Engaños mortales

By Secret_Queen001

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No confién en ninguno de ellos; y mucho menos se enamoren. No son normales, no son simples mortales. Nada de... More

Dedicatoria
Prólogo
0. La mansión.
1. Algo te vigila.
2. Los chicos raros.
3. Tinta oculta.
4. ¿O quizás la rara soy yo?
5. La criatura (Parte Uno)
6. La criatura (Parte Dos)
7. El último latido.
8. ¿Dónde está Evelyn?
NOTA IMPORTANTE
9. Malas, y nuevas, amistades.
11. Reencuentro no deseado.
12. Reunión.
13. Cambio de corazón.
14. Cinco minutos para salvarnos.
El verdadero comienzo.
15. Kallithea.
16. Fantasmas en Palafox.

10. Cuento para dormir.

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By Secret_Queen001

Para evitar que los recuerdos nos consuman debemos enfrentarnos a ellos de vez en cuando.

Anónimo

DAMIEN

—Una pregunta a la vez —le advertí a Evlyn cuando la vi tomar aire y exalarlo con brusquedad abriendo la boca para empezar a preguntar.

Tosió un poco y me miró enfadada.

—Lo sé.

Enarqué una ceja.

—No se nota.

—No se nota —repitió burlándose y haciendo una mueca.

—Creo que esto no va a funcionar. Eres demasiado insolente —dije mientras me levantaba.

—¡No, espera! —me pidió— ¿Y si me lo cuentas todo de golpe? ¿No sería mejor?—preguntó desesperada, mordiendo su labio inferior.

Volví a sentarme.

—¿Aguantarás?

—Sí —dijo decidida.

Esbozé una sonrisa de medio lado.

—Lo dudo. Pero intentémoslo.

Su mirada se iluminó.

Probrecita, su inocencia y estupidez son adorables. Si fuese otra persona sentiría lástima por ella.

—Aunque no quieras escuchar más, seguiré hablando.

—Está bien.

Entrecerré los ojos un poco para adaptarme a la oscuridad de la noche.

—¿Estás... temblando?

Se removió incómoda.

—No. Solo... cuenta la dichosa historia —dijo eso último de forma apresurada, intentando evadir mi pregunta.

Suspiré.

—Bien —tomé una enorme cantidad de aire y la solté lentamente—. Había una vez...

—¿Me vas a contar un cuento para dormir? —preguntó haciendo una mueca graciosa.

—Es mi historia, la cuento como se me de la gana ¿la quieres escuchar o no?

—Vale, vale. Sigue.

—Había una vez una princesa...

—Ah, ¿porque hay princesas?

Apareció un tic en mi ojo derecho.

—Deja. De. Joder. Tanto.

Hizo un gesto de "ya me callo" y me miró atentamente como una niña pequeña a la que le están a punto de comprar todos los dulces y juguetes que quiere.

—Había una vez una princesa que era muy amada y querida por todos. Su nombre era Melanie. Siempre se preocupaba por el bienestar de los habitantes de su reino y estaba al tanto de que no les faltara nada.

>>Adoraba soñar despierta y leer. Su imaginación era tan grande que podría haberse comido el mundo con ella si así lo hubiese querido.

>>Su único defecto era que no podía amar a nadie de forma romántica.

—¿Por qué?

—De pequeña nunca le enseñaron qué era el amor.

>>Sus padres viajaban a varios reinos vecinos desde que ella tenía corta edad y la dejaban sola en el palacio, rodeada de todos los libros de la biblioteca, siendo ellos su mejor compañía.

>>No tenía amigos, pero sí una mascota algo... peculiar. Un día, cuando era pequeña, dicha mascota la "conectó" con cuatro chicos y se hicieron amigos.

—¿La historia no va muy rápido?

—No soy muy bueno contando historias ¿ok? Agradece que al menos se entiende.

>>Con el tiempo y la convivencia uno de los chicos se enamoró de ella. Pero él nunca se lo dijo porque sabía que ella no era capaz de corresponderle, y no quería declararle sus sentimientos y que eso de alguna forma perjudicara su amistad.

>>Otro de los chicos la odiaba, sin embargo necesitaba ser su amigo. Pero eso es otra historia que no tengo tiempo de contar ahora.

>>Cuando la princesa cumplió dieciocho años su enorme capacidad para soñar llegó a oídos de una hechicera y ella, por envidia, decidió lanzarle un hechizo que la condenaría a muerte.

Evelyn tocó su frente como si le doliera.

