Besos en Guerra ©

By dayzaccardi

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"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada... More

💋⚔️
ANTES DE LEER
⁰ Viento Negro
¹ Mushu
² El entrenador
³ Chat privado
⁴ Juego sucio
⁵ Yin Yang
⁶ El refugiado
⁷ Levántate, si puedes
⁸ Jugando con fuego
⁹ Tenemos un trato
¹⁰ Hola, ¿tú eres...?
¹¹ Apretados
¹² Vacío
¹³ Besame
¹⁴ Juguemos
¹⁵ Dibujos
¹⁶ Acurrucados
¹⁷ Ansiedad
¹⁸ Ultimátum
¹⁹ Las minas
²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)
²¹ Amigo
²² Sueños nublados
²³ Capitán
²⁴ Tú
²⁵ Quédate
²⁶ Mensaje
²⁷ Verdades a la luz
²⁸ Otro amor
²⁹ Quererte
³⁰ Contigo
³¹ Adiós
³² Sueños oscuros
³³ Fregadero
³⁴ ¿Quién es?
³⁵ Personaje secundario
³⁶ Cobarde
³⁷ Decisión
³⁸ Error del sistema
⁴⁰ Caos
FINAL 1/2
FINAL 2/2
EPÍLOGO
¿BEG EN FÍSICO?

³⁹ Auxilio

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By dayzaccardi

Blair

Estoy corriendo a toda velocidad por el árido desierto, siento el dolor punzante en mi vientre herido que me recuerda al ejército. A Zayn, en particular. Rezo porque esté bien en mi mente. Quiero gritar. Desahogarme. Pero si no dejo de avanzar, nunca encontraré un lugar seguro para curarme lo que sea que tenga en el vientre que me está haciendo jadear cada dos pasos.

Ahora, mi daga es la única cosa que me acompaña. Me he quedado sola. Ni Viento negro está conmigo. Absolutamente sola. Sin lugar. ¿Cuál es mi lugar? ¿Lo he encontrado? No. ¿O sí? No, claro que no. Yo no tengo lugar. Soy una idiota por creer que todo esto me estaba saliendo bien. Que había podido ayudar a mi padre, que sabía luchar bien, que había encontrado el amor, que lo tenía todo.

Saco la mano de mi vientre y bajo mi mirada hacia la faja. Está con una mancha roja que cada vez se hace más grande.

Ojalá solo sea superficial.

Como puedo, ajusto más mi faja a mi cuerpo. Cuanto más apretada esté, mejor. Así no correrá tanta sangre y no me moriré.

Suspiro pensando en Mushu, ¿por qué no está aquí cuidándome?

Joder.

Sigo avanzando.

¿Podrán vencer a los refugiados así de desconectados el uno con el otro?

A medida que me adentro en las zonas rocosas del desierto, me escondo entre ellas, sintiendo la mirada de alguien que me sigue de cerca. Eso es imposible, si alguien me estaría siguiendo lo hubiera notado minutos atrás, ¿o no? Bueno, quizá si no estuviera tan metida en mis pensamientos sí me hubiera dado cuenta. Maldición. Corro con todas mis fuerzas, con el corazón latiéndome en el pecho, tratando de alejarme de esa presencia que me acecha.

Apoyo mi espalda sobre una piedra y me obligo a mantener el aire dentro.

Una sombra se cierne sobre mí y siento el frío miedo recorriendo mi espina dorsal. Me escabullo a otra piedra mientras acelero el paso, pero la sombra persiste, persiguiéndome incansablemente. Entonces, en medio de la nada, veo la espalda de un hombre y sin dudarlo lo apunto con mi daga justo en la parte trasera de su cuello, lista para defenderme aunque una de mis manos siga en mi abdomen.

—¿Quién eres y por qué carajos me persigues?

—Hola —su voz. Su voz está aquí devuelta.

No estoy sola.

Él se da la vuelta levantando las manos, inocentón.

No estoy sola porque Gafitas está aquí.

—¡Amigo! —chillo como loca y lo abrazo fuertísimo hasta que él se aparta.

—Daño —arruga sus cejas y mira mi panza, angustiado—. ¡Daño!

