Aunque te vayas, aunque estes lejos, aunque le beses la piel, aunque tiembles a su contacto y el aroma de su cuerpo te impregne de deseo, seré como hasta ahora la mujer más feliz del mundo, al menos por un segundo.
Sólo necesitaré como hoy unos minutos de vez en cuando, ese intercambio de palabras, ese placer violento, delicioso, esas miradas breves, esos silencios llenos, minutos que son horas y relojes que caminan lento cuando estamos juntos.
Mis manos locas quieren sentir el calor de de ese pecho que venero, de esa silueta sudorosa y ansiosa, del deleite de tu boca con la mía que ya estan a la espera de la caricia más divina y que parecen golondrinas enjauladas queriendo escapar de la prisión que las atrapa.
Aunque vayas a compartir los días y las sábanas siempre habrá momentos en que pueda devorar tu voz, sentir tu mente ágil y tan viva encerradas en el brillo de los ojos castaños y a la vez aguamarinas.
Y es que tu cuerpo es el deseo viviente, el motivo de cada sueño enloquecido, sintiendonos libres del mundo enredadas las pieles, las sorpresas, las dudas, los pensamientos, el amor y el sexo en cada caricia prohibida que busca insinuar que te necesito en mi cama y en mi vida.
Aunque ahora ni los besos de amigos sean fáciles o las manos duden en gozar de una breve unión con las miles de palabras llenas de ternezas como yo querría, no dudes que lo que por ti experimento es amarte imposible y a vez tan real.
Maldigo la distancia que nos separa y la indiferencia que debemos aparentar, ansío tanto que se acaben los encuentros escondidos de miradas indiscretas porque tu eres mi delirio aunque sigas con ella, tu eres mis insomnios aunque ella te tenga, tu eres mi propósito y mi meta en la existencia y tu eres mi pecado y mi condena.