Detrás De Cámaras ©

By EternalMls

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(+18) El regreso de Bastian Derking a la ciudad de San Diego, luego de unos extensos quince años, descolocó a... More

Nota importante
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By EternalMls

⚠️Advertencia: contenido delicado.

Parte 2/2

El reflejo de su sonrisa despiadada, una que irradiaba sus viles intenciones con claridad, al igual que su codicia por ver como despertaba la bestia que aun adormitaba en el interior de Bastian, se iluminaba en la pantalla de su teléfono.

Sabía lo que quería hacer. Lo había dejado claro cuando ambos se enfrentaron, y más después de que su confesión me colocara los vellos de puntas, pero no lo había descifrado con rapidez, no hasta después de caer en su trampa.

No obstante, pese a que Ax se hallaba preparado, presentía que su caída sería su meta de salida.

A su lado, Connie lo divisaba de soslayo, intercalando su visión de la pantalla de su teléfono que aun reposaba en sus dedos a los ojos rasgados y repletos de un odio irremediable que lo carcomía por dentro, y una pequeña sonrisa pedante se dibujó en sus labios.

No sabía si ella estaba involucrada en sus juegos sucios, pero avalaba lo que él hacía, como si en su interior el rencor se hubiera fundido con su pecho y le imposibilitaba avanzar sin notar como uno caía, pero el otro renacía.

Era extraño, porque cuando Connie me observaba no notaba el mítico resentimiento que uno suele notar a simple vista, sino algo un poco más profundo y caótico, como si supiera que hacer exactamente conmigo.

Por suerte, tenía la certeza de que aun Bastian desconocía que yo me hallaba en la fiesta donde me habían traído con engaños. Después de todo, Ax había subido la fotografía a sus redes sociales y Derking no tenía acceso a ellas.

Aun podía escapar de aquí sin crear una guerra.

– Lo acaba de ver – anunció entre risas, fijando la visión en su teléfono –, pero el muy desgraciado no respondió.

<< ¿Qué? ¿Cómo era posible? Maldita sea. >>

– ¿Vlad tiene Instagram? – curioseó Connie a su lado.

– Ni idea. Pero además de subirlo a mis historias, también le envié la foto por mensaje para que su aparición sea más rápida.

Su risa jocosa resonó por arriba de la música, y un escalofrió me recorrió los dedos de los pies.

Al instante, mi teléfono celular vibró en mi bolsillo trasero, y al extraerlo, el nombre de Bastian inundó la pantalla. Su mensaje destilaba humo, calcinando mis dedos bajo la funda trasparente de plástico que lo recubría, y al abrirlo, mis labios se enjugaron.

[18:32 p.m.] Bastian: Quédate con Alice. Voy por ti. Y si vuelves a acercarte a ese hijo de puta otra vez, no voy a dudar dos veces en cometer un asesinato.

Tragué grueso, sintiendo como su mensaje directo se desenvolvía en mis nervios, y volviendo a releer cada una de sus palabras, mis pupilas se ampliaban a grandes escalas.

Algo se avecinaba por la carretera y podía ser mortal. Lo sabía.

Mierda, Bastian lo mataría.

– ¿Qué sucede, bonita? – Ax inquirió ocurrente – ¿Ya te regañaron?

Incrusté mis dientes en la piel interna de mis labios cuando sus ojos me observaron con aspereza, y sentía que el calor acompañaba al oxígeno que aspiraba hasta hacer trepidar mi cuerpo. No podía odiarlo por planear su estrategia, pero me odiaba a mí misma por haber aceptado su invitación para traerme a la fiesta.

Lo que menos pretendía era causar un evento caótico, y ahora lo había producido a ciegas, siendo incapaz de predecir las situaciones futuras, pero intuyendo que nada podía terminar bien esta vez. Ax estaba más que preparado con lo que sea que escondiera bajo su galera imaginaria, y sin volver a releer el mensaje de Bastian, sabía que él vendría a reclamar su trono.

No obstante, pese al inconveniente, el nerviosismo por hallarme fuera de mi zona de confort y reconocer que era un error estar aquí, algo en mi interior me explicaba que no quería marcharse. Después de todo, estaba aquí por un objetivo y era grabar.

Además, luego de que Ax dijera que ocurrirían cosas, la curiosidad se había incrementado en mi interior.

– Estás demente – escupió Alice a mi lado.

– ¿Demente? – indagó –No, nena. Yo solo quiero conseguir lo que me pertenece.

– Trayéndola aquí – me señaló con ira.

– Le estoy haciendo un favor. Ella quería grabar más contenido para su tesis fetichista, ¿o me equivoco? – Me observó con una sonrisa jocosa – ¿Y qué mejor que eso que grabar todo lo que pasará ahora?

– Grandísimo hijo de puta – insultó Alice.

Percibía la irritación circulando por sus cuerdas vocales, sin siquiera distinguir miedo en su hablar por solo enfrentarse a quien parecía arruinarle su existencia.

Luego de tomar su bikini, aferró su mano alrededor de mis dedos libres entumecidos y jalando de mi brazo, me arrastró por el jardín, sorteando a sus invitados semidesnudos e intentando ingresar a su hogar para que mi mente pudiera escapar de la pequeña burbuja turbia donde Ax me había instalado.

Sin embargo, una risa caustica resonó tras mi dorso.

– Dime lo mismo cuando tengamos que coger en la fiesta de la exposición de Hollywood – emitió con arrogancia.

La escuché bramar palabras incoherentes, y con los últimos rayos del sol reflejándose en los grandes ventanales corredizos e impactando en mi visión nublada, atravesamos el umbral. Cruzamos la sala, y cuando el aroma a frutos rojos fusionado con alcohol que se escurría de su nevera se introdujo en mi nariz, al igual que las frutas tropicales que descansaban sobre la mesa de madera ubicada su impecable e inmensa cocina, mi apetito nulo se activó.

Había pocas personas desconocidas rondando en su interior: algunas tomaban cervezas heladas y otras escapaban del interior de su baño privado, dejando en claro que la diversión asegurada se hallaba de las puertas corredizas para afuera.

Sin embargo, Alice solo se centraba en el pequeño aparato tecnológico que descansaba arriba de la gran isla de la cocina.

– ¿Se cree que él estará en la exposición? Que estúpido es – vociferó.

No sabía a qué exposición se estaba refiriendo, sin embargo, me resultaba un mal momento para preguntar. Realmente ansiaba hacerle muchas preguntas y deshacerme de las incógnitas que solían atormentar mi escaso proyecto final, pero la situación no estaba a mi favor.

Me liberó al llegar a las estrechas butacas que descansaban bajo la isla flotante, y cuando tomó su teléfono con una velocidad impensable, tecleó en la pantalla táctil y se lo llevó al oído.

– Cariño, créeme que adoro volver a verte – Se dirigió a mi –, pero este no es un buen momento para que estés aquí.

Parpadee perpleja, notando la sinceridad en su voz, al igual que la veracidad que me hacia confiar en sus palabras.

Pero, a los escasos segundos y tomándome por sorpresa, un insulto se escurrió de sus labios.

Maldita sea, me sentía terrible.

– Alice – mi voz titubeante atrajo su atención –. Lo siento. Sé que no debería estar aquí.

Sus ojos centrados se ablandaron al hallarme del otro lado de la isla. Sus facciones suaves, luego de notarme con los nervios y la culpa desbordándose de mis poros, se centraron en mí.

– No es tu culpa que él te haya traído engañada aquí –pretendió calmarme con una sonrisa y, al instante, se centró en su teléfono –. Además, nunca le tendría que haber contado a ese idiota que tú eres una camarógrafa en ascenso. Error mío.

Chasqueó su lengua, y liberó todo el aire que retenían sus pulmones.

– También interrumpí tu sesión de fotografía – fruncí mis labios.

– Oh, ¿hablas de las fotos para Only Fans? – me divisó fugaz –. No te preocupes por eso. Tenemos más que suficientes para subir a nuestra página.

Una pequeña risa ínfima resonó dentro de su garganta, y decliné mi rostro ante sus palabras. No me resultaba imposible pensar que ella se desempeñara en otros ámbitos que se relacionaran con su profesión actual, y pese a que ansiaba indagar en su vida para capturarlo en mi cámara de video, al notar la irritación que pretendía enmascarar con su falsa sonrisa y la forma en la que su teléfono celular descansaba en su oído, lamí mis labios secos.

Mi presencia podía desencadenar una secuencia que yo aun desconocía, al igual que no comprendía la gravedad de su alteración. Si, no estaba invitada a la fiesta, eso estaba más que claro. Pero, al fin y al cabo, era solo eso, una simple fiesta con personas desnudas y disfrutando del calor de las primeras horas de las altas temperaturas que anunciaban la nueva temporada de verano.

Podía asegurar que las fiestas a las que había acudido habían resultado en una catástrofe, y lo que se hallaba a mis espaldas solo era un simple festín que no removería una sola hebra de mi cabello.

Entonces, si me quedaba rondando y grabando fuera del radar de visión de Ax, así como procurando no molestar a Alice, centrándome en quizás beber un poco y realizar algunas entrevistas hasta que Bastian atravesara la puerta principal con la furia de acompañante, no sucedería nada.

– Contesta, rubio. Maldita sea – musitó con rabia, y volvió a aferrarse con más fuerza a la toalla que envolvía su cuerpo.

La observaba y delimitaba mis pertenencias, sintiendo la incomodidad rozándome los talones.

– ¿Llamas a Vlad?

– Si. Necesito que se calme antes de verlo en el jardín y que haga algo peor que...

Su voz se esfumó en el ambiente cálido, percatándose de las palabras que empezaron a surgir a causa de la irritación que la cegaba, e irguiendo su dorso, así como mordisqueando el interior de su mejilla interna, carraspeó su garganta intentando que su comentario se desvaneciera de mi memoria.

