Donde el sol se esconde

By AmaliaReed

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A veces no sabemos cuáles son nuestros sueños, hasta que se aparecen frente a nosotros. Esto es lo que le ocu... More

Sinopsis
Prefacio
Capítulo 1. Colapso en Copenhague
Capítulo 2: Desde otro punto de vista
Capítulo 3. Confesiones en Malmö
Capítulo 5. Reflexiones en Hamburgo
Capítulo 6. Error de cálculo
Capítulo 7. Impulsos en Ámsterdam
Capítulo 8. Historia vacía
Capítulo 9. Tormenta en París
Capítulo 10. Correr hacia el mar
Capítulo 11. Encuentros en Siena
Capítulo 12. Otra vida
Capítulo 13. Despedida en Madrid
Capítulo 14. Empezar de cero
Epílogo

Capítulo 4 - Déjalo atrás

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By AmaliaReed

—¿Te volviste loco?

—No tanto...

Iker intentaba reprimir una sonrisa al ver mi pequeña crisis en mi habitación de hotel. Habíamos decidido reunirnos allí para salir juntos hacia el tren que nos llevaría a Hamburgo, pero luego de ver mis dos maletas, además de mi bolso, decidió que no podríamos viajar juntos con todas esas cosas encima.

Así que después de discutir en el lobby, me siguió a mi habitación de hotel, con la intención de ayudarme a decidir qué llevar y bajar mi equipaje a una sola maleta.

—No sabes lo difícil que fue deshacerme de mis cosas para mudarme. Todo lo que llevo acá es importante, no puedo dejarlo.

—No lo hagas. Envíalo a tu casa y viaja solo con lo necesario

—No lo entiendes —me quejé, sentándome en el borde del colchón que no estaba ocupado por montones de ropa—. Dejé mi hogar para mudarme, esto es lo único que tengo y no sé dónde enviarlo.

—Qué lío —murmuró Iker, ladeando la cabeza mientras examinaba las maletas—. ¿No tienes un familiar o...?

—Podría enviárselo a mi hermano. —Razoné, mirando el montón de ropa—. Pero ese no es el punto. No puedes obligarme a dejar mis cosas para viajar contigo.

—A donde vamos, no vas a poder arrastrar maletas. Necesitarás una de estas —explicó, apuntando hacia su mochila apoyada a un lado de sus piernas—. Debes llevar solo lo que puedas cargar sobre tus hombros.

—Te sorprendería lo que puedo cargar sobre ellos —ironicé, dándole un doble sentido a sus palabras—. Muy bien, haré lo que tú digas, pero necesitaré una mochila.

—Vamos por ella, entonces.

Dejamos todo el equipaje en mi habitación y nos dirigimos hasta un centro comercial, donde pudiésemos encontrar alguna mochila que se adaptara a mis necesidades. Por suerte, Iker podía comunicarse a la perfección con las personas que transitaban por el lugar, así que rápidamente dimos con una tienda donde encontramos mochilas de todas las formas, colores y tamaños.

Después de discutir aspectos técnicos y estéticos, me llevé una mochila, bastante más pequeña que la de él, de un color verde limón.

Al regresar, evalué cada prenda de ropa según las indicaciones de Iker; cuantas, de qué tipo, según el clima y sobre todo lo que no debía llevar.

—¿Esto? —comentó, tomando una minúscula tela de un top semitransparente de color negro—. Se va.

—Claro que no, esto se queda. —Le quité la prenda de las manos y la doblé para guardarla dentro de la mochila—. Además, casi no ocupa espacio.

—Pero podría aprovecharse mejor.

—Si me lo vieras puesto, dirías lo contrario.

Se quedó en silencio, y me arrepentí de inmediato de mis palabras. Aunque Iker me parecía atractivo, acababa de huir de mi propia boda, sin aclarar nada a mi prometido y no sabía qué pasaría luego de este viaje. Lo último que quería, era una aventura pasajera. No sé si él pensaba lo mismo en ese momento, pero guardó silencio y para desviar el tema, tomó la libreta que había dejado sobre la mesa de noche.

—Creo que ya convenimos que no necesitas libretas para planificarlo todo.

—No es una libreta cualquiera, es el diario de mi madre.

Se quedó quieto con la tapa a medio abrir. La cerró de golpe y la devolvió al lugar que ocupaba antes.

—Lo siento, no era mi intención.

