Anhelo

By NAE_JAZ_97

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"Anhelo", la culminación emocionante de esta cautivadora historia, guarda para desatar una tormenta de emocio... More

♠️ PERSONAJES ♠️
♠️ Nota de Autora ♠️
PARTE 3
PREFACIO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Extra: Konexiõ
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 parte I
Capítulo 22 parte II
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26 parte I
Capítulo 26 parte II
Capítulo 27
Capítulo 28
Extra: Pasado.
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34 parte I
Extra: LOVE YOU LIKE A LOVE SONG
Capítulo 34 parte II
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
PARTE 4
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 44
Capítulo 45 parte I
Capítulo 45 parte II
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60 parte I
Capítulo 60 parte II
EXTRA: COME AND SAVE ME
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64

Capítulo 43

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By NAE_JAZ_97

Nota: Manas me propusieron en Telegram (si no te has unido aún, no sé qué esperas ja, ja, ja) Que les adelantara el capitulo, y llegaban a más comentarios, pero mejor hagamos esto, este capítulo se iba a dividir en dos partes, pero decidí subirlo completo, ya que ya no quiero dividirlos, no importa que tan largos queden. 

Así que quiero ver si se puede llegar a la meta de dos capítulos, en uno solo, si se llegan una los capítulos largos no se van a dividir y la historia avanzará más rápido y dos, pues sabrán más cosillas antes de tiempo. 

Ojo, para las que se me alteran, las metas no son obligatorias, se hacen porque es divertido ver si llegan o no y porque las chicas de Telegram, se me alteran si no hay actualización, como sea los capítulos se subirán, así que respirar mis intensas. 

Hasta aquí mi reporte Joaquín.

El Cairo - Egipto.

Una semana después.

Dentro de la organización SHAITÁN, cada miembro es una pieza vital con habilidades únicas. Entre ellos, Akim destaca como un maestro de la manipulación, un verdadero experto en el arte de doblegar mentes. A través de años de estudio y práctica en la hipnosis, ha perfeccionado su capacidad para moldear incluso los corazones más fuertes a su voluntad. Su destreza es tal que puede sembrar terror con una mirada y ofrecer el paraíso con una sonrisa, creando un lazo que ata a sus víctimas a él como marionetas en sus manos.

Pero bajo esa máscara de ángel se oculta un demonio sin escrúpulos, un ser cuyo sadismo corre por sus venas como un río de fuego. Akim, el amigo y confidente de Alina, nació con el alma corrompida, con la convicción arraigada de su propia superioridad. Aunque fue esclavo, nunca se consideró como tal; en su mente retorcida, él estaba destinado a gobernar, no a obedecer. Este lema ha sido su brújula en la vida, guiándolo por un sendero de dominación y crueldad.

Sin embargo, con el regreso de Zmey, el verdadero líder de la organización, Akim se encuentra en un dilema. Aunque su naturaleza rebelde choca con la autoridad de Zmey, sabe que desafiarlo sería un suicidio. Y para Akim, no hay nada más preciado que su propia vida, por lo que no está dispuesto a arriesgarla desafiando al hombre que le dio forma. Así que, aunque le cueste adaptarse a la vuelta de Zmey, se somete en silencio, esperando su momento para volver a tejer sus hilos y reclamar el poder que ansía con una sed enfermiza e imponente.

—Mi señor, dígame, ¿en qué puedo servirlo? —habla Samira entrando a la oficina de Akim.

Su piel se eriza al escuchar la música clásica, sus marcas en su cuerpo arden, pero aun así, con todo el sufrimiento que se le ha impuesto, sigue venerando al hombre que tiene enfrente, avanza hasta llegar a él, se coloca de rodillas esperando una caricia de su parte.

—¿Hiciste lo que te ordené? —le pregunta este, pasando su mano por el cabello de color negro intenso.

—Sí, mi señor, todas salieron de sus jaulas, ninguna dirá nada, mi señor, no podríamos traicionarlo nunca, por usted somos —responde Samira con adoración.

—¿Y en cuanto a los Colibríes de Zmey? —pregunta Akim, maldiciendo para sus adentros, ya que sus Colibríes no se comparan en nada con los Colibríes que escaparon junto a Zmey aquel día.

Ellas son; Arya, una gitana que había solicitado asilo a las Petrova tras huir de la India, donde fue acusada de bruja debido a su don innato de ver el destino de las personas. Esta habilidad no solo contribuyó al ascenso de las Petrova y la consolidación de su imperio, sino que también les permitió prevenir cualquier amenaza potencial. Sin embargo, todo cambió para Arya cuando Pavel accedió al trono y decidió enviarla a los laboratorios. Su objetivo era investigar la posibilidad de crear más individuos con habilidades similares a las suyas, con miras a fortalecer aún más su posición en el poder.

Después de ella sigue Xena, quien es una maestra de las plantas, posee la habilidad de crear venenos y antídotos para cualquier enfermedad. Nacida en los laboratorios de la Bratva, su inteligencia es extraordinaria. Sin embargo, aunque su mente es ágil, su cuerpo no lo es. Es por ello que depende de Hena, una coreana quien ejecuta todas las tareas que Xena le encomienda.

Yuki, la cuarta colibrí, es un arma letal, imbatible en el manejo de la espada. Desde su infancia, fue entrenada exclusivamente para proteger la corona, dominando el arte marcial del Kyokushinkai, conocido por su eficacia y violencia para poner fin a los combates en poco tiempo. Su pérdida fue la que más dolió a Pavel. Por último, está Kiara, una experta en tecnología capaz de crear y penetrar cualquier sistema. Su habilidad para desarrollar tecnología desde cero la convierte en una fuerza imparable. Al igual que Xena, Kiara nació en los laboratorios de la Bratva.

—Ellas están de acuerdo, mi señor. El señor Zmeyev solicitó que las cinco viajaran a Estados Unidos con él, pero guardarán silencio, mi señor. Luzbell las persuadió para mantener en secreto lo de las jaulas. Se les explicó que revelar la verdad desencadenaría un conflicto entre hermanos, y que el señor ya estaba sufriendo lo suficiente por la pérdida del fénix como para enfrentar también la pérdida de su hermano. —le explica y Akim sonríe, porque sabe que no hablarán.

—Bien, sabía que podía contar contigo.

—Siempre, mi señor —responde Samira, besando el dorso de la mano de Akim. Justo en ese momento aparece Taisiya, quien niega al ver al Colibrí de rodillas.

—Sal —ordena y Samira asiente con miedo, saliendo deprisa de la oficina, sin levantar la mirada.

—No estoy para sermones —le dice Akim.

—¿Me puedes explicar por qué no la has matado? Ya me dijeron que sigue en el calabozo —le dice Taisiya cruzándose de brazos, tomando asiento en la silla frente a Akim.

—Es una Sokolov, merece una muerte lenta, muy lenta y dolorosa.

—Te estás arriesgando demasiado, hermano. Si ella sale, si él se entera de lo que hiciste, será tu fin. Ya no podré protegerte ni hacerme de la vista gorda con todas tus cosas. Sabes que ya te he pasado varias, pero si sigues así, no meteré las manos al fuego por ti, ni arriesgaré mi relación con él —le dice Taisiya tratando de que su hermano mayor entre en razón. Es la única familia de sangre que le queda con vida, ya perdió a Nika, no quiere perderlo a él también.

—No lo sabrá. Alena nunca se lo dijo, nadie querrá romperle de nuevo el corazón al patético de Morgan y aunque me duela y me arda la sangre en las venas, mi fénix ya no está para decírselo.

—¿Has olvidado el vídeo que ella grabó? Pude eliminar lo que Morgan vio ese día, y Kiara se encargó de borrar todas las copias existentes. Sin embargo, no podré hacer nada si en algún momento, Alexander u otra persona revelan lo sucedido. Te advertí que no lo hicieras, pero insististe en entrar en su mente. Si Zmey se entera de lo que ocurrió con su fénix en ese psiquiátrico, lo que te espera será mucho peor que lo que viste hace unas semanas. Deshazte de todos, no debe quedar nadie que haya visto ese vídeo con vida —le dice, y Akim se endereza de golpe, sintiendo cómo el miedo le corroe la columna al recordar lo que la Bastia les hizo a Hakim y a Thomas ese día.

—No lo sabrá. Sabes perfectamente que Zmey se mantiene alejado de cualquier conocido del fénix, ya que no se arriesgaría a que lo descubrieran, y siendo Morgan, tú podrás seguir eliminando la información. Han pasado 17 años, hermanita, y nunca se ha enterado.

—No tientes tu suerte como lo hizo tu hijo. Recuerda lo que le sucedió, mira cómo terminó. Pensó que podía revelar sus secretos y salirse con la suya. Aprende de esos errores, sé más astuto, Akim. No dejes cabos sueltos. Mátala a ella, y a él también. Ve por los demás: las amigas, los guardias, la familia de Jared. Todos deben morir. Zmey nunca le creería a los de la Bratva, así que no tenemos que preocuparnos por ellos. Además, el fénix se encargó de eliminar cualquier evidencia. Haz lo mismo que hiciste con el escuadrón de Alena. Deshazte de todos ellos —insiste, y Akim aprieta la mandíbula, detestando que le digan qué hacer.

—¿Acaso deseas que me deshaga de ella por su relación con Morgan? ¿Estás celosa, hermanita? ¿Es por eso tanta insistencia? —pregunta y Taisiya se tensa. —A mí no me engañas. Sé que la muerte de mi fénix no te afectó en lo absoluto, ya que ella era el vivo retrato de mi ninfa de ojos dorados —le dice Akim, sintiendo cómo su corazón se estruja, pues el fénix era todo lo que le quedaba de Katerina.

—No digas idioteces. Jamás habría deseado la muerte del fénix. Mira cómo está, nunca lo había visto así. Su dolor es mi dolor, su felicidad es mi felicidad. Por eso acepté a Katerina, por eso acepté al fénix y por eso acepté a Isabella. No intentes ensuciar mi amor por él con tus tonterías —le responde con voz firme y ojos ardientes.

