Emails I can't send | Max Ver...

By walxleclerc

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Addeline es una joven inquieta y con un alma insaciable, pero tiene un pasado trágico que no la deja seguir a... More

-author's note.
-emails i can't send.
-love at first kiss.
-I kissed a fucking driver.
-inside the waves.
-deep conversation.
-serendipity.
-nightmares of the past.
-night adventures.
-the first email.
-under the stars.
-facing fears.
-campfire and friends.
-memories in a photobooth.
-a great love.

-under the lights of Degrees.

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By walxleclerc

Mi plan fue un total fracaso.

Había decidido salir a disfrutar de cada instante con Max y dejar que el futuro se resuelva por sí mismo.

Pero apenas recibí un mensaje suyo me acobardé. El miedo me ganó y me negué a enfrentarlo.

Así que decidí refugiarme en la noche agitada de Degress para dejar de pensar.

La música retumbaba en el bar, mezclándose con el murmullo de los clientes y el tintineo de vasos y platos. Me movía con destreza detrás del mostrador, sirviendo tragos y tomando pedidos con una sonrisa forzada en el rostro.

Estaba siendo una noche agotadora, con una avalancha constante de clientes sedientos que parecían no tener fin.

Detrás del mostrador del bar, el aroma a whisky y limón impregna el aire, mezclándose con el olor a humo de cigarrillo de algunos clientes, me siento mareada.

Mi teléfono vibró en el bolsillo por enésima vez esa noche, pero no me molesté en revisarlo. Sabía quién era antes de siquiera mirar: Max.

Había estado demasiado ocupada, y ahora que finalmente tenía un momento de respiro, solo quería relajarme un poco antes de enfrentar la inevitable conversación que vendría con sus mensajes sin respuesta.

Estaba actuando de forma infantil, era consciente. Pero me aterraba enfrentarme a la verdad.

Justo cuando pensaba que tendría un momento de paz, vi a Max entrar por la puerta.

Mi corazón dio un vuelco al verlo, mezcla de alegría y preocupación.

Se acercó a mí con una expresión preocupada en el rostro.

—¿Qué haces aquí, Max?

Él frunció las cejas.

—Addie, ¿Todo está bien? —preguntó, su voz llena de preocupación.

Le ofrecí una sonrisa cansada.

—Sí, solo ha sido una noche ocupada. —respondí, tratando de restar importancia a mi agotamiento.

Pero él no parecía convencido con mi respuesta ambigua.

—Te he estado enviando mensajes y no has respondido ninguno. Estaba empezando a preocuparme. —admitió, luciendo un poco avergonzado.

Bajé la mirada, sintiéndome culpable.

—Lo siento, Max. —me disculpé. —Ha sido una locura aquí esta noche, apenas he tenido tiempo para respirar, mucho menos para revisar mi teléfono...

Max me miró fijamente por un momento antes de hablar de nuevo.

—¿Puedo hablar contigo un momento?

Sentí un nudo en el estómago ante la seriedad en su tono.

—Claro, ¿Quieres tomar algo mientras termino los últimos pedidos? —ofrecí, señalando hacia el mostrador.

Max negó con la cabeza.

—No, te espero. —respondió.

Asentí, sintiendo la tensión crecer entre nosotros.

Entregué el último pedido que tenía, y solté un suspiro.

Dejé mi puesto detrás del mostrador y lo conduje a un rincón tranquilo del bar, lejos de las miradas curiosas de los clientes.

Una vez que estuvimos solos, Max tomó una respiración profunda antes de hablar.

—¿He hecho algo que te moleste? —comenzó, sus ojos buscando los míos. —Porque estoy pensando cada palabra que dije o cada cosa que hice...

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

Sabía que esta conversación estaba llegando, pero eso no la hacía menos aterradora.

—No Max... —susurré.

Él me miró fijamente, con una expresión seria en su rostro.

Bajé la mirada, sintiéndome aún más culpable.

Había estado ignorándolo a propósito, pero eso no significaba que no me importara Max, porque lo hacía, más de lo que podía expresar con palabras.

