Anhelo

By NAE_JAZ_97

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"Anhelo", la culminación emocionante de esta cautivadora historia, guarda para desatar una tormenta de emocio... More

♠️ PERSONAJES ♠️
♠️ Nota de Autora ♠️
PARTE 3
PREFACIO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Extra: Konexiõ
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 parte I
Capítulo 22 parte II
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26 parte I
Capítulo 26 parte II
Capítulo 27
Capítulo 28
Extra: Pasado.
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34 parte I
Extra: LOVE YOU LIKE A LOVE SONG
Capítulo 34 parte II
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
PARTE 4
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45 parte I
Capítulo 45 parte II
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 59
Capítulo 60 parte I
Capítulo 60 parte II
EXTRA: COME AND SAVE ME
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64

Capítulo 58

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By NAE_JAZ_97

—Este medicamento acelerará su proceso de recuperación. Fue difícil conseguirlo, pero aquí lo tiene. Debe aplicárselo justo después de salir del baño, con la piel todavía húmeda. Notará que las heridas adquieren un tono rosa claro, pero eso es debido a los componentes del gel. Luego, deberá colocarse estas vendas especiales, las cuales ayudarán a que sus costillas sanen más rápidamente. En un plazo máximo de dos semanas, debería estar completamente recuperada —le explica la esclava a Jared, misma que recientemente reveló que se llama Samira.

Isabella sigue convaleciente, a pesar de los esfuerzos del médico por curarla; su piel se niega a sanar. Por eso, Jared tuvo que presionar a Akim, advirtiéndole que no le proporcionaría una nueva dirección hasta que le entregara el medicamento necesario. Ante la presión de Oleg y sus hombres, Akim no tuvo más opción que acceder. Envío a Samira para que le pidiera a Xena, la "colibrí" de Zmey, que preparara el medicamento. Xena no dudó en prepararlo, sabiendo que Isabella es importante para Morgan.

—Deberías ponerte un poco —le sugiere Jared, levantándose de su asiento. Ella se tensa, baja la mirada y se pone nerviosa. A pesar de las semanas que lleva cuidándolos, no puede acostumbrarse a ver el rostro de su señor en Jared.

—No puedo, es un medicamento muy costoso —responde con voz temblorosa, mordiéndose el labio inferior mientras Jared se acerca a ella. Él toma la bandeja de sus manos y la coloca sobre la mesa.

—No tienes que agachar la cabeza conmigo, Samira —le dice, pronunciando su nombre. Esto la hace levantar la cabeza de golpe, encontrándose con sus ojos. Son unos ojos oscuros que escrutan su rostro. Sus mejillas se tiñen de rojo y su corazón late con fuerza, ya que nadie la había mirado así jamás.

—Por favor, no me mires así —le ruega la mujer, completamente hipnotizada por la atención de Jared. Él le sonríe, acariciando su mejilla con ternura, y ella cierra los ojos por inercia, pero los vuelve a abrir casi de inmediato. Necesita saber si es real. Si realmente un hombre como Jared Hoffmann se está preocupando por ella.

—Le doy mucho dinero a tu señor, no importa cuánto valga. Ponte un poco tú también, no me gusta ver a ninguna mujer así —le dice Jared, tomando el tubo de gel y entregándoselo. —Anda, ve al baño a ponerte un poco.

—Mi señor se molestará —responde ella nerviosa, su mirada se desliza hacia la pulsera que adorna su muñeca, recordándole que su tiempo es limitado. Solo dispone de diez minutos con ellos antes de que los códigos cambien y se vea forzada a retirarse. —La dirección, por favor — solicita, y Jared asiente.

Toma el gel y comienza a aplicárselo mientras le proporciona las coordenadas, las cuales ella memoriza sin dificultad alguna.

—Son 30 millones de euros sin marcar —le dice, terminando de colocarle el gel. —Dile que no vuelva a lastimarte así. Si lo hace, adviértele que la cantidad de dinero que le entregue se reducirá a la mitad. Puedes decirle que me encariñé contigo y que si envía a otra persona, no recibirán nada —finaliza con una sonrisa intensa, provocando un vuelco en el corazón de Samira.

—Señor, no se meta en problemas. No lo provoque —ruega la mujer, ajena al hecho de que Jared está rompiendo el vínculo que la ata a su amo. —Está alterado porque los hombres del Boss lo están acorralando a él y a todos los demás. Está por iniciarse una guerra muy grande, todos lo saben. Por favor, no se preocupe por mí. Puedo resistir. Lo hemos hecho todas desde hace años —implora, mientras el afecto que Jared le muestra le hace cuestionar las acciones de Akim.

—Samira, ningún ser humano debería estar resistiendo este tipo de maltrato —informa Jared mientras limpia sus lágrimas. —Anda, ve. Dale la dirección y cuídate esas heridas —añade con finguida preocupación.

—Claro, señor.

Sin más, la esclava abandona la habitación, dejando tras de sí un rastro de sumisión palpable. Jared exhala un suspiro cargado de asco y frustración. Agita su mano con desdén antes de dirigirse hacia el baño donde se lava las manos. Él no es ningún santo, y no le importa en lo más mínimo si está siendo cruel o si está manipulando los sentimientos de Samira. Lo único que desea es ganarse su confianza para que lo ayude a escapar cuando Isa esté en mejores condiciones.

Pero para su desgracia, Isabella despierta justo a tiempo para presenciar la escena, una escena que le provoca una extraña sensación desconocida. ¿Cómo pudo tocarla así? ¿Acaso no le repugna? ¿No recuerda que ella es la sumisa del hombre que les causó tanto daño? ¿Por qué demonios se preocupa por ella? Estas preguntas se arremolinan en su mente, haciendo que sus ojos se nublen y su pecho se contraiga de rabia y confusión.

—Espera, déjame ayudarte —le pide Jared cuando sale del baño y la encuentra tratando de levantarse.

—No me toques —responde Isa con frialdad, su mirada se endurece y aprieta la mandíbula. No le gusta en absoluto verlo mostrarse amable con esa mujer, y a diferencia de Valeria y Rebeca, que pueden ocultar sus sentimientos, ella y Alena no pueden disimularlos, por mucho que lo intenten.

—¿Pasa algo? —pregunta Jared, acercándose demasiado, buscando verificar si la fiebre ha bajado.

