Fuera de Juego

By daina_danae

1.4K 339 1.5K

Ella, una pianista romántica y soñadora. Él, un futbolista famoso y mujeriego incapaz de amar. Un encuentro f... More

🎶 INTRODUCCIÓN 🎶
1. GRIS
2. NUNCA MÃS
3. POR SEGUNDA VEZ
4. CLARO DE LUNA
5. ALGO PENDIENTE
6. TRES SEMANAS
7. Ibiza o FORMENTERA
8. ADVERTENCIAS
9. DECYDAMOS COMENZAR
10. DE DOS CARAS
11. HEY JUDE
12. DÉJALO FLUIR
13. UNA COPA
14. VOTO DE CONFIANZA
16. ACUERDO DE CONFYDENCIALIDAD
17. Primera vez cayendo
18. UNA TAZA DE TÉ
19. Momentos vulnerables 
20. Sin paracaídas
21. Ingenua
22. Nunca fuimos nada

15. GRITO AL VIENTO

27 11 14
By daina_danae

«Tres camisetas autografiadas, viajes en jet y tardes de té con Bárbara Ocaña.
En exclusiva, revelan datos sobre el tórrido romance de Sofía Romero y Alexander madrigal»

Dos mundos distintos, una misma pasión. Sofía Romero, la talentosa joven que ha roto fronteras en el último mes y Alexander Madrigal, el futbolista más determinante de la premier league, son los protagonistas de una historia de amor digna de un cuento de hadas.

La confirmación de un cambio de destino del avión de madrigal el 27 de julio y un nombre que comenzó a sonar con fuerza en páginas deportivas fueron el inicio de una serie de rumores que no se habían confirmado hasta hoy, de boca de una de las mejores amigas de Sofía Romero, la mujer que le habría robado el corazón a uno de los solteros más codiciados de Europa.

Aunque se supo de un viaje a Praga en jet privado y un fin de semana por las islas más vibrantes de España, Fue la portada de agosto de Vogue el primer acercamiento material que tuvo el mundo a la relación del número nueve del Liverpool F. C. y la pianista más popular de las últimas semanas. Todo eran sospechas hasta hoy, que Isabella Brown, heredera de la línea de maquillaje "Fabulosa" nos concedió una entrevista donde habla, sin tapujos, del tan perseguido romance.

"Estoy segura que se conocieron mucho antes del día de la sesión de fotos para la revista. Si vemos la familiaridad con que se hablan, ese intercambio de miradas y esa invitación pública, se entiende que ya había una relación. Sofía no me contó nada y no entiendo por qué, pero ¡vamos! No es común que le acaricies la espalda baja a alguien que recién conoces".

Para Isabella fue una sorpresa enterarse que su amiga fue al festival más importante de su carrera (hasta el momento) en un jet privado, y dice que lo entendió todo cuando supo, por boca de Romero, que estaba en una relación formal con el delantero español.

"Imagínate, pasó de viajar en clase turista a hacerlo en un avión solo para ella. Y me alegro mucho, porque la veo feliz y muy enamorada. Claro, que estar con alguien tan famoso ha lanzado su carrera en un abrir y cerrar de ojos".

Dice, que además de su talento, el principal motivo para que la cuenta de la pianista registre más de cinco millones de seguidores y esté siendo requerida para eventos importantes es, precisamente, la fama mundial del futbolista. Le da todo el mérito a Katia Nunier, publirrelacionista de Sofía, porque "ha sabido moverse al mismo tiempo que la prensa".

"yo creo que se conocieron en Londres, hace casi seis meses. Fechas exactas no sé, pero Sofía hizo un viaje junto a su madre para visitar el castillo de Windsor. Supongo que él le pidió total discreción hasta que de un momento a otro ya no pudieron ocultar más las cosas. Mi amiga se escapaba de vez en cuando a Liverpool, pero en vuelo turista ¿quién iba a sospechar?"

Agrega que su amiga le contó todo cuando la relación se formalizó, hace casi más de un mes, a raíz de la publicación de la revista y las especulaciones de la prensa. Tan serio es el romance, que Romero ya conoce a la madre y a la abuela del futbolista, con quien se ha sentado más de una vez a tomar el té, en la lujosa casa que tiene en la moraleja.

"Tocó dos piezas en el aniversario de la fundación de la señora Marisa sin recibir pago, ya se han ido de compras juntas y Bárbara la adora".

