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El día siguiente había llegado golpeando la ventana de Sergio quien se levantó casi cinco horas antes del encuentro con los padres de Max para poder prepararse, más que preparar el atuendo que usaría, se preparó mentalmente para no llorar al poner un pie en el hogar de su amante. Como era costumbre cada vez que se encontraba con Max, tomó una ducha de perfume justo después de la normal. Vestía una simple camisa blanca, pantalones negros y sus bonitos y nuevos tenis blancos. Max se tomó el tiempo de ir hasta la puerta de su casa, habían tenido una charla por medio de mensajes de texto donde Sergio le dijo que no iría sí no pasaba por él.
Después de una incómoda bienvenida, se llamó al comedor. El lugar era más espacioso que en el hogar de Sergio. En un extremo estaba el temible señor Verstappen, a su lado derecho estaba la madre de Max, la pequeña hermana de Max, Victoria, estaba al lado de su madre. Por el otro lado, Max y Sergio estaban juntos, lado a lado. Max era quien estaba más próximo a su propio padre. La comida fue servida, en el lugar reinaba un inquietante silencio.
— ¿Desde hace cuánto tiempo están juntos?
— Casi dos meses, señor. – contestó con voz casi baja.
— Te lo había dicho antes.
— Houd je mond, ik praat tegen hem.
— Verdomd. – susurró. Apretó un poco más el tenedor que tenía en su mano, sin ganas de discutir continúo comiendo del exquisito platillo que su madre había preparado especialmente para la ocasión.
La comida continúo, Sergio fue bombardeado con infinidad de preguntas por parte de Jos. Algunas preguntas iban desde sus estudios hasta la dedicación de sus padres. El hombre mayor se atrevió a preguntar sobre la relación que mantenía con su querido primogénito.
Durante lo que pareció ser un acalorado interrogatorio, las manos de ambos adolescentes se encontraron entrelazadas por debajo de la mesa. Por suerte ninguno de los dos adultos presentes lo notó.
Cuando los platos de los presentes comenzaban a verse vacíos, Jos tuvo la grandiosa idea de preguntar sobre la vida íntima de los jóvenes.
— ¿Quién es el hombre de la relación?
— ¿Perdón? – Sergio preguntó con clara sorpresa en su rostro.
— Ya saben, ¿Quién es el hombre?
Oh, santa mierda. — pensó Max. Cerró sus ojos con fuerza mientras llevaba una de sus manos a su frente, había dejado caer el cubierto fríamente sobre el plato de porcelana que guardaba sus alimentos. ¿Su padre de verdad estaba preguntando sobre quién daba? Jamás se imaginó teniendo esa charla con su padre, menos teniendo a Sergio a su lado y tomándolo de la mano.
El pobre Sergio quien acababa de llevarze un bocado, comenzó a toser por nerviosismo. No hace falta mencionar que su propio rostro se tornó carmesí en cuestión de segundos. Max solamente pudo atinar a palmear con cierta preocupación la espalda del azabache. La madre de Max, Sophie, se dió la tarea de cubrir los oídos de su hija tan sólo unos años menor que su primogénito. El hombre mayor siguió con su comida mientras su hijo luchaba por salvar la vida del invitado. Pronto la respiración y estado del mexicano se regularizó, Max no sabía sí sentirse molesto, avergonzado o simplemente ponerse a reír. Sergio bebía casi frenéticamente el jugo de su vaso.
El ambiente se tornó más incómodo de lo que ya era.
— ¡¿Hoe kun je dat vragen?!
— Crié un hombre, quería saber si lo sigues siendo.
Pequeñas lágrimas se deslizaban por las mejillas de Sergio, finalmente Sophie decidió intervenir en la situación para pasarle algunas servilletas de papel al pecoso.
El par de hombres neerlandeses continuaron discutiendo, ambos llevaron a cabo la discusión en su idioma natal. Él único que no entendía absolutamente nada era Sergio. Sophie en busca de distraer al chico, comenzó a preguntarle sobre algunas cosas sobre su persona, entre ellas pasatiempos, se dió cuenta de que tal vez podría convivir algunas veces con el jóven, pues apenas pudo escuchar que también disfrutaba de la jardinería.
Aproximadamente quince minutos después, cuando todos habían terminado sus platos, Max se levantó derrepente. Se alejó ligeramente del comedor, tomó una de sus chaquetas que se encontraban colgadas justo a la entrada del espacio. Volvió una vez más para tomar con fuerza la mano del pecoso obligándolo a ponerse de pie.
Casi arrastrando al pecoso salieron del comedor camino a la puerta principal. El jóven mexicano apenas pudo despedirse meneando su manera por el aire, a palabras arrastradas agradeció por la comida, antes de terminar ambos chicos desaparecieron completamente de la vista de los adultos.
— Te dije que fueras cuidadoso con tus palabras, Jos.
— ¡Tu hijo siempre exagera todo! ¡Fue curiosidad y nada más!
— Espera...Voy a caerme.
— Gewoon goed lopen.
— Deja de hablarme así, no te entiendo.