«Pasa que te vi tocando a esa hija de...» Isa niega con la cabeza, suspira, diciéndose que no es su problema. Que él decida si quiere entregar su corazón a una mujer que no vale la pena.

—Quiero bañarme —le dice Isa, desviando el rostro cuando Jared acerca su mano a su frente. —¿Puedes darme espacio? —pregunta, visiblemente molesta.

Jared frunce el ceño, siente una opresión en el pecho inexplicable al verla así. Lo descoloca verla en ese estado, y el único razonamiento que encuentra es que tal vez el dolor que ella siente está influyendo en su comportamiento.

—Te trajeron medicamento y unas vendas. Ven, vamos a bañarte y...

—Puedo hacerlo sola. Escuché las indicaciones que te dio tu "amiga" Sami. Descuida, no tienes que andarme cuidando siempre —le dice molesta, y Jared vuelve a fruncir el ceño. ¿Amiga? Se pregunta, y es entonces cuando se da cuenta de qué viene todo esto.

—¿Celosa? —le pregunta con una sonrisa en el rostro, encontrando tierna la forma en que Isabella lo está celando, sobre todo sabiendo que solo son amigos.

—No, no estoy celosa, Jared Hoffmann, estoy furiosa —le espeta Isa molesta, desviando la mirada. —Eres mi mejor amigo y no quisiera que ninguna mujer te lastimara de nuevo. Esa mujer es la sumisa de ese maldito monstruo, no me sorprendería que la muy astuta estuviese haciéndose la convaleciente para ganarse tu afecto y así lograr sacarte más dinero —suelta sin filtro, incapaz de contener el maremoto de emociones que la abruman.

Sin embargo, lo único que Jared pudo captar fue la frase "Mejor amigo". Esa simple expresión lo desestabilizó por completo. Aunque ya sabe que son amigos, el hecho de que ella lo diga tan fácilmente lo molesta de verdad.

—¿Piensas que me interesa? —susurra, su voz cargada de un tono grave y penetrante, acercándose tanto a ella, que el corazón de Isa se detiene por un instante. —No me conoces de verdad, si crees que esa rata podría interesarme, aunque fuera un poco —agrega cerca de su oído, enviando escalofríos por la espalda de Isabella.

La cual se tensa al sentir la proximidad de Jared, sus pezones se endurecen instantáneamente y se ve obligada a apretar los muslos para contener el hormigueo que recorre su cuerpo cuando el aliento de Jared golpea su rostro.

«Amigos, Isabella», se repite mentalmente, tratando de mantenerse firme en esa convicción. No puede permitirse confundir las atenciones de Jared con algo más que amistad. Para ella está claro que Jared siempre amará a Melissa, y no puede caer en el mismo patrón, no después de todo lo que ha vivido con Morgan.

—Lo siento —se sincera, con pesar en su voz. —No quise reclamarte, es solo que desperté y te vi acariciándola, y eso me cegó. Yo, mejor que nadie, debería saber que solo tienes ojos para una sola persona. De verdad, discúlpame por ser tan intensa. El encierro me está afectando —explica Isa, apartándose de él.

Pero Jared vuelve a abrazarla con firmeza, decidido a disipar cualquier duda entre ellos. —Es fingido, todo lo que veas con ella es fingido. Solo quiero sacarte de aquí, Bella —le susurra, con una intensidad que hace que Isa se estremezca, aunque trata de disimularlo asintiendo, no puede evitar que su corazón lata con fuerza.

«No es lo correcto, Isabella»

—Ahora lo sé —Isa le dice empujándolo con delicadeza, poniendo distancia entre ambos.

—De acuerdo, dicho eso, vamos. Necesitas cambiar las vendas —murmura Jared, pasándose los dedos por el cabello en un intento por calmar el tamborileo de su corazón. Está nervioso y no sabe por qué.

—Puedo hacerlo, de verdad, me siento con más fuerza —dice, sin embargo, al dar apenas dos pasos, sus piernas ceden, y se ve obligada a sujetarse de Jared para no caer al suelo. —Lo siento, pensé que podría.

—Deja de disculparte, Bella —le pide Jared con una sonrisa tranquilizadora, mientras con sumo cuidado la ayuda a caminar hacia el baño.

—Odio esto —se queja Isa con frustración. Jared ha presenciado cada aspecto de su vulnerabilidad. En estas últimas semanas, ha compartido más momentos íntimos con él que con Morgan, su pareja. Quien a pesar de ser su compañero, este siempre delegó el cuidado de Isa a sus enfermeras. Sin embargo, con Jared es diferente. Él se ha encargado de todo, incluso de sus necesidades más personales.

«Es porque no tiene otra opción, no te creas importante», piensa Isabella con pesar, haciendo una mueca irónica y una sonrisa amarga al darse cuenta de que hasta ahora no ha sido más que una carga, tanto para el hombre que ama como para su amigo.

—¿Odias qué? —le pregunta Jared seriamente mientras la ayuda a sentarse sobre un banquillo.

—Ser una carga —Isa le responde mirando hacia al piso.

—No eres ninguna carga —le asegura Jared con un dejo de molestia en su voz.

«¿Por qué está comportándose así?» piensa él con frustración. Jared ya le había cambiado las vendas, incluso la había bañado y acompañado al baño para hacer sus necesidades. No entiende por qué ahora está siendo tan insegura con él.

—Si lo soy, ¿o me dirás que te gusta estar pendiente de mí todo el tiempo? Dudo que sea agradable para ti verme así... necesitando ayuda para todo. Quiero decir, eres Jared Hoffmann, has tenido miles de empleados, nunca has tenido que mover un dedo así que no me vengas a decir que no soy una carga, eso solo me hace sentir peor.

—Qué bueno que me lo dices, debo cuidarme mejor. No quisiera enfermarme y tener que ser una carga para ti. Por otra parte, jamás pensé que me vieras de esa manera, como un desconsiderado que no es capaz de cuidar a alguien que quiere cuando lo necesita. Ahora veo cómo me ves realmente, Isabella —le responde Jared con seriedad. Aunque está molesto, sigue atendiéndola, quitándole las vendas con cuidado mientras trata de disipar la ira en su sistema.

