Don't you know that I am righ...

By littlelittlefreak

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Martin necesita tener a alguien que le quiera. Juanjo por nada en el mundo quiere querer a alguien. O donde R... More

Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.

Capítulo 1

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By littlelittlefreak


Era un bajón.

Un bajón como cualquier otro. Un bajón después de un subidón. Un bajón antes de un subidón.

El problema es que el bajón se había prolongado demasiado. No recordaba el último subidón, y tampoco veía cercano el próximo.
Aita me recomendó ir al psicólogo. Alvaro me recomendó salir de fiesta. Ruslana me recomendó follar. Lucas me recomendó hacer deporte.

El segundo problema es que yo no encuentro el acierto en ninguna de las soluciones que me han propuesto. ¿Y cómo lo iba a encontrar si tampoco reconocía el problema?

Nadie me advirtió de lo difícil que podía llegar a ser mudarte a una capital solo, con dieciocho inocentes años, y demasiadas expectativas. O puede que sí. El caso es que no lo recuerdo. Y es qué, ¿Quién lo recordaría cuando se te ofrece una beca en una de las universidades más prestigiosas de artes dramáticas? Yo desde luego que no.

Fue un proceso tan rápido y emocionante que ni siquiera recuerdo en qué momento hice las maletas, conseguí un piso o me despedí de todos mis amigos en Getxo. Pero si recuerdo el esfuerzo que hice por convencer a mis padres, las noches en vela estudiando asignaturas que odio con todo mi ser y a mi pequeño yo colgando el catálogo de publicidad de la universidad en la puerta de mi habitación después de que mi izeko me lo regalase y me dijese que esa era la mejor de las mejores universidades para mí.

Porque si no fuese por esos recuerdos ya tendría cogido el pasaje para volver de vuelta a mi casa.

El techo de mi habitación de Madrid no se parecía en nada al techo de mi habitación en Getxo. El techo de mi habitación en Getxo estaba lleno de posters de mis bandas favoritas, tenía luces brillantes colgando, y tenía una lámpara humilde pero bonita. El techo de mi habitación de Madrid no tenía ningún poster, tenía manchas de humedad y la bombilla en el centro del techo no encendía la mitad de las veces.

Hablando de la lámpara que no enciende la mitad de las veces... Se está balanceando, y sorprendentemente no es por la lluvia que mete puñetazos en las ventanas, como de costumbre. Los jadeos que se escuchan me confirman que es Omar, que ha venido a darle los buenos días a Ruslana. Y tanto qué buenos días.

Suspiro, porque no me queda otra cosa que hacer.

Cuando encontré este piso (en el centro, barato, compartido a medias con una chica que parecía simpática y que era pasablemente bonita) me pareció un sueño. Y no me malentendáis, sé que era casi que imposible encontrar algo mejor. El piso está genial para lo que tengo que pagar al mes, vivir con Ruslana es como vivir con una amiga y poder ir a todos los lugares en metro es un regalo de dios; pero sigo echando de menos las cenas de mi aita, las visitas de mis amigos (de esas en las que luego no tenía que recogerlo yo), poder descansar y como no, poder follar.

Diréis, ¿cómo es que independizarte (en vez de darte) te quita oportunidades de follar? Bueno, pues el caso es que asistir a seis horas de clase en la universidad, trabajar seis horas al día y hacer trabajos de clase en lo que queda de día agota. Agota en todos los sentidos. Tanto mental como físicamente. Y eso disminuye mi cantidad de folladas. Y vamos, solo tengo dieciocho años y llevo dos meses sin follar, ni siquiera recuerdo cómo es sentir un buen beso. De esos que dejan tontos, y no de amor que digamos.

Cuando salgo de la habitación ya no se escuchan jadeos, ni el golpe de la cabecera contra la pared. Gracias a dios. Cuando entro en la cocina recuerdo porque Omar me sigue cayendo tan bien, y es que todos los domingos a las mañanas trae tres croissants de la panadería debajo de su casa.

Justo cuando estoy sentándome en unos de los bancos altos de la barra de la cocina, salen los dos (compartiendo un pijama a medias) de la habitación.

- Buenos días, Martin.- Sonríe Omar feliz. Como para no estarlo, capullo.

- Buenos días, parejita.

- ¿Te hemos despertado, Martin?- Esta vez es Ruslana, que como todas las mañanas tiene ronca la voz.

- No pasa nada, tranquila. Lo hecho, hecho está.- Me termino en croissant y me levanto con el ceño fruncido, para que noten que de enfadado estoy. Enfadadísimo.

