↳ 🪈₊˚. ··· My Favorite Teach...

By _Vvvirus_

4.9K 416 410

Ouma Kokichi es un estudiante nuevo que toma un interés muy peculiar en el profesor de Música, el Sr. Saihara... More

↳ ੈ‧₊ ANTES DE LEER
↳ ੈ‧₊ ACTO 1
↳ ੈ‧₊ ACTO 2
↳ ੈ‧₊ ACTO 3
↳ ੈ‧₊ ACTO 4
↳ ੈ‧₊ ACTO 5
↳ ੈ‧₊ ACTO 6
↳ ੈ‧₊ ACTO 8
↳ ੈ‧₊ ACTO 9

↳ ੈ‧₊ ACTO 7

394 35 51
By _Vvvirus_

Una vez tuvo la suficiente fuerza de voluntad para despegarse del cálido enjambre que formaban, Saihara buscó dentro de los cajones de su mesita de noche un par de peculiares artículos.

Se trataba de una diadema con esponjosas orejitas de conejo y un tapón anal que simulaba la cola del mismo animal.

Cuidadosamente posicionó el accesorio de la cabeza sobre el cabello violeta del menor, sacándole una tierna risita y prosiguió con el plug, reteniendo así toda la semilla dentro de su cuerpo para que no pudiera escapar de ahí.

―Ahora sí eres mi conejito ―carcajeó el Sr. Saihara, obteniendo como respuesta un atrevido movimiento por parte del joven Ouma. Este abrió sus piernas obscenamente, exhibiéndose con una sonrisita a pesar de no haberse recuperado de su orgasmo―. No puedo esperar a devorarte~ ―farfulló el de mayor estatura, abalanzándose contra el cuello de su opuesto para llenarlo de mordidas.

Comenzó juguetonamente mordisqueando sus hombros y cuello, pero lentamente este curioso comportamiento evolucionó a ser algo mucho más salvaje. Shuichi mordía la pálida piel con fuerza hasta extraer sangre, el metálico sabor cubriendo sus papilas gustativas.

Si Kokichi pudiera explicarlo de forma sencilla, el Sr. Saihara era como un lobo, atacando su frágil piel con sus colmillos. Era increíblemente doloroso, haciéndole soltar alaridos de dolor que se mezclaban con el ligero rechinar de la cama ante sus bruscos intentos de escaparse del agarre.

Sin embargo, también existía dentro de él un hambre que se saciaba en presencia del dolor. Un placer derivado de su propia agonía, que encontraba felicidad en vez su cuello y clavículas llenos de chupetones y hematomas...

Era como si su profesor lo estuviera marcando, haciéndolo todo suyo. Le debilitaba las piernas de solo pensarlo.

Y el mayor parecía notarlo, pues de limitarse solamente a la zona de los hombros y debajo del mentón, pasó a expandir su tacto por donde quiera que le fuese posible morder. Sangre goteaba de su barbilla a pesar de no estar haciendo tanto daño como uno principalmente pensaría.

El muchacho petite, por el otro lado, parecía estar aprendiendo a disfrutar de la situación, ya que su cabeza comenzaba a dar vueltas y vueltas como juego de carnaval cada vez que los dientes ajenos se enterraban en su cuerpo y lo sometían a un ardor momentáneo.

Se sentía, tan, tan, tan bien... era imposible no gemir y jadear con el contacto tan violento que se le estaba brindando hasta el punto en el que tenía que morder su propio labio con la finalidad de no soltar un exceso de sus ruidillos de placer.

Anhelaba siempre más.

―Cómame, Sr. Saihara... devóreme ―chilló en lo bajo, sin pensar realmente en lo exagerada que era su petición. No pensaba en nada más que en el placer que sentía, la manera en la que se le debilitaban todas las extremidades―. Soy un conejito muy malo, me merezco todos sus castigos... soy todo suyo...

