Forbidden Creatures

Par weare_vikings

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Hayley Lowell es una chica de 17 años a la que, al empezar el último año de instituto, le empiezan a suceder... Plus

Forbidden Creatures
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28

Capítulo 6

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Par weare_vikings

Abro mis ojos pesadamente y me coloco bocarriba. Estoy tumbada en el suelo, viendo las estrellas y la luna llena iluminar el cielo desde lo alto. Frunzo el ceño y me siento, haciendo que unas piedrecitas se me claven en las palmas de mis manos.

Estoy en la calle y puedo ver mi casa a lo lejos, así que echo a andar. Parece como si estuviese en una cinta de correr ya que doy un paso y apenas me muevo hacia delante. Empiezo a correr, intentando llegar a mi casa pero solo empeoro las cosas.

Escucho un crujido y me paro en seco, dándome la vuelta. Veo un par de ojos brillantes, plateados en la penumbra, escondidos entre unos arbustos.

Me acerco, curiosa, y oigo cómo el animal gruñe. Estoy a dos metros de él cuando salta a por mí.

Es grande, muy grande y me llega a tirar al suelo. Sus dientes se clavan en mi costado mientras yo grito, pero nadie me oye. Me agito pero no me suelta, más bien desgarra todavía más mi piel, causándome más dolor.

Las lágrimas saltan y empiezo a sollozar mientras pido ayuda. El animal me suelta y yo aprieto mi mano contra la herida. Me arrastro por el suelo, intentando llegar hasta mi casa pero algo me golpea haciéndome dar una vuelta en el suelo. Suelto mi costado y con ambas manos me paro a mi misma de seguir rodando por el suelo, dejando una huella de sangre en la carretera.

Lo escucho acercarse a mí y el miedo vuelve, junto con más lágrimas y dolor. Gimo y me hago un ovillo en el suelo, cerrando los ojos con fuerza esperando que todo acabe de una vez.

Puedo sentir su respiración en mi cara, pesada. Su aliento huele a sangre, mí sangre. Me encojo todavía más y regueros de lágrimas caen sobre mis mejillas.

La criatura gruñe de nuevo y un gritito aterrado sale de mí. Puedo sentir cómo se acerca y yo murmuro plegarias, no quiero morir.

Mis ojos se abren haciendo que mis pestañas revoloteen y lo primero que veo e su hocico, totalmente escarlata. Subo la mirada con la respiración agitada hasta llegar a sus ojos.

Dicen que no se debe mirar a los ojos a un animal, que se lo toman como una amenaza pero no pude resistirme a observar una última vez aquellos plateados ojos.

Me devuelve la mirada, igual de intensa que la mía. Nos quedamos así por lo que parecen horas y entonces sus ojos parecen cambiar poco a poco de color. Frunzo el ceño, sintiendo mi corazón en un puño y este salta cuando observo unos orbes verdes demasiado familiares.

Las lágrimas salen a borbotones de mis ojos y el animal gruñe, contrayendo sus labios para enseñar los afilados dientes. El terror me colapsa por completo al ver cómo echa su cuerpo hacia atrás, encogiendo las patas traseras y saltando en mi dirección.

Grito lo más fuerte que puedo, esperando a que sus dientes se claven en mi carne pero nunca pasa.

(...)

Tapo mis ojeras con maquillaje pero mis grisáceos ojos siguen igual de rojos que cuando me desperté.

Creo que nunca lo he pasado tan mal en mí vida. De verdad pensé que me iba a morir, se sentía todo tan real.

Suspiro, guardando las cosas en uno de los cajones del baño. Me quedo apoyada en el lavabo unos minutos con los ojos cerrados reviviendo aquella horrible pesadilla que no para de repetirse en mi cabeza una y otra vez. Una punzada de dolor me asalta en el costado y hago una mueca, mordiéndome el labio. Me levanto la camiseta y vuelvo a echar un vistazo a la herida.

Sigo sin saber cómo es que conseguí hacérmela sin despertarme del dolor.

Me había despertado con los gritos de mi madre, diciéndome que bajara a desayunar. De mis ojos no paraban de salir lágrimas y un dolor sordo atacaba mi costado. Cuando me puse en pie, tenía la ropa de ayer manchada de sangre, junto con las sábanas y cuando me eché un vistazo a la zona afectada vi toda la piel rasgada, sangrando.

