El día opuesto L.S. (Omegaver...

By MoreBleu

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Louis y Harry no se soportan, pero en el día opuesto, lo contrario ha de ocurrir. A CONSIDERAR: - Harry alfa... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7

Capítulo 8

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De una manera inexplicable para Louis -porque realmente no lo pensó mucho-, hizo caso a las palabras de Harry. Se estaba tomando su tiempo, rebuscando en su armario un conjunto de ropa para una salida al cine.

Una salida...

Se detuvo frente al espejo para repetirlo en voz alta «¿Salir al cine?», tomó consciencia de los hechos: Harry le había invitado al cine, y lo más resonante en su cabeza, ¿Acaso se trataba de una cita?

Tenía que tratarse de una cita, o al menos eso es lo que él y su omega quisieron entender.

«No imagines cosas raras», se regañó a sí mismo mientras tomaba asiento en una esquina de su cama. «¡Oh, mierda! ¡Claro que lo malinterpretaste!», comenzó a quitarse la chaqueta de mezclilla que había elegido «Puede que lo hiciera porque... ¿sintió lástima?» especuló, tratando de encontrar un buen motivo a la propuesta de Harry «¿Tan miserable me ha visto?», bufó «¡Maldición, Charlie ni siquiera me gustaba como me gustó Har-...!»

Tropezó al quitarse los pantalones y solo entonces se detuvo un momento a reflexionar -tranquilamente- sobre sus emociones. Hacía tiempo que no hablaba consigo mismo, sea en voz alta o no, y ciertamente lo detestaba porque solo podía significar que: o le interesaba alguien o estaba confundido y posiblemente todo acabaría muy mal.

Y es que, estereotípicamente hablando, Louis estaba consciente de que cumplía con las extrañas señales que son descritas en distintas revistas y sitios web. Así que, con el tiempo y entre tantos fracasos amorosos, había elaborado una lista mental, para asegurarse de no estar interesado en nadie. Por supuesto y está más que claro que no tiene sentimientos confusos por Harry.

—Lista para no ser un insensato en el amor. Solo maldice y sal corriendo. Veamos... —dijo en voz alta y comenzó a enumerar:

1. ¿Le miras mucho? «No»

2. ¿Te distraes por pensar en él? «No, y no»

3. ¿Te sientes feliz sin un motivo aparente? «No tendría por qué»

4. ¿Te hace sonreír sin darte cuenta? «No lo creo. Me ha sacado canas verdes en realidad»

5. Cuando hablas con esa persona, ¿pierdes la noción del tiempo y el lugar? «No»

6. ¿Hablas mucho de él? «Yo no hago eso»

7. ¿Su presencia mejora tu día? «Mmm... ¿y esto qué?»

8. Cuando te pasa algo malo, ¿piensas en contarle primero a...?

—¡Eso no cuenta! —refutó elevando demasiado la voz mientras buscaba un hoodie que ponerse— Harry estaba involucrado en el tema de Charlie. Además, si hubiese tenido oportunidad de hablar con alguien, ese habría sido Niall.

El reloj marcaba la una con treinta y cinco cuando recibió un mensaje de texto: "Mi novia hizo empanadas de carne en sus clases de panadería. Llevaré unas para merendar juntos"

Louis maldijo internamente, ¿cómo se había olvidado el trabajo? Sin pensarlo por mucho más tiempo, tomó su mochila y guardó en ella su uniforme. No habría una salida al cine, ni nada parecido a una no cita.




Frente a la puerta del departamento de Harry, Louis dudó antes de tocar la madera. Calcifer estaba sentado a su costado, con una mirada decaída porque antes de salir había escuchado el soliloquio nervioso del omega.

«¿Tú crees que se enoje demasiado?»,
le había dicho al can, dando vueltas con un envase en las manos «Sabes, no es que realmente lo odiase, bueno, tal vez solo es que soy un poquito rencoroso. Pero, ¿eso fue una invitación, cierto?»

Calcifer gimió lastimero, aunque sus ojos seguían al omega indeciso que caminaba cuatro pasos entre la puerta y el sofá.