—¿Y por eso mataste al bastardo que llevaba esa Sokolov en el vientre? —le pregunta Akim y Taisiya frunce el ceño, mirándolo sorprendida. —¿Qué? ¿Pensaste que no me enteraría que le diste ese té para que abortara?

—¿Cómo...?

—¿Cómo lo supe? Tú serás los ojos de Zmey, pero yo tengo la lealtad de los Colibríes. Me adoran, besan el suelo por donde camino. Ellas me lo dijeron. Así que, hermanita, ¿no nos conviene que nuestros secretos salgan a la luz, verdad?

Taisiya aprieta la mandíbula, recordando cómo se deshizo del bebé de Isabella. No podría soportar ver a otra mujer darle un hijo al amor de su vida. Ya había sufrido bastante con el fénix, aunque lo había aceptado porque esta se ganó su favor desde el primer momento que la vio, el presenciar que otra mujer le diera otro hijo, hubiese sido su punto de quiebre.

—No te conviene amenazarme Akim, no me pongas como tu enemiga, que sabes muy bien que con chasquido te elimino, puedes decirle, pero estoy segura, que este se alegrara que me haya deshecho de un Sokolov, recuerda que el fénix era la única a la que la organización perdonaría, no trates de ponerlo en mi contra, ni de lastimar mi relación con él, que se me va a olvidar que llevas mi sangre ¿Te queda claro? —pregunta Taisiya, a quien se le oscurecieron sus ojos, lanzándole una mirada siniestra al hermano.

—Me queda claro, Taisiya. —responde Akim apretando los puños al verla en su estado natural.

—Haz lo que quieras, solo no vengas a mí, cuando pierdas todo por nada —termina, levantándose abandonando la oficina.

—Me queda claro, que aquí ya no me queda nada —agrega Akim entre dientes, levantándose.

Ha perdido a su fénix y sabe que Zmey y los demás se encargarán de destruir la hermandad, por lo que lo único que le interesa es crear su propio imperio. Harto de recibir órdenes, toma la decisión de bajar a los calabozos de su castillo.

Al llegar, se cubre el ojo izquierdo para evitar que Taisiya pueda ver algo y entra al enorme pasillo. Este pasillo, oscuro y lúgubre, está flanqueado por paredes de piedra gruesa y sucia que exudan una atmósfera de antigüedad y desolación. A su paso, el eco de sus pasos se mezcla con los alaridos de dolor provenientes de los compartimentos, pero estos sonidos no logran conmoverlo en lo más mínimo.

Son cuatro compartimentos en total, todos ellos habitados por aquellos que han osado desobedecerlo. Sin detenerse ante los lamentos que llenan el pasillo, avanza decidido hasta llegar al último compartimento. Saca una llave antigua de su bolsillo, la inserta en la cerradura y gira con firmeza. Las pesadas puertas se abren lentamente, revelando ante él una enorme habitación.

El último compartimento es diferente. Las paredes, en lugar de ser de piedra, son de tierra apisonada, denotando una antigüedad aún mayor. El aire aquí es más pesado, cargado de un olor húmedo y rancio que impregna el ambiente. A un costado de la habitación, hay dos tapetes gastados y descoloridos que yacen sobre el suelo de tierra. Junto a ellos, se encuentra un orinal grande y adaptado, destinado a satisfacer todas las necesidades de una persona. La escasa luz que penetra por una pequeña ventana apenas ilumina el sombrío rincón, sumergiendo todo en una penumbra siniestra y opresiva.

—¡Buenos días! —saluda Akim con una sonrisa sádica a Isabella, quien cuelga de las muñecas, completamente desnuda y marcada por numerosos azotes en su cuerpo, apenas consciente. —¿No dije buenos días? —insiste con una voz cargada de malicia mientras observa con deleite el sufrimiento de la mujer frente a él.

—Vete al infierno —le suelta ella en voz baja, con los ojos entrecerrados por el dolor, mientras siente la mirada de Jared Hoffmann, el cual es incapaz de apartar los ojos de la mujer que lo ha mantenido cuerdo durante los últimos cinco meses.

—Aún no aprendes —le dice Akim, burlándose de su obstinación. —Tan terca como siempre — añade, recordando con placer cómo le costó doblegarla en el psiquiátrico. Aún no puede comprender por qué nunca logró penetrar en la mente de ella y del fénix.

Esa es una de las cosas que mantienen a Isabella con vida: el intento de descubrir de dónde proviene tanta resistencia. Eso, y su odio ardiente hacia los Sokolov, quienes le arrebataron a Alina, su razón de ser. Por esta razón, no muestra piedad cuando se trata de infligir dolor.

—¿Qué te quiebra, pajarita? —le pregunta Akim, con una sonrisa cruel en el rostro. Jared aprieta la mandíbula en silencio, consciente de que cualquier palabra será en vano. Después de meses de tortura, sabe que no obtendrá nada gritando, así que guarda todas sus emociones para sí mismo. —Pero bueno, hoy estás de suerte —continúa Akim con voz burlona. —No vine a torturarte. Necesitas sanar si quiero seguir divirtiéndome contigo durante muchos meses más — añade mientras observa cómo una lágrima escapa de los ojos de Isa.

Este sonríe de nuevo al contemplar la escena, se da la vuelta con desdén, dirigiéndose hacia la persona que ha venido a ver hoy: Jared. Este último, claramente maltrecho, luce su torso descubierto, repleto de moretones y heridas que apenas han comenzado a cicatrizar. Ha perdido peso de forma evidente, pero todo eso palidece en comparación con el tormento interno en el que está sumido.

Jared yace encadenado de las muñecas y los tobillos, sus extremidades atadas con gruesas cadenas de metal solo le permiten moverse pocos metros a su alrededor. Su cuerpo, antes musculoso y vigoroso, ahora está demacrado y enflaquecido por los cinco meses de cautiverio. Las costillas se marcan en su pecho, la piel se ha vuelto pálida y cetrina por la falta de luz solar y el estrés extremo. El cabello, antes lustroso, ahora está enmarañado y sucio, cayendo desordenadamente sobre su rostro cansado y demacrado. Sus ojos, una vez brillantes y llenos de vida, ahora están apagados y vidriosos, reflejando el dolor y la desesperación de su prolongado tormento.

EN EL PASADO. 

Tres meses después de la muerte de Alena. 

—¡Vaya! Hasta que por fin decide despertar el rey —dice Akim al entrar en la habitación de Jared, quien se encuentra desorientado. La cabeza le da vueltas mientras mira a su alrededor, tratando de ubicarse.

«¿Dónde estoy?», piensa, cerrando los ojos. «Pajarita». El recuerdo de su mujer le llega como un rayo, junto con el de ella, el de Alexa y Alexander. Lo último que recuerda es que ellas fueron secuestradas y que Max iría a buscar a Alexander.

—Melissa —murmura con voz ronca mientras se levanta. Debe apresurarse, debe encontrarla. Se pone de pie, pero las piernas le fallan y cae de rodillas. La mente sigue atormentándolo, el miedo nubla su pensamiento y miles de preguntas lo abruman. ¿Dónde está? ¿Dónde están ellas? ¿Qué le pasó? ¿Dónde está Alena? ¿Encontraron a Alex? Cada vez más preguntas lo asaltan.

—Pobre patético —suelta Akim con desdén. Jared levanta la vista y sus ojos se entrecierran al ver al hombre frente a él. Logra verlo claramente y queda petrificado, su alma parece abandonar su cuerpo al enfrentarse al hombre que tiene su mismo rostro.

«No es posible», piensa con temor.

—¿Quién mierda eres tú? —pregunta, su instinto lo pone a la defensiva, pero ahora no es el gran Jared Hoffmann; los tres meses en coma han debilitado su cuerpo, no puede moverse como le gustaría y apenas logra ponerse de pie.

—Me conocen por diferentes nombres, pero dime Shaitán —dice Akim, logrando despertar la ira en Jared. Con la mente centrada únicamente en su familia, Jared se abalanza contra el hombre que se asemeja a él. Le golpea con furia, logrando ensartarle un puñetazo en la barbilla, pero Akim es fuerte. No está debilitado como Jared, por lo que le resulta fácil doblegarlo. Le golpea repetidamente, mandando a Jared al suelo, quien se levanta de nuevo, golpea y grita mientras intenta llegar hasta su familia, pero sigue débil.

Jared no entiende por qué se siente tan débil, desconoce que en su sistema aún persiste el veneno que le administró Nika, debilitando su cuerpo. Jamás supo que las palabras "Me contiene" serían tan literales, pues Nika mantenía verdaderamente contenido a Jared en todos los sentidos, asegurándose de que nunca pudiera superar el poder de su organización y manteniendo a la bestia dentro de Jared dormida.

—¡¿Quién... —La pregunta de Jared queda interrumpida cuando de un golpe Akim lo manda al suelo dejándolo inconsciente.

...

—¡No! ¡No lo hagas! ¡No, por favor, te lo suplico! ¡Mamá! ¡Mamita, levántate!

—Lo siento, pero prometí vengarme de Jared y de su hijo. Esto les enseñará que conmigo nadie se mete. ¡Nos vemos en el infierno, golfa!

—¡NO! ¡Mamá! ¡Mamita!

—La voy a coger tantas veces, tantas, que ni un perro la querrá.

Akim se encuentra sentado frente a un proyector, observando el final de Nika con una expresión de satisfacción en su rostro. Sostiene un bote de palomitas sobre su regazo, deleitándose con el espectáculo. Para él, ver cómo su hermanita menor cae ante sus ojos es un verdadero placer, ya que siempre la consideró de mente débil.