El profesor de música tomó la sugerencia con gusto, sonriendo maliciosamente antes de poner al chico sobre sus cuatro extremidades, despojarlo del cualquier objeto que fuese una barrera entre ellos y penetrarlo sin alguna otra advertencia. Su modo de actuar era brusco e inesperado, pero eso era lo que uno debía aceptar al acostarse con él.

No podía evitar ser tan cruel cuando las sensaciones eran tan gratificantes. La manera en la que su miembro entraba y salía del apretado ano de su estudiante era más allá de maravilloso.

Estaba un poco menos estrecho que de costumbre debido a que ya lo habían hecho recientemente, pero no sentía que carecía de ese elemento que hacía de Kokichi, Kokichi.

La penetración brusca pronto fue acompañada de golpes secos hacía sus glúteos, las ásperas palmas del músico colisionando una y otra vez contra la tersa piel. Era adorable ver como el blanco lienzo de su epidermis se pintaba de rosado y rojo con cada golpe, la concentración de sangre del área aumentando con el estímulo.

Ouma no encuentra la manera de seguir el paso, las estocadas siendo demasiado rápidas, profundas e intensas como para procesarlas. De igual manera, el dolor en sus glúteos era severo, tan grave que solo podía sentir incómodos hormigueos que amenazaban con consumir cada nervio de su cuerpo.

La piel, la suave piel que alguna vez fue blanquecina, ahora era roja como fresa; caliente como la luz del sol. Era demasiado, pero no sabía siquiera como comenzar a explicarle eso a su maestro.

Puesto que parecía que a Saihara le gustaba infligirlo. Se veía radiante, azotando con la palma de su mano los muslos ajenos como si no hubiese un fin a la crueldad dentro de su corazón.

Y solo por esa razón, por que al hombre de cabellera azulada parecía agradarle hacer eso, es que el pelimorado lo permitía. Le gustaba hacerlo feliz, lo que se traducía a agradarle esto también.

Sin embargo, el momento en el que tuvo la más mínima sensación de tener todo bajo control, su opuesto rodeó su pequeño cuello con sus manos... El alto Sr. Saihara y el petite joven Ouma eran casi como noche y día.

Comenzó a ahorcarlo sin piedad, el rostro del estudiante perdiendo toda pizca de color después de unos momentos. Primero se puso pálido del miedo y después, comenzó a tornarse azul de la pérdida de aire.

Cada respiro ardía, sus oídos silbaban con fuerza mientras su cuerpo era agredido una y otra vez por la grande hombría de su profesor, quien parecía no querer parar jamás. Era un hombre siempre en búsqueda de placer propio, en búsqueda de agonía ajena.

―¡Sr. Saihara! ¡Pare! ―chilló el joven Ouma en un hilo de voz dolida, el aire de sus pulmones siendo arrebatado de su cuerpo. Sentía como si fuese a morir, como si en cualquier momento la consciencia que a duras penas podía mantener fuese a esfumarse.

Era ciertamente un bonito pensamiento saber que podía morir bajo las manos de su profesor favorito, su amo; pero no era exactamente lo que sus instintos iban a permitir. Siguió aclamando su nombre entre chillidos ahogados, buscando una forma de escapar.

El aire se hacía cada vez menos... no importaba si respiraba por la boca o por la nariz, todo intento era en vano.

―Los conejitos no hablan, tontito ―soltó el mayor en un amenazante tono, parando con las estocadas, pero no para el bien del menor.

Pues, una vez su pene estuvo fuera del chico, el dolor no terminó. Shuichi se acercó a la zona de su posterior que estaba roja y llena de frescos hematomas, mordiendo la piel hasta que sangrara, como si quisiese devorarse al muchachito de los ojos amatista.

Como respuesta, el petite solo pudo patalear, gritando y llorando como si tratase de escapar del intenso agarre de su opuesto. Siendo él tan débil, era solo lógico saber que no pudo hacerlo.

