Emails I can't send | Max Ver...

By walxleclerc

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Addeline es una joven inquieta y con un alma insaciable, pero tiene un pasado trágico que no la deja seguir a... More

-author's note.
-emails i can't send.
-love at first kiss.
-I kissed a fucking driver.
-inside the waves.
-deep conversation.
-serendipity.
-nightmares of the past.
-under the lights of Degrees.
-the first email.
-under the stars.
-facing fears.
-campfire and friends.
-memories in a photobooth.
-a great love.
-email II.
-come with me.
-uncertain paths.
-please, Addeline.
-race at home.

-night adventures.

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By walxleclerc

El bullicio del bar se desvanece a nuestro alrededor mientras Max y yo nos sumergimos en nuestra propia esfera de intimidad.

Nuestras manos se buscan instintivamente entrelazándose con delicadeza, mientras nos movemos junto a la música,

Los ojos de Max brillan con una intensidad que me deja sin aliento, y sé que los míos deben reflejar la misma emoción.

Sin decir una palabra, él se inclina hacia mí, sus labios encontrando los míos en un beso lleno de entusiasmo. Nuestros corazones laten al unísono, como si estuvieran sincronizados por el ritmo frenético de la música que nos rodea.

Sus manos recorren mi espalda con ternura, enviando escalofríos por toda mi piel.

Me siento más viva que nunca, más conectada a él.

Cierro los ojos, dejándome llevar por la ola de emociones que amenaza con arrastrarnos a ambos. Cada caricia, cada roce, es tan eléctrico y emocionante.

Nos separamos lentamente, nuestras miradas aún unidas en un silencioso entendimiento.

Con una sonrisa suave, Max se acerca para susurrarme al oído.

—¿Lista para irnos de aquí?

Asiento con una sonrisa, sintiendo la emoción palpable en el aire mientras lo sigo, deslizándonos entre las mesas y hasta la salida del bar, nuestras manos unidas en un gesto de complicidad.

El aire fresco de la noche nos recibe con un suspiro reconfortante cuando salimos a la calle, envolviéndonos en una sensación de libertad y aventura.

La ciudad late a nuestro alrededor, vibrante y llena de vida incluso en las horas nocturnas.

Max me mira con una chispa traviesa en los ojos, su mano apretando ligeramente la mía.

—¿Qué te parece si damos un paseo antes de regresar al hotel?

Asiento emocionada, no quiero que la noche terminé tan rápido y la idea de perdernos por las calles de Esperence suena perfecta.

—Me encantaría —respondo con una sonrisa, dejando que mi mano se deslice un poco más en la suya mientras comenzamos a caminar juntos.

Las risas y los susurros llenan el aire en tanto caminamos por las calles adoquinadas, creando una burbuja de intimidad a nuestro alrededor.

Max me roba un beso apasionado contra una de las paredes de la calle, y por un momento, el mundo entero se desvanece a nuestro alrededor.

Solo somos él y yo besándonos en una calurosa noche de verano.

Y es perfecto.

Sin embargo, justo cuando estoy a punto de dejarme llevar por completo en el beso, un extraño ruido interrumpe nuestra conexión. Al principio, lo atribuyo al viento que juega entre los callejones oscuros, pero luego lo escucho de nuevo y suena como un suave quejido que viene de un rincón cercano.

Me detengo de golpe, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

Max me mira con una mezcla de sorpresa y deseo, sus labios aún cerca de los míos, y su mirada está llena de una determinación traviesa.

—¿Escuchaste eso? —pregunto entre risas, rompiendo el momento con una sonrisa apenada.

Él intenta continuar besándome, pero mis palabras lo detienen por un momento.

Se aparta ligeramente, una sonrisa juguetona bailando en sus labios.

—¿Escuchar qué? —pregunta, sus manos acariciando mi cintura con suavidad.

Me río ante su intento de distraerme y lo empujo ligeramente, mirándolo con más seriedad.

—El suave gemido que viene de allí. —señalo hacia el rincón oscuro donde parece que proviene el sonido.

Frunce el ceño por un momento, como si estuviera tratando de escucharlo, pero luego sonríe y me atrae hacia él nuevamente.

—No puedo decir que lo escuché, pero estoy seguro de que es mucho menos interesante que lo que estaba haciendo contigo. —esconde su cabeza en mi cuello. —¿Podemos seguir disfrutando de nuestro paseo?

Lo miro con diversión, dejando que su alegría contagiosa me envuelva una vez más.

—¡Max!

Él se aleja riendo y aleja sus manos de mi cuerpo.

—Tenia que intentarlo. —mira hacia el rincón que señale antes. —Veamos que es.

Dice, dirigiéndose hacia el lugar de donde viene el sonido.

Lo sigo con curiosidad y veo como sus ojos brillan con anticipación mientras nos adentramos en la oscuridad del callejón, dejando atrás nuestro momento.

Continuamos avanzando, dejando atrás la luz y el bullicio de la calle principal.

La oscuridad nos envuelve, pero no siento miedo, no con Max a mi lado. Su presencia me da una sensación de seguridad que me permite concentrarme en lo que sea que esté esperándonos al final.

