π—§π—›π—˜ π—•π—˜π—”π—–π—› ━━━ Felipe...

By waxrojm

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π—§π—›π—˜ π—•π—˜π—”π—–π—› | Like the waves passionately embraci... More

...THE BEACH
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AVISO Β‘!
IMPORTANTE

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By waxrojm

Las risas resonaban en el salón, incluida la de ella que reía por ver la partida de pin pong que estaban teniendo los chicos. No tenía intenciones de entrometerse en ese ambiente el cual la estaban pasando bien, además de que era pésima en el pin pong, es por eso que prefirió quedarse acostada en ese pequeño sillón que le resultaba algo incómodo, pero consiguió una posición cómoda al apoyar sus piernas en el apoyabrazos de ese.

Habían pasado exactamente dos días desde que Felipe y Marina habían aclarado en quedar como amigos, claro está que mantienen cierta distancia, pero está esa vibra como en el primer momento que de alguna manera los unía sin que se dieran cuenta; como ahora con sonrisas y miradas que expresaban lo que no podían decir con palabras.

En ese rincón de complicidad, las miradas se entrelazaban como hilos de un destino que, a pesar de las turbulencias recientes, aún se tejía con esperanza. En el salón iluminado por la suave luz de las lámparas, la partida de pin pong se convertía en danza, movimientos ágiles que dibujaban una coreografía de risas y complicidad.

El sonido de las paletas chocando con la pequeña pelota resonaba como un eco de risueñas melodías. Simón se sumaba al juego, trayendo consigo una energía contagiosa que se fundía con la atmósfera relajada del grupo. Y allí, en el espacio donde las sonrisas hablaban más que las palabras, Mar y Feli compartían un silencio cargado de historias no dichas, de promesas aún sin formular.

Las risas se convertían en susurros de un presente que, a pesar de las sombras del pasado, traía consigo la posibilidad de reconstrucción. La amistad, como un delicado tejido, mostraba sus primeros signos de restauración. Cada risa, cada mirada, era un hilo en el tapiz de relaciones entrelazadas, tejido por el tiempo y la complicidad compartida.

En esa noche de juegos y complicidades, la esperanza se filtraba como la luz de la luna que acariciaba la escena. Y mientras el pin pong continuaba su danza, el destino de los amigos se desplegaba como las páginas de un libro que, lejos de cerrarse, se abría a nuevos capítulos llenos de posibilidades con sonrisas y miradas que expresaban demasiado.

Ella, recostada en el sillón, observaba la escena con ojos que reflejaban la calma tras la tormenta. A lo lejos, él se sumía en el juego, pero de vez en cuando desviaba su mirada hacia la chica, como si intentara descifrar los matices de sus pensamientos a través de aquellos ojos que guardaban secretos compartidos.

Cada sonrisa de la rubia resonaba como un verso silencioso, y cada mirada del castaño era una estrofa que intentaba descifrar los secretos de su alma. El juego de pin pong se volvía un pretexto para la conexión sutil entre dos almas que, por más que hubieran turbulencias, buscaban reconstruir puentes de complicidad.

Los destellos de las lámparas sobre sus rostros creaban un juego de luces y sombras, resaltando la belleza de aquel instante compartido. En cada sonrisa, en cada mirada, se inscribía una línea poética que contaba la historia de una amistad resiliente, dispuesta a florecer de nuevo tras las tormentas del pasado.

Y así, en la penumbra iluminada por la complicidad, Marina y Felipe compartían este capítulo de sus vidas, donde las palabras podían esperar, y los sentimientos se expresaban con la delicadeza de un poema en el aire.

— Háblale. —Juani le tiró la pequeña pelota en la cabeza a su amigo, así provocando que él lo mire—. Con los chicos no ideamos un plan para que te quedes acá parado viéndola.

Feli se llevó la mano a la cabeza, haciendo una mueca falsa de dolor. — No sé que decirle.

Fran agarró la pelotita y se la volvió a tirar. — Media pila, dale.

