Don't you know that I am righ...

By littlelittlefreak

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Martin necesita tener a alguien que le quiera. Juanjo por nada en el mundo quiere querer a alguien. O donde R... More

Capítulo 1
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.

Capítulo 2.

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By littlelittlefreak



En esta situación, tumbado sobre la cama con el hombre atractivo besándole el cuello y sintiendo su erección como una roca rozando la parte interior de su muslo, a Martin le daban igual las manchas de humedad en el techo.

Los dos estaban desnudos completamente en ese punto de la noche.

Cuando el hombre deja de besarle el pecho, levanta la cabeza y se vuelve a poner de rodillas. Los ojos del hombre automáticamente recorren la piel suave y bronceada, mientras Martin echa todas las mantas de la cama. Su aliento queda atrapado en su garganta cuando observa sus pequeños pezones rosados, su delgada cintura y la pequeña curva de su estómago.

Viendo como Martin se remueve bajo su mirada, agarra su muñeca derecha, agachándose hasta que todo lo que puede ver son sus ojos marrones, aquellas largas pestañas y sus suaves labios rosados. Baja más su cuerpo hasta estar encima de Martin, deslizando una mano para acunar un costado de su rostro e inclinar su cabeza para tener mejor acceso.

Este beso sabe diferente, sabe a dulzura y promete una noche placentera, para ambos.

Haciendo un sonido suave, Martin se deja moldear fácilmente. Sus labios se abren y el hombre lame instintivamente, como si estuviera persiguiendo un néctar en lo profundo de su boca con la lengua. Y Martin solo puede decir, joder. Su sangre se siente caliente, su corazón retumba en sus oídos mientras el hombre toma el labio inferior de Martin en su boca y traga su gemido.

Rompiendo el beso para respirar, el hombre exhala. Martin luce aturdido, sus ojos parpadean perezosamente y sus labios están rojos e hinchados. Martin tentativamente lleva sus manos hacia arriba y enreda los dedos en su pelo corto, acercándolo hacia él.

El chico mayor agarra sus caderas desnudas, sintiendo la suave piel en sus manos. Martin nota como al chico le está tomando toda su fuerza de voluntad no mover sus manos de su cadera a su trasero, apretar y amasar su culo y tal vez deslizar un dedo en medio de sus mejillas.

- ¿Quieres que te prepare, o quieres hacerlo tú mismo?

- Yo puedo hacerlo, tranquilo.- Martin ve como el hombre asiente, frunciendo los labios. Puede ver la decepción en sus facciones.

El caso es que para Martin habían algunas cosas que eran algo más íntimas a la hora de tener sexo. Habían posturas sexuales que no se sentía cómodo haciendo ni siquiera con una pareja sexual constante. Y la preparación antes del sexo con un desconocido o una persona con la que no tuviese un vínculo emocional, le daba inseguridad, desde sus primeras veces.

El sonido de la tapa del lubricante caer al suelo se escucha fuerte en el silencio de la habitación. Martin se desliza hacia la cabecera de la cama, se inclina y abre sus piernas. Le parece casi automática la manera en que la mirada del otro chico cae en los muslos abiertos, quedando sin aliento cuando se revela el rosa de su agujero.

Martin cierra los ojos después de cubrir sus dedos con lubricante, llevándolos entre sus piernas. El hombre aparta su mirada repentinamente, sus dedos empiezan a retorcerse entre ellos.

Aunque tenga la mirada fija en el suelo de la habitación y no pueda ver, aún puede escuchar alto y claro como Martin se mete los dedos, respirando con dificultad. Deja escapar suaves y bajitos "Oh"s, que van directos a su polla.

Minutos después Martin habla. Su voz es suave y entrecortada, filtrándose bajo la piel del hombre.

- Ya casi estoy, solo- joder, dame un segundo.- Martin siente la mirada del hombre en su cuerpo. Siente la pesadez de ser observado, en una situación que le hace estar tan indefenso.- No se,- Martin tarda unos segundos en acabar la frase- No se si es suficiente.
El desconocido traga saliva, lamiendo sus labios.

