Prohibido Amarte

By JAnia88

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Sexto libro de la Saga Londres de Cabeza. ¿Podrán dos personas enseñadas a controlarlo todo dejar de lado sus... More

Sinopsis
Personajes Sociedad de las Sombras
Prólogo
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By JAnia88

Damien les explicó el plan a sus tenientes de mayor confianza. Ellos se encargarían de transmitirlo a los demás y actuar en consecuencia.

Su idea era rodear al ejército Carlista en el Alto de Egozkue, un terreno montañoso muy cerca del campamento de los soldados enemigos. Y para eso contrataron a un campesino, que conocía muy bien la zona, y que no dudó en poner sus conocimientos a su servicio a cambio de un par de monedas.

Era la primera expedición real que sus soldados harían por lo que tendría que usar la geografía a su favor. El bosque sería su escudo y la noche su más fiel protectora. Empezarían asustándolos con un despliegue de bombas de humo y flechas de fuego. Y una vez que el pánico se apoderará de ellos, los atraerían a su trampa y el verdadero fuego iniciaría.

—Los escuadrones ocho, doce y veinte se quedarán a vigilar el campamento como ordenó, el resto está listo para partir.—anunció Jean Pierre llegando con su caballo.

—Perfecto.—Damien se subió a su montura—El escuadrón dos y cuatro deben adelantarse a tomar posiciones y preparar todo para nuestra llegada. Nosotros seremos la carnada que los llevará hasta ellos.

—¿Y qué me dice del escuadrón uno? Es el único al que no le ha asignado una tarea.

—Ellos cuidarán nuestra espalda. Son los más talentosos y por eso les confío nuestras vidas.

—Se los diré...—Jean Pierre lo miró.—Antes de partir debería dirigirles algunas palabras.

—Lo haré.

Los diecisiete escuadrones que participarían en esa batalla se habían reunido afuera de su tienda a la espera de su señal. Los discursos no eran lo suyo, pero si su voz era lo último que muchos de ellos escucharían entonces no podía negárselos.

—Mis valientes el día de hoy les mostraremos a los Carlistas y al mundo que no deben subestimarnos.—avanzó con su caballo de un extremo a otro —Me entregaron campesinos y yo los convertí en soldados, en HÉROES...¡Sus sacrificios y esfuerzos quedarán grabados en la historia! ¡Esta es nuestra...NUESTRA VICTORIA, solo hay que ir a por ella!

—¡SÍ!—gritaron en respuesta.

—¡ADELANTE!

El sonido de los cascos de los caballos retumbó sobre la tierra seguido de varias ráfagas de luz que atravesaron el cielo. Cientos de pequeñas flechas volaron sobre el campamento enemigo, quemando tiendas y personas.

Los disparos no se hicieron esperar y la danza mortal de la batalla amainó su primer compás. Gritos y órdenes susurradas se esparcían por todo el lugar mientras Bleiston y su gente cabalgaban hacia el Alto de Egozkue. Los Carlistas los seguían muy de cerca, pero no atinaban a generarles un gran daño. Su puntería se vió afectada por la oscuridad y al humo que se esparcía en el aire.

—Un poco más.—gritó Bleiston.

Damien veía a lo lejos como algunos de sus hombres iban cayendo y como otros se detenían para cortarles el paso a los Carlistas y darles más tiempo de ventaja. El escuadrón doce y dieciséis dieron sus vidas con ese propósito y al coronar finalmente esa colina los escuadrones dos y cuatro revelaron sus posiciones y empezaron a disparar contra los jinetes enemigos. Habían permanecido ocultos entre los árboles a la espera de ellos.

Uno a uno sus enemigos iban cayendo y rodando por la montaña.

—Se esconden en los árboles—se gritaban unos a otros, pero era demasiado tarde.

Los tenían rodeados. Damien y sus hombres aprovecharon la distracción que los escuadrones dos y cuatro le ofrecían para descender de sus caballos y ocultarse entre la maleza. Los árboles eran su escudo y los protegían de las balas mientras tomaban posiciones.

Con cada disparo Bleiston terminaba con una vida. Realizó seis disparos antes de desenvainar su espada. Las pistolas más comunes tenían un total de dos balas y luego debías recargarlas.

