No acercarse a Darek

By MonstruaMayor01

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Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla... More

Personajes
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Adelanto
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Carta recibida por Darek
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Adelanto
Conociendo a Darek
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
¿Crees en los monstruos?
Adelanto
Capítulo 24
Capítulo 25
Adelanto
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Dae
Capítulo 30
La chica
Capítulo 32
Capítulo 33
Piano, sangre y amor
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Adelanto
Capítulo 38
Un pasado marcado
Capítulo 39
Ese «te quiero»
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
NOTA
El cerezo
Capítulo 43
Capítulo 44
Ajedrecista
El villano
Capítulo 45
Antes de todo
Capítulo 46
Capítulo 47
Ella
Capítulo 48
Capítulo 49
Steiner

Capítulo 31

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By MonstruaMayor01

Su voz, ese tono bajo y ligeramente ronco, envía un escalofrío por mi espalda, deteniéndose solo para frenar el aleteo de las mariposas que parecen haber tomado residencia en mi estómago.

Darek sonríe.

—Exacto, Meredith, ella tampoco se enamoraría de mí.

La mueca en sus labios se va transformando en un gesto desesperanzador hasta que acaba con la seriedad de siempre esparcida por cada línea de su rostro.

Mis ojos se elevan hasta volver a tocar los suyos, entendiendo que la idea que hace unos segundos rondó mi cabeza ha sido una completa estupidez. La brecha que nos separa regresa a instalarse entre los dos en el instante que él suelta mis manos y se separa de mi cuerpo.

—Hay que terminar de sembrar los tulipanes.

Esas son las próximas palabras que salen de su boca al ponerse de pie y retroceder un paso que para mí se siente como una milla. Un sabor agridulce se enciende en mi pecho y pronto se extiende hasta la punta de mi lengua. No sé cómo explicarlo, pero me siento vacía, casi como si su cercanía hubiera tocado algo profundo en mi ser, algo que ahora se resume en la distancia que él mismo pone entre los dos.

Para intentar deshacerme de ese malestar, me aclaro la garganta mientras la lucidez va tomando control de mi mente, que por un momento imaginó que sus labios habían ansiado los míos cuando, claramente, no ha sido así.

—Sí, hay que terminar —pronuncio cada palabra en un tono vacilante.

Percibo su pesada presencia a un costado de mí, poniendo una distancia prudencial para permitirme ensanchar los pulmones y recordar que debo respirar para no morir.

—Puedes sembrar los siguientes bulbos a una distancia entre ellos de, al menos, 8 centímetros —explica con tal calma que me hace sentir insignificante por no poder controlar las olas que chocan en mi interior. —Luego yo los cubriré con el sustrato para al final regarlos hasta que la tierra esté húmeda.

«¿Por qué he anhelado besar sus labios, sabiendo que los de él desean besar los de otra?», me cuestiono a mí misma a la vez que me pongo a hacer lo que él me dice.

Me concentro en terminar de sembrar las semillas de los tulipanes, aunque es de admitir que en mi cabeza no deja de reproducirse ese instante en el que mis ojos captaron sus labios con ese leve tono rojizo y como su mirada también buscó los míos.

Entre tanto, Darek se ha alejado aún más de mí, parándose a un lado de la zanja que ha cavado, solo observando que acabe de sembrar los bulbos. Él no es consciente de que ha desatado una tormenta dentro de mí, incluso, creo que ni yo misma lo soy.

Una vez termino de cubrir el último bulbo con la tierra ya fertilizada, soy capaz de hacer que la voz emerja desde algún lugar de mi garganta:

—He terminado.

Alzo mi cuerpo para ponerme de pie sin ver venir que a causa de estar tanto tiempo en una misma posición, mis piernas no soportan el peso de mi cuerpo, haciendo que ellas se tambaleen y al no tener de donde agarrarme doy unos cuantos pasos hacia atrás.

Como si el tiempo se detuviera frente a mí, como si pudiera ver en cámara lenta el momento en que Darek, de forma instintiva, se fija en lo que está a punto de suceder y sin dudarlo se abalanza hacia mí.