—No te preocupes —dije, alcanzando el diario y abriéndolo en una página cualquiera. El dibujo de un paisaje con grandes montañas a la distancia, ocupaba la mitad de la hoja—. Creo que esto fue en Bolivia.

Se lo extendí para que pudiera verlo mejor. Él lo tomó con algo de duda, pero su delicadeza al protegerlo con ambas manos me enterneció.

—Era muy talentosa —comentó, al observar el paisaje.

—Sí. Me enseñó desde muy pequeña. Nunca fui ni de cerca tan buena como ella para dibujar un paisaje, pero logré hacer algunos bocetos de personas.

—¿Sigues dibujando?

—Solo por diversión, y eso significa que no es mucho —murmuré, tomando otra prenda y alzándola para tener la evaluación de Iker. Él la miró y negó con la cabeza—. A este ritmo no tendré nada que usar.

—Solo lleva lo que necesites para estar cómoda y no pasar ni frío ni calor. Eso es todo.

Devolvió el diario que guardé en un bolsillo lateral de la mochila, junto a otros artículos pequeños que no iba a dejar. Como un lápiz, mi cargador de teléfono y un bálsamo labial.

Después de discutir los necesarios motivos por los que debía llevar mi plancha para el cabello, logramos acomodar algo de ropa, artículos de aseo personal, toallas y otros elementos indispensables para iniciar nuestro viaje. Laptop, papeles, ropa de fiesta, formal y de oficina, zapatos de tacón y una cantidad irracional de maquillaje, entre otras cosas, se quedaron en mis maletas, listas para ser enviadas a casa de mi hermano.

Salimos del hotel, y luego de rechazar la ayuda de Iker y arreglármelas con mi infaltable móvil para traducir lo que necesitaba, entregué mi equipaje para que viajara hasta la casa de mi familia y acomodé mi mochila en la espalda lista para continuar.

Tomamos el siguiente tren con dirección a Hamburgo. Cinco horas de viaje de lo más alucinante si no te quedas dormida a mitad de camino como me pasó en varias ocasiones. Cada vez que despertaba, acurrucada en mi asiento, Iker seguía mirando el exterior, como si en realidad no estuviese viendo el mismo paisaje hora tras hora.

—¿Qué es lo que tanto ves? —pregunté, cuando me desperté la tercera vez, luego de dormir por 1 hora completa—. Siempre te quedas viendo el paisaje como ensimismado.

—Estoy pensando —respondió, prestándome atención—. Recuerdas que te dije que este viaje era para pensar. Pues eso.

—No puede ser que estés pensando todo el tiempo lo mismo.

Iker solo sonrió, y volvió a apoyarse en la ventana. Fui ilusa al creer que estaba pensando en su oferta de trabajo, porque, aunque decía la verdad y estaba reflexionando sobre muchas cosas, no me las quiso decir en ese momento. Eso vendría después, y entendería que era lo que observaba tras ese cristal que yo no lograba percibir en ese entonces.

Salí a recorrer los vagones del tren, sonriendo a los pasajeros mientras buscaba algunos de los baños. Al regresar, Iker me ofreció ir al comedor donde nos tardamos varios minutos en elegir lo que queríamos comer.

Antes de empezar a aburrirme, llegamos a Hamburgo. Debido a nuestro retraso por el asunto de las maletas, eran las 6 de la tarde cuando bajamos del tren. Iker propuso buscar un hostal donde alojarnos para dejar nuestras cosas y salir a recorrer la ciudad antes que se hiciera de noche.

—¿Prefieres una habitación individual o compartida? —preguntó, cuando nos acercamos al mesón.

—Creo que por ahora preferiría individual, no me importa pagar un poco más.

Se dirigió a la mujer que nos atendió con una sonrisa, y hablaba con Iker en un inglés con un acento que sería un desafío para cualquiera. Sin embargo, él parecía comprenderlo todo a la perfección.

—Tienes suerte, quedaba una habitación individual. Yo tomaré la compartida.

—Bien.

Saqué mi tarjeta y cada uno pagó su habitación, por una reserva de dos noches. Me limité a seguir sus instrucciones y dejarme llevar, aunque en mi interior, me estaba cuestionando que haríamos los siguientes dos días en Hamburgo como para que decidiera reservar por dos noches.