- ¿Cuántos te has metido?- La pregunta hace jadear a Martin.

- Tres ahora.- Responde Martin, siseando cuando encuentra su próstata. El hombre se remueve en su sitio, apretando su polla.

- Creo que así está bien.- El hombre dice lentamente. Ve cómo el chico más mayor coge su propia polla y la aprieta por la parte de abajo. Extiende un poco del líquido preseminal para deslizar con más facilidad su mano y empieza a acariciar lentamente.

Martin se acuesta descansando su cabeza en la almohada, parpadeándole al hombre con grandes ojos marrones.

Bajando su cabeza para acariciar la oreja de Martin con sus labios, le susurra,- Eres guapísimo.

Martin le sonríe y le susurra un "Gracias." Antes de levantar sus brazos y rodear el cuello del chico.

Sus labios se juntan dolorosamente suave y las manos del mayor bajan a la cálida piel a los costados de Martin para después acomodarlas en sus caderas más bajas. Posicionándose, la cabeza de su polla choca contra la entrada de Martin haciéndolos congelar.

- Hazlo.- Murmura Martin sobre su boca, gimiendo cuando el hombre muerde su labio inferior con fuerza.

El mayor lo penetra lentamente, reprimiendo un gemido de sorpresa cuando siente la repentina presión intenta en la cabeza de su polla. Martin está exageradamente apretado alrededor de él, tanto que tiene que hacerlo aún más lento, sus caderas haciendo empujes pequeños y cortos.

Los dedos de Martin están apretando sus hombros con fuerza, sus uñas haciendo marcas de medialuna en su piel de lo fuerte que se está agarrando.- Joder.- Jadea, sonando abrumado. Tiene una mueca de dolor en la cara, frunciendo sus labios. Y es que era imposible que no le doliese con lo estrecho que era.

- Lo siento.- El hombre gruñe, ajustando su agarre en las caderas de Martin intentando reducir el dolor lo más que puede. Aún está empujando, poco a poco, los músculos de su abdomen se contraen mientras lucha contra el impulso de meter toda su polla de golpe dentro de Martin.

Martin se tensa de nuevo, haciendo una mueca de dolor, y el más mayor se detiene.

- ¿Quieres que salga?- Pregunta el chico con preocupación

- No, no pares.- Dice, apretando alrededor del hombre haciéndole gemir y sus caderas tiemblan.- Solo necesito acostumbrarme.

El hombre rodea la cintura de Martin y se agacha para meter uno de sus pezones a su boca intentando distraerlo.

Funciona. Martin jadea, arqueando su torso en sorpresa y aflojando su cuerpo lo suficiente para que el otro hombre se mueva de nuevo.

Cada movimiento de sus caderas es casi doloroso, el deseo de romper todos los esfuerzos de ir despacio crece más con cada embestida, aumentando con lo los casi obscenos sonidos que salen de los labios de Martin mientras sus dientes rozan su clavícula.

Martin puede notar el alivio del hombre cuando suelta un pequeño, "Más rápido." Era casi imposible escucharlo, atrapado en la bruma de placer, pero cuando registra la petición, se rompe.

Las manos del hombre bajan para agarrar los muslos de Martin, los mantiene levantados y abiertos mientras acelera el ritmo. La cabeza de Martin cae hacia atrás en la almohada, su boca se abre en un jadeo mientras el sonido de piel chocando contra piel llena el silencio de la habitación.

El hombre más mayor pone su boca en el hueco de su garganta y deja un par de marcas, arrastrando sus dientes hacia abajo, mordiendo sus clavículas.

- Te sientes muy bien, bebe.- El hombre le susurra en el oído.- Lo estás haciendo muy bien.

Martin tiembla, sus dedos presionando más fuerte en sus hombros afectado por las palabras. Los elogios son su punto débil.

La siguiente vez que el hombre embiste dentro de Martin, este salta en la cama, un sonido ahogado escapando de su garganta.