— Si, yo no quiero ser hijo de papis que todavía no se dieron ni un beso. —acotó el de rulos, recibiendo un zape en la cabeza por parte de Felipe.

— Anda a hablarle. —Francisco lo señaló con el dedo—. Sino después tengo que escuchar canciones de Floricienta con ella y sinceramente ya quiero que le des un beso al menos, así ya deja de estar dolida.

— ¿Escuchan Floricienta?

— Y Karina también. —el chico bufó—. Bueno dale, anda y decile algo.

Bajo la tenue luz que acariciaba el salón, Felipe se encontraba en un cruce de caminos, entre las risas compartidas y las miradas cómplices que tejían un manto de complicidad.

El eco de las palabras de sus amigos resonaba en su mente, recordándole que había un poema esperando a ser escrito en el suave vaivén de la conversación. Enfrentar a Mar, abrir su corazón como un libro cuyas páginas anhelaban ser leídas, se volvía una epopeya íntima que debía emprender.

Entre susurros de la partida de pin pong y la risueña complicidad de sus amigos, Feli se armó de coraje. Cada paso hacia ella era como una estrofa que se componía en la partitura de la noche, y sus palabras, aún no pronunciadas, vibraban en el aire, listas para danzar en la conversación que se avecinaba.

— Hola Mar... —susurró, como un delicado arrullo que rompía el silencio de su encuentro.

Las estrellas de la confianza empezaban a titilar en el cielo de su conexión, y él, valiente poeta de sus propios sentimientos, se sumergió en la conversación como un navegante en aguas desconocidas. Cada palabra, cada pausa, era un verso que componía la sinfonía de su sinceridad.

El universo, testigo silencioso de este capítulo, observaba cómo ambos escribían las líneas de un poema que, aunque incierto, prometía resonar en el corazón de ambos.

— ¿Por qué no jugas una partida?  —preguntó para romper el silencio que los rodeaba por un breve momento.

— Soy malísima en el pin pong, aparte el cansancio me gana. —soltó una risita nerviosa.

La chica, con un gesto sutil, bajó las piernas del apoyabrazos del sillón individual, invitando a Felipe a compartir ese pequeño rincón de la noche. El silencio entre ellos, aunque cargado de significado, se desplegaba como un lienzo en blanco, esperando ser adornado por las palabras que tejían un puente entre dos corazones.

Él, con la gracia de un poeta que siente la pluma deslizarse sobre el papel, aceptó la invitación silenciosa. Cautivado por la luz tenue que iluminaba sus miradas, se acomodó a su lado, como un versículo que encuentra su lugar en una poesía aún por escribir.

En ese instante, el sillón se convirtió en el epicentro de una danza cósmica, donde las palabras eran los pasos que llevaban a dos almas a explorar el misterioso territorio de lo compartido. Con cada respiración, el aire se llenaba de la magia de lo posible, y las estrellas, testigos silenciosos, guardaban en sus destellos la historia que se desplegaba entre ellos.

Decidido a mantener la armonía, aceptó la respuesta con una sonrisa comprensiva. — Entonces podemos hacer otra cosa, así no te aburrís. —propuso, como quien sugiere un paseo tranquilo por un jardín de momentos compartidos.

Así, el silencio cómplice se extendió como un manto suave, envolviendo el pequeño rincón donde dos corazones, aún cautelosos, comenzaban a explorar el delicado arte de entenderse sin palabras. La partida de pin pong continuó como una danza ligera, mientras ellos compartían el espacio y el tiempo con la promesa implícita de que, aunque las palabras fueran escasas, los sentimientos florecerían en el silencio compartido.

Marina se sumergía en sus propios pensamientos. La propuesta de Felipe flotaba en el aire, y su mente se debatía entre la incertidumbre y la necesidad de entender lo que estaba sucediendo en su interior.

Sus emociones, como hojas en el viento, se deslizaban entre las dudas y los anhelos. El corazón, ese eterno poeta, le susurraba melodías que la confundían, mientras la mente trataba de organizar un discurso coherente. ¿Qué era lo que realmente quería? La respuesta parecía esquiva, atrapada entre sus propios miedos y las promesas de un mañana incierto.

