Don't you know that I am righ...

By littlelittlefreak

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Martin necesita tener a alguien que le quiera. Juanjo por nada en el mundo quiere querer a alguien. O donde R... More

Capítulo 1
Capítulo 2.
Capítulo 4.
Capítulo 5.

Capítulo 3.

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By littlelittlefreak



Los días en una capital se hacían largos, demasiado largos.

En una capital tienes que seguir el ritmo constante y estresante de ella, disfrutar de los constantes pitidos de los coches como si de tu canción favorita se tratase y soportar el trato desagradable de los clientes en una jornada larga como si fuese tu mayor sueño.

Porque sino te ahogas.

Y a Martin no le quedó otra que aceptar eso.

Le llevó un tiempo aprender que lo más sano para sí mismo era empezar a intentar obligarse a olvidar todas esas cosas que (antes no valoraba, pero que, ) ahora echa de menos de su pueblo de nacimiento.

Lucas y Ruslana le ayudaron a crear nuevas costumbres que también apreciaba; como los jueves de pizza con Ruslana, o los desayunos de domingos con Lucas.

Todos esos detalles que ahora más que nunca lo ayudaban a seguir adelante estaban bien, genial incluso.

Pero hoy, un jueves lluvioso y un día en el que la cola de clientes no parecía llegar a su fin en toda la jornada, la cena de pizzas no se le hacía suficiente para arreglar el lío de su cabeza.

Así que cuando llegó a casa y vio a Omar y a Ruslana viendo una peli con las cajas de las pizzas cerradas le entraron unas ganas terribles de llorar.

Cuando Martin analizó la situación horas después en su cama, se avergonzó. Porque dejó que Ruslana y Omar volvieran a ver su vulnerabilidad más inocente.

Pero en el presente a Martin le dieron un calor tan agradable los abrazos de la pareja, le pareció tan cariñoso el movimiento del brazo de Ruslana en su espalda y le pareció un gesto tan bonito el de Omar yendo a coger la caja de pañuelos, que no pensó en como el Martin del futuro se castigaría por aceptar todo eso.

Los dos lo sentaron en el sofá y le vistieron con mantas, quitándole la chaqueta calada. Le peinaron el pelo con los dedos y pararon la película, que a este punto ya había sido completamente olvidada por los dos.

La primera vez que Ruslana le pregunto que había pasado él no lo escucho. La segunda vez lo escucho, pero no pudo contestar.

- Vamos, cariño. Estamos preocupados. ¿Qué te ha pasado?

Y Martin no sabía cómo contestarle porque no sabía qué era lo que exactamente le pasaba.

Había tantas cosas sobre las que quisiera desahogarse, pero era tan incapaz desde hace tanto tiempo que poco a poco todas esas cosas se estaban cementando en su interior, como si estuviesen cosidas con unos hilos lo suficientemente fuertes para rasguñar a la persona que intentase romperlos.

No es que Martin no intentase pedir ayuda, lo hacía. Pero su garganta comenzaba a raspar en el momento en que intentaba formular palabras y sus ojitos se aguaban, acelerando su respiración y haciéndole imposible centrar su cabeza en otra cosa que no fuese respirar con normalidad y tranquilizar a sus pulmones. Recordarles que él seguía vivo.

Que seguía vivo y que seguía sintiendo.

Porque por mucho que Martin se esforzará en pedir ayuda, solo sentía esa necesidad cuando su corazón le jugaba una mala pasada. Cuando esa adarga que tantos meses le habia costado construir dejaba ver un rastro de realidad por alguna de sus grietas.

Ruslana y Omar comprendieron que en ese momento la única forma de ayudarle a Martin era manteniéndose a su lado, limpiándole esas gotas brillantes que caían de sus ojos y dándole ese cariño que muchas veces el sentía invisible.

A Martin se le hizo suficiente y según la noche transcurría, se esforzaba por volver a adherir ese broquel que tanto se empeñaba en llevar consigo siempre, y las cajas de pizza se iban vaciando, el ambiente en el pequeño salón del piso se iba tranquilizando. El tema casi siendo olvidado. Casi.

Hasta que Ruslana lo volvió a llevar a la superficie.

- Sabemos que no estás bien. Y no quiero que te sientas desprotegido o incómodo conmigo, porque no es lo que busco. Pero me preocupas.

Martin intentó mantener una expresión blanca, una que no dejase ver nada, pero en el interior esas pequeñas frases le removieron profundamente. ¿Por qué? Porque alguien se preocupaba por él.

Y el no quería causar algo tan feo como preocupación en otra persona. Alguien como él no era razón suficiente para causar preocupación en otra persona.