Sofía ya no viaja en aerolíneas comerciales, puesto Alexander ha dejado su jet privado a su entera disposición, y ya ha hecho infinidad de viajes dentro y fuera de España. El último, y más importante, fue a Liverpool para ver el enfrentamiento de los rojos con el Manchester Citi. Aprovecharon las calles de la ciudad de los Beatles para confirmar su relación, con un tierno beso a las afueras de un restaurante de lujo y un paseo en auto. Todo ello sin contar el show callejero de la pianista, su presencia en el palco central del estadio y la rueda de prensa del nueve.

"reservamos una habitación de hotel, pero Sofía se está quedando en casa de Alexander, como debe de ser.
Le mandó a Madrid tres camisetas autografiadas y un ramo de flores bellísimo, yo estuve allí cuando los recibió. Por eso me animé a acompañarla, yo soy fan del fútbol y es una alegría inmensa ver a mi amiga con uno de los mejores jugadores del mundo".

Según la entrevistada, los planes de Romero son dejar su vida en Madrid para irse a vivir con el amor de su vida, ya hablan de boda y de una pareja de niños para hacer más grande la familia. Talento por todos lados. Arte, deporte y una vida de lujos que la pianista recién está empezando a conocer.

-------------------------◘◘◘-------------------------

–Comunícame con Lewis.

Leemos la entrevista el martes por la mañana en el auto de camino al campo de entrenamiento. Ese día, había puesto de mi parte para despertarme temprano, desayunar con Alexander y luego acompañarle en su rutina. Ya habría tiempo más tarde para nuestro paseo por el muelle, pues había quedado pendiente desde la noche anterior, cuando optamos por tomarnos una copa en el salón de su piso. Y todo iba bien hasta que su chofer le entregó una revista a penas se puso en marcha.

Aunque es él quien la lee primero, no hace ni dice nada hasta que arrugo la revista y me cubro la cara para evitar, en vano, que vea las lágrimas agolpadas en mis ojos. Cada reglón del artículo fue un golpe certero al centro del estómago, entre más leía más me quedaba sin aire, y un sentimiento parecido a la decepción afloraba sin tregua desde lo más profundo de mi pecho.

Pese a tener plena consciencia de las mil y un mentiras plasmadas en la "noticia del día", me hallaba negada a asimilar lo grave de la situación.

Porque tenía que ser una mentira que Isabella, mi amiga de toda la vida, mi hermana por elección, se hubiese prestado para algo de tal magnitud.

En principio porque había más inventos que realidad, y luego porque en caso todo fuese verdad, ella no sería capaz de traicionarme.

–Son las siete de la mañana, señor. El estudio está abierto desde...

–¡Me importa una mierda a qué hora abra el estudio! Si quiero hablar con él a las dos de la mañana, me lo comunicas y ya.

Está recostado levemente en la ventana, tiene una mano sobre la cabeza y la mandíbula más tensa que nunca. No me mira, y si soy sincera, no quiero que lo haga.

El chofer aprovecha un semáforo para pasarle el teléfono con el altavoz encendido. Y cuando las timbradas le dan paso a la voz del otro lado de la línea, mi mente hace cortocircuito al unir piezas.

Isabella, la entrevista, las miles de mentiras, el estudio.
Un estudio de abogados, para ser más claros.

–Prepara todo para demandar a Isabella Brown por difamación –sus palabras, pronunciadas con una calma aterradora me paralizan el cuerpo–. También vamos a demandar a la reportera y a la revista.

–Ese sería un escándalo y...

–Quiero unas disculpas públicas y cuatro millones de dólares –me pongo una mano en la boca para tapar el gritito de sorpresa que se me escapa.

–¿Para cuándo quieres todo?

–Para hoy si es posible. Mándame los documentos y encárgate de que la notificación le llegue a Isabella lo más antes posible.

–¿A Madrid?

–A Madrid, a Liverpool y a donde sea.

–No la vas a tener fácil, su familia debe tener un ejército de abogados y...

–Si no puedes con esto dímelo y ya –se exaspera.

Incluso sin ser del todo consciente del poder de Alexander madrigal en Europa, sé de sobra que mi amiga tiene más posibilidades de perder, en caso siga con la idea de demandar. Primero porque casi nada de lo que ha dicho es cierto y hay pruebas suficientes para probarlo. Segundo, porque está jugando en un terreno peligroso en el que su familia no tiene ni un poquito del prestigio que tiene en Madrid.