- ¿Justo ahí?- Frota su mano sobre el muslo de Martin confortantemente. Mantiene el ángulo y desacelera sus embestidas, presionándose justo en el montón de nervios.

Las caderas de Martin empujan hacia adelante para encontrarse con sus embestidas. Sus ojos están grandes y nublados, brillando con lágrimas.

El hombre toma las muñecas de Martin y las aleja de su cuello, inmediatamente sujetándolas por encima de su cabeza y observando cómo sus ojos se nublan aún más.

- Vamos, bebe.- El hombro mantiene el ángulo a su próstata mientras la golpea una y otra vez. Cambia a sujetar las muñecas de Martin con una mano, cogiéndolas con facilidad, lo que maravilla al más pequeño. Martin tiembla con la sensación, tirando su cabeza hacia atrás.

- Estoy cerca.- Murmura Martin aturdido, cierra los ojos cuando el otro chico empieza a chupar su piel de nuevo. Un escalofrío rompe a través de su cuerpo y se arquea por la sensación.- Dios, voy a-.

- Eso es, córrete , bebe.- Los ojos de Martin se abren, su boca cae abierta en un jadeo y se congela mientras se corre entre sus cuerpos.- Eres genial, bebe.- El chico se agacha y le besa, empezando a embestir más rápido. El hombre empieza a sentir su orgasmo formarse.

Muerde su labio inferior mientras empuja una última vez, cayendo al borde y vaciándose en el condón.

Por unos minutos, solo están tumbados el uno al lado del otro respirando. El hombre ata el condón y lo tira en el bote de basura, y luego rueda en el colchón al lado de Martin.

-¿Estás bien?- Martin escucha al hombre preguntar. Siente como unos dedos acarician su pelo, y se gira a mirar al hombre, apoyando su cabeza en su pecho.

- Estoy bien.- Martin puede ver las expresión relajadas del hombre, ve su pecho subir y bajar, y ve sus labios rojos.

De repente Martin cae en que ni siquiera sabe el nombre del hombre con el que se ha acostado.

-¿Cómo te llamas?- Los parpados empiezan a pesarle, y la mano acariciándole el pelo no está ayudándole a mantenerse despierto.

Justo antes de caer dormido escucha un susurro, "Juanjo".

.

A la mañana siguiente, lo que despertó a Martin de su sueño era el ruido de la puerta de su casa siendo cerrada.

Le tomó unos segundos despertarse y recordar lo que pasó anoche. Levantó la cabeza de la almohada y al ver su cuerpo desnudo confirmó que no había ­sido un sueño.

Miró a su alrededor, vio su ropa tirada en el suelo y el envoltorio del condón en la mesilla de noche, y de golpe un rojo vivo le subía a las mejillas.

¿Desde cuando el se comportaba así? ¿Desde cuando él hacía cosas así?

Cuando se volvía a dejar caer en la cama un mareo y unas ganas terribles de vomitar se apoderaron de su cuerpo. Corrió al baño y cuando estuvo de rodillas en el retrete lo soltó todo, dejando un sabor desagradable en su garganta.

Se tuvo que sentar en el suelo para tomar aire y noto el dolor de cabeza, que mientras mas pestañease, mas incrementaba.

Volvió a su habitación para ponerse un pijama, y cuando salió al salón, vio a Ruslana sentada en uno de los bancos de la barra de la cocina. Estaba impecable como siempre, como si no hubiese dormido cuatro míseras horas.

- Hola, amor.- La ucraniana tenía una sonrisa, que Martin sabía que utilizaba cuando quería­a conseguir algo.

- Me dejaste solo.- Le echo en cara Martin.- Ni una hora y ya te habías ido con Omar.

- Solo, solo no estabas.- Subía y bajaba las cejas de forma rápida, con una mirada divertida.- Le he visto salir. Te pillaste uno bueno, carbón.

    •    Se ha ido sin decir nada.- Martin cogió una pastilla y el botellín de agua fría y se sentó frente a ella, intentando disimular la decepción en su voz.