Max había salido junto a Sergio de su hogar hechando humo por sus oídos. Su padre seguía insistiendo en su vida íntima, el pobre no sabía que responderle así que recurrió a decirle entrometido y cientas de palabras más. Caminaba rápidamente por la banqueta siendo seguido por Sergio a pasos torpes. El agarre en su mano se apretaba cada vez más. Sus cejas iban fruncidas. Imaginó que el primer acercamiento de Sergio con sus padres saldría bien, como se dijo anteriormente, para su escasa suerte...No fue así.
Pasaron varios minutos hasta que finalmente Max detuvo su andar. Pararon en el mismo parque de siempre, el mismo que quedaba a tan sólo unas cuadras de su hogar. Continúo su caminata hasta llegar al árbol donde siempre se encontraba con su amante. Sergio, soltaba cuentas de maldiciones en su propio idioma natal, pues, sus tenis estaban ensuciandose con el pasto. Max se dejó caer en el piso, descansó su cabeza en el árbol detrás de él. Sergio seguía de pie.
— ¿No vas a sentarte?
— ¿De qué hablaste con tu padre? Fue muy maleducado que nos fuéramos así, no pude despedirme apropiadamente.
— Mi padre es un imbécil.
— Lo sé, pero tu madre no, ¿Y que hay de tu hermana?
— Déjalo así y hazme compañía aquí abajo. – palmeó el espacio libre a su lado derecho.
Sergio lo miró por un par de segundos antes de unirse a él. – Estuvo bien.
— No lo estuvo Sergio, él seguía haciendo preguntas incómodas.
Ambos chicos miraban hacia el frente.
— Tu madre cocina muy bien.
— Realmente lo hace.
Se quedaron en silencio. Sergio mantenía su mente en blanco mientras que la de Max se estaba incendiando buscando una buena forma de disculparse por las estúpidas preguntas de su padre. – Sergio...
— Te escucho.
— Disculpa a mi padre...Es un idiota, no imaginé que haría tantas preguntas...Sé que fue incómodo y te prometo que eso no volverá a pasar. – finalmente se dignó a mirar a Sergio quien por cierto ya lo estaba mirando.
— Está bien Max, supongo que fue la impresión. – trató de animar al rubio dejando una suave caricia en su brazo. – ¿No lo sabe?
Max no necesitó explicaciones. Sabía exactamente a lo que Sergio se refería. Nadie aparte de sus dos mejores amigos y recientemente Sergio lo sabía. Por supuesto que por parte del otro hombre era diferente, seguramente todo su grupo de amigos se había enterado. – No lo sabe, mi madre tampoco.
— Oh Max... Debió de ser difícil para ti también.
— Jamás había presentado a alguien ante mis padres.
Entonces Sergio se sintió importante. Tal vez no había resultado como pensó, pero el simple hecho de saber que era la primera persona en presentarse ante los padres del rubio como su...¿Pareja? Lo hizo sentir diferente, feliz y único en su especie. Tal vez todo ocurrió muy rápido, tal vez no fue la mejor idea presentarse a aquella pequeña reunión después de la forma en la que los habían encontrado, pero las cosas sucedían por algo.
Sergio se sentía como un joven en los años 70's huyendo de su pueblo natal, tomado de la mano del hombre que amaba, en busca de un nuevo futuro, en busca de libertad para amar como se debía. A excepción de que se habían escapado de la casa de Max para terminar a unas cuantas cuadras de la misma.
— Gracias por tomar mi mano, Max.
El antes nombrado volvió su vista una vez más y le sonrió ligeramente. Volvió a tomar su mano, acariciándola por encima con su dedo pulgar.
— ¿Quieres volver?
Sergio soltó una muy suave y nerviosa risa antes de contestar con un sencillo “No”. Max solamente pudo reír, después de todo tampoco quería regresar a su hogar.
— No me besaste.
— ¿Uh?
— Si, ayer...No me besaste.
— Mi padre entró y no pude hacerlo, discúlpame por eso.
— Puedes besarme ahora.
— ¿Me dejarás besarte ahora? – inconscientemente giró su cuerpo hasta quedar al frente del azabache.
— Si.
— ¿Si? – preguntó suavizando su voz a la vez que se acercaba tontamente cada vez más. – Déjame hacerlo entonces.
Sergio sonrió y entonces se acercó. Sus necesitados labios se encontraron con los delgados de Max. Pudo notar cierta resequedad que por suerte no venía de los propios, se sintió en la necesidad de humedecer aquellos trozos de carne, y así lo hizo. Después de casi una semana se habían tocado, la necesidad fue mucha. Con un simple choque de labios se dijeron las mil y un palabras que no pudieron el día anterior.
Olvidaron lo sucedido. Olvidaron las preguntas incómodas de Jos, olvidaron los eternos días que estuvieron separados. Max olvidó que se había derrumbado frente a Sergio, ignoró que su chico lucía más delgado que antes, ignoró el viento que los golpeaba fuertemente por todas partes.
Finalmente estaban juntos de vuelta. Ambos buscarían continuar donde lo dejaron, seguirían hasta que las jóvenes y frágiles almas que tenían se los permitieran.
Tal vez una era más débil que la otra, pero ambas tenían las ganas y la voluntad de permanecer unidas por un largo tiempo.
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