Eso implicaba mucho tiempo. Por lo que todos sus hombres llevaban tres o cuatro pistolas consigo y una vez descargadas se valían de su don con la espada. Damien bloqueó el ataque de su siguiente enemigo y luego se encargó de atravesarlo por el estómago. La sangre aún brillaba en la hoja de su arma cuando cortó el brazo de otro y traspasó el corazón de un tercero.

Su frente sudaba por el esfuerzo y sus manos ardían, pero una vez en la batalla no podía pensar en otra cosa que no fuera en la precisión de sus ataques. Cada vez que blandía su espada esta debía arrebatar una vida.

En una de sus últimas peleas su oponente consiguió cortar la manga de su traje y rozar la piel de su brazo antes de terminar muerto por la espada del teniente Walker. El hombre había acudido a su encuentro y juntos empezaron a zigzagear por el campo de batalla con la intención de apoyar a sus subordinados. La coordinación que ambos habían ido adquiriendo en las últimas semanas les facilitó mucho el trabajo. Bastaba una mirada para que él otro actuará.

Eran uno.

—Por aquí mi señor.—una vez que derrotaron a unos diez hombres se unieron a Jean Pierre y al escuadrón dos en el reconocimiento del terreno. Sus soldados habían conseguido someter a los Carlistas y ahora los superaban en número.

La pelea estaba en su punto más álgido.

El metal chocando resonaba en aquel improvisado campo de batalla mientras la luna vanidosa los observaba discreta desde lo alto.

***
Rose House
Londres

—Mi señora todo está listo.—le avisó Portia. Habían pasado unas tres semanas desde que anunció su deseo de convertir Rose House en una casa de acogida. Durante todo ese tiempo sus sirvientes se habían encargado de realizar la debida convocatoria—Han sido unas veinte mujeres las que han decidido acompañarnos.

—¿Y niños?

—Son unos siete contando con Rowan y su hermana.

—Bien.

La mujer miró el anillo que llevaba en su mano y esbozó una sonrisa. Desde que Damien se marchó a la guerra siempre lo usaba. Era la forma que tenía de llevar a su compañero consigo. Cada vez que empuñaba una espada, sostenía una pistola o brindaba en voz alta, él estaba con ella. Y su gloria la cubría.

Mis victorias son tus victorias, mi león. Acabaremos con todos nuestros enemigos para cuando salga el sol.

—Vamos.—Portia la acompañó hasta el salón principal y luego ordenó que las presentarán.

—¡Atención la señorita Volsano está aquí!

Todas las mujeres la regresaron a ver. Estaban realmente admiradas con su porte y elegancia, pero sobretodo con su gran belleza. No tenía los ojos claros, ni la piel blanca, pero había algo en su mirada que llamaba poderosamente la atención. Y su andar...
Espalda recta, pasos firmes y brazos a sus costados con los puños semicerrados. Esa mujer avanzaba con una seguridad que intimidaba a cualquiera. Definitivamente era alguien especial, podían sentirlo con solo verla.

—Un gusto tenerlas aquí.

—El gusto es nuestro, señora.—contestaron al unísono como si lo hubiesen ensayado.

—Este banquete que ven frente a ustedes es por su llegada. Adelante coman cuánto quieran. Todo esto es suyo.

—¿En serio señora?—exclamó una de ellas. Era la primera vez en toda su vida que veía tanta comida.

La dama asintió.

—Tomen asiento y coman.

Elise ocupó la cabecera de la mesa mientras las demás se iban desplazando por todo el lugar en busca de un asiento. Simone las ayudaba llamándolas por su nombre y ubicándolas en los lugares disponibles. Se había memorizado cada uno de ellos en cuestión de minutos.

—Buen provecho.

La comida estuvo deliciosa. Cada uno de los platos había sido preparado con esmero y sabían muy bien, en especial, el cordero. Muchas no dudaron en tomar una porción mientras trataban en los posible de cuidar los modales en la mesa.

—Agradecemos su gentileza al permitir que nos quedemos aquí por un tiempo.—habló una de ellas.

—Por ahora son ustedes, mañana pueden ser otras.—la imponente dama se puso de pie—No importa quién sea. La acogida que experimentaron esta noche, quiero que sea la misma que todo el que cruce esa entrada sienta ¿entendido?

—Sí señora.