- ¿Y qué? Ni que fuese tu primer rollo de una noche.

- Ya, ya lo se. Pero, jo. No se. Tenía algo de especial. No sé, yo tampoco entiendo por qué esperaba que se quedase.

- O ha sido tu mejor polvo, o no lo entiendo.- Ruslana rio, y él le sonrió.

- Creo que lo ha sido, de hecho.- Ella grita y se inclina en la barra, acercándose.

- Cuéntamelo todo.- Ruslana cogió su mano, dándole palmaditas.- Vamos, ¿cómo fue el primer encuentro?

- No sé si te lo contó Omar, pero le eche el cubata a un chico, sin querer.- Quise aclarar.- Y el chico se enfadó bastante, me dijo que parecía un niño, ¿Te lo puedes creer?

- Ya me dijo Omar. Que capullo el chaval.

- Sí­, bueno... Cuando me quedé solo se me acercó para bailar.

- ¿Y le dijiste que si­?- Ruslana analizo mi expresión y abrió la boca con sorpresa.- ¿El chico de anoche es el chico con el que discutiste en la discoteca?

- Si. A ver, déjame explicártelo. Yo ya me había fijado en él desde el primer momento, así que cuando se acercó a bailar conmigo no le dije que no. - Decidió cambiar un poco la historia y omitir algunas partes, porque nadie tenía porque saber como se arrastró por detrás de él.- Es que es mi prototipo de pies a cabeza. Y hay algo en su actitud de flipado que me gusta tanto, y no sé.

- A ti lo que te pasa es que mientras más cabrones más te gustan.- Me dio una colleja suave y se levantó para preparar el desayuno, como todos los domingos.- Bueno, pero, ¿y el sexo qué?

- Fue increíble, pero increíble, ¡Increí­ble! Es que no puedo ni explicarlo. Fue tan paciente, tan respetuoso, pero a la vez follaba tan fuerte. Era la mezcla perfecta.

- ¿Y la polla qué? ¿La tenía bien?- Ruslana abrió grandes los ojos, como si de una niña con un caramelo se tratase. Aunque el tema no se acercase a ser nada que tuviera que relacionarse con niños, vaya.

- Era perfecta. Mejor que Hugo, incluso.

- ¿Mejor que Hugo?!- Dejó el desayuno en la barra y saltó poniéndose las manos en la cara, estrujando sus mejillas.

- Te lo juro. Ya te lo he dicho, fue mi mejor polvo.- Ruslana chilla y lo celebra como si de sus propios logros se tratara.

- ¿Y no te ha dejado ni el número de teléfono, ni el Instagram ni nada?

- No. No sé, supongo que no fue tan bueno para el como lo fue para mi­.-Encogió sus hombros, y bebió ­ del café que Ruslana preparó.

- Martin, venga ya. Que tienes a todo madrid mirándote el culo, chaval.- Ruslana soltó una carcajada y le dejó un beso en la mejilla antes de levantarse de su taburete.- Venga, te toca limpiar los platos.

- ¿Te importa hacerlo a tí? Es que tengo una sensación horrible en la tripa.- Se acaricie el abdomen e hizo un puchero. Justo el timbre de la casa sonó.

- Buah, sabes que no tendría ningún problema en hacerlo, pero viene un compañero de la carrera a terminar el trabajo del que te hablaba ayer.- Se levantó a abrir la puerta.

- Es verdad, lo había olvidado. Vale, tranquila, ya lo hago yo.- Me dio un beso en la mejilla y abrió la puerta dejando pasar a un chico moreno. El chico entró sonriente y traía ­dos cafés en las manos.

- Hola, soy Alex.- El chico colocó los cafés sobre la barra y me dio un abrazo, dando golpes suaves en mi espalda.

- Encantado. Yo soy Martin, el compañero de piso de Rusli.- El chico posó su mirada en los cafés y se puso rojo.

- Lo siento, no sabía ­que tenía compañero de piso. Si lo hubiese sabido, hubiese traído para los tres.- Se comenzó a excusar.