Después de muchos toques ininterrumpidos Louis jugueteó con sus dedos sobre la tapa del envase, pensando en la forma adecuada de dejar las cosas claras con su vecino. No podían considerarlo una cita, sería más bien una no cita, una anti cita o no salida...

En medio de su enredo mental, la puerta se abrió, dando paso a un Harry vistiendo una camisa negra a rayas con los dos primeros botones desabrochados, dejando ver un colgante simple y plateado. Le tomó de sorpresa, no le había visto un conjunto así antes. La camisa y los vaqueros eran la parte informal de su vestuario, pero el abrigo y las botas, y el cabello... con sus rizos perfectos enmarcando su rostro, todo en conjunto acentuaba su atractivo.

Siempre había sido así de guapo, al menos para Louis, no había forma en la que Harry fuera lo contrario a: alfa atractivo, caliente y suave a la vez.

—Estaba a punto de ir a buscarte.

Si no fuese porque Louis se regañó internamente una vez más, habría quedado perdido en sus pensamientos, muchos de ellos recuerdos. Se propuso buscar en su memoria un único día en el que no hubiese considerado a Harry como el alfa más atractivo del mundo. Antes de considerarle un patán, claro está.

—Lo lamento. —Se recompuso el omega. El rostro de Harry se tornó serio—. Olvidé que tengo que ir a trabajar, no podemos ir al cine. No hay cita.

Si hubiese tenido una maceta vacía justo a su lado, Louis habría enterrado la cabeza, sin dudarlo. «Torpe, ¿cuál cita?», pensó para sí mismo mientras esperaba la reacción del otro.

Con un gesto pensativo, Harry, en lugar de verse afectado negativamente, solo replanteó la invitación.

—¿A qué hora sales del trabajo?

—Ocho y veinte.

—Entonces pasaré por ti e iremos al cine por la noche.

—No vas a aceptar un "No" por respuesta.

—No este día, omega. —Sonrió.

Porque estás triste y quieres minimizarlo.

Porque necesitas compañía, aunque asegures lo contrario.

—Sigues trabajando es ese centro comercial, ¿cierto? —continuó Harry— ¿La heladería de siempre?

—En el centro comercial sí, pero dejé la heladería hace mucho.

Para ese momento Harry salió completamente de casa, le arrebató con delicadeza el envase que traía en manos diciendo: "Mis favoritas" Lo dijo y abrió el envase de tal forma que, fácilmente podría interpretarse que Harry estuviese comiendo un platillo gourmet y no solo unas galletas con mermelada. Sonreía y parecía disfrutar cada vez que masticaba.

—Entonces, ¿llevarás a Calcifer a casa? —preguntó, sacándolo de su ensimismamiento.

—Sí.

—Bien, te acompaño.

—¿No tienes nada que hacer?

—De hecho —Puso un gesto pensativo—, tengo que pasar a ver a mi jefe. Por eso del finiquito.

—¿Renunciaste? —Se oyó a sí mismo muy alarmado, por lo que carraspeó para recomponerse. Harry asintió como respuesta— ¿Puedo saber el motivo?

—Me siento agotado —confesó Harry—. Te lo explico en el camino.





Con un "está bien" por parte del omega, retomaron el objetivo de la tarde: dejar a Calcifer en la casa de la señora Davies.

Mientras avanzaban Harry fue contándole a Louis el motivo de su decisión. Y no, dejar el trabajo no fue algo precipitado de su parte. Fueron distintos motivos en sí.

Es sabido que el trabajo nocturno en bares llega a ser peligroso, en cuanto a: la hora de salida, los comensales que pueden venir predispuestos a crear altercados, el acoso hacia el personal, el cansancio físico e incluso mental si se llega a adoptar un estilo de vida perjudicial.

Louis acotó con disgusto lo molesto que se ponía frente a la actitud de algunos comensales, puesto que en su trabajo también había uno que otro atrevido que intentaba algún contacto físico sin consentimiento, o aquellos que eran grotescos en sus gestos y palabras.

