𝑻𝒂𝒍𝒌 𝒕𝒐 𝑴𝒆 ꔫ [2Yeon]

By Jeonniemoon

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"Im Nayeon es una estudiante universitaria que pretende que odia las clases de filosofía, pero por supuesto q... More

Sinopsis
Prólogo
1: "Fingiendo"
2: "Excepción"
3: "Coincidir"
5: "Demostraciones"
6: "Pronto"

4: "Incomparable"

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By Jeonniemoon

Normalmente su actitud era sobria, calma, correcta y pulcra, pero todo se debía a su madre, quien había sido muy estricta en su método de crianza y eso se podía notar en sus manías y hábitos de disciplina.

Yoo Jeongyeon había estado acostumbrada seguir instrucciones de una exigente soldado de la armada desde que tenía conciencia, no sabía quién diablos era su padre y realmente agradecía que su madre le hubiera enseñado a vivir sin él, pero estaba segura que su ausencia había repercutido en ella de algún modo que no sabía reconocer aún.

Había sido hija única, por lo que no habían más individuos con los cuales su madre pudiera indagar nuevos métodos de crianza, aunque sabía muy bien que ella no los buscaba en lo absoluto, lo que funcionaba bien era bueno y suficiente para la reconocida soldado Yoo.

Jeongyeon siendo una niña, había estudiado toda su vida en una escuela para señoritas. Nadie podía juzgarla por salir al mundo para conocer e indagar sobre su vida sexual, porque la masturbación había sido un secreto oculto e inconcevible, así como sus experiencias por pura curiosidad.

Llegada a la universidad, eligió su carrera porque deseaba entender a la mente humana, y aunque su madre no había esperado que ella tomara un camino similar al de una educadora, al menos había tenido la delicadeza de decirle que estaba orgullosa de ella antes de morir.

Al principio había creído que aquel estúpido juego de resistencia con Park tendría buenos resultados, ¿Qué otra oportunidad mejor tendría en su vida a esas alturas? Ya pasaba de los treintas y solo tenía una alarmante sensación de vacío cuando se hallaba sola en su antiguo apartamento, cuando él le ofreció ese tonto acuerdo. Estaba acostumbrada a estar sola practicamente desde que tuvo conciencia, sabía que la distancia en la que se había hecho ese acuerdo no podía afectarle, o eso había querido creer, hasta que desarrolló ese estúpido sentimiento por él que se negaba a creer que era amor.

¿Qué clase de hombre podría resistirse a las miradas y muestras de interés de una mujer? Efectivamente debía preguntarle a Jimin, porque realmente seguía sin entender su actitud.

Le había tomado mucho tiempo y muchas malas experiencias toparse con la fórmula efectiva con la que erupcionaría todo su cuerpo, porque siquiera ese estúpido novio que tuvo en sus primeros años de universidad, le había provocado la hirviente y húmeda sensación que estaba sintiendo en la sola compañía de Im Nayeon.

Había aprendido de su madre que siempre era mejor admitir las derrotas, su madre había sido una necia y por eso el cáncer se la llevó, pero ella no sería así, no, ella quería ser una triunfadora en todos los sentidos y lo admitiría: estaba completamente loca con la idea de recorrer a su alumna por completo.

A simple vista no se entendía el cometido de ese juego de dos.

La profesora había seguido a su joven alumna por el camino que las dirigía al departamento de esta última, pero era la mayor quien había sido la dueña de la iniciativa en toda la noche y eso significaba confusión, duda, expectativa ocupando el ambiente.

¿Quién dominaba el juego? ¿Era Jeongyeon? ¿Era Nayeon? ¿Acaso ambas podían jugar?

Nayeon habría muerto creyendo que se traía todo entre manos pues, en su mente había planificado que haría cuando tuviera a ese precioso cuerpo, una vez estuviera entre el suyo y las finas sábanas de su cama, toda para ella, sola para ella. Cuando la halagaba tanto que parecía que siquiera ella podía soportar la tensión que las encubría, no estaba esperado que algo entre ellas hubiera funcionado realmente. Tu exigente profesora de filosofía unos muchos años mayor, casada y condenadamente guapa no te sigue a tu apartamento cual caperucita roja en el bosque, para dejarse comer así como así ¿O no?

Quizás debió sospecharlo.

El sendero las dirigía por el deseo que compartían en unánime sintonía, era un debate entre la experiencia y la madurez que no tenía respuesta inmediata, ¿Sería un dueto? ¿Sería un duelo? ¿Un problema, tal vez?

La respuesta les asombrará, o quizás no como a Nayeon, porque ella realmente no lo esperaba cuando ingresaban en su apartamento, ni cuando se quitaban los zapatos en el umbral mientras pensaba que era más adecuado decir, siendo la primera vez que se quedaba sin palabras junto a esa mujer, ni cuando detalló de reojo como ella se deshacía de su abrigo color manteca y descubría su pecho de ese modo que pretendía ser inconsciente, ¿Lo fue? ¿O era consciente de lo que le hacía con sus acciones? Se preguntó la castaña al perder los ojos en donde no debía, una vez más.

