Kim Jimin- MiniMoni

By MiniMoni_lovely

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⚠️ Advertencia ⚠️ • Au (Universo Alterno) • M-preg • Doncel • Yaoi • Adaptación More

[Disclaimer]
[Sinopsis]
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[Final]

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By MiniMoni_lovely

Después de haber besado a Jimin en la tienda y hablarle de su pasado – de la mayoría, al menos – Namjoon sintió un sutil cambio en su relación.

Por mucho que no quisiera, él se encontraba siguiendo la forma un poco redondeada de Jimin con sus ojos, y sus viajes a la ventana lateral se hicieron más frecuentes. Al ver a sus clientes amontonándose alrededor del doncel, charlando, quería salir y decirles que dejasen de molestar, que tenía trabajo que hacer. Pero en el fondo, sabía que los mineros no lo molestaban tanto como a él.

Su belleza no era glamorosa ni como la de un rey, como la de Jackson. Jimin tenía una gracia ordenada, tranquila, que le hacía pensar en arroyos claros y fríos y en flores silvestres. No podía siquiera imaginar a Jackson cambiando los pañales de un bebé o cuidando los otros aspectos desordenados de la crianza. Jimin lo hacía y todavía conservaba su belleza y sus muy mejorados espíritus.

Lo admitiese o no, su estado de ánimo había mejorado considerablemente desde la muerte de Lee. Namjoon notó que había empezado a dejar de estremecerse ante grandes voces, y ya no miraba por encima del hombro cuando salía a la calle.

Se decía una y otra vez que un doncel y un niño no jugaban ningún papel en su futuro inmediato. Estaba muy bien imaginar la escena de su cuento de hadas con Jimin y Soobin en la cocina cuando llegase a casa por la noche, pero era sólo eso – un bonito sueño. Se imaginaba que los primeros cinco años de su negocio ganadero no sería más que trabajo duro, y tendría que vivir en una cabaña mientras la casa y todas las dependencias fuesen construidas. No tendría problemas para eso – los adornos de fantasía nunca le habían importado. Pero sería demasiado duro para un doncel. Incluso si no lo fuese, Namjoon no estaba dispuesto a arriesgar su corazón de nuevo.

Y ese era el quid de la cuestión.

Un doncel como Jimin se merecía un marido completo, y sabía que no sería capaz de entregarse completamente a sí mismo. Él siempre se guardaba algo para sí, la parte de su alma que no le dejaría amar a Jimin por completo.

Pero todavía miraba a Jimin con un anhelo que seguía creciendo cada día. Sólo estar cerca del castaño era una especie de dulce tortura que le hacía sentir mejor que cuando había vivido solo, pero mirar y no poder tocar – era un infierno.

La tarde después de que Lee muriese, Yoongi se dejó caer por la tienda. Para evitar subir escaleras, que le robaban su débil aliento, había hecho arreglos para mudarse de la casa de huéspedes en la que vivía, a una habitación del primer piso en el ya acabado, Hotel Fairview. Aunque no había habitaciones en el primer piso, Jung Hoseok había arreglado una para él – por un precio, por supuesto. Un lugar agradable, admitió burlonamente, pero todas las paredes no eran nada más que papel lienzo. – Cada vez que un cliente se tirase un pedo, se escucharía en todo el edificio.

Namjoon vio a Yoongi peor que como lo había visto en toda su vida. Su rostro estaba más pálido, y sus ojos hundidos le daban una mirada sumergida. La piel de su cara estirada, pegada sobre los huesos. Namjoon sintió un escalofrío de aprensión correr por su espina dorsal. Pero la ropa de Yoongi era tan pulcra como siempre, y su ingenio mordaz no había sufrido ninguna debilidad.

Desde la calle, Namjoon escuchó acordes de – Más cerca de mi Dios por ti. La tocaba la bocina de una banda del Ejército de Salvación que se había apostado en un punto de Front Street.

— Veo que ahora tienes el lujo del acompañamiento musical, —comentó Yoongi, señalando con su bastón hacia el latón y el conjunto de pandereta.