Mis manos estaban también de rojo y debajo de mis uñas había restos de piel arrancada junto con sangre seca.

La herida todavía palpita ahora, pero se hace más soportable. Ahora que está limpia puedo ver cada uno de los arañazos, pero todavía sangran un poco, así que decido ponerme una venda.

Salgo del cuarto de baño, cogiendo el bolso y las llaves del coche para ir al colegio. Aparco delante de la casa de mi amiga y toco el claxon para que salga y pocos minutos después lo hace, con su cabello recogido en una coleta alta moviéndose de un lado a otro con cada paso que da.

Trae una sonrisa pintada en el rostro que no se copia en el mío, no después de lo que pasó esta noche.

Primero casi me ataca un lobo, o lo que fuera y luego casi muero en mi propio sueño. Me supongo que todo eso se debió al alcohol porque es imposible que un lobo entrara en un barrio tan apartado del bosque y tampoco son tan grandes y después estaba tan afectada por lo sucedido que soñé con ello.

Mi amiga entra en el coche todavía con la sonrisa y yo enarco una ceja mientras salgo hacia la carretera.

–¿Qué pasa? –pregunto y ella suspira. Río y niego con la cabeza–. Presiento que se trata de Adam.

Ella sonríe todavía más y giro en la calle siguiente.

–Ayer me invitó a quedar –admite y yo la miro con sorpresa.

–¿Una cita? –pregunto y ella asiente con entusiasmo.

No sé si estoy contenta por mi amiga o si no me gusta la idea de dejarla salir con Adam. Es un buen chico pero tanto él como Dylan siempre están entrometidos en los acontecimientos que me ocurren.

Observo a mi amiga. Realmente está feliz. Nunca la vi así, no después de lo que pasó con su hermano.Es por eso que decido arreglármelas para sonreír y dejarla ser feliz por una vez. Si tiene algún problema ya sabe que yo no dudaré en ayudarla.

–Ayer desapareciste de la fiesta –me dice, curiosa y yo me tenso. ¿Debería contárselo?

–Si... –intento encontrar alguna excusa creíble pero nada viene a mí–. No te encontraba y luego Patrick empezó a acosarme y luego me entró un dolor de cabeza y...

Me callo de inmediato cuando entro en el parking del instituto y las dos vemos tres coches de la policía situados al lado de la acera. La gente se arremolina alrededor de un cordón policial situado en la carretera del aparcamiento y delante de las escaleras de entrada del establecimiento.

Frunzo el ceño y miro a mi amiga a la que se le ha borrado la sonrisa. Me devuelve la mirada, sorprendida y niega con la cabeza.

Aparco el coche en el primer sitio que encuentro y salimos con rapidez de él. Caminamos entre la multitud de gente a empujones hasta llegar a aquellos que rodean el cordón. Echo un vistazo por encima del hombro de alguien que está en primera fila y veo la huella en sangre de una mano.

La sensación de déjà vu acude a mí de inmediato y el sueño de la noche anterior viene a mi cabeza.

Me arrastro por el suelo, intentando llegar a mi casa pero algo me golpea haciéndome rodar por el suelo. Con la ayuda de mis manos consigo detenerme, dejando la huella de mi mano en la carretera.

Un escalofrío me recorre y, horrorizada me hago un sitio en primera fila y observo. Mis ojos analizan cada detalle. El fotógrafo saca fotos a cada sitio donde la policía ha puesto una marca.

La primera es un arañazo en el suelo y la imagen del lobo es lo que viene a mí.

La segunda es la huella y la tercera... Es un cuerpo.

Está cubierto por una tela gris y un brazo bañado en sangre seca sale de ella. Al lado de lo que me supongo que es su cabeza y hombros hay un enorme charco de sangre y la bilis sube por mi garganta.

El animal encoge sus patas traseras, preparándose para saltar. Se echa encima de mí con sus fauces abiertas, dirigiéndose a mi cuello.

Aparto la mirada de inmediato, sintiendo las ganas de vomitar demasiado intensas. Camino hacia atrás, intentando alejarme de los recuerdos que aquella escena está sacando a la superficie de nuevo.