Diablos, siquiera había bebido demasiado para echarle la culpa al alcohol, lo que le hacía sentir era tan neto que podría avergonzarse de sí misma por estar tan hormonal, pero podía sentir el calor vaporoso quemándole en las mejillas, la unión atrayente, la química absorbente al recorrerla con sus ojos, la codiciaba profundamente desde hacía semanas, que de solo tenerla en su apartamento y frente a sus ojos, parecía un delirio de su esquizofrenica mente.

Quizas se trataba del acalorado recuerdo de la experiencia que habían compartido en el aula de la universidad, antes de que la noche las deparara allí, en su apartamento. Nayeon no podía evitar retener el recuerdo de ese instante en la mente mientras tomaba un sorbo de su bebida y atendía a esa sonrisa segura. Incluso en la distancia de tiempo y espacio, aún sentía la textura de sus medias contra sus manos mientras exploraba esos muslos llenos, tenían que poder acabar con la insufrible tensión. Nayeon presionó los muslos cuando la oyó llamarle por su nombre con esa voz tan grave y sensual.

Entonces ella tomó esas acciones tan inesperadas que la reducían completa e inesperadamente al tamaño de una hormiga, una vez había cerrado la puerta y percibió su presencia tan de cerca que no pudo evitar someterse al pedido de la ansiosa boca de su profesora. Nayeon se dejó invadir por esos labios tan perfectos, una vez la mayor decidió que no había tiempo que perder y la besó hasta que la dejó con la respiración errática.

—¿Estabas esperando por este instante, verdad pequeña desvergonzada? —Musitó la mayor cuando la encerró entre sus cuerpo y la puerta de su apartamento.

Nayeon gimió inesperadamente a sus palabras y esas manos, que habían estado muy sobre sus mejillas durante el beso anterior, y que ahora le quitaban la chaqueta negra con lentas caricias decididas. Podía hallar en sus ojos el desesperado deseo de que la ropa se deshaga de sobre su cuerpo de una vez.

Solo habían alcanzado a quitarse los zapatos, y aún en esa condición, Jeongyeon le ganaba unos varios centímetros a la estudiante, centímetros que la hacían ver tan impetuosa, tan omnipotente como un ser superior. Nayeon no tardó en asentir tremulamente, haciendo una inconsciente respuesta nasal como afirmación a sus palabras, atrapada en el maple de sus ojos que parecían oscurecer con cada caricia que le daba a su cuerpo rígido. Mentiría si dijera que sentía miedo, pero podía sentir la adrenalina que esta le provocaba y que hacía vibrar todo su interior.

Ciertamente no se lo esperaba, pero le fascinaba la sola idea de que la sometiera con toda esa pasión que oscurecía su preciosa mirada y que podía llegar a ser tan excitante, como inesperada.

—Eres una chica mala, ¿No es cierto, Im? —Preguntó Jeongyeon golpeándola con su cálido aliento, uniéndolas en la caricia de sus bocas, mejillas con mejillas y nariz con nariz que parecía tan íntimo e inquebrantable, anticipando el contacto, incrementando de la insoportable química que inventaban y que aumentaban la temperatura de todo su ser.

Nayeon asintió, presintiendo el trazo suavemente amablemente que comenzó la mayor y que nació en su antebrazo, lento y pasivo, sin dejar la caricia de sus extremidades faciales, sin dejar de verla con esos ojos tan centelleantes y buscando que la menor se deshaga del suéter, con su mano libre. La tensión las envolvía intensamente, tanto que la castaña deseaba gritarle que se detuviera, o que detuviera esa invasiva sensación pegándose contra su cuerpo más de cerca, que le diera un alivio a la insoportable necesidad de su toque más profundo, más agresivo.

Hasta que Jeongyeon surcó su hombro, entonces la lenta caricia parecía trazar líneas de fuego sobre la piel de Nayeon, una vez rodeó uno de sus pechos, atravesando su pezón izquierdo quien correspondió fácilmente a la invitación de la mayor, erizándose de inmediato y destacando sobre la tela de su top.

—Oh eres tan joven aún Nayeon-ssi... —Admiró Jeongyeon mordiéndose ese gordo labio inferior, al admirar su vientre descubierto sobre el top negro que ocultaba debajo de ese cómodo suéter color chocolate que ahora acompañaba a su chaqueta negra. Las líneas de su cadera se marcaban en los amplios jeans que se ajustaban y sostenían de allí, y la mayor trazó la remarcada línea de su pequeña cintura desnuda.

Con el rostro azorado de pena y ansiedad, gimió una incontenible Nayeon una vez el suave índice descendió entre sus clavículas, deseando que regrese y la tocase un poco más debajo. Pero ya era tarde, ahora Jeongyeon perseguía el fino hueso que sobresalía de su cuello, provocándole de esos escalosfríos que no se detenían un instante y que parecían haberse vuelto un hábito junto a esa mujer.