Al igual que un hombre viejo, se sentó en la silla donde había pasado tantas horas lanzando cartas y observando hacia la esquina de Namjoon lo que él llamaba la última locura del hombre del siglo. — A excepción de la guerra con España, —añadió con su acento rico.— Esto es realmente una idiotez suprema.

— ¿Estás bien, Yoongi? —Dado su rostro gris, aspecto y modo de andar arrastrando los pies, parecía una pregunta tonta, pero Namjoon tenía que preguntar.

Yoongi le envió una expresión pícara. — ¿Por qué? ¿No me ves bien?

Namjoon se rió entre dientes. Incluso tan enfermo como estaba, Yoongi aún podía hacerle reír. Se dio cuenta de que iba a echar mucho de menos a su amigo cuando no estuviese.

— ¿Has comprendido ya lo de la fortuna depositada en tu puerta con la muerte de Lee, Namjoon? —Preguntó, su respiración era más corta que nunca.

Namjoon tenía sus dudas – sospechaba que eso tenía más que ver con un esfuerzo transparente de Yoongi para asegurar un protector para Jimin y Soobin. Fingiendo indiferencia, vertió una bolsa de granos de café en un recipiente. — ¿Qué podría ser?

— Jimin es un viudo ahora.

Namjoon cayó en ese momento. Un viudo. De todas las realidades que se le habían ocurrido desde la muerte de Lee, la más obvia de todas, no lo había hecho: Jimin podría volver a casarse de nuevo. Sólo había considerado que Lee no lo molestaría más, y que Soobin no sufriría el mismo abuso que su padre doncel. Pero el muro imaginario que se había interpuesto entre ellos, y que había utilizado como un débil escudo contra el hambre que el castaño despertaba en él, de repente se derrumbó. Ya no era el esposo de otro hombre.

Namjoon se encogió de hombros. — Sí, él es viudo. No voy a ser yo el que cambie eso.

Yoongi suspiró, sonando como un cruce entre un silbido y un sonajero. — No dejes que un incidente con otro hombre haga que te conviertas en un hombre amargado y cascarrabias.

— Umm, eso desde la voz de la experiencia —dijo Namjoon con una sonrisa, negándose a ser empujado hacia esa conversación.

— Vale. Si nunca has aprendido nada de mí, al menos déjame ponerte un ejemplo de lo que no debes hacer con tu vida. Ya sabes que yo era como tú, siempre seguro de que nunca dejaría que un doncel se acercase demasiado, eso ya lo sabes. Pero nunca te hablé de Kim Seokjin. —Bajó la voz y su tono se volvió introspectivo. Se quedó mirando hacía una lata de café en el estante como si su memoria se estuviese desplegando ante sus ojos.— Era un doncel joven y bello, amable, gracioso, encantador, y de una antigua familia, muy respetada de Nueva Orleans. Los pretendientes hacían cola todos los días en la puerta de su casa para presentarle sus respetos y proponerle matrimonio. Educadamente, pero con firmeza, los rechazó a todos. Había otro caballero que ya había capturado su afecto, les decía, aunque nunca quiso revelar su nombre para ellos. Eso era porque el caballero en cuestión –un verdadero canalla– no quería involucrarse en tonterías como el amor. —Sonrió débilmente.— El doncel era encantador, tan bello como una flor de primavera. El hombre hizo todo lo que pudo por alejarse del doncel, aunque en su corazón, realmente se preocupaba por él. —Miró a Namjoon.— Obviamente, yo era el canalla.

Namjoon se lo había imaginado — ¿Qué pasó?

Yoongi volvió a respirar hondo, y el silbido sonó como un traqueteo en su pecho. — Con el tiempo, su padre lo obligó a contraer el matrimonio que él arregló con el hijo del dueño de un barco. Un año después de la boda, murió de una sobredosis de láudano.

— Dios mío, Yoongi, lo siento.