La escena se torna más sádica cuando Akim se percata de que Jared, atado con cadenas de metal, recobra el conocimiento. Los gritos de Alexa, quien está frente a él, lo reciben de inmediato, logrando que el mundo de Jared se desmorone en ese instante al presenciar cómo su despreciable hermano clava una daga en la mujer que ama más que a sí mismo.

Un grito estremecedor desgarra el aire, erizando la piel de Akim, quien se deleita con el sufrimiento de Jared. Por fin lo ve como siempre quiso verlo: desesperado y destrozado. Akim también lo odia con todas sus fuerzas, al igual que Zmey. Odia que Jared haya recibido el afecto de Katerina. En la mente retorcida de Akim, Katerina era suya; él fue el primero en conocerla y fue enviado para seducirla. Pero ella no le permitió avanzar, lo rechazó. Por eso, en su mente retorcida, el fénix debió ser su hija y Katerina su mujer. Así debían ser las cosas, según sus retorcidos pensamientos.

—¡No! —grita Jared al presenciar cómo Josef golpea a Melissa. Cada golpe que ella recibe es como un puñal que perfora su propio corazón. Siente como si estuviera ardiendo vivo, el dolor es tan abrumador que nubla su mente, impidiéndole pensar con claridad. No puede ver a Melissa, sabe que está siendo torturada en alguna parte, pero él no sabe dónde. Solo puede escuchar los gritos de dolor de Alexa y ver de cerca la figura de Josef, pero Melissa está ausente en esa visión infernal.

Akim, observando la desesperación de Jared, lo considera patético una vez más. Vuelve a reproducir la escena desde el momento en que Melissa fue atada a la mesa, pero Jared está tan sumido en la desesperación que no puede ver más allá. Maldice, llora, grita, pero el resultado sigue siendo el mismo.

—No hay peor ciego que el que no quiere ver —murmura Akim al salir del compartimento, dejando a Jared atado, obligado a presenciar la tortura y muerte de Melissa una y otra vez.

Así pasan dos días, hasta que el aparato se queda sin batería y se apaga. Jared finalmente puede descansar, cerrando sus ojos mientras las lágrimas inundan su rostro. Llora por la pérdida de su "pajarita", recordando cada momento vivido con ella durante los 29 años que compartieron. Fueron 29 años de felicidad, y ahora ya no la tiene. Para él, nada más importa. Ha perdido todo y la oscuridad lo envuelve por completo.

...

Han pasado tres días más y Jared sigue negándose a comer. Las Colibríes apenas logran persuadirlo para que beba un poco de agua, pero él persiste en dejarse morir. Permanece en un estado de letargo, suspendido en el tiempo, mientras sigue atormentado por los recuerdos de los gritos de Alexa al presenciar la muerte de su madre. Recuerda vívidamente cómo se apagaron los ojos de Melissa, cómo todo quedó sumido en la oscuridad tras su pérdida.

Jared gira la cabeza al escuchar la puerta abrirse y ve entrar a Akim, quien lo deja helado una vez más. Viste un traje azul marino que le sienta impecablemente, y el aroma de su colonia invade las fosas nasales de Jared. Es la misma colonia que él ha usado toda su vida, pero ahora, olerla en el maldito usurpador que tiene frente a él le provoca un asco atroz.

—Entra, ramera —suelta Akim jalando a Isabella arrojándola a la tierra, ella cae de rodillas, levanta la vista encontrándose con Jared, lo mira y su ceño se frunce, ya que hasta apenas unas horas, había jurado que Jared fue quien la secuestró.

Para ella, Jared siempre fue el principal sospechoso de todo. Junto a Morgan, lo investigaron incansablemente con la esperanza de encerrarlo, pero por más que buscaron, nunca encontraron nada concluyente. Sin embargo, después quedó embarazada y ya no le interesaba seguir con la búsqueda. Solo quería vivir una vida normal. Pero la tragedia golpeó nuevamente su vida cuando perdió a su bebé. Eso la sumió en un abismo del que no pudo volver a salir.

—¿Pero...

—¿Verdad que causa pena ajena? —se burla Akim de él. —Esto es lo que queda del gran Jared Hoffmann.

—Jared —susurra Isa acercándose a él, verlo así, hace que el estómago le arda, si bien dudó de él, el trabajar juntos por años, hizo que ambos se estimaran uno al otro. —¿Qué le hiciste? —le cuestiona Isa a Akim, preguntándose, si este es un hermano gemelo de Jared, solo así podría explicar el parentesco entre ambos.

—Yo nada, solo le mostré la verdad, una verdad de la que se niega a ver.

—Déjate de pendejadas, ¿qué quieres de nosotros? ¿Por qué estamos aquí? —pregunta Isa, confundida.

—Auch, sé que han pasado años, pero duele que no me recuerdes, pajarita —le dice Akim, el apodo confunde a Isa, ya que solo una persona la ha llamado así en la vida, sin contar que es el apodo que Jared le dice a su mujer, esa fue la principal razón por la que Isa siempre dudó de Jared.

—¿Quién diablos eres tú? —pregunta Isa con miedo.

Akim sonríe, apaga el holograma facial dejando ver su rostro, es cuando Isa suelta un grito, cae de espaldas y por instinto comienza a gatear hacia atrás.

—No... tú no —llora, el miedo le avasalla todo el cuerpo, ya que durante años creyó que el hombre de sus pesadillas había muerto en el psiquiátrico a manos de Alena. —¡Aléjate, no me toques! —grita al ver cómo Akim se le acerca.

—¿Así que por eso la máscara? Yo también querría parecerme a otra persona si luciera así —se burla Jared de él, para evitar que este se acerque a Isabella, el comentario hace que Akim apriete la mandíbula quedándose mudo por algunos segundos, ya que su rostro lo ha acomplejado toda su vida, debido a que tiene una enorme marca, que le abarca toda la frente, dicha marca es un símbolo, el símbolo del repudio.

—¿Por qué no le dices quién me hizo esta cicatriz, pajarita? —le pregunta Akim a Isabella, quien tiembla, abrazando sus rodillas, los recuerdos de lo que le pasó en el psiquiátrico la atormentan. —Dile, quiero que le digas cómo tu asqueroso tío me causó esta marca, cuéntale lo que yo te conté, mi pequeño sol —sigue e Isa no puede hablar, el miedo no se lo permite.

—Déjala en paz —interviene Jared, y Akim se burla de él.

—¿No andabas muy dolido? —le pregunta Akim volviendo a ponerse el holograma. —Dicen que los gustos nunca cambian, pero por favor, no compares a una Sokolov con mi hermosa Nika —le dice y Jared lo mira confundido. —¡Ups! Hablé de más, bueno, los dejo para que se pongan al día, imagino que tienes muchas preguntas que hacerle ¿No es así? Hazlas, que ella te diga lo que sabe, pero es mejor que comiences a comer, que si vuelven a decirme que dejaste el plato intacto, será ella quien pague las consecuencias —lo amenaza.

Isa vuelve a huir de él cuando este quiere acercársele, refugia su rostro en sus brazos, y se repite miles de veces "No está pasando" "Esto no está pasando". Sigue hasta que Akim se va, dejándolos solos.

—Ya se fue —le dice Jared, pero ella sigue en estado de shock, llora como una bebé recién nacida, mientras sigue repitiéndose las mismas palabras. —Bella, ya se fue —insiste Jared, llamando la atención de Isabella, quien suelta un suspiro tan desgarrador que logra que la piel de Jared se erice.

—Ay, no, no puede ser verdad —llora abrazando sus piernas.

—¿Quién es? —pregunta Jared, sintiendo un enorme hueco en su alma, pero aún así se fuerza a hablar.

—Es mi peor pesadilla, es un monstruo —le dice Isabella llorando, su cuerpo comienza a temblar, ya que sabe lo que le espera de ahora en adelante. —Mátame ¿puedes? Usa las cadenas, mátame ¿Por favor? No dejes que me haga daño, de nuevo, por favor, te lo suplico, ¿sí? —llora poniéndose de rodillas, juntando sus manos cerca de su pecho, suplicando desesperada.

—Eso no es posible, lo intenté, y una mujer entró a impedirlo, creo que ese bastardo no nos dejará morir —le informa Jared, no le va a insistir, apenas puede con su alma, así que cierra sus ojos escuchando el llanto de Isabella, el cual no cesa, hasta que, unas horas después, ella ve cómo dejan una charola de comida, se levanta sistemáticamente, no quiere hacerlo enojar, así que toma el plato de comida, el cual parece comida para perros y se acerca a Jared quien niega.

Quiere morir, así que no deja que le den de comer.

—Por favor —suplica Isabella. —Me va a lastimar, si no comes, por favor —insiste poniendo la cuchara en la boca de Jared pero este se niega, no come, no puede, siente lástima por ella, pero no puede comer, tragar se le hace imposible, así que cierra los labios, negándose a recibir alimento. —No te puedes rendir, tus hijos te necesitan, Alexander desapareció, Alena murió, y él quedó destrozado, no se sabe de él, solo lanzó una bomba nuclear desapareciendo todo Reino Unido y desapareció, Jared no puedes dejarlos, te necesitan —le dice Isabella, quien solo quiere hacerlo comer, ya que, de verdad, de verdad, no desea que el monstruo de sus pesadillas la lastime.

Jared llora al escuchar las palabras de Isabella, porque sabe que su hijo debe estar sufriendo mil veces más que él en este momento. Si para Jared perder a Melissa fue su ruina, entonces Alexander debe estar sumido en las llamas del infierno, padeciendo el dolor de perder a Alena. La idea de la agonía de su hijo le desgarra el corazón aún más, haciéndole sentir impotente y devastado ante la magnitud del sufrimiento que su familia está soportando.

"—¡Papi!"

Los ojos de su hijo, llenos de inocencia y amor, se hacen presentes en su mente, recordándole el vínculo irrompible que compartían. Ve la imagen de Alexander corriendo hacia él, sus brazos abiertos para recibirlo, cada encuentro lleno de alegría y ternura. Esos recuerdos se aferran a su corazón, ofreciéndole un respiro de consuelo en medio de la oscuridad que lo rodea.

