Besos en Guerra ©

By dayzaccardi

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"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada... More

💋⚔️
ANTES DE LEER
⁰ Viento Negro
¹ Mushu
² El entrenador
³ Chat privado
⁴ Juego sucio
⁵ Yin Yang
⁶ El refugiado
⁷ Levántate, si puedes
⁸ Jugando con fuego
⁹ Tenemos un trato
¹⁰ Hola, ¿tú eres...?
¹¹ Apretados
¹² Vacío
¹³ Besame
¹⁴ Juguemos
¹⁵ Dibujos
¹⁶ Acurrucados
¹⁷ Ansiedad
¹⁸ Ultimátum
¹⁹ Las minas
²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)
²¹ Amigo
²² Sueños nublados
²³ Capitán
²⁴ Tú
²⁵ Quédate
²⁶ Mensaje
²⁷ Verdades a la luz
²⁸ Otro amor
²⁹ Quererte
³⁰ Contigo
³¹ Adiós
³² Sueños oscuros
³³ Fregadero
³⁴ ¿Quién es?
³⁵ Personaje secundario
³⁶ Cobarde
³⁷ Decisión
³⁸ Error del sistema
³⁹ Auxilio
FINAL 1/2
FINAL 2/2
EPÍLOGO
¿BEG EN FÍSICO?

⁴⁰ Caos

488 81 29
By dayzaccardi

Zayn

La mano me arrastra con una fuerza sobrenatural, haciéndome retroceder hacia la oscuridad de la mina. Mi corazón late con fuerza, el miedo se apodera de mí mientras intento desesperadamente liberarme de su agarre. Es una mujer. Una mujer refugiada. Le muerdo el brazo como defensa, mi arma está prácticamente anulada por su cuerpo. Estoy pegado a ella mientras forcejeamos para que no me siga arrastrando a esa ola de enemigos que tengo al frente y en uno de esos tirones, termino con su cuello frente a mis ojos. Tiene un tatuaje de un Yin negro como el de mi collar. Tuerzo el gesto al verlo, y lo hago aún más cuando lo localizo en el cuello de otro que se encuentra atrás de ella, pero gracias al Ave fénix, no me da tiempo a maquinar cuando también los veo a ellos.

—¡Salvénse! —grito, luchando contra la mano que me arrastra inexorablemente hacia la oscuridad.

Mushu y Pipa me miran, preocupados, queriendo meterse en mi intento de secuestro. Lástima que no pueden hacerlo porque otra avalancha viene a por ellos. Y así, como una película de terror, el piso en el que estaban se les cae hacia abajo.

Hasta la refugiada que está luchando conmigo se sorprende al notarlo.

—Joder —zanjo.

La tierra se desliza bajo mis pies, el suelo de la mina desaparece bajo nosotros mientras caemos en la oscuridad. Un grito desgarrador escapa de mis labios mientras me precipito hacia lo desconocido.

Con un golpe sordo, caigo al suelo de la cueva subterránea; al menos ya no tengo a esta mujer colgada como un zoombie se The last of us a mi lado. El aire es denso y húmedo, el eco de mis jadeos llena el espacio. Me pongo de pie en el medio de la nada mientras escucho mi respiración acelerada de fondo hasta que noto compañía. Hay otra respiración cerca de mis pies.

Lanzo una patada por impulso al aire y le doy en lo que parece ser... ¿una cabeza?

Veo poco y nada. Al parecer estos son los túneles de Siria pero se ha derrumbado la arena con piedras que tenían encima por tanto peso y movimiento y se han obstruido los caminos, sacando todo tipo de luz de las antorchas que solía haber a sus costados. Palpo mi bolsillo buscando mi encendedor. Nunca falta allí. Antes fumaba para olvidarlo todo, pero ahora creo que solo está ahí por costumbre. Tengo nuevos problemas que resolver en mi cabeza como para pensar en mi mierda.

Hago luz y la veo.

La refugiada está inconsciente.

Al parecer los golpes en la cabeza debilitan a los robots.

Paseo por el sitio y distingo: otro pasillo oscuro y un hombre del otro bando en el suelo. Ese que también venía a por mí. Al parecer se cayó directo encima de una piedra puntiaguda y esta le dio en la sien. Está sangrando bastante. Me asquea verlo, pero hay algo más allá que hace que me nazca curiosidad por acercarme hacia él y es su cuello.

Bueno, el tatuaje de su cuello.