- ¿Sabes que te haría bien a ti? Volver a salir de fiesta. La otra vez te hizo muy bien, ¿Verdad? Te va a ayudar a despejar la mente. Yo propongo que salgamos mañana mismo.

Y en otras circunstancias él no aceptaría por nada en el mundo. Porque salir de fiesta significaba apilar horas en el trabajo, una resaca horrible y un sentimiento de culpabilidad que por nada del mundo lo dejaba descansar.

Pero ese jueves era diferente, porque había hecho a una persona sentir preocupación. Y Martin sentía que le debía algo a la pelirroja.

¿Qué de enfermo tenía que estar una persona para llegar a esa conclusión?

- Está bien.

*

El viernes, según entro en la discoteca se arrepintió de la decisión que tomo.

Había algo en el ambiente, el ritmo de baile que la gente llevaba y toda la gente aglomerada y eufórica por conseguir su bebida que no le terminaba de relajar.

Puede que fuese el recuerdo del resultado de la última noche en esa discoteca.

Martin intentó convencer a Ruslana de probar en otro antro diferente a el habitual al que solía ir el grupo. Pero cuando Martin le explicó la razón por la que se negaba a pisar la discoteca, Ruslana le quitó importancia diciendo que sería muchísima coincidencia que el chico fuese a la discoteca la misma noche que él iba.

Y Martin tenía un agotamiento mental que no cesaba, por lo que no siguió esforzándose por convencerla. Aunque supiese que en realidad las probabilidades de que el chico estuviese fuesen altas.

Igualmente, fue grande la sorpresa que se llevó cuando vio que Lucas charlaba alegremente con el chico, Juanjo.

Su instinto le exigió que escapase y sus piernas le dirigieron al baño. El plan era bueno y había tenido éxito si obviamos el hecho de que estaban a un mínimo metro de distancia del grupo, y que lo más probable era que le hubiesen visto irse.

Pero Martin necesitaba respirar, porque no le prepararon para esto.

Porque Martin no tenía ningún problema en verlo, en compartir el reservado incluso. Y sabría llevarlo tranquilamente, pero necesitaba convencerse de ello.

Entender al pobre Martin, ese hombre era intimidante. Intimidantemente sexi.

Y Martin no solía actuar de la forma en la que lo hizo esa noche. No tenía esas libertades con desconocidos, ni esa seguridad. ¿Os tengo que recordar como lo persiguió al baño?

Se miró en el espejo, pero se negó a sobre pensar mucho. Porque eso lo llevaba a pensamientos que ahora no necesitaba. Y lo consiguió en el momento en el que vio a Lucas entrar por la puerta del baño.

- ¿Qué pasa, loki? Te escapaste como si hubieses visto un fantasma.- Lucas le cogió de la barbilla y le dio un sopapo suave en la mejilla, riendo.

- ¿Por qué no me has avisado de que iba a estar?- Le abrace y apoye la cabeza en su hombro.

- Porque sabía que si te lo decía no vendrías, y necesitas esto más que nada, feo.- Le dio un beso en la cabeza al más pequeño. Apretó sus brazos y lo arrastró hasta envolverle en un abrazo. - ¿Salimos? Venga, que te invito al primer cubata.

Cuando volvieron al grupo, ya con sus bebidas, todos pararon sus conversaciones para saludar a Martin.

El nuevo grupo consistía de cinco personas: la primera en levantarse a saludar fue una pelirroja con facciones impresionantes que se llamaba Violeta. El siguiente fue Alex, el compañero de carrera de Ruslana, que iba de la mano de una chica rubia, Denna. Luego le siguió una chica con un eyeliner puntiagudo y un pelo azabache muy brillante, Naiara.

- He oído mucho de ti, majo.- Le dio dos besos y le abrazó con una sonrisa bien grande.- Lucas te tiene en un pedestal, vaya.

Martin miró a su derecha, que estaba Lucas mirando emocionado la interacción, mordiéndose las uñas y casi que a punto de dar saltos.

- A mí también me han dicho mucho de ti, Naiara.- Vi como sus ojos brillaban y se giró a mirar a Lucas, quien solo se encogió de hombros. Naiara le saltó encima y él la beso, dejando a Martin con la última persona que le faltaba por saludar.

Iba vestido con unos pantalones vaqueros, sueltos por las caderas. Una camiseta levemente transparente que dejaba ver sus pezones si te fijabas bien y un pelo perfectamente peinado. Dios.

- Hola.- El chico le beso la mejilla y Martin pudo oler la colonia que el chico llevaba con tanta elegancia.- Me llamo Juanjo, encantado.