En ese delicado momento de reflexión, Feli se esforzaba por construir puentes de entendimiento, proponiendo maneras de compartir el tiempo y el espacio. Cada sugerencia era como una nota musical en esta partitura de sentimientos en desarrollo. Y aunque el camino hacia la confianza total se mostraba lleno de obstáculos, él persistía con una paciencia que se convertía en el canto suave de una melodía esperanzadora.

Finalmente, en medio de la danza de luces y sombras, Mar decidió abrir su corazón a la posibilidad. Aceptó la propuesta, permitiendo que las notas de la conexión entre ambos resonaran en el silencio compartido. En este poético instante, sus almas se entrelazaron con la esperanza de que, a medida que avanzaran en este peculiar baile de emociones, encontrarían el ritmo perfecto para sus corazones.

— ¿Qué querés hacer?

La chica negó rápidamente, acomodando su postura en el sillón. — No me des a elegir, odio eso.

Él pensó unos segundos antes de hablar, estaba indeciso de si decirlo o no. — ¿Vemos una película? De esas que te gustan a vos.

Los ojos de ella tomaron un brillo inexplicable, pero desvió su mirada rápidamente para que el chico no se diera cuenta de eso. Sin embargo lo notó, provocando que Mar se levantara del sillón, siendo seguida por Feli que iba con una sonrisa brillante.

Mientras ascendían en el ascensor, las emociones flotaban en el aire, como notas de una melodía aún por componer. Ambos compartían el mismo espacio, pero sus pensamientos eran como estrellas fugaces que se cruzaban en el cielo de sus mentes.

Ella se sentía atrapada entre la incertidumbre y la esperanza, como una mariposa que buscaba la luz en la penumbra de la confusión. Cada paso que daba en este camino desconocido resonaba en su interior, creando una sinfonía de dudas y anhelos.

Por otro lado, Felipe navegaba entre la determinación y la precaución. Su corazón latía al compás de la oportunidad, pero su mente recordaba las sombras del pasado, haciendo que cada paso fuese un delicado equilibrio entre el deseo y la prudencia.

El ascensor, como un cómplice silencioso, los elevaba hacia ese rincón íntimo donde las palabras se volvían superfluas y los gestos hablaban con más profundidad. En ese pequeño espacio compartido, las miradas se entrelazaban como hilos invisibles, tejiendo la trama de una conexión que desafiaba el silencio.

Y así, entre suspiros apenas audibles y el suave zumbido del ascensor, ellos se encontraban en el umbral de un nuevo capítulo de su historia, donde las estrellas de la incertidumbre iluminaban un camino que solo el tiempo revelaría.

Al llegar a la habitación, el aire se impregnó de una atmósfera única, como si el destino mismo hubiera tejido susurros en el viento. Marina y Felipe compartían un espacio que resonaba con la energía de decisiones que quedaban suspendidas en el aire, como luciérnagas a la espera de la noche.

La chica se movía con una gracia indecisa, como danzando entre la necesidad de abrir su corazón y el temor de exponerse demasiado. El chico, por su parte, sentía la responsabilidad de navegar con cuidado en las aguas de la reconstrucción, como un marinero que traza su ruta en un mar desconocido.

Entre susurros sutiles y risas tímidas, compartieron el tiempo como cómplices de un guión que se escribía con cada mirada y gesto. La pantalla mostraba las imágenes de una película, pero sus pensamientos estaban en una trama más compleja y emocionante: la historia de dos almas buscando reencontrarse.

El silencio entre ellos era como una partitura en blanco, esperando las notas que darían vida a una melodía compartida. Y así, en la penumbra de la habitación, comenzaron a explorar ese universo íntimo, donde las palabras se volvían menos necesarias y las emociones hablaban con el lenguaje universal del corazón.

— ¿Cómo me dijiste que se llama la película? —inquirió él tratando de sacarle conversación a la chica que tenía a su lado.

