en los arboles salieran volando muy lejos de ahí.

Ellos tenían los ojos rasgados y oscuros, como el mismo días, si no fuera por su origen, creería que eran hijos suyos por el gran parecido. El que tenía frente a ella era enorme, tal vez el doble de ella y musculoso, llevaba una espada que quería enterrarla en su cuerpo, y lo raro e inquietante, es que se aprendía sus movimientos, así que ella debía ser inteligente para moverse de varias formas posibles y todas sin repetir.

— ¡Agni! —gritó Zigor con fuerza y ella giró el rostro viendo como el minotauro con el cual luchaba, caía al suelo con la espada enterrada en su pecho, dio su último suspiro y murió. Pero así como los atacaban, varios rodearon al Dios, protegiéndolo, sería mucho más difícil acercarse y tomar el cuerpo.

Maldición.

—Niña linda, ¿no sabes pelear? —preguntó el minotauro, ella se sobresaltó y todo quedó en silencio al escucharlo hablar. Ella aprovechó para atacarlo, levantó su espada y se giró, quedando atrás suyo, cuando la criatura quiso girar, ella ya había enterrado su espada en la espalda de él. Un gritó resonó en el campo y a los segundos todo el equipo de su familia apareció, al principio se sorprendieron como ellos, pero actuaron rápido, moviéndose con agilidad y acabando con ellos.

Agni se le hizo más fácil acabar con ellos, moverse en el campo siempre había sido su fuerte, y ahora lo estaba demostrando. Aunque terminó con algunas heridas en su cuerpo, salió bien librada de dos minotauros. Cuando todos habían terminado en el suelo, los contó. Once exactamente con un grupo de más de treinta, entonces debían prepararse aún más, si esto era una parte de lo que se avecinaba, no sabía que aguardaba entre los secretos de cada Dios.

Hubo uno que quedó vivo, estaba de pie protegiendo el cuerpo de su Dios, era más grande y se había llevado por delante a cuatro compañeros del equipo. Zigor y Enzo estaban cerca, lo suficiente para lanzarse atacar. Pero algo hizo que girara y luego sonriera, y así como aquellos minotauros habían caído al suelo muertos, se levantaron y a los segundos se hicieron cenizas, dejando al Dios solo.

¿Qué estaba pasando?

— ¡Revisión del perímetro! —gritó Zigor guardando su espada. Agni hizo lo mismo y luego los Brais se acercaron a donde estaba el cuerpo del Dios. Enzo lanzó una mirada alrededor, a la defensiva que llegara atacar, eso le asustó. Todo había pasado demasiado fácil.

—Realmente tiene facciones de un asiático —comentó Agni al verlo dormido—. Y muy guapo.

—Agni. —Zigor murmuró, la joven se encogió de hombros y luego se inclinó viendo al Dios. Piel de porcelana, ojos rasgados, y delgadas cejas. El cabello oscuro y muy bien peinado hacía atrás, nadie podría adivinar que llevaba muchos años dormido.

—Lo ideal es llevarlo al museo y por las catacumbas, así nadie sabrá que está en nuestro poder. —sugirió Uriel viendo como preocupación el cuerpo.

— ¿Están seguros que sigue dormido? —Enzo inquirió desconfiado por su aspecto. No recordaba que así se viera el Dios del mar, de hecho se veía pálido y acabado. ¿Por qué el de acá se veía tan bien? —. Se ve demasiado vivo para estar dormido.

—El corazón de él sigue en el mismo lugar, así que no especulen y dense prisa.

Zigor tomó el cuerpo en sus brazos y camioneta, lo recostó en los sillones y lo miró por largos minutos, su hermana se acercó, ambos estaban viéndolo.

—No es solo el Dios del infierno, también el mentiroso. ¿Por qué no puedo creer que esté dormido? —inquirió la muchacha pasando las yemas de sus dedos por la piel, pero no, no había ni un solo latido, nada que corroborada que estaba despierto ya.

Aun el sueño que Zigor había tenido hacía eco en su cabeza, ¿Quiénes eran esos dos que se habían acercado cuando ellos eran pequeños? ¿Y si eran los Dioses? ¿Y si en algún momento estuvieron despiertos?

—Puede que tenga dos corazones y Elan solo supo de uno —Bromeó Enzo subiendo a la camioneta, ya habían revisado el perímetro, algunos se habían quedado para hacer una revisión más exhaustiva.