Y como todo debe ser un error, cuando Alexander cuelga el teléfono luego de intercambiar un par de frases a las que no presto atención, me acerco u poquito para poner una mano sobre su brazo. Mis ojos amenazan con romper en llanto, pero me fuerzo por parecer serena al tener sus ojos sobre los míos.

–¿La vas a demandar?

–Pregunta algo que no hallas escuchado –el tinte furioso de sus ojos me congela un segundo.

–Debe ser un error. ¿Y si la revista usó su nombre para...?

No sé si lo quiero convencer a él o me quiero convencer a mí.

Nos conocemos desde hace tanto tiempo, que resulta incomprensible que salga a una entrevista a decir tantas mentiras en mi nombre. ¿Qué conseguiría haciéndolo?

–Hay detalles, Sofía. Detalles que sabes de sobra que la prensa de Inglaterra no podría tener por sí sola. ¿Tardes de té con Bárbara?

–Si hablamos con ella podemos...

–Si quieres hacerlo estás en todo tu derecho –el chofer reduce la velocidad a pocos metros del estacionamiento del campo–. Pero nada de lo que te diga me va a hacer cambiar de opinión. Ha usado mi nombre para figurar, ha afirmado que estoy a nada de casarme y de formar una familia ¿dos niños? ¿casi seis meses de relación? Por favor –se echa a reír con ironía.

–¿Qué lograría diciendo tantas mentiras?

–Piensa y verás. A fin de cuentas, la conoces más que yo.

–No la demandes –le pido en un susurro–. No hasta que...

Me echo a llorar. No en gesto de súplica, lo hago como consecuencia de la decepción combinada con tristeza que late al centro de mi pecho. Tal como hizo en nuestro viaje a Praga, se saca un pañuelo del pantalón y me lo extiende sin cambiar la expresión neutra en ningún momento.

Pienso en Isabella y me rompo un poquito más. Un flash de nuestra conversación luego de su primer beso me golpea. Ese día, hicimos una fogata en el jardín de su casa, intercambiamos nuestros dijes y juramos que nunca nos traicionaríamos.

–Llévala al hotel –le ordena al conductor en cuanto los portones se abren.

El cúmulo de emociones arrolladoras al centro de mi pecho incrementa con el movimiento de cabeza que me dedica antes de bajar del auto. Ni un beso, ni un "nos vemos luego". Frío y distante como la noche anterior, como esta mañana.

Pese a tener los ojos fijos en la carretera, no puedo concentrarme en nada. Mi mente repite constantemente fragmentos de la entrevista y con cada uno surge una nueva duda. Además de Katia, la única que sabía que hice un viaje a Londres hace seis meses con mi madre era ella. No solía publicar fotos de mis paseos, y mi vida era bastante privada y poco importante como para que la prensa se interesase en una visita a Windsor en la que ni siquiera tuve acercamiento al futbolista.

No hubo ni un ramo de flores, ni una salida con Marisa al centro comercial. Yo no toqué gratis en el aniversario de la fundación, ni tengo a mi disposición su jet privado. De haber sido el caso, la prensa hubiese sido la primera en filtrar información, así como pasó en nuestro viaje a Praga.

Entre mentiras y verdades a medias, Isabella había conseguido tener su primera portada en una revista prestigiosa de Inglaterra. Lucía como una diva total. Sonrisa digna de comerciales, rostro angelical. Le habían hecho una auténtica sesión de fotos en varios ambientes del hotel.

Y obtiene lo que nunca obtuvo con su marca de maquillaje. Popularidad. Katia me manda rato después un par de estadísticas de los temas más hablados y buscados en redes. Su nombre aparece poco más abajo del de Alexander, y creo que aprovecha la situación, pues publica un video de su rutina de belleza matutina.

En la puerta del hotel hay un grupo de periodistas que aguarda mi llegada. En cuanto el Ferrari de Alexander se estaciona a pocos metros, se abalanzan y empiezan a sacar fotos como si fuese una estrella de cine. Abrumada por la cantidad de incógnitas que divagan en mi mente, no soy capaz ni de sonreír ni de buscar una manera de evadirlos a todos.

–¡Felicidades por el noviazgo, Sofía! –es tanta la euforia por verme, que una chica pone la mano para evitar que se cierren las lunas–. ¿Alexander te ha regalado ya el auto?

