Al colocar un pie en el salón de clases, las burlas por parte de ella "Melani Gastrell" fueron la orden del dia y gracias al gran hematoma que ya era visible en su rostro; no se hicieron esperar sus comentarios:
— ¡Que hermosa! — exclamó la princesa — ¿Quién te adornó el rostro así?
— No es de tu incumbencia — soltó en tono de molestia — porque mejor no vas a molestar a otra sí.
Intentando llegar a su lugar sin pasar desapercibida y es que valla, la vida se empecinaba con ella, pero aquella voz chillona la hizo detenerse:
— ¿Quién te crees que eres? — cuestiono — ¿Tú acaso sabes quién es mi padre Boynton?
— ¡Ay! Mira no más — bufo — eres tan ridícula, si piensas que te tengo miedo por eso o soy como los demás idiotas que se inclinan a tus pies — aclaro — ten cuidado bonita porque las chicas como tú, nunca terminan bien.
Después de decir escuchar aquello se alejó, echando humo por los oídos y roja de la ira, camino en dirección a su novio sentándose en sus piernas, hablan mirándola; sin ánimos y ganas de interesarse en ellos dos deja de prestarles atención. Tenía un asunto que resolver y debía ocupar todo su tiempo en eso, en vez de perderlo con los niños de "Papi" a ellos les tenía preparado otra cosa, ahora lo importante es seguir con el plan de su padre y hallarla.
Si había que aclarar algo, era que, no estaba pasando un buen dia, no era el golpe en su rostro, no era por "Melani Gastrell" no era su abuela o su madre; estaba enojada, porque aún tenía a ese policía detrás suyo; si no lograba alejarlo pronto, no podía hacer nada de lo que ya tenía planeado. Debía ser cuidadosa o si no, aquella mujer que hace algunos años atrás le hizo mucho daño, arruinaría todo lo que ha logrado construir.
¿Por qué las cosas debían de ser de esa manera?
¿Por qué en su vida nada puede ser fácil?
Si fuera fácil sería tonto, pero haber guardado aquel secreto hace años, cambiar de identidad y todo para que ella tuviera un poco de paz, una vida normal, mientras nosotras nos hundimos en la miseria ¿Era justo? Viviendo su vida, pagando sus daños solo por su forma de ser cuando era niña, llegando a un límite de ya no querer seguir así, queriendo cambiar esta vida de mierda.
¿Dónde estarás hermanita?
¿Cuántas personas has matado ya? — se preguntó.
Ha tenido que ensuciarse las manos por su culpa, hasta la número dos lo hizo y todo, para que ella se pudiera ir, ahora que necesitan de su ayuda, no la hayan,
¿Es justo para nosotras vivir así? — se cuestionó.
Lo más lamentable es que la muerte de su padre se acerca y ella ni enterada esta, la idea desde un principio era cambiar de identidad por unos cinco años, pero ya van 10 de esos cinco; nunca más respondió los mensajes o llamadas, tampoco a su padre y ahora ella vuelve, para hacerles la vida más miserable y tu viviendo la vida sin preocupaciones. La mañana transcurrió lenta y tortuosa, los minutos se hicieron eternos y la clase de matemáticas era totalmente aburrida; varios de los estudiantes estaban ya dormidos y al maestro poco le importaba con tal de recibir su salario a fin de mes, le daba igual quien prestara atención a su explicación o no; regañarlos y mantenerlos despiertos eran un desperdicio de saliva y tiempo, se podría desquitarse de ellos en los exámenes finales.
Al mismo tiempo que el timbre de salida sonó, se levantó rápido de su asiento, tomando sus cosas para salir de ahí, debía encontrarse con aquel imbécil para arreglar algunas cosas, cobrar algunos favores e idear un plan para librarse de la bruja de su abuela. Camino dando zancadas largas sin importarle que la falda de su uniforme se alzara, le urgía salir de esa horrible cárcel llamada escuela llena de mediocres y falsas amistades que ni para referencia laboral servirían; bajo la atenta mirada de todos se encamino hacia la salida, con lo que no contaba es que la estuvieran esperando.
— ¿Por qué tanta prisa Srta. Boynton? — pregunta una voz, saliendo de prisa. — ¿La están esperando? ¿Tiene alguna cita?
— Detective Beer — lo saludo amablemente — Mis asuntos no son incumbencia del pueblo, eso lo incluye a usted.
Intento seguir su camino, pero su voz la detuvo de nuevo:
— Está muy equivocada, si me incumben — aclara, excéntricamente. — Hoy seré su oficial de guardia, a donde vaya usted iré yo.
¡Qué maravilla! — susurro para sí misma.
— Perfecto Detective — asintió sonriendo. — entonces, dese prisa que debo ir a matar a alguien.