— Cloud 9.

— ¿Cloud 9? ¿Tu película favorita?

La rubia frunció el ceño. — ¿Vos cómo sabes?

Feli apretó los labios en una línea recta. — Juani. —balbuceó un poco al estar nervioso.

Él se encontraba sentado en la cama, observando con admiración las facciones relajadas de Mar mientras disfrutaban de la película. El brillo de la pantalla iluminaba ligeramente sus rostros, creando un ambiente íntimo y acogedor.

Con el paso del tiempo, la tranquilidad de la situación envolvió a ambos, y Felipe notó cómo el cansancio se apoderaba suavemente de la chica. Marina, con la cabeza apoyada en una almohada, se sumergió en un sueño reparador a su lado.

El silencio reinaba en la habitación, roto solo por el susurro de la película que continuaba reproduciéndose. El chico, con una mezcla de gratitud y ternura, contemplaba la serenidad de la rubia mientras dormía a su lado, reconociendo que, en ese momento, compartían más que el espacio físico: compartían el inicio de un nuevo capítulo en su conexión especial.

Cuando pensaba en retirarse con sigilo para no perturbar el sueño de ella, algo mágico sucedió. Un suspiro suave escapó de los labios de Mar, y en ese instante, el universo conspiró para mantenerlos juntos un poco más.

De repente, como si el tiempo se hubiera detenido, un rayo de luna se filtró por la ventana, iluminando delicadamente la habitación. La tenue luz reveló una expresión apacible en el rostro de la jóven, como si sus sueños estuvieran tejidos con hilos de paz y tranquilidad.

Feli, sintiéndose cautivado por la escena, decidió quedarse un rato más. La magia de ese momento lo envolvía, y la certeza de que, de alguna manera, sus destinos estaban entrelazados se hizo más evidente. Así, en la quietud de la noche, ambos se sumieron en la magia de un sueño compartido y en la promesa de un nuevo amanecer que les deparaba el futuro.

Y la verdad era que ambos corazones se negaban a estar lejos, y por más que estuvieran distanciados no podían separarse, amaban estar juntos, eso no podían negarlo, pero se encontraban en un cruce de caminos incierto. El deseo de estar cerca se enfrentaba a las sombras de la duda y la confusión. Sin embargo, en cada mirada compartida, en cada sonrisa intercambiada, se vislumbraba la fuerza de una conexión que trascendía las palabras.

Las estrellas en el cielo, testigos silenciosos de sus pensamientos entrelazados, parecían conspirar para guiar sus corazones en la dirección correcta. Pero, como en todo relato, el destino aguardaba su propio despliegue, y los protagonistas, entre susurros de incertidumbre, se preparaban para explorar los senderos que se extendían ante ellos.

Así, en la encrucijada de sus emociones, ambos anhelaban descubrir la verdad que se escondía detrás de las miradas compartidas y los momentos silenciosos. En ese cruce de caminos, el futuro se dibujaba con trazos de misterio y esperanza, desafiándolos a abrazar lo desconocido con valentía y determinación.

(•••)

Con la luz filtrándose por su ventana, Mar abrió los ojos al amanecer, acunada por la suave brisa de la mañana. La calma reinaba en la habitación, pero su corazón latía con la inquietud de lo que podía descubrir al despertar.

Al girar su mirada hacia él, que aún dormía a su lado, la sorpresa se apoderó de sus sentidos. Como un susurro en la penumbra, la realidad se desplegó ante sus ojos, y la silueta tranquila de Felipe dormido generó un escalofrío que la hizo perder el equilibrio.

Cayó al suelo en un suspiro de asombro, como si las estrellas hubieran conspirado para tejer un sueño que se materializaba en el inesperado despertar junto a él. El misterio de la noche se desvelaba en ese instante, y Marina se encontraba ante una encrucijada de emociones, entre la sorpresa y la dulzura de lo inesperado.

Los minutos transcurrían como suspiros en la quietud de la habitación, y mientras ella absorbía la magia de ese encuentro matutino, se preguntaba qué significaba este nuevo giro en el capítulo de sus vidas entrelazadas.