Paso mi mano por encima de este, parece como un sello más que un tatuajes y, por lo que vi, lo tienen todos los refugiados. Dejo mis labios en dos líneas perpendiculares y suspiro, echándole una ojeada a mi collar. Me quedo un minuto mirándolo hasta que entro en razón: estoy en una guerra. Ja. Estoy en el medio de la guerra que esperé todo el año. Sin equipo. Sin ella. Solo con un arma. Semidesnudo. Y, literalmente, bajo tierra.

Estoy jodido.

¿Pero qué se supone qué tengo que hacer? Son robots. Tienen fuerza inhumana. Ya he visto a Gafitas derribar puertas, romperlo todo con solo una patada, ni me imagino lo que pueden hacer solo con un conjunto de carne, órganos y huesos. Yo entrené para pelear con gente humana, no con androides.

Trago grueso.

Es como si todos estuvieran conectados por ese sello y por algo que tienen en sus cabezas. Como si hubiera algo más allá de lo humano que los conectara. Sé que ellos son lo que Joel tramaba, pero ¿Cómo? Si él es su creador, ¿con qué propósito los hizo? ¿Quiere hacer una sociedad de robots o qué? ¿De dónde quitó tanta energía para hacer que esas máquinas funcionen todo el tiempo como humanos y tan bien? Ni que tuviera su propio centro de energía.

Mi estómago da un vuelco.

Un centro de energía.

El centro de energía.

¡El maldito centro de energía!

Agarro el dije de mi collar y lo observo, cuidadoso y desconfiado.

—Blair —pronuncio su nombre.

Blair

Paso una mano por mi boca con restos de vómito. Yo quiero responder a aquel hombre que parece interrogarnos sin saber quiénes somos, pero a Gafitas no le gusta la idea, de hecho luce tenso hasta que de repente, sin dejarnos accionar, una luz titilante aparece en la distancia, como una estrella en la noche más oscura. Mis ojos se agrandan de sorpresa y esperanza. ¿Podría ser...? No. El rubio no puede estar aquí, sería fisicamente imposible. ¿Pero si es él...?

Me preparo para correr a sus brazos y encontrar un hogar en ellos. Sonrío emocionada y abro la boca sorprendida cuando veo a alguien romper unas piedras que obstruyen el tunel que da justo donde nosotros estamos y la cierro por completo al darme cuenta que no, no es él. Sin embargo, tampoco son enemigos y eso me calma. Son lo mejor que me podría haber pasado ahora, bueno, después de una aparición de Zayn, claro.

—Gafitas, míralos —susurro, casi sin atreverme a creerlo del todo. Pero ahí están, caminando hacia nosotros.

Gafitas me mira con una mezcla de asombro y alivio.

—¡Papá! —exclama y va corriendo hacia los brazos de Mushu como si fuera su padre de sangre. Lo abraza y se queda allí, llorisqueando.

—Pensé que no volvería a verte, pequeño —es la voz de Mushu la que dice eso.

Mi corazón late con fuerza mientras me agerco, una mezcla de alegría y miedo inundando mis pensamientos. Pipa se gira hacia nosotros, su rostro está iluminado por una sonrisa valiente.

—¡Arrocito! ¡Gafitas! ¡Jolines! ¡Estamos tan contentos de verlos! —Su voz resuena con alivio, a pesar del peligro que nos rodea.

Él se une a nosotros, con una mirada seria pero reconfortante.

Me siento abrumada por la alegría de verlos a salvo, pero también tengo terror por el peso de la guerra que se nos viene y por el hecho de que Zayn no está con ellos. Ni Grillo.

Nos quedamos un momento en ese abrazo, unidos en medio del caos que nos rodea. A pesar del estruendo de la batalla y la oscuridad que nos envuelve, me siento reconfortada por la presencia de mis amigos. Somos una pequeña luz de esperanza en este mundo de mierda. Somos solo nosotros.

—¿Cómo están ustedes? —preguntamos al unísono, casi como si nuestras voces se fusionaran en una sola.

Pipa asiente, su cabello oscuro agitado por la brisa que se cuela por las grietas de las cuevas.

—Estamos resistiendo, Sam... Blair, perdón es la costumbre, ¡luego hablaremos de eso! —menciona enfadado—. No será fácil, pero estamos juntos en esto, tanto que debería contarte lo que nos ha dicho Zayn hace exactamente... ¿unos diez minutos, quizá?

Me cambia la cara.

—¿Han estado con Zayn —me tiembla el pulso— hace unos minutos?