Abre la boca, convencido de que debe volver por él, y por eso comienza a comer.

—Lo siento, ¿debe saber horrible no? —pregunta preocupada, Jared abre los ojos encontrándose, con el cálido azul cielo reflejado en los ojos de Isa.

—No me sabe a nada —miente, para no hacerla sentir mal, y ella asiente, dándole de comer con más entusiasmo. —¿Sabes cómo está Alexa? —le pregunta, tragando con dificultad la comida.

—Bien, ella se quedó con Narel, hasta donde sé, está con Barbie y Juanito —responde y Jared, siente un peso levantarse de sus hombros al escuchar las palabras de Isabella.

—¿Cómo murió? —le pregunta con voz entrecortada, es cuando Isa deja salir algunas lágrimas, al recordar a su mejor amiga, su hermana.

—Thomas la secuestró, no se sabe quién ni cómo, pero la mataron en el proceso, antes de que Alexander pudiera rescatarla, él no llegó a tiempo, ya que se enteró quién era Shaitán —confiesa con voz entrecortada, el dolor palpable en cada palabra. —Quién era, no lo sé —admite con sinceridad, limpiándose las lágrimas mientras retoma la tarea de alimentar a Jared. —Te mentiría si dijera algo más. No supe mucho, dado que estaba internada en Escocia, y apenas supe lo necesario antes de dejar a Morgan.

—¿Lo dejaste?

—Sí —responde Isabella con un nudo en la garganta, sintiendo el peso de la decisión en sus hombros. —Lo dejé —repite, con una mezcla de tristeza y resignación en su voz. Jared se sorprende ante sus palabras, ya que siempre supo lo profundo que era el amor que Isabella sentía por Morgan.

—De acuerdo —responde Jared con calma, evitando profundizar en el tema para no causar más dolor a Isabella. —¿Me dirás quién es él?

—Un monstruo, es el mismo diablo en persona —responde Isabella con voz temblorosa, dejando el plato terminado a un lado. Se sienta junto a Jared y su mirada se pierde en el vacío, como si estuviera reviviendo el horror de sus recuerdos. —Créeme cuando te digo que no deseas meterte con él.

—¿Qué te hizo? No es que quiera lastimarte, pero necesito respuestas. Si deseo volver con mi familia, tengo que saber quién me tiene encerrado —insiste Jared, buscando entender la verdad detrás de su encarcelamiento.

Isabella se muerde el labio inferior, luchando con sus propias emociones antes de hablar. —Él... Él destruyó todo lo que amaba —comienza con voz temblorosa. —Causó tanto dolor, tanta pérdida... No puedo... no puedo describirlo —murmura, sintiendo el peso abrumador de sus recuerdos. —Lo siento, Jared.

—Lo siento, Isabella, de verdad que lamento todo lo que has pasado —comienza Jared con empatía. —Pero en serio, necesito salir de aquí. Ellos son lo único que me queda. Alex debe estar viviendo en el infierno. Debo ir con él —ruega, priorizando el sufrimiento de Alexander sobre el suyo propio.

Isabella siente un nudo en la garganta mientras se obliga a abrirse y hablar. —En el psiquiátrico...—comienza con voz temblorosa. —Lo conocíamos como el inquisidor. Era el monstruo que decidía nuestros castigos, y los ejecutaba sin el menor atisbo de piedad. Fue él quien nos sometió a meses de tortura —confiesa con angustia y amargura, mientras relata cada atrocidad perpetrada por aquel sádico.

Describe cómo las obligaba a consumir sus propios desechos, los tormentos de los electrochoques, el suplicio de pasar días enteros bajo el ardiente sol sin descanso. Y luego, con un escalofrío en su voz, revela el sacrificio más doloroso de todos: cómo cedió su propia integridad, su inocencia, con tal de aplacar momentáneamente la furia del verdugo.

—¿Te violo? —pregunta Jared con temor.

—No es violación si aceptas, y yo acepte.

—No es tu culpa. Nada de lo que pasó es culpa tuya. Él es el enfermo, él es el verdugo, no tú. Solo fuiste una víctima de un alma corrompida. No dejes que te haga creer lo contrario —la consuela Jared con palabras cargadas de verdad y compasión, mientras sostiene firmemente su rostro.

Y por primera vez en mucho tiempo, Isabella siente una chispa de paz interior. Aunque sea por un breve instante, el peso de la culpa se desvanece ante las palabras reconfortantes de Jared.

—Él no tuvo compasión con nosotras. Quería invadir nuestras mentes, pero Lena y yo nos negamos rotundamente. Por eso se ensañó con nosotras; éramos las únicas que se le resistían. Convertía a todos en marionetas, manipulando sus voluntades a su antojo, y luego los dejaba sin recuerdos, sumidos en la locura. Pero Lena... Lena me enseñó que debíamos luchar, me enseñó a blindar mi mente contra él y a resistir —susurra temblorosa, mientras muerde la uña del pulgar con miedo, como si el recuerdo mismo la devorara desde adentro.

—¿Cómo? —pregunta Jared, tomando su mano. —¿Cómo los doblegaba?

—Usaba la hipnosis para eso —responde Isa, y Jared traga saliva con dificultad. Solo pensar que esa maldita rata pueda controlarlo a su voluntad le genera repulsión.

—¿Cómo lo evitaban? ¿Cómo hizo Alena para que él no entrara en su mente? —pregunta, convenciéndose de que si dos niñas pudieron lograrlo, él también puede, más bien debe. Se corrige rápidamente: debe lograrlo. Antes preferiría pegarse un tiro que hacerles algo a sus hijos, y es muy posible que eso sea lo que busca el maldito que lo tiene secuestrado.

—Alena me contó que su mamá le enseñó un método infalible para resistir la hipnosis —dice, recitando las palabras que Alena le transmitió en aquel momento—: "Desde el primer instante en que sientas que intentan doblegar tu mente, busca un recuerdo, uno que sea lo suficientemente poderoso como para ser tu ancla en la realidad. Aférrate a ese recuerdo con todas tus fuerzas, como si fuera lo único que importa en el mundo, y no lo dejes ir. Nunca permitas que desaparezca".

—¿A qué recuerdos se aferraron?

—De Alena no tengo recuerdos claros. El medicamento que usamos para olvidar bloqueó varias cosas en mi mente. Pero en cuanto a mí, me aferré a mi hermanito. Él era el niño más dulce del mundo, su risa... ¡Dios, su risa! Era como la de un ángel. Lo amaba tanto. Por él, soporté todo aquello, y lo haría una y mil veces más. Nunca creí que fuera capaz de lastimar a un animalito; era imposible. Pero mis padres lo creyeron. Escuché sus conversaciones sobre mandarlo a un psiquiátrico siendo tan pequeño. Entonces, asumí la culpa. Les dije que yo había sido la responsable. Recuerdo claramente el alivio en los ojos de mis padres. Mi hermanito era su adoración. Pero de nada sirvió, porque mi hermanito falleció y se los llevó con él. Ambos murieron de tristeza y me dejaron sola.

—¿Cómo se llamaba? —pregunta Jared sosteniéndola con las pocas fuerzas que le quedan.

—Octavio, ese era su nombre y ya no está. Yo no creo poder resistir de nuevo ese infierno, ya no hay recuerdos felices a los que pueda aferrarme. Lena murió, perdí a mi bebé, Morgan... Él... No me dejó por compasión, así que tuve que hacerlo yo.

—¿Lo amas aún? ¿Qué pasó? —pregunta Jared, por alguna razón, la voz de Isabella, logra calmarlo un poco.

—Sí, pero él nunca pudo amarme de la misma manera que yo lo hacía. Katerina fue para él lo que Melissa es para ti. Ella era su todo. Vagamente recuerdo cómo él la adoraba. Crecí viendo ese amor y tontamente me enamoré de eso, de él, de su forma de ver la vida. Tuve un flechazo con él cuando ingresé al colegio militar, y mi amor por él creció más y más, hasta que ya no pude contenerlo y le confesé que lo amaba.

»Por supuesto, él me rechazó. Era la amiga de su hija, nos llevábamos muchos años de diferencia y eso nos distanció. Pero yo nunca pude olvidarlo. Él era todo lo que yo quería en un hombre, e insistí, a pesar de saber que al hacerlo perdería el amor de Alena, pero ¿cómo no hacerlo? Si lo adoraba, y lo logré, o eso creí. Porque apenas me aceptó, empezaron mis miedos, mis inseguridades. Porque él, por más que se esforzara, nunca pudo olvidarla.

»Es horrible que el amor de tu vida siga pensando en el amor de su vida. Pero nunca pudimos dejarnos, éramos dos almas rotas que se necesitaban. Y así fue, hasta que perdimos a nuestro hijo. Fue entonces cuando todo se quebró. Era cuestión de tiempo antes de que colisionáramos —dice Isa, llorando nuevamente. Recuerda las peleas, los reclamos, cómo él llegaba ebrio casi todos los días. Recuerda cómo perdió el control cuando Alena murió, cómo se hundió en la miseria, y por eso lo dejó.

Aunque lo amara con toda su alma, ella ya no podía seguir siendo su refugio, su fortaleza. No podía dedicarse a reparar a alguien que simplemente se negaba a sanar. Así que lo dejó, convencida de que jamás sería más que la sombra de una mujer excepcional, a la que nunca, según ella misma, podría igualar. En la mente de Isa, siempre resonaba la idea de que no merecía ser amada. Su pasado la marcó de manera irrevocable, y eso la condenó a una existencia de dolor y desdicha, negándole la oportunidad de encontrar la verdadera felicidad.

—Morgan siempre rodeado de mujeres extraordinarias —suelta Jared con una media sonrisa, recordando a Katerina, su mejor amiga y confidente.

—Ella lo era —lo corrige Isabella.