El quejido se hace más audible a medida que nos acercamos. Max aprieta mi mano, transmitiéndome su apoyo silencioso. Cuando finalmente llegamos al origen del sonido, encontramos a un pequeño cachorro acurrucado en un rincón, temblando de frío y miedo.

Mi corazón se encoge al verlo en esa condición, y sin pensarlo dos veces, me acerco con cuidado. El cachorro nos mira con ojos suplicantes, como si estuviera pidiendo ayuda en este mundo oscuro y desconocido.

—Pobre pequeño. —murmuró, sintiendo una oleada de compasión.

Me agacho junto al cachorro, extendiendo una mano con cuidado para acariciar su cabeza.

Max se une a mí, su expresión llena de preocupación.

—Debe de estar perdido. ¿Qué hacemos, Addie?

Lo miro con determinación, mis ojos brillando con una luz decidida.

—Tenemos que llevarlo con nosotros, no puedo dejarlo aquí.

Max frunce el ceño, preocupado.

—Sabes que los perros no están permitidos en el hotel...

Mi corazón se hunde ante su respuesta, porque tampoco podía llevarlo a mi casa sin consultarlo antes con Camille y Oliver.

Pero no puedo dejar al cachorro atrás.

—Por favor, Max. Mira cómo nos mira. —el hombre suspira, su mirada suavizándose al ver al cachorro. —No podemos dejarlo aquí solo.

—Está bien, pero tendremos que llevarlo a escondidas y encontrar una solución para él mañana.

Salté sobre Max y le di un beso en la mejilla, antes de tomar al cachorro en mis brazos con cuidado.

El pequeño se acomodó contra mi pecho, buscando calor y consuelo en mis brazos.

A pesar de la situación inesperada, siento una calma reconfortante al tener a Max a mi lado, enfrentando este desafío juntos. Y así continuamos nuestro camino, con un nuevo acompañante en nuestra aventura nocturna.

Cuando finalmente llegamos al hotel, nos deslizamos por el vestíbulo con el cachorro escondido bajo mi abrigo. Mi corazón late con fuerza, temiendo ser descubiertos, pero la emoción del momento nos impulsa hacia adelante.

Max me mira con una sonrisa cómplice cuando llegamos a su habitación, y juntos nos aseguramos de que el cachorro esté cómodo antes de sentarnos en la cama, riendo suavemente ante la situación.

—Bueno, esto no estaba en nuestros planes para la noche. —bromea, pasando una mano por mi cabello con ternura.

—Definitivamente no, pero estoy feliz de haberlo encontrado. —respondo, acurrucándome contra él con una sonrisa.

Él asiente, mientras lo mira con cariño

—Tenemos que ponerle un nombre.

—Sí, definitivamente necesitamos encontrarle un nombre adecuado. —dice, acercándose a acariciar suavemente al cachorro. —Y bañarlo...

No puedo evitar reírme al ver como frunce la nariz.

—¿Qué te parece si lo llamamos Kai? propongo, con una mirada esperanzada en los ojos. -Significa mar en hawaiano...

Sus ojos se iluminan.

—Es perfecto, creo que es el nombre ideal. —afirma, antes de inclinarse para darle un suave beso en la cabeza.

Con Kai ahora oficialmente nombrado, nos dirigimos los tres al baño preparados para su primer baño.

Max llena la bañera con agua tibia, mientras yo busco el jabón y las toallas.

Kai, curioso, observa con interés cada movimiento que hacemos, pero aun se mantiene a una distancia prudencial, como si estuviera debatiendo si eramos buenas o malas personas.

Cuando finalmente lo sumergimos en el agua tibia, su cola comienza a moverse con alegría, y no puedo evitar reír ante su expresión de puro deleite.

Ya nos habíamos ganado su confianza.

Sin embargo, la diversión comienza cuando Max decide usar demasiado jabón y Kai provoca una tormenta de espuma.

—¡No, Max! —gritó, entre risas mientras el cachorro se sacude para sacarse la espuma y nos moja a ambos.

De repente, la habitación está llena de burbujas, y nosotros estamos completamente empapados.

Nos miramos el uno al otro, sin poder contener la risa mientras luchamos por mantener a Kai bajo control en medio del caos de espuma. El perro, por su parte, parece estar disfrutando cada momento de su primer baño, moviéndose frenéticamente entre las burbujas.

—Creo que nos emocionamos un poco con el jabón. —bromeo, tratando de apartar un mechón de cabello mojado de mi rostro.

Max se ríe, sus ojos brillando con diversión mientras intenta domar a Kai en medio de la espuma.

—Solo un poco. —responde, con una sonrisa radiante en el rostro.

Después de un buen rato de risas y juegos con Kai en la bañera, logramos controlar la situación y limpiar el exceso de espuma.

—Creo que Kai ha disfrutado su primer baño más de lo esperado. —comentó, secándome el pelo con una toalla.

Max asiente, con una sonrisa juguetona en el rostro mientras lo acaricia, quien ahora está calmado y cómodo en sus brazos.