—Tu no has hecho nada malo. —dije con sinceridad.

Max tomó mi mano entre las suyas, sus ojos buscando los míos.

—Siento que algo no está bien entre nosotros, y necesito saber qué está pasando. Por favor, dime la verdad. —susurró, su voz llena de anhelo y preocupación.

Un nudo se formó en mi garganta mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

No podía mentirle a Max o seguir evitándolo, no después de todo lo que habíamos compartido juntos.

—Max, yo... —comencé, pero las palabras se atascaron en mi garganta.

No sabía por dónde empezar, cómo explicarle mis miedos y preocupaciones sin lastimarlo.

Él esperó pacientemente, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me hizo temblar. Sabía que no podía seguir evitando la conversación, que tenía que enfrentar la verdad y explicarle lo que estaba pasando por mi mente.

—Estoy asustada. —finalmente confesé, mis palabras saliendo en un susurro apenas audible por encima del bullicio del bar.

Él frunció el ceño, su mirada llena de confusión y preocupación.

—Asustada, ¿De qué? ¿De mí? —preguntó, su voz llena de angustia.

Sacudí la cabeza con vehemencia, sintiendo las lágrimas amenazando con escapar de mis ojos.

—No, no de ti. De... de mis propios miedos, de lo que podría significar estar contigo. —expliqué, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar mis sentimientos. —De lo que pasará cuando tus vacaciones acaben...

El peso de mi confesión colgaba en el aire entre nosotros, y podía ver cómo Max procesaba cada palabra que había dicho. Sus ojos, tan llenos de ternura y comprensión, me tranquilizaba de alguna manera, pero el miedo seguía latente en mi pecho.

Luego, con suavidad, tomó mi rostro entre sus manos y me obligó a mirarlo a los ojos.

—Addie, entiendo tus preocupaciones. —dijo finalmente, su voz suave pero firme. —Pero no importa lo que suceda en un futuro, ahora estoy aquí contigo.

Sus palabras resonaron en lo más profundo de mi ser, disipando en parte mis temores.

Sabía que Max tenía razón, que no podíamos dejar que el temor al futuro arruinara lo que teníamos en el presente, Camille y mi hermana habían dicho lo mismo, pero era casi imposible no pensar en el día de mañana.

—Max, yo... —comencé, pero él me interrumpió con un suave beso en la frente.

—No tienes que decidir nada ahora. —dijo con una sonrisa tranquilizadora. —Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, pase lo que pase.

Me aferré a sus palabras, sabiendo que no podía prometerle un futuro sin miedos ni dudas, pero podía prometerle que estaría a su lado, intentándolo.

—Pero por favor, no vuelvas a hacer esto. —murmuró, esquivando mi mirada. —No desaparezcas, puedes hablar conmigo...

La calidez de sus palabras me reconfortaba, pero también me hacía darme cuenta de la importancia de enfrentar mis miedos en lugar de huir de ellos.

Max merecía eso, merecía mi honestidad y mi valentía.

—Lo siento, sé que no estuve bien al ignorarte. —dije de forma sincera, encontrando finalmente el coraje para mirarlo directamente a los ojos. —Prometo que intentaré ser más abierta contigo.

Él asintió, su expresión suavizándose con un gesto de entendimiento.

—Eso significa mucho para mí. —respondió con gratitud, su mirada llena de afecto. —Ahora, ¿Vamos a planear lo que haremos antes de que esto termine?

Una punzada de dolor atravesó mi pecho al escuchar esas palabras, pero me obligó a sonreír y asentir, tratando de ocultar mi verdadera reacción.

—Claro, tenemos mucho que hacer. —respondí, sintiendo cómo mi corazón se encogía ante la idea de que esto pudiera llegar a su fin.

Pero no podía permitir que Max notara mi debilidad, así que decidí seguir adelante como si nada, esperando que el dolor se desvaneciera con el tiempo.