—El primer mes corre por mi cuenta, aprovéchenlo para buscar trabajo o aprender algún oficio. Mis mujeres les enseñarán lo que deseen. No se preocupen por la comida, ni la estancia.—prosiguió con aplomo—Este lugar será su casa ahora y como tal debe siempre estar limpia y ordenada.

Todas asintieron.

—¿Por qué hace todo esto, señora?—preguntó una suave voz a su lado.

—Porque creo en su potencial y en sus capacidades. No me importa su origen, ni su pasado o lo que hayan tenido que dejar atrás, si desean algo peleen por ello.

—Pero qué somos sin nuestros hombres, ellos eran los que ponían el pan en nuestra mesa y ahora...—soltó una joven entre gimoteos—El deber del hombre es proveer y el nuestro procrear.

—Si nuestro deber es procrear entonces daremos vida a grandes negocios, pariremos fortunas y sostendremos a este país desde sus cimientos. Nuestros hombres no están y no sabemos si volverán o no, pero si lo hacen deben encontrarnos con vida—profirió Elise—Entiendo que estén asustadas y que no vean un futuro más allá de ellos, pero créanme, existe.

»No se conformen con miserias o acepten insultos por unas cuantas monedas. Si están aquí es porque quieren salir adelante, pero no saben cómo. Y mostrarles ese camino es mi trabajo.

—Quédamos en sus manos, señorita Volsano.

—En las mías.—aclaró Simone y Elise sonrió—Quedan en mis manos.

—Nuestros amados hombres están peleando por volver y nosotras peléaremos por sobrevivir hasta su regreso—sentenció finalmente.

***
Una vez que la cena terminó Portia y su señora abandonaron la propiedad en completo silencio. Simone se encargaría del resto.

—¿Qué es lo siguiente que debo hacer?—preguntó la dama mientras su carruaje avanzaba por las bulliciosas calles de Londres.

La mujer mayor revisó un listado en su libreta de cuero.

—Debe visitar a Nastasia, desde que la rescatamos se ha limitada a enviarle presentes, pero no ha ido a verla.—advirtió la mujer mayor.

—¿En serio? Creí que Rose House era nuestra última parada.

—No señora—su ama de llaves la miró apenada—Pero si está cansada podemos posponerlo...

—No—negó con la cabeza mientras se llevaba una mano a la sien—Hay mucho trabajo que hacer y esto no puede esperar.

—Por supuesto.

Llegaron a Danson House en menos de media hora. La residencia ya estaba funcionando como un hospedaje para burgueses y nobles extranjeros por lo que Elise tuvo que trasladar a la mitad de su servidumbre de Bleiston House a Danson House en un tiempo récord. Los arreglos de Coton Manor seguían en proceso.

—Mi señora—la saludó James al verla. Él era el encargado de la recepción junto con Wyatt. Ambos se entendían muy bien y eran buenos con los idiomas.

—¿Cómo va todo por aquí caballeros?—preguntó Elise.

—Tenemos diez huéspedes está noche, dos de ellos planean quedarse toda una semana.

—Las mujeres están haciendo un trabajo excelente con el entretenimiento—opinó Wyatt—Gwen y Dina los tienen cautivados con su baile y su habilidad con el violín.

—Los platillos de Olga también están a la altura. Hemos recibido buenos comentarios de la comida.—prosiguió James. El caballero que había encabezado la disputa entre el ala femenina y el ala masculina, ahora era uno de los principales responsables de la seguridad de sus compañeras y de la atención al cliente. Tenía órdenes estrictas de no permitir ningún tipo de abuso.

—¿Y qué me dicen de George y Lilibeth?—inquirió Portia.

—Ambos son eficientes en la limpieza de las habitaciones.—alegó Wyatt—Además tienen buen gusto a la hora de asesorar a nuestros clientes con sus atuendos y sus peinados.

—La señora Dupont ha elogiado la habilidad de Lilibeth con el peine, dijo que su recogido estaba a su altura y la hacía lucir más joven.

—¿Y la seguridad?

—Victor y los hermanos Mckenzie están haciendo un excelente trabajo. No hemos tenido ningún inconveniente hasta ahora.

—Muy bien.—Elise sonrió satisfecha.

—¿Algo más, mi señora?

—Necesito ver a Nastasia...¿Dónde la ubicaron?

—Está en el ala norte, mi señora. La separamos de los huéspedes para evitar cualquier molestia.