La caricia murió sobre esos labios entreabiertos, jadeantes y expectantes a lo que la mayor le fuera a hacer, entregada.

Ahora era la estudiante quien estaba a merced de esa férrea voluntad de la que hacía gala su profesora, esa mujer que la veía como si la fuera devorar, ansiosa de seguir descubriéndola, y la sola idea la hizo temblar y presionar las muslos ante la espera, ya no cabía vuelta atrás.

—Eres preciosa, cariño. —Musitó Jeongyeon antes de arrimar sus ansiosos labios y la miró a los ojos antes de ocupar su boca con la suya. Se sentía insaciable de esos besos que nunca parecían tener un fin.

—T-tu lo eres más, mucho más... —Interrumpió Nayeon, embriagada con los pausados besos de la mayor, quien la sostenía de una mejilla por si acaso pretendiera apartarse de su agarre.

Jeongyeon sonrió de lado ante su nada sorprente osadía de tutearla con libertad, como si aquel acercamiento le diera algún tipo de privilegio para hacer lo que le diera la gana. Yoo empujó su boca contra la de ella y se tomó suavemente de su cuello, haciéndola jadear. Estaba comenzando a adorar las respuesta de su tembloroso cuerpo, de su blanda boca, de su piel sonrosada a lo que le hacía o pudiera hacerle.

Nayeon se abrazo a su cintura cuando la mayor inició aquella suave fricción que las unía en el ceñido encuentro de sus cuerpos, ahora con las caricias de Jeongyeon sobre su pecho, otra mano recorría su vientre tanteando el terreno hacia el sur y haciendo que el cuerpo de la menor temblara a la expectativa.

Y es que Nayeon estaba esperando por la ruborizada y aturdida mujer a quien le había abierto la blusa con inesperada convicción, aquella quien había gemido su nombre con la mano entre los dientes, de mejillas relucientes y ojos desconcertados. Pero ciertamente no a esta mujer que había iniciado el trazo mas caliente que le había hecho jamás y que ahora retomaba, pero por debajo de su top, esa que no se había retirado aún por estar preocupada por unirse a su boca agresivamente, por absorver la punta de su lengua generosa, de mordisquearle los labios y oírla gemir nuevamente contra su boca. Diablos, estaba segura que soñaría día y noche con esos gemidos graves y acusatorios.

Nayeon la rodeó para dejarla contra la puerta y fue Jeongyeon quien jadeó, cuando la menor reinició el camino en ella con manos inquietas, está vez muy decidida de donde quería acabar ese impostergable encuentro, entre sus largas piernas.

—¿Qué crees que haces, huh? —Musitó la profesora cuando se acercó a su rostro, empuñando su suave cabello corto en una mano.

Nayeon contuvo el aliento ante la arrebatada e inesperada acción de la mayor y abandonó el tirón que le hacía a su falda, deseando descubrir sus muslos.

—¿No quieres ir a la cama? —Ofreció inocentemente, aunque el tirón solo provocaba que arruinara más sus bragas.

Jeongyeon chasqueó la lengua como negativa con las acciones apresuradas de la menor y meció la cabeza, cepillando sus labios contra los suyos antes de responder a su pregunta.

—¿Estás incomoda donde te tengo, Nayeon? —La joven se obligó a negar con tremulidad —Aún no terminamos de besarnos, entonces sé una buena chica, ¿Está bien? —Musitó la profesora, ahora contra su cuello, dejando un pico contra su garganta, sintiéndose tan tétrica como una antigua vampiresa que deseaba drenarle toda la sangre.

Nayeon alzó los brazos en cómica señal de rendición y abandonando el agarre que le hacía a sus piernas, aunque con aquella desvergonzada sonrisa dibujada en su rostro, cuando asintió como una respuesta a sus palabras.

—Lo que usted ordene, mi profesora Yoo. —Musitó la castaña, aún jadeante.

—Esa boca tuya solo me hace desear amordazarte, ¿Sabes? —Masculló contra su cuello y absorbió del área tensa por donde se podía sentir su alterado pulso.

Esa lengua era una lasciva invitación al inframundo, ¿Qué diablos le hacía? Quiso saber Nayeon cuando se agarró del borde del mueble junto a la puerta, y creyó que se desharía por sus besos, como una de esas gomas de osos que tanto le gustaba morder y que se desarmaban con el calor de su boca. Ella era un gummie bear y su profesora Yoo era la boca de sensuales labios que la devoraban con satisfacción, mientras trazaba sus pechos con sus suaves manos y los tomaba por sobre el fino y comodo sostén sin aro que había decidido usar ese día y que solo acortaba la distancia con el delicioso tacto de su profesora. La deseaba tanto contra su piel.