Al regresar de su ensoñación, se incorporó un poco más recto, y su voz adquirió un tono más enérgico. — No lo sientas. Yo ya lo siento bastante por ambos dos. Pero no cometas el mismo error. El verdadero amor, un affaire de coeur, llega sólo una vez o dos veces en toda la vida, mi amigo. Algunas personas nunca lo encuentran en absoluto. Olvídate de lo que sucedió con Jackson y entiérralo en el pasado. He visto la forma en que miras a Jimin y la forma en que él te mira. —Se alzó sobre sus pies otra vez.— Un cuerpo tendría que estar ciego para no ver las chispas que vuelan entre los dos.

Namjoon sintió como su rostro se calentaba hasta el cuero cabelludo.

En ese momento, un repartidor entró en la tienda. Un gran gigante corpulento; arquetipo de camionero. — Señor Kim, tengo sus bienes fuera en el St. Paul.

Agradecido por la oportunidad de escapar, Namjoon se puso la camisa. — Bueno, vayamos a descargarlos.

Yoongi le cogió del brazo cuando pasó por su lado. Se le veía especialmente demacrado de repente, como si al hablar hubiese agotado su última reserva de fuerza. — No desaproveches esta oportunidad, Namjoon —dijo en voz baja. Parecía estar cada vez más ronca en las últimas semanas.— Los problemas vienen a toneladas en la vida, las cosas buenas se reparten entre nosotros con una cucharilla.

Yoongi salió entonces, su avance lento y mesurado, y Namjoon miró su espalda según se alejaba.

En el otro lado de la calle, la banda del Ejército de Salvación tocaba – En la Gloria poco a poco.

[彡]

Jimin automáticamente agarró el bolsillo del delantal, buscando su bolsa de oro. Luego cogió a Soobin y dejó su cántaro de agua hirviendo, con la intención de comprar una caja de almidón en la tienda de Namjoon. Él podría resistirse a cogerle el dinero por la deuda de Soohyuk, pero de ninguna manera iba a tolerar que no lo dejase pagar por sus suministros de lavandería. Si Jimin estaba haciendo dinero con su empresa, él también debería. Pero cuando dobló la esquina del edificio, se detuvo en seco, cautivado por lo que vio.

De pie en la parte trasera de un carro y silueteado por un cielo azul del verano, Namjoon alzó un barril al hombro. Obviamente, el trabajo era duro, y su torso relucía de sudor que también había empapado la placa de su cinturón. Sus músculos, puestos de relieve por la sombra brillante y el sol, se contrajeron mientras cambió el barril de lado y se lo entregó a un hombre corpulento. Sus pantalones vaqueros colgaban cómodamente bajo su cintura, y los ojos de Jimin deambularon desde el hueco de su columna vertebral, hasta sus brazos donde sus tendones y músculos se flexionaban y alargaban.

— ¿Es lo último? —Le preguntó al hombre corpulento. Habían apilado la mercancía a ambos lados de la puerta principal.

— Sí, eso es todo. —Sin ver a Jimin, Namjoon se pasó el dorso de una mano enguantada por su frente, y luego saltó de la puerta trasera del carro a la derecha en su camino.

— Oh, hola —dijo. Bajó la mirada hacia su pecho desnudo y luego hizo un gesto hacia el carro.— Um, acababa de llegarme algo de material a la línea de costa.

Jimin trató de no mirar, pero estaba viendo a un Namjoon tan diferente del hombre que se afeitaba ante su espejo por las mañanas. Era más vital, terrenal y poderoso. Y llamaba a algo muy vital y profundo dentro del doncel. Jimin observaba, fascinado, como un reguero de sudor corría por el centro de su vientre plano para desaparecer por la cintura baja en los pantalones. Verlo de esa manera sólo avivó el fuego lento, caliente que había encendido dentro del castaño cuando lo besó. — Yo, bueno, yo sólo quería una caja de almidón.

El moreno asintió con la cabeza y garabateó su firma en un manifiesto que el carretero le entregó. — Adelante, sírvete tú mismo. Voy a lavarme ahí detrás. —Cogió un lavabo de esmalte y una pastilla de jabón detrás del edificio, cerca de la estufa del doncel.