El lobo tiene los ojos plateados y su tamaño no es natural.

La sombra encorva su espalda y encoge los brazos hasta transformarse en un lobo un poco más pequeño que un coche.

–Entiéndalo de una vez, señorita Lowell. Los hombres-lobo ya no existen, están extintos.

–Tú misma lo escuchaste, Amanda. Lo sabe, o al menos lo sospecha.

Todo encaja ahora. Los sueños, las alucinaciones, las situaciones extrañas.

No había alucinado ayer por la noche, todo fue real. Aún así, ¿por qué soñaría con lo que le sucedió a esta persona?

Millones de preguntas se arremolinan en mi mente pero las aparto a un lado. Tengo que hablar con la policía, tengo que contarles lo sucedido de ayer por la noche, tienen que saber que los hombres-lobo todavía existen o al menos uno de ellos todavía pervive.

Camino decidida hacia uno de los oficiales cuando escucho que alguien me llama. Me detengo y doy la vuelta. Dylan camina hacia mí con pasos grandes y se detiene a pocos centímetros de mí. Tengo que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos, esos de un hermoso color verde...

Lo miro a los ojos a pesar de que uno no debe de hacerlo pues los animales pueden tomárselo como una amenaza. Me miraron con la misma intensidad con la que yo lo hacía y, poco a poco, aquel color plateado y es sustituido por uno verde demasiado conocido para mí.

Mi estómago se revuelve de nuevo y me siento palidecer. Él frunce el ceño a ver mi expresión y yo me alejo, no quiero estar tan cerca de él.

Sé que solo fue un sueño pero que todo lo que pensé que había sido una pesadilla había ocurrido en realidad provoca que me sienta nerviosa delante del chico. Solo con recordar que yo casi muero en el sueño y que él fuera la criatura asesina hace que tenga ganas de vomitar.

Tengo demasiadas dudas.

–¿Qué ocurre? –pregunta, confundido y yo niego con la cabeza.

Miro detrás de mí al policía que habla con el director del instituto y el chico me imita.

–Solo quería hablar con el oficial –admito y miro mis manos que se cogen la una a la otra.

–Van a cancelar las clases. Dicen que un animal la atacó mientras volvía a casa –hace una pausa–. Estaba en la fiesta de Bárbara.

Levanto la mirada de inmediato.

–¿La conocías? –el niega y un alivio enfermo se instala en la boca de mi estómago.

Asiento y vuelvo a mirar hacia atrás.

–Creo que será mejor que vaya a hablar con él...

–¿Qué le quieres decir? –pregunta y yo me muerdo el labio inferior. No quiero contárselo, no después de haberlo visto apunto de asesinarme.– ¿Hayley? –sé que he estado callada demasiado tiempo así que tomo una inspiración.

–No ha sido un animal –admito pero no lo miro a la cara ya que tengo la atención puesta en el cuerpo de la víctima–. En realidad sí que lo fue pero no era uno de verdad...

Me estoy haciendo un lío con mis propias palabras. Ni si quiera puedo comprender lo que estoy diciendo.

–Explícate –me pide el chico.

Respiro hondo y lo miro.

–Sé que no me vas a creer, ayer no lo hiciste. Lo sé porque lo vi en tu cara, porque sabes que es una locura, que no puede ser real. Han pasado 3 siglos... –me detiene y pide que vaya al grano–. No fue un animal cualquiera –muerdo el interior de mi mejilla–. Fue un hombre-lobo.

Espero a que se ría, a que me grite que estoy loca, cualquier cosa pero nada pasa. Se queda callado y a pesar de que sigo esperando, no habla, solo me mira fijamente.

Finalmente decide abrir la boca y puedo notar un brillo extraño en sus ojos.

–No puedes contárselo a nadie –me quedo perpleja.

No pensé que fuera a decir eso.

–¿M-me crees? –pregunto anonadada.

–Escucha, si vas a allí te van a tomar por loca, nadie te va a creer –evade mi pregunta.

–Pero es la verdad.

–No les va a importar, recuerda cómo se puso el profesor Rounds.