Las palabras de Jared golpean a Isabella con fuerza, haciéndola sentir mal consigo misma. Reconoce la verdad en ellas: está prejuzgando a Jared. Se da cuenta de que ella tampoco dudaría en ayudarlo si las cosas fueran al revés, y mucho menos lo vería como una carga. La reflexión la deja con un nudo en la garganta y una sensación de arrepentimiento.

—Lo siento —se disculpa levantando la vista encontrándose con los ojos de Jared, mismos que se oscurecen de inmediato, la pupila se dilata y su respiración se agita. A pesar de haberla visto desnuda antes, esta vez es diferente. Ella está consciente, plenamente consciente, y la forma en que lo mira... Joder la forma en lo mira llena su mente de pensamientos oscuros. Pensamientos que lo excitan de inmediato, haciéndolo sentir una intensa oleada de deseo que le recorre todo el cuerpo.

Los pechos de Isabella desde esa posición se ven simplemente sublimes, la piel como porcelana, los ojos azul cielo, la boca entreabierta, la mirada tierna, todo ello está causando estragos en su sistema.

«Mierda, no», se reprende mentalmente al sentir cómo la tela de su pantalón comienza a levantarse. Isa, por instinto, baja la mirada y sus ojos se agrandan al ver la enorme erección de Jared. La visión de su miembro duro y ansioso despierta un deseo salvaje en ella, haciendo que su propio cuerpo se estremezca de anticipación.

—Mierda —suelta asombrada, sintiendo cómo su estómago comienza a hormiguear. Así, por unos largos y tormentosos segundos, nadie dice nada. En primer lugar, porque las palabras no les salen, y en segundo lugar, por la tensión palpable en el aire.

Jared no puede evitar sentirse avergonzado. Nunca antes se había sentido cohibido por el tamaño de su miembro; de hecho, siempre había sido algo de lo que se sentía orgulloso. Sin embargo, en ese momento, desearía que la tierra se lo tragara vivo. El hecho de que su "amiguito" tuviera que despertar precisamente frente a Isa de esa manera lo hace querer desaparecer del planeta. Se siente expuesto y vulnerable, como si toda su confianza se hubiera desvanecido de repente, dejándolo desnudo ante los ojos de ella.

Isabella, por su parte, no puede evitar comparar. Si bien Morgan está muy bien dotado, nada se compara con lo que está viendo en este momento. Es demasiado, y eso que solo lo está viendo sobre la tela.

«¿Cuánto le medirá? ¿25 centímetros? ¿Las chicas tenían razón? ¿Realmente existen de ese tamaño?», se pregunta Isabella, mordiéndose el labio inferior sin darse cuenta. «¿Qué diablos estás pensando, Isabella?», se regaña a sí misma. No debería estar teniendo estos pensamientos, no debería desear quitarle los pantalones y visualizar lo que hay debajo de ellos. Tampoco debería sentir su corazón latir tan rápido en este momento.

«Pero, ¿y si le duele?», se pregunta, recordando que una vez Valeria le dijo que para los hombres es sumamente doloroso quedarse con una erección de esa manera. Además, asimila que Jared lleva meses sin tener relaciones, y por muy lastimado o dolido que esté por la traición de su mujer, sigue teniendo necesidades básicas. La preocupación por el bienestar de Jared se mezcla con el deseo abrumador que siente en ese momento, creando una tormenta de emociones dentro de ella.

—¿Te duele? —pregunta Isabella, poniendo su mano sobre el miembro de Jared. Él tensa la mandíbula, quedándose estático cuando Isa comienza a sobarlo de arriba abajo.

—Joder —gruñe Jared sin poder evitarlo. Quiere apartarla, su lado racional le advierte que Isabella solo está tratando de devolverle los favores que él ha estado haciendo por ella, pero no puede. Jamás había sentido su cuerpo tan caliente como ahora, nunca se había quedado sin la capacidad de razonar, de hacer o decir algo. Está atrapado en una vorágine de deseo, su mente nublada por la pasión que lo consume por completo. Cada caricia de Isabella parece encender un fuego dentro de él, una necesidad urgente que lo consume y lo arrastra hacia ella sin poder resistirse.

—¿Puedo? —pregunta Isa, tomando el elástico del pantalón.

—No tienes que...—le pide Jared con todas sus fuerzas, maldiciéndose porque realmente quisiera que ella lo hiciera, pero no puede dejarla continuar. No hasta estar seguro de que ella realmente lo quiere. —No me debes nada, Bella. No necesitas... ¡Mierda, Isa...—gruñe cuando ella lo ignora y baja el pantalón, liberando su miembro erecto. Este emerge apuntando hacia ella, grueso y con ese líquido transparente que la hace salivar.

—Coño —suelta Isa al verlo, tragando grueso mientras lo toma entre sus manos, sintiendo cómo palpita sobre la palma. Está caliente, grueso, largo, y se ve jodidamente apetecible. —¿Cuánto? — le pregunta ella, pasando la lengua por toda la cabeza, sacando un gruñido gutural de Jared, quien inclina la cabeza hacia atrás, sintiendo como si una corriente eléctrica le recorriera todo el cuerpo.

—¿Cuánto qué? —pregunta Jared, obligándose a mirarla mientras ella sigue lamiendo su miembro como si fuera la mejor golosina que ha probado en su vida.

—¿Cuánto te mide? —le pregunta Isa con una sonrisa ladina. —Es para fines investigativos, las chicas preguntarán —le aclara, y Jared suelta una carcajada tan grande que retumba en todo el baño.

Jared se separa y guarda su miembro. No puede seguir adelante, no sabiendo la edad que tiene Isa. Le parece tan ingenua, tan inocente, que no puede ignorarlo. A pesar de saber que ella fue la mujer de Morgan durante muchos años, no puede continuar. Un sentimiento de responsabilidad y respeto hacia ella lo invade, haciendo que se contenga a pesar del deseo que lo consume.

—¿Somos amigos no? —le pregunta Isabella confundida.

—Sí, lo somos pero esa información no necesitas saberla —le responde Jared mientras comienza a llenar la tina.