Mirándole alrededor de la esquina, se sintió como un tonto joven colegial boquiabierto ante su enamorado. Pero la verdad era que sus sentimientos iban más allá de un simple flechazo, y sus fantasías acerca de él no terminaban con un simple beso. Tuvo la tentación de seguirle al lavabo. Podía imaginar las láminas de agua fluyendo por su pelo y espalda, iluminadas al sol; se detendría en sus largas pestañas y en la punta de su nariz. Imaginar eso hizo que sus entrañas se sintieran nerviosas y en tensión.

Detente ahora mismo, se dijo con severidad. Volviéndose para entrar en la tienda, se dio a sí mismo un fuerte sermón. Tendría que dejar de pensar en Namjoon de la manera en que... así, de esa manera, como si él fuera realmente su marido. Incluso si el doncel quisiese casarse otra vez, él había dejado claro que no tenía ningún interés en tener un esposo.

Se pasó a Soobin a su otro brazo para coger una caja de almidón del estante, y cuando lo hizo, vio su negra cabeza pasando por la ventana. Sólo mirarle le hacía perder el aliento. Jimin sabía que una emoción traicionera había comenzado a fraguarse dentro de su corazón.

Se estaba enamorando de Kim Namjoon.

[彡]

Tu experiencia con ese doncel
entiérrala en tu pasado
no dejes pasar esta oportunidad

La historia de Yoongi, y su advertencia, se repetían una y otra vez en la mente de Namjoon mientras caminaba hacia las escaleras aquella tarde. Él era su amigo ¿verdad? Sabía que Yoongi se estaba muriendo, y por un momento se detuvo a considerar su propia mortalidad. Yoongi tenía tan sólo cinco años más que él, y sonaba como si hubiera coleccionado lamentaciones a lo largo de su corta vida. Si él mismo golpease la calle, atropellado por un carro mañana, o contrajese alguna enfermedad mortal, ¿se llevaría muchas lamentaciones consigo a la tumba? Se preguntó. Y aunque llegase a viejo, ¿iba a hacerlo solo? ¿Sin nadie con quien compartir sus triunfos y fracasos?

La perspectiva era terriblemente deprimente.

En el tendedero de Jimin, las camisas y la ropa interior se agitaban en la brisa junto con los pañales y los pantalones. Nadie podría decir que era un doncel perezoso o puramente ornamental. Hacía dos trabajos, realmente, la lavandería y la limpieza. Nunca había pensado en el más bajo como un doncel débil – después de todo, un doncel que había cruzado el Paso de Chilkoot durante el embarazo y había sobrevivido a Lee Soohyuk no era débil. Pero el castaño se había revelado a sí mismo ser aún más fuerte de lo que hubiera imaginado. Su fuerza no residía sólo en su capacidad de resistencia física. Jimin poseía una vitalidad de espíritu que a él le sorprendía.

Sabía que el doncel trabajaba mucho, sin embargo, tal vez – pensó el moreno, alguna vez le gustaría alejarse de la estufa y saber que alguien lo está esperando en casa.

Echando un vistazo por la calle, vió el Hotel Fairview de Jung Hoseok. Se decía que era un magnífico establecimiento, tal como había prometido. Durante sus primeras veinte y cuatro horas de operación, sólo el bar había recaudado seis mil dólares. Incluso si el lugar tenía paredes de lona, se decía que el comedor servía generosas raciones.

Tomó las escaleras de dos en dos y abrió la puerta para encontrar a Jimin en su lugar habitual en la cocina. El más bajo lo miró y sonrió, luego agachó la cabeza, ruborizándose tímidamente. Se había arreglado su cabello, y llevaba un delantal limpio y almidonado. Era una dulce visión a la que volver a casa, no podía negarlo.

— Estaba pensando que podríamos cenar fuera mañana —dijo, parándose en la cuna de Soobin para hacerle agarrar su dedo. El bebé le sonrió y gorgoteaba, incluso el pequeño tenía mejor aspecto que la primera vez que lo vio.