Y así lo hago. Sé que tiene razón pero quizá, solo quizá aquel policía me crea. Si tan solo lo hiciera ya no se repetiría todo esto otra vez. Estamos hablando de un hombre-lobo, podría matar a 20 personas en un día de luna llena, ya nadie sabe cómo defenderse.

–Tengo que intentarlo –admito y me doy la vuelta, dispuesta a humillarme a mí misma solo para salvar a personas.

Me cogen del brazo, deteniéndome. Me vuelvo para pedirle que me suelte pero ya me está arrastrando lejos del recinto.

–¿Qué haces? ¡Suéltame! –digo, intentando liberarme de su agarre y nos detenemos detrás de una pared de ladrillo de alguna vivienda cercana.

Me suelta y yo aprovecho para intentar volver pero me acorrala contra la pared, sus manos situadas a ambos lados de mi cabeza.

–Mira, los hombre-lobo ya no existen, Hayley –dice, y yo lo miro sorprendida. Pensé que de verdad me había creído–. No intentes nada, no te van a creer. Nadie lo va a hacer.

Frunzo el ceño, poniendo las manos en su pecho para empujarlo lejos de mí pero es más fuerte que yo y no se mueve. No pensé que tuviera tanta fuerza.

–Quítate –digo molesta, volviendo a intentarlo y acabo resoplando frustrada, pero sigue sin moverse–. Dylan, apártate.

Me sonríe divertido y se acerca todavía más.

–Estás enfadada –afirma más que pregunta.

Lo tengo demasiado cerca. Mi corazón empieza a latir a mil por hora y mi respiración se corta. Nuestros rostros están separados por escasos centímetros y su aliento hace cosquillas en mi mejilla. Intento con todas mis fuerzas seguir mirándolo a los ojos pero la tentación es tan grande que no creo que pueda durar mucho más. Parece como si él supiera todo lo que me está ocurriendo porque se acerca todavía más y yo dirijo mi mirada a sus labios entreabiertos y los sigo hasta que se detienen antes de que se junten con los míos.

El corazón vuelve a bombardear mi pecho y quiero romper la mínima distancia que separan nuestras bocas pero sé que está mal, que no puedo besarlo.

No confío en él a pesar de que me haya ayudado y se haya preocupado por mí, además tiene una novia a la que no le parecerá bien nuestras acciones.

Me muerdo el labio inferior debatiéndome internamente. Cierro los ojos, este encuentro de emociones me nubla la mente haciendo que sea difícil controlarme. Me lleva toda mi fuerza de voluntad apartar nuestros rostros hasta una distancia prudente. Él parece sorprendido y yo no quiero mirarlo.

Acabo de desperdiciar una oportunidad que no creo que vuelva a tener pero creo que tomé una buena decisión.

Me aparto completamente y me giro hacia la calle mientras digo:

–Creo que deberíamos volver.

Y comienzo a caminar en dirección a la escuela, sin mirar si el chico me sigue o no.

Parece como si la mitad de la gente ya se hubiera ido a casa así que comienzo a buscar a mi amiga para llevarnos a mi casa pero parece como si no quisiera ser encontrada como la noche anterior.

El móvil vibra en mi bolsillo y lo saco de inmediato.

Clara:

Ven a recogerme a Pepper's.

Frunzo el ceño al leer el mensaje pero no dudo en ir a por el coche y conducir hasta la cafetería, seguro que se había ido con Adam y no se habían dado cuanta de que a esta hora está cerrada.

Conduzco la calle despacio intentando localizarla pero no la encuentro así que tengo que dar otra vuelta al mismo sitio. Está totalmente desierta lo que me produce escalofríos. Detengo el coche a un lado de la carretera y  saco el móvil para mandarle un mensaje a mi amiga cuando algo llama mi atención a mi derecha. Levanto la vista y veo una sombra caminar por la calle y girar una esquina.

Sé que es una locura lo que voy a hacer, que probablemente acabe muerta pero es una oportunidad única que tengo para que me crean, o puede que esté equivocada y solo sea una persona cualquiera.

Salgo del coche y camino siguiendo a la sombra. Giro en la esquina y me encuentro con un callejón que tiene una malla metálica al final, separándola de la calle siguiente.