—Sí, me han lastimado, pero no es nada, tranquilo, he conseguido escapar y eso es lo que importa —lo tranquilizo—. Y tengo mi daga, así que estamos a salvo —Le muestro el filo, orgullosa.

—Daga —saborea la palabra y se corre un rulo castaño adherido a su frente con sudor a un lado.

El pobre habrá tenido que correr horrores para alcanzarme.

—¿Acaso tú no me tienes rechazo por ser mujer?

—Ser lo mismo.

Sonrío y me pongo a lo importante.

—¿Cómo está Zayn? —inquiero sin pensarlo dos veces y me retracto—: ¿Cómo están todos?

—Peligro —su mirada luce profunda, tajante—. Muertos.

La imagen de Zayn dejando de respirar pasa por mi mente. Veo a los soldados rodeados de sangre, heridos. Pipa sin aliento y Mushu corriendo rápido.

Parpadeo borrando el pensamiento.

—¿Cómo que muertos? —titubeo intentando evitar que salgan lágrimas de mis ojos—. Como puede ser si ellos estaban siguiendo tus pistas para ir más rápido y...

—Confundieron —espeta—. No entenderme y estar.... ¡perdidos! ¡Muertos!

Yo sabía que él no se refería a la entrada de las minas. Lo sabía.

—No, no pueden estar muertos —hablo más para mí misma que para él.

Sin decir nada, saca algo de su bolsillo y me muestra un nuevo  dibujo, una extraña predicción que me deja perpleja. En él se ve un grupo de personas en peligro y una chica con pelo azul, con una determinación feroz en los ojos, cerca de una puerta al lado de un chico rubio mamarracheado.

Si esa chica soy yo y ese chico es Zayn, ¿por qué él está todo tachado?

—Oye, no entiendo qué me quieres decir con eso, intento analizarlo pero... no, no entiendo. Explícate.

Pone los ojos en blanco y vuelve a señalar el dibujo. Bueno, más bien la puerta. La cerradura de la puerta.

—Tú. Él. Apagar.

—¿Apagar? ¿Qué vamos a apagar?

Y como si le costara horrores expresarse más, dice:

—Energía.

Mi mente hace clic.

—Es un centro de energía, Blair —baja la voz—. Un lugar donde la tecnología y el conocimiento han sido ocultados durante siglos. Es como si fuera el corazón de Siria, y solo unos pocos privilegiados tienen acceso a él.

—El centro de energía —lo decifro—. La puerta que siempre dibujaste. Ese lugar bajo la tierra rodeado de treperas. Ese lugar nunca fueron las minas. Era el centro de energía.

Los ojos de Gafitas se iluminan y alumbran mi camino hacia la verdad.

—Tú y —se traba. Su batería social parece disminiur. Está sudado como si fuera un refugiado con fallas— rubio. Abrir. Para. Desconectar —Señala el collar de mi cuello que, por primera vez, está al exterior por culpa de que me quitaron mi equipo a los golpes.

Me quedo sin aliento, asimilando sus palabras.

Tengo que buscar a Zayn.

Zayn

Me debes la vida, rubito —oigo la voz de Pipa a mi espalda.

Sé que mi cuerpo se encuentra en el suelo. Oigo disparos. Golpes. Ruidos. Pasos de refugiados en el fondo. Y, por un segundo, no recuerdo nada de lo que ha pasado hasta que vuelvo a abrir los ojos: minas. Minas me rodean. Estamos en el medio de la guerra. Sobresaltado, me pego a una pared y busco mi arma. No la tengo encima. Me hierve la sangre. Estoy furioso, pero sin embargo, lo primero que pregunto al ver que Mushu también está aquí es:

—¿Dónde está Blair?

No responde ninguno de los dos.

—Al fin abriste los ojos, arriba que te necesitamos —me apura él—. Ten tu arma y mueve el culo —dictamina Mushu dándome la mano para levantarme dentro de toda la oscuridad.

—¿Dónde está Blair? —repito insistente al recibir mi arma—. ¡¿Dónde carajos está Bla...?! —Pipa me tapa la boca.

Mushu niega con la cabeza, tenso y aquello me atormenta aún más. Quiero buscarla.