— ¿Fuera? ¿Te refieres a ir de picnic?

Namjoon levantó la vista. — No, quiero decir en el Hotel Fairview.

— Oh, Namjoon, ¿en serio? —Los ojos de Jimin estaban muy abiertos por la excitación, y su sonrisa era tan brillante como diez velas en llamas.— He oído que es un lugar magnífico. Pero ¿qué hacemos con Soobin?

El más alto se encogió de hombros. — Lo llevaremos con nosotros. Estará bien. Hoseok me debe un par de favores, podría incluso pagar a una criada para que lo observase durante una hora más o menos.

— Vamos a tener que arreglarnos mucho, ¿verdad? —Preguntó el doncel, mirando de reojo hacia sus pantalones caídos.

Namjoon se echó a reír. — Oh, podría sorprenderte. Supongo que no has visto toda mi ropa. —Luego agregó:— Creo que he oído que Hoseok tiene incluso una orquesta tocando.

Jimin frunció sus ojos ligeramente mientras removía el estofado. — ¿Crees que habrá baile ahí?

— No, la orquesta está en el vestíbulo. ¿Por qué? ¿Tu religión está en contra del baile, o algo así?

Distraídamente, el doncel apartó la olla de la estufa. — Bueno, no, por supuesto que no. Es que… no sé bailar, eso es todo.

Namjoon se acercó a la mesa y se sentó, con miedo de que si no lo hacía, estaría tentado a ponerse detrás del castaño y acariciar su esbelto cuello blanco con su boca — ¿En serio? Pensé que todos los donceles sabían bailar.

— No había muchas peticiones de bailes de salón en donde crecí —dijo.

— A mí me obligaron a aprender cuando era niño. “Ningún caballero puede abrirse paso en sociedad sino puede acompañar correctamente a una señorita o a un doncel en un salón de baile,” —imitó con una refinada voz que lo hizo reír. Era estupendo ver su sonrisa, pensó.

— Creo que a nosotros sólo nos dijeron que no utilizáramos las mangas como pañuelos.

— Oh, a mí me dijeron eso también. —Esta escena no estaba tan lejos de la que el pelinegro había imaginado. Sentados alrededor de la mesa de la cocina por la noche después de la cena. Hablando, riendo, estando cerca.— ¿Te gustaría aprender? ¿A bailar, quiero decir?

— Tal vez algún día, supongo. Buscaré a alguien que me enseñe.

— Yo te enseñaré —dijo, sabiendo que se estaba ofreciendo sólo para tener oportunidad de tomarle entre sus brazos.

— ¿Qué? ¿Quieres decir ahora?

— Sí, claro, ¿por qué no?

Jimin lo miró con aquellos ojos marrones claros como si hubiera perdido la razón.

— Pero la cena.

— Dejaremos que repose un rato. Sólo será un minuto o dos.

— No hay espacio aquí. ¿No se necesita una pista de baile para bailar?

— No, no, para aprender algunos pasos.

— Pero no hay música.

— Claro que la hay. ¿No oyes al pianista de Shin al lado?

Sí, Jimin lo oía. El sonido siempre estaba ahí, de fondo. Y Namjoon había logrado desviar todas sus excusas. Pero el doncel no quería tropezar por todas partes con sus pies y hacer el ridículo. Bailar – esa habría sido la idea más inhóspita de cualquier habitante de su antiguo barrio.

Le tendió la mano hacia el más bajo. — Vamos, Jimin. Si no quieres bailar conmigo, voy a tener que pedírselo a Soobin.

El doncel se echó a reír. — Oh no, no lo harás. Acaba de comer y te lo vomitará todo encima como lo menees.

— Entonces supongo que tendré que menearte a ti. Vamos, no digas que no.

Oh, esa sonrisa pícara con hoyuelos era tan difícil de resistir. No podía imaginar lo que le había puesto en ese humor tan juguetón, pero sin duda era algo que podía con un hombre enfadado con un cuchillo en mano.