—¿Podrías dejar de contar durante unos momentos?

—No, yo te lo advertí y no me escuchaste.

>>La princesa enfermó con gravedad poco a poco y cayó en cama. Todo el pueblo se movilizó, los padres de ella dejaron de viajar y mandaron a buscar ayuda en reinos vecinos, y pidieron préstamos que no pudieron pagar.

>>Dos de sus amigos estaban desesperados por salvarla, y para ellos decidieron tomar medidas drásticas: usar magia negra.

—Damien... —suplicó cubriéndose los oídos.

—¡Pero de nada sirvió! —grité tomando sus muñecas—. Eso solo retrasó su muerte, haciéndola menos dolorosa de lo que debería haber sido.

>>Melanie, de forma egoísta, pidió un último deseo en su lecho de muerte: reencarnar en otro mundo, uno en el que fuese capaz de amar de verdad a alguien.

>>Su deseo se cumplió, gracias a la magia tan poderosa que había sido utilizada para intentar salvarla.

Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Deslizándose por sus mejillas cubiertas con pecas.

Incluso mi voz tembló cuando volví a hablar.

—El día en el que ella murió todos perdieron algo. El primero de los chicos perdió la capacidad para controlar con facilidad sus poderes, el segundo fue condenado a amar a la princesa por el resto de sus días e ir siempre tras ella como un perro faldero, y el tercero fue condenado a permanecer al lado de ellos dos.

>>La hechicera también descubrió que ellos intentaron evitar el destino de la princesa así que los encerró dentro de un libro, a todos exepto al cuarto chico, que fue condenado a vivir eternamente.

—Yo...  —sollozó— soy la princesa de la historia ¿no es así?

—Así es.

—¿Qué le pasó al reino?

—Todos murieron. Por tu culpa, Melanie, una maldición cayó sobre todos cuando moriste. Pero tranquila, algunos quedaron con vida. De hecho, sus descendientes son los que crearon la "Organización", y te están buscando ahora para acabar contigo.

Se desmayó en mis brazos.

—Bueno, bastante aguantó —murmuré para nadie en particular, levantándome y tomándola en brazos—. Cualquier otra persona a la que se le hablase de su trágica vida anterior habría resistido mucho menos. Pero al ser ella... —aparté un mechón de cabello de su rostro y quité la mano de inmediato cuando me percaté de lo que había hecho.

Al parecer el sueño había comenzado a afectarme.

Miré el collar que le había dado.

—Creo que me pasé demasiado al darle esto.

Con un poco de trabajo se lo arrebaté y le envié a Rowen la señal de que todo estaba bien. No quería que él y Frederick se preocupasen más por la tonta humana que tengo en los brazos.

—En marcha —dije. Por alguna extraña razón hablar con Evelyn mientras estaba dormida era tranquilizador. Podía decir lo que quisiera sin que ella me bombardeara a preguntas—. Antes también te amaba —admití dirigiéndome a la salida del bosque—. Pero ahora ya no te amo porque lo único que puedo hacer es odiarte. Y me alegro por mí. Amarte era un peso que no estaba dispuesto a soportar. Además, que no podía hacerle eso a Frederick ya que él es como un hermano para mí, aunque nunca le hubieras podido corresponder, claro... En fin... hagamos como que nunca he dicho todo eso, yo seguiré odiándote y tú seguirás siendo insoportable, así no volverás a gustarme... creo.

Ella no se movió y su respiración no cambió así que me di por satisfecho porque sabía que no había escuchado mi monólogo.

—¡Já! ¿A quién quiero engañar...? —me pregunté negando con la cabeza.

ROWEN

Cuando la señal de que Damien y Evelyn estaban bien llegó a mi pulsera me dejé caer sobre el enorme sofá soltando todo el aire que había estado conteniendo.

—¡Frederick! —lo llamé, no lo veía desde hacía ya un buen rato.

Me resultó extraño porque aquí el único que se desaparecía de vez en cuando era yo.

Fui a ver si estaba en su habitación.

Subí las escaleras y me detuve a mitad del pasillo.

—¿Frederick?

—¿Sí? —preguntó apareciendo detrás de mí, consiguiendo que brincara de el susto.

Se veía cansado y un poco débil.

—Utilizaste tus poderes ¿verdad?

Asintió.

—¿Por qué lo hiciste? Sabes lo peligroso que es para tu cuerpo usar tu magia en este momento. Aún estás bajo los efectos negativos de la magia negra.