—No grites, imbécil —a Mushu aquel insulto le sale del alma—. No estás en un recital. Estamos en plena guerra, escondidos porque no puedes luchar inconsciente y no te pensábamos dejar tirado como tus amiguitos.

Miro a los dados buscando a la de pelo azul, desesperado. Enredo mis manos por encima de mi cabello, desármandome la coleta.

—Díganme que está bien, por favor
—suplico teniendo en mi venas sangre corriendo a mucha velocidad—. Díganme que ha podido irse sin que...

—Se ha marchado —susurra Mushu mirándome confidente— y no tenemos más rastros de ella, pero estará bien. Ella siempre está... bien.

Arrugo el gesto.

—No lo sabes —escupo—. No lo sabemos, joder. No lo sabemos.

—Oye, Zayn, no es por nada pero tenemos que irnos de aquí. Hay una manada de refugiados que vienen hacia... —habla Pipa asomándose por un hueco al exterior junto a su enorme arma.

—Iré a buscarla —Me pongo de pie y parece mágico como de la nada no me duele ninguna herida de las veinte que tengo.

—No, macho. Estás loco o qué te picó. Te matarán si vas solo, acabas de salir de estado de inconsciencia.

—Ustedes vendrán conmigo.

Los dos helados.

Hasta que Pipa habla cortándome el rollo:

—Zayn, la entrada de la que hablabas en la misión no era ninguna entrada para marcar la diferencia. Nos metimos en el puto infierno, ¿sí? Haz decifrado todo como el culo. Entonces, hay que huir. Hay que huir todos de aquí y salvar a los que nos quedan o sino...

—¡Tú cállate! —zanjo dándome la vuelta y tomándolo del cuello— ¡Cállate, cállate!

Mushu me detiene, confundido.

—¡Zayn, para ya! —grita Mushu en un susurro— ¡Sé que la quieres pero...!

Niego.

—¡Yo no la quiero! ¡La amo, maldita sea!
—Apreto más el cuello del flacucho.

—Me estás ahogando —murmura el flacucho como puede.

Lo suelto, furioso.

—Y si nadie quiere ir a buscarla iré solo aunque me maten o me quiten el puesto por el que tanto luché estos años.

Hago como que avanzo hacia la salida y alguien me frena.

—No sé que carajos te pasa conmigo, pero si quieres decirmelo, prefiero que sea ahora y no en mi tumba —Es Pipa.

Tengo que dejar el enojo y la frustración a pesar de todo lo que vengo reservándome para mí mismo desde el comienzo. Tengo que sacarme la duda. La duda. Esa maldita duda. Descubrir la verdad aunque duela.

—¿Tú me alejaste de Lidia el día del incendio porque creíste que estaba muerta cuando no lo estaba?

—No sé de qué me estás hablando.

—¿Qué dices?

—Yo nunca logré entrar al cuarto en donde te encontraron, Zayn. Grité, pero eran puras llamas, me fue imposible llegar a ti. Luego de un rato, cuando ya estabas casi sin consciencia por el humo, los soldados te sacaron.

En otro universo no le creería, pero ahora, con esto, todo encaja.

Tú no ibas armado.

Ella me había dado el arma para ese día.

No me gusta el café.

Siempre bebía eso por las mañanas.

Alguien te alejó de mí y me quedé viendo como te desvanecías en el humo. Te perdí entre el fuego.

Ella no respiraba cuando la fui a buscar.

"Lo que más me gustaban eran las noches de pasión"

Nunca había follado con ella porque no estaba lista y la respeté siempre.

Ella no es ella.

Lidia no es Lidia.

Y lo supe.

Lo supe desde el comienzo, pero tenía que asegurarlo porque mi jodida ilusión de niño pequeño fantaseaba con que ella siguiera aquí. Siempre lo tuve en mis narices, pero nunca fui capaz de enfrentarla. Sentí que era muy peligrosa. Debía proteger a los mios. Debía protegerla a ella. ¿Y si Lidia era una espía del otro bando y se daba cuenta de que yo la había descubierto y mataba a todos? Eso claramente no estaba en mis planes, no lo podía permitir.