Desesperada buscó su teléfono, pero tres golpes en la puerta se lo impidieron. Caminó con rapidez a la entrada, girando del picaporte para encontrarse con un Juani que traía una sonrisa de oreja a oreja.

— Buenos días. —dijo él—. Tenés más cara de loca de lo normal. ¿Pasó algo?

Ella se hizo a un lado, dejando a la vista como el amigo del chico dormía plácidamente en la cama.

— ¿Qué hicieron? ¿Por qué está durmiendo acá?

— Que sé yo boludo. —pasó una mano por su melena rubia—. Pensé que se había ido a su pieza a dormir.

El de rulos negó con la cabeza. — ¿Cómo no te diste cuenta que se quedó a dormir?

— ¡Ya estaba dormida! —atacó ella.

— ¡No me grites! —se quejó mientras se cruzaba de brazos.

— Juan Ignacio. —lo señaló con el dedo, pero en cuanto iba a decir algo, salió corriendo al baño.

El portazo resonó en la habitación, despertando a Felipe, quien parpadeó confundido. Al ver a su amigo parado en la puerta, decidió preguntar.

— ¿Qué pasa?

Ella bufó. — Juani, agarrá mi teléfono y llámala a Sofía, por favor. —pidió desde el baño.

Juani, que aún estaba en la entrada, asintió buscando el celular de la chica. — Dónde dejó el teléfono esta piba.

Mientras el amigo de Feli se dirigía a cumplir la solicitud, Marina salió del baño y se acomodó en la cama, sintiendo la necesidad de descansar después de la sorpresa matutina. El castaño, con una mezcla de curiosidad y preocupación, se sentó a su lado

— ¿Estás bien? —preguntó él, mostrando una expresión entre divertida y preocupada.

— Si, solo.....dolores. —Mar le dedicó una sonrisa, sintiéndose agradecida por la comprensión y la conexión que compartían.

La llamada de Juani resonó en la habitación, y al otro lado, Sofía intentaba entender lo que le explicaban. La situación, aunque extraña, terminó provocando risas en ambos extremos de la línea, sellando el inicio de un día lleno de anécdotas inolvidables para este peculiar grupo de amigos

Minutos después, la chica llegó a la habitación, con una expresión de sorpresa al ver cómo se encontraban Felipe y Marina.

— ¿De qué me perdí? —exclamó Sofía, riendo ante la escena inesperada.

Mar, desde la cama, intentó explicar entre risas y molestias. — Sorpresa matutina.

Sofi se arrodilló en el piso mirando a su ahora nueva mejor amiga.

La miró con curiosidad. — ¿Qué pasó?

La chica Pardella, con una sonrisa algo nerviosa, explicó: — Estoy en fecha.

Ambos chicos se miraron entre sí, confundidos. Sofía, al notar la expresión de desconcierto, soltó de la nada. — Está indispuesta, tarados.

Los dos amigos asintieron con complicidad, comprendiendo finalmente la situación. Rieron juntos por la confusión momentánea, dejando que el humor aligerara el ambiente inesperado de la mañana.

Mar le hizo una mueca a su amiga que rápidamente ella entendió y se levantó del suelo

— Voy a comprar, ustedes quédense con ella.

La contraria abrió los ojos con sorpresa. — Ah no, yo con estos dos no me quedo.

— ¿Por qué?

— No los aguanto a los dos juntos.

— Eso me ofende. —fingió indignación el de rulos—. Bueno, entonces yo voy con Sofi y vos te quedas con Pipe.

Sofía sonrió ante la situación. — Perfecto, así hacemos equipo.

Marina hizo una mueca divertida. — Pero que sea rápido

Los roles quedaron establecidos, y mientras Juani y Sofia se dirigían a comprar, Marina y Felipe compartieron una mirada cómplice. El día, que comenzó con sorpresas, prometía continuar con momentos llenos de risas y complicidad entre amigos.