Omar me pide perdón con los ojos y justo cuando iba a formular una disculpa Ruslana le interrumpe.

- Oh, vamos. A ti lo que te pasa es que llevas, ¿Qué? ¿Un mes sin mojar pan? Martin, te hace falta salir.

- Y dale con lo de que me hace falta salir. Ya te he dicho que no tengo tiempo ni para respirar, como para salir de fiesta estoy.

- ¿Qué hiciste ayer, Martin? Porque cuando llegue estabas dormido en el sofá con una maratón de James Bond en la tele.

- Ruslana tiene razón, Martin. Hace tiempo que no sales con el grupo.

Lo que ellos no entendían es que ese grupo no era mi grupo. Yo no tenía grupo aquí. Por mucho que agradeciese el esfuerzo de Omar y Ruslana por intentar incluirme, se me hacía inevitable el pensamiento de que todos me sonreían por compromiso, de que todos me hablaban por obligación y de que en realidad no tenía a quien acudir si necesitaba hablar sobre el mal día que había tenido.

- Llego muy cansado del trabajo, Ruslana.

- Tienes que quitarte un par de horas, amor. No es normal que trabajes tanto con solo dieciocho años. Incluso los sábados.- Y qué fácil lo decía ella, hija de padres con dinero, sin beca, con el dinero del piso asegurado al final de cada mes.

- De algo tengo que vivir, Rusli.

- Martin, sabes que yo puedo darte un empujón.- Es verdad, me lo habia ofrecido varias veces. Y yo no lo tomaba ni como opción.

- Es que no lo necesito, voy bien.

- Vives cansado, amor.

- Vivo bien, solo es un bajón.

Solo es un bajón. Solo es otro bajón.

- Prométeme que el sábado sales con nosotros.

- Ruslana, tengo trabajo, ya lo sabes.

- Pero también tienes ganas de follar, así que priorízate un día por lo menos. Pide un día libre, o lo que sea.

- Rusli, los días libres no funcionan así.

- Pues tu sabrás como funcionan, pero te vas a coger uno.- Cuando ví que se sentaba en el regazo de Omar y se metía el croissant en la boca con un guíño, supe que la discusión había acabado. Ella había ganado, como siempre, vamos.

Me esperaba un buen día en el trabajo, entonces.

.

Los sábados eran unos días importantes de la semana, por lo menos para mí. Podía levantarme dos horas más tarde de lo habitual, lo que siempre se agradecía. Los clientes de la cafetería en la que trabajaba siempre eran más agradables, Ruslana preparaba la comida y tenía la tarde entera (a partir de las ocho) para descansar o hacer trabajos.

Pero hoy no era de esos sábados que a mí me gustan.

- Ya estoy en casa.

Lo primero que noto cuando entro a casa es que la mesa está puesta, y hay cuatro manteles redondos puestos sobre ella. ¿Por qué hay cuatro manteles redondos puestos sobre ella?

- ¿Hola?- Hago oír mi voz para saber quién está en casa.

- ¡Martin! Ven, ayúdanos a llevar la comida y las copas a la mesa.- Ruslana se asoma por la puerta de la cocina.

Cuando entro en la cocina me encuentro con Lucas, que está sacando los macarrones del horno, y Alvaro que está soplando en los macarrones.

- Hola, loki.- Lucas me mete un azote con el trapo con el que ha sacado los macarrones y me da un beso en la frente.

- Hola, guapo. Pensábamos que no llegabas nunca, casi nos ponemos a comer sin ti.- Bromea Alvaro. Sabía que mentía, porque son demasiado buenos para hacer eso, y porque los macarrones acaban de salir del horno.

- Ya, perdón. No sabía que veníais a comer hoy.

- ¿No te había avisado Rusli?

- Perdón, Martin. Se nos ha ocurrido al medio día, y tu ya habías salido de casa. Nos ha parecido buena idea, así hacemos la pre aquí y no hay que andar dando vueltas.

- No pasa nada.

- Ya nos ha dicho Ruslana que tu también venías hoy. ¡Que bien! A ver si nos encontramos unos buenos 'rabines'.- Alvaro siempre tenía eso de "Gay que veo, gay con el que hablo de pitos"

El primer día que quedé con ellos me contó sobre su espantosa experiencia con un francés. Con eso te lo digo todo.

- Sí, ya he cogido la tarde libre.