—Tú también lo eres, Isabella. No conozco a una mujer que pueda igualarte cuando se trata de los negocios, ni mucho menos en el arte de la actuación. Me creí totalmente el cuento de que eras economista, y según me contó Alena, eres todo un arte cuando se trata de eliminar a distancia, ¿verdad, Teniente Isabella Wilson? —le pregunta, y una pequeña risita escapa de Isa, reconfortando el corazón roto de Jared.

Quien se promete a sí mismo no añadir más penas a Isabella, así que decide omitir su verdad, la verdad que amenaza con arrastrarlo cada segundo. Opta por no recordar la pérdida de su pajarita, a cambio decide enfocarse en buscar aquel recuerdo que mencionó Isa. No es fácil, dado que fueron cientos de momentos felices los que compartió junto a sus hijos y esposa. Pero entre todos esos recuerdos, uno emerge con claridad. Era un amanecer en un fin de semana especial. Alexa y Alex acababan de cumplir cinco años, y su padre les había prometido llevarlos a Aspen. Jared recuerda vívidamente cómo ambos corrieron a su habitación apenas amaneció, el peso ligero de sus cuerpecitos sobre él, mientras lo instaban a despertarse. Melissa, entre risas, gruñía por el sueño perdido, recordándoles que se habían quedado despiertos hasta tarde.

—No te engañé. Soy economista, políglota y francotiradora —presume Isa, dejando caer su cabeza sobre sus brazos mientras observa a Jared. Lo mira detenidamente, y un deje de culpa la abruma. Años pensando que él era el malo, y resulta ser todo lo contrario. —Lo siento, siento mucho haber dudado de ti. Perdón.

Jared abre los ojos al escucharla. Gira la cabeza para encontrarse con sus ojos y la analiza. Durante años le pareció una mujer sumamente hermosa, pero ahora ya no tiene ese brillo peculiar que solía llamarle la atención. Esto lo desconcierta un poco. Ya que no queda nada de esa joven llena de vida y luz.

—¿Por qué dudas de mí? ¿Por qué Morgan dudó de mí? No recuerdo haber hecho algo que me hiciera ver como el culpable. Durante años me dediqué a mi familia, a mis negocios, siempre de manera legal. Melissa me contuvo durante tantos años, me alejó de cualquier negocio ilícito. ¿Por qué dudan de mí? —pregunta Jared, recordando las palabras de Melissa a Alexa y las conversaciones con su hermano.

Nada de lo que su hermano dijo fue verdad. Las cosas no sucedieron de esa manera. Pero ver la duda en el rostro de Alexa fue como una daga en su corazón. Cierra los ojos con pesar, porque sabe que tal vez el hombre que se hace pasar por él haya logrado sembrar la duda en sus hijos, en su amor. Eso lo paraliza, porque no soportaría ver el odio en las miradas de sus hijos. Ya es suficiente con que Alex se haya alejado; ahora tener que soportar su odio sería demasiado.

—Por cómo la llamas —le confiesa Isa. —"Pajarita", así la llamaste y cuando lo hiciste, me congelé, un escalofrío recorrió mi cuerpo, porque así me llama él, así me llama el monstruo de mis pesadillas.

Jared guarda silencio, su mente entonces comienza a analizar lo que hasta ahora se estaba negando a ver.

"—¿Pajarita? ¿Por qué te apodaría así?

—Por el color de mi cabello y ojos azules, me gusta, me recuerda a la persona que amo, más que nada.

—¿Persona que más amas? ¿No lo soy yo? ¿Quién carajos es, Melissa?

—Tú y tus celos, es alguien importante para mí, de mi pasado, hace años que no lo veo, ya que desapareció en la mente de una persona, pero sé que va a volver y volveremos a ser los mejores amigos.

—No lo verás de nuevo, ahora tú eres mía, ¿te queda claro?

—Jared.

—Nada, Melissa, hablo en serio, eres mía.

—Entonces llámame, como él, si quieres que sea tuya, dime como él, conviérteme en el pajarito que alegra tus días, ámame y te amaré mucho, mi amor.

—Pajarita, ese apodo me pertenece a mí a partir de este momento, solo yo debo estar en tu corazón, ¿te queda claro?

—Muy claro."

Jared tensa la mandíbula, su corazón quiere salir de su pecho al seguir recordando cosas, cosas que preferiría no entender.

«¿Por qué no pude verla?» Se pregunta, el recuerdo de aquella noche le llega de manera vívida, ¿cómo es que grabaron esa noche?, sigue, llegando hasta el momento en que todo se oscureció, cuando vio a Alexa acercarse, entonces, vio la mano de su hija, sintió como si esta estuviera sobre él, cubriéndole los ojos, y entonces, como si un rayo se estampara en su mente, lo deduce, Melissa, era quien estaba grabando.

«¿Pero cómo?» Se pregunta, piensa, analiza, pero no logra avanzar de ahí hasta que recuerda las palabras del usurpador.

"—Dicen que los gustos nunca cambian, pero por favor, no puedes comparar a una Sokolov, con mi hermosa Nika."

«¿Nika?»

—¿Conoces a alguien que se llame Nika? —pregunta Jared e Isa niega. —¿Por qué él dijo que eras una Sokolov?

—Porque lo soy, mi madre se apellidaba así, pero cuando se casó con mi padre adquirió su apellido.

—Dijo que tu tío le causó la marca en su rostro ¿Por qué dijo eso? —insiste, necesita tener todo claro, siente que algo le falta, algo en él le dice que hay algo más, algo que no logra ver, pero no sabe qué cosa es.

Y así, Isa le relata con dolor cómo el inquisidor, le torturaba con sus relatos, contándole sobre los horrores que siete inocentes niños enfrentaron bajo el yugo de un dictador despiadado, un monstruo llamado Sokolov. Le describe cómo este tirano detestaba a los niños con tal fervor que ordenó su ejecución sin piedad alguna. Isa le cuenta que el niño del relato, intentó defenderse, cómo en un acto desesperado golpeó al tirano, pero solo consiguió enfurecerlo más. Entonces, narra con escalofriante intensidad cómo el dictador, furioso como una bestia enjaulada, lo marcó como a un ganado, dejando en su frente una cicatriz que sería su estigma de por vida, una señal de repudio que haría que todos lo miraran con desprecio. Isa describe con vívida angustia cómo ese niño sufrió incontables atrocidades debido a esa marca maldita.

—Jamás justificaré sus acciones. Lo que ha hecho no tiene perdón. Pero aunque me cueste admitirlo, sé que si lo que él relataba tiene cierto atisbo de verdad. Puedo comprender por qué me odia tanto.

—¿Nunca lograste averiguar si era verdad?

—No, después de salir del psiquiátrico, traté de investigar más al respecto, pero no encontré nada. Mi madre siempre me dijo que estaba sola, que no tenía hermanos ni parientes. Solo sé que mi apellido es ruso, y hay millones de personas con ese apellido. Supongo que él odia a todos por igual. No fue mi culpa lo que el dictador le hizo, pero aún así, pagué por sus pecados. Ese cruel hombre me condenó por un error que yo no cometí —concluye Isa antes de quedarse dormida en brazos de Jared, quien la sostiene con suavidad y la acomoda en el suelo.

Mientras piensa en todo lo que ella le ha revelado, Jared conecta los puntos en su mente. Recuerda que, si no está equivocado, el segundo apellido de Katerina Petrova era Sokolov.

EN LA ACTUALIDAD.

—Hoy amanecí, bondadoso —dice Akim con cansancio evidente, lleva horas tratando de que Jared se doblegue, pero nada que lo consigue.

Gracias al consejo que Alena le dio a Isabella años atrás, Akim no ha logrado penetrar la mente de Jared Hoffmann.

—Llegó el momento de que sepas algunas verdades —suelta doblando la camisa hasta los codos. Isabella sigue amarrada de las muñecas, y Jared está apenas logrando levantarse después de la golpiza que Akim le propinó.

—¿No te cansas de juegos pendejos? —Jared se burla, escupiendo un coágulo de sangre mientras abraza sus costillas rotas. Se sienta en el suelo y dirige su mirada hacia Isabella, quien se siente avergonzada de ser vista en ese estado.

Pero Jared no la mira con lujuria, ni con deseo. Simplemente la ve como a una amiga, a quien sacaría de este tormento si estuviera en sus manos.

—Vamos a ver qué tan valiente eres después de escuchar la verdad, una verdad que supongo ya sospechas pero que te has negado a ver.

—¿No me digas? —se burla Jared logrando sacar de sus casillas a Akim.

—Ya veo de dónde sacó lo odioso, la Bestia —murmura Akim con una sonrisa sádica. —¡No sabes cuánto voy a disfrutar arrancarte el corazón! Morirás en vida, y lo peor es que seguirás respirando. Te juro que he pasado noches enteras soñando con esto — añade con un tono macabro. —Juguemos a algo —propone con un deje de perversión en su voz. —Si después de que te cuente esta historia, logras mantener tu humor, te doy mi palabra de que dejaré ir a la Sokolov con vida. Pero si logro desestabilizarte, si logro romperte, entonces, me darás algo a cambio. Lo que sea, no soy muy exigente —concluye con una oscura promesa en sus labios.

—¿Cómo puedo creerte? —le pregunta Jared, sin apartar los ojos de Isabella, en este momento haría cualquier cosa por que la dejaran libre.

—Mi palabra vale más que todo el oro del mundo, mi nombre mismo es mi firma —declara Akim con arrogancia. —A ti no puedo dejarte ir, porque te necesito, pero ella para mí solo es un juguete de entretenimiento, claro que puedo liberarla, pero ojo, que si pierdes y no me das nada, le arrancaré una pierna de tajo. ¿Juegas o no?

—Empieza —le dice Jared.

Y entonces Akim comienza a contarle la historia de los Lebedev, narra cómo todo un apellido se extinguió por un hombre enamorado, como siete niños fueron arrojados a las llamas del infierno, le narra cómo todos juraron venganza, cómo todos, sin excepción, crecieron con un solo objetivo en su mente: Destruir a Pavel Sokolov y a toda la Bratva.