Luego de dejar nuestras cosas y cambiarnos, nos reunimos en el lobby y fuimos a recorrer la ciudad.

—¿Qué era lo que salía en el diario de tu madre?

—«Cervezas en Alemania» —repetí de memoria, lo que ella escribió años atrás—. Supongo que es lo típico que vienes a hacer aquí, ¿no?

—Está por anochecer. ¿Te parece si vamos a cumplir esa meta?

—¿Conoces un buen sitio?

Claro que no conocía, pero con su personalidad extrovertida y esa sonrisa encantadora, le bastó preguntar a unos cuantos desconocidos, de los cuales 4 de los 5 recomendaron el mismo lugar, por lo que tomamos un taxi y fuimos hasta allá.

Era un sitio pintoresco. El típico bar popular, que tiene una discreta entrada, pero con un ambiente colorido y lleno de vida que se reflejaba en su personal amable y en las múltiples pinturas que plasmaban en sus paredes. Las personas reían en voz alta, superando el volumen de la música ambiente del interior.

Nos sentamos en una mesa con dos sillas junto a una pared. Hice todo mi esfuerzo por intentar comunicarme con el mesero, a punta de signos, un inglés mal pronunciado y un alemán aún peor. Lo importante es que después de unos minutos, dos jarras de cervezas y una canasta con papas fritas estaban en la mesa.

—¡Salud!

—¡Espera! —Iker interrumpió mi brindis, de forma escandalosa—. Dame tu teléfono.

Se lo entregué sin hacer preguntas. Levanté mi jarra y puse la mejor sonrisa para la foto que quería tomar. Por poco y me olvido de esto.

—Ahora sí, prost! —Levantó su jarra, y extendió la otra mano para capturar una selfie de ambos.

Prost! —imité riendo, sin saber qué diablos significaba.

Bebimos el primer trago y disfruté del sabor del líquido ámbar. Prefería el vino blanco a la cerveza, pero ya que estábamos aquí, era la opción lógica.

—Oye, he hablado mucho de mi vida, pero tú no me cuentas nada de la tuya —dije, bajando mi jarra hasta la mesa—. Es justo que ahora sea yo quien te interrogue.

—Eres tú quien no pregunta. ¿Qué quieres saber?

—¿Tienes hermanos o hermanas?

—Cuatro. Soy el segundo. Tres hermanos y una hermana. La más pequeña.

—¿Y tus padres?

—Me llevo bien con ellos, pero no los veo muy seguido desde que me fui de casa. Mi padre es dueño de un local de comida y mi madre agente inmobiliaria.

—¿Y alguna chica de la que deba saber? —dije, con una sonrisa pícara. Iker apartó la mirada, sonriendo divertido mientras bebía un trago de su cerveza—. ¿O chico?

—Nadie por ahora. Llevo varios meses soltero después de una relación bastante larga. Creo que no quiero esa clase de compromisos por ahora.

—¿En serio? ¿Y por qué terminaron?

Se acomodó en su asiento, observándome con los brazos cruzados.

—¿Por qué lo hiciste tú?

—¡Yo pregunté primero!

—Bieeen. —Puso los ojos en blanco y tomó un largo trago de su jarra antes de continuar—. Nos conocimos en la universidad y estuvimos saliendo durante un tiempo, hasta que las cosas empezaron a avanzar muy rápido. Poco después de graduarnos, ella quedó embarazada y yo tuve que posponer el año sabático que había planeado tomarme para irnos de viaje. No quiero extenderme mucho, pero a los meses de enterarme de su embarazo descubrí que me había engañado con uno de sus compañeros de trabajo y ese hijo no era mío.

—¿¡Qué!? —exclamé, derramando un poco de cerveza—. ¿Es en serio?

—Tú preguntaste.

—¡No puedes soltarme algo así de importante! ¡Eso es muy íntimo!

—Tú me confiaste lo del diario de tu madre, me pareció justo.

—Mierda. Debió ser un duro golpe —reflexioné, poniéndome en su posición. Que te engañen ya es muy difícil, pero que además haya un hijo como resultado de eso, debe ser terrible.

—Lo fue, pero ya pasó el tiempo de eso. Ella es feliz, yo soy feliz. Todos ganan. —Alzó su jarra y tomó un gran trago hasta casi vaciarla—. No pienses mucho en eso, Sam. Estoy bien.

—Si tú lo dices.