- ¡Ves como no era tan difícil!- Exclamó la pelirroja dándome una palmada en la espalda.

Lo que ella no sabe es que la semana que viene voy a tener que trabajar esas cinco horas que he librado hoy para salir con ella y su grupo, y que de todas formas me lo habian descontado del sueldo.

- Sí, tienes razón.

- Todos a comer, que los macarrones se enfrían.

- ¡Esperar, esperar!- Ruslana se levantó de la mesa, asustándonos a todos.- ¡El vino!

- Me asustaste, loki.- Lucas tenia los ojos bien abiertos y una mano en el pecho.

La tarde transcurrió tranquila. Alvaro y Lucas eran los más cercanos a mí del grupo, y no hacía falta nada más que alguna broma sobre penes de Alvaro para que me sintiese cómodo.

El ambiente cambió cuando Ruslana comenzó a maquillarse y pusieron música en los altavoces de la tele. Sacaron algo más fuerte que una botella de vino, y ya se podían ver indicios de lo que iba a ser esta noche.

- Tengo un buen presentimiento de esta noche. Quiero decir, que más nos hace falta. Viene el loki bigotudo, escuché que venía una chica de mi clase y el piso de esta chica no está lejos de la discoteca.

- Como te gusta lo que te encanta...- Alvaro le dio una colleja y los cuatro nos reímos.

- ¡También van Omar y algunos del grupo!- Salió Ruslana, ya con el maquillaje acabado y con un vestido largo, lencero y negro. Ha sacado la artillería pesada.

- ¿Estamos listos? Puede que vaya siendo hora de que vayamos, ¿No?- Todos respondimos que sí y cogimos las chaquetas para protegernos de los vientos de octubre en Madrid.

Cuando llegamos a la discoteca Ruslana salto a saludar a Omar, que estaba situado en el mismo reservado que habían cogido las otras veces en las que he venido.

La discoteca era grande, tenía un DJ situado en el piso de arriba, en el que más gente bailaba. La barra abarcaba toda una pared, y los camareros trabajaban rápidos y precisos.

Después de saludar a todo el grupo, Alvaro tiró de mi brazo para llevarme a la barra, donde pidió dos ron-colas, y dos chupitos de tequila.

- No me gusta el tequila.- Levanté mi voz para que me escuchase.

- No son para ti, son para mí. Aunque ahora que lo dices... Te hacen falta a ti también.- Entrecerró los ojos, me miro de arriba-abajo y se giró a donde el camarero de nuevo.- Dame un chupito de Jagger, por favor.- Se volvió a girar a donde mi y me dio un apretón en el culo.- Vamos, Martin. Ya me ha dicho Ruslana que estás sufriendo sequedad. Y con esa actitud, por muy bueno que estés, solo vas a conseguir una follada promedio.

- Voy a matar a Ruslana.- Me tomé el chupito y Alvaro lo celebró con un baile, que tituló "el baile de: se vienen buenos rabines".

No sé en que momento me quite el jersey negro que tenía puesto, ni donde lo deje, y tampoco recuerdo cuando empecé a bailar, pero me estaba sintiendo bien, y la euforia y la diversión del momento me estaban empezando a hacer pensar que puede que Ruslana tuviese razón.

Hasta que sentí como algo mojaba mi espalda.

No pude ni darme la vuelta cuando una voz grave se comenzó a quejar.

- ¿Eres tonto? No sabes que hay más gente en la discoteca, ¿O qué?

- Venga, que ha sido un accidente.- Me defendió Omar, poniendo una mano en el pecho del chico.

Era atractivo. Tenía el pelo bien cortado, oscuro pero no negro. Tenía unos ojos grandes, marrones y bonitos. Los labios eran rosas, color sandia y brillantes, regordetes. Era alto, una cabeza más alto que yo, como mínimo.

Llevaba puestos unos pantalones negros, anchos y caídos por la cadera, y una camiseta que dejaba ver los hombros. Había algo en su seguridad y fuerza a la hora de hablar que me daba ganas de ponerme de rodillas por él si hacía falta.

Puede que el cuarto chupito ya fuese demasiado para mí.

- ¿El chico tiene siquiera edad para estar aquí? Si es solo un niño.- Me miró de arriba abajo, inspeccionando cada detalle. Me removí bajo su mirada. Sentía como me atravesaba, y justo cuando creí que me desmayaba, él sonrió, como si hubiese encontrado un tesoro y él fuese un pirata.- En fin, aquí dejan entrar a cualquiera.