Aunque por dentro, sabía que esa idea era solo una ilusión, una forma de evitar enfrentar la realidad que se cernía sobre nosotros. Me aferré a la esperanza de que, tal vez, si accionaba como si todo estuviera bien, podría convencerme a mí misma de que así era.

—Oh Addie, al fin te encuentro. —exclamó mi compañera de trabajo. —Puedes tomarte lo que queda de la noche, Ruby me ha encargado la barra.

—Gracias. —le di una sonrisa cansada.

Mientras mi compañera se alejaba de forma apresurada a ocupar mi lugar tras el mostrador, Max y yo nos miramos, compartiendo un momento de complicidad.

—¿Qué te parece si pedimos una ronda de tragos? —sugirió Max, con una chispa traviesa en los ojos.

La idea de escapar por una noche de las obligaciones y los pensamientos intrusivos para sumergirnos en una de las noches mágicas de degress sonaba tentadora.

Asentí con una sonrisa, dejando de lado mis preocupaciones por un momento.

—Suena perfecto. —respondí, sintiendo un destello de emoción ante la idea de pasar más tiempo con él.

Max me tomó de la mano y juntos nos acercamos a la barra para pedir nuestros tragos, dejando atrás el bullicio y la tensión.

Mientras las luces parpadeantes iluminaban el resto del lugar, nos sumergimos en una conversación que fluyó con una naturalidad reconfortante. Hablamos de todo y de nada, riendo y compartiendo historias como si el mundo exterior y las demás personas no existieran.

Nos perdimos en el momento, disfrutando de la compañía del otro como si fuera lo único que importara en el mundo.

Con cada risa compartida y cada mirada cómplice, sentía cómo mis preocupaciones se desvanecían lentamente, reemplazadas por una sensación de paz y felicidad que solo Max podía traer.

A medida que la noche avanzaba y los tragos seguían llegando, nos dejamos llevar por el ritmo frenético de la música y la energía vibrante que llenaba el bar, y Max me tomó de la mano, girándome con gracia mientras nos movíamos al centro del bar.

No había bebido mucho como para estar ebria, pero la sensación del calor de los cuerpos cercanos y el roce suave de la mano de Max en mi espalda me estaba haciendo perder el control.

Por un momento, todos los demás se desvanecieron, y solo éramos Max y yo, perdidos en el momento presente.

Entre risas y miradas cómplices, el tiempo parecía detenerse.

Solo existía la calidez de la mano de Max en la mía y el brillo reconfortante de sus ojos mientras me miraba con afecto.

Sacudí la cabeza con una sonrisa.

—No puedo creer que estemos haciendo esto.

Él se rió, mostrando su encantadora sonrisa.

—¿Por qué? ¿Acaso nunca te has dejado llevar antes?

Negué con la cabeza.

—Seguro que me voy a arrepentir de esto mañana.

La música cambió, y me tomó de la mano para girarme, quedando de espaldas a su pecho.

—Entonces aprovechemos al máximo la noche. —susurro sobre mi oído.

Su aliento cálido chocó contra la piel de mi nuca y eso provocó un escalofrío por toda mi columna.

Le envié una mirada traviesa por encima del hombro.

—Oh, ¿Estás tratando de corromperme, señor Verstappen?

Max se rió suavemente.

—¿Yo? No tengo idea de lo que estás insinuando, Addie.

Me gire para enfrentarlo, sin perder la sonrisa juguetona.

—Hmm, parece que alguien está disfrutando demasiado de esta noche...

Él se volvió a acercar a mí, con ojos brillosos.

—Bueno, ¿Qué puedo decir? —sentí como sus dedos me rozaron la cintura. —Estoy bailando con una hermosa chica delante de un montón de personas y ella solo me sonríe a mi... Me siento como la persona más afortunada del mundo.

Pero incluso en medio de toda la diversión y el coqueteo, podía sentir el cariño y la ternura en cada gesto y cada mirada de Max. Era como si estuviera tratando de decirme algo sin palabras, algo que iba mucho más allá de las bromas y las risas.

Y aunque el miedo todavía estaba presente en algún lugar de mi mente, por primera vez en mucho tiempo, me permití sumergirme por completo en la alegría y la emoción del momento presente.