En cambio, fruncí el entrecejo, perpleja por su abrupto silencio y notando como la curiosidad hincaba en la punta de mi lengua, cuando mis labios se separaron pretendiendo indagar, ella me interrumpió.

– Esta vez le ha salido genial al maldito desgraciado – cambió el tema de conversación al instante, haciendo alusión a que no era la primera vez en hacerlo –. Pero siento que esta vez será diferente.

– ¿Diferente? – mis dedos libres rozaron la madera de la isla, necesitando con urgencia respuestas cuerdas a mis dudas acumuladas.

– Ax siempre busca la forma de hacerlo caer. Pero Vlad enojado puede quemar el mundo. Por eso Ax te trajo aquí – explicó sin rodeos –. Te volviste su punto débil y lo está aprovechando para obtener lo que él quiere.

Tragué grueso, sintiendo como una oleada de sentimientos se apoderaban de mis extremidades.

Alice no se hallaba desactualizada, y pese a que intuía que Bastian acumulaba los recuerdos en su mente sin permitirse contarlo, no era difícil adivinar que ella, tanto como Ax, se habían percatado de que había una relación un poco más desarrollada que atravesaba la barrera del profesionalismo acordado entre nosotros.

Pero, ¿Qué demonios es lo que Ax quería en específico?

Me hallaba con más dudas que respuestas saciadas.

– Hablas como si lo conocieras.

– Lo conozco lo suficiente como para prevenir una desgracia —tornó a marcar su número, pero no había respuesta del otro lado—. ¡Pero si serás miserable!

Chilló, y mis ojos viajaron a la cumbre de mis zapatos.

Ella se hallaba preocupada, y pese a que aun mi curiosidad persistía en indagar en sus palabras antiguas, no podía dejar de pensar en que la situación comenzaba a salirse de control, y todo por aceptar un aventón con una invitación falsa.

– Es inútil, no responderá – tornó a hablar, observando la pantalla de su teléfono –. Debe estar conduciendo cómo un demente solo para sacarte de aquí.

Soltó su teléfono, dejando la pantalla encendida exhibiendo las llamadas perdidas que descansaban en su casilla de convocados. Sus ojos delineados y decorados cómo si fuese una princesa acuática se incrustaron en la puerta de cristal corrediza que posaba a pocos metros de mi paradero, y observaba irascible la figura de Ax desplazándose a centímetros de la piscina, quien nos examinaba desde el exterior y prometía devorarse mi alma cuando me hallara desprevenida.

Ella comprimía sus labios y mordisqueaba el interior de su mejilla, dejando en evidencia su total repudio por él y sus actos incoherentes, casi al filo de carcomer su propia piel por las emociones estresantes que la estaban consumiendo, y no me contuve en observarla con discreción.

Realmente su actitud comenzaba a generarme incertidumbres, y no entendía como mi presencia nula le había colocado los vellos de punta.

– Entiendo que Vlad no quiera que yo esté aquí, y tu menos. Pero, ¿por qué tanto alboroto por sacarme de tu fiesta?

Inquirí repentina en un hilo de voz, extenuada por sus reacciones, y el silencio inundó su presencia.

Maldita sea, era solo una puta fiesta donde había actores porn* danzando y disfrutando de su tiempo libre. ¿Cuál era el problema? Si bien no era mi ambiente natural para desenvolverme, me ayudaría a mejorar mi rendimiento a la hora de realizar mis filmaciones futuras.

Y mierda, podía estar aquí sin molestar a nadie. No quería perder la oportunidad ahora que la tenía sobre la palma de mi mano.

La delicadeza de su mirada envolvió mi cuerpo, y noté en el brillo de sus ojos la necesidad de socorrerme. No había maldad en ella, solo una necesidad inexplicable de alejarme de su hogar lo más rápido posible.

– Me encantaría tenerte otro día aquí y ayudarte con lo que quieras. De veras. Pero, ahora es mejor que esperemos a Vlad afuera.

– ¿Tan malo es que yo esté aquí?

– Esta fiesta es distinta a todas las que conoces, cariño. No quiero que te suceda nada que no quieras. Así que, es mejor que vayamos a la puerta de entrada antes de que él llegue por ti – se apresuró a decir, necesitando prevenir lo que en su mente se estaba reproduciendo como un mal augurio –. Y espero que llegue rápido antes de que la fiestita comience.

Un suspiro extenuado se desprendió de su cuerpo a la par en que sus ojos divisaron el espacio abierto tras mi espalda. Observó la tela de su bikini dorada que combinaba con sus hebras cobrizas, y apartándose de la isla flotante, dejo caer la toalla que envolvía su cuerpo.

Descarrié mis ojos a mi cámara que aun tendía de mis dedos, procurando no ser partícipe de su acto nudista y natural que realizaba ante mis ojos. Su cuerpo era una obra de arte, no hacía falta verla denuda una vez más para afirmar que Alice era bellísima y que trabaja su cuerpo para exponerlo ante las cámaras y saciar el apetito voraz de miles de espectadores.

La cinta de video aún seguía grabando nuestra conversación, así como lo había hecho desde que la encendí afuera de la propiedad, pero sin capturar su esencia en su máximo esplendor, y con la vacilación rozando mis talones, sin elevar mi rostro, mordisqueé el interior de mi mejilla.

– Creí que la fiesta ya estaba por terminar – opiné echando un vistazo rápido a la puerta de vidrio, percibiendo como los invitados bebían, danzaban y nadaban en la piscina.

– No, cariño. Aún no ha empezado para ellos.

La divisé, notando como el traje de baño pequeño decoraba a la perfección sus delicadas curvas, y agradeciendo de que ya estuviera cubriendo sus partes íntimas, fruncí el entrecejo sintiendo como mi pecho iniciaba a comprimirse.

– ¿Que debe comenzar, Alice?

– La verdadera diversión.

Sus palabras profundas hicieron que mi cuerpo tiritara, y sus ojos encandilados me limitaron reconociendo que, detrás de aquella mirada, la oscilación iniciaba a carcomerla.

La música ambiental que vibraba en cada sector recóndito de la vivienda y la cual producía que los invitados danzaran bajo las primeras estrellas en el firmamento se apagó, dejando en su partida un leve pitido en mis tímpanos a causa de su acústica ensordecedora, y causando que rotara sobre mis zapatos con la intriga e inseguridad desprendiéndose de mi aliento, me aferré a la pequeña cámara filmadora.

Tras la puerta de cristal corrediza, gracias a la luz artificial y el atardecer que se desvanecía en el horizonte, los invitados iniciaban a movilizarse con una emoción palpitante, dialogando en voz alta y correteando descalzos por el césped húmedo, y en la gran pantalla proyectada que se posaba a unos simples metros de la piscina se percibían imágenes difusas que no podía distinguir desde el interior.

– ¿Qué está sucediendo afuera? – Inquirí, dando un paso por la cocina.

– Deva, vamos a la puerta de entrada – insistió.

Con ligereza, Alice rodeó la isla y se aproximó a mi paradero, intentando evitar con su cuerpo que mis ojos escrutaran lo que podía estar transcurriendo más allá de las luces ambarinas, cómo si con solo verlo mi escasa inocencia sería corrompida y temiera por mi veredicto, o peor aún, que Bastian me hallara en ese espacio.

– ¿Acaso no puedo ver?

– No es recomendable que una chica que no está en Bangcousi o que no se dedica a lo mismo que nosotros lo vea.

–¿Por qué?

Sentía la mirada de Alice incrustándose en mi carne, codiciando apoderarse de mis extremidades con su mente para decidir mejor antes de examinar una escena que debía permanecer en las sombras de sus tradiciones tabúes, y no ante mi pequeña cámara o ante mi frágil presencia.

Tomó mi mano libre y me obligó a mirarla.

– Deva, escúchame. Por esto es por lo que te trajo Ax – punteó el jardín con desesperanza –, y a Vlad no le gustaría que vieras esto.

Entonces lo comprendí. No solo ella procuraba prevenir que algo que me disgustara al descubrir lo que podía divisar más allá de los cuatro muros de su hogar, sino que Bastian se encontraba detrás de sus propias palabras. Notaba como en sus labios se localizaba un ligero mohín de disgusto al vislumbrar que yo lo había deducido, y que él podía hundirnos en una misma bolsa por no respetar sus decisiones.

Sus ojos perlados dejaban en evidencia que él le había advertido con anticipación de mis intentos neófitos y curiosos por la filmación de su submundo, como si hubiera tenido una premonición en sueños y buscaba la forma de evitarlo.

No obstante, él también me conocía, y sabía que yo no me quedaría con los brazos cruzados cumpliendo sus órdenes cuando un material inaudito aclamaba a la puerta.

Él había movido las piezas del tablero para que yo pudiera saciar mis preguntas solo con él, siendo el causante principal de que me alejara de su mundo lóbrego y siniestro, cuando lo único que deseaba era deshacerme de las dudas que él nunca había llenado.

– No le gustaría, ¿eh? –Inquirí, rozando con mis dedos los botones de mi cámara–. Qué lástima, porque a mí sí.

No me interesaba su enfado cuando él mismo se hallaba despojándome de información valiosa y no me importaba lo que podría sucederme allí afuera, y aun menos lo que quisiera hacer con Ax. Que luego hiciera lo que quisiera conmigo, pero ahora, no quería perder la oportunidad de observar lo que él, al igual que Alice, precisaban ocultarme.

Quería ver un poco. Solo un poco, aunque eso me revolviera la conciencia.

– Deva – llamó, pero mi visión se había nublado a causa de mis pensamientos –. Maldición.

Bramó, desplazándose de lugar sin permitir que sus retinas se aislaran de mi rostro.