Por suerte, al menos ante la duda fui astuto y cuidé cada detalle para demostrárselo a Blair. No podría soportar que no me crea luego de sufrir tanto. Y tengo pruebas para mostrar que nunca dudé de mi amor hacia ella. Lo tengo todo. Tengo cada maldito detalle.

—Las herramientas de mecánica avanzada, su aparición cerca de la guerra, la tecnología que nos han robado, su cuerpo intacto, la mujer que Gafitas dibujaba, lo inhumano que actuaba él...

—Zayn, ¿qué carajos te pasa? El golpe te ha dejado cucú o qué.

—Nunca íbamos a poder con ellos porque ellos no son como nosotros —pienso en voz alta—. Son robots. Los refugiados son robots hechos con los cuerpos que quedaron tirados en las guerras y nuestra tecnología. Y Lidia ahora es es... ella ahora es...

Una mano con fuerza inhumana se mete por el hueco de la mina que da a nuestra pequeña cueva y me tira del cuello, arrastrándome para atrás, fuerte.

Blair

Luego de caminar por media hora, hemos llegado. Sin heridas curadas ni descansos, pero hemos llegado.

—¿Cómo sabes que es aquí? —Mi voz hace eco en lo que parece ser un túnel con una escalera ubicado en el medio de la nada— ¿Y cómo sabes que él sabrá que estaremos esperándolo ahí?

Miro a Gafitas y él se toca el corazón con las dos manos, señalando que es por... ¿intuición? ¿Conexión con los refugiados? No lo sé. En estas instancias solo queda arriesgar.

Comienzo a bajar las escaleras. Él viene a mis espaldas como un perrito con correa.

Todas mis alarmas se encienden y un escalofrío recorre mi cuerpo mientras una sensación de terror se apodera de mí.

A medida que avanzo por el túnel, puedo sentir la presencia de seres oscuros y malignos a mi alrededor. Susurros inquietantes y risas macabras resuenan en mis oídos, haciéndome temblar de miedo.

Mis pasos se vuelven más lentos y mis sentidos se agudizan, tratando de distinguir qué se esconde en las sombras del tunel de arena y piedras. Sin embargo, todas las presencias parecen fundirse en una oscuridad densa e inquietante que me rodea por completo. De fondo, solo se oyen pasos que nunca llegan hacia donde estamos.

Como si el resto estuviera exactamente encima nuestro.

Siento que la opresión del lugar me está consumiendo, haciéndome cuestionar si podré salir con vida de este túnel maldito. Pero una pequeña voz en mi interior me anima a seguir adelante, a enfrentar mis miedos y a no dejarme vencer por las feas presencias que acechan en la oscuridad.

¿Serán las almas de los refugiados muertos?

Basta, Blair. No hay tiempo para estupideces.

Continúo avanzando por el túnel, esperando encontrar una salida que me lleve lejos de este lugar aterrador. Y aunque el temor sigue presente, sé que debo mantener la esperanza y la fuerza para superar cualquier obstáculo que se cruce en mi camino hasta que...

Hay dos caminos.

—¿Por donde debo seguir? —le pregunto, temerosa.

—Izquierda.

—Vale. Gracias, guapo.

Casi puedo ver cómo se sonroja.

Sigo avanzando por el túnel corriendo como si fuera inmortal. Todo parece ir relativamente bien. Demasiado para ser real y teniendo en cuenta que estamos pisando terreno peligroso.

Pero como es de esperar, se ha terminado nuestra paz porque de la nada, Gafitas me comienza a gritar balbuceos inentendibles y, no sé cómo, lo entiendo. Vienen hacia aquí. Eso es lo que dice.

Saco la daga, lista para la batalla. Recuerdo las técnicas de combate que Zayn me enseñó y las pongo en práctica mientras los refugiados se acercan.

Son uno...

Dos...

¿Tres?

No veo más.

Tres. Son tres.

Gafitas se esconde en mi espalda y, mientras guardo aire, tomo coraje.

Uno se abalanza hacia mí, desacato, enseñándome los dientes, pero lo esquivo con un giro ágil y le clavo la daga en el costado. Gruñe en el piso. Otro intenta golpearme, pero con un rápido movimiento de brazo lo derribo y lo inmovilizo en el suelo. Estoy sudando y respirando agitadamente, pero no puedo detenerme, hay que seguir el viaje.