—Definitivamente, ha sido una aventura inesperada, pero no cambiaría este momento por nada del mundo... —murmura lo suficiente alto como para que lo escuche.

Y no puedo evitar sentirme emociona al escucharlo.

Terminamos de secarnos y nos cambiamos de ropa, asegurándonos de que Kai esté abrigado y cómodo antes de sentarnos juntos en la cama.

La habitación está llena de un ambiente cálido y acogedor.

—¿Crees que ahora podamos continuar con nuestro asunto?

Max se acerca a mí con una mirada llena de cariño e intensidad, y antes de que pueda decir algo, sus labios encuentran los míos en un lujurioso beso. Me dejo llevar por el momento, permitiendo que me guíe hacia la cama mientras sus labios exploran los míos con entusiasmo.

Su mano se desliza por mi cintura hasta llegar a mi cadera y allí me aprieta más contra su cuerpo, provocando que un pequeño jadeo escape de mis labios, siento cómo mi corazón late con fuerza en mi pecho.

El beso de Max enciende una chispa de deseo en lo más profundo de mí, y mi cuerpo responde instintivamente a su toque.

La pasión entre nosotros se intensifica, dejando que el deseo nos consuma por completo.

Con dedos temblorosos y llenos de anticipación, desabrocho de forma lenta y torpe los botones de su camisa, sintiendo la calidez de su piel bajo mis manos. Cada botón liberado revela más de su torso musculoso, y mi corazón late con fuerza en mi pecho ante la visión que se despliega frente a mí.

Max me mira con ojos llenos de deseo, su aliento entrecortado por la emoción palpable en el aire.

Sus manos encuentran las mías, guiándolas con suavidad mientras juntos retiramos la prenda, dejando al descubierto su pecho.

Un susurro, que no logro entender por mi aturdimiento, escapa de sus labios cuando finalmente su camisa cae al suelo, y sus manos encuentran mi rostro con delicadeza, acariciando mi mejilla con ternura antes de inclinarse para sellar el momento con un beso.

Sus manos vuelven a recorrer mi cuerpo con una urgencia apasionada, mientras nuestros labios se encuentran una y otra vez en un baile frenético de deseo y anhelo.

Sin embargo, justo cuando Max decide que es hora de deshacerse de mi ropa, Kai decide intervenir una vez más, esta vez con una juguetona travesura que nos hace reír entre besos.

El cachorro empieza a jugar a nuestro alrededor, sacándonos las medias con sus dientes traviesos y mordisqueando nuestro cabello.

Nos reímos mientras tratamos de apartar a Kai con delicadeza, pero su determinación por ser el centro de atención es evidente.

Max y yo intercambiamos miradas apenadas, compartiendo una risa mientras intentamos recuperar el control de la situación.

—Parece que Kai tiene otros planes para esta noche. —bromeo, tratando de apartar suavemente al cachorro de mi cabello.

Max asiente, con una sonrisa divertida mientras intenta distraer a Kai. Pero el cachorro está decidido a mantenernos entretenidos, y su energía contagiosa hace imposible ignorarlo por mucho tiempo.

Al final, nos resignamos a que el momento de intimidad tendrá que esperar un poco más.

Nos recostamos en la cama juntos, riendo mientras Kai sigue jugueteando a nuestro alrededor.

Parece que su energía no se acaba nunca.

—No puedo creer que cada vez que intento hacer un movimiento contigo, algo o alguien nos interrumpe.

—Eso no es cierto... —murmuró, acomodandome en la cama.

El levanta su mano y empieza a enumerar.

—Nos ha interrumpido una jodida ola, nos ha interrumpido tu amiguito Oliver. —sigue, su tono con una pizca de fastidio. —Y ahora un perro...

Sonrió recordando todas esas veces en las que fuimos interrumpidos por alguna u otra razón.

—Es el destino, Maxie.

Max sonríe, sus ojos brillando con complicidad mientras acaricia el pelaje suave de Kai.

Le devuelvo la sonrisa mientras me acurruco a su lado, sintiendo el latido reconfortante de su corazón.

Nos quedamos allí, abrazados en medio de risas y juegos con el nuevo cachorro.

Entre los reconfortantes brazos de Max siento que el cansancio comienza a hacerse presente y un gran bostezo escapa de mis labios.

Max me mira con ternura, notando mi señal de cansancio.

Después de todo, había sido una larga noche.

—Buenas noches, mijn zonnetje.

En un gesto cariñoso, me da un beso suave en la frente y me susurra con dulzura.

Levanto la mirada hacia él con curiosidad.

—¿Qué significa? —pregunto, sintiendo intriga.

Sonríe, sus ojos brillando con ternura mientras acaricia mi mejilla.

—Mi rayo de sol, en holandés.

Una sensación cálida y reconfortante se apodera de mí al escuchar sus palabras, y mi corazón se llena de amor por él.

—Buenas noches, Maxie.

Nos quedamos allí, perdidos en el brillo del afecto compartido, antes de que finalmente el sueño nos reclame por completo.

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