Sin dejarlo pronunciar palabra alguna empezó a caminar, siguió dando zancadas largas para llegar mucho más rápido, sus intentos de hacerla detener fallaron; no era tan fácil de convencer.
Ya no soy aquella niña <<Beer>> aquella niña tonta e ilusa, que se enamoró.
Aprendió a ocultar sus emociones y a no dejarse chantajear de nadie, si no recibía algo a cambio, estaba cansada de los golpes y de la sumisión. Su pasado le estaba pisando los talones, cada vez más, con la llegada de la señora, el juego cambiaba y nuevas piezas en él aparecen.
¿Quién será el próximo en morir?
Las personas no son lo que parecen, el secreto familiar será revelado en algún momento, muchos se verán afectados, hijos ilegítimos aparecerán reclamando una herencia que no les pertenece. Su obsesión por el manicomio, esa obsesión que apareció desde aquella vez que ella murió.
A dos casas de la biblioteca, las manos de Agnie temblaban, su ansiedad estaba volviendo; hace una semana no tomaba medicamentos y la psicosis ya estaba en un 40% en todo su sistema, pronto lo volverá hacer y se probara lo que es capaz de hacer por revelar otros secretos que no son los suyos. Lo que en su mente danzaba eran las órdenes que le dio su padre, esa lista y el golpe que le dio su abuela, su "Madre" había pasado a un segundo plano; su hermano a un tercero y el resto no tenía importancia alguna.
No por ahora, más adelante los necesitaré cuerdos. — se repitió.
Antes de tomar el pomo de la puerta, para ingresar a la biblioteca fue jalada bruscamente por el hombro.
— ¿Qué harás aquí Boynton? — pregunta, el Detective.
— Alquilar una porno.
Se soltó de su agarre y entro, antes de llegar al cubículo de la recepcionista fue detenía de nuevo:
— ¡Aquí no hay películas porno! — exclama, confundido. — no quieras verme la cara de tonto.
— No haga preguntas estúpidas, Detective — dijo cansada. — ¿Qué hace usted en una biblioteca?
No espero su respuesta, vuelve a soltarse de su agarre y sigue su camino; pasando cerca de aquel cubículo le hace una pequeña seña a la recepcionista, siguiendo su camino en busca de un buen libro. La mujer del otro lado de aquella mesa, entendió lo que quería, sacando un pequeño teléfono para marcarle a él, para cambiar un poco los planes e ideando otro plan mientras aquel hombre le pisaba los talones.
Las cosas que debían pasar los siguientes días, debían salir a la perfección, con su abuela, madre y el detective detrás de ella, nada aseguraba que estaría sola por mucho tiempo. Planeaban cosas hacia ella y ella debía contraatacar cualquier golpe, por parte de esas dos mujeres cualquier cosa se podría esperar y perder su vida no estaba en sus planes, no por el momento.
Debía llamarle a ella, que ella se encargará de ahora en adelante o debía dejarla en aquel lugar oscuro donde la vio por última vez, antes de intercambiar sus vidas; su mente le estaba jugando una mala pasada, debido a la presión que estaba sintiendo, ahora que todo se le estaba cruzando. Caminando entre los enormes estantes de libros, en busca de uno que no necesitaba solo para despistar al hombre detrás de ella y así tener un momento a solas, necesitaba reunirse con él, lo más pronto posible.
Ella quiere volver, ¿La dejó salir o la mantengo oculta como lo he estado haciendo todos estos años? — pensó, sintiéndose frustrada.
Era algo difícil, no tenía tiempo para pensar en eso, debía poner toda la fuerza que aún le queda en el cuerpo para terminar esa maldita lista. Frustrada tomo el primer libro que vio, camino a las escaleras que daban la segunda planta de la biblioteca, lugar donde podías sentarte a leer y tomar nota sobre tus libros elegidos; le agravada ese lugar y por eso siempre estaba metida allí.
Estando ubicada en una de las enormes mesas, el detective tomó asiento del otro lado viéndola muy detenidamente, antes de poder articular palabra la bibliotecaria apareció.
— ¿Disculpen? — hablo cuando pasó al lado nuestro. — joven, ¿Será muy amable de ayudarme a traer unas cajas de la bodega? Es que mi ayudante no ha llegado.
— Estoy ocupado ahora.
— Porque no la ayudas — comento Agnie. — qué poco caballeroso eres, es una pobre anciana — dijo con obviedad. — ¡Dios! — exclamo dramática. — Y así quieres conquistarme.
El la observa indignado por sus palabras y agrega:
— ¿Dónde quedan esas bodegas? — le pregunta. — ¡Tu! — la señala. — no te muevas de aquí, entendido.
— Sí, señor.