Ambos se quedaron en la habitación, envueltos en una atmósfera de complicidad y silencio. Aunque la sorpresa inicial había pasado, quedaba una sensación especial en el aire, como si cada uno estuviera descubriendo nuevos matice en la conexión que compartían.

— No pensé que hoy empezaría de esta manera. —comentó él, rompiendo la quietud con una sonrisa ligera.

Ella asintió. — Ni yo.

Los dos se sumergieron en una charla relajada, explorando temas livianos que les permitieran disfrutar del presente sin tensiones. Mientras tanto, en la habitación resonaban risas de los supuestos rumores que tenían sobre sus amigos, Juani y Sofia.

A medida que el tiempo avanzaba, la confianza entre Feli y Mar parecía renacer lentamente, como una flor ue se abre paso tras una lluvia inesperada.
Sus risas y confesiones formaban melodías suaves, tejiendo un tapiz de momentos compartidos en el rincón tranquilo de la habitación.

Cada palabra resonaba con la magia de lo inesperado, como notas suaves en una sinfonía que solo ellos podían entender. Los silencios hablaban más que las palabras, creando puentes invisibles entre sus almas que se acercaban con la delicadeza de una pluma danzando en el aire

Y así, en la calidez de ese instante, descubrían que las sorpresas de la vida a veces se revelan en pequeños detalles, en risas compartidas y en la belleza efímera de un encuentro inesperado en la penumbra de una habitación que guardaba secretos y promesas.

— ¿No te molestó que me quedara?

— No, parece haber funcionado para tener confianza otra vez.

Él la miró tratando de reprimir una sonrisa. — Entonces hay que repetir. —la rubia lo miró con el ceño fruncido—. Ver la película, eso digo yo

— Ah, si, eso.

El silencio se apoderó de la habitación, una paleta de emociones se dibujaba en las miradas de ambos mientras aguardaban la vuelta de Juani y Sofía. En ese instante suspendido en el tiempo, las palabras quedaron en pausa, permitiendo que el hilo de complicidad tejiera un tapiz de entendimiento entre ellos.

El juego de luces y sombras continuaba su danza en la habitación, revelando la promesa de un nuevo comienzo. En la penumbra, la conexión se fortalecía, nutrida por la confianza que renacía entre risas compartidas y miradas que narraban historias sin necesidad de palabras. La película en pantalla era solo un telón de fondo para el renacer de dos corazones que, poco a poco, se aventuraban a escribir nuevos capítulos en su historia ompartida.

Los minutos se extendieron como suspiros, y fue en el regreso de Juani y Sofi que la armonía se rompió y las risas volvieron a llenar la habitación. Las bolsas con provisiones eran un recordatorio de que la realidad aguardaba afuera, pero por ahora, en ese rincón de complicidad, las risas y la complicidad eran el único compás que guiaba sus corazones.

— ¡Te traje esto! —anunció Juani, mostrando las bolsas llenas de golosinas para su amiga

— ¿Están bien acá solos? —preguntó Sofía con una mirada cómplice.

Marina y Felipe asintieron, y aunque las palabras aún eran un delicado susurro entre ellos, la conexión que resurgía prometía escribir nuevos versos en el poema de sus vidas compartidas.

El ruido de las bolsas se sumó a la sinfonía de risas, y mientras se acomodaban para continuar la velada, la habitación guardaba secretos y promesas entre susurros compartidos y miradas que trazaban el mapa de un futuro incierto pero lleno de posibilidades

— Habían con alas y no sé que mierda más. —habló el de rulos—. ¿Te hacen volar o qué?

Ambas chicas estallaron en risas. — Si, te hacen volar. —dijo con humor Sofi mientras comía unos caramelos.

Mar se levantó de la cama, señalando a los tres. — No se coman mis golosinas.

El trío se quedó inmóvil, cada uno en su lugar en lo que la chica se iba al baño, dejando entrever una sonrisa cómplice que insinuaba que, más allá de las bromas y risas, algo especial comenzaba a crecer en esa habitación cargada de secretos y promesas.