- Hombre, Alex, tranquilo. Ademas, Martin se acaba de tomar el café que le he preparado. Ahora le toca poner el lavavajillas, y a nosotros ponernos con el trabajo, así ­ que venga, a espabilar todos.

Se lo llevó básicamente a empujones y yo solo pude despedirme de el con la mano.

*

El problema de tener un día tranquilo, con pocos trabajos que hacer y ninguna jornada de trabajo que cumplir, siendo una persona que ya esta acostumbrada a no poder descansar es que el rato libre le hace sentir que esta desperdiciando tiempo, horas, minutos para hacer cosas mas importantes que reponerse, cuidarse.

Así que Martin pasó el domingo entero recogiendo un apartamento que ya estaba impecable, planchando ropa que ya estaba planchada y corrigiendo trabajos que ya estaban corregidos miles y miles de veces.

Pero cuando Lucas le llamó a las ocho de la tarde para proponerle tomarse una cerveza en el bar de siempre, se auto-obligó a aceptar y se auto-convenció de que era una buena idea, de que se lo merecía.

Esa manía de robarse a si mismo oportunidades, experiencias bonitas, de compañía no la podía compartir con nadie. No era capaz de obligarse a si mismo a buscar ayuda. Ni si quiera a su familia, a quienes mas quería. Porque entre sus padres y el siempre se soplaba un aire diferente, un aire que se acercaba a ser viento. Viento frío.

Lo educaron bien, de forma sana. Tuvo una infancia preciosa y ni si quiera necesitaba una mano para contar las carencias que el notó. Sin embargo, Martin era incapaz de olvidar el día que su padre le sentó en la mesa del comedor preocupado por la llamada que había recibido de su profesora. Le había dicho que Martin sentía mas apego por las niñas de su clase, y que solía mantener una distancia con los niños, que prefería cambiarles la ropa a los muñecos y hacer bailes con las chicas para la clase, en vez de jugar al pilla-pilla con los chicos.

También le solía morder la conciencia el silencio incómodo ( al que se tuvo que acostumbrar) que se hacía en las cenas familiares inevitablemente cada vez que respondía que no, no lo acompañaba nadie. Se sentía más ridículo, expuesto y avergonzado a medida que su madre hablaba. Podía ver la necesidad que ella sentía de dar explicaciones, de justificarse, de demostrar que estaba solo porque quería... aunque no fuese cierto.

Sus hermanos Erik y Maria eran los únicos que sabían que era gay. El secreto pesaba entre él y el resto de su familia como una barrera insalvable; sabía de sobra que nadie lo aceptaría realmente si se lo contase. Que no volverían a mirarlo y a ver al niño pequeño que todos habían visto crecer, que no volverían a tratarlo de la misma forma. Que no volvería a ser lo mismo. Porque se lo habían demostrado; Todas aquellas veces que tacharon todos los diarios, los micrófonos, las muñecas y los pinta-uñas de colores que escribía en su lista de deseos de navidad. O cuando no mandaban la invitación de su cumpleaños a Omar, el niño con el que se encariño en segundo de primaria. O cuando le prohibieron quedarse a dormir en casa de amigas a partir de una edad.

Así que mantener esa parte de su vida para sí mismo le pareció lo mas inteligente.

Eso no quería decir que el secreto no lo estuviera matando despacio, enganchado en su interior como un insecto repugnante del que no podía deshacerse. Martin había llegado a salir con chicas, había intentado desesperadamente mirarlas por la calle, fijarse en la innegable belleza de las modelos de los anuncios, pero siempre había tenido la sensación fría, húmeda, desagradable, de que algo no iba bien. De que no era parte de su ser.