Frunzo el ceño al encontrarla totalmente desierta. Vuelvo sobre mis pasos hacia la calle y continúo adelante pero sigo sin encontrar nada.

Mi corazón comienza a latir con fuerza y una sensación de alarma se instala en mi cuerpo como si un cartel enorme de PELIGRO se estuviera iluminando en mi cerebro.

Me detengo y escucho. Alguien respira pesadamente no muy lejos de donde estoy y cuando me doy la vuelta el hombre que está a escasos dos metros de distancia corre hacia mí.

Grito y me echo a un lado cuando se para justo donde estaba yo hace unos segundos. Se vuelve hacia mí y sus ojos plateados brillan. Por fin veo su cara con claridad. Es poco mayor que yo, con su pelo marrón claro cayendo sobre su frente. Su cuerpo es muy ancho para ser tan joven y sus dientes... Enormes caninos sobresalen de su boca, parecen irreales pero sé que no debo engañarme.

Miro horrorizada sus manos y me encuentro con enormes garras. Un grito se instala en mi garganta pero lo reprimo porque empiezo a correr. Sus pisadas se escuchan demasiado cerca y le tiro lo primero que encuentro a mi alcance, que es un periódico, el cual le da de lleno en la cara y me permite unos segundos de ventaja para adentrarme en el callejón y esconderme detrás de un contenedor de basura.

Que mejor idea que esa.

Mi respiración es agitada y mis manos comienzan a desbloquear el móvil y buscar entre mis contactos a mi mejor amiga. Necesito ayuda si no quiero acabar descuartizada.

Uno... dos... tres... cuatro timbrazos y no atiende. Maldigo en voz baja y escucho como el hombre-lobo entra en el callejón. Busco a Dylan y marco el botón de llamada y espero a que conteste lo antes posible, pues se que la criatura está escuchando.

–¿Diga?

–¡Dylan! –digo en un susurro.

–Hayley –era una voz femenina, Amanda para ser exactos–. Dylan no puede atender ahora –dice cortante–. Mejor no lo vuelvas a llamar.

–¡Espera! Necesito...

Me cogen del brazo y el teléfono cae al suelo mientras me levantan y me espetan contra la pared. Un grito sale de mí y cierro los ojos por el golpe. Mi cabeza duele junto con mi espalda y el gruñido del hombre-lobo hace que me estremezca.

Las lágrimas acuden a mí y sé que esta vez no tengo escapatoria, voy a morir por ser tan irresponsable como para salir del coche e ir en busca de esta criatura.

No quiero morir, no quiero dejar de existir y a pesar de eso lo voy a hacer.

Intento con todas mis fuerzas no soltar las lágrimas, no quiero que me vea más débil de lo que soy realmente y espero a que ataque.

Siento cómo me aparta de la pared y ahogo un grito. Me vuelve a echar hacia atrás con fuerza pero en vez de chocar contra la pared me siento caer y mis rodillas golpean el suelo con fuerza.

Gimo de dolor y siento las palmas de mis manos rasparse con el suelo al intentar detener la fuerza del impacto. Abro los ojos y me encuentro con el hombre sosteniéndose del basurero, una de sus garras en su nuca y la otra hace trizas un lado del contenedor, parece enfadado.

Giro la cabeza y me encuentro a Adam sosteniendo lo que parece un extintor. Se lleva el objeto por encima de su cabeza y lo hace descender hasta que cae donde la nuca y la espalda del licántropo se conectan y este cae al suelo por el impacto. Intenta levantarse pero vuelve a caer al suelo y no se vuelve a mover.

El latir de mi corazón se siente hasta en las orejas y miro sorprendida a mi amigo. Este tira el extintor al suelo y se acerca a mí corriendo. Me ayuda a levantarme y me sostiene de la cintura.

El dolor de cabeza es demasiado como para que pueda enfocar bien y todo me da vueltas. Me tambaleo, estoy aturdida y Adam me sostiene más fuerte.

Siento cómo saca de mi bolsillo del pantalón algo y comienza a caminar. Me ayuda a entrar en el coche y luego lo pone en marcha.

Mis párpados se sienten pesados y creo que voy a perder la consciencia, a pesar de eso, no tengo ni idea de a dónde me está llevando el chico.

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