—Según mis cálculos, ¿24?¿ 25? —insiste ella. No quiere tener una conversación incómoda sobre lo que acaba de suceder. Paso y ya está, no piensa ahogarse con preguntas que no tienen respuestas. Sin embargo, si puede recabar información, sabe que cuando salga de aquí, Val y Rebe le pedirán detalles de sus meses en cautiverio con el gran Jared Hoffmann y ella deberá darles algo de información crucial. No olvida lo intensas que fueron cuando Alena estuvo con Alexander, recuerda que...

Se reprime cuando los recuerdos de Alena la abruman de golpe, llenando de inmediato sus ojos de lágrimas. Sabe que jamás volverá a ver a su mejor amiga, nunca volverá a ver sus ojitos llenarse de brillo cuando Alexander aparecía de pronto, jamás volverá a escucharla reír a carcajadas. Y lo que más duele es que nunca podrá decirle cuánto deseaba de verdad formar una familia con ella y su padre. El dolor de la pérdida la envuelve como una ola, dejándola sin aliento y con el corazón roto en mil pedazos.

—¿Qué pasa? —le pregunta Jared, agachándose para limpiar sus lágrimas.

—La extraño demasiado —le responde Isa, llorando a mares.

Jared no le pregunta a quién extraña, lo sabe. Sabe a quién se refiere, y esa certeza le estruja el corazón, porque no puede imaginar cómo debe estar su hijo. Reza entonces, suplicándole a la vida que lo mantenga con vida, sabiendo que puede estar siendo egoísta, pero no sabría qué hacer si sale de aquí y le dicen que su hijo ya no está en este mundo. Seguramente, se volvería loco, porque para él, Alex y Alexa son su mundo.

—25,6 —le dice de pronto, haciendo que Isa deje de llorar. —Es lo que mide, pero más te vale no decir nada.

—Joder —suelta Isa sorprendida —Dime por favor que eso tiene carné, eso debería estar pagando impuestos.

Jared suelta otra carcajada, haciendo que Isa ría con él. Así, el momento triste se disipa y por las siguientes horas se dedican a hacer bromas sobre el miembro de Jared. Ninguno de los dos se atreve a traer el tema de lo que pasó, ambos deciden dejarlo pasar como si nada. Sin embargo, en realidad, Jared sigue sintiendo esa corriente eléctrica viajar de aquí para allá sobre su columna, e Isa sigue recordando lo bien que le supo tenerlo en su boca.

—¿Qué harás cuando salgas de aquí? —pregunta Jared, mientras le coloca el gel en las heridas de la espalda.

—Iré a ver a mis muchachos, hace meses que no los veo y necesito asegurarme que estén bien antes de irme, creo que me tomaré unas largas vacaciones en alguna isla desierta, quiero emborracharme hasta no poder más.

—¿Tus muchachos? —le pregunta Jared con el ceño fruncido.

—¿Recuerdas la Navidad que pasamos todos juntos? —le pregunta Isabella y Jared asiente, sintiendo una presión en su pecho, esa fue la última vez que recuerda a su familia plenamente feliz. —Ese día me tocó cuidar de Alena y al seguirla descubrí que ayudaba en un orfanato no muy lejano de la ciudad. Por lo que cuando ella tuvo que irse, me decidí a seguir con lo que ella hacía. Sentí que era una forma de tenerla cerca. Al final, terminé enamorándome de todos esos niños, quienes jamás se olvidaron de ella, ni del señor 'Grinch'.

—¿Señor Grinch?

—Tu hijo, Alexander, les llevó en Navidad varios camiones repletos de equipos de cómputo, camas y demás. También se encargó de que la madre superiora recibiera cada mes un cheque, el cual les permitió sacar adelante a todos los niños, pagando sus estudios y sus necesidades. Pensé que Alex dejaría de ayudarlos después de que Alena lo abandonara, pero no lo hizo. Siguió ayudándolos y mandando a Santa Claus en cada Navidad. Creo que también era su forma de sentirla cerca —le confiesa y Jared explaya los ojos sorprendido.

—Jamás pensé que mi hijo haría algo así, por nadie.

—Y no lo haría, solo por ella, Jared, tu hijo amaba a Alena de una forma que rayaba en lo irracional. Su amor por ella lo llevaba al límite. Nunca pensé que se pudiera amar de esa manera, pero se puede. Él me lo mostró, y es por eso que odio al maldito universo. Ella no debía morir, no debía dejarlos solos. Ni Narel ni Alex merecían perder la luz de sus vidas. ¿Por qué no me llevaron a mí en su lugar? ¿Por qué tuvo que irse ella precisamente?

—No vuelvas a decir eso —sentencia Jared, tomando su mentón con firmeza. —Tú también vales, Bella. Tú también eres importante. No vuelvas a decir lo contrario. No te permito esos pensamientos, porque sin ti yo me hubiese perdido. Gracias a ti, no estoy siendo manipulado por esa rata. Así que no vuelvas a decir semejante tontería, jamás, ¿entendido? —Su voz resuena con autoridad y posesión, y sus ojos brillan con determinación mientras sostiene la mirada de Isabella.

—Entendido —le responde Isabella en un susurro, detallando el rostro de Jared. —Debes mantener tu distancia —le pide aferrándose inconscientemente a él.

—¿Por qué?

—¿Ya te has visto en un espejo? Eres increíblemente guapo, Jared, demasiado —le susurra Isa sobre sus labios. —Por muy amigos que seamos, no puedo evitar querer besarte cuando estás tan cerca. Es simplemente imposible —admite, mientras una media sonrisa se forma en los labios de Jared, enviando escalofríos por la espalda de Isabella.

—¿Deseas besarme, Bella? —pregunta él, con un ligero coqueteo en su voz.

—Sí, obvio que sí, no hay mujer en este mundo que no deseara besarte, Dady —responde Isa sobre sus labios recordando el apodo que le puso Beca ese día en Navidad, ese "Dady" descompone de inmediato a Jared, quien gruñe sintiendo de nuevo como su miembro se engrosa por segunda vez esta noche.

—Me estás matando, Bella —gruñe, tan cerca de su boca que solo debe inclinarse un poco para rozar los labios de Isa, pero no lo hace. Ninguno se atreve a dar el paso, ambos atrapados en la deliciosa agonía de la anticipación.

—Los amigos no deberían hablarse así de cerca —le informa Isabella, acercándolo más a ella. Abre sus piernas para que Jared quede justo entre ellas, lo que dificulta su respiración, ya que de inmediato siente su erección sobre su cuerpo.