Les habla de las Clobries, les relata, sin que Isabella y Jared estén conscientes, la historia de Morgan y de todos ellos. Isabella entonces, comienza a odiar al supuesto tío, su corazón se llena de ira, ya que por él todas las demás desgracias surgieron.

—Siete niños: Sergei, Hakim, Akim, Iván, Taisiya, Alina y Nika —revela, mientras forma en el aire la palabra "Shaitán" —Las iniciales de esos niños formaban la palabra "Shaitán". Así nació la organización que pondría a temblar a países enteros, que volvería locas a todas las entidades existentes.

«No puede ser» Piensan Isabella y Jared al mismo tiempo al entender a dónde va el relato.

—Así es, es justo como lo piensan ahora, no hay solo un Shaitán, somos siete, siete caballos del Apocalipsis —confiesa con una intensidad que tensa a Jared, quien lo disimula soltando una media sonrisa.

Isabella entonces comprende por qué nunca lograron dar con Shaitán. No podían atraparlo porque eran varios, todos ellos utilizando el mismo apodo, confundiendo al ejército, a la CIA, al FBI, a la INTERPOL, a las mafias. Todos confundidos por esos niños que juraron venganza.

—¿Y? ¿Eso qué tiene que ver conmigo? —pregunta Jared burlándose, sin apartarse de su papel. No puede permitirse perder la compostura, especialmente ahora que está en sus manos asegurar la liberación de Isabella. Sin embargo, la confesión lo deja estático. Ahora más que nunca necesita salir de este infierno, pues el enemigo número uno de su hijo se ha multiplicado.

—Todos ellos fueron asignados a roles importantes —comienza Akim de nuevo. —Pero a Nika se le encomendó la misión más crucial de todas. Su objetivo era simple: conquistar el corazón de un heredero. Debía lograr que él la amara, debía doblegarlo y mantenerlo bajo control, ya que este heredero representaba una amenaza para la organización. Al principio, su misión era dirigirse al hermano mayor, pero luego descubrió que el padre de este había cambiado de planes, dejando al hijo menor como heredero de todo. Entonces, Nika ajustó su estrategia. Manipuló al hermano mayor para que le ofreciera un trabajo en su corporativo, y disfrazada de inocente, se infiltró, enamorando perdidamente al hermano menor. Él cual quedó rendido ante ella en cuanto vio esos ojos que atrapaban el océano, esos ojos azules hipnotizantes que ningún hombre habría podido resistir. —termina y un silencio escalofriante se apodera del lugar.

—No es verdad —susurra Isabella, con un nudo en la garganta, mientras observa cómo el rostro de Jared se retuerce en agonía. Un grito silencioso parece escapar de sus ojos, y la escena se convierte en un reflejo del abismo que se abre dentro de él, consumiendo la luz y la esperanza. —No es verdad Jared, no es posible.

—Melissa Harris fue el nombre que Sergei le dio, ¿no te parece un nombre de película? —se le burla, mira la agonía en los ojos de Jared y se deleita con su dolor.

Pero Jared apenas logra escucharlo, ya que en su mente se reproducen las palabras de Josef, lo que relató aquella noche que le quitó la vida a su... pajarita. Detiene el pensamiento, las lágrimas entonces le bañan el rostro y un grito tan atroz escapa de él, un grito que hizo temblar a la tierra misma.

—¡No es verdad! —grita Isabella. Ella no puede creer que Melissa fuera capaz de semejante traición, no lo cree, simplemente es imposible. —No dejes que te consuma, Jared —trata de llamarlo. Sabe que en este momento es vulnerable, si Akim lo intenta, podría penetrar su mente de una vez por todas, pero está tan excitado con el dolor de Jared que no lo considera.

Al fin, logra vengarse del hombre que le arrebató a su ninfa de ojos dorados. Al fin, puede matarlo en vida, nada peor que vivir sabiendo que la mujer que uno más amó fue la culpable de tantas desgracias.

—Ella se infiltró, te tuvo cautivo como un colibrí enjaulado, sin que lo supieras, te doblegó, tu querido Jared —escupe Akim con desprecio. —Financiaste toda nuestra organización, gracias a ti, teníamos recursos ilimitados. Ella nos hizo poderosos, nos posicionó como el grupo terrorista más temido de todos los tiempos.

»Ella, que siempre nos puso un paso adelante de tu hijo, no solo nos entregó a Alena, sino que estuvo dispuesta a envenenar a su nieta con tal de mantener su posición. ¿Alguna vez te has detenido a pensar quién pudo haber envenenado a tu nieta ese día? Tu hijo me desafió, me dejó en ridículo y yo no podía permitirme quedar con esa maldita espina clavada. Así que le dije a mi querida hermana que o envenenaba y mataba a la bastarda de su hijo, o tú y todos los tuyos sabrían quién era.

»Ella optó por lo primero, puso el veneno en su bebida, pero no conté con que el bastardo de mi hijo cambiaría el veneno. Por supuesto, el resultado fue aún mejor, porque Nika sufrió en el proceso. Si alguien podría decirse afectado por su amor, ese era tu nieto, el discapacitado. Logró despertar en ella un atisbo de humanidad —termina logrando lo que se había propuesto desde un inicio, enloquecerlo.

—¡Jared! —grita Isabella al verlo doblegado en el suelo, sintiendo cómo se desmorona por dentro al presenciarlo en ese estado. —Jared, eres más fuerte, puedes superar esto. No dejes que él gane. Piensa en tus hijos, piensa en ellos y olvídate de lo demás —insiste, logrando que Akim se desespere. Él se levanta y la azota, pero ella no deja de gritarle a Jared. —¡Puedes lograrlo! No te hundas. Por ellos. Si lo que dijo es cierto, si es verdad, no merece la pena. No merece que te hundas así por ella —suplica con desesperación.

—¡Cállate!

—¡No! ¡Él no es como tú! ¡Jared, por favor, por favor, no te pierdas! —grita Isabella desesperada. Ha sido testigo de cómo su verdugo enloquecía a sus amigos una y otra vez en el psiquiátrico, cómo la razón abandonaba a hombres sumiéndolos en la locura. No puede aceptar que Jared pueda sucumbir al mismo destino.

—¡Que te calles, maldita zorra! —le grita Akim azotándola, abriendo la espalda de Isabella, pero esta no para de gritar.

—¡Jared! Piensa en Narel, en Juanito, recuerda que necesitan a su abuelo, tienes una familia maravillosa. Ella pudo ser un monstruo, pudo jugar con todo lo demás, pero te los dio a ellos, te dio a tus maravillosos hijos, y no pudo ser todo mentira. No te pierdas, no me dejes... —solloza emitiendo un crujido sordo, cuando Akim libera las cuerdas, dejándola caer al piso.

—¡Déjala! —Akim voltea sorprendido al ver cómo Jared se levanta —¡No te atrevas a ponerle una mano más encima! —brama y Akim palidece al ver los ojos oscurecidos de Jared, esos mismos ojos que vio en la bestia hace unos días.

«No es posible», se dice Akim, dando ligeramente un paso hacia atrás.

—¿Se te olvida quién es quién? —le pregunta Akim, su voz saliendo más ronca de lo normal.

—No —sentencia Jared con un tono que hiela la sangre en las venas de Akim—. No se me olvida que gracias a mí estás donde estás hoy. Según tus propias palabras, salieron de la mierda gracias a mí, no te atrevas a compararte conmigo, que ni siquiera teniéndome así, puedes igualarme en lo que soy. ¿Quieres mi dinero? Gánatelo, pero si vuelves a tocarla, te aseguro por todo lo que soy que no volverán a ver ni un centavo de mi parte.

—A mí no me amenazas.

—No es una amenaza —responde Jared, ahora no queda nada más que odio en su sistema.

—Habla, ¿qué me darás a cambio? —Akim opta por no retarlo más. Necesita su dinero, si quiere salir de las garras de Zmey. O ¿pido que traigan una sierra? —persiste, Jared se le burla al ver cómo su voz sonó más baja de lo normal.

—Hay una casa en... —entonces Jared comienza a decirle a Akim cómo llegar a dicho lugar donde tiene escondidos 50 millones de dólares. Eso es poco comparado a lo que Akim necesita, pero se conforma con eso, por ahora. —Supongo que tienes mis huellas, ¿no? —le dice Jared y Akim medio asiente. —Es todo lo que necesitas, por ahora. —le suelta, avanzando hacia él.

Akim entonces se yergue, pero no hace nada, ve cómo Jared lo pasa de lado mientras se agacha a revisar a Isabella.

—No quiero volver a ver tu asqueroso rostro —le dice Jared. —Nos sacarás de esta mierda. No voy a invertir tanto dinero para vivir así. Harás que nos sirvan los mejores alimentos, nos darás lo necesario y no le volverás a poner una mano encima, mirarla queda prohibido para ti y...

—No estás... —Akim calla cuando los ojos de Jared lo atraviesan.

—750 millones de dólares, es lo que tengo guardado. Te daré una ubicación cada mes, sin excepción, pero a cambio dejarás de intentar entrar en mi mente. Ya te quedó claro que es imposible, y por lo que veo, estás así de desesperado porque no has logrado tocar a mi familia. Así que ella —señala a Isabella— es la única por la que te daré ese dinero. Es la única que tienes para mantenerme contenido. Lastimála, y te juro que antes prefiero romperle el cuello a dejar que siga sufriendo en tus manos. Y entonces ya no te quedará nada, ni todas las torturas del mundo, ni todos tus juegos pendejos, lograrán hacerme cambiar de opinión. Es como digo que es, o de lo contrario mátennos y vive de las limosnas de otro.

—Más te vale que el dinero esté ahí —murmura Akim al salir del compartimento, su voz apenas un susurro cargado de impotencia y derrota. Jamás pensó que todo terminaría así.