—¿Qué sientes? ¿Quieres que me detenga? Háblame ahora, Nayeon-ssi... —Consultó jadeante y exigente de tal modo, que Nayeon tembló intentando razonar por una respuesta.

—Oh diablos no, no se detenga nunca por favor... —Jadeó, abrazándose a su cuello para atraerla en un nuevo beso muy húmedo y ruidoso, que parecía chasquear e irrumpir en el silencio del apartamento.

—Oh cariño, ahora serás tu quien deseará arrepentirse de sus palabras... —Ronroneó la mayor con una sombría sonrisa de lado, antes de quitarle el top por la cabeza, e ir perdiendo los besos por su pecho ruborizado.

El gemido que acompañó el constante bamboleo de su cuerpo contra el suyo no fue lo que más le gustaba, sino que se hallara arrodillada frente a ella, buscando perderse en su cuerpo como no lo hubiera imaginado jamás. La temperatura había aumentado tan de prisa que comenzaba a ahogarla, pero Nayeon no pensaba detenerla, deseaba más, deseaba que la acabara como mejor le pareciera, que le diera una jodida lección.

—Diablos eres una pequeña traviesa, Im. —Jadeó Jeongyeon cuando Nayeon puso sus manos, que apretaban en sus pechos, para enviarlas contra el botón de sus jeans, esperando que ella la deshiciera de la prenda de una vez.

—Por favor... —Suplicó la joven, removiendo la cadera.

—Por favor, qué. —Masculló entre dientes contra su pecho y Nayeon jadeó ante la deliciosa imposición y la caricia que le daba su lengua a su pezón erizado por sobre su fino sostén.

—Por favor, profesora Yoo. —Respondió la impaciente alumna, sin dudar en su respuesta.

—Buena chica. —Susurró Jeongyeon, perdiendo la lengua dentro de ese pequeño ombligo antes de mordisquear sus costillas.

Nayeon no podía dejar de verse en el reflejo de esos ojos y en sus acciones tan seguras. Ella no deseaba asimilar nada, ella en verdad estaba haciendo lo que deseaba hacer con su cuerpo.

Hubiera tardado menos en desprenderla de sus jeans, pero había estado más ocupada explorando en sus pechos. Para cuando lo hizo, Nayeon sintió que había cruzado una línea irrevocable al desnudarla por completo.

—Eres preciosa en todas partes en donde busque... —Le halagó la mayor cuando abrió sus piernas y atendió su intimidad con los ojos. —Alumna. —Demandó con esos ojos hirvientes.

-—Por favor, por-por favor, por favor profesora Yoo... —Una torturada Nayeon tragó, viéndola implorante.

—Eres una buena chica, ¿Prometes que pondrás más atención en mi clase? —Exigió gravemente contra su vientre y Nayeon frunció el entrecejo en su respuesta.

—No me chantajee así... —Masculló una quejumbrosa Nayeon, pero un sollozo se le escapó cuando la mayor la miró con esos ojos imponentes y unió sus muslos, dispuesta a dejar sus acciones. —¡Lo-lo haré! Prometo que lo intentaré, no me deje...

—Diablos, tu jamás cedes ¿verdad, chica? —Mencionó la mayor, igual de impaciente que siempre, Nayeon rió como la desvergonzada de que era.

—Ceder es para perdedooh... —Extendió la vocal cuando la mayor accedió a su intimidad inesperadamente y la rosó con su cálido aliento.

—No seas desobediente, Im. —Gruñó Jeongyeon, cuando mantuvo una de sus piernas en alto y exponiendo sus pliegues como una flor frente a sus ojos.

Nayeon meció la cabeza trémulamente, sintiendo el calor vibrante, lacerante, no podía soportar más, necesitaba que la tomara tan de prisa, hasta dejarla adolorida.

—Haré todo lo que usted me pida, lo que sea... —Nayeon regresó de entre sus ojos cerrados para buscarla y ella la veía con una ceja en alto —¿Profesora Yoo?

—Te tomaré la palabra, Im. —Advirtió la mayor, deteniendo su pierna en alto con una de sus manos, como una indicación silenciosa.

Nayeon tragó cuando ella la miró con esos ojos que parecían pretender devorarse mucho más que su cuerpo, mucho más que sus sentidos, como si buscase dentro de su alma para arrancársela también.

—¿Estás así de mojada mientras me ves en clases, verdad? Puedo sentir tu mirada sobre mi, ¿creías que no? Chica mala... —Musitó con calma.

Nayeon sintió como sus mejillas y su pecho se enrojecían aún mas. Lo era, era una maldita morbosa y había fallado en ocultárselo a la única persona que no quería que lo supiera: la mismísima profesora Yoo. Ella estimulaba su cuerpo con unas pocas palabras, quebraba con todos sus sentidos con su voz áspera e imponente, mierda, la estaba acabando completamente y siquiera la tocaba en donde la quería aún.