- Tengo dieciocho años, voy a cumplir diecinueve en unos meses.- No pude evitar aclarar. Por alguna razón, que todavía no entiendo, sentía la necesidad de que él supiese que no era tan joven, que podía acercarse a mí.

Él se rio, miró a la chica al lado suyo e inclinó la cabeza dirigiéndola fuera de la pista de baile. Cuando paso por al lado mío, se inclinó y susurró: "Me debes un cubata y una camiseta"

De repente tengo ganas de ver como se desarrolla esta noche.

.

En el transcurso de la noche, la gente del grupo se iba perdiendo. Omar y Ruslana aprovecharon para irse al baño, Lucas estaba en el reservado con una chica morena de pelo lacio, y Álvaro estaba bailando con dos hombres de forma un poco comprometedora.

No sé si era por la cantidad de cubatas que corrían por mi sangre, el porro que nos ofreció un conocido de Ruslana cuando la acompañe a fumar, o el último chupito de Jagger que me tomé, pero estaba sorpresivamente motivado y aunque estuviese solo, me estaba divirtiendo en la pista de baile.

Sentía la mirada de varios hombres, algunos intentaban bailar conmigo o me hacían gestos para que me acercara a ellos. Pero ninguno era mi tipo. O bueno, más bien ninguno era el tipo que estaba buscando.

Movía las manos por todo mi cuerpo, como si estuviera yo solo en mi cama. Pero no lo estaba, y una mano grande en mi cintura me lo recordó.

- No estoy interesado.- Miré por encima del hombro, sin siquiera fijarme en el rostro del dueño que apretaba mi cintura.

Sin embargo, el hombre detrás de mí coloco su otra mano en mi cintura y pegó su pecho a mi espalda, comenzando a moverse al ritmo de la música.

Y disculpa, llevo dos meses sin sentir un pecho fuerte a mis espaldas y unas manos grandes controlar mi cuerpo a su gusto, por lo que me deje llevar.

Había algo de la situación, la autoridad de su altura, el dominio de sus movimientos y el morbo de no saber quién bailaba conmigo, que hizo colocar mis brazos alrededor de su cuello e inclinar mi cabeza, exponiendo mi cuello para él.

Lo que sentí, en cambio, fue un soplido en mi cuello, un beso fugaz detrás de la oreja y un susurro: "No quiero saber como te pones cuando si estás interesado".

Un beso en la mejilla y el hombre desapareció.

Reconocí la voz, sigo sin saber como, pero esa voz aterciopelada, prepotente y con un tono de burla exagerada nunca la hubiese confundido. Ni siquiera habiéndola escuchado una sola vez. 

Me giré y vi sus amplios hombros, mis sospechas fueron correctas.

Caminé detrás de él y vi como se metía en los baños. Así que yo también entre.

Había gente fumando en la pequeña ventana, gente de rodillas dentro de algunos cubículos e incluso una pareja follando en el lavabo. Qué generosos, comparten su experiencia con toda la discoteca.

Había un único baño en el que no viese alguien de rodillas, más de dos piernas o una falda en el suelo. Y mi estado de ebriedad me hizo pensar que era buena idea entrar.

Lo que no esperaba era que ni siquiera estuviera cerrado con el pestillo. Eso era básicamente una invitación. O al menos a mí me lo pareció.

Y no me equivoqué porque cuando entré en el cubículo estaba él, sentado con un cigarro industrial entre sus labios y una sonrisa egocéntrica.

Se sentaba con chulería, con el brazo que sujetaba el cigarro apoyado contra la pared y las piernas bien abiertas. A mí me pareció volvió a parecer una invitación para chuparle la polla, pero me contuve. Tengo más elegancia.

- ¿Qué haces aquí, desinteresado?- Me miró de arriba abajo mientras volvía a inhalar el tabaco.

Tenía un aura tan dominante que tenía miedo de decir algo tonto, que volviese a mencionar mi edad y que me echase con una patada en el culo. Así que solo me acerqué dos pasos más a él, quedando entre sus piernas.

- ¿Ahora si estamos interesados?- No tuve que responder porque él apagó el cigarro contra la pared, colocó sus manos en mi cadera y me acerco hasta que pudo dejar un beso en mi abdomen.

Dios mío, era débil a ese hombre. No sé dé donde saque tanta valentía pero me senté a horcajadas sobre sus piernas. Y el, como si fuese su instinto colocó sus manos en mi culo. Lo apretó y moldeo como quiso, mordiéndose el labio inferior y nunca dejando de mirarme a los ojos. ¿Dónde había estado este hombre toda mi vida?