Todos se quedaron en silencio mientras su abuelo Uriel manejaba, pasando las catacumbas hasta llegar al estacionamiento del museo, Enzo se encargó de apagar las cámaras y Zigor cargó el cuerpo. Por ahora lo llevarían a la habitación donde habían estado los corazones, era un lugar seguro, había vigilancia, así que él estaría siendo observado todo el día.

Nadie habló, todo iba en silencio, cuando llegaron a la habitación, Agni preparó el sillón de cuero que había ahí, y Zigor lo acostó, lo acomodó. Todos se quedaron viéndolo, ¿Qué debían hacer?

— ¿Qué es lo que se cuenta de él?

—Elan le dio el infierno por usar un tipo de magia oscura, él podía usar las almas a su conveniencia —explicó Agni viéndolo, tenía una apariencia de un ángel. Se podría decir que era el mismo diablo que estaba acostado en el sillón de cuero—. También se cuenta que era justo con las almas cuando estaban en el infierno, como toda deidad; tuvo sus momentos buenos.

—No me importa la clase de Dios que haya sido, quiero que esta habitación esté protegida, quiero seguridad afuera y las cámaras encendidas —ordenó Uriel saliendo de la habitación dejando a los hermanos solos.

—Agni, te veo en mi oficina, daré órdenes para que el museo tenga doble seguridad, en especial este salón. —Zigor lanzó una mirada significativa a su hermana, otra fría para Enzo y Liev.

Los mellizos quedaron en silencio observando al Dios, después la joven soltó un suspiro y salió de ahí, su hermano la siguió y ambos cerraron con el código de seguridad aquella habitación. La joven fue directo hacía enfermería y Enzo no dejó de seguirla, en silencio y ella se estaba cansando de la persecución.

Cuando la enfermera terminó por curar las heridas, ella lo miró fijamente, su hermano alzó una ceja con media sonrisa burlona en los labios. Todo falso.

— ¿Qué pasa? —preguntó ella con curiosidad, quiso que su voz saliera suave pero terminó siendo un gruñido que en respuesta su mellizo soltó una risita sentándose y cruzando los brazos—Habla, hazlo de una vez que ya me estoy cansando de ver tu fea cara.

— ¿Desde cuándo hay una unión con Zigor? —inquirió—. Y no me vengas con las mierdas de que son hermanos y deben apoyarse. Porque sabes que él es un hijo de su madre y cada que ha podido nos ha dejado tirados. Así que, dime qué está pasando.

Ella no podía decirle que estaba sucediendo. No podía, aunque quisiera.

—Es mi hermano mayor y tanto como tú, también perdió a mamá. Quiero poder darle el cariño que todos le han negado —parte de eso no era mentira. Quería acercarse a su hermano, que supiera que no estaba solo, que la tenía a ella, ya hasta se había olvidado porque comenzó a tenerle miedo, porque se alejó de él.

—Mientes muy mal, Agni, recuerda que te conozco.

— ¿Pero qué te pasa a ti? ¿Por qué estás tan molesto? Parece que odiaras a Zigor, ¿es eso? —la sonrisa de Enzo se esfumó, se puso serio y se acercó lo suficiente a ella.

—Zigor es un cáncer, trato de mantenerte lejos de él. Trato de mantenerte segura.

—Me preguntaba por qué tardabas tanto —el Brais mayor apareció, se recostó en el umbral y miró a sus dos hermanos pequeños—. Así que soy el cáncer, bonita manera en la que me describe esta familia, ¿no?

—Zigor —la muchacha lo regañó pero el aludido la ignoró—. Basta.

—Eres mi hermano, te respeto y te quiero, pero eso no ciega en ver lo que eres —Enzo escupió acercándose al mayor. Como gallito de pelea, estaba furioso y por primera vez; Zigor se la devolvió. El ambiente estaba tenso, pesado y Agni temió porque ambos hermanos terminaran resolviendo los problemas de años, en segundos.

— ¿Y qué soy? Vamos, Enzo, deja de llorar y dilo —el rubio lo picó con burla y Enzo siseó, apretando los puños con intensión de golpearlo.

— ¡Un asesino!