—No, no deberían —le responde Jared, pasando los nudillos por sus costillas, sintiendo la suavidad de la piel de Isabella. Es cálida, tersa, sublime. Cada caricia despierta un cosquilleo en su interior, una sensación embriagadora que lo hace perderse en el momento.

—Los amigos no se toquetean así, señor Hoffmann —vuelve a decir Isabella, y Jared sonríe en respuesta, dejando que su sonrisa se convierta en una expresión cargada de deseo. Sube sus manos hasta llegar a los senos de Isabella, los cuales toma, arrancándole un pequeño gemido.

—No, no deberían, señorita Wilson —Jared le sigue el juego, pellizcando ligeramente su pezón. El contacto provoca otro gemido ahogado en Isabella, cuyo cuerpo se arquea involuntariamente bajo sus manos.

—¿Qué estamos haciendo, Jared? —le susurra Isabella sobre los labios de Jared, mientras acaricia su torso y se da cuenta de lo bien tonificado que está. Muerde su labio y baja hasta el elástico del pantalón. Esta vez es rápida al meter su mano y tomar la polla, lo que le dibuja una sonrisa.

—Joder, Bella —Jared jadea, refregando su mejilla en la de Isa, mientras toma ambos pechos con las manos y los estruja, arrancándole a Isabella un pequeño jadeo.

—Esto no está bien, somos amigos y ambos sabemos que no habrá más. Tú, por muy enojado y desilusionado que estés, sigues amándola, incluso cuando ya no está. Y yo, mi corazón es de él, Jared, siempre lo será. Esto va a complicar todo —le dice Isabella, mostrándole una vez más que con él no tiene filtro. Con él puede ser sincera y decir lo que piensa, sin miedo a que Jared vaya a reaccionar mal.

—¿Por qué entonces sigues masturbándome, Bella? —le pregunta Jared, tomando su mentón. La frase "Los Hoffmann aman solo una vez en la vida" se reproduce en su mente. Sabe que ella tiene razón y que Isabella merece a alguien que pueda amarla por encima de todo. Le parece valiente, sincera, hermosa, inteligente, resiliente, y tan digna de amor que sabe que él no podría ofrecerle todo lo que ella se merece.

Por otra parte, Jared no puede recordar la última vez que su cuerpo se sintió tan vivo, tan eléctrico. Nunca había experimentado un trance tan glorioso, una pasión tan intensa que le hace sentir como si estuviera en llamas por dentro. Cada fibra de su ser parece vibrar con una energía desconocida, una urgencia ardiente que lo consume por completo. Sus sentidos están en alerta máxima, y su pecho sube y baja frenéticamente por los latidos desbocados de su corazón.

—Es que es tan... Joder, tienes una buena polla, Dady —gime ella, haciendo que Jared jadee, un sonido gutural que surge desde lo más profundo de su ser. Si ella supiera lo que esa palabra causa en Jared, no la diría. No estaría tentando al demonio de esa manera.

—¿Y qué quisieras hacer con ella, Bella? —le pregunta Jared, besando su cuello con calma. No puede perder la razón con ella, no con las heridas en su espalda y las costillas rotas que aún tiene.

—Quiero ponerla en mi boca, me supo tan... tan bien, señor Hoffmann —le responde Isabella con un tono cargado de deseo, mientras aumenta la intensidad de sus movimientos sobre él. Jared se estremece ante sus palabras, sintiendo cómo el placer se apodera de su cuerpo. Con Melissa, siempre había mantenido el control, pero con Isabella es diferente. Es un juego de seducción mutuo.

Y si ahora se pone a pensar, Jared reflexiona sobre su pasado con Melissa. Se da cuenta de que ella siempre actuaba según sus deseos, sin mostrar iniciativa propia. Nunca lo tocó con la pasión y la urgencia que Isabella lo está tocando ahora mismo. Nunca vio en los ojos de Melissa el mismo deseo que ve brillar en los ojos angélicos de Isabella, y eso lo descoloca. Esta revelación sacude sus cimientos, haciéndole cuestionar todo lo que creía saber sobre el deseo y la conexión entre dos personas.

Además la diferencia de edad con Isabella lo hace cuestionarse profundamente. Aunque nunca juzgó su relación con Morgan, es evidente que no estaba de acuerdo con ella. Con una brecha de 24 años entre ellos, es claro que podría ser su padre. Sin embargo, no lo es. No es su padre, y esa simple verdad lo enloquece.

—¿Qué voy a encontrar aquí, Bella? —le pregunta Jared, subiendo su mano experta hacia el sexo de Isabella, donde acaricia los bordes con destreza, haciendo que ella se arquee en respuesta. A pesar del dolor en su espalda al moverse, la expectativa de lo que él puede hacer con sus dedos la domina. Se muerde el labio, conteniendo la respiración, mientras se entrega por completo a él.

—Vas a encontrar un coño ansioso por que lo toques —le responde ella, sintiendo cómo el rubor invade sus mejillas.

Nunca antes había sido tan sincera ni tan atrevida. Con Morgan, el placer era delicioso, pero siempre estaba ausente. Ella lo sabía, sabía que él no era de ella por completo, y eso la mantenía callada durante el sexo.

No quería decir o hacer algo que lo hiciera recordar a su exmujer, por lo que nunca pudo expresarle lo que realmente le gustaba, lo mucho que la excitaban las palabras sucias y provocativas. Ahora, con Jared, se siente libre para ser ella misma, para dejar salir todos sus deseos y fantasías, sin reservas ni inhibiciones.

Jared entonces aparta las bragas de Isabella y sonríe al sentir la humedad que empapa su coño. Está tan mojada que la saliva se convierte en agua. Isabella muerde su labio, sintiendo cómo sus sentidos se despiertan con cada caricia de Jared. Él comienza a estimularla, moviendo su pulgar sobre ese sedoso botón rosado que no puede dejar de mirar. Cada roce envía una oleada de placer a través de su cuerpo, haciendo que Isabella arquee la espalda y gima de placer.

—Tenías razón, Bella, tu coño me pide a gritos que lo toque —gruñe sobre su cuello sintiéndose al borde del derrame cuando Isabella lo estruja con fuerza.