El más pequeño se quedó estático.

Porque es verdad que cuando despertó, no recordaba su nombre. Pero su cara no la olvidaría nunca, mucho menos la noche que tuvieron. Sin embargo, Juanjo sí que la olvidó.

- Martin, encantado.- Forzó una pequeña sonrisa y fue a donde Ruslana estaba sentada hablando con Álvaro.

- Martin, ¿Qué tal, guapo?- Álvaro lo abrazó y le dejó un sitio para que se pudiese sentar

- Bien, bueno. No esperaba que estuviéramos con otro grupo.- Martin hizo un mohín con los labios, y Álvaro le beso la mejilla.

- Ya verás como nos divertimos.

*

Puede que el segundo cubata hubiese sido demasiado para él, que bebía cada quinientos mil meses.

No iba borracho, pero las decisiones que tomaba no eran las que un sobrio Martin tomaría.

El grupo ya se había disperso, cada uno centrado en lo que aquella noche le interesaba. Martin había estado hablando con una chica que se le había hecho conocida, pero que no terminaba de reconocer, hasta que esta tuvo que ayudar a una amiga suya a vomitar.

Él aburrimiento le hizo acercarse a la barra para pedir el tercer cubata de 43 y cuando el camarero empezó a preparar su bebida sintió un cuerpo a sus espaldas. Giró la cabeza y cuando vio a Juanjo solo pudo tragar saliva y volver a darse la vuelta, esperando que el chico no lo hubiese reconocido. Fue en vano.

- ¿No crees que ha sido suficiente por esta noche, Martin?- Se lo susurro al oído y sintió como sujetaba su cintura.

Esta fue la primera decisión que tomó que "Martin sobrio" nunca tomaría:

- No.- Giró su cuerpo y apoyando su espalda en la barra, le sonrió. De nuevo esa seguridad que no le pertenecía a él.

- Yo creo que sí.- Juanjo alargó su brazo por encima de Martin y alcanzó a coger algo, agradeciendo al camarero a sus espaldas.

Juanjo se alejó dos pasos de Martin y le dio un trago al cubata de 23, que pertenecía a Martin

- ¡Ey! Eso es mío, lo he pagado.

Ya verás como a la mañana me lo agradeces.- Juanjo sonrió y se metió en la pista de baile, donde dos chicas lo esperaban con sonrisas.

Segunda decision que "Martin sobrio" nunca tomaría:

Lo siguió a la pista de baile.

En el transcurso de la noche Juanjo y Martin apenas habían interactuado. Todas las interacciones habían sido con el grupo metido en la conversación también, y con poco que decir. Pero esas cortas interacciones le habían servido a Martin para notar como Juanjo puso sus ojos sobre los de Martin, exactamente como la primera vez.

No había ido más allá de las miradas, por lo que cuando el más mayor se acercó a la barra para nada más que picar a Martin (y Martin llevaba una cantidad de alcohol superior a la habitual que él tomaba), un subidón lo electrizo por todo el cuerpo, dándole el impulso de acercarse a donde el mayor bailaba entre las dos chicas y quitarle el vaso que era suyo desde un principio.

Juanjo le sonrió y le volvió a agarrar de la cintura, esta vez acercando su cuerpo hasta que sus caderas chocasen.

- Si sigues bebiendo no voy a poder besarte.

Martin tuvo que jadear.

Se recompuso y dijo lo que más interesante creyó que le iba a hacer parecer:

- ¿Quién ha dicho que quiera que me beses?- En su interior estaba básicamente de rodillas porque eso pasase.- ¿Quién crees que soy?

Juanjo levantó las cejas, sonriendo y respondió,- Alguien que me está calentando.

Oh. Esa no se la esperaba.

Era verdad, había pasado toda la noche lanzándole miradas por encima de la copa, chupándose los dedos mientras lo escuchaba hablar y mandándole sonrisas desde el otro lado del reservado. Se le había olvidado lo directo que era este hombre.

- ¿Crees que te estoy calentando?- Subió la voz para que se escuchase sobre la música.

- Creo que lo estás intentando.

Tercera decisión que "Martin sobrio" nunca tomaría:

- Si meto la mano dentro de tus pantalones, ¿todavía dirías que solo lo estoy intentando?

Vio como Juanjo tragaba saliva.

- Bueno... Diria que ha sido un buen intento.

- Vamos al baño.- Juanjo sonrió, deslizando su mano hasta llegar a la del otro chico, enviando corrientes de energía por el cuerpo de este.

- Te sigo.