— ¿Eso es todo lo que tienes? —Zigor inquirió mordaz—. Todos hemos matado para proteger esos corazones ¡Tú lo hiciste a los once años! ¿Qué te hace diferente?

— ¡Yo lo hice para sobrevivir, tú lo hiciste por diversión!

— ¡Enzo, basta! —gritó Agni molesta por lo que su mellizo había soltado.

— ¿Qué? ¡Él mató a dos niños cuando apenas tenía siete años! ¡No fue para sobrevivir, fue porque quería atención de mamá! —ese gritó resonó en la habitación y Zigor no esperó más para lanzarse hacia Enzo y golpearlo. Agni gritó que se detuvieran, pero sus hermanos no le hicieron caso, así como el mayor golpeó, el mellizo regresó el golpe, con fuerza y tratando de aliviar la ira que sentía hacía su hermano mayor.

Zigor lo levantó del cuello, con una sola mano y lo pegó a la pared, los ojos inyectados de sangre y el cabello cayendo en su frente, estaba furioso y el hecho de que mencionara eso, solo había desatado una ira guardada.

No lo hizo por diversión.

Él no era un asesino a sangre fría.

Él no era un castigo para los demás.

— ¡Zigor suéltalo, por favor suéltalo!

Pero lejos de ahí, en una habitación alejada; resonó una risa que hizo eco. Soltó una carcajada estruendosa pero nadie la escuchó, nadie la vio. El Dios del infierno se sentó en el sillón, sacudió su camisa blanca y luego lanzó una rápida mirada por la habitación, viendo como todo hay parecía importante.

Los mortales eran curiosos, se creían santos, pero solo ellos eran poseedores de emociones tan oscuras que al lado de él, Liev era un ángel. El Dios llevaba mucho tiempo despierto, de hecho, desde que ellos eran unos jóvenes reclutas, él había sido despertado, pero siempre fui cuidadoso, no tenía por qué causar un revuelo, así que disfrutó de estar entre los vivos y otras veces de recorrer el infierno con tranquilidad.

Maua tuvo razón, la tierra era maravillosa.

Todo iba perfecto, demasiado para él y eso lo alertó, después de que su hermano Erein despertara, todos comenzaron a buscar los corazones, y muchos dieron con su tumba, vacía, aquello solo causaría que los demás empezaran a buscarlo y esa tranquilidad que ahora tenía; se evaporaría. Así que tuvo que pensar rápido, matar algunos y crear su propio asalto. Los minotauros tenían un tiempo limitado para hacer creíble su saqueo, y fue fácil convencer a los Brais o eso había creído él.

Sus corazones estaban oscurecidos, estaban llenos de secretos, de miedos y eran peligrosos. Se preguntó, ¿Qué más había? Así que aprovechó sus emociones negativas para jugar con ellos, para que ellos le dieran un espectáculo, uno que valiera la pena, ¿hace cuánto no se divertía?

La rivalidad en los dos hermanos mayores había sido un foco de distracción, ahora todos estaban ahí, tratando de separarlos, pero el mayor le estaban dando muy duro, seguro el menor terminaría con unos huesos rotos, nada que no haya experimentado en el pasado.

Liev fue hacia el espejo, arregló su cabello negro peinándolo para atrás, para después mirarse con detenimiento. Sonrió, porque sí, tenía las facciones asiáticas, y sí, esos minotauros eran sus hijos. Agni Brais lo había pensando pero no se había osado a decirlo en voz alta, tenía miedo por su inteligencia, porque era verdad: el saber mucho, solía llevarte a la perdición y a la muerte, pero, ¿Cuál era peor?

Esa muchacha sabía más de lo que se imaginaba y se acercaba a la verdad.

—Estás aquí y causas una guerra allá afuera —la voz ronca de Erein hizo eco en la habitación. El Dios del infierno esbozó una sonrisa y se giró viendo a su hermano mayor—. ¡Estás aquí!

—Donde sea que yo vaya, siempre causaré caos, hermano —Liev abrazó a su hermano, siempre fueron unidos, y eso no cambiaría—. Lamento no buscarte antes, pero no podía poner ni mi vida ni la tuya en peligro.

— ¿Por qué no has escapado de aquí? Vamos, te sacaré de aquí.

—No —Liev se mantuvo en su lugar con media sonrisa dibujada en la cara—. Me gusta estar aquí y aún tengo mucho que hacer con los Brais. 

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