—Ella me necesitaba —fue lo único que respondió—. Además no me pasó nada malo. De hecho me siento mejor que nun...

Vi cómo se mareaba y se apoyaba contra la pared.

—¿Qué decías? —pregunté de forma irónica negando con la cabeza.

Bajé un poco la voz.

—¿Necesitas... recargar fuerzas?

Palideció.

—No.

—Entonces ve a acostarte a dormir, porfavor. Y no te esfuerces tanto por ella.

—Debo hacerlo.

—No, no debes hacerlo. Pero crees que esa es tu obligación porque eres igual que yo: amas a alguien que nunca te va a corresponder.

—Me voy a mi habitación —dijo de forma apresurada, ignorando lo último que le había dicho.

Hize una mueca al percatarme de algo.

—Vas en la dirección contraria.

—Ah, sí —dijo, y comenzó a caminar por el lado correcto de el pasillo.

—Definitivamente, no está nada bien —murmuré cuando entró por la puerta de su habitación.

Escuché cómo la puerta principal se abría y esbozé una sonrisa, emocionado.

Bajé corriendo las escaleras y me detuve al pie de ellas.

—¡Qué bueno que ya llegaron!

Mis labios se fruncieron hacia abajo lentamente cuando vi que Damien estaba cargando a Evelyn.

—Se desmayó —dijo al verme, contestando la pregunta que aún no había formulado.

Me apresuré a llegar con ellos.

Enseguida me di cuenta de la causa del desmayo.

—¿Se lo contaste todo?

Pareció dudar a la hora de responder.

—Casi todo; y creo que logró recordar. ¿Crees que se pondrá bien?

La preocupación en su voz me puso en alerta, sin embargo, la ignoré.

—Dámela —ordené extendiendo los brazos—. La llevaré a su habitación, solo necesita descansar.

Al principio Damien se mostró un poco reacio a cumplir con mi orden per unos segundos más tarde la puso en mis brazos.

Subí las escaleras y entré a su habitación con ella en brazos. La puse suavemente en la cama y cerré las ventanas luego de quedarme mirando a través de ellas durante unos momentos.

—Descansa, preciosa —le dije— te prometo que pronto todo será mejor.

Cerré los ojos y puse una de mis manos en su frente.

—No mereces sufrir tanto por culpa de los demás. Debería estar prohibido que sientas tanto dolor.

Se removió como si estuviese teniendo una pesadilla.

—Shh. Nada de pesadillas, solo duerme... mañana será un largo día y debes descansar par enfrentarlo.

Usé magia para calmarla y que tuviera mejores sueños.

Salí y me encontré con Frederick en el pasillo.

—¿No deberías estar durmiendo?

—¿Cómo está ella?

Suspiré. No tenía caso discutir con él. Siempre la pondría primero. Hay cosas que nunca cambian.

—Agotada —fui sincero.

—¿Sabes exactamente qué fue lo que le pasó? Busqué a Damien para preguntarle y no lo logré encontrar.

—No —mentí. Sabía lo que le había pasado pero no pensaba delatar a Damien.

—Entraré a verla.

—Déjala descansar. Cuando despierte podrás hacerle todas las preguntas que quieras.

—Per...

—Hoy vimos a Arlo —habló Damien, poniéndose a mi lado e interrumpiendo a Frederick.

—¿Enserio? —pregunté emocionado— ¿Y cómo está?

—Igual de estúpido y odioso.

—Qué sincero eres.

—Y parece que ya se adaptó a este estúpido mundo. Mucho mejor que nosotros.

Frederick rodó los ojos.

—Después convivir durante tantos años con los humanos solo un verdadero estúpido no se adaptaría —dijo de forma obvia.

De repente recordé que tenía que hacer algo.

—Debo irme —dije de forma apresurada.

—¿A dónde?

—Al sótano. Necesito hacer algo.

—¿Qué cosa?

Apreté los puños un poco enfadado por tanta curiosidad.

—No es nada importante —respondí, sin embargo. Intentando ser amable— No tardaré mucho.

—Está bien —dijo Frederick—... yo seguiré tu consejo e iré a dormir.

—Oye, Rowen —me llamó Damien.

—¿Qué? —respondí de mala gana, sintiendo de repente demasiada ira hacia él, consiguiendo que Frederick me mirara atónito.

—Ten cuidado —respondió tranquilamente y se marchó sin agregar nada más.

¿Cuidado?

Él es el que debería de tener cuidado, no yo.

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