Cuando comencé a mover las caderas al ritmo de la música Max me miró con sorpresa, pero su sorpresa se transformó rápidamente en una sonrisa de complicidad. Extendió una mano hacia mi cintura baja, invitándome a pegarme a él, y yo acepté con una sonrisa nerviosa en mis labios.

Mis mejillas ardían de emoción y anticipación, pero me obligué a mantener la compostura mientras bailaba.

Al principio, mis movimientos fueron tímidos y vacilantes, como si estuviera probando las aguas antes de sumergirme por completo en la experiencia. Pero a medida que la música continuaba y Max me miraba con admiración y me susurraba halagos en el oído, algo dentro de mí se liberó.

Dejé que la música me llevara, moviéndome con gracia y soltura mientras mis caderas se balancearon de un lado a otro.

Mis manos se deslizaron hasta llegar a su nuca, entrelazándolas justo allí, en un gesto de intimidad mientras nos movíamos juntos en perfecta armonía.

Sentí la energía del momento envolverme, llenándome de una sensación de alegría y libertad que nunca antes había experimentado. Me permití perderme en el momento, en la conexión única que compartimos.

Y cuando finalmente tuve el coraje de mirarlo a los ojos, vi el reflejo de mi propia felicidad en su mirada.

—Si sigues moviéndote de esta forma vas a matarme. —murmuró, sin dejar de sostenerme. —Creo que después de todo hay un lado travieso escondido bajo la fachada de chica buena.

Me reí cuando noté su sonrisa divertida.

—Tal vez no sea tan inocente como crees...

Su agarre en mi cintura se volvió más firme.

—Eso espero, porque me encanta la idea de descubrir todos tus secretos más oscuros.

Levanté una ceja con diversión.

—¿Ah, sí?

Asintió con una sonrisa, sus ojos brillaban con una intensidad que me hizo temblar de anticipación.

—Absolutamente. Y estoy dispuesto a apostar que hay mucho más de lo que parece a simple vista. —respondió, su voz suave y llena de lujuria.

Una oleada de calor recorrió mi cuerpo ante sus palabras, y me sentí más viva que nunca.

Había algo en la manera en que Max me miraba, algo que me hacía sentir deseada y poderosa al mismo tiempo.

Nunca me había sentido así.

—Bueno, entonces tendrás que trabajar duro para descubrir todos mis secretos. —bromeé, inclinándome hacia él con una sonrisa juguetona en mis labios.

Él se rio, sus ojos brillando con diversión mientras me tomaba de la mano y me giraba con gracia una vez más.

—Oh, créeme, estoy más que dispuesto a hacerlo.

No pude evitar notar su confianza arrolladora. Y me di cuenta de que cada paso, cada movimiento y cada gesto que hacía, irradiaba seguridad en sí mismo, como si estuviera acostumbrado a estar en control en cada situación de su vida.

Esta seguridad no era solo algo que mostraba con las chicas, sino que parecía ser una parte intrínseca de quién era él. Max parecía estar en su elemento, como si la confianza fuera su segunda naturaleza.

Mientras lo observaba con admiración, no pude evitar preguntarme cómo sería su vida normal, en el mundo de las carreras y las responsabilidades que conllevaba. Imaginé que la misma confianza que mostraba aquí, en medio del bullicio y la alegría de la noche, también se reflejaría en su vida cotidiana y en su carrera como piloto.

Max siempre había sido una persona segura de sí misma, eso era evidente desde el momento en que lo conocí. Y aunque a veces esa confianza podía parecer intimidante, también era una de las cosas que más me atraían de él.

Y así, entre risas y coqueteos, nos perdimos en el ritmo frenético de la música una vez más, dejando atrás nuestras preocupaciones y temores mientras nos sumergíamos por completo en el momento presente.

Porque, aunque no sabíamos qué nos deparaba el futuro, estábamos decididos a enfrentarlo juntos, con valentía y determinación. Y en ese instante, eso era todo lo que importaba.

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