—¿No tienes nada para decir? ¿Dónde quedó mi alumna extrovertida y osada? —Absorbió la sensitiva piel de la unión de sus piernas. Nayeon gimió con desesperación ante la sensación.

—Te estaba viendo... —Habló con la voz entrecortada. —Si te estaba viendo, en cada clase, mientras hablabas, solo te veía a ti, oh... —Gimió cuando la mayor se relamió los labios y se acercó a acariciar su cliroris con su lengua cálida.

Jeongyeon deslizó sus increíbles dedos sobre su húmeda vulva, tan suave que la joven creyó que se desvanecería por el ritmo que llevaba.

—Eres una chica muy sucia ¿Verdad Im? Estabas imaginando que te cogías a tu profesora en frente de toda la clase ¿No es así? —Musitó sin dejar la caricia lenta de sus dedos.

—Diablos sí, cada clase, solo podía pensar en lo atractiva que es, en lo que deseaba tenerla en mi cama, profesora Yoo... —Admitió sin pena ni culpa, tomando una natural sonrisa de la mayor.

—No he dejado de pensar en otra cosa que no sea este momento Nayeon... —Admitió la mayor viéndola con esos anhelantes ojos. ¿Cuándo se invirtieron los roles? Ahora era su profesora quien le veía deslumbrada con su presencia.

—Por dios profesora Yoo, si no me come en este momento me voy a morir incinerada aquí...

Jeongyeon lanzó una risilla en lo que hundió una mano sobre su pierna en alto y fundió sus rellenos labios enmarcados contra su clítoris jugoso.

El chisporroteo de sus labios rompió contra los oídos de Nayeon y encendió el ritmo de su cintura que no dejaba de moverse contra esa laboriosa boca. Los gemidos arañaron su garganta cuando la mayor apresuró el paso, sin temor a adueñarse del placer que reverberaba en todo su cuerpo.

—Oh mierda, n-no te detengas... —Susurró falta de aliento y Jeongyeon obedeció, insistiendo en aquel punto que halló con la caricia de lengua y que solo amenazaba con hacerla gritar.

No se detuvo.

No lo hizo cuando a Nayeon le temblaron tanto las piernas que creyó que se dejaría caer sobre ella, ni cuando creyó que perdería el oxígeno en la prisión entre sus muslos, siquiera cuando ella acompañó el agarre que le hacía a su pierna en alto, para sostenerla firmemente en su sitio, aún menos cuando ella gritó involuntariamente en su liberación y se contrajo contra la incipiente caricia de su sorprendente boca dispuesta.

Exquisito.

—-Por-por favor... -—Masculló en el perezoso y embriagante tono en la voz de la menor.

Jeongyeon se apartó escandalosamente jadeante ante su falta de oxígeno, dejando que Nayeon al fin aliviara la pierna en alto, y posando la frente allí para recuperar el aliento que perdió en su hazaña e intentando sostener a la temblorosa castaña en su dominio.

—-Yoo Jeongyeon... —Llamó a su nombre, para su ahora perceptible excitación, después de haberla hecho sacudir íntegramente —Eres incomparable. —Jadeó Nayeon, incapaz de reponerse fácilmente.

La profesora recibió una contracción deliciosa que le tomó el vientre, ante su comparación. Le habían dicho varios halagos, incluso la propia mujer que tomaba entre sus manos, pero jamás se había dirigo a ella como "incomparable". Eso se oía a algo que ella podría creer de sí misma.

—Tu lo eres cariño, tu lo eres. —Respondió el halago.

En la habitación solo se podía oír la jadeante carrera de sus respiraciones, buscando detener el aire en los pulmones aunque sea un momento. El silencio era delicioso entre ambas, electrizante y Nayeon adoraba que todo con Yoo Jeongyeon fuera jodidamente cómodo y correcto.

—Ahora ¿Ya está lista para conocer mi cama, profesora Yoo? —Musitó Nayeon, en búsqueda de recuperar su atención.

—Lo estoy. —Mencionó de inmediato, haciendo sonreír a Nayeon, quien tendió la mano para buscar esos cristalinos ojos encendidos y se inclinó, buscando que se pusiera en pie.

La menor recogió su hermoso cabello entre sus orejas, distribuyendo besos sobre su mejilla izquierda antes de sabrearse entre sus labios que la dejarían como una adicta.

—Déjeme quitarle esos panties, profesora Yoo... —Persiguió Nayeon la línea de ese sensual juego que les gustaba jugar.

Desnúdame. —Exigió aún jadeante, pero ahora por las insistentes caricias de Nayeon, que perseguían sus muslos de aquel modo nada amable y que incrementaba al calor de sus mejillas.

—Diablos sí, eso es exactamente lo que haré. Ven conmigo. —La invitó a caminar, pegando sus pechos contra su espalda aún dentro de esa blusa de tirantes, y con su rostro contra el hombro para dirigir su camino.