—Ahora tú —insistió, acercándose por encima de la mesa—. Sé que huiste antes de tu boda, pero ¿qué pasó después?

—Lo llamé en cuanto estuve en el hotel. No sabía qué decirle, así que le expliqué la crisis que tuve y por qué me fui. No estaba contento, pero lo entendió y dijo que me daría el tiempo necesario para recuperarme.

—Entonces... ¿Siguen juntos?

—No lo sé. Supongo que no. —Me encogí de hombros y bebí de mi cerveza.

—Deberías llamarlo y aclararlo.

—¿Qué?

—Puede que él esté al otro lado del mundo esperándote. ¿Lo has pensado?

No estaba siendo 100% sincera con Iker en ese momento. Me daba vergüenza admitir que no había hablado con Daniel en realidad, y solo le había escrito algunos mensajes y luego bloqueé su número sin saber su respuesta. Nadie de su familia ni de la mía me había escrito para pedir alguna explicación. Me borró de todas las redes sociales, por lo que en el lenguaje actual, eso significaba que habíamos terminado.

—No voy a llamarlo —dije, rotunda—. Y más te vale no insistir, porque no me conoces cuando me enojo.

—Eso me gustaría verlo.

Pedimos más cervezas mientras terminábamos de comer nuestros bocadillos. Íbamos por la tercera ronda, cuando Iker hizo amistad con un grupo de mochileros de la otra mesa que le pidieron una fotografía. De alguna manera terminamos juntando las mesas, y todos bebimos y reímos hasta altas horas de la madrugada.

Tomamos un taxi de regreso al hostal y en medio de tropezones logramos entrar y subir las escaleras a nuestras habitaciones.

—Todo me da vueeeeeltas —dije entre risas—. ¿No sientes que el mundo gira?

—El mundo siempre gira, colibrí.

Me detuve en lo alto de la escalera, haciendo que Iker se chocara conmigo, al ir medio ebrios.

—¿Qué dijiste? —musité.

—Yo... —Me estudió con la mirada, frunciendo el ceño—. Lo decía por esto.

Sus dedos rozaron el prendedor de mi madre, que llevaba en la parte alta en el lado izquierdo de mi pecho. Contuve el aliento, pero a pesar de todo el alcohol que habíamos bebido, sus dedos solo tocaron la figura de piedras.

—Era de mi madre —confesé—. Lo llevo como un recordatorio de que siempre estará conmigo.

—¿Te incomoda que te llame así?

Le sostuve la mirada y negué con la cabeza. Me dio una sonrisa y se inclinó hacia mí. Temblé. Di un paso atrás, algo tardío, pero Iker solo me tomó del hombro y dejó un suave beso en mi mejilla.

—Buenas noches, colibrí. Descansa. Mañana saldremos temprano.

—¿A dónde vamos?

—Ya lo descubrirás.

Me guiñó un ojo y entró en uno de los pasillos perpendiculares del segundo piso. Yo caminé hasta mi habitación y enchufé mi cargador al tomacorriente para evitar que se descargara. Mientras miraba las fotos y videos de esa noche, pensé en la última vez que había disfrutado un momento relajado como este. Compartiendo cervezas con desconocidos a los que no tuviera que impresionar. Comiendo lo que me pusieran en frente, sin preocuparme por las calorías.

No podía recordarlo, porque nunca había ocurrido. No tuve buenos años en el instituto cuando la enfermedad de mi madre apareció, y en la universidad, me dediqué a centrarme en los estudios y nunca fui a una fiesta ni hice ningún amigo. De no ser por las prácticas, tampoco hubiese conocido a Daniel.

Busqué su número en los contactos y me quedé mirando su nombre durante un largo rato. Debí hacerlo esa noche. Debí llamar para aclarar la situación. Pero el miedo me ganó y solo bloqueé el móvil y me preparé para dormir.

Al final, las cosas se aclararían, antes de lo que yo misma esperaba. 

____________________

Y llegamos a las 8000 palabras y vamos por la segunda ronda. 🥳

Este capítulo se me extendió un poco más de lo que esperaba, pero era necesario para conocer un poco más de la vida de Iker. 

De todos mis libros, este sería el que más me gustaría hacer realidad. Quien no quisiera viajar con un encantador acompañante.

¿Han viajado fuera de su país? 

Cuéntenme alguna experiencia sobre eso

Nos leemos el próximo domingo! 😘

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