—Sí, y estaba drogado.

Mushu lo ojea mal.

—¡Pipa!

—Vale. Drogado pero vivo.

—Pipa, maldición, no le digas eso a la niña —lo regaña Mushu.

—Decía cosas medias locas. Los golpes lo han herido demasiado el coco, pero ahora debemos irnos de aquí porque por ahí —señala la grita que está encima nuestro— pueden entrar millones de estos refugiados. Y créeme que...

—¿Dónde está Zayn ahora? Está con Grillo, ¿verdad?

Tuerce el gesto.

—Grillo... él... bueno, lo perdimos en el camino —habla con normalidad— y a Zayn bueno... también lo perdimos en el camino.

Me hierve la sangre.

Los voy a matar.

Mushu nota mi furia y abre la boca:

—¡Pero tranquila! Digamos que no lo perdimos como tal. Nos lo hicieron perder en el camino, nosotros intentamos salvarlo solo que una refugiada lo arrastró hacia una esquina y se nos cayó el piso debajo de los pies y terminamos, literalmente, aquí, al ladito de ustedes por un derrumbe —Lo fulmino con la mirada—. ¡Oye, estoy siendo sincero!

Suspiro.

—¿Saben por dónde puede llegar a estar? Necesito encontrarme con él con urgencia —hablo rápido—. Creo que sé cómo parar esto.

—¿Cómo?

—Es una gran historia y no tenemos tiempo ahora, pero en otras palabras... Zayn se confundió de sitio. La predicción de Gafitas no se refería a la entrada. Se refería a otra entrada subterránea.

—Pues algo nos decía que se había confundido —ironiza Mushu.

—Ya murieron muchos de los nuestros. Esto es una masacre.

—Idiotas —insulta el refugiado, indignado al aire.

Ambos se miran entre sí, me analizan y terminan accediendo a mi propuesta.

—Pero eso no importa ahora, el capitán debería estar por allí —señala el camino que tenemos al frente— a él también se le tendría que haber caído el piso, supongo, a no ser que tenga alas y yo no me haya enterado.

—¿Podría haber otro camino que llegue al centro? —inquiero, confusa, dirigiéndome a mi amigo el refugiado.

—Puede —responde Gafitas encogiendo sus hombros.

Nos vemos unos a otros. Aunque todo lo que siga va a seguir siendo incierto y es cada vez más notorio que el peligro se acecha en cada esquina de estas cuevas, sé que mientras más seamos, todo será más fácil.

Avanzamos.

Avanzamos por los oscuros pasillos subterráneos, con la incertidumbre y los ruidos de pasos, bombardeos y gritos más cerca de lo que parece.

Mientras continuamos, mis pensamientos están llenos de preocupación por Zayn y Grillo. No puedo evitar preguntarme si estarán a salvo, si habrán logrado escapar. Pero no puedo permitirme distraerme, no cuando estamos tan cerca de encontrar una solución y de detener esta locura de una vez por todas.

Finalmente, terminamos saliendo a un nuevo túnel, pero este, a diferencia de los otros, está iluminado por antorchas dispersas por las paredes.

—Al menos tenemos luz —es lo que rescata Pipa al tantear el nuevo terreno—. Oh, y por cierto, Blair, ten —me tiende una pequeña arma que se saca del bolsillo de su pantalón cargo—. Con esa navaja no harás nada.

—Ha he hecho bastante —salto a la defensiva siendo la primera en entrar por este nuevo pasillo. El resto me sigue.

—Pero te han herido el hombro —me recuerda Mushu.

—Eso ha sido.... ha sido un desliz. No es nada. Caminen.

Sin decir nada, todos me siguen.

Estoy casi dispuesta a seguir el viaje cuando noto que algo no está bien con Gafitas. Su respiración es agitada y su paso se vuelve más lento y tambaleante. Me acerco a él, preocupada, y veo que está sudando profusamente, con una expresión de dolor en su rostro.

—Esperen —detengo al resto—. ¿Te encuentras bien, amigo? —pregunto, apoyando una mano en su hombro.

Él asiente débilmente, pero puedo ver la preocupación en sus ojos.

—No importar —responde con un intento de sonrisa, pero su voz suena débil y forzada.