—Es que han sido meses y meses de sequía —se justifica Isabella, sonrojada. El sonido encharcado de su coño la avergüenza, sin saber que para Jared ese sonido es música para sus oídos.

—¿Y por eso estás tan ansiosa, bebé? —le pregunta Jared, trazando círculos certeros sobre el clítoris de Isabella, mientras deja una estela de besos ardientes por todo su cuello.

—Sí, Dady, muy, muy ansiosa —gime Isabella, tomando la polla con más ganas, subiendo y bajando hasta que por fin sucede lo que ambos necesitaban. Jared se corre como nunca antes, liberando cuatro chorros de semen caliente sobre la mano de Isabella. Ella, por su parte, alcanza un orgasmo que la hace temblar sobre el brazo de Jared, quien la sujeta con firmeza para evitar que las convulsiones la lastimen más de lo necesario.

Y durante los próximos segundos, se quedan sin decir nada, sumergidos en su burbuja de placer, ajenos a lo que sucede en el exterior. No saben que a muchos kilómetros de distancia, Maximiliano está siendo ingresado a una operación cerebral de emergencia por una tromboembolia cerebral, la cual podría provocar un accidente cerebrovascular isquémico.

—¡Salvenlo, por favor, no dejen que muera! —suplica Inés, con desesperación en su voz, mientras los médicos corren hacia el quirófano.

Inés se arrodilla, desesperada, comienza a rezar a la madre naturaleza, suplicándole que salve al amor de su vida. Sin embargo, un sentimiento de culpa la invade. Siente que la madre naturaleza la ha abandonado por descuidar lo importante. Debería estar con Narel, debería cuidarla por encima de todo. Pero no lo hizo. Cuando tuvo que elegir entre ella y Maximiliano, lo eligió a él. Pensó que su señorita estaría bien con sus tías, en cambio él no tenía a nadie más que a ella.

O al menos eso pensaba. En este preciso momento, una de las enfermeras está notificando a la persona que ha estado al pendiente de la salud de Max desde el primer día en que supo que estaba en coma. Es la misma persona que está dejando todo lo que tiene a su cargo para viajar a Alemania.

La cual le exige que hagan lo imposible por mantenerlo con vida, que no le importa el costo, que él no puede morir así como así. La enfermera asiente, tratando de calmarla, pero ¿cómo podría calmarse una madre al saber que su hijo está muriendo?

Ella no puede encontrar paz, no hasta asegurarse de que el niño al que abandonó hace 38 años esté bien y fuera de peligro. Así pasa las próximas seis horas de vuelo, angustiada, procesando toda la información. Recuerda el momento en que supo que estaba embarazada, la felicidad que sintió al saber que le daría un hijo al hombre que ama.

Revive el dolor que sufrió cuando ese hombre le dijo que no podían permitirse un bebé en ese momento, y por eso tuvo que dejarlo en un orfanato. Sin embargo, nunca perdió su rastro. Lo siguió de cerca, asegurándose de mantenerlo con vida, pero sin interferir en sus decisiones. Ella cree firmemente que un hombre se forma en la adversidad, por lo que lo dejó pasar hambre, frío y sufrir para que algún día fuera como su padre.

Ella lo vio entrar al ejército y no pudo sentirse más orgullosa. Lo vio crecer y hacerse un nombre, pero también presenció su injusticia. Observó impotente cómo su hijo era pisoteado por una mujer caprichosa, una mujer que le recordaba a la que le arrebató su propia felicidad. Por eso, se encargó de ella. Le hizo padecer las peores torturas hasta aniquilarla, haciendo justicia por su hijo sin que este lo supiera.

Recuerda el momento en que lo tuvo de nuevo frente a frente, pero no pudo decirle nada. También revive el instante en que su hijo se encontró con Jared Hoffmann y este lo acogió. Aún no puede creer lo caprichoso que puede llegar a ser el destino, pero no podría ser más feliz con eso. Sabiendo que su hijo jamás volvería a estar solo, y eso es todo lo que importaba.

—¿Cómo está? —pregunta la mujer al llegar a la sala de espera. Inés se levanta de inmediato, poniéndose a la defensiva.

—¿Quién es usted? —Inés le pregunta a la mujer, observándola detenidamente. Esta tiene el cabello lacio de color castaño, unos ojos color miel que parecen penetrar su alma, y viste un traje negro, completamente elegante. Emana poder y fuerza, una presencia imponente que la desconcierta aún más.

—Soy su madre, ¿cómo está? —le pregunta la mujer sin mirar a Inés, observando ansiosa la puerta del quirófano.

«¿Madre?», se cuestiona Inés, recordando claramente que Max le contó que no tenía padres.

—Maximiliano no tiene padres, señora —se impone la africana, poniéndose enfrente de la mujer, quien la examina de abajo arriba. —¿Quién es usted?

—Debe tener padres, o no estaría aquí en primer lugar. Soy su madre, Inés. Fui yo quien lo trajo al mundo, y también fui yo quien lo abandonó en el orfanato hace 38 años. Me llamo Renata Collins —responde la mujer, y los ojos de Inés se abren de par en par ante la confesión. —¿Cómo está?

—Sigue en cirugía, los médicos no han salido a darme informes —responde Inés confundida. —¿Cómo sabe mi nombre? ¿Cómo nos encontró?

—Hace algunos años contraté a un investigador privado para que se encargara de buscar a mi bebé. Él logró dar con Max y desde entonces le siguió el rastro. Juro que no quería acercarme a él, solo quería saber cómo estaba y mantener mi distancia. Pero me dijeron que estaba en coma por un accidente que tuvo, y apenas me notificaron que entró a cirugía, no pude mantenerme alejada. De verdad que no.

—¿Usted es quien estuvo pagando sus facturas médicas? —le pregunta Inés quien por alguna razón se siente incómoda frente a la mujer que tiene enfrente.

—Él no tiene que saberlo —responde la mujer, tomando asiento y cerrando los ojos. No debería estar haciendo esto, pero ya no pude más. No puede alejarse de él. Ya verá cómo hacer para que nadie la descubra, pero estará para Max, sin importarle nada.

—Señora, discúlpeme, pero no puedo creerle así como así. Aparece de la nada, dice que es su hijo, pero ¿quién lo garantiza? Si lo investigo, sabrá en qué está metido, sabrá quién lo lastimó y quiénes son nuestros enemigos y entenderá por qué no puedo confiar en usted.