–¿Nos responderías un par de preguntas? Eres la sensación del momento y queremos saber más.

–¿Es cierto que Marisa Madrigal como suegra no da la talla?

–¿Cómo conseguiste que Madrigal te oficializara? Muchas lo han intentado antes sin éxito.

–¿Los goles del domingo fueron para ti?

–¿Por qué la relación en secreto tanto tiempo? ¿tenías miedo de que no funcione?

Me aturden las voces, el ruido de las cámaras al disparar, el hecho de estar tan expuesta sin buscarlo. Hago hasta lo imposible por mantener la calma, me aferro al bolso de mano y nada es suficiente.

Mi teléfono suena, cada vez hay más gente alrededor, el chofer pide refuerzos por el móvil, y llega un punto en el que ya no puedo más. Me echo a llorar sin importar que las cámaras estén en frente, porque nunca he tenido la necesidad de prepararme para afrontar algo así.

Yo no lo estaba buscando, y no es justo.

Entiendo la crueldad de la prensa cuando en vez de parar con tanta cosa, incrementan el alboroto. Sacan muchas más fotos, sueltan más preguntas incómodas. Sé que tengo que dejar de llorar, pero no puedo.

Lloro por la entrevista de Isabella, por la frialdad de Alexander, porque va a demandar a mi amiga, porque no es justo lo que me está pasando, porque voy a salir mañana así en las noticias, porque sé que tengo que parar y no puedo.

–Sofía Romero está llorando de felicidad, muy poca gente tiene la suerte que ella está teniendo ahora. Mira que estar con un futbolista de talla mundial que, además, hará que su carrera vuele por los aires.

Elijo no dar la cara. Me doy la vuelta en el asiento y me cubro con la chaqueta de cuero que Alexander dejó colgada antes de bajarse y mi alma parece recomponerse un poquito con el aroma amaderado que se cuela por mis fosas nasales. Sigo llorando, no obstante, creo que me aíslo del caos de fuera.

Superada por el cúmulo de emociones agolpadas en mi pecho, pierdo noción de todo hasta que logro entrar al estacionamiento del hotel, escoltada por dos camionetas negras. Katia no ha dejado de llamarme ni de mandarme mensajes, a su manera siento que me indica cómo actuar, sin embargo, estoy tan abrumada que decido ignorarla. Aún sin tener nada claro subo hacia la habitación, porque necesito respuestas.

–¿Por qué lo hiciste? –digo ni bien abro la puerta.

Isa está sentada frente al espejo revisando algo en su móvil, sobre la cama yacen dos ejemplares de revista y bolsos nuevos regados. Hay algo extraño en su expresión cuando levanta la vista para enfrentarme, y creo que me derrumbo más.

–¿Hola? –pregunta, fijando la mirada en el hombre de seguridad que no se ha movido del umbral–. ¿Este que...?

–¿Por qué lo hiciste? –insisto, esforzándome por contener el llanto.

–No te entiendo –parpadea un par de veces.

Consumida por una furia descomunal, me acerco a paso firme a la cama y le arrojo una de las revistas.

–¿No entiendes? ¡La que no entiende soy yo! ¿por qué lo hiciste?

–Sofía... –dice después de un largo silencio–. Esto no es...

–¡Le mentiste a la prensa! ¡traicionaste mi confianza! ¡usaste mi nombre! ¿qué querías lograr?

–Nada de lo que dice aquí es cierto. Tergiversaron lo que dije, yo...

–Primero coqueteas con Alexander sabiendo que estoy enamorada –exploto en llanto.

–Eso no es...

–Porque eso fue lo que hiciste, coquetear. Y yo no me quise dar cuenta hasta hoy. Pero después de la entrevista... –hablo con un vacío en el estómago, un nudo en la garganta y un vacío infernal en el alma.

–¡Eso no es cierto! la gente de la revista malinterpretó todo, usó mi nombre para vender información falsa.

–¿Y también usó tu imagen, ¿no? felicidades, Isa, has conseguido tu primera portada en Inglaterra.

–Sof..., las cosas no son así.

–Me acabas de romper el alma, Isabella. Porque no lo esperé de ti. Me usaste.

–¡Claro que no! la revista malinterpretó todo. Ayer vinieron a hablar contigo, no estabas y yo...

–¡La única que sabía de mi visita a Londres eras tú!

–Sí, pero...