La forma tan sincera y natural de la plática se sintió demasiado íntima, como si ellos fuesen grandes amigos quejándose de la vida de adultos. O eso llegó a pensar momentáneamente Louis. Escuchar de la boca de Harry que no estaba orgulloso de su estilo de vida, fue algo sorprendente.

Harry lo había razonado con anterioridad, sobre el pago mensual, era bueno realmente, y tampoco tenía porqué quejarse del jefe o de sus compañeros. El problema radicaba en que llegaba a casa hasta la mañana siguiente, agotado, con dolores musculares y un sueño tan pesado que lo dejaban tendido sobre la cama por horas -en las cuales no comía adecuadamente-. Y, como había dicho con anterioridad, adquirió malos hábitos, como el tomar alcohol siempre que quisiera, o el asistir a fiestas posponiendo un descanso reparador. Todo eso en conjunto no le habían dejado ver con claridad lo que ocurría en su vida.

El día que Liam propuso esta especie de tregua con Louis -justo en el regreso a casa- Harry no sabía qué decir exactamente para que todo el gentío en su casa se fuera. Y, haciendo la anécdota más corta, quien pensaba que era su amigo, tampoco ayudó en la situación. Erick solo se había comportado como lo que era en ese momento, un borracho, perdido entre en humo de cigarrillo y cargando con un carácter de mil demonios.

«Amargado» le había dicho a Harry «fui yo quien te recomendó para ese trabajo y ahora me quieres botar de tu casa como si fuera basura. Tú, idiota» Erick no solo reclamó cosas sin sentido, también le echó en cara lo que había hecho por él. En cierto punto, Harry se sintió mal porque su amigo se encontraba perdido en el alcohol, pero era su maldito departamento, le dolía la cabeza, y quería -necesitaba- dormir y Erick solo iba aumentando el tono de su voz.

—No puede ser... —dijo Louis asombrado al escuchar que Erick intentó golpear a Harry. Agradeció saber que el mismo terminó cayendo de bruces sin lograr su cometido.

—Mi abuela suele decir: tus amigos han de respetar tu hogar como te respeten a ti —dijo Harry—. Erick estaba totalmente fuera de sus cabales.

—¿Eso significa que ya no son amigos?

—Le tengo cariño y estoy agradecido por ayudarme a encontrar trabajo, pero después de ese día, aun cuando él me busco para arreglar las cosas... Me di cuenta que tiene un serio problema con el alcohol, y bueno, le dije que puede buscar ayuda. No es que pretenda abandonarle, pero ya veremos.

Harry soltó un suspiro y continuó—: Viéndole me di cuenta que yo podría ir por el mismo camino. Así que debo detenerme, y lo que necesito es poner en orden mi vida y dormir... Tal como duerme el pulgoso de Calcifer.

El perro ladró y apegó la cabeza al costado de la pierna de Louis, quien sostenía la correa.

—Ambos coincidimos en que hiciste lo correcto —dijo Louis acariciando la cabeza de Calcifer—. Y estamos seguros de que todo irá para mejor de ahora en adelante.

Harry asintió con una sonrisa en sus labios.






—Margo, ¿qué cosas dice? —le susurró Louis a la señora.

—Es un jovencito guapo y ambos se ven muy bien juntos —contestó ella soltando una risita en complicidad.

Louis volteó en dirección de la vista de la señora. Harry se encontraba agachado a la altura de Calcifer, pidiéndole que le diera la pata para hacer las paces. El perro parecía guardar su orgullo ya que no le prestaba atención.

—Si él es quien creo que es, todo está más que escrito. —Margo sonrió mientras se acercaba a Calcifer para pedirle que obedeciera a Harry.

El can, obediente, subió una de sus enormes patas y la puso encima de la palma extendida de Harry, quien le hizo caricias en la cabeza y parte del cuello.

Ver tan animoso a Harry hizo que Louis sonriese sin darse cuenta.




Al despedirse de la señora Davies, Louis, en su persistente intento de no crear malos entendidos dijo—: Margo, lamento la confusión, pero Harry no es mi novio.

No era necesario recalcarlo, realmente no lo era, y aun así lo hiciste.