—Lo sé, sé contra quiénes pelean, pero te equivocas, Inés. Los enemigos de sus jefes no son los enemigos de mi hijo. Él solo es una víctima más de todos ellos, y es por eso que me lo llevaré —le confiesa la mujer, y la africana de inmediato se levanta.

—Antes de tocarlo, deberá matarme señora —le advierte y la mujer sonríe, viendo que su hijo no se equivocó a la hora de elegir a la mujer con la que compartiría su vida.

—Puedes venir si quieres —le responde la mujer cerrando sus ojos.

—No, no iremos a ningún lado hasta que él despierte y decida por su cuenta qué hacer —declara Inés con firmeza, su voz resonando en la habitación. —Lo conozco, odiará esto. Saber que la mujer que lo abandonó como si no valiera nada tomó decisiones sobre su vida lo lastimará. No puede aparecer de la nada y querer estar en su vida así, sin más ni más. Y sí, tal vez no conozca sus motivos para hacerlo, pero eso no cambia el hecho de que durante 38 años no lo buscó. Así que, señora, no trate de imponerse, porque no se lo voy a permitir —añade, desafiante, logrando molestar a la mujer, quien tensa la mandíbula y suspira antes de asentir.

Sin pronunciar una palabra más, ambas mujeres permanecen en silencio hasta que transcurren dos horas más y el neurocirujano emerge para proporcionarles noticias. Él les informa que Maximiliano está fuera de peligro, mencionando que se identificó un pequeño aneurisma durante el procedimiento, lo cual podría haber sido la causa de su estado de coma. Les explica que ahora solo les queda esperar a que pase el efecto de la anestesia y observar si logra despertar, dándoles esperanzas a ambas mujeres que se observan sin comentar nada más.

Tres días después.

—¡¿Por qué carajos sigue sin despertar?! —grita Renata al cirujano que se encuentra en la habitación de Max.

—Renata —Inés intenta calmarla, pero ella está furiosa, todos los médicos le parecen unos incompetentes.

—¡Me interesa una mierda lo que hagan o cómo lo hagan, despiértenlo de una maldita vez! —grita de nuevo, y el médico traga saliva, sin entender por qué Maximiliano no despierta.

—Renata —Inés vuelve a llamarla cuando ve cómo Max arruga los ojos.

—¡Haga algo! ¡No le pago para que tenga a mi hijo en ese estado! —grita sin darse cuenta de que Max abrió los ojos.

—Renata —Inés se emociona, se acerca y toma la mano de Max.

—¡¿Qué?! —pregunta la mujer al darse la vuelta, encontrándose con los ojos de Maximiliano que la escrutan de arriba abajo. «¿Mi hijo?», Max se cuestiona llevándose la mano a la cabeza cuando comienza a dolerle sobremanera.

—Déjeme pasar —le pide el cirujano, quien se acerca a Maximiliano, saca su lámpara y comienza a revisar que esté bien. —Hola Max, soy el Dr. Klaus Müller, neurocirujano —le informa, comprobando que Max pueda ver bien, revisando que escuche y que pueda seguir la luz. —¿Puedes decirme tu nombre completo?

—Maximiliano Becker —responde Max, sin apartar la vista de la mujer. Sus ojos se fruncen, pero no puede hablar. Su pecho sigue latiendo con fuerza.

—¿Qué edad tienes, Max?

—Hasta donde me quedé, 37 años —dice, y Inés toma su mano, llorando de alegría. Max entonces se percata de ella y una sonrisa se dibuja en su rostro, pero después se borra, al recordar que ella lo traicionó. —Alexander, Alena —susurra, intentando levantarse.

Hasta donde sabe, Alex y Alena fueron atacados iba por ellos hasta que recibió la llamada...

—Melissa —suelta poniéndose a llorar como si fuera un niño pequeño al recordar la llamada de Alexandra.

—Max, debes calmarte —le pide el cirujano, pero este niega. Melissa para él era como una madre, siempre estuvo apoyándolo, nunca lo trató diferente. Ella y Jared fueron como sus padres, y ese recuerdo lo sumerge más en el abismo, ya que también recuerda que fueron atacados.

Recuerda cómo trató de llegar a Jared, pero no pudo salvarlo. Se lo llevaron, y ahora es muy posible que esté muerto.

—Max, calma, por favor te puedes lastimar —le pide Inés, abrazándolo, tratando de darle apoyo pero este la empuja.

—Por tu culpa —le reprocha, sintiéndose culpable por haber dudado de Jared, cuando en realidad era inocente.

—Lo siento, lo siento mucho —le susurra Inés, limpiándose las lágrimas, acercándose de nuevo, pero de nuevo es rechazada.

—¡Hijo!

—¡Yo no soy su hijo! —le grita Max a la mujer, pero ella no baja la mirada ni se inmuta. Su temple es fuerte, así que no llora ni se desanima.

—Lo eres, eres mi hijo, yo te traje al mundo —le afirma esta, desestabilizándolo más.

—¡Cállese! —grita Inés viendo cómo Max se queda mudo, niega y llora, no entiende nada.

—Soy tu madre, Max —insiste la mujer. —Entre más rápido lo asimiles, mejor serán las cosas para ambos. Yo te parí, y también fui yo quien te dejó en el orfanato. No pienso justificarme ni suplicarte que me perdones, porque sé que lo que hice no tiene perdón. Pero ahora estás débil, acabas de despertar después de estar meses en coma, y tuviste una cirugía delicada. Así que trata de calmarte, por favor.

—Saquenla —le pide Max al médico y a Inés. —¡Saquenla! —grita y a la mujer no le queda más que abandonar la habitación.

—Max.

—Habla, dime ¿qué mierda pasó? —le pregunta este a Inés.

—Max, déjame revisarte. No es bueno para tu salud tener este tipo de emociones. No me obligues a darte un calmante, señorita, por favor espere afuera —ordena el cirujano a Inés, quien asiente y sale de la habitación.

El médico entonces se pone a revisarlo, le da un medicamento para que el dolor de cabeza se disipe y también revisa que Max sienta sus extremidades. Le pide que mueva sus dedos, y lo hace. Después de varios minutos de revisión, el médico le pide que descanse y le informa que por ahora prohibirá las visitas hasta que esté mejor.