—Sorprendente —suelta cuando me doy vuelta y lo miro con la daga ensangrentada en mis manos.

Sonrío, seductora.

—¿Sientes que vengan más?

Niega.

Y decido seguir el camino ahora aún más apresurada.

Tenemos que llegar a ellos.

El túnel se extiende frente a nosotros, oscuro y ominoso, como una boca gigante que amenaza con comernos. Yo solo me mantengo siguiendo a Gafitas hasta que nuestro bonito camino recto se vuelve a dividir.

—¿Y ahora? ¿A cuál?

—Derecha.

—Vale, allí vamos —Hay algo intenso sucediendo encima nuestro. Está crujiendo algo en nuestras cabezas. Maldición. Un estruendo ensordecedor hace eco a nuestro alrededor. El suelo comienza a temblar bajo nuestros pies y el techo del túnel tiembla peligrosamente. Miramos hacia arriba con horror mientras los escombros comienzan a caer, bloqueando el camino que estamos por tomar—. Okey. Algo me dice que por allí no vamos.

—¡Izquierda, izquierda! —grita sobre el estruendo del derrumbe.

Piedras y arena caen al frente nuestro, casi aplastándome.

Se me frunce el culo.

Asiento frenéticamente y juntos corremos hacia el otro hueco, buscando desesperadamente una salida antes de que sea demasiado tarde. Pero el túnel se retuerce y se bifurca en todas direcciones, confundiéndonos y atrapándonos en su laberinto de piedra.

Todo parece ir mal.

Terriblemente mal.

¿Pero qué puede ser peor de estar en un túnel en medio de un derrumbe?

Que la guerra que está arriba baje hacia donde estás, ja.

JO

DER.

De repente, en medio de nuestra corrida nuestro "techo" se cae a nuestros pies. Pero no solo cae el techo, sino que también los refugiados, los lindos refugiados que lo utilizaban como soporte caen con él. Los siento. Los siento venir. Avanzar hacia nosotros con hambre. Nos quieren asesinar. Sus siluetas ominosas iluminadas por la luz débil que se filtra a través de las grietas en el techo del túnel comienzan a avanzar y ya no tenemos escapatoria.

—Muchos. No. No. Muchos.

La voz de Gafitas me entra por un oído y me sale por el otro. Como no me mueva nos descuartizarán. Tienen treperas y eso significa veneno. Y a mí no me gusta el veneno.

—Prefiero morir epicamente —confieso susurrándole antes de que los otros vengan a por nosotros— no porque me hayan flechado con una flecha con veneno en el culo. Me niego.

—No poder —me dictamina con miedo— Tú. Sola.

—Mis cojones inexistentes. Tú sígueme, guapetón —bromeo para no ponerme a llorar. No sé si puedo. Es probable que me maten antes de matar yo sola a los veinte que se me están acercando, pero que no cunda el pánico, ¿no?

Eso decía mi papá.

Blair, no es momento para pensar en papá.

La guerra ha comenzado.

Vienen hacia nosotros.

—Tú quédate en la oscuridad de esta piedra y si las cosas empeoran sígueme el rollo y no preguntes —digo cuando lo veo a Gafitas temblar detrás de mi espalda.

Me concentro en ellos.

Son todos refugiados hombres. Lucen desarreglados, heridos y hasta incluso más veloces que de costumbre. Al ver que ya me están apuntando con sus arcos, mis sentidos se agudizan. Sus miradas llenas de malicia y violencia chocan con mi mirada audaz. El olor a veneno es apestoso. Me arde la punta de la nariz, pero el hecho de estornudar pasa a ser segundo plano cuando veo que un canoso ya me quiere disparar una flecha.

Alzo las manos.

—Que maleducado, canosín. Antes que nada, mínimo unas buenas tardes, ¿no?

Parece que no entienden lo que digo porque se han quedado quietos, como si esperaran mi estado de shock en vez de un saludo cordial.

Actúo por instinto y sin darle tiempo a reaccionar, aprovecho el desconcierto para lanzarme hacia adelante con cero cuidado, mi daga en mano.