La expresión de la señora fue de sorpresa. Abría la boca para preguntar de qué estaba hablando, pero Harry la interrumpió, se apegó al costado de Louis y pasó un brazo sobre sus hombros.

—Disculpe, madame —Con tono galante—. Debemos despedirnos ahora, puesto que debo llevar a mi novio a su trabajo.

A Louis se le erizó la espalda, tuvo que agachar el rostro para ocultar sus mejillas sonrojadas. En ningún momento vio el guiño cómplice de Harry, y tampoco la respuesta de Margo, otro guiño de entendimiento.

—Cuidado en el camino, y gracias. —Se despidió la señora Davies al entrar a casa.

—Auch. —Se quejó Harry al sentir un leve codazo en las costillas.

—Mmm. —Louis pasó de largo, cubriendo sus mejillas con ambas manos.





Tal como lo había dicho Harry, acompañó a Louis hasta el centro comercial. Y no hubo forma, y no podría haberse negado. El alfa fue ingenioso al empezar otra charla, para su "desgracia" grata y hasta un poco nostálgica.

Le había preguntado sobre cómo es que conoció a la señora Davies. Y solo recordar aquello le traía a la mente la imagen del esposo de Margo, quien realmente fue su primer amigo antes de conocer a la señora.

Louis era un adolescente, en ese entonces hostigado por sus compañeras omegas. En clase de educación sexual había dicho que a futuro le gustaría formar una familia y tener dos o tres cachorros. La respuesta por parte de sus compañeras omegas fue burlas y muecas de asco. Ser el único varón omega de la clase lo hizo el centro de este acoso.

Para no preocupar a su familia decidió callar y aguantar, hasta el primer día que decidió no ir a clases. Fue esa mañana, en la que no tenía ni idea de a dónde ir que, caminando llegó hasta esa plaza que para la temporada los árboles iban perdiendo el follaje y el viento de otoño soplaba sin clemencia, Louis se arrepentía por no haber aceptado el abrigo que su madre le extendió en el portón de la casa.

Sentado sobre una banca, abrazando su cuerpo y mirando alrededores para esconderse en caso de encontrar a alguien que pudiese delatarlo; en ese momento vio como un señor se acercaba lentamente, tenía el cabello canoso y cojeaba de la pierna derecha. Inicialmente pensó que le diría algo por verle con el uniforme, también sintió desconfianza, pero el hombre solo paró a su costado y comenzó a regar un pequeño tallo que apenas y tenía unas hojas en un verde apagado en la punta.

El hombre permaneció en silencio todo el tiempo que se tomó en regar aquella planta hasta que se irguió con un gemido de molestia «la edad está destruyendo mi espalda», dijo. Louis no contestó, se puso de pie y se fue.

En la segunda ocasión que encontró a ese mismo señor, no dudó en ayudarle a ponerse de pie. Le había visto tener dificultad al pararse, tal vez y las rodillas se le entumieron por estar agachado removiendo la tierra, asumió.

Las próximas visitas a ese parque, Louis fue tomando cercanía con el viejecito, que entre pláticas le dijo que se llamaba Robert. El señor le había explicado que aquel pino que hacía poco más de cinco meses atrás plantó con sus propias manos, era un regalo para su amada esposa.

A la señora Davies la conoció dos semanas antes de su trigésimo aniversario de bodas. El tiempo, en su forma más indolente, obligó a Robert a adelantar la sorpresa.

Meses después de conocer y hacerse amigo de Robert. En la segunda semana de primavera, con una lluvia menuda cayendo sobre el campo santo, Louis, frente al ataúd de su querido amigo, entendió dos cosas:

Lo primero, que Robert tenía toda la razón al decir que el amor es más libre que la palabra misma, por ejemplo, su esposa. Su amada esposa que fue su amigo de infancia, y que con el tiempo sería su compañera de vida, porque ella así lo había decidido y él, así la había amado hasta sus últimos días en la tierra.