–Alexander te va a demandar –me limpio las lágrimas con el dorso de la mano.

Palidece y el móvil se le cae al suelo. La puerta se mantiene abierta y el escolta no tiene ningún afán por irse, yo tampoco se lo pido, porque lo voy a necesitar para salir de aquí.

Isa se pone de pie y se acerca dubitativa, yo me alejo, con el peso de la decepción sobre mis hombros.

–¿Qué?

–¿Seis meses de relación? ¿el jet privado a mi disposición? ¿planes de boda y familia? –espeto, sintiendo las promesas del pasado más falsas que nunca.

–Tienes el jet privado...

–¡Eso no es cierto y lo sabes!

–¡La revista malinterpretó todo! yo nunca...

–Haya sido lo que haya sido, lo has difamado.

–Tú tienes que hacer algo... Sof, no puedes... –balbucea con los ojos cerrados y el rostro desencajado.

–No podías traicionarme y lo hiciste.

–¡Yo no te traicioné! –se exaspera.

–me mandaste a la prensa encima por una simple portada –no sufro de complicaciones respiratorias, pero las tengo al recordar mi crisis de hace unos minutos–. Te dije infinidad de veces que no quería una relación pública y ventilaste todo, incluso lo que nunca existió.

Una parte de mi mente todavía se niega a creerlo, busca justificarla de todas las maneras posibles y ya es demasiado tarde. Ese día, después de escuchar una y mil veces que se trata de una entrevista inventada, la dejo en el hotel con la palabra en la boca y le pido, entre lágrimas, que no me busque más.

Su arrebato de ayer acabó por romper una amistad de años. Una amistad que soportó todo, incluso lo que nunca debió pasar por alto.

--------------------------***--------------------------

Imágenes mías llorando se reproducen furiosamente por las redes en menos de veinticuatro horas. La prensa se ha olvidado de la amiga reveladora y ha centrado todas sus cámaras en seguirme, obligándome a hacer un cambio radical a todos mis planes. No me quedo un día más, así como estaba planeado, más bien, le hago caso a la insinuación de la revista y organizo mi vuelta a Madrid para mañana a primera hora.

Todavía con una grieta al centro del pecho, me veo en la necesidad de disfrutar mis últimos momentos en Liverpool. Vuelvo a posponer mi paseo por el muelle y mi caminata por las calles de la ciudad, y me decanto por preparar una cena romántica en el pent-house con ayuda de Tom.

No me salgo de su dieta en ningún momento. Un poco de proteína, un tantito de carbohidratos, vitaminas, nada de condimentos. Decoro la mesa del comedor con sus mejores manteles, flores bonitas, velas, vasos a juego y música clásica de ambiente.

Aunque en un principio se niega a cenar conmigo con el pretexto del día pesado, logro convencerle al recordarle que mañana me voy. Contrario a lo que me imaginé, no muestra rastro de tristeza ni hace intentos de convencerme para quedarme un poco más.

–¿Qué tal todo? –le pregunto antes de levantarme para traer el postre.

–Normal.

–¿Normal?

–Como todos los días pollo a la plancha, no hay diferencia.

–Claro que sí. Este pollo tiene un poquito más de sabor que el del comedor. Hice una salsa de frutos secos y...

–Nena, si quieres, déjale la receta a Tom –estira la mano para coger una servilleta–. La cocina no me interesa.

–La próxima vez que nos veamos te haré una salsa de frutos rojos y...

–La próxima vez –repite, acomodando los cubiertos sobre el plato vacío.

–Sí, hoy ya no puedo porque es tarde. Pero la prepararé la próxima. No podré ir a verte a tu próximo partido porque tengo un evento el sábado, pero haré todo lo posible para ir a Chelsea.

–¿Y no quieres quedarte a vivir en Inglaterra, de casualidad?

Paso por alto el rastro de sarcasmo mezclado con burla en su voz. O, mejor dicho, los latidos arrítmicos de mi corazón me impiden discernir lo que muy probablemente quiere dar a entender. Mi alma, cada vez más enamorada sin justificación aparente, cree estar haciendo realidad un sueño puesto interpreta sus palabras como una propuesta.

Suelto una carcajada limpia mientras termino de recoger los platos vacíos. No soy la mejor cocinando, pero tal como me dijo Tom cuando me acompañó al súper mercado, todo salía bien con un poquito de amor y una pisca de ilusión.