—Llévenme con ella.

—Enseguida.—James dejó a Wyatt y a Portia a cargo y la fue guiando por varios pasillos hasta llegar a la recámara de la mujer.

—Gracias.—lo miró—Déjanos solas y regresa a tus tareas.

—Sí señora.

La mujer golpeó la puerta.

—Adelante.—se escuchó la voz de la dama antes de la puerta se abriera—¿Elise?

—Lamento no haber venido antes.—se disculpó ingresando a la habitación.

—No te preocupes, sé que eres una mujer muy ocupada.—cerró la puerta.

—¿Cómo está Harvey?

—Duerme.—señaló la cama, dónde el niño yacía recostado.

—¿No tiene su propia habitación?

—Tus sirvientes me la ofrecieron, pero yo la rechace. No quiero separarme de mi hijo ni un segundo.

—Entiendo tu temor, pero aquí estás a salvo.

—Eso aún me cuesta creer—Nastasia negó—Si no fuera por tí y por Damien seguiría siendo una esclava.

—Mi compañero agotó hasta el último de sus recursos para rescatarte.—le dijo—Él hizo esto posible.

—Lo sé y se lo agradeceré por el resto de mi vida. Sus palabras, su promesa y su amor me mantuvieron con vida en mis peores momentos.

—¿Amor?—Elise frunció el ceño. Sabía de la relación que Nastasia y su compañero mantenían, pero no imaginaba qué podía ser tan profunda.

—Sus besos y sus caricias quedaron impregnadas en mi piel.—continuó ella—No sé si soy la mujer indicada para él, pero si su señoría me escoge lo haré feliz. Con tu bendición, claro.

—No la necesitas.

—Por supuesto que sí, eres su compañera. No hay mujer más importante en su vida que tú.

—No la necesitas porque ya la tienes—aclaró la dama—Nada me complacería más que ver a dos de las personas que más admiro y respeto siendo felices.

—Elise...

—Por muchos años nos distanciamos Nastasia, pero al perderte me di cuenta de lo mucho que te necesitaba a mi lado.—admitió con tristeza—Tú eres esa balanza, el delgado equilibrio entre el pasado y el presente. Nadie más que tú puede comprender mi dolor, nadie más que tú amó a David tanto como yo lo hice. Nos une el pasado y nos desafía el presente mi querida mentora y buena amiga.

—Tus palabras me honran y tus acciones me enorgullecen, Elise—sonrió—Recuerdo que la primera vez que te ví pensé “es demasiado frágil, no resistirá”, pero aquí estás parada frente a mí luego de haber visto la muerte y haberte quemado.

»No importa lo que los Consejeros digan, tú siempre volverás a nacer, puede que con otro nombre u otra meta, pero siempre conservando tu esencia. Eres la señora de las Sombras ahora y mientras yo viva mi lealtad está contigo.

Las dos mujeres se abrazaron. Habían vivido mucho juntas y también por separado.

—Si mi compañero te escoge prométeme que seré la madrina de tus hijos.

Ambas se sonrieron.

—No solo la madrina, planearás mi boda y todo.

—Tal vez deberíamos empezar por la “Charla”—hizo comillas con los dedos antes de que ambas estallarán en carcajadas.

—Adelante quiero oír tus consejos para mantener a un hombre en tu cama.—Nastasia la tomó de la mano y la hizo sentar en un diván junto a ella.

—¿Mis consejos? Sería incapaz de competir contra tí, perdería.

Más risas.

—¿Mamá?—Harvey se había levantado.

—Creo que nos reímos muy fuerte.—Elise la miró apenada.

—Está bien.—Nastasia se acercó a su hijo—Cariño te presentó a tu tía Elise, vino de visita.

—¿Mi tía?

—Sí.

—¿Ella se quedará a dormir con nosotros?—preguntó el pequeño abriendo los ojos de par en par.

—Si gusta puede quedarse. Hay suficiente espacio en la cama para los tres.

—No puedo, tengo que regresar a casa, además no duermo con hombres.—bromeó con dulzura.

—Pero yo no soy un hombre, soy un niño.—la corrigió Harvey

—Y eres el niño más adorable que conozco.—Elise lo tomó por una de sus mejillas—Prometo que vendré a visitarlos.

—Está bien—cedió Harvey.