Una flecha silba a mi lado, rozando mi mejilla con un susurro mortal. Pienso con rapidez, mi cuerpo se mueve instintivamente, esquivando las flechas con movimientos ágiles y precisos. Pero en medio de la refriega, cometo un error. Un paso en falso me deja vulnerable, y una flecha encuentra su blanco en mi hombro. El dolor es punzante, pero lo ignoro, enfocada en la batalla que se despliega ante mí.

—¡Joder, canosín! Si quieres hacerlo justo diles a tus amigos que suelten la trepera —reprocho al tomarme el hombro, enojada.

Como odio las desventajas.

Y su veneno.

Aunque es solo un poco.

Y no ha sido en el culo.

Menudo avance.

Mis manos empuñan mi arma con fuerza, mientras enfrento a mis adversarios con ferocidad. Cada golpe, cada movimiento, parece ser mortal. Todo eso que Zayn me dijo: nunca hagas, es lo que estoy haciendo. Y me está salvando. Aunque se encuentra el pequeño detalle: me juego la vida en cada instante porque son muchos. Pero incluso en medio del caos, sé lo que hago. He entrenado para esto, he luchado por esto, y no me rendiré fácilmente.

Y menos con hombres inservibles.

Sin embargo, la fortuna no siempre está de mi lado. Otro error, otro descuido, y me encuentro rodeada, superada en número y fuerza. Mi daga se clava en varios cuerpos mientras me desplazo veloz pero, a pesar de eso, mis fuerzas flaquean, mi visión se nubla, y sé que esta batalla ha llegado a su fin cuando el poco veneno que me ingresó en el cuerpo hace efecto. Caigo de rodillas, agotada y herida. Quiero levantarme, pero las náuseas que el veneno provoca en mí me lo impide. Y que el maldito canoso me esté por estampar el filo de su arco en mi cabeza aún más.

Me tapo la cabeza, vulnerable, pero el golpe nunca llega porque con movimientos rápidos y precisos, Gafifas, sí, Gafitas, se lanza hacia los enemigos, golpeándolos con una fuerza inhumana y despiadada. Me quedo paralizada, incapaz de comprender la brutalidad de sus acciones.

Los hombres caen uno tras otro, sus cuerpos inertes y sin vida en el suelo del túnel. Gafitas sigue golpeándolos, sus movimientos cada vez más salvajes y descontrolados. Salta y patea el centro de sus cabezas con una ferocidad que me estremece hasta lo más profundo de mi ser. Hasta a mí me da miedo. Y a mí nada me da miedo.

No ha dejado a ninguno con vida.

Los ha matado a todos en una velocidad inexplicable.

Estoy en estado de shock, incapaz de procesar lo que acaba de suceder. Gafitas se acerca a mi cuerpo que sigue en el piso, sus ojos brillando con una mezcla de cansancio y desesperación. Aprovecho para tomar la flecha que quedó incrustada en mi hombro y retirarla de un tirón. Gimoteo por el dolor, pero lo olvido rápido al oírlo dirigiéndose a mí:

—¿Asustada? —dice, su voz temblorosa con remordimiento—. Perdón.

Lo miro, todavía aturdida por la violencia que acabo de presenciar. Creo que soy incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar mi confusión y horror.

—No, qué va —le miento—. Me has salvado la puta vida. No sé cómo lo has hecho... pero lo hiciste. Y es... es lo que importa. Gracias, de verdad.

Gafitas baja la mirada, su rostro expresando una tristeza que me parte el corazón.

Se señala a sí mismo.

—Proteger a —responde, su voz apenas un susurro en la oscuridad del túnel— buenos.

Asiento dándole a entender que comprendo a lo que va hasta que nos quedamos en silencio, rodeados por el eco de nuestros propios pensamientos. Aunque hemos sobrevivido a este primer encuentro, el precio que hemos pagado es alto. Ya cuento con dos heridas para todo lo que falta. Y nos hemos quedado sin el camino rápido. No puedo evitar preguntarme qué más nos espera.

—¿Hay alguien ahí? —Una voz masculina se oye desde arriba del túnel. Por el eco no logro reconocerla pero estoy segura que la he oído antes. Me gustaría responder aunque sea peligroso por si son los chicos, pero mi boca lo único que termina largando es vómito.

—Asco —escupe Gafitas.







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