— Bueno, supongo... —Dejó la cuchara de cocina, y de inmediato Namjoon se lo llevó en sus brazos. Ladeó la cabeza y escuchó por un momento.

— Están tocando On Top of Old Smokey ahí abajo. Vamos a ver, eso es un vals. Pon tu mano izquierda aquí —la puso en la parte superior de su brazo derecho— y cogeré tu mano derecha así. —Cerró los dedos alrededor de los suyos y puso su otra mano libre en la parte baja de su espalda.— Ahora simplemente relájate y sígueme.

¡Relajarse! Como si pudiera, con su aroma limpio y masculino derivando hacia el doncel y sus cálidos brazos rodeándole. Dio un paso hacia atrás y tiró de Jimin, pero sus pies no se movieron, y se desplomó contra su pecho. ¿Se había dado cuenta antes de lo amplio que era?

— Oh, lo siento, —se quedó sin aliento, recuperando el equilibrio, pero no su dignidad. Su cara ardía de calor.

Namjoon se rió entre dientes. — Está bien, pero esta vez cuando dé un paso atrás, tú das un paso adelante. Cuando vaya a mi izquierda, ve a la derecha. Ya sabes, sólo tienes que dejarte llevar.

Jimin tenía serias dudas, pero asintió con la cabeza, deseando que nunca lo soltase de entre sus brazos.

Los condujo a través de una serie de poco agraciados movimientos en el espacio pequeño; las ropas del doncel se enganchaban en las patas de las sillas, hasta que la música cambió a un ritmo mucho más rápido y mejor. Sus movimientos se redujeron a estar parados en un punto y girar en círculo. Parecía tan absurdo que a Jimin le dio un ataque de risa y no podía parar de reír. Namjoon se echó a reír con el más bajo, y finalmente se desplomaron en las sillas de la mesa.

— Ya te haces una idea —dijo el más alto, apartándose el pelo de la frente con ambas manos.— Más o menos.

— Sí, más o menos. —Se sentía tan bien de reírse con alguien, de tener algo por lo que reír y no tener que preocuparse porque alguien lo mandase cerrar la boca, maldita sea.— Vamos a tener que esperar hasta que tengamos una cocina más grande para bailar en ella, —añadió, dándose cuenta de cómo sonaba.— Quiero decir, una superficie más grande.

La risa de Namjoon se apagó, pero su sonrisa se quedó en sus ojos mientras lo miraba contemplativamente. Pasó tan rápido que Jimin no estaba seguro de lo que había visto, pero se sintió como si hubiera examinado su alma con su oscura mirada. — Tal vez tengamos la oportunidad de intentarlo de nuevo algún día —dijo.

Empujándose a sí mismo fuera de la mesa, Jimin contestó apresuradamente: — Voy a terminar de preparar la cena.

Durante el resto de la noche, después de cenar, Jimin se afanó alrededor de la pequeña habitación en una oleada de ocupaciones. ¡Salir a cenar, en un comedor de hotel! Y con Namjoon. El doncel había comido en un restaurante sólo una vez en su vida, y había sido en Seattle, cuando Soohyuk finalmente cedió y lo dejó comprar un té caliente y una rosquilla en un café. Sin duda, esto sería más emocionante.

Mientras que Namjoon estaba sentado en la mesa, sosteniendo al bebé, el doncel sacó su mejor conjunto nuevo y lo estiró con cuidado. Incluso planchó ropita limpia para Soobin, aunque le preocupaba que pudiese estarle pequeño – estaba creciendo tan rápido. Soobin, sentado en el regazo de Namjoon, parecía tan natural, pensó. Tenía una paciencia infinita con el pequeño, y realmente parecía disfrutar entreteniéndole. Jimin sintió ese pequeño tirón en su corazón de nuevo. Si sólo fuera su verdadero padre.

En cuanto a la ropa, Jimin tenía un bonito conjunto de pantalón y camisa que llevar, pero su corazón se hundió cuando se dio cuenta de lo funcional y aparatosos que eran sus zapatos. No estaban destinados a ser usados para una ocasión elegante. Y sólo tenía dos pares de medias, ambas de algodón negro.