Aunque ella iba delante de ese tren, no había prestado atención al corto tramo que hicieron en el pequeño apartamento para llegar a la habitación de la joven, fue realmente consciente de ello hasta que Nayeon la invitó a sentarse sobre su cama rodeada de un mullido cobertor abrigado, el cual empuñó cuando Nayeon se quitó el sostén que había omitido quitarle y el cual descubría todo su precioso cuerpo para sus ojos. Se había desenvuelto lo suficiente, pero no había terminado de desnudarla en su emboscada, se recordó la mayor.

—¿A menudo piensa en mi, profesora Yoo? —Preguntó la menor, tomándose el labio inferior entre sus remarcados dientes, cuando Jeongyeon no pudo dejar de comérsela, ahora con su mirada de fuego.

—Jodida vanidosa que eres Im... —Omitió Yoo, hábilmente.

—Apuesto a que fantaseaba con el instante en el que le quitara estos molestos panties y que la tomara con mis dedos, ¿no es así, profesora Yoo? —Musitó Nayeon ubicándose entre sus piernas y deslizando suaves besos sobre sus largas piernas enfundadas en esas peligrosas medias oscuras.

—Cállate... —Gruñó su queja, imposibilitada de abrir los ojos, por las sensaciones que la suave boca de la menor, le regalaba. Estaba ansiando por esa boca desde unas largas horas.

—Tengo el método perfecto para hacerla decir la verdad ¿Sí lo sabe? —Musitó Nayeon, tan confiada de sus acciones cuando la despojó de la falda y admiró la escena. Se podían ver sus bragas negras sobre el traslúcido color oscuro de sus medias

—Demuéstramelo... —Se obligó una jadeante Jeongyeon a responder en su juego de palabras.

—Oh Dios, profesora Yoo, soy la persona correcta para dar la veracidad sobre lo que sea, no se va a arrepentir. —Musitó Nayeon cuando la descubrió de sus panties y bragas a la vez. El embriagante aroma a mujer irrumpió a Nayeon cuando recorrió sus muslos con sus besos, pero a diferencia de ella, no tardó absolutamente nada en dar una larga caricia sobre su húmeda entrada.

—Nayeon... —Agudizó la mayor para satisfacción de la menor, quien disfrutaba de oír la versatilidad de esa deliciosa voz.

—Si, diga mi nombre toda la noche si así lo desea. —Le pidió la castaña, subiendo por los marcados huesos de su cadera antes de meterse sus pechos en la boca y buscarla con esos ojos tan oscuros.

—Oh mierda... —Jadeó al fin con su atractiva boca pausada en una imperceptible vocal que no hacía más que animar a la menor que no podía dejar de atender las reacciones de su hermoso rostro con sus ojos oscuros.

—Déjeme tocarla toda, profesora Yoo... —Suplicó, deseosa de su completo consentimiento. Necesitaba estar segura de que Jeongyeon sabía lo que hacía, porque ella estaba tan segura de lo que quería de ese encuentro.

—Nayeon... —Sollozó cuando la menor no abandonaba la caricia que su boca le daba a sus gloriosos pechos, que hacía ese escote que la volvía loca desde que la conoció. —Oh diablos, tómame como quieras, pero hazlo. —Masculló, cuando la menor le negaba la caricia que rodeaba su vientre y surcaba su intimidad anhelante.

Lo primero que había deseado al sentir su perfume era poder impregnarse de ese aroma por completo, pero ahora comenzaba a descubrir que nunca tendría suficiente del generoso cuerpo de Yoo Jeongyeon.

—Apenas voy comenzando y ya está tan mojada, mi profesora Yoo... —Se burló Nayeon, digitando suavemente su entrada y distribuyendo de su cálida humedad para acariciar el pequeño cúmulo de nervios que esperaba por ella, el cual no tardó en encontrar, supo al oír sus gemidos aprobatorios y más contínuos. —Oh cielos, ¿Como puedes ser tan preciosa en un momento como este, huh? —Gruñó Nayeon ante el inminente rojizo que resaltaba sus delicadas pecas y el modo en el que sus provocativos labios la llamaban entre cada gemido.

Lo sabía, moriría haciéndole el amor a esa mujer.

—Oh Dios... —Extendió Jeongyeon al sentir la profunda caricia de uno de esos largos dedos adentrándose en su interior.

—¿Puede hacerme un generoso favor? —Jadeó Nayeon, acomodándose y anticipando la mejor parte de su cometido.

—¿Mju? —Fue todo lo que pudo pronunciar la mujer de esponjoso cabello largo, extendida sobre su cama y completamente expuesta a esos ojos repletos de adoración.

—Apriéteme, hasta que se venga para mi, por favor profesora Yoo... —Ronroneó Nayeon, tan desvergonzada como siempre, tomándo su cadera con su mano libre y embistiéndola lentamente con dos de sus largos dedos expertos.