El sonido de una grabación melodiosa fusionada con una sinfonía sensual inundó el interior de la amplia habitación, consiguiendo que mis ojos se posaran en los débiles reflectores que irradiaban el agua cristalina de la piscina. Con la cámara aun encendida entre mis dedos, y sintiendo el peso de mi bolso rozando mi cadera, me aproximé al umbral de la puerta, notando como una sombra dispersa y conocida se avecinaba por el césped pastoso.

Ax, exhibiendo sus músculos definidos y acuosos, al igual que una sonrisa engreída que ocupaba la curvatura de sus labios, se detuvo ante mi cuerpo ocupando toda mi visión, y sin procurar avanzar por el interior, extendió su mano tras su torso, dándome la calurosa y recóndita bienvenida a lo que tanto había estado ansiando echar un vistazo desde que había llegado aquí.

—Vamos, camarógrafa— requirió y percibí una chispa de depravación.

– Ella no irá contigo – los pasos de Alice tras mi dorso repiquetearon en la cerámica, sintiendo su presencia tan cerca que iniciaba a acalorar mi piel.

– Ah, ¿no? – Inquirió sagaz – Creí que estabas aquí para filmar.

Sus ojos rasgados y entornados me escrutaron con una curiosidad insaciable, intentando llegar a lo profundo de mi mente e intentar convencerme de sus crudas intenciones.

Distinguía el contraste de las luces danzantes que impactaban en su dorso y se incrustaban en mis retinas, así como la determinación en mi cuerpo, al igual que la perplejidad que me carcomía el interior de mi pecho, alentándome a que sorteara su cuerpo y hallara un sector en el amplio jardín trasero solo para archivar en mi memoria lo que prometía ser un verdadero espectáculo.

Pese a que me había traído aquí para concretar su plan y solo me estaba usando, también me estaba haciendo un pequeño favor al exhibirme algo que, quizás, jamás conseguiría ver en carne propia en otro momento de mi vida, y menos en compañía de Bastian.

Estaba tomando un gran riesgo, y lo sabía. Pero, mierda, no me importaba con tal de rendir honor a mi proyecto final.

Asentí en silencio, y él se iluminó.

Se removió, extrayendo de su bolsillo trasero una pequeña corona dorada, una aureola precisamente, plástica y opaca que era tan flexible que se arqueaba entre sus dedos gruesos. La posicionó entre sus palmas, enseñándomela.

– ¿Para qué se supone que es eso? – inquirí, distinguiendo como la aureola resplandecía bajo los reflectores de colores que se filtraban entre sus brazos e impactaban en el material.

– Para que te lo coloques.

Respondió con simpleza, y en sus ojos detecté como la codicia comenzaba a absorber su brillo.

– ¿Por qué debería colocármelo? – examiné una vez la aureola y mis ojos se posaron en los suyos.

– Creí que querías la experiencia completa antes de que tu salvador llegue.

Su sonrisa lobuna inundó sus facciones, y con su dedo indicé meció la aureola plástica ante mis ojos, causando que la secreción en mi garganta iniciara a carbonizar mi interior. No comprendía su dialecto, pero temía consultar su pronóstico y dar retroceso ante lo que podía llegar a temerle.

Me observaba intentando hallar una respuesta clara a su comentario, y al notar que me limitaba a perseguir el vaivén de la estrecha corona, tomándome de imprevisto, la extendió con intenciones de depositarla sobre mis hebras oscuras. No obstante, la fina y pequeña mano de Alice lo detuvo a medio camino.

– Ax, no lo hagas. No con ella – moduló con gravedad a mi lado, descarriando sus ojos foscos y repletos de cólera de la aureola a mi coronilla.

La prudencia en su voz hizo tiritar mi cuerpo, iniciando a inquietarme por lo que podía acontecerse en su jardín trasero.

– Ella quiere filmar, y yo le daré lo que él no quiere darle.

Determinó, percibiendo la derrota de su compañera al no obtener las respuestas que tanto ansiaba escuchar de mi boca, y tornando sus ojos a mi semblante, ubicó la aureola en mi cabeza, dejando que mis delgadas hebras des pigmentadas se adhirieran a mi faz.

Se movilizó rotando sobre su eje y apartándose del umbral pretendiendo darme la visibilidad que buscaba, y empinando la cámara filmadora encendida, pregunté:

– ¿Para qué es la aureola, Ax?

Sus ojos lóbregos y altivos me divisaron por arriba de su hombro.

– Para que los demonios sepan que tienen un nuevo ángel que destrozar.

Su sonrisa despiadada se iluminó en su rostro, enseñándome como todo lo que había planeado iniciaba a salir con la precisión que solo había imaginado en su mente, y con la conmoción desprendiéndose de mis facciones tras sus palabras, sin brindarme su tiempo para exigir una explicación, se apartó del umbral, invitándome a que lo siguiera.

Cuando mis zapatos deportivos rozaron el césped húmedo y las bombillas ambarinas encandilaron mis pupilas, la cámara que sostenía al nivel de mi hombro pretendió patinarse de mis dedos temblorosos y mis labios se agrietaron.

– ¿Qué es esto...? – mi voz se perdió en la escasa brisa, y me quedé sin aliento.

TIO de Zayn resonó en los altavoces, ambientando el clima ardoroso y petrificante que comenzaba a registrar en mi mente, y mis pies tomaron el control total de mi cuerpo iniciando a circular por el césped poco iluminado y siguiendo por inercia el recorrido que Ax marcaba con sus pies descalzos, así como auscultaba los pasos de Alice tras mi dorso custodiando mis movimientos.

En diferentes sectores del amplio jardín, un par de muchachas se ubicaban sobre asientos reclinables bajo los destellos de los reflectores que iluminaban sus cuerpos, todas ellas utilizando la misma aureola que Ax había ubicado sobre mi coronilla, y en sus rostros se reflejaba una tenue emoción que resplandecía en sus comisuras, como si se hallaran expectantes y ansiosas por ver lo que emergía de las sombras.

Vislumbré con meticulosidad a una de ellas, capturándola con mi cámara filmadora al conseguir entreverla a pocos pasos de mi paradero y precisar un registro que avalara mis palabras. Era una muchacha de mi edad, o quizás lo aparentaba gracias a su juventud y belleza sublime, luciendo un vestido de seda blanco traslúcido que dejaba entrever sus pechos turgentes y secciones de su intimidad, y cuando se percató de mi presencia cercana, al igual que la aureola que decoraba mi cabello, me guiñó un ojo y en sus labios conseguí descifrar las palabras ¨Buena suerte¨.

– ¿Buena suerte? – susurré desconcentrada, intentando deducir con certeza a que se estaba refiriendo.

Los invitados restantes emergieron a la luz, generando una débil descarga en mi tórax a la hora de hacer visible sus cuerpos totalmente desnudos, sin pudor a que sus esculturales contexturas físicas sean apreciadas ante el ojo público. Las erecciones visibles y los pezones erguidos desfilaban ante el lente de mi filmadora, distinguiendo como hombres y mujeres iniciaban a tomar su propio rumbo, cada uno circulando por un camino distinto hasta concluir en el paradero de una de las jóvenes asentadas.

Entonces, comprendí que cada uno de ellos las elegía según sus preferencias, y al percatarme de que todas las mujeres se hallaban cercadas, con tardía, decliné la cámara.

– Alice – balbuceé, y ella rodeó sus dedos sobre mi brazo, sujetándome –. ¿Esto es...?

– Una orgi* múltiple.

Anunció, y contuve el aire que se encapsuló en mis pulmones. Mis mejillas ardieron a niveles descomunales, percibiendo como el calor inundaba mis extremidades y me hacía desear descarriar los ojos a la cumbre de mis zapatos. Sin embargo, no podía dejar de verlo. Estaba siendo participe de una escena atrayente e incauta por primera vez. Pero, sobre todo, inmovilizadora.

– Te advertí que esto no era una fiesta común – prosiguió cuidadosa, observándome de soslayo.

– Es una maldita orgi*.

– Si, pero no. Esto es un debut.

– ¿Debut? – Intenté observarla, pero al notar que los invitados rozaban sus dedos sobre los cuerpos de las jóvenes en exposición, mis globos oculares se incrustaron en el suceso.

Ax rotó la mirada por arriba de su hombro al oír mi pregunta, y soltó:

– El debut de los Ángeles – su voz divertida me desconcertó, consiguiendo que lo divisara con sigilo –. O así les decimos cuando aún no han filmado su primera película con la empresa.

– O porque aún no se han acostado con alguno de nosotros – Alice se atrevió a decir, dedicándole una mirada frenética –. A las nuevas actrices o actores se los reciben de esta forma – enmudeció un segundo –. Siempre y cuando ellos lo quieran, nosotros le damos la bienvenida dándoles un vistazo de lo que van a recibir mientras estén en Bangcousi.

La distinguí, estupefacta.

– ¿Tú también lo recibiste?

– Todos lo recibimos.

Chillidos extasiados de placer llenaron mis oídos, desmoronándome y haciéndome centrar en la escena que transcurría a un lado de la piscina. Los actores simulaban ser crueles depredadores, arrancándole la prenda de seda fría y blanca que decoraba la verdadera fruta prohibida que ocultaba bajo la tela, y arrojándose a la piscina, así como permaneciendo en tierra firme, iniciaban a tocarlas sin pudor. Era una aglomeración arrasando contra una sola persona, planeando dejarlas sin aliento el resto de la noche, como si adoraran tener en sus manos una persona inexperta.

Desvié mis ojos, al igual que la cámara filmadora inició a capturar el césped oscuro al filo de las suelas de mis zapatos, sintiendo como mi corazón iniciaba a palpitar a una velocidad inverosímil.

En la gran pantalla proyectada rodaba una película erótica. Lo sabía por las posiciones que percibía a través del rabillo de mi ojo y los gemidos audibles que resonaban por debajo de la música ambiental que se embutía en mis tímpanos hasta remover mi interior, siendo incapaz de observar un punto fijo libre de contenido visual.