Pensando en el día en que el doncel y Namjoon habían ido al mercado, recordó haber visto todo tipo de ropa interior bonita a la venta; playeras, medias, boxers de seda. Por supuesto era vergonzoso que todo estuviese expuesto al público, pero al mismo tiempo, era encantador. De pie junto a su tabla de planchar, podía sentir el peso de su bolsillo del delantal, cargado de oro, contra su muslo. Temía gastar un solo centavo de ese polvo que había trabajado tan duramente. Representaba a su futuro, que era, ante todo, incierto.

Pero mañana por la noche iba a ser muy especial. Tal vez podría darse el lujo de deshacerse de un poco de dinero para comprar una ropa interior bonita y un par de zapatos de vestir. Y, posiblemente, una colonia para el atomizador que Namjoon había comprado para él.

A eso de las diez y media después de que Soobin se durmiese, Namjoon se levantó y se estiró. Jimin intentó no mirar, pero estaba fascinado por la forma en que los botones de su camisa se tensaron contra los músculos reafirmados, debajo de ellos.

— Bueno, creo que voy a bajar y echar un último vistazo a la tienda.

— De acuerdo, —respondió el doncel. Ese era su momento para prepararse para irse a la cama. Cuando regresase, estaría en su ropa de dormir y acostado bajo las sábanas a la luz de la lámpara.

Pero esa noche, cuando Namjoon cerró la puerta detrás de él y bajó las escaleras, Soobin se despertó chillando. Jimin estuvo más de una hora y media paseándole y meciéndole en su cuna antes de que se volviese a quedar dormido.

Después de que el bebé finalmente cayese rendido, Jimin se quitó su camiseta y su ropa interior y se situó en el baño de porcelana para lavarse. Miró por la ventana de al lado. Afuera, el cielo de principios de agosto se iba oscureciendo; el sol de medianoche era finalmente menguante y las noches eran cada vez más largas. Abajo, en la calle, el desfile de hombres continuaba, y se escuchaba la música procedente de varios de los salones de baile y saloons de Front Street.

Sus brazos y cuello estaban cubiertos de espuma cuando escuchó a Namjoon subiendo por las escaleras. Oh, Dios, pensó, mientras miraba en el espejo su estado de desnudez. Comenzó a salpicar agua sin sentido, tratando de aclararse el jabón y secarse antes de que él entrase, pero sólo consiguió empapar su camiseta en el proceso.

La puerta se abrió y Jimin saltó, dejando escapar un pequeño grito. Namjoon se detuvo, en shock, mirándole como si nunca hubiera visto un doncel antes, tomando con su mirada cada centímetro de su piel, desde sus pies descalzos hasta la parte superior de su cabeza. Mirando hacia abajo, Jimin vio que su camiseta mojada era tan transparente como el organdí, y que mostraba sus pechos y pezones lactantes al máximo. La expresión en los ojos de Namjoon era posesiva y potente.

Pero no era miedo lo que el doncel sentía.

— P-por favor, date la vuelta, —exigió con voz temblorosa.

Con una última mirada a su forma radical, respiró profundamente y obedeció. — Pensé que ya estarías listo —dijo, sus palabras entrecortadas.

— Lo hubiese estado, pero el bebé se despertó, y.

— Mira, estaré fuera en el rellano hasta que termines. Puedes llamarme cuando lo hagas. —Salió de nuevo y cerró la puerta detrás de él.

Jimin se apresuró para terminar de secarse y ponerse la camiseta de dormir correctamente, preocupado por hacerle esperar demasiado tiempo, pero casi temeroso de dejarle entrar de nuevo.