Louis nunca quiso indagar en la privacidad de Margo, pero con los años, la señora Davies terminó confiándole su historia. «No tengas miedo de quien quieras ser», fue una de las líneas en el discurso fúnebre de su esposo. Louis había escuchado esas mismas palabras en boca de Robert cuando le confió que estaba siendo acosado. «Eres bueno. Estoy seguro de que encontrarás a tu compañero y tendrás todos los cachorros que quieras, ya lo verás», le recordó Robert al despedirse.

Lo segundo, el porqué Robert cuidaba de ese árbol. Había previsto que, cuando él faltase en vida y su Margo lo extrañase, podría buscarle en ese parque. Ese pino que huele a limón era su esencia misma, o lo más parecido que pudo encontrar, antes de que el cáncer que lo aquejaba se le diagnosticara como terminal. Lo sembró ahí, junto a la banca donde la pareja se dio el primer beso.

Louis soltó un suspiro largo. Harry hizo lo mismo.




Después de que ambos se sumieran en un silencio reflexivo sobre la historia del matrimonio Davies que había relatado Louis, se detuvieron frente a una señal de tránsito que parpadeaba una luz roja.

—Encontré a Calcifer perdido... o más bien, alguien lo habría abandonado. Estoy seguro de ello, y sigo muy molesto todavía —dijo Louis apretando los dientes—Después que la nieta de Margo se fue a la universidad, quedó sola —continuó el omega—. Pensé en cuidarlo, pero en ese momento, Calcifer sería una mejor compañía para la señora, así que se quedó bajo su cuidado. Y yo puedo verlo cada vez que quiera. —Sonrió. Harry hizo el mismo gesto al asentir.

En ese punto Harry pensaba en lo hermoso que puede ser el amor, una prueba de ello era el matrimonio Davies, y claro está que, la jugarreta del gran danés quedó totalmente perdonada.

Cada paso y cada palabra que acompañaron su camino, se sintió de lo más normal. Incluso habían reído cuando descubrieron con sorpresa que ambos tuvieron el mismo problema con el señor Park que vivía en el apartamento doce. El coreano de ochenta y dos años que alegaba con ímpetu haber participado en ambas guerras mundiales. A Louis le había gritado nazi en más de una ocasión y a Harry le había dicho que era el hijo que procreó con una enfermera británica.
Demencia le fue diagnosticado, y dos semanas después fue llevado a una casa de cuidados especiales.
Louis y Harry quedaron en silencio unos segundos. Ambos percatándose que el edificio donde vivían iba quedando vacío con el tiempo.

Harry por su parte sintió nostalgia porque a pesar de no llevar una relación estrecha hacia sus vecinos, si resintió la ausencia del señor Park que en sus momentos de lucidez y cuando le había ayudado (en un par de ocasiones) a sacar la basura, le regalaba un dólar.

Harry miró a Louis mientras lo escuchaba hablar sobre los otros viejecitos. Que, si alguno tenía afición con las plantas, los libros o las estampillas. O si tenían algún familiar lejano o no.

Había una sonrisa boba en su rostro. No sabía que Louis visitaba a sus vecinos y que practicaba muchas de sus antiguas aficiones para hacerles compañía.

¿Bordado? Louis se había picado los dedos en más de una ocasión.

¿Ajedrez? Louis tenía la costumbre de ser humillado continuamente.

¿Mecanografía? Pfff, Louis ni siquiera sabía el significado de esa palabra hasta que vio la espantosa máquina que hasta el momento no tenía idea de cómo usar.

También estaba la actividad favorita de Louis y Margo, escuchar música juntos en el estudio de Robert, reproduciendo algunos vinilos de su antigua conexión.

—Robert y Margo bailaron "Close to you" el día de su boda —le escuchó decir—. Él dijo que elegir una canción hace la relación inolvidable, por eso suelen usarlo en las películas.

—¿Aunque la relación termine mal?

—Así es. Podrías elegir una canción preciosa y luego ese desgraciado llega a tu vida, le dedicas dicha canción, terminan y pum, surge la playlist de Canciones que tontamente dediqué y ahora promueven la violencia en mí. Algo injusto, ¿no lo crees?

Harry arqueó una ceja, ¿una playlist?, ¿Louis, tenía una así?

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