Respondió en tono divertido; antes de irse la mujer le dio una pequeña nota escrita en un pedazo de papel, al leerla, decía lo siguiente:
Te espera en la azotea, ten mucho cuidado.
No creo poder distraer al detective por mucho tiempo, solo tiene 30 minutos.
Se levantó rápido y corrió a la azotea, debía aprovechar esos 30 minutos de ventaja, en este momento lo que menos quería era perder el tiempo, hay un problema que debe ser resuelto lo antes posible. Al llegar lo ve de espaldas, con una chaqueta de cuero y al parecer un cigarrillo en su mano, sin siquiera voltearla a ver dice:
— Te vas a quedar ahí con cara de tonta.
Corrió abrazarlo, lo había extrañado.
— Imbécil, perdón por no llamar — murmuró, soltándolo. — No tenemos mucho tiempo.
— Te perdono. — dice. — ¿Qué sucede Agnie? ¿Cómo que ella volvió?
— No tengo ni la más puta idea — admitió. — anoche papá me avisó de su llegada y esta mañana llegó a la casa dando órdenes, como si fuera la dueña.
— ¿Ella fue quien te dejó el rostro así?
— Si.
Lanza el cigarrillo después de dar la última calada, camina de un lado a otro pasando sus manos por el cabello exasperado.
— Sabes que ella no estaba en nuestros planes.
— Lo sé.
— ¿Qué harás?
— Por el momento no puedo hacer nada — comenta. — no volvió sola, ella, la número dos está aquí.
— Ella...
— Si, debo tantear el terreno y sacarle información. — lo interrumpió. — después de eso, tú entrarás en el juego, ella te ama y siente eso por ti, lo puedes usar a tu favor.
— ¿Preguntas o sexo?
— Exacto.
Ambos tenían claro cómo proseguir, pero debían hacerlo con mucha cautela, tienen a demasiadas personas intentando averiguar lo que traman; si quieren que todo salga como se planeó para ellos, deben hacerlo asumiendo todos aquellos retos.
— ¿Qué harás con ese detective?
— No me queda de otra. — niega — preguntas o sexo, es muy bajo para mí, pero es la única salida.
— Ten mucho cuidado y si necesitas ayuda...
— Te llamaré — lo interrumpió. — Lo tengo claro, cuídate.
Un último abrazo antes de volver a la mesa donde antes la había dejado el detective, respiro hondo y comenzó a leer un libro el cual ni siquiera leyó el título, simplemente estaba divagando entre sus pensamiento viendo el papel.
Estaba tan cansada de que se volviera a repetir lo mismo de hace años, pero ese presentimiento de que no saldría como ella quería la molestaba; no están las tres unidas como siempre, una sin saber su paradero y la otra estaba en su contra por el momento. Era tanto el cansancio que sentía, no había tomado sus pastillas para dormir y ese dolor de cabeza no la había abandonado desde lo sucedido con el antiguo director.
Esa parte de ella quería salir a la luz, pero no debía, no aun.
No puedes salir, no es el momento. — se repetía una y otra vez.
No sabe por cuánto tiempo estuvo viendo el libro hasta que escucho:
— ¿Esa parte del libro está muy interesante?
— ¿Qué?
Salió de su ensoñación y miró aquel chico que conoció tiempo atrás, cuando solo era una simple niña.
— Estabas como muerta viendo el libro — argumenta. — ¿Estás bien?
— Si, perfectamente.
Cierra el libro que tiene entre sus manos y sigue viendo la mesa, como si fuera lo más interesante del mundo.
— Agnie...
— Estoy bien solo que... — dudo en decirlo y al final, se tragó su orgullo. — Aún no quiero irme a mi casa, mi abuela volvió.
Plan en marcha.
— ¿Tu abuela? ¿Otra vez?
Él sabía la historia con su abuela, sabía la historia, solo a medias.
Nadie podía saber eso, no era el momento.
— Si — asiente desanimada. — fue ella quien me golpeó esta mañana.
— ¿Ya te curaste el golpe?
— No...
— Vamos a mi departamento.
Extendió su mano y ella la tomó, ambos salieron bajo la atenta mirada de la bibliotecaria; sabiendo ambas lo que pasaría, ella le preparó una coartada, solo por si algo no salía como se planeó. Después de tantos años juntas, ya se consideraban parte de la familia, aunque no lo eran, el dolor las mantenía unidas.
Ambas unidas por venganza.
La noche sería larga, placenteramente larga...
¿Qué será lo que vendrá?
Era una carga enorme... ¿Ella lograra volver?
Nada era seguro, no ahora que ellas están de vuelta... En este juego de ajedrez ellas han tomado el caballo, es hora de que la torre haga su trabajo.