Y termino cansándose. Había decidido separar a su familia del resto de su vida por su propia salud mental. Madrid le dio esa libertad. Trabajaba y ligaba con hombres y salía a veces, y bailaba con desconocidos, y cenaba con amigos de conocidos y buscaba calor en labios de desconocidos, y llamaba a su familia desde la seguridad de las paredes de su apartamento, dejando que lo mordiera el remordimiento más tarde, cuando se acostaba en una cama vacía. Había dibujado una línea en el suelo entre él y su familia, pero esta había ido creciendo sin parar hasta dejarlos separados por un  barranco. Se distanciaba a pasos agigantado de sus seres queridos; era el precio que había pagado por su libertad

Y mientras se vestía, sentí­a que en vez de ropa estaba dejando caer ladrillos sobre su cuerpo. Porque, ¿Por qué sería justo que él pudiese salir a tomarse algo con un amigo, mientras su madre limpiaba casas ajenas y su padre daba clases particulares un domingo a la tarde?

Mientras se ponía los zapatos sentía que se ataba a grilletes. Grilletes de kilos de peso. Porque, ¿Por qué él merecía descansar, si su madre dormía cinco horas diarias y su padre tenía horarios completamente irregulares e insanos?

Martin tení­a un habitante dentro de su cuerpo, que lo consumía horriblemente.  Le robaba, cogí­a y rompía todo lo que quisiese. Era tóxico, era una bacteria que lo enfermaba, que lo dejaba sin ganas, sin querer siquiera respirar.

Que lo apartaba de la gente que lo cuidaba, porque, ¿Por qué nadie merecería ­jamas el castigo de estar con una persona lo suficientemente egoísta para abandonar a su familia por capricho?

Era una mentalidad que lo alimentaba de mentiras, convenciéndolo de todas ellas.

Lo dejaba sin ganas, sin ningún amor propio, sin deseo de vivir. Y es que, ¿Como tener deseos si tienes a tu enemigo en el reflejo del espejo cada mañana?

Y mientras cerraba la puerta de una casa que él no consideraba suya y que él no era capaz de llamar hogar, el abdomen se le estrujaba con el pensamiento de que ahí no era donde él pertenecía.

*

Cuando llegó al bar al que el grupo de Ruslana y Omar siempre iba, vio en una mesa alejada de la entrada a Lucas sentado, con el movil entre las manos y una sonrisa bien grande.

- Alguien tuvo una buena noche, por lo que veo.- Lucas levantó la mirada del movil con los ojos asustados y la boca bien abierta.

- Dios, wuacho. Algún dia me van a matar con los sustos.- Se levantó para darle un abrazo y guardar el movil.

- Sí, tú escóndelo, bicho.

- Yo no tengo nada que esconder. Pero por respeto a tus inocentes ojos tengo que guardarme un par de fotitos para mi.- Le dio un trago a su cerveza y le miró a Martin con una sonrisa pícara.

- Siempre igual contigo, Lucas.- El chico más pequeño rió y el uruguayo se inclinó a darle un beso en la mano.

- He dejado tu cerveza pagada, ve a cogerla.

Parte de la conexión tan diferente que tenía con Lucas se debía a que siempre había sido muy comprensivo con Martin, y es que Lucas pasó por algo parecido a lo de él. No era lo mismo, eran diferentes experiencias pero las mismas sensaciones.

Lucas entendía los bajones de Martin, y sabí­a cual era la siguiente etapa de recuperación de Martin antes de que el propio Martin lo supiese.

Lucas dejó su continente y se mudó a un paí­s totalmente diferente al que siempre había visto. Dejó a toda su familia atras, intentando buscar nuevas oportunidades, que ni siquiera él sabí­a si iba a encontrar alguna vez.

Su familia no era de un estatus económico muy alto y sufrían dificultades mensualmente, teniendo que pedirle dinero prestado a Lucas, que nunca se atreví­a a admitir que él tampoco iba mucho mejor.

Y todos los últimos días del mes los pasaban juntos. Lucas llorando en el hombro de Martin por un miedo y una inseguridad que lo perseguí­a, y Martin protegido por los brazos de Lucas con un dolor y un vacío en el pecho que nunca desaparecí­a.

Los dos se entendí­an mejor que nadie.

Era algo más intenso que una relación de amistad y algo más simple que una relación de amor.