El imperceptible gemido ronco que abandonó la boca de la profesora le indicó a Nayeon que hacía un buen trabajo y le impulsó a iniciar con un ritmo calmo, pero constante con el que sentía el delicioso abrazo de su delicado y estrecho interior. Era bueno, era limpio, pero más bueno fue el instante en el que alcanzó uno de sus pezones con sus suaves labios y tiró entre ellos para que la sensación se estrellara contra todas y cada una de las extremidades de la mayor.

—Na-ayeon... —Gimió su nombre como un tarareo y Nayeon se rió por lo bajo.

Al parecer, ella disfrutaba de todos lo que parecía desequilibrar su mente, pero lo que no sabía, era que Nayeon era condenadamente buena para ello.

Jeongyeon se corrió muy mojado y escandaloso, estrechando los dedos de la gran mano de la menor, que de solo verlos eran una maldita fantasía erotica, pensó cuando su interior se contraía con ella aún en su interior y sus maravillosos ojos oscuros detallando su vulnerable liberación.

—Cielos profesora Yoo, podría hacerla venir toda la vida, ¿Acaso no le gustaría esa idea? —Murmuró junto a su oído y el cuerpo de Jeongyeon se contrajo violentamente contra el agarre de esos largos y deliciosos dedos mágicos.

La madrugada estaba fresca y lacerante contra la piel, digna de una fría noche de otoño.

Nayeon se hizo del mullido cobertor sobre su cama y lo atrajo hacia ella hasta que se cubrió y a la mujer que tenía debajo en su agarre. La joven no tardó en apoyar la cabeza sobre el extremo derecho del hombro de Jeongyeon y olisqueó de su perfume una vez más.

Era deliciosa aún cuando olía a flores y a sexo. Nayeon desenfundó su lengua y absorbió la delicada piel de su enmarcada mandíbula orgullosa, haciendo suspirar y reír a la mayor.

—Si no me pones un límite, no podré detenerme, ¿Sí lo sabes? —Habló la castaña, provocando que la mayor se sonriera contra sus labios.

Nayeon detuvo la caricia antes de dejarla marcada por sus remarcados dientes y buscó de su mirada cálida, repleta de sensaciones que estaba segura no sabría hasta que ella decidiera decirlas.

—Cumplí treinta y cinco, el pasado noviembre. —Musitó, pérdida en sus lindos, suaves y expertos labios rojos antes de corresponder nuevamente a su mirada.

—Sabía que no eras tan mayor. Ciertamente la elegancia puede hacerte ver más mayor de lo que eres, debes saber. Aunque así como te ves diariamente, eres devorada completita por todos los ojos en la clase. —Advirtió la joven, sin siquiera intentar camuflar en su reproche, corriendo unas hebras de su cabello detrás de su oreja.

—¿A qué te refieres con "todos los ojos en la clase"? —Preguntó la mayor, evidenciando su desconcierto y desacuerdo ante sus palabras.

—Todos esos ojos sobre ti. —Aseguró —Entonces no has visto como Lee se abusa de eso, profesora Yoo. —-Señaló Nayeon con su mentón, desencantada en su descubrimiento.

—¿Lee? ¿Lee Felix? —Se asombró de pronto. Nayeon asintió virgosamente como respuesta.

—Lo encontré poniendo los ojos en tu trasero varias veces. —Desaprobó Nayeon.

—¿De verdad? —Musitó la mayor, frunciendo el entrecejo ante la nueva información. No lo hubiera esperado de un muchacho tan joven como lo era Lee.

—Y cuando te acercas a explicarle las estupideces que pregunta, sus ojos no están precisamente en sus dudas, estoy segura. —Insistió Nayeon, en el asunto.

—Cielos, son todos unos hormonales sin supervisión. —Negó Jeongyeon con una expresión de asombro tal, que hizo sonreír a Nayeon.

—Al menos yo fui bastante honesta al respecto. —Se apresuró a justificarse con aquella sonrisa que siempre pretendía ser inocente, pero que Jeongyeon ya sabía muy bien que era todo lo contrario.

—Al menos. —Rió Jeongyeon ante el modo en el que Nayeon se acomodaba sobre su pecho, como una pequeña conejita en busca de calor, y recogió su corto cabello de sus mejillas.

—Tengo veinticinco años, cumpliré veintiséis en septiembre. —Musitó Nayeon, dejándose acariciar por la mayor, quien sonrió enternecida con su entrega.

—Lo sé, eres muy joven Nayeon-ssi... —Comentó la profesora, fallando en evidenciar su desaprobación.

—Unnie, ¿Puede quedarse esta noche, por favor? —Ronroneó la menor, tomándose a sus costillas con la mano libre, esperando que la mayor entienda que no pensaba soltarla aún.

Jeongyeon asintió, apoyando los labios sobre su frente, incapaz de abandonar a la mujer que la había hecho sentir "incomparable" por primera vez en su jodida vida.

—Lo haré. De todos modos no es seguro salir tan tarde por la autopista, en viernes por la noche.