Las sensaciones se vuelven demasiado para Kokichi, incluso superando el nivel de dolor que le gustaba sentir en una relación de naturaleza sexual. Era como si todos sus sentidos se activaran al mismo tiempo, fatigando su mente y su cuerpo.

P-por favor... pare, no puedo... ―jadeó el petite, recurriendo a suplicar y esperar que su opuesto tuviese al menos un poco de misericordia por él. Pateaba y se retorcía, intentando escapar del fuerte agarre de lo que comenzaba a creer que era de verdad un lobo depredador―. Duele...

Shuichi siguió mordiendo su tersa piel por varios minutos antes de finalmente romper el contacto, su rostro sobrio y babeante, con un delgado hilo de rojo elixir goteando de su mentón.

El estómago del menor dio un vuelco, sin embargo, esta vez no fue de anticipación, sino que de miedo.

Nunca había observado esa misma expresión en el rostro de su profesor, y podía admitir que era algo que le aterraba a muerte. A pesar de que el dolor se disipaba, el temor no lo hacía, lo que causaba temblores a su frágil cuerpo y la eventual caída de lágrimas.

Aquel hombre portaba un gesto enfermo, depravado, sádico y retorcido que demostraba la verdadera naturaleza del maestro de música... Y el joven Ouma tenía un mal presentimiento de eso, ¿acaso debía arrepentirse de todo lo que había hecho?

Toda la reflexión anterior, incorporando el hecho de que Shuichi lo tenía abrazado su cuello tan fuerte hasta el punto en el que parecía que buscaba exprimir su cuerpo, fue lo que llevó al pelimorado a buscar una solución más ingeniosa a pesar de la falta de oxigenación en su cerebro.

Si no podía escapar del agarre tan violento de este hombre, ¿qué tal si lo besaba para apaciguar su mente?

Quizá eso podría calmarlo... y así lo dejaría ir... ¿Cierto?

Comenzó a darle suaves besos en el rostro a pesar del miedo que sentía, del pavor que tenía de acercársele más al individuo tan intenso arriba de él.

Sus humectados, blanditos labios rosaban con la áspera bien trabajadora del rostro de Saihara una y otra vez, llenando de afecto la cara ajena. Desde la frente, hasta las mejillas y el mentón, hizo su mejor esfuerzo en amansarlo.

Era una estrategia tan absurda que era casi cómica, sin embargo, de alguna manera, su método funciona.

Los suaves, delicados y tiernos besos llevaron al profesor Saihara a un estado de relajación lo suficientemente profundo como para hacerlo caer dormido después de unos minutos, lo que era ciertamente conveniente para el jovencito de cabellera morada.

Ahora tenía que pensar en una manera de regresar a casa sin ser cuestionado...

Pero primero... se dejó respirar profundamente, como si fuese a atragantarse con el aire.

Le había mentido a su madre para quedarse en casa del docente, poniendo la típica excusa de que iría a estudiar a casa de un amigo y que se quedaría a dormir ahí. Todo parecía ir bien hasta que se percató de que las mordidas y los hematomas que tenía en todo el cuerpo no eran nada discretos. ¡No podía llegar a su hogar de esa manera!

Sin embargo, no desiste.

Buscó algo con lo que cubrirse y suspira en alivio el momento en el que ve la camisa de Saihara tirada en el piso. Aprovechó la oportunidad para ponérsela y caminar por la habitación, explorando así los entornos que antes no pudo apreciar.

Era una habitación mediana a su parecer, cubierta de pósteres de grupos musicales, marcas de instrumentos y músicos solistas, a la vez que instrumentos de diferentes tamaños en exhibición.

No había nada que particularmente llamara su atención, por lo que, con sigilosos pasitos, divagó por el resto de la casa. Recorrió la sala de estar, la cocina, los cuartos de invitados, la habitación de lavado y el recibidor antes de encontrarse con una recámara que llamó su atención.

El cuarto de música...