—Cuídate mucho.—pidió Nastasia. Ambas sabían lo peligroso que podía resultar su trabajo.

—Lo haré.

La dama abandonó la habitación y se reencontró con Portia para volver a casa. Al llegar a Bleiston House Raphael la recibió con un sobre entre sus manos.

—¿Quién es el remitente?—preguntó mientras se dirigían a su habitación. Portia ya se había retirado a descansar.

—Un admirador.

Juntos entraron a sus aposentos.

—Si es de David déjalo en ese cajón junto al resto.—señaló su mesita de noche—Y retírate.

—¿No piensa leerlos?

—¿Qué sentido tendría hacerlo?—la mujer se sentó en el tocador y empezó a desenredar su cabello.

—David se está esforzando mucho.

—Me alegro por él. Estoy segura que bajo su administración los Lancaster se volverán aún más ricos de lo que son.

—Probablemente, pero cómo saberlo si no lee sus cartas.

—Intuición femenina, además que sé que estás ayudándolo...—lo miró mal—...¿Con qué propósito? No tengo la menor idea.

—Mi único propósito es hacerla feliz, mi señora.

—En ese caso no vuelvas a mencionarlo y permíteme olvidarme de él.

—Si ese es su deseo, eso significa que le importa más de lo que aparenta.—la picó.

—No seas tonto. Llegue a apreciarlo, pero eso es todo. La vida sigue y tengo que enfocarme en mis objetivos.

—Conseguir un esposo adecuado suena como un buen objetivo.

—Para una debutante quizás, pero mis años dorados ya pasaron. A mi edad prefiero los encuentros casuales.

—No ha tenido uno en mucho tiempo.—le hizo ver y ella lo censuró con la mirada.

Mis consejeros son unos atrevidos, pensó.

—Si no tienes nada más que decir, puedes retirarte.—le dijo.

—En realidad hay algo que debo reportar.

—Adelante.

—Lord Rosemont ha estado recibiendo y enviando cartas a una dama.

—No me digas...—Elise sonrió divertida—...una inglesa lo cautivó.

—El problema mi señora es que esa mujer está casada.

—¿Casada? ¿Estás seguro?

Raphael asintió.

—En ese caso vigílalo, conviértete en su sombra e infórmame todo.

—Sí señora.

—No quiero sorpresas, ahora vete.

—Con su permiso.

Una vez que el caballero se marchó ella aprovechó para colocarse su camisón. Tomó una botella de whisky que guardaba en uno de los cajones de su armario y se sirvió un vaso mientras sacaba las cartas de David y las depositaba con cuidado en una esquina de su cama.

Su sitio de descanso ahora estaba plagado de animales. Desde que su pupilo se marchó Reina, Zorro y Sombra dormían en su habitación.

¿El motivo?

Aplacar la huelga de hambre que los tres habían iniciado. Según sus sirvientes sus animales comían poco o de plano no lo hacían al menos que fuera ella quién los alimentará.

Él es el culpable, pensó mirando con desdén la correspondencia.

—Si se tomó el tiempo de escribirlas debería leerlas por cortesía—se dijo a sí misma y abrió el primer sobre mientras se sentaba en la cama.

Señora

Mis manos y mi cuerpo se quejan por estar cargando baúles todo el día, pero ni el intenso ardor en mis palmas podrán impedir que le escriba.
Cuando Raphael dijo que iniciaría desde abajo, habló muy en serio.

Nunca imaginé la cantidad de equipaje que una dama podía llevar consigo hasta que tuve que cargarlo yo mismo.

Baúles y más baúles, el trajín nunca termina. Lo único que me motiva es pensar en usted, mi señora.

Cada vez que recibo un nuevo cargamento de brillantes telas rojizas pienso en lo hermosa que se vería en ellas y cuanto me gustaría regalárselas todas.

Podría hacerlo, pero sé que las rechazaría. Ese tipo de regalos no son de su agrado y tampoco le hacen justicia.

Joyas, perfumes, licores, zapatos...

Al inspeccionar cada carga siempre me encuentro con algo nuevo. Es como abrir un tesoro.

Pero nada se compara con mi gran tesoro, el pañuelo rojo que llevó en el cuello. El pañuelo en el que usted grabó sus iniciales.

Las iniciales que me hacen suyo.