Sé que está mintiendo. Gafitas nunca se ralentiza sin una razón válida, y esta sensación de malestar que lo está afectando parece ser más que un simple "no importar"

—Gafitas, necesitas descansar, has conversado mucho y eso te está matando. Podemos buscar un sitio seguro y dejarte ahí si estás de acuerdo —insisto y, mientras él niega para nada contento con mi propuesta, coloco una mano en su frente para sentir su temperatura. Está ardiendo—. Algo grande se avecina, ¿verdad? ¿Es eso? Hazme entender eso y será lo último. Te lo prometo.

Se crea un silencio incómodo hasta que
él asiente lentamente, su mirada perdida en el horizonte como si pudiera ver más allá de las paredes de los túneles.

—Corran.

Me muerdo el labio, preocupada por lo que esto podría significar. Gafitas es nuestra fuerza principal en la batalla, y si está sintiendo debilidad, eso nos deja en una posición vulnerable. Demasiado vulnerable. Pero no tan vulnerable como lo que acabo de notar.

Sus ojos poniéndose rojos.

Titilando.

Mirando atrás de mi espalda.

—¡Corran! ¡Corran! —Pipa parece ser el segundo en darse cuenta.

—¡Están derribando lo que obstruye el túnel del otro lado! ¡Viene una ola! ¡Eso nos quiere decir! ¡Muevan el cu...! —A Mushu le es imposible seguir con su oración por el estallido que se escucha a centímetros en nosotros.

Han derribado las piedras.

Todos tomamos nuestras armas con fuerza y, como puedo, le sostengo la mano a Gafitas para que corra más rápido hacia donde creemos que debemos ir.

Estamos atrapados en un frenesí de caos. Pipa, Mushu, Gafitas, y yo nos corremos con una velocidad inexplicable, nuestras armas en mano,  Mi cuerpo está lleno de dolor por las heridas que he sufrido, pero mi espíritu de lucha no se ve afectado. No cuando tengo que encontrar a Zayn, volver con mi familia y demostrarles que he podido.

Miro hacia atrás en un microsegundo.

Los refugiados corren hacia nosotros, sus rostros retorcidos por el odio y la desesperación. Flechas vuelan a nuestro alrededor, algunas rozan mi piel, pero no puedo permitirme distraerme. Grito órdenes:

—¡No podemos seguir corriendo! ¡Estamos yendo hacia afuera y Zayn nos necesita!

—¡¿Qué hacemos entonces?!

—¡Hay que enfrentarlos!

Todos paramos el trote y nos mantenemos en seco al mismo tiempo que nos damos vuelta lentamente.

Jelou —Mushu saluda a los refugiados. Esperen, ¡¿Mushu saluda a los refugiados?!

Los enemigos lo miran y, luego de un silencio y una mueca de confusión, se  avalanchan a nosotros.

El primero en reaccionar es Pipa que desata su furia sobre ellos, su destreza con el arma es impresionante, cada bala encuentra su objetivo con precisión letal. El siguiente es Mushu que aunque aprezca un moreno debilucho y que solo sirve para hacer chistes, lucha con una ferocidad salvaje, derribando a nuestros oponentes con golpes poderosos en su espalda. Para finalizar, Gafitas, con su fuerza extraña, golpea a los refugiados con una postura implacable en sus cabezas. Golpea a esos que Mushu deja en el piso. Cada golpe de su puño es como un martillo golpeando una roca muy dura.

Yo lucho con todo lo que tengo, mis movimientos son rápidos y precisos a pesar del dolor que se arremolina en mi vientre. Esquivo las flechas con destreza, contraatacando con golpes del torso de mi arma en sus cranéos. Cada vez que derribo a un enemigo, siento una satisfacción mezclada con una profunda tristeza por la violencia que estamos teniendo que vivir.

—¡Muy bien, Blair! —me alienta Pipa que ya acabó con los que los rodeaban.

El sonido de la batalla llena los túneles, un torbellino de gritos y golpes que resuena en la oscuridad.

Finalmente, la última flecha es lanzada y el último enemigo derribado. Nos quedamos en el silencio que sigue a la batalla, nuestros corazones llenos de gratitud y alivio. Hemos sobrevivido.

—Estamos... vivos  —habla Pipa, agitado, con sangre en las mejillas.

—Sí, estamos vi...

—¡Blair, cuidado! —grita Mushu.

Siento un repentino agarre en mi cuello, una presión que me corta la respiración. Un refugiado, seguro el único que nos ha quedado de esta ola, se ha lanzado sobre mí desde la oscuridad, atrapándome por detrás y forcejeando con todas sus fuerzas. Mi corazón late con fuerza, intento desesperadamente liberarme de su agarre.

