Después de semanas de lucha interna y noches de insomnio, Muriel se encontró en una encrucijada emocional. El peso del amor no correspondido con John se había vuelto demasiado para soportar. Cada recuerdo compartido, cada mensaje de texto intercambiado, parecía pesar sobre ella como una losa, impidiéndole avanzar hacia adelante.
Frente al espejo, observaba los reflejos de una mujer rota pero decidida. Sabía que tenía que tomar una decisión, una que afectaría no solo su presente, sino también su futuro. Con lágrimas en los ojos y el corazón latiendo con fuerza, se armó de valor y enfrentó su verdad.
Llamó a John, sintiendo el nudo en la garganta mientras esperaba que contestara. Cuando finalmente lo hizo, las palabras parecían atragantarse en su boca. Con una voz temblorosa, expresó sus sentimientos más profundos, explicándole cómo su amor unilateral la estaba consumiendo lentamente.
La conversación fue una montaña rusa de emociones, con lágrimas, gritos y silencios incómodos. Muriel luchó por mantenerse firme en su decisión, aunque su corazón se desgarraba en pedazos con cada palabra pronunciada. Al final, logró articular su necesidad de distancia y tiempo para sanar, una petición que John aceptó con una mezcla de resignación y arrepentimiento.
Al colgar el teléfono, Muriel se sintió agotada pero aliviada. Había liberado una carga que llevaba demasiado tiempo, y aunque el camino hacia la sanación aún era incierto, había dado el primer paso hacia un futuro más luminoso. Con una sensación de determinación renovada, se preparó para enfrentar los desafíos que vendrían y para reconstruir su corazón roto con cada paso que diera hacia adelante.