Mierda, ¿acaso tenía vecinos?

– ¿Tu ibas a estar ahí? – le consulté con dificultad, sintiendo la incomodidad por hallarme rodeada de una orgí* vehemente y al aire libre, y sus hebras cobrizas se reflejaron bajo la luz ambarina.

Mierda, a ambos la situación no alteraba sus nerviosos, siendo para ellos tan normal que asustaba.

– No – soltó concisa.

– No mientas, rojita – él tornó a girar sin detener su caminata, examinándola desde su gran altura –. En realidad si deberías estar en algunos de esos grupitos succionándole el clítoris a alguna de las novatas, pero preferiste quedarte con la virgen María. Digo, con Deva.

Lo vislumbré de soslayo, calcinándolo desde las sombras donde las bombillas de luz artificial no alumbraban mis facciones acaloradas y nerviosas al iniciar a alejarnos de la aglomeración hasta rozar el límite de las vallas del jardín.

Para mi sorpresa, una cama balinesa se encontraba ubicada en la penumbra, sin un solo rastro de luz que la alumbrara y que me rebelara su contenido, creyendo que nos dirigíamos allí solo para que filmara con más comodidad.

Alice eludió su comentario, centrándose en mis ojos ofuscados.

– Si era necesario, y no tenía otra opción, debería estar ahí en este momento.

Punteó en dirección al espectáculo lascivo y sofocante, pero no lo observé.

– ¿Por qué no tendrías otra opción? – averigüé.

– Porque quienes deben hacer la apertura son los favoritos de la empresa.

Respondió directa, y un nudo se situó en mi garganta al comprender su significado.

– Y tú eres una de las favoritas, ¿no es así?

– Así es.

– ¿Eso significa que Bas...?– me silencié al instante. Maldición, los nervios comenzaban a ganarme – ¿Vlad también debería estar ahí?

– Debería estar aquí cogiéndose a una de las novatas, si – acometió Ax con una sonrisa iracunda –. Pero no está aquí cumpliendo con su puto trabajo.

Escupió, escaneando con una rivalidad perceptible la figura imaginaria de Bastian en su mente, y observó con una sonrisa perversa la penumbra que envolvía mi próximo asiento.

– Si tan enojado te hace sentir que no cumplamos con nuestro trabajo, hazlo tú – irrumpió Alice con mesura, situándose a mi lado. Al instante, una sonrisa sagaz se posó en sus comisuras –. Oh, cierto. No eres de los favoritos. No puedes.

Rio, atrayendo la mirada frustrada y repleta de tedio de Ax.

– No me provoques – sugirió, deteniéndose al filo de rozar las maderas que conformaban la cama balinesa.

– Solo digo que es una pena que ambos seamos parte de los favoritos de la empresa y tú no puedas hacer nada al respecto – se encogió de hombros ocultando una sonrisa mordaz.

– ¿Quién dijo que no haré nada al respecto?

Su sonrisa carbonizó mis retinas, y como si su falsa pregunta fuera un llamado computado, una figura oscura emergió tras las delgadas telas que recubrían el camastro, incrustando sus delgadas y puntiagudas uñas acrílicas rosadas en su piel destellante.

– ¿Ibas a comenzar sin mi?

Una voz lasciva, dócil y astuta osciló tras su torso definido, y cuando se deslizó por la colchoneta de cuero para permitirse ser expuesta, los ojos presuntuosos de Connie me aprisionaron. Sus pies descalzos rozaron el césped, enroscándose con las extremidades de Ax al desear acariciar cada extensión de su cuerpo.

Estaba excitada por su entorno, y en la forma de manipular sus dedos en el contorno de la intimidad no erecta de su compañero me aseguraba que podía iniciar a dar sex* oral ante mi presencia sin modestia.

Sostenía una mueca divertida, como si quisiera abalanzarse sobre mi pequeña contextura física para destrozarme de formas satisfactorias y mostrarme sus mejores formas de hacerlo.

– Jamás comenzaría sin ti – anunció Ax con una sonrisa astuta sin descarriar sus ojos de los míos.

Connie aun seguía desnuda, sin requerir extraer sus prendas íntimas para estar acorde a la situación que me incomodaba a niveles exorbitantes, y al sortearlo, rozando sus afiladas garras barnizadas por el filo de su vaquero oscuro, incrustó su mirada en mis facciones.

– ¿Comenzar? ¿De qué están hablando? – inquirí, sintiendo la presión recaer en mis piernas.

– De tu debut, niña.

Comentó, rozando con sus uñas la aureola que aun reposaba en mi cabeza, y sentí que mi cuerpo se comprimía dentro de dos muros imaginarios, inhibiendo mi respiración.

Todas las mujeres que tenían aquel adorno angelical estaban siendo poseídas por la multitud, y al coronarme, sin saberlo, me había autoproclamado como una persona que ansiaba vivir aquella experiencia en carne propia.

Sentía la desesperación recorrer mis venas, no obstante, procuré mantener la cordura.

– Estas equivocada. Solo quiero filmar esto – señalé tras mi dorso.

– Tienes la aureola, angelito – entonó suspicaz –. Pero, tranquila. Solo seremos tres en esa cama. Salvo que Vlad quiera unirse cuando te vea.

Río, y sentí una ligera presión tras mis ojos. Me habían engañado, y con tal de solo capturar momentos específicos para mi proyecto y conocer más información, me había lanzado sin paracaídas a la boca del lobo.

– No – retrocedí –. Esto no era lo que quería.

– Ya la escucharon – entonó Alice, inflexible –. Ella no quiere tu estúpida experiencia completa.

– Dijo que no era lo que quería – Ax se sentó al borde de la cama, delimitándome al mismo tiempo que sus dedos rozaban la cremallera de su vaquero oscuro –. Pero no veo que tenga intenciones de salir de aquí.

Me observaba deseando probarme. O, mejor dicho, probar lo que tanto adoraba poseer Derking en la intimidad. Él quería tanto lo que su contrincante poseía que sus ansias se transformaban en una locura automática que lo excitaba a grandes escalas.

Se quitó el vaquero, quedando solo con su ropa interior a juego, y podía percibir el bulto que sobresalía de su intimidad oculto bajo la tela de algodón, sumamente palpitante y descontrolado.

– No pienso irme sin filmar lo que quiero – informé severa –. Pero no pienso darte lo que tú quieres.

– Oh, nena – se burló –. Ni siquiera sabes lo que realmente quiero.

Connie, con una sonrisa presuntuosa, tomó mis pertenencias y ubicándolas en una posición donde conseguía capturar las inusitadas extremidades del camastro, y apartando a Alice de mi lado, me susurró:

– Tu solo filmarás si yo lo quiero, y para eso, harás lo que yo te diga, ¿comprendes? – ordenó con su voz lujuriosa, y sus uñas acrílicas rasguñaron la piel de mi cuello, deslizando las hebras de mi cabello.

– No eres nadie para decirme lo que puedo o no hacer – aclaré con la respiración pesada.

– Pero si soy lo suficientemente fuerte para romper tu estúpida camarita.

Tragué grueso, notando como sus ojos se descarriaban de mi faz y se posaban en los atroces y bestiales ojos de Ax, sonriéndole con placer.

Mi cuerpo se tambaleó, notando como la sangre iniciaba a hervir bajo mi piel y podía sentir la calidez que desprendían mis mejillas sonrojadas.

– ¿Te gusta amenazar a las personas? – arremetí.

– Me encanta amenazarte a ti – la voz feroz de Connie resonó por arriba de la música, y cuando sus dedos se aferraron a mi mentón, escaneando mis facciones carmesíes, me obligaron a divisarla.

– Estás loca.

– Y hasta ahora te enteras – rio.

Mi respiración se entrecortó al aspirar el aroma a marihuana que desprendía de su cabello rosa, y sentía el palpitar de mi corazón rozando la textura de la piel de mi cuello ante su aferre.

– No pienso hacer nada de lo que tú me pidas.

– ¿Ni siquiera la bienvenida que debería darte Vlad?

– ¿Qué clase de bienvenida? – averigüé en un hilo de voz, notando como una mezcla de rabia y nervios se posaban en mi cuerpo.

– Algo como eso.

Punteó en dirección a la pantalla proyectada y cuando me soltó, el brillo de mis débiles ojos se esfumó en un centenar de segundos. Bastian se hallaba en escena, revelando la forma en que le brindaba la bienvenida formal y tradicional a una novata a la empresa. Su forma de abalanzarse sobre su cuerpo era despiadada, como si su hambre sexual hubiera poseído su alma y ansiara acometer sus locuras mas insanas sobre una persona que adoraba ver como la poseían.

Sin premeditarlo, el corazón inició a desgarrarse dentro de mi pecho pese a que el video era antiguo, pero no podía deshacerme de la emoción imponente que pretendía desmembrarme. Estaba celosa, y podía sentir como una pequeña oleada de lagrimas se acumulaban tras mis ojos.

Su rostro era inhumano, resultándome imposible de reconocerlo. Era la primera vez que veía un video erótico donde Bastian aparecía en escena enseñando sus actitudes sádicas, las mismas que jamás me había exhibido, y un sudor frio me recorrió la espina dorsal.

Maldita sea, era su puto trabajo. Y aun así, no podía soportar ver que aquella mujer con la que se estaba acostando era satisfecha con sus maniobras sexuales.

Él la sostenía del cabello con fuerza, la amarraba de las muñecas y sus palmas impactaban en su trasero con fuerza a la par en que se apoderaba de su cuerpo. Mis labios se separaron, dejando en evidencia que su versión oculta me había dejado perpleja al punto de hacerme titubear.

Él hacía esta clase de cosas.