Bajo la mirada a mis labios, y por intuición los lamí, dejándolos brillantes y rojos. Sonrió, inclinó su cabeza y rozó sus labios con los míos. Sentí su aliento, caliente y estable. Cerré los ojos y sentí como lamió mi boca.

Jadee, abrí los ojos y cuando vi su sonrisa egocéntrica salte a sus labios, juntando nuestros labios. Esperé a que él cogiese el control del beso, dejándome controlar o moldear a su gusto. Pero se mantuvo quieto, y cuando pensé que no me iba a devolver el beso, abrió la boca y chupo mi labio superior.

Mordió mi labio, forzándome a abrir la boca y metiendo lengua al beso. No había timidez, ni pureza en el beso.

Era un besador avaricioso, arrasando con todo.

Siguió jugando con mi boca mientras metía sus manos dentro de mis pantalones, estrujándome el culo, fuerte y demandador.

Abrí la boca para jadear e incliné mi cabeza hacia atrás, dejando mi cuello al descubierto para él. Ni un segundo paso para que él comenzase a chupar, besar y morder desde las clavículas hasta mi mandíbula.

Ni siquiera quise saber cómo iba a amanecer mi cuello cuando despertase.

Me sentí desfallecer cuando sentí sus manos meterse bajo mi ropa interior, acariciando con sus palmas frías mi culo. Aleje su cabeza de mi cuello y cuando me miró a los ojos, sonrió y no tuve tiempo ni de entender la situación cuando sentí uno de sus dedos rozando mi agujero.

Apoye mi frente contra la suya y antes de que fuese a más, y no pudiese frenar le hable:

- Espera, espera. Aquí no, por favor.

- A mi casa no podemos ir. ¿Tiene el niño de dieciocho años un piso?

- Para de intentar avergonzarme con mi edad, que tienes tus manos dentro de mis pantalones.- Le di una palmada en la mejilla y él me dió un beso.- Y si, tengo un piso. Y para tu suerte, está cerca de aquí.

- Mira qué suerte la mía, debe ser mi día.- Saco las manos de mi pantalón y las coloco en mis caderas haciendo presión hacia abajo, dejándome notar que de duro estaba.- Pero el tuyo también.

Y agarro mi polla.

Si era un sueño, que nadie me pellizcase, por favor.

Me dio una palmada en el culo y me ayudó a levantarme de encima de él. Para salir de la discoteca, me cogió de la mano y me guio a la salida, abriendo el camino para mí. Y cuando sujetó la puerta para mí, sentí que este hombre estaba hecho a mi medida.

No es que me guste la caballerosidad innecesaria ni flores todas las noches, pero son detalles pequeños que siempre se tienen que tener en cuenta.

Fuimos en su coche así que llegamos en menos de cinco minutos.

El minuto en ascensor fue algo raro, casi cómico. Se oía la baja música del ascensor, nuestras manos se rozaban y parecíamos dos niños a punto de darse su primer beso.

Pero el chiste se acabó cuando entramos en el apartamento y me empujo contra la pared que separaba la cocina y el salón, besándome con fuerza.

Vamos, que no pude hacerle un tour por la casa.

Llegamos a mi habitación entre tropiezos y golpes torpes contras las paredes, sin dejar de besarnos nunca. Sentí como la cama golpeó tras mis rodillas y caí sobre la cama. El hombre se arrastró encima de mí y me besó en los labios, con una sonrisa. Dios, qué sonrisa más bonita.

Bajo sus besos a mi cuello, lamiendo fuerte y haciéndome gemir. No perdí el tiempo y le quité la camiseta por la cabeza y el quito la mía. Tenía la piel fría y pálida, suave y tan lamible.

Me quité los pantalones y la ropa interior y él se quedó de rodillas entre mis piernas viéndolo todo, de nuevo con esa sonrisa socarrona. Era tan injusto pero tan tentador estar tan desnudo y vulnerable frente a él, todavia con medio cuerpo cubierto. Podía hacer lo que quisiese conmigo y yo me dejaría hacer.

Le sonreí y agarré su cuello para acercarlo y poder besarle. Apoyó sus dos manos a cada lado de mi cabeza y me besó con lentitud y paciencia.

Iba a ser una noche divertida, desde luego.






*
¡Primer capítulo! Espero escribir otro mañana... ¿Qué os ha parecido?

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