Y amor no sabía, porque era muy pronto para hablar de eso. Pero la ilusión que me hacía esto se notaba por todas partes.

–proponme eso de aquí a algunos años.

Esta vez, es él quien ríe con ganas.

A lo lejos veo que mueve la cabeza de un lado a otro, pero no logro identificar si es un gesto natural o una negativa, porque ya estoy llegando a la cocina. Incluso me parece que murmura algo, pero no le presto atención. Dejo las cosas en el lavaplatos antes de sacar el tiramisú de la congeladora.

No sé si llevarle té o café, y mientras llevo de las dos cosas, pienso en lo mucho que falta por conocer uno del otro. Monto también dos platos bonitos y algo para cortar el postre. Todo tiene que salir perfecto.

–¿Infusión o café? –hago malabares para colocar todo en la mesa.

–El té se toma a las cinco de la tarde, hermosura –no le quita los ojos al postre ni cuando le pongo la taza en frente.

–¿A, ¿sí? Como en Madrid siempre es buena hora para un té –me estiro para alcanzar el café instantáneo–. Pero qué vas a saber tú de eso, no ¿cinco años en Liverpool?

–Ocho –me quita el pote.

–¿Qué?

–Quiero té de jengibre –me toma del brazo en cuanto me dispongo a volver a la cocina–. Tom está para estas cosas ¿a dónde fue?

–A casa.

–¿Qué? tiene instrucciones de no irse hasta que esté dormido.

–¿Alexander Madrigal necesita que le cuenten un cuento para dormir?

–Lo que necesito es que todo esté en orden –se pone de pie–. ¿A qué hora se fue?

–Poco antes de que llegaras. Y ni se te ocurra pensar en despedirlo –advierto al verle entrar a la cocina–. Le dije que yo me encargaría de todo.

–¿Te vas a encargar de hablar con los de seguridad para que despejen el área?

–Puedes hacerlo tú, desde luego.

Yo tampoco tomo café. Mientras trae el té de jengibre termino de hacerme la manzanilla y sirvo dos rebanadas grandes de tiramisú que acomodo en otra bandeja. Me dirijo al salón principal y pongo todo en la mesa de centro, tiro algunos cajones al suelo, enciendo la chimenea.

Aunque mi idea inicial era ver una comedia romántica, termino por poner música suave al caer en cuenta que hay un pequeño detalle antes. Tenemos que conocernos más. Quiero saber más de él, y los últimos acontecimientos me han enseñado que con un poquito de paciencia puedo ir descubriendo cosas que jamás imaginé. Quizá, conociendo a Alexander Madrigal tras la faceta de futbolista exitoso me enamoré todavía más, si es que se puede.

Ya luego habría tiempo para ver comedias románticas, películas de acción y series largas en Netflix.

–Entonces te gustó –le digo, al ver que va por su tercer plato de postre.

–No está mal.

–Tiene cerezas –se queda con la cuchara a medio camino–. Bueno, un zumo de cerezas.

–El tiramisú se hace con licor.

–Y tiene licor. Las cerezas son un detallito que supuse, te iba a gustar. Y por lo visto no me equivoqué.

–No está mal –encoje los hombros.

–¿Es tu fruta favorita, ¿verdad?

–Es de las cosas más agradables que hay –responde en cambio, atrayéndome con su mano libre.

–¿Y qué otras cosas "agradables" hay según tú?

–Tus labios –no tarda en responder, esbozando una sonrisa que me hipnotiza.

Acortar la distancia para besarlo fue una necesidad que no pude controlar. Me vi derretida con la sonrisa arrogante y el cumplido. Sin romper el contacto, dejó el plato en el suelo y de un solo movimiento me sentó sobre sus piernas. Tenerlo así de cerca terminó de relajarme. Me quitó las sandalias con movimientos suaves y supe, mientras sus manos me tocaban sutilmente debajo del vestido, que era mi lugar favorito.

Alexander sabía a la perfección qué estaba haciendo. ganó la partida explícita de forma casi imperceptible. Sus besos calientes y sus caricias delicadas lograron vencerme. Me ablandó poco a poco, entre cucharadas de tiramisú y copas de champagne. El tiempo pasaba, pero no dejaba de sorprenderme la facilidad con que encontraba mis puntos débiles, en todo sentido.

Al final, no pude saber un poco más de él. Fui yo quien se abrió otra vez, le conté anécdotas de pequeña, detalles de mi carrera y como no podía ser de otra manera, volvimos a hablar de mis miedos e inseguridades.