Gimo de dolor cuando sus dedos se hunden en mi piel, su fuerza aplastante amenazando con hacerme desmayar. Mis manos buscan desesperadamente cualquier punto débil en su agarre, pero sus dedos están como garras de hierro alrededor de mi cuello. Quiero dispararle, pero me sostiene con tanta violencia que nada es posible así.

El pánico se apodera de mí cuando me doy cuenta de que nadie está reaccionando, todos parecen estar en estado de shock, mirando el ataque sin poder intervenir porque todo está pasando muy rápido. Estoy sola en esto. Mi visión comienza a nublarse mientras lucho por mantenerme consciente.

Entonces, cuando este hombre me acorrala a una piedra dejándome casi violeta.

Es el sonido de un disparo el que me salva.

El refugiado se tambalea y su agarre se afloja, permitiéndome respirar de nuevo. Caigo al suelo, tosiendo y jadeando mientras trato de recuperar el aliento.

—Es fácil encontrar a alguien que siempre está metida en el caos y al borde de la muerte —murmura, apenas audible por encima del estruendo de la batalla.

Pero a pesar de todo, es imposible no registrar su voz.

Abro los ojos como puedo y sin creerlo, lo veo corriendo hacia mí como si toda su existencia dependiera de eso. Sin embargo, cada paso que da parece una eternidad, y cuando finalmente llega a mi lado, me dejo caer en sus brazos, devastada.

Lo abrazo con fuerza, sintiendo su cuerpo sólido y caliente contra el mío. Mientras llorisqueo en su hombro, mis manos se aferran a su espalda desnuda, rasguñada y herida como si nunca quisiera dejarlo ir. Él corresponde al abrazo con la misma intensidad, sus brazos rodeándome con firmeza.

—¿Él te ha hecho esto? —susurra refiriéndose a las marcas que están descansando en mi cuello. Su aliento cálido rozando mi oído.

—Sí —gimoteo.

—Entonces no me arrepiento de haberlo matado.

Intento esbozar una sonrisa, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que siento en este momento. Pero no necesito palabras cuando puedo sentir el latido de su corazón tan cerca del mío. Cuando puedo tenerlo a él aquí, vivo, conmigo.

Mis manos tiemblan cuando me aparto apenas un poco y las coloco en su rostro, sintiendo la calidez reconfortante de su piel bajo mis dedos. No puedo contener las lágrimas que empapan mis mejillas mientras lo miro, aún sin poder creer que esté aquí, frente a mí, salvo. Nos quedamos así durante un momento, simplemente mirándonos con anhelo y amor, dejando que la realidad de nuestro reencuentro se asiente. Pero entonces, la urgencia del momeno nos alcanza.

Zayn me observa los ojos con intensidad, como si estuviera tratando de leerme y saber todo lo que siento, todo lo que necesito. Y segundo después, sin decir una palabra, se inclina hacia mí y nuestros labios se encuentran en un beso cargado de desesperación. El movimiento de su boca sobre la mía es como un torrente de emociones que amenaza con arrastrarnos. Puedo sentir como ambos ardemos en cada roce de sus labios, en cada caricia de sus manos sobre mi cuello. Nos besamos como si nuestras vidas estuvieran por terminar, como si este fuera el último momento que tendríamos juntos en este mundo desgarrado por la guerra.

El tacto de sus labios contra los míos es eléctrico, enviando corrientes de calor a través de mi cuerpo. Mis manos se aferran a su torso, deseando fusionarme con él, deseando nunca dejarlo ir. Pensando en que les arrancaría las tripas a cada uno que le hizo daño en su piel.

En mi piel.

En medio del beso, puedo sentir las lágrimas deslizándose por mis mejillas, mezclándose con las suyas. Pero no son lágrimas de tristeza, son lágrimas de alivio, de felicidad, de amor. Porque a pesar de todo lo que hemos perdido, nos hemos encontrado el uno al otro en medio de este caos, y eso es todo lo que importa en este momento.

—Oigan parejita, no es por nada, pero seguimos aquí —la protesta de Mushu hace eco en el túnel— y mi hijo no puede ver estas atrocidades.

Amoor —dice Gafitas con sus ojos brillositos.

Mushu niega y le tapa los anteojos a Gafitas para que no vea mucho más.

Sonrío cerca de los labios de Zayn.

Me suena extraño decir que luego de mucho tiempo, oigo una risilla salir de mi boca.

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