*

- ¿Y si entra alguien?- Juanjo negó con la cabeza. Puso el cerrojo de la puerta del baño del que salieron cuatro chicas, lo agarró por los muslos y lo subió a la superficie de mármol sin ningún esfuerzo.

- Quiero dejarlo todo claro,- Murmuro, desabrochándose el botón del pantalón.- No quiero llevar esto a nada más, no voy a llevarte a cenar a ningún sitio y no quiero mezclar las cosas.

Martin no supo qué decir. Cuando el chico se quitó la camiseta transparente pudo volver a ver la piel blanca y suave de sus clavículas, salpicada por pequeños lunares esparcidos por todo el torso del hombre.

- Vale, yo... Me parece bien.- Y muy en el fondo, Martin sabía que este tipo de cosas no eran lo suyo. Pero había bebido y tenía metido en la cabeza que era lo que quería en ese momento.- Solo busco que me folles.- Tiro de sus pantalones ya desabrochados para atraerlo hacia sí. Juanjo se acomodo entre sus piernas sin protestar, esbozando una leve sonrisa.

- Genial. Todo claro.- Se estiró para lanzarse a sus labios, besándolo con fuerza y rudeza; sus labios se sentían latir para cuando se separaron.

Pasó las yemas de los dedos por el pelo del más alto con delicadeza.- Me encanta tu pelo.- Susurro, hablando para si, pero Juanjo lo escucho y sonrió.

Juanjo desabrochó la camisa blanca de Martin, pero no se la quito; deslizó los dedos por su pecho, casi experimentalmente, y terminó el recorrido con el cierre de los pantalones. Tiró de ellos y los arrojó al suelo sin mirar siquiera donde caían. Los calzoncillos fueron los siguientes; Juanjo se mordió el labio inferior al acabar de bajárselos, observando a Martin, quien se removió un poco, incómodo por su mirada.

- ¿Qué pasa?- Pregunto en voz baja, intentando no sonar avergonzado o inseguro. Pero el sacudió la cabeza.

- Nada.- Se inclinó y lo mordió en el hombro con delicadeza, provocando un leve sonido de sorpresa cuando Juanjo decidió hundir el rostro en su clavícula.- Sabes bien.

Martin asintió sin sentido, dejando escapar una risa leve. Se le hacía raro estar allí sentado, sobre la helada superficie del baño, con el hombre al que él nombró como "el mejor polvo de su vida" entre sus piernas, acariciándole los hombros en una intimidad que en realidad no existía, y la espesa y pesada sensación de que aquello acabaría siendo un error flotando entre ellos.

- ¿Necesitas preparación?- Martin negó con la cabeza, aunque sabía que era casi imposible que no le doliese a muerte meterse el pene de ese hombre sin preparación, porque estaba borracho, tenía prisa por follar y quería demostrar algo. No sabía el qué, pero algo.

Juanjo no se hizo de rogar; se bajó la ropa interior lo justo para liberar su erección. Martin cerró los dedos alrededor sin dudarlo, tragando saliva inconscientemente, y él bajó la cabeza para observar sus movimientos. Martin le arrancó el condón de la mano con eficacia, resultado de su impaciencia.

- Yo te lo pongo.- Mascullo, abriéndolo con los dientes.- Vamos. Antes de que entre alguien.

Su respiración se cortó cuando empezó a empujar dentro de él. Quemaba, profunda y dolorosamente; dio un respingo y sus nudillos se volvieron blancos. No otra vez, por favor.

- Para, para.- Martin se tapó los ojos con la mano libre, avergonzado. El obedeció, confuso.

- ¿...Estás bien?

Le costaba respirar.

- Eres,- Paro para respirar, con la mandíbula apretada.- Eres enorme.

Él se inclinó para presionar sus labios contra su mejilla; su respiración profunda le bajó por la piel del pecho, cálida y húmeda.

- Madre mía, eres diminuto. Te voy a destrozar.- Le oyó mascullar y Martin rio sin aliento.

Empezaba a ganar confianza a medida que el dolor se disipaba despacio ante lo que probablemente era el mayor placer que había sentido en su vida. Este hombre iba a ser su perdición. Juanjo era grande, grueso y palpitante en su interior, esperando poder moverse.

- Avísame.- Susurro el, contenido, con la mandíbula apretada. Martin se desquitó apretando los dedos en su pelo, tirando.

Tardó casi un minuto en rendirse. No necesitaba caminar bien al día siguiente, razono con mordacidad. Lo que necesitaba era a Juanjo moviéndose dentro de él.

- Muévete, Juanjo. A ver si tú sabes hacer algo más que calentar.