En cuanto a Jared, toma a Isabella en brazos, cargándola, dejándola sobre uno de los tapetes. Mira sus heridas, y sus ojos se llenan de lágrimas que no derrama.

—Gracias —le susurra mientras acaricia su cabello. Gracias a ella, no se ha perdido en la oscuridad; gracias a ella, ha podido aferrarse al recuerdo de su familia. Ahora, Isabella se ha convertido en su ancla, su razón para resistir mientras busca desesperadamente una forma de sacarlos de ese infierno.

Porque lo hará. No sabe cómo, ni cuándo, lo hará. Saldrá de ese lugar y entonces nadie quedará con vida.

Washington D. C.

Narel baja las escaleras de la mansión Hoffmann con entusiasmo, detrás de ella están Nina y As, quienes nunca se separan de ella. Esta tiene una sonrisa en su rostro, ya que escuchó que tocaron la puerta; solo su abuelito la toca, así que baja deprisa, teniendo la esperanza de verlo, dado que han pasado varios días sin que Morgan aparezca.

Pero apenas la empleada abre la puerta, sus ojitos se llenan de lágrimas que no derrama al ver que no es su abuelo, sino el abuelo de Juanito, quien se asusta al ver a los animales.

«No vendrá», piensa la princesa, quien mira sus deditos mientras su cerebro procesa por qué su abuelito no ha ido a verla. «¿Se habrá enojado conmigo?» Siente que fue mala, que no debió lanzarle a Nina, que tal vez se asustó y por eso no quiere volver.

—Hola, cariño —su tía Alexa se acerca a ella al salir de su oficina. —¡Narel! —la llama, pero la princesa sube las escaleras negándose a hablar. Entonces Alexa la alcanza en el segundo piso, toma su brazito y la gira para que la vea. —Amor, no puedes seguir así. Ya te dije que tu abuelito tuvo que irse; lo llamaron de su trabajo y no puede venir a verte, pero estoy segura de que te extraña mucho.

«Miente, es una mentirosa», piensa Narel. Todos le mienten siempre, nadie aquí cumple sus promesas. Los ojos le arden, su pecho se siente como si fuera a explotar, no sabe exactamente cómo se siente porque su nana, quien le decía cómo se sentía, ya no está. También fue una rata, ahora solo le quedan Nina y As.

—Narel, háblame —le pide Alexa tomando sus manos, pero Narel no quiere que nadie la toque.

Se da la vuelta, sintiendo cómo su estómago le arde. Extraña a su mami, mucho, y ya no tiene a su abuelito para que le hable de ella. Cierra la puerta de su cuarto mientras se sienta en el piso y abraza sus rodillas.

—¿Por qué todos me dejan? —le pregunta a Nina y a As. —¿Soy mala? ¿Verdad? Es eso, ¿por eso nadie quiere quedarse conmigo?

Se acercan a la princesa, Nina, quien gruñe suavemente mientras con su nariz le insinúa que la abrace. As se acurruca a su lado, mostrando su tristeza. Él, al igual que Narel, extraña mucho a Alena.

"—Te amo, mi cielo."

—Yo también, mami —cierra sus ojitos, recordando a su mami. —Tú, mi princesa hermosa, el mundo eres para mí, tú mi canción preciosa, mi cantar ha nacido en ti... —canta para sí misma. —Es mi culpa, perdón, mami, perdóname —llora limpiándose sus lágrimas.

«Abuelito, ven».

—Mami, ¿podrías mandar a mi abuelito? Dile que ya no le lanzaré a Nina, ni lo asustaré más, pero dile que vuelva, ¿puedes? —pregunta mirando al techo, pero al no recibir respuesta vuelve a abrazar sus rodillas.

Días más tarde.

En su habitación, Narel se ata el cabello en una cola y se pone una gorra negra. Con su tablet en mano, desbloquea los sistemas de seguridad con facilidad.

—No puedo llevarlos —murmura a As y Nina. —No pueden hacer ruido, tienen suficiente comida, prometo volver por ustedes —dice antes de dejarlos en su habitación y cerrar la puerta.

Ya que nadie cumple sus promesas, ella sí que lo va a hacer. Prometió pasar el cumpleaños de su mami con su abuelo y lo hará, así deba obligarlo a cumplir esa promesa.

Decidida, baja las escaleras con cautela y entra en la oficina de su tía. Abre la caja fuerte con su sistema, toma dinero y sale rápidamente. Llega al jardín, hay varios guardias, pero logra librar a todos. No se detiene hasta llegar a la entrada, sale caminando solo unos metros, deteniéndose al ver al guardia esperando. Narel no es tonta, sabe que no llegaría muy lejos sin ayuda de un adulto; llamaría la atención estando sola. Por eso persuadió al guardia, quien en este momento se pregunta ¿por qué aceptó? Pero al ver los ojos de la princesa en medio de la penumbra, obtiene su respuesta. Se acerca al ver la mirada asesina de la bestia en ella.

No hay nadie que le pueda negar algo a la princesa, así que suspira con resignación, baja la cabeza saludándola mientras se aproxima a ella.

—Buenas noches, princesa —saluda el hombre, quien la dobla en estatura.

—No tenemos tiempo de formalidades —dice Narel. —¿Cómo saliste? —pregunta, ya que los guardias de máxima confianza deben estar las veinticuatro horas en la mansión. No tienen vacaciones, a excepción de casos muy especiales, donde son supervisados.

—Solicité un permiso especial. Debo volver en dos días y usted también —le informa, y Narel frunce el ceño, ya que nadie le dice qué hacer.

—Ya veré —responde, mirando el auto del empleado. —¿Me llevarás ahí? ¿A mí? —le pregunta, para ella el auto del guardia es una baratija comparada a los autos de su padre.

—No podemos viajar en los autos de su padre, nos rastrearían rápidamente. ¿Está segura de que desea hacerlo? ¿Segura de que puede apagar su dispositivo de rastreo? Si se sabe que le ayudo en esto, me colgarán vivo.

—¿Dudas de mí? Si no me llevas, yo misma te haré comida para Nina y As. Deja de tener miedo que vienes conmigo —le asegura la princesa. Resignada, se sube al auto, se coloca el cinturón de seguridad y el guardia entra, arrancando deprisa.

En el camino, Narel le da la dirección. Ella ha logrado perfeccionar a "Hexe"; ahora puede encontrar a cualquier persona, exceptuando a su padre. Por alguna razón no puede dar con él, pero sí pudo encontrar a su abuelito, el cual vive en un departamento cerca de la Casa Blanca.

La pequeña no sabe que Morgan ya no es su abuelito, sino que ahora es Zmey, quien se desempeña como director de la CIA en Estados Unidos. Con Oleg a la cabeza, la agencia ha perdido numerosos aliados, por lo que Zmey ha decidido infiltrarse nuevamente para aprovecharse de la tecnología de la entidad y obtener así una ventaja sobre la Bratva.

Mientras analiza su próximo golpe, Zmey se levanta de su escritorio para servirse un poco de whisky, pero se detiene abruptamente al sentir un pinchazo en el pecho. Extrañamente, no puede siquiera tomar un sorbo de alcohol. Maldice en silencio a Morgan por esta limitación y deja el vaso de whisky, optando en su lugar por una botella de agua gasificada. Con resignación, regresa a sus responsabilidades.

Por su parte, Narel llega al edificio donde supuestamente vive su abuelo. Sin dificultad, hackea el sistema de seguridad del edificio y, para infiltrarse sin ser detectada, manipula hábilmente el sistema eléctrico, dejando a toda la cuadra sin luz.

—Maldita sea —brama Zmey mientras se levanta de su silla nuevamente. Al mirar hacia afuera, se da cuenta de que toda la cuadra se ha quedado sin luz. Con fastidio, se dirige a buscar algunas lámparas y las enciende, iluminando la oficina. Regresa a su escritorio y continúa leyendo los documentos.

Narel entonces, logra ingresar al departamento de Morgan, el cual según Zmey era impenetrable hasta esa noche, en que la princesa pudo acceder con facilidad.

—Espérame aquí —susurra la princesa, y el guardia asiente. La luz no volverá hasta que Narel lo decida, así que no tendrá problemas en pasar desapercibido.

La princesa avanza valientemente a través de las sombras, confiando en la única fuente de luz que emana de su tablet. No necesita buscar mucho, pues un destello proveniente de la puerta captura su atención. Con determinación, corre hacia la puerta y la abre de golpe con su dispositivo. En ese momento, Zmey reacciona ágilmente, empuñando su arma y apuntando hacia la entrada, pero queda petrificado al ver a la niña que tiene el frente. Ella lo mira furiosa; los zafiros que tiene por ojos le electrifican la piel, pero es el cabello rojo intenso el que logra doblar sus piernas. Cae sorprendido a la silla, sin lograr soltar una palabra. La detalla, y los recuerdos de su fénix lo avasallan de pronto.

—¡¿Me ibas a disparar?! —le reclama la princesa enojada. —¡No te lo puedo creer! —le grita de nuevo, avanza decidida hasta a él, pero se detiene cuando posa sus ojos en los ojos de su abuelo; es en ese momento que el instinto se le activa, frunce el ceño y mira con detenimiento a Zmey.

«Este no es mi abuelito», piensa Narel mientras examina al hombre frente a ella. Percibe que su mirada es diferente, que no la ve con el mismo cariño y reconocimiento que su abuelito solía tener. Aunque se repite a sí misma que este hombre no es su abuelito, su mente lucha por comprender por qué se parece tanto a él.

—¿Abuelito? —pregunta con ternura, sus ojos se llenan de lágrimas mientras lo mira, porque en su corazón piensa que tal vez su abuelito la mira así porque está enojado con ella. —¿Estás enojado? ¿Por eso no has ido a verme? ¿Ya no me quieres? —murmura en voz baja, buscando desesperadamente encontrar el amor y el cariño en los ojos de Morgan, ese mismo cariño que tanto le recordaba a su mami.