En el exterior, Namjoon se dejó caer en el último escalón, apoyando los codos sobre las rodillas y tratando de ignorar el dolor persistente en su ingle. Esa imagen de Jimin – completos y maduros pequeños pechos; los pezones como cerezas dulces, una cintura pequeña y caderas suavemente redondeadas – quemaron una imagen en su cerebro que le acuchilló a través de su corazón, y rebotó hacia su entrepierna, y viceversa. ¿Cómo diablos se suponía que iba a volver allí y dormir en la misma cama con el castaño y fingir que no estaba afectado? Apoyó la barbilla en sus manos. Él no era un monje, pero por Dios, estaba viviendo como uno, y no le gustaba en absoluto.

Por un brevísimo instante pensó en visitar a una de las mujeres o donceles prostitutos que se podían encontrar en la Segunda Avenida, en el corazón del distrito de los negocios. Pero abandonó la idea. No era sólo la satisfacción física lo que quería. Podría comprar eso cualquier día de la semana, excepto los domingos, por supuesto. Quería más, y con una sensación de ahogo se dio cuenta de que el único doncel que podría darle eso era Jimin.

En su calor suave podría encontrar consuelo y paz, posiblemente incluso el sentido de pertenencia que había anhelado desde que era un niño.

Pero hacer el amor con Jimin era algo inviable. Los hombres sólo necesitan ganas de hacer el amor. Las mujeres y los donceles necesitan una razón. Y el castaño le importaba demasiado como para no darle una buena razón. ¿Dónde les dejaba eso? Nada parecía unirles. Él iba a volver a The Dalles, y el doncel seguiría con su vida, en algún otro lugar.

Detrás de él, la puerta se entreabrió. — Ya he terminado.

— Está bien, —gruñó el moreno.

Oyó sus pies descalzos correteando por el suelo de tablones, y luego los muelles debajo del colchón crujiendo cuando el más bajo se alzó sobre la cama.

Namjoon se puso en pie y estiró la espalda, deseando tener otro lugar donde dormir esa noche, sin la tortura de la tentación que yacía junto a él. Una vez pensó en enviar a Jimin a un hotel. Ahora se preguntaba si debía ser él el que tuviese que reservar una habitación. Inclinó la cabeza hacia atrás para mirar las estrellas emergentes, sabiendo que no podía hacer eso tampoco.

Tendría que aguantarse.

[彡]

¿Sonaba siempre el reloj sobre la mesilla de Namjoon tan fuerte? Jimin se preguntó. Yacía en la oscuridad, escuchando el reloj marcar los segundos que pasaban ruidosamente. La habitación tenía un frío sobrecogedor esta noche, y el doncel se acurrucó bajo la fina manta.

Sospechaba que Namjoon estaba despierto también, y los visionó a ambos en su mente como a dos maniquíes de sastre, rígidos y tensos.

¿Cómo iba a poder dormir después de que él hubiese entrado en su habitación para encontrarle prácticamente desnudo? Estaba predestinado a suceder tarde o temprano, supuso, teniendo en cuenta la estrechez en la que vivían. La vergüenza de ser visto en ropa interior, sin embargo, era sólo un pequeño pinchazo en comparación con los otros sentimientos que se agitaban dentro del castaño.

Cada día que pasaba, sentía un deseo, un instinto madurando en su interior, una sensación que nunca había experimentado antes. Soohyuk no había evocado tales sentimientos en el doncel; no antes de casarse con él y ciertamente, no después. Esa inquietud, esa picazón anhelante, parecía ser causada por un solo hombre: Kim Namjoon.

Se dio la vuelta, dándole la espalda al saco de arroz. Pero nada podía separarle de lo que sentía por ese hombre.

Namjoon lo había dejado claro. Y tal vez era mejor así.

ᏊᏊᏊ

Capítulo nuevo! Espero que les guste...

«Ahhh! Me gusta que Jimin ya esté aceptando que se está enamorando de Namjoon.

Y bueno Namjoon está aceptando que le gustaría que Jimin esté en su vida y desea hacer el amor con el doncel, sólo que no quiere prometerle algo que no cree cumplir.

Ustedes que opinan? Creen que por fin se van a quitar sus miedos y atreverse a tener lo que desean ambos?»

Nos leemos pronto!

Abrazos y besos...

CHERRY 🍒

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