— ¿Ustedes dos ya son novios? —preguntó mientras miraba a la rubia y su amigo muy felices hablando.

Ambos se miraron y negaron. — Nos estamos conociendo.

— Cuando se hagan novios....—Mar salió del baño y miró a Feli—. Nos hacemos los sorprendidos.

En medio de comentarios hacia Sofia y Juani los minutos se pasaron, recordándoles a los dos chicos que se tenían que ir al set a grabar. Con rapidez se pararon y saludaron a las chicas e irse, no sin antes que Felipe se arreglara.

— Bueno....—Sofi se giró hacia su amiga al ver que los chicos se habían ido—. ¿Qué hacemos ahora?

Marina se encogió de hombros. — Podemos escuchar música, ver películas o jugar a algo, como a las cartas, no sé.

— Ahora podemos escuchar música. —la chica se paró para buscar el parlante de su amiga que se encontraba en una silla que estaba en una esquina—. Las películas las podemos dejar para otro día y los juegos para más tarde cuando vuelvan los chicos, ¿Qué decís?

— Confianzuda la piba. —dijo entre risas—. Pero me gusta la idea, ahora lo llamo a Fran y le aviso.

Sofia hizo un pequeño baile de festejo, provocando las risas de la contraria. — Confianzuda con las personas que me convienen, como vos mi amor. —acotó ella alargando la r.

— Tarada. —en un descuido, Mar agarró la almohada que tenía atrás y se la tiró a la chica que estaba muy concentrada poniendo música—. Hace unos días nos conocemos y no puedo creer que ya nos tratemos como amigas de toda la vida.

— Capaz nos conocimos hace rato y ni cuenta nos dimos.

En lo que Sofia ponía música, Marina se dedicó a hacerle una videollamada a uno de sus amigos para proponerle la idea que tenía en mente su amiga que la estaba acompañando el día de hoy.

Hola gordis..

Ahora en la pantalla de su teléfono se veía a un Francisco empujando a los chicos para que lo dejarán hablar tranquilo y que ellos no se metieran, pero fue inútil porque aún así se quedaron sin inmutarse por lo que les dijera el chico.

— Hola Fran.. —alargó la n en la última palabra, sonriendo mientras observaba con atención la escena cómica que se veía a través de la pantalla.

¿Pasó algo? —preguntó él, apartando a Juani con una mano en su cara.

— Estoy con una amiga y queríamos saber si después de grabar querían venir a hacer una noche de juegos o algo así.

— Por m-..

Mar frunció el ceño viendo cómo la pantalla quedaba en negro y solo se escuchaba una pequeña pelea de los chicos, para segundos después notar cómo Juani se dejaba ver con una sonrisa.

¿Va a estar Sofi? —la chica asintió y este sonrió aún más—. Yo voy con Pipe.

— Pero la invitación es para los que quieran venir.

Una vez Fran le pudo sacar el teléfono a su amigo, se alejó rápidamente para poder hablar tranquilo con su amiga.

Ahora si, ¿Qué me decías?

— Que hoy a la noche con Sofi vamos a hacer unos juegos, según ella, y que si querían venir, de paso la conocen.

Dale, cuándo terminemos vamos para allá.

— Bueno. —con una sonrisa se despidió y colgó la videollamada.

Sofia alzó las cejas esperando una respuesta. — ¿Y?

— Más tarde vienen.

— ¡Esta noche se pica! —habló mientras la risa de Mar se escuchaba entre las canciones de Duki que se reproducían.

(•••)

— ¡Uno! —Sofia tiró la última carta sobre la pequeña mesita.

Segundos después Simón tiró sus cartas. — ¡Para nena! Es la cuarta vez que nos ganas, dejanos ganar una aunque sea.

— Yo no negocio con desconocidos.

— Por eso yo dejé de jugar. —dijo Mar sentada en el borde de la cama con Feli a su lado y del otro se encontraba Fran abrazándola por los hombros.

— Una más. —Juani miró seriamente a Sofi—. Si yo gano, me debes algo.