D.L

—¿Mío?—masculló Elise. La tradición del pañuelo y la bufanda era un rito de iniciación en Bleiston House. Todo miembro de la Sociedad de los Sombras poseía un pañuelo rojo oscuro o una bufanda del mismo color. Pañuelos para los caballeros, bufandas para las damas.—Insolente.

La mujer bebió un poco más de whisky y abrió la siguiente carta.

Mi señora

Las olas, la brisa, el aroma de la sal, todo me recuerda a usted y a Bleiston House.

Al principio me sentía algo perdido con mi nuevo “cargo”, pero ahora entiendo porqué Raphael me colocó en este lugar. Siendo un inofensivo sirviente veo con más claridad los abusos y los desmanes de quiénes ostentan más poder.

He despedido a dos capitanes por otorgar y aceptar “regalos” sin mi permiso. Sus favoritismos traían conflicto y desconfianza entre mis vendendores y socios, así que me deshice de ellos y coloqué a hombres más honestos en su lugar, hombres que yo mismo supervise por varios días.

Ambos fueron nombrados a través de decretos en sobre cerrado para que mi identidad siga siendo un secreto.

Hasta ahora mis subordinados me conocen como William Thompson, el humilde hijo de un pescador y una costurera. Y me tratan como tal.

Algunos comerciantes y marinos me adoran y otros no me pueden ni ver. Me está costando ganármelos.

¿Algún consejo?

Con cariño

D.L

—Esa fue una buena estrategia.—reconoció la dama.—Usar decretos para ocultar tu identidad te permitirá mantener esa farsa un poco más.

Tomó el siguiente sobre.

Mi señora

Sus ojos me torturan al despertar. Mi alma añora oír su voz y el dulce aroma de su perfume por las mañanas. Me voy a volver loco si su crueldad continúa.

¿Por qué no me responde? Entiendo que no desee verme, pero por lo menos me gustaría saber si está bien y si piensa en mí todos los días tanto como yo lo hago.

D.L

Lo último le arrancó una sonrisa. Ese tonto sabía cómo usar las palabras a su favor. No tenía que ser un poeta para conmover su corazón y eso la asustaba.

—Debería dejar de leer.—se dijo así misma, pero no pudo evitarlo y abrió la siguiente carta.

Señora

Disculpe mi atrevimiento, pero me he tomado ciertas libertades también con su servidumbre y los marinos de sus barcos. He pensado que una asociación no nos vendría mal y debido a mi poca o nula experiencia en este negocio he estado aprendiendo de ellos.

Su jefe de comerciantes Karl es un hombre muy generoso. Pero no puedo decir lo mismo de su segundo al mando. Es un hombre codicioso y sin honor alguno. Destila arrogancia en cada paso y sus sirvientes le temen.

Al señor Karl lo respetan y admiran, pero a él le temen. Sus marineros, sirvientes y comerciantes son buenas personas, por eso me siento en la obligación de alzar la voz por ellos.

D. L

Elise soltó un profundo suspiro y sonó su campana.

—Sí señora.—Raphael acudió a su llamado. El hombre permanecía detrás de la puerta hasta que las velas estén completamente apagadas.

—Llama a Francis, necesito que investigue algo por mí.

—Por supuesto.—el sirviente sonrió al ver las cartas en su regazo y luego se marchó.

La mujer regresó la correspondencia a su mesita de noche y esperó a que su sirviente se presentará.

—Mi señora.—Francis le dedicó una reverencia apenas entrar.

—¿Recuerdas al señor Albert Robinson?

—Sí, es uno de los ayudantes del señor Karl.

—Necesito que lo investigues y me traigas un informe detallado de su comportamiento.

—¿Ocurrió algo malo?

—Solo invéstigalo y reportame todo.

Sí señora.

—Eso es todo puedes retirarte.

Una vez que Francis se marchó Elise tomó su pluma y empezó a escribir una carta de respuesta para David. Sentía que debía agradecerle su preocupación, aunque en el fondo quizás solo era una excusa para contestarle y continuar recibiendo sus cartas.

***

Hola

Aquí está el nuevo capítulo. La última vez se publicó el capítulo 24 por error, pero faltaba que saliera a la luz este capítulo, el 23 por lo que aquí se los traigo.

Espero que lo disfruten.

Nos vemos

Joha.

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