Pero, él me trataba diferente, como si yo no mereciera descubrir sus verdaderos deseos carnales. Como si debía protegerme de sí mismo y pensara que, si desataba aquella oscuridad en mi cuerpo, podía romperme y perderme.

Había dejado en claro que me sentía segura con él en todo momento y estaba lista para filmar, así como sentir, todo lo que me propusiera. Y mierda, verlo realizar aquella maldad tan dulce me hacía codiciarlo de formas lascivas y al mismo tiempo, me generaba una gran angustia.

– Lo miras como si nunca lo hubieras visto coger de esa forma tan sádica en tu vida – Connie rio, pero no estaba de ánimos para responder.

Y era verdad. El impacto era verdadero, pero algo dentro de mi cuerpo se removía y ejecutaba una mixtura entre su práctica y su trato diario, haciéndome reconsiderar.

Quizás ambos, hasta Alice, pensaban que Bastian me trataba de la misma forma, desempeñándose con la naturalidad que exhibía ante una videocámara, y la que ellos conocían, y me había familiarizado con su brutalidad a la hora de saciar sus gustos peculiares.

Pero no. Nunca lo había hecho.

Bastian me enseñaba cosas que mi inexperta conciencia las colocaba en un pedestal, un dolor exquisito y sensaciones desesperantes que ansiaba volver a sentir y experimentar a niveles elevados.

No obstante, lo que estaba observando, era otro nivel de placer, y me hacía dudar en si él quería liberarse de aquella forma conmigo.

Retrocedí, intentando procesar la película casera que se divulgaba ante mis ojos.

– ¿Es en serio? – carcajeó irónica, sesgando su rostro – Entonces, ¿nunca te hizo esas cosas?

– Eso no te importa – la vislumbré con la ira desbordándose por mis palabras.

– No me importaría si no me hubieras dicho que sabías lo que le gustaba, pero veo que no tienes ni idea – me recordó, y tragué grueso –. A Vlad le encanta coger de esa forma, ¿sabes? Así es como te demuestra lo mucho que te desea.

Insinuó, rozando sus uñas por el contorno de sus senos. Conocía como avivar el fuego interno que iniciaba a calcinar mis sentimientos, los mismos que me generaban un torbellino de incertidumbres y aniquilaban mi autoestima.

– No recuerdo habértelo preguntado, Connie – refuté.

– No necesité que me lo preguntaras. Con solo ver tu cara se lo mucho que te mueres por saberlo – contradijo con una sonrisa divertida –. No sabes lo bien que se siente cuando él te toma así –provocó –. Que te jale el cabello con tanta fuerza que te hace creer que solo eres suya, que te golpee el trasero solo para recordarte que tienes que seguir sus órdenes, y que te arrastre y que te tome como castigo por toda una sala solo para que aprendas la lección.

– Detente, Connie – exigió Alice.

Mi pulso se aceleró, sintiendo como mis ojos enrojecían y ardían en mis cuencas.

– Aun no vives eso, ¿cierto? – hostigó – ¿Solo te da besos y te acaricia como recompensa? – al notar mi silencio sepulcral, sonrió satisfecha –. Eres una maldita mentirosa. Ni siquiera lo conoces como yo lo conozco.

Me había paralizado. Sus malditas palabras me habían petrificado en cuerpo y alma, incapaz de modular para defenderme. Pero no podía, porque había una pizca de sinceridad en su tono de voz que me hacían percatar en que todo lo que estaba diciendo, era real.

– Eso no lo sabes – impugné.

– No lo sé, quizás no te quiere lo suficiente para hacer esas cosas contigo.

Acometió, y al notar como mis ojos se nublaban, sonrió ufana.

Todos aquellos términos bailaron en mi cabeza y me hicieron sentir débil. Tan frágil que necesitaba corroborar sus palabras. Por algún motivo no sentía que podía desplomarme como ella pretendía hacerlo. No le iba a dar el lujo de verme derrotada a sus pies y darle su victoria gratuita. Pero, no podía negar que me había generado un enlace que necesitaba desanudar con acciones reales, las mismas que ella me narró.

– Pero, yo puedo ayudarte – soltó súbita, logrando que mis ojos la divisaran con atención –. Yo puedo enseñarte lo que a él le gusta para que consigas que él haga lo que quiera contigo, y lo único que tienes que hacer es hacer lo que yo te pida.

Bajo el cielo estrellado, sus pupilas destellaban una chispa de depravación que pretendía embadurnarse en mi cuerpo, las ansias por notar si estaba dispuesta a la práctica libre y gratuita, así como veloz, que podía instruirme

Supo exactamente donde incrustar la daga, y no pude contenerme en que, pese a que su manipulación era visible, debía pensarlo con circunspección. Lo correcto se simplificaba en aceptar mi esencia, volver a aferrar mis pertenencias y salir por la puerta principal a observar la eterna espera de Bastian. Pero, no sabía dónde estaba él, y algo me indicaba que aún faltaba mucho tiempo para que apareciera.

Quizás ella tenía razón. Mi falta de experiencia no iba a llenar aquel vacío que sostenía cada vez que estaba conmigo y, tal vez, ni siquiera se desempeñaba del modo en que pretendía hacerlo y solo porque no sabría cómo podría dominarlo.

Existía un resentimiento irremediable que se fusionó a mi memoria en el instante en que atravesé la puerta de entrada, vi la maldita orgí* y lo vi a él haciendo cosas con otras mujeres en una pantalla, cosas que aún no se había atrevido a desempeñar conmigo.

Y estaba enojada conmigo misma por no conocer lo que él realmente necesitaba.

No quería que él se contuviera conmigo. Quería que se liberara por completo y para eso, si debía atravesar una nebulosa oscura para rozar el cielo, haría lo que me pediría.

Necesitaba ser partícipe y testigo de ello, y no pensaba dar retroceso.

– ¿Qué quieres que haga? – indagué, y su sonrisa vanidosa resplandeció en sus comisuras.

– Deva – exclamó Alice con preocupación.

– Estaré bien.

– Pero...

– Ya la escuchaste, rojita – Ax elevó la voz desde su paradero –. Estará bien.

Su risa jocosa y sagaz se esparció por arriba de mi coronilla, y cuando los ojos inclementes de Connie me examinaron el cuerpo completo, sus dientes delanteros mordisquearon el contorno de sus labios tinturados.

– Levanta ambos brazos – ordenó.

La observe con suspicacia, deseando intuir sus próximos movimientos inertes. No obstante, me realizaba un escaneo lento y pausado por arriba de la ropa, deteniéndose en mis sectores íntimos para especular cual majestuoso sería ver lo que ocultaba bajo la tela informal.

Elevé ambos brazos, echándole un vistazo veloz a la cámara encendida en mi dirección y a los grandes atributos que Connie exhibía en mi propio radar de visión, resultándome imposible de no mirarlos, y con un movimiento calculado, sus uñas se aferraron al filo de mi blusa blanca y la deslizaron por mi torso hasta exhibir mi sujetador del mismo matiz.

No me importaba mostrar mis atributos cuando los sujetadores eran la versión diaria de un traje de baño, pero sabía que sus intenciones desvariaban en iniciar a quitarme la ropa hasta desnudarme por completo.

La arrojó a los pies de Ax, y centró sus ojos destellantes en el inicio de mis pechos aun ocultos.

– A él suele gustarle dominar – comenzó a relatar, rozando la yema de sus dedos por la tela contraída de mi brasier –. Como a casi todos aquí. Nos gusta que nos dejen hacer lo que queramos.

– ¿De eso se trata? ¿De ser una sumisa?

Sus dedos rozaron la cumbre de mi pezón erguido, causándome una ligera reacción.

– Exacto.

Con sus uñas barnizadas y brillosas rasguñó mi abdomen, deslizándolas por mi piel hasta concluir en el inicio de mi short claro. Encorvó su torso y me lo quitó sin preguntas, y cuando el viento nocturno rozó mis bragas, al igual que la piel de mi trasero, sentí los nervios a flor de piel.

Se elevó, examinando mi cuerpo como si fuera un juguete en exposición sin uso, y relamiendo sus labios, dijo:

– Tus pechos son bonitos y naturales – opinó, acortando la distancia –. Pero les falta algo, ¿no crees, Ax?

– Les falta que ponga mi boca sobre ellos.

Lo divisé de soslayo con el corazón desbocado, observando cómo su mano se deslizaba por arriba de su miembro aun envuelto bajo la tela de su bóxer, y sus ojos rasgados vislumbraban mis pechos turgentes al filo de exponerse a causa de las uñas acrílicas que no dejaban de jugar con las tiras de mi sujetador.

– ¿No quisieras ayudarme a enseñarle como se hace? – le preguntó, y sin dudarlo, se elevó de la cama balinesa.

– Con gusto.

Aceptó, y la lujuria se impregnó en la punta de su lengua.

Los gemidos tras mi torso y los gritos de placer, pese a que no nos hallábamos cerca del acontecimiento, se podían auscultar desde la distancia, consiguiendo imaginar las posiciones incomprendidas y desafiantes que podían estar realizando. El sonido de la película erótica era una melodía libidinosa que me hacía estremecer, y no podía no quitar mis ojos de la pantalla.

Los notaba observándome y aproximándose, enseñándome sus pretensiones más explícitas. Pero, sobre todo, el deseo que tenían de consumirme. Y no lo entendía, pero me sentía deseada.

Hasta no percibir como sus ojos deseosos pretendían atenuarme y fragmentarme necesitando incendiar mi alma, sin comprenderlo, los nervios y sus juegos sexuales habían despertado un fuego muy leve que me hacía querer probar lo mismo que todos a mi alrededor estaban efectuando.

Pero cuando comprendí que solo necesitaba realizar estas acciones con Bastian, percatándome con tardía de mi retorno, una presión dolorosa se posó en mi pecho.

Quería dar marcha atrás.