Juanjo apretó la mandíbula. Deslizó las manos por sus muslos y los levantó para envolverse en sus piernas. Martin cruzó los tobillos tras sus caderas.

A la primera embestida, los dos emitieron dos bajos sonidos guturales que sonaros casi idénticos. A la segunda, Martin dejó caer la cabeza hasta apoyar la frente en la contraria, y se agarró a sus hombros. Se sentía morir de placer. A la tercera, lo escuchó soltar una palabrota en voz baja, y sus manos fallaron un poco donde le sujetaban los muslos.

- Dios, te sientes genial, bebe.- Juanjo susurro con la voz ronca. Martin se sentía desfallecer, nunca había estado con un hombre que se sintiese como Juanjo.

Sentía ese ardor constante por la falta de preparación, pero la polla de Juanjo empujando con fuerza, acariciándole por dentro le ayudaba a olvidarlo, convirtiéndolo en un detalle mínimo. Diminutas perlas de sudor empezaban a formarse en su frente, y tenía las pupilas tan dilatadas que apenas podía distinguir sus iris.

Juanjo se movió, haciéndole a Martin imposible alejarse del espejo en el que su espalda estaba apoyada. Lo notaba tan adentro que le costaba respirar, y así era como le gustaría morir. Intentó rodear las caderas del otro chico con sus piernas, pero no las sentía. Juanjo pareció darse cuenta de sus intenciones, porque lo hizo él mismo, sosteniendo sus muslos con facilidad.

Se inclinó para besarlo, un caos de saliva y labios bruscos antes de agarrarse al cemento del lavabo con una mano para equilibrarse. Sintió como Juanjo mordió su labio inferior con fuerza, dejando una pequeña herida que sangraba.

El roce de la piel del pecho de Juanjo era eléctrico y adictivo; perdió el control de sus movimientos. Extendió las manos con avidez por sus hombros y clavó las uñas, ahogando un grito cuando Juanjo se movió en su interior un poco más rápido, y su estómago sintió unas cosquillitas.

Le ardían las entrañas con cada golpe. Juanjo atenazaba una mano en su cintura y se apoyaba en la otra para arremeter con brusquedad; todo su torso lo golpeaba contra el espejo que quedaba a su espalda. Gimió en voz alta. Sus manos resbalaron por sus hombros y se aferraron a su pecho, que se hinchaba bajo sus dedos con cada embestida.

Se le pusieron los ojos en blanco. Abrió la boca en un gemido silencioso, pero tardó varios segundos en poder articular una palabra inteligible. Juanjo tiró ligeramente de su pierna derecha para acomodarla mejor y rozó su próstata, y Martin formuló un grito y se perdió en un mar invisible, sin agua, pero que lo ahogó, lo cegó, lo dejó muy lejos de la orilla.

Ni siquiera tuvo tiempo de recuperarse cuando Juanjo volvió a golpear ese punto en su interior. Una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Sintió un cosquilleo en su tripa, un nudo que de repente se deshizo. Dejó de oír nada, la música de la discoteca opacada por las paredes de ese baño para personas discapacitadas desapareció, amortiguado por el pitido en sus oídos.

Lo envolvió como una ola, un escalofrío recorriendo todo su cuerpo. Tiró del pelo de Juanjo, apretó los dedos y envolvió sus piernas con más fuerza en la cadera de Juanjo.

Una respiración. Segunda respiración. Tercera respiración y volvió en sí mismo.

Ese orgasmo podía haber sido el más violento que había tenido jamás.

Sintió a Juanjo temblar entre sus brazos, gruñendo y mordiendo en su cuello. Le acarició el pelo y dejo que recuperase el aliento.

Se vistieron en silencio y cuando Martin creyó que Juanjo le iba a besar, se agachó y le susurro,- Igual de bien que la anterior vez.

Dejó un pequeño beso en su mejilla, que si no fuese por la sensación de humedad y la leve corriente de viento que la golpeaba se le hubiese hecho casi inexistente.

Y sí, el sexo había sido memorable, de nuevo uno de los mejores que Martin había tenido jamás. Sin embargo, lo que Martin recuerda de ese viernes es de la forma en la que Juanjo no volvió a hablarle, tocarle o siquiera dirigirle una mirada.

¿Quién lo haría?













¿Qué os ha parecido?

Siento haber tardado tanto!!!!! Os juro que mi intención era subir hoy varios, pero llevo escribiendo este desde ayer y por alguna razón se me ha hecho imposible terminarlo.

¿Tenéis alguna petición? Intentaré tenerlas en cuenta!!

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