Y como el "encontrar mis puntos débiles" abarcaba todos los ámbitos, nos vi entrando a su habitación por la madrugada.

Hubo un momento, mientras me quitaba el vestido, en el que todos mis problemas de inseguridad se esfumaron. No me quitó la vista de encima y eso hizo que me sintiera poderosa pese a mi inexperiencia y a las advertencias que retumbaban de vez en cuando. La tenue luz me permitió seguir el recorrido de sus manos por mi cuerpo, llegando a alcanzar puntos que me estaban haciendo temblar en medio de besos largos.

El hallarme desnuda sobre su cama me hizo recordar las advertencias de Bárbara, la entrevista de Isabella y su actitud fría en algunos momentos vulnerables. No pude evitarlo, sin embargo, lo olvidé en cuanto sus besos bajaron lentamente desde mi vientre. El placer crecía gradualmente, por un momento me pregunté si así sería siempre estar con Alexander. Cada oportunidad había sido diferente, como una nueva primera vez que no se parecía en nada a la anterior. Siempre había algo nuevo.

Mi respiración acelerada fue la señal que estaba esperando para detenerse. Me sumergí tanto en lo que estaba pasando, que perdí el miedo de tocarlo, y me animé a hacerlo alentada por él, que sorprendentemente, me explicó con paciencia cómo hacerlo.

Pese al tormento que significaba ser consciente de la experiencia de Alexander en este ámbito, me dejé llevar por sus órdenes en susurro y las reacciones de mi cuerpo.

En medio de un beso vehemente separó mis piernas y se acomodó entre ellas para agitarse. Sus manos me sujetaron con más fuerza y como consecuencia, mi cuerpo comenzó a temblar, mi respiración alcanzó velocidades inimaginables y mi corazón pareció romper toda regla de los latidos.

Cerré los ojos permitiéndome disfrutar de un placer que comenzaba a recorrerme el cuerpo. Me encontré satisfecha al percibir las reacciones de su piel con cada nuevo toque, y nunca imaginé que me iba a encontrar que jadeara sobre mis labios sin dejar de moverse entre mis piernas.

Me sujetó de las caderas con más fuerza marcando un ritmo más demandante y profundo. En pocos segundos me hallé gimiendo por las sensaciones abrazadoras que despertaban sus movimientos. Cambiamos de posición un par de veces y ya no supe distinguir cuál era la que me gustaba más.

El cosquilleo en mi vientre debió advertirme lo que estaba por venir. Metió una mano entre los dos para rosarme con la yema de los dedos en ese punto donde el placer era arrollador. Le mordí los labios dejándome llevar por lo que estaba experimentando. La energía que brotó de mi cuerpo me proporcionó una satisfacción que se extendió por un buen tiempo, que me sirvieron para recuperar la normalidad de mis pulsaciones.

Fui yo quien se acercó a ofrecerle besos tiernos cuando ambos recuperamos el aliento. Y tan entregada estaba, que tuve la intención de enredarme contra él y abrazarlo fuerte.

–Descansa –me dijo de un momento a otro, apartándome con cuidado para ponerse de pie.

Algo se sintió pesado, como si el momento íntimo que compartimos apenas unos minutos nunca hubiese existido.

–¿No te quedas? –extendí el brazo para atrapar una de sus manos.

–No.

–Quédate esta noche, Alex –insistí ignorando la grieta del centro de mi pecho.

–Duérmete ya. Tienes que estar lista temprano para que te lleven al aeropuerto.

Continue Reading

You'll Also Like

53.3M 1.6M 63
[#1 Teen Fiction | #1 in Romance] Bad boy Luke Dawson is stuck living with clumsy nobody Millie Ripley for the summer. When she ran over his most p...
194M 4.6M 100
[COMPLETE][EDITING] Ace Hernandez, the Mafia King, known as the Devil. Sofia Diaz, known as an angel. The two are arranged to be married, forced by...
9.6M 654K 82
[ BOOK 1 OF AZITERA: YTHER'S QUEEN ] Consumed by avarice, the four human kingdoms-the Infernal Empire, the Kingdom of Caelum, the Kingdom of Treterra...
44.4M 1.3M 37
"You are mine," He murmured across my skin. He inhaled my scent deeply and kissed the mark he gave me. I shuddered as he lightly nipped it. "Danny, y...