Las manos de Ax rodearon mi cuello y su boca acometió sobre mi piel ardorosa, lamiendo la carne que palpitaba bajo mi mentón, y contuve el aire que retenía en mis pulmones. Mis pies se elevaron rozando solo las puntas de mis zapatos en el césped ante el impacto de temperatura, y sintiendo su lengua gruesa danzar por mi cuerpo, no tuve más alternativa que aferrarme a sus hombros.

– Vlad no te lo enseñará. Pero no te preocupes, bonita. Puedo hacerlo por él – entonó con sorna, y un jadeo se escapó de mi garganta.

Ambos rieron, enseñándome que sus plegarias maliciosas habían sido escuchadas. Connie rozó sus manos por arriba de mis pechos, manoseándolos a su antojo e impregnando sus labios a mi cuerpo, trazó una línea de succiones hasta el inicio de mis bragas, intentando marcar su propio territorio dejándome pequeñas contusiones en mi dermis.

Me mecí, pero me retenían con tanta fuerza que me resultaba imposible cambiar de posición.

Me arrepentía. No quería esto. No lo deseaba.

No con ellos. Solo con Bastian.

– Espera – imploré, y él me limitó a la par en que su lengua se deslizaba por el contorno de mis pechos.

– ¿Espera? – repitió burlesco –. Aún no hemos empezado contigo.

Rieron, y chillé cuando sentí un par de dientes incrustándose en mi cintura.

– Tienes a muchas novatas más para hacer esto – imploré, sintiendo cómo el corazón ansiaba escapar de mi jaula de huesos.

– Si, pero el ángel más puro lo tengo frente a mis ojos.

– Ángeles reales son los que te haré ver, hijo de puta.

Mi corazón desbocado se inmovilizó, solidificando la sangre que circulaba en mis venas y erizando los vellos de mi nuca, roté la mirada, guiada por su voz imponente que había resonado por arriba de la música.

Cuando lo vi, presentí que el leve dolor que se arremolinaba en mi pecho lo había llamado.

Bastian atravesó el umbral de la vivienda, hostigado por todos los demonios que frecuentaban escoltarlo por las noches. Su forma de caminar era bestial, empujando sin pudor a los actores de bajo nivel que solo se hallaban cumpliendo partes de sus fantasías imaginarias y lo divisaban de soslayo con sorpresa, pronosticando que su tormenta no tardaría en destruir su sector íntimo. Sobre su cuerpo lucía una camisa cándida que, bajo los reflectores de colores, conseguía entreverse sus abdominales definidos y tan duros como una roca, haciendo juego con sus hebras doradas desalineadas que ocultaban sus facciones, lográndose distinguir a duras penas sus ojos inyectados en sangre.

No hizo falta voltear para distinguir con precisión como Ax lo escrutaba con codicia y menosprecio, destilando su victoria cuando notó la presencia sanguinaria de Bastian caminar en su dirección.

Había logrado su objetivo, y el objetivo estaba dispuesto a romper su rostro.

– Llegas tarde a la fiesta, rubiecito – provocó, y su sonrisa maliciosa se expandió ocultando sus mejillas.

– Quítale la mano de encima o te la arrancare yo de tu brazo – bramó.  

Se apartó de mi cuerpo como un relámpago y apartando a Connie, quien lo escrutaba con sigilo, me rotó para exponerme ante sus ojos. Mi escaza desnudez se exhibió como una pintura en un museo abstracto, y al notar como mi cuerpo destellaba por las secreciones de ambos, al igual que las pequeñas contusiones ubicadas a la vista y bajo la tela de mi sujetador, percibí la ausencia de sí mismo.

– Suéltame, Ax – pedí, y mi voz viajó hasta el oído de Bastian.

– ¿Por qué? Vamos, dile lo mucho que querías que te besara.

<< No, Bastian. No lo quería.>>

– Nunca pediría eso – forcejee.

– No mientas – Entonó en mi oído –. Desde que te subiste a mi coche pedías como una putita que otro actor te cogiera.

Mis ojos se aguaron, y limité como sus hebras doradas bailaron por arriba de su faz.

– Voy a decírtelo una sola vez – su voz tenue y profunda me hizo petrificar –. Suéltala.

Emprendió a marchar sin sigilo, simulando ser un depredador ansioso que ansiaba cazar a su presa que simulaba una debilidad incomportable, y el aura que irradiaba era espesa y sombría, tanto que me hacía tiritar desde la distancia, logrando que el pavor se apoderase de mi cuerpo.

– ¿Soltarla? No, ahora tu puta es mía – justificó, y sonrió.

Las facciones embravecidas de Derking se desplomaron en el suelo y una nueva faceta apareció en él, dictaminando que estaba dispuesto a concluir con la escena que se situaba frente a él. La rabia que regaba sus extremidades consiguió que su cuerpo se despegara de la superficie, listo para aproximarse.

Su adversario ensanchó sus ojos al divisar su monumental figura a solo centímetros de rozar la cumbre de los dedos de sus pies, y la alarma encendió todos sus sentidos.

Derking sorteó mi cuerpo como si me hubiera eliminado de su mapa mental, y sin predecirlo, con una fuerza prodigiosa, sus dedos envolvieron su garganta, elevándolo de la superficie y dejando caer a sus pies el último aliento que desprendió de su boca.

Lo balanceó, estampando su cuerpo tonificado contra la superficie verdosa y algunas toallas dispersas y húmedas, generando una resonancia acústica que repercutió por arriba de los altavoces, y cubrí mis labios por acto reflejo al presenciar una escena que me resultaba imposible de recapitular.

Ax había despertado un monstro. Se quejó del dolor aun tumbado sobre el césped acuoso, rozando sus dedos por su caja torácica que recubría sus órganos, e intentó con ambas manos volver a colocarse de pie.

– ¡Vlad, detente! – Vociferó Alice esquivando mi cuerpo, intentando aclamar su atención perdida – Tu sabes lo que él quiere.

– Me importa una mierda dárselo.

La sangre en sus venas burbujeaba a temperaturas inapreciables y el fuego se vislumbraba en sus pupilas, exigiendo ver como su rival suplicaba por su vida. Las finas venas que le recorrían el cuello se hincharon de sangre y sus globos oculares se oscurecieron en su totalidad.

Cuando consiguió colocarse de cuclillas, Bastian se aproximó y su puño se selló con fuerza e impactó con una rapidez vertiginosa en su estómago, elevándolo de la superficie por solo centésimas, inhibiendo su respiración. Las manos pálidas de Ax envolvieron su abdomen, procurando que el sufrimiento se redujera con urgencia y el aire tornara a circular por sus conductos aéreos.

Retrocedió, vislumbrando los pasos mortecinos y amenazantes de su contrincante, y ansió esquivar otro golpe. Sin embargo, Bastian consiguió medir la velocidad de su puño e impactó el golpe en su pómulo, causando que su cuerpo se sacudiera y cayera a sus pies.

– Maldita sea – conseguí modular, imposibilitando que mis piernas se desclavaran del césped.

Alice tomó el control interponiéndose en su camino y aferró sus dedos alrededor de su camisa, evitando que su visita se convirtiera en una catástrofe. Su cuerpo era pequeño, pero su fuerza se igualaba a la de un huracán.

– Contrólate – vociferó, rodeando sus brazos sobre la contextura de Bastian quien intentaba avanzar con todas sus fuerzas.

– Eso, rubiecito. Contrólate – sus ojos sagaces se posaron en él –. No querrás volver a hacerlo, ¿verdad? – Frunció su entrecejo a causa del ardor que le recorría su abdomen, y lo divisó con una sonrisa lobuna, provocándolo.

<< ¿Volver a hacerlo? >>

Tornó a pretender empujar el cuerpo de su compañera con la necesidad insaciable de impactar su puño en sus facciones, creyendo que la sangre escurriéndose por sus labios sería una excelente decoración.

– ¡Basta, contrólate! Hanx lo sabrá y te despedirá.

– ¿Controlarme? ¿Para qué mierda voy a controlarme? Si esto es lo que él quiere. Quiere que lo golpee – bramó, necesitando lanzarse contra su cuerpo.

– Y con espectadores. Aun mejor.

La oscuridad que emitía Derking era peligrosa. Se hallaba cegado por su rabia, deseoso por regresar a imprimir sus puños en su cara demacrada e intrigado por conocer hasta qué punto comenzaría a suplicar piedad. Necesitaba verlo llorar, sangrar por las grietas que él mismo se encargaría de abrir en su piel y suplicar perdón de rodillas por no haberme liberado cuando lo pedí.

Sin embargo, algo en su forma de absorber el aire espeso de nuestro entorno me hizo dudar en si ansiaba descargar su rabia en él por una única razón. Había algo más, una situación que comenzaba a atormentar su mente y ocupaba su cuerpo para descargar sus frustraciones.

Cuando Ax se elevó del césped húmedo, Bastian empujó su torso haciéndolo impactar contra la cama balinesa y que se desplomara sobre la colchoneta de cuero sintético. Se abalanzó y sin piedad comenzó a golpear su rostro.

Tirité al distinguir como sus puños, al igual que parte de su ropaje, se teñían de un carmesí intenso perteneciente a quien no conseguía defenderse. Mis dedos se adormecían, aferrando mi piel e intentando hallar la manera de detener la riña. Sus golpes eran mortales y si nadie lo detenía, realmente lo mataría.

Alice rodeó su brazo en mi cintura para sostener mi cuerpo débil y sin premeditarlo, un par de hombres circularon por mi radar, corriendo a detener la golpiza que se oía desde el otro extremo de la vivienda. Desplazaron a Connie, quien se limitaba a observar como el rostro de Ax comenzaba a desvanecerse tras sus propias secreciones y permanecía en un estado petrificado, como si su faceta de violencia repercutiera en sus recuerdos y volviera a resurgirla en carne propia.