Nunca hubo confusiones sobre sentimientos, nunca tuvieron la necesidad de llevar esa conexión tan bonita a otro nivel. Se querí­an, se querí­an como hermanos separados al nacer.

Cuando Martin volvió a la mesa en la que Lucas lo esperaba, lo vio con el movil entre los labios, sonriendo y mirando a un punto fijo.

- Vamos, cuéntamelo.- Se sentó y le dio un trago a la cerveza.

- Joder, loki. Es que no lo vas a comprender. No me van a entender, nadie en el grupo lo hará.- Sonreí­a, y comenzó a ser muy expresivo con las manos, como siempre que sentí­a muchas emociones.

- Venga, no te hagas de rogar y cuéntamelo. Me estas haciendo sentir demasiada intriga.- Le di un manotazo y sacudí su hombro.

- Bueno, te lo contaré, pero no puedes decirle nada a Ruslana, ni a Omar, ni a nadie, ¿Bien?- Sacó su meñique y se lo puso frente a su cara, obligando a Martin a prometerlo.- Bueno, lo que pasa es que ayer, bueno, hoy me comí­ a una chica.

- ¿Y? Ni que tu acostándote con una chica fuese algo nuevo, Luki.

- Pero es que no es una chica cualquiera, es la chica.- Levantó las cejas y esperó a que Martin reaccionase. Al chico le costó exactamente tres segundos entenderlo.

- ¡¿Qué?! ¿La de ayer era Naiara? ¿Naiara Naiara? ¿Pero como no me dijiste nada? ¿Porqué no me la presentaste?

- Bueno, ¿porqué tú estabas muy ocupado con el amigo de ella?

La mente de Martin quedó en blanco, vio muchos números pasar frente a sus ojos y cuando comprendió y procesó toda la información reaccionó.

- ¿Cómo lo sabes?

- Porque te vi salir de la discoteca con él y cuando hoy a la mañana salí­ a desayunar con Naiara le vi en el sofa. Resulta que son compañeros de piso, o algo así­. Son amigos de toda la vida. Muy nice.

- ¿Te ha dicho algo de mí­?

- ¿Por qué quieres saberlo? ¿Te descolocó, Martin? ¿Te enamoraste?- Lucas bromeó y me reí­.

- Venga, hombre, no digas gilipolleces y contesta.

Lucas agachó la cabeza y jugó con el papel que envolvía la cabeza de su cerveza, mordiéndose el labio y frunciendo el ceño antes de contestar.- Le pregunté si era él con el que te fuiste de la discoteca y me dijo que no sabía de que estaba hablándole.

El pecho de Martin saltó, sintió un puñetazo en el estomago. Tuvo que rememorar la noche para asegurarse de no haber imaginado nada. Desconfío de sus propios recuerdos, y se sintió un pelín humillado. Echando la mirada atrás ahora estaba mas que claro que el hombre se arrepentía de la noche que tuvieron; La exitosa huída, la carencia de un trozo de papel con su número de teléfono, la vergüenza de admitir haberse acostado con él... Lo que araño a Martin de aquella situación no fue el no poder volver a compartir cama con ese hombre. Porque por muy buena que hubiese sido aquella noche para Martin, no había marcado nada en el. Fue más bien el nivel de asco qué imaginó que el hombre debía haber sentido para sentir la necesidad de hacer todo lo que había hecho para cortar cualquier posible lazo con el.

- ¿Cómo se llamaba el ti­o?- Martin preguntó, sin recordar si el hombre se lo dijo.

- Juanjo.

Juanjo, Juanjo, Juanjo.

Y recordó con mucha más claridad la noche. Desde las facciones del hombre hasta las sensaciones que había sentido.












*

Pues he tenido tiempo antes de empezar a prepararme para escribir este capítulo.

No creía que iba a tardar tanto pero he estado DOS HORAS!!!!

Espero que os guste! He tenido que cambiar un poco la narración, porque quería que se explicasen también las sensaciones de Juanjo pero sin quitar el foco de Martin. Espero haberlo conseguido.

¿Qué os ha parecido?

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