Su infantil curiosidad sacó lo peor de él, obligándole a tocar cada uno de los instrumentos que ahí se exhibían, sin excepción. Sostuvo una guitarra, sopló por la boquilla de un clarinete, sacudió una pandereta... ¡Incluso tenía un piano de cola!

Kokichi sabía que no podía ponerse mejor. Toda la casa era grande y lujosa, alimentando su deseo de conocimiento.

Y una vez se permitió inspeccionar los instrumentos, se percató de una puerta dentro de dicho cuarto, una puerta que no había visto antes al lado de los estantes de instrumentos de percusión.

Camina hasta allá y con su delicada mano abre la puerta, encontrándose tras ella una tenue luz roja que pintaba el cuarto en oscuridad. Era complicado divisar cualquier detalle, sin embargo, intentó lo más que pudo.

Y quedó boquiabierto ante las revelaciones que encontró.

Era algo similar a un... ¿Calabozo de tortura? ¿Un calabozo BDSM?

Era demasiado para él, pero muy dentro sabía que ese cuarto le pertenecía a su profesor, tenía que. Látigos, cuerdas, un colchón sin cobertores... todo iluminado por la leve luz rojiza creaba un ambiente que le generaba miedo...

Pero, nuevamente, su curiosidad lo tiene embriagado, por lo que entró a la habitación y pasó la yema de sus dedos por algunos de los objetos ahí demostrados. Sabía que no eran cosas con las que debía jugar, pero el deseo de conocer más y más era demasiado.

Era extraño pensar que al Sr. Saihara le gustaban este tipo de cosas tan oscuras, incluso si sabía que esto debía ser privado en primer lugar. Quizá debería regresar a la sala y ver TV, o quizá a la cocina a hacerle algo de desayunar a su maestro... algo menos intrusivo que esto.

Así que se dio la media vuelta, salió de la sospechosa recámara y se dedicó a regresar al pasillo, intentando calmar su incesante corazón. Para su desgracia, ya era demasiado tarde como para disimular.

Frente a él se posaron un par de ardientes ojos dorados, observándolo tan fijamente que el jovencito petite creía que le podría extraer el alma con una sola mirada.

―Veo que encontraste la habitación ―comentó el profesor, calmado y con una divertida sonrisa independientemente de su mirada tan siniestra. Ouma solo pudo asentir con la cabeza, temeroso de las consecuencias de sus acciones.

―Es lindo verlo por aquí...― sonrió nervioso el muchacho de la cabellera violeta, solo admirando como es que su opuesto se acercaba más y más a él, reaccionando a aquella acción mediante cortos pasos hacia atrás.

Hubo un punto en el que no pudo retroceder más, su espalda directamente contra la puerta de aquella misteriosa habitación, Shuichi acorralándolo con su alta y apuesta silueta... sin embargo, también generaba pavor, era simplemente muy intenso para él...

Acercándose a su rostro, el hombre de los ojos dorados suspira en el oído ajeno.

―Esperaba enseñarte ese cuarto cuando estuvieras listo... listo para aprender todas esas cosas...

―¡Yo... ¡Yo estoy listo, Sr. Saihara! ―Balbuceó el menor, sus mejillas ardiendo bajo el tacto tan familiar de su opuesto.

El de mayor altura solo pudo sonreír intensamente, observando a su estudiante directamente a los ojos ―Soy tu profesor en el arte del placer, Ouma-kun, te enseñaré todo ―susurró pícaro, acariciando el labio del menor con su pulgar.

Continue Reading

You'll Also Like

167K 4.4K 30
la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...
2.8K 368 10
Se supone que debía ir a la tienda por algo de leche, maldita sea. ¿Cómo terminé en éste embrollo? . . . --Um... Hola. Mi nombre es Hanagaki Takemich...
581K 91.5K 36
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...
2.3K 174 9
Siempre hay momentos en los cuáles tenemos pensamientos intrusivos, pero solo son esos simples pensamientos Los cuáles a veces crean escenarios, cuál...