Entonces me di cuenta de que no era la primera vez que hacía esto.

Distinguía lo que quedaban de su fisonomía, columpiándose al ritmo de los nudillos insalubres que impactaban en sus mejillas y desprendían hilos de sangre de su interior.

Sus imploras se redujeron, sus palabras rogando mi perdón se esparcieron por el aire tintineando como un simple balbuceo y escoltaban la acústica del impacto de los huesos de Bastian, rompiendo su piel y lesionando sus propias manos.

Uno de los hombres se aferró a los brazos de Derking y el otro copió su acto, atrayendo con fuerza sus extremidades iracundas. Sus ojos cegados por la cólera accedían a que su cuerpo actuara por propulsión, al filo de extraer una vida sin desearlo.

Se agitó cuando sintió como sus brazos eran forzados por los hombres y lo extraían de su pérdida de conocimiento temporal, y percatándose de que el oxígeno no circulaba por sus orificios nasales, se derrumbó sobre el césped, liberando el cuerpo de Ax y ensuciando su vestimenta.

Cuando reaccionó, deshaciéndose de los hombres musculosos que aún lo retenían para procurar la seguridad de su contrincante, examinó por encima de su hombro como mis ojos inundados lo escrutaban con un temor vehemente. Maldijo en silencio, vislumbrando sus puños ensangrentados y malheridos, sin sentir la necesidad de palparlos para apreciar el dolor que le circulaba por sus pequeñas venas abultadas y destrozadas.

Se elevó del suelo sacudiendo el polvo que se había impregnado en su ropa, y cuando se acercó a la litera teñida de escarlata, aprovechando que los hombres solo se limitaban a esperar su nueva acometida y beneficiándose de la escasa iluminación del sector, jaló su cabello oscuro, húmedo por sus propias secreciones, y lo obligó a divisarlo.

Al notar su estado, el alma se desvaneció de mi interior.

Su nariz quebrada y amoratada liberaba gotas de sangre que se agrupaban en la arista de sus labios inflamados. La hinchazón que recorría sus ojos ocultaba el café que los envolvía, y sus pómulos distorsionaban su antigua imagen.

– ¿Estas feliz? Hijo de puta – masculló Bastian.

Ax se zarandeó, e intentando sonreír, carraspeó la sangre que se había almacenado en el interior de su cavidad bucal. Sus manos rozaban su abdomen, palpando a ciegas su cuerpo y percibiendo el dolor punzándole de su único órgano externo.

¿Entonces el objetivo de Ax era que Bastian lo golpeara? Maldita sea, ¿Por qué querría eso?

– Tu debes estar feliz por casi romper tu propio récord – incitó –. Casi me dejas en coma como lo hiciste con David. Pero, que lastima, aun sigo despierto.

<< ¿En coma? >>

Comprimió las hebras oscuras de su cabello, deseando arrancarlas desde la raíz, y Ax gritó.

– Dile a Hanx que intenté matarte para que te de mi maldito puesto que tanto quieres. Felicidades, ya no serás mas mi remplazo. Pero si vuelves a acercarte a Deva, juro que lo próximo que verán de ti será tu cabeza en un bote de basura, y ni siquiera me aseguraré de que encuentren las demás partes de tu puto cuerpo – sus ojos ennegrecidos, inducidos en una maldad que me generaba espasmos, lo observaron con discreción –. Y no te das una idea de lo mucho que quiero verte muerto.

Musitó, necesitando que aquel comentario no navegara por la brisa hasta mis tímpanos. Pero, para su desgracia, lo había oído con claridad, y no me contuve en tragar grueso.

– Te descargaste en mí, pero me la dejas muy fácil – empinó su rostro con una sonrisa invicta, pero adolorida.

– Solo le doy mi lugar a quien ni en su puta vida podrá tenerlo por merito propio.

Anunció, y aquel circuito mental que nublaba mis deseos por conocer las verdaderas razones detrás de su comportamiento por fin había cobrado coherencia. Ahora entendía mucho mas su arrogancia a la hora de dirigirse a Bastian, al igual que su insolencia y la forma en la que deseaba llevarse el mundo por delante siendo un simple peón en un gran juego de ajedrez donde Derking aun era el rey.

Su envidia lo había conducido por un camino escabroso donde Bastian había caído con facilidad, y yo lo había ayudado a ciegas.

Pero, Ax también me había ayudado pese a que no se había percatado de ello. Gracias a su plan, pude descubrir sectores recónditos de su mundo que no hubiera conseguido ver, y aun menos aquella película que aun seguía transitando ante mis ojos, consiguiendo que mis emociones se enroscaran en mi estomago.

Bastian lo soltó, encarriló su espina dorsal y rotó sobre sus zapatos, hallándome aun fosilizada.

– Hacer caridad no es lo tuyo, Vlad – elevó la voz y tosió a causa de su recuperación escasa.

– Jamás haría caridad contigo – lo divisó iracundo –. Pero si tantos deseos tienes de coger en mi lugar con miles de mujeres, hazlo. No lo necesito.

Pese a su tambaleo, consiguió elevarse del camastro. Su postura era torcida y sus brazos tendían sin fuerza, exhibiendo sus deseos por volver a recostarse hasta que su recuperación sea perceptible. Lo buscó con su mirada perdida y cuando lo halló, incrustó sus ojos rasgados e irascibles en su dorso con una profundidad que me generó escalofríos.

– Eso significa que encontraste una mejor – rio colérico.

– ¿Estas celoso? – le sonrió con sátira –. Creí que estarías feliz porque te di mi puesto.

– Lo estaré el día que por fin firme el contrato en tu lugar y pueda coger con las que deberían tocarte a ti.

– Y mientras tú lo hagas con las que te toquen, yo lo haré con la que quiero.

Finalizó, y Ax enmudeció con coraje.

Sus ojos sombríos, repletos de una violencia inconmensurable, me hallaron en la penumbra, y pretendiendo nivelar sus emociones recientes, a pasos agigantados como decididos, se aproximó a mi paradero, no sin antes escanear el panorama lascivo que nos encerraba.

Empiné mi rostro pálido, consiguiendo distinguir el avellana de sus ojos bajo las bombillas ambarinas lejanas que lo encandilaban, al igual que sus facciones alteradas que aun se deducían en su faz, y cuando pretendió que la lobreguez de su mirada se disipara de su cuerpo solo para que no me aterrara, rozó sus dedos gruesos y calientes sobre mis mejillas sonrojadas.

Me intercambiaba sus sentimientos con solo una mirada, sintiendo en el fondo de mi espíritu el temor que sentía de que me hubiera ocurrido algo que no podría perdonarse en vida ni en muerte.

– ¿Estás bien? – Inquirió con insuficiencia.

Acaricié sus manos, procurando no rozar sus lesiones que parecían ser graves y apaciguar su incertidumbre, y asentí en silencio.

– Casi lo matas, ¿y lo único que te importa sabes es si ella está bien? – chilló Connie haciéndose visible tras el caos.

– Si tanto te importa tu compañero, ayúdalo – propuso ocurrente –. Comprueba si aun puede moverse.

Tornando a examinar mi cuerpo semidesnudo, el mismo que él contemplaba en nuestra propia intimidad, diferenció los pequeños e intrascendentes rasguños y succiones que habían depositado en cada rincón de mi piel en tan pocos minutos, y la rabia que se había adueñado de su cuerpo tornó a su lugar de origen.

Oyendo como Connie exigía que llamaran a una ambulancia, sin perder su tiempo se movilizó para tomar mis posiciones, y aferrándose de mi mano, sin dirigirle la palabra a los que nos divisaban con curiosidad, me arrastró por la propiedad en silencio hasta atravesar la puerta principal.

– Bastian – musité, y un lamento vibró en mis cuerdas vocales.

Lo oí suspirar con pesadez, exhalando el humo grisáceo que se había generado en el interior de sus pulmones, y cuando escapamos de la vivienda, abrió la puerta de su coche y lanzó mis pertenencias en su interior.

Ahogué la respiración que había inhalado al presenciar bajo la luz artificial como su delgada camisa de lino cándida se teñía de esferas carmesí, y su cabello alborotado se impregnaba en su faz aun embravecida. Sus ojos ennegrecidos combinaban con la dureza de su mandíbula, y su aroma varonil se impregnaba en mis orificios nasales.

– Bastian. Por favor, háblame – suplique, notando como su frustración invadía su sistema nervioso.

Lo último que necesitaba en este momento era que él me evitara. Moriría si lo hacía.

Sus facciones iracundas resplandecían bajo los faroles gráciles y la fiereza aún circulaba por su sistema nervioso. Sus dedos rozaron su cerviz, tiñendo su piel de su propia sangre y ansiando calmar su estado anímico, sostuvo la puerta de su coche aun abierta con sus dedos, observando con detenimiento sus nudillos todavía enrojecidos e hinchados.

Al examinar la gravedad de sus heridas, me maldije por haberlo incitado a que se desahogara de una forma tan vil y frívola.

Necesitaba curarlo y no tenía nada para hacerlo.

– No quiero hablar ahora – la consternación en su voz me martillaba la conciencia.

– Pero yo necesito hablarte.

Me arrimé prudente, deseando que la arena no se filtrara bajo mis pies, y al llegar a su lado, no se inmutó por mi presencia. En sus ojos las luces se extinguieron, dejando un fantasma destartalado y consumido que exprimía sus emociones causticas, las mismas que derrochaba sobre mis dedos.

Las preguntas inundaban mi cerebro luego de haber oído a Ax detonar una bomba que prometía enterrar vivo a su oponente. Había dejado en claro que la violencia había sido participe de sus actos pasados y había tenido consecuencias graves, dejando en la deriva actos que no ansiaba volver a rozar. No obstante, hoy lo había tornado a recrear, dejando a quien era su compañero hecho trizas.