Un silencio calmo y amable se hizo en la habitación mientras la castaña abrazaba a la mujer de cabello largo que no había dejado la relajante caricia que le dedicaba.

—Oye, ¿Qué carrera estudias? —Quiso saber Jeongyeon, para satisfacción de Nayeon.

La menor esperaba que ella se fuera tan pronto como cayera en cuenta que "había cogido con su alumna", pero al parecer tenía una mujer de altas y fuertes estigmas en su cama en esa oportunidad y eso la hacía sentir un alivio monumental.

—Estoy cursando el tercer año de psicopedagogía. —Pronunció la menor con orgullo. Su carrera había sido lo único que no había abandonado y que no le había abandonado a ella.

—Asombroso. Esa es una hermosa carrera. —Habló Jeongyeon, con aquella linda sonrisa suave, iluminando su rostro.

—¿Verdad? Estuve interesada desde el principio y me alegro por eso, creo que sería maravillosa si no tuviera...

—Si no tuvieras mi clase. —Interrumpió Jeongyeon cuando Nayeon se quedó en silencio.

—¿Como lo sabes? —Musitó con asombro, al buscar su divertida expresión.

Eso adoraba de Nayeon, pudo descubrir con el paso de las clases. La menor no intentaba agradarle en lo absoluto, siempre esperaba decir lo que sentía constantemente y se podía reflejar claramente en esa respuesta. Adoraba su espontánea honestidad.

—Te oí diciéndolo varias veces. Supongo que es un acto de costumbre con la materia, en tu desagrado.

—Lo siento, suelo permitirme decir todo lo que pienso desde que...

—Puedo entenderlo perfectamente Nayeon, tranquila. —Negó la mayor, negándose a arruinar la relajante calma que las envolvía.

—Bueno, a decir verdad, tu clase es muy buena. Si tu no me gustaras tanto, quizás hubiera puesto atención. —Admitió Nayeon, lo que pretendía ser su verdad.

—Si hubieras puesto atención, estoy segura de que hubieras hecho un gran trabajo, esa persistencia te llevará muy lejos ¿Sabes? —Le alentó Jeongyeon sin pretenderlo, haciendo sonreír a Nayeon.

—¿Conoces una profesora de filosofía tan buena como tu, pero que no esté tan guapa como tu? Es que si quiero concentrarme en mi carrera, unnie. —Comentó la menor, igual de traviesa que siempre.

Jeongyeon rió cuando ella le contagió.

—Eres una descarada, Im Nayeon.

Una risa compartida las unión por un instante, hasta que Nayon buscó de su mirada nuevamente.

—Profesora Yoo...

—Mhm, tu no sabes todo lo que siento cuando te refieres a mi de ese modo, Nayeon... —Mencionó Jeongyeon, ante la caricia que la menor iniciaba contra su pelo.

—¿Le excita que me refiera a usted como mi superior? —Murmuró contra su mejilla. La tensión reinventándose a su alrededor como el aire.

—Cielos sí, cariño. —Admitió sin pena, haciendo reír a Nayeon.

-—¿Y luego la hormonal somos estos estudiantes adolescentes, verdad? —Le reprochó la castaña en su broma.

Jeongyeon rió.

—Eres tremenda, chica. —Lamentó Jeongyeon, meciendo la cabeza en su dirección.

—Yo sé que le encanta que lo sea. Si no fuera como soy, no la hubiera encerrado en el aula, entonces usted no me habría besado, no hubiéramos compartido una copa, un baile y no la tendría aquí en mi cama después de haberla...

—Rayos Im, detente un solo instante. —Murmulló Jeongyeon, posando unos dedos sobre sus labios para detener sus precipitadas palabras.

—Usted sabe que no quiere que me detenga realmente. —Se acercó a su boca —Pero si quiere puedo dejar de hablar y en su lugar, seguir haciéndola llegar, hasta que se desvanezca en mi cama.

—Basta, Nayeon. —Suplicó Jeongyeon, implorante.

—Cielos profesora Yoo, no me hable así... —Ronroneó Nayeon en su respuesta.

Definitivamente, ese era un juego que se podía jugar de a dos y en el cual todos salían ganadores, comprendió Jeongyeon cuando se halló en esos admirados ojos oscuros, los cuales la desnudaban completamente, de donde ya no deseaba escapar jamás.

Mucho álbum nuevo pero a mi me inspiró 1,3,2 toda la escena ¿Puedes creerlo? Lo que es la mente tu...

Por GodJihyo, he sentido la presión en este capítulo la verdad y por ese motivo decidí tomarme unos días para aclarar la mente en lo que redactaba, espero que a ti te haya gustado mucho el resultado aún después de la espera.

Gracias por el 1k de lecturas a poco de una semana de publicar, ha sido una locura que aún no puedo creer ni asimilar, espero compartan mucho este libro y que sigan dándole de su apoyo♡

Tqm Tu, gracias por todo y extráñame en lo que regreso♡

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