Dos días después.

—¡No! —Max grita al enterarse de la muerte de Alena, llora en brazos de Inés a quien permite acercarse, la abraza negando varias veces, sintiendo cómo su corazón se rompe, ya que Max veía a Alena como su hermana.

—Lo siento mucho, Max —le susurra Inés, deseando que ojalá ella pudiera quitarle el dolor que siente.

—¿Alexander? ¿Cómo está? —pregunta e Inés no puede responderle.

Entonces Inés le cuenta lo que Rebeca le dijo, estas han estado en comunicación, obvio no puede decirle que fueron ellos quienes metieron preso a Alexander pero sí que está a salvo, que él y Jack lo están.

—Necesito salir de aquí, debo buscarlo a él y a Jared, se lo llevaron... —dice Max queriendo levantarse de la cama.

—No, Max, necesitas descansar, recuperar tus fuerzas. Prometo ayudarte a buscarlo, pero después. Nada cambiaría si lo buscas ahora o dentro de dos semanas. Por favor, cálmate.

—¿Por qué dices "buscarlo" en singular?

—Jared es socio de Shaitán. Él fue quien estuvo financiando esa organización, quien estuvo detrás de todo. La última vez que se le vio fue en Francia. Ha estado reclutando hombres para la guerra que tiene con la Bratva. A Jared no le importó la muerte de su mujer, ni mucho menos lo que pasó con Alexander y Alena —le cuenta, y Max niega con la cabeza.

—Le dio un infarto, estaba grave cuando fui por él. Jared no sería capaz de hacer algo así, Inés.

—Pero lo hizo. Pudo fingir que le dio el infarto para "desaparecer" y que no dudaran de él. Pero mi hermana me mandó un video de él entrando a una casa de campaña en algún desierto, rodeado de hombres con la insignia de Shaitán, Max. Pasaron muchas cosas. Ahora sabemos que hay más de un Shaitán, entre ellos Hakim —le revela, dejando a Max estático.

Así, Inés le revela todo. No solo que Hakim los traicionó, sino que también Leif murió. Le cuenta que ellos y Viktor eran parte de la extensión. Le revela su verdad, lo que su hermana le ha contado, sin omitir ningún detalle. Max pregunta entonces por Valeria, y ella le dice que desconoce su paradero exacto, pero que ahora debe estar en una isla escondida con su hija.

—¿Y Narel? —le pregunta, no entiende por qué Inés está con él.

—Con sus tías. Está bien. Rebeca me mantiene informada. Mi señorita me sigue odiando, pero está bien. Puedo vivir con eso si ella se encuentra a salvo.

—¿Ellas saben que estuve en coma? —le pregunta e Inés niega.

—No, Rebeca comentó que lo mejor era que nadie más que nosotras supiera que estabas delicado, por tu seguridad. Los hombres de Shaitán han estado buscándote. Imagino que no quieren dejar cabos sueltos. Tú viste que ellos se llevaron a Jared, y por eso creo que están tras de ti.

—Es decir, ¿que existe la posibilidad de que todos los demás crean que estoy muerto o piensen que soy un traidor? —pregunta, y Inés asiente.

—Fue lo mejor. Todos piensan que eres un traidor, y si Beca no los ha sacado de su error es porque se lo pedí. No podía arriesgarte. Estamos rodeados de infiltrados, y la extensión no es la excepción. Si ellos hubieran sabido que estabas en coma, me habrían pedido llevarte con ellos y alguien podría haberte lastimado. Lo mismo sucedía con Alexa. Perdóname, de verdad, pero es que... —no termina, ya que Max la acerca a él, besándola con una vehemencia que hace que las piernas de la africana se vuelvan gelatinas.

—Me elegiste —le dice él, inmensamente feliz, ya que por primera vez en su vida, alguien lo escoge.

—Siempre —le responde Inés, volviéndolo a besar. Sabe que falló como guardiana, piensa que muy posiblemente la madre naturaleza la castigue por no cumplir con sus obligaciones, pero no puede dejar a Max. Lo ama como nunca creyó que podría amar a otra persona.

—¿Y qué hay con la mujer que se dice ser mi madre? —le pregunta Max, tensando su mandíbula.

Inés suspira y le cuenta a Max lo que esa mujer le dijo, misma que desapareció apenas Max se negó a recibirla. Saber que la mujer que lo abandonó como si fuera desechable lo buscó le genera repugnancia, más viendo el tipo de ropa que traía puesta, ropa de diseñador. Era obvio que no fue por dinero, y si lo fuera, tampoco podría perdonarla. Decide no comentar nada más, solo quiere hallar a Alexander, ver que esté bien y asegurarse de que Narel esté a salvo.

—Necesito una computadora.

—¿Qué vas a hacer?

—No puedo esperar a estar mejor. Necesito revisar que Alex está con vida y a salvo. Y necesitamos salir de aquí. Esa mujer puede ser una rata infiltrada. No me creo el cuento de que es mi madre. Así que huyamos de aquí —le susurra Max a Inés, quien asiente en silencio.

—Debemos revisar que no tengas ningún dispositivo de rastreo. Por ahora tengo acceso a un equipo que bloqueará la señal, así nos aseguramos de que ella o su gente no puedan rastrearnos —dice Inés en un tono urgente.

Max asiente, consciente de la importancia de pasar desapercibidos. Reza para que el dispositivo de Alexander siga encendido, mientras idean un plan para rescatarlo sin levantar sospechas sobre su despertar. Sin embargo, desconocen que en este momento Alexander está llegando a Rusia junto con Alena, Devil y Jack, para reunirse con Beca, Irina y Viktor.

Ahhhh,  ya desperto nuesto Maxi, que creen que suceda?

Viktor por fin se va a reencontrar con Jack, que pasara?

Este capitulo es dedicado y subido gracias a @MonserratArevalo4 y a Bianka (no conozco su usuario aqui), gracias a sus tiktos hay nuevas lectoras sumandose a esta historia, de verdad feliz de que les este encantando la historia. ❤️

Meta del capitulo Mil votos y 3000 comentarios si queremos capitulo el Miercoles o Jueves.  

Las amo. ⭐️

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