— ¿Y si yo gano?

— Te doy lo que quieras.

Marina rió por lo bajo. — Así no se vale, si van a apostar, apuesten bien.

El de rulos pensó por un momento antes de hablar. — Si yo gano, me debes una salida.

— Perfecto, pero si yo gano no hay salida.

Mar los observó sin entender, si bien su amiga no confesaba bien las cosas, sabía perfectamente que ella y su amigo iban a terminar juntos. Definitivamente no entendía el porque rechazaría la salida.

— Yo también juego. —Felipe se colocó en la ronda.

Simón que venía jugando ya hace rato se negó con la excusa de que Sofia estaba haciendo trampa y por eso ganaba siempre.

— Yo también.

Ahora Mar estaba frente a frente con Feli, al igual que Sofi y Juani.

— Paren, ustedes dos, ¿Qué apuestan? —Sofía miró a Marina y a Felipe con una ceja levantada.

Ambos intercambiaron una mirada cómplice antes de responder.

— Si yo gano, él tiene que aguantar una sesión de fotos conmigo. —Mar sonrió, revelando un brillo travieso en sus ojos.

Feli asintió con una sonrisa confiada. — Y si gano, tenés que ir a una cita conmigo.

Las apuestas estaban sobre la mesa, y mientras las cartas comenzaban a repartirse, la habitación se llenaba de la emoción de lo inesperado. El juego, ahora impregnado con la promesa de futuras citas y momentos compartidos, desataba una nueva corriente de complicidad entre ellos. Y así, entre risas y estrategias, escribían un capítulo más de sus vidas, donde las sorpresas y las apuestas se entrelazaban en el delicado tejido de la conexión humana.

Las cartas se repartían con una mezcla de risas y susurros estratégicos. Cada movimiento era calculado, pero también se dejaban llevar por la diversión del juego. Los destinos de las apuestas pendían en el aire, creando una atmósfera de anticipación.

El juego avanzaba, y con cada carta revelada, la tensión aumentaba. Las risas se entrelazaban con miradas furtivas entre Mar y Feli, como si compartieran un secreto propio en medio de la competencia. Por otro lado, la complicidad entre Juani y Sofi se traducía en estrategias conjuntas para vencer a sus oponentes.

Finalmente, la última carta se posó sobre la mesa, desatando un coro de exclamaciones. El resultado quedó sellado, y el ganador celebró su victoria mientras los perdedores se quejaban.

— ¡Hiciste trampa! —exclamó Juani, señalando a Felipe—. Escondiste las cartas que te quedaban.

— No me lo puedo creer, esto es injusto. —Sofi protestó de manera teatral.

— Para que jugué. —se quejó Mar.

El ganador de la apuesta se acercó a ella, jugando con la complicidad que se había gestado entre ellos. — ¿Cuándo es nuestra cita?

Ella le devolvió la mirada. — Tendrás que esperar a que se desocupe mi agenda.

La atmósfera en la habitación estaba cargada de risas y un palpitar distinto, como si el juego no solo hubiera decidido apuestas, sino también destinos entrelazados en una trama que solo el tiempo desvelaría. Con la promesa de una cita, los amigos se sumergieron en la noche, llevando consigo el eco de risas compartidas y la promesa de encuentros futuros.

— Si no tenes nada que hacer, ni una agenda tenés. —acotó Simón, ganándose una mala mirada por parte de la chica.

— Entonces mañana habrá cita. —dijo Felipe con una sonrisa.






























































Volví inspirada che.

En este capítulo anuncio dos cosas, la primera es que solo quedan tres capítulos mi gente latino y agradezcan que cambié el final por uno bonito, sino iban todxs a terapia.

La segunda es que en el perfil de mi amiga unamorochaboludaa__ pueden encontrar un fic de Matías que acaba de publicar.

Voy a tratar de subir otro capítulo estos días, pero lo veo algo complicado y más que el miércoles empiezo las clases, pero les voy anunciando cualquier cosa.

Sin más nada que decir, lxs amo ¡!

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