Comprendía que no quisiera revelarlo por el miedo a lo que pensara, no obstante, y gracias a ello, iniciaba a comprender algunas de sus actitudes actuales.

Sabía que, si lo consultaba, podía causar una catástrofe que podía ocasionar problemas más graves que solo ver como se destruía él mismo. A pesar de que mis emociones descontroladas me incitaban a que indagara, no era el momento de hacerlo.

– Bastian – insistí al no obtener respuestas.

– Por favor, zorrillo. Aun sigo enojado – entonó inexorable, procurando nivelar su tono de voz.

– Si sigues enojado, ¿Por qué me llamas zorrillo?

Me examinó prudente por encima de su hombro.

– Qué esté enojado no significa que deba tratarte mal, Deva.

Distinguí su calidez rozarme la piel desnuda, no obstante, permanecía oculto tras sus extremidades y la puerta de su coche, resultándome incapaz de notar sus expresiones faciales.

– No te sientas culpable por lo que sucedió – habló repentino y sus pupilas me observaron.

– Me siento culpable de que estés herido por mi culpa – confesé cabizbaja.

– Lo hubiera hecho de todas formas. Estés o no con él – aplacó.

– Pero esta vez fue por mi culpa. No tienes que poner mi seguridad ante la tuya – dije con inquietud, examinando la sangre reseca que dibujaba líneas imparciales en sus nudillos.

Apartó su cuerpo, rotando en mi dirección. Aún con la vista sobre sus nudillos, esbozó una ligera sonrisa serena y alzó la mirada, envolviéndome con el brillo de sus ojos avellana. La comisura de su labio conservaba restos de sangre seca salpicada, sin embargo, su rostro no poseía ningún daño superficial.

Sus dedos rozaron mi mandíbula, empinando mi cabeza y quedando a solo centímetros de concentrar nuestras respiraciones. Al notar su cercanía, mi corazón emprendió a palpitar desbocado, ansiando derramarse sobre sus manos.

– Prefiero destrozar una parte de mi cuerpo antes que ver un solo rasguño en tu piel.

Su vos gruesa y varonil se introdujo en mis tímpanos, aclarando mis dudas e hipnotizándome con su mirada penetrante. Su pulgar recorrió mi mentón gélido con atención, examinando si Ax había dañado mi piel suave y depositando una delicada caricia, dejó caer su mano.

Al instante me recorrió el cuerpo con fugacidad, reconociendo cada una de mis extremidades, y frunció sus labios a la par en que iniciaba a buscar mi ropa entre su asiento.

– ¿Estas enojado conmigo? – inquirí repentina.

– Estoy enojado porque aceptaste subirte al auto de un idiota que solo viste una sola vez – entonó inflexible, sacudiendo mi blusa blanca –. ¿Tú entiendes que te pudo haber ocurrido algo?

Inquirió tornando a divisarme con sus ojos regresando a apagarse, y al hallar la aureola distintiva que me invitaba a tener mi propio falso debut en su gran familia de actores, con su corazón latiendo desbocado y la saña circulando por sus venas, la arrebató para arrojarla a sus pies.

– Él me trató bien. Creí que solo quería ser amable conmigo – confesé sin discernirlo, con tanta seguridad que dudé de mis propias palabras y de mis propias decisiones.

– ¿Te trató bien? – río irónico.

– Si, eso hizo. Antes de lo que sucedió lo hizo.

– Solo porque te quería ver las tetas, maldita sea.

– ¿Cómo iba a saberlo? – elevé el tono de voz con desesperación.

– Dios mío. ¡Es un hombre!

– ¿Eso significa que tú también mientes?

– Le mentiría a cualquier persona. Pero a ti, nunca.

Suspiré, notando como los nervios se resplandecían a mi sombra.

– Creí que tú estabas aquí, por eso acepté su aventón. 

Mengüé la mirada, centrándome en los pequeños botones de su camisa solo para que no distinguiera como mis mejillas quemaban mi piel rosácea. No obstante, al erguir mis ojos, su mirada incierta me causó escalofríos.

– No se te ocurrió enviarme un mensaje o llamarme, ¿quizás? – La risa irónica y ronca de Bastian inundó mis oídos.

– Si lo hacía me exigirías que volviera a mi casa, y necesitaba contenido para este proyecto – elevé la voz.

– ¿Acaso yo no te doy el contenido que deseas?

– No me das el que necesito.

Por algún motivo, mis palabras habían resonado como una indirecta. Mis sentimientos aun revueltos tras su película todavía seguían enroscándose en mi estómago, olvidando por completo la riña brutal que había acontecido en el jardín trasero.

– ¿Estuviste ahí solo para tener un poco de información?

– Si, Bastian.

– Y mira como terminaste – lanzó mi blusa una vez más al interior del coche, y señaló mis pechos que sobresalían de mi sostén –. Semidesnuda y en manos de otro hombre.

– También estuvo Connie allí.

– No me lo recuerdes – sugirió irritado –. Pero ella no es nada comparado con él.

Lo oí resoplar, y mordisqueé la piel de mi labio.

– Suerte que el idiota no volverá a hacerlo – prosiguió –. Y si se atreve, nadie ni nada me impedirá que lo mate.

– ¿Suerte para mi o para ti? – fruncí mi entrecejo.

– Suerte para mí. Porque el único que puede tocar tu cuerpo, soy yo. 

De su voz destilaba una amargura visible, y entornando mis ojos, lo escruté.

– ¿Y ver que otro hombre besara mi cuerpo te puso celoso?

– Como no tienes ni puta idea.

Su mandíbula danzó bajo su piel, y noté la perversidad insaciable que le recorría las arterias por adueñarse de lo que le pertenecía. Su enojo se originó al verme en manos de su contrincante, se desembocó en Ax, quien lo despedazó solo para demostrar que él podía tener el poder total sobre mi cuerpo y ahora, necesitaba acometer sobre cada una de las insípidas marcas que me habían dejado para enseñarme que, si quería volver a hacerlo, debería pensarlo dos veces antes de actuar.

Entonces, notando como el calor iniciaba a subir por mi abdomen, dije:

– Y eso te enoja mucho, ¿verdad?

– Sí – curvó una ceja, desencajado.

– Tú no sueles olvidarte del enojo fácilmente.

– Ya me conoces.

– Si te pone celoso y te enfada, quizás lo vuelva a hacer – reté.

Tras experimentar las palabras de Connie, como su película, necesitaba poner en práctica la duda que me carcomió el cerebro por minutos eternos. Quería conocer mis límites, y quería que él me mostrara los suyos.

Además, la pelea no consiguió destapar los deseos íntimos que la orgí* había sembrado. Ni siquiera me importaba subirme sobre él en este momento mientras las luces de las sirenas de una posible ambulancia socorrían a Ax en la vivienda de Alice.

Bastian era el que me causaban estas emociones.

Curvó una ceja, aturdido por mis palabras repentinas. Me escrutaba, intentando hallar la detonación en mi dialecto e intentando descifrar si estaba traveseando con él solo para no aceptar lo que él temía volver a hallar.

– ¿Estás jugando conmigo? – averiguó.

– ¿Eso te hago creer? – me separé de su lado, dando unos pasos en reversa para exhibir la totalidad de mi cuerpo semidesnudo.

Su semblante se endureció como un diamante en bruto, y sus ojos fuliginosos me envolvieron.

– No te conviene jugar de esta forma conmigo.

– Pero quizás me divierta hacerlo.

– Tú quieres que me metan a la cárcel – juzgó.

– Si lo hacen, yo no tendré la culpa – me encogí de hombros.

—Deva, no te gustará cuando veas que, quien ganará tu puto jueguito, seré yo— advirtió.

Reí, y solté:

– Quizás te haga perder cuando me veas con otro hombre – desafié.

Su mandíbula delineada danzó ante mis ojos, y una cólera irracional destelló en sus retinas.

– Voy a destrozarte, Deva.

– Que ironía. Es exactamente lo que busco de ti.

Soltó una risa extinguida y cerrando la puerta trasera de su coche, sus dedos se aferraron alrededor de mi cabello.

– Ya te vi con otro hombre, y no pienso dejártelo pasar.

– ¿Qué harás al respecto? – desafié.

– Súbete al puto auto. Te hare sufrir como tú lo hiciste conmigo.  

Hola, pipolitos 

Primero que nada una disculpa por el capitulo tan largo que les hice leer. Soy una chica muy detallista y se que es super tedioso, pero prometo corregirlo en un futuro. Mientras tanto me gusta la forma de escritura, y quizás mañana cambie de opinión. Solo diosito lo sabe 🫠

Segundo: en mi canal de difusión de Instagram pedí una ayudita para que eligieran una canción que podía ir acorde a la temática del capitulo, pero al final puse la que menos votos tuvo. 

literalmente soy esta:

También me parecía una buena opción colocar advertencias en este capitulo por todo lo que contiene. Ya tiene advertencias al inicio de la historia, así que corre por su parte leer el resto del contenido  🫰

Además, como pueden ver, es un capitulo distinto. Si, tiene🌶️pero parece un poco mas informativo.  Conocemos parte de lo que atormenta a Bastian (si, como leyeron: parte) al igual que conocemos hasta donde puede llegar Deva con este proyecto.

Si me dejan un comentario diciéndome que les pareció, se los agradecería mucho ❤️ saben que sus opiniones son muy importantes para mi, al igual que su voto, y me hacen crecer todos los días un poquito mas. 

Hoy lamentablemente no hay ilustraciones en mi Instagram. A no ser... se vienen sorpresitas.

Les dejo un beso grande, recen para la recuperación de Ax y su posible trasplante de rostro, empiecen a rezarle al de arriba porque cada capitulo que pasa se pone mucho mas fuerte que el anterior, y nos vemos prontito.

💋

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