—¿Qué haces aquí? —logra preguntar Zmey con un nudo en la garganta. —¿Cómo entraste?

—¡No has respondido mis preguntas! —se impone la princesa.

—¡Y tú no has respondido a las mías, pulgosa! —le responde Zmey, causando que la mandíbula de la princesa se descuelgue. Narel abre y cierra su boquita indignada varias veces, sorprendida por la respuesta inesperada de su abuelo.

—¡No me grites! ¡No soy una pulgosa! ¡Yo me baño todos los días! —suelta enojada, sus ojitos se le tornan rojos y su barbilla tiembla. "No puedo creer que me trates así después de venir hasta aquí. ¡Ya no te quiero! —grita mientras le saca la lengua, logrando que Zmey sonría ante su reacción.

«¡¿Sonreí?! ¡¿Yo?!» Piensa Zmey al darse cuenta de que lo hizo, una sonrisa genuina se forma en su rostro por primera vez en muchos años. La espontaneidad y la inocencia de Narel lograron despertar emociones que creía él no tener.

—Encima te ríes —suelta la princesa, cruzándose de brazos, su barbilla tiembla, y luego comienza a llorar de manera intensa y profunda. Zmey, sin saber exactamente por qué ni cómo, rodea la mesa más rápido de lo que imaginaba, llegando hasta la princesa en un instante. Su impulso es instintivo, guiado por una sensación que no puede ignorar; solo nota que se encuentra a sí mismo abrazando a Narel, ofreciéndole consuelo en medio de su llanto.

—Lo siento —le dice quedándose estático.

No entiende completamente qué está sucediendo en su mente, pero siente un apretón en el pecho al verla llorar. Reconoce que estos sentimientos pueden estar relacionados con los recuerdos de Morgan, pero de alguna manera se sienten como propios.

—Bien, te perdono —suelta la princesa, deteniendo el llanto de inmediato, se limpia las lágrimas y lo abraza con fuerza.

—¿Acabas de manipularme? —pregunta Zmey incrédulo.

—Te quiero mucho, abuelito —le dice Narel con firmeza, y como todos los demás, Zmey cae ante sus encantos. La abraza con fuerza, sintiendo un profundo vínculo emocional con ella y recordando a su hija en cada gesto de la princesa.

—Yo también —le responde Zmey, sorprendido por sus propias palabras y por la intensidad de los sentimientos que despierta Narel en él, algo que nunca pudo hacer con Alena. Sin embargo, su rostro se torna serio al pronunciar las siguientes palabras: —Pero debes volver. Vuelve a casa y aléjate de mí. No te acerques de nuevo, Narel. Aunque yo lo quiera, aunque te busque y te pida volver, debes alejarte de mí. ¿Te queda claro? —le dice con firmeza, sabiendo que es lo mejor para ambos a pesar del dolor que pueda causarle.

—¿Por qué? —pregunta la princesa confundida. —Dijiste que tú nunca me ibas a abandonar, lo prometiste, y una promesa debe cumplirse.

—No soy bueno para ti.

—No me importa, no me dejas y punto —se aferra Narel a él de nuevo.

—Narel, vete —le pide Zmey, no entiende cómo es que ella llegó hasta su oficina, pero debe irse.

—No.

—Narel.

—Que no, aún debemos ir al parque de diversiones, dijiste que llevabas a mami ahí todos los días en su cumpleaños, mañana es su cumpleaños, debes llevarme ahí —le dice la princesa negándose a soltarlo.

Zmey suspira, todo su cuerpo se tensa, odia que una niña le diga qué hacer y más odia estar sintiendo todo esto por ella.

«Son los sentimientos de Morgan, solo eso» Se repite, una y otra vez.

—Si te llevo, ¿prometes no volver?

—Lo consideraré —le dice la princesa levantándose —Ahora dame de cenar que tengo hambre —le ordena y Zmey le rodea los ojos.

—¿Algo más, su alteza? —suelta con cinismo.

—Sí, vamos a ver una película, a mi mami le gustaban mucho, veamos la película y cuéntame más historias —le dice tomando su tableta la cual cayó al piso cuando lloró, la revisa viendo que no esté dañada —Y se hizo la luz —suelta con una sonrisa, regresando la luz a la cuadra con un gesto lleno de ternura.

—¿Tú hiciste eso? —pregunta Zmey sorprendido, Narel entonces le frunce el ceño, ya que este ya sabía que ella podía hacer eso.

—¿Te golpeaste la cabeza o qué? —lo regaña, sigue indignada por cómo le habló antes.

Zmey comprende que Narel ha notado que él no es su abuelo. Se tensa por un momento, pero decide no decir nada al respecto. Se levanta y camina con ella hasta llegar a la cocina.

—Mi guardia está afuera, deja que pase —le ordena y Zmey levanta una ceja.

—¿Cómo se dice? —le pregunta y Narel vuelve a mirarlo confundida.

—Si no quieres, puedes dejarlo afuera, pero llamará la atención, es muy grandote —dice ella regresando su vista a su tableta, viendo a Nina y a As dormir placidamente.

Zmey, resignado, abre la puerta, permitiendo la entrada del guardia, quien se tensa de inmediato y por instinto lleva sus manos a su arma.

—Señor —saluda el guardia con miedo, mientras observa los ojos de Zmey. El hombre que había conocido antes como Morgan no se parece en nada a este que tiene enfrente. Este Zmey tiene una mirada más fría, dura e implacable, lo cual llena de temor al guardia.

—Ya tú y yo hablaremos —le dice Zmey al guardia, furioso por el hecho de que un hombre de semejante tamaño se dejara influenciar por una niña pequeña. No hace falta ser muy inteligente para deducir que la princesa ha escapado.

Ella no fue nada sutil al escoger su vestimenta. Su suéter y botas negras le dan una sensación misteriosa que no pasa desapercibida para Zmey. Al mirarla, ese mismo pinchazo lo avasalla una vez más. El cabello rojo de Narel sigue sumiéndolo en un trance, pero Zmey se niega a dejar que sus sentimientos afloren. A pesar del impacto que le causa su presencia, se mantiene firme en su determinación de mantenerse distante y controlado....

Dos días después.

—Ve —le dice Zmey con voz fría.

—Lo prometiste, no puedes retractarte de nuevo ¿Ok? —le pregunta Narel, bajando del auto en medio de la noche.

—Dos veces por mes —repite Zmey y ella asiente complacida.

—Dos, no una o ninguna, dos —le advierte.

—Vete ahora —le dice Zmey.

—Dímelo —le pide la princesa antes de alejarse.

—Pulgosa.

—¡Abuelo!

—¿Qué?

—¡Ash! Olvídalo —suelta la princesa enojada. —Solo para que lo sepas, yo no te lo voy a decir hasta que tú me lo digas.

Zmey alza sus hombros y Narel le gruñe.

—Vete, pulgosa, y ya sabes.

—Nadie debe enterarse —dice ella caminando hacia la mansión diciendo quién sabe qué cosas, entrando con una sonrisa en su rostro.

Por su parte, Zmey suspira profundamente. No sabe cómo ha llegado a esta situación, pero ahora que Narel figura en la ecuación, está más convencido que nunca de destruir a todos los Sokolov, incluyéndose a sí mismo.

—Tuviste una buena, Fénix —suelta Zmey entre dientes mientras mira al cielo por unos instantes. Sube a su auto, pero el recuerdo de Alena lo abruma con dolor. En ese momento, Zmey no es el único que la recuerda con cariño y pesar.

Dos hombres más están devastados por su ausencia; Alexander, encerrado en la cárcel de máxima seguridad, sumergido en una tristeza profunda. Sus días transcurren entre los muros de su celda, atrapado en un remolino de recuerdos y anhelos perdidos. Cada día sin ella es un peso más sobre sus hombros, una ausencia que pesa como una losa sobre su corazón.

Por otro lado, Oleg Kovalenko, ahora una figura de gran poder y temor, tiene a la Bratva rendida a sus pies, habiendo alcanzado todo lo que alguna vez anheló. Sin embargo, su triunfo carece de significado, pues su alma está consumida por el fuego de un dolor insuperable. Su existencia se ha convertido en un vacío sin sentido, donde cada día se aferra desesperadamente a la esperanza de que algún milagro traiga de vuelta a su Vasilisa. Él continúa arrastrándose por la vida, incapaz de apartar de su mente a la mujer que amó más que a nada en este mundo.

Alemania

—Debes despertar —le dice Inés a Max, quien se encuentra inconsciente.

Max al intentar rescatar a Jared sufrió un traumatismo craneoencefálico grave que resultó en una contusión cerebral. Posteriormente, desarrolló una herniación cerebral. A pesar de los esfuerzos de la persona que lo rescató, este se vio obligado a inducir un coma para preservar la función cerebral de Max. Aunque la inflamación cerebral ha disminuido, Max no ha recuperado la conciencia ni ha mostrado signos de apertura ocular, lo que preocupa a Inés quien va perdiendo la fe, de que él en algún momento despierte.

—Por favor, madre tierra, por favor, no te lo lleves, devuélvelo, puedes tomar mi vida a cambio, pero no es su momento, no podría soportarlo, la muerte de Alena fue demasiado, madre mía, no hagas que padezca ese tormento de nuevo —ora en su idioma mientras coloca sus manos en su frente.

Las lágrimas bañan sus ojos, el dolor la consume y la culpa no la dejan, ya que nunca debió dejarlo solo.

Ay manas!!! Si que llore a moco tendido con este capitulo, al fin se sabe donde estan todos.

Dejen aqui su emoji, si estan interesadas en un extra de como lidio Zmey con Narel eso dos dias?

Aqui les dejo una imagen de Narel, espia.

Igual tambien esta aqui el organigrama de la organización de Shaitán. Gracias a MonserratArevalo4 Me encanto, gracias mana!

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