De golpe, el tiempo parece dispararse a una velocidad a la que me es difícil adaptarme y en un parpadeo mis manos se encuentran aferrada a la tela del suéter de Darek, consiguiendo la sujeción que buscaban. Con el corazón dando brincos dentro de mi pecho muevo mis ojos hasta los suyos al tiempo que me percato de que sus brazos me rodean y sus manos se afincan con fuerza sobre mi cintura. Estamos tan cerca el uno del otro que nuestras respiraciones se mezclan en una sola y su mentolado aliento me toca el rostro. Hago un esfuerzo para hablar, para agradecerle, pero la voz no sale.

—Debes inyectarte algún tipo de vitamina —habla, rompiendo el silencio. Sus manos se mudan a mis brazos y al estar seguro de que puedo mantenerme en pie por mis propios medios, me suelta. Entonces, da un paso hacia atrás y sin despegar sus ojos de mí, agrega: —tu cuerpo no soporta nada.

Pestañeo un par de veces a medida que recupero el aliento. Luego analizo lo que ha dicho y en pocas palabras me ha llamado "debilucha de mierda", pero eso no es lo importante en todo esto, lo que realmente lo es, es el hecho de que tenerlo cerca me esté afectando como lo está haciendo. Configuro mi cerebro para dar una respuesta y lo único que se me ocurre hacer es asentir con la cabeza sin poder dejar de mirarlo.

—Es... eso creo —es lo que me sale decir al cabo de un rato.

Me responde con un suave gesto de afirmación antes de darme la espalda, empezando así a cubrir los bulbos con la tierra removida que queda a un lado de la zanja.

Agradezco al universo que deje de mirarme, ya que me da la libertad de poder cuestionarme por mi absurdo comportamiento al tenerlo cerca, sin ser observada por sus vigilantes pupilas. Permanezco anclada al piso por un buen rato en el que solo oigo las paladas de tierra cayendo sobre los bulbos ya enterrados bajo el suelo mientras mis pensamientos se estrellan unos contra otros en mi cabeza sin darme tregua.

«¿Qué carajo te pasa, Meredith?

¿Por qué te estás sintiendo de esta forma con él?

¡Mierda! ¡Sabes que está enamorado de otra chica!

¡DETENTE!»

—¿Me estás escuchando?

No me doy cuenta de que me he aislado del presente, hundiéndome en mis propios pensamientos, hasta que a mi sistema auditivo llega la voz de Darek, ella se oye distante y susurrante.

Actúo lo más rápido que puedo, mirándolo. Él mira hacia atrás, hacia mí. Noto su ceja izquierda arqueada, esperando una respuesta de mi parte.

—Sí —respondo antes de ponerme a caminar a su altura —, solo es que estaba... viendo como se deben cubrir los bulbos —resuelvo sonando lo más convincente que me es posible.

Una vez me detengo a su lado, esbozo una sonrisa convincente al mismo tiempo que intento recordar aunque sea una sola palabra de las que ha dicho antes de sacarme de la laguna mental en la que me hallaba hundida, pero no hay nada, solo el eco persistente de mis propios pensamientos.

Darek entonces endereza su postura. Sus ojos no se apartan de mí.

—Dime, ¿crees que esté bien lo que te acabo explicar?

Mi mente empieza a correr frenética, buscando una salida, cualquier cosa que pueda decir para mantener mi pequeña farsa por algo más de tiempo.

—Sí, está perfecto.

Alza las cejas, sorprendido.

—No sabía qué pensarás de esa forma.

Su respuesta me hace pensar que he metido la pata hasta el fondo.

—¿De qué? —esa pregunta emerge de mis labios antes de que mi razón la procese.

—Te estaba explicando que yo pienso que probablemente todos al morir terminemos yendo al infierno. —Una sonrisa se extiende por su rostro —. No sabía que tú pensarás igual.

No, no, no.

Yo no pienso en ir al infierno.

¿Quién piensa en eso? Claro, Darek.

—No... la verdad —empiezo, vacilante —no escuché ni una sola palabra de lo que dijiste...

Suelta una carcajada, franca y vibrante que llena el aire y me hace callar.

—Ya lo sabía —dice aun riendo.

Es la primera vez que oigo una risa verdadera de su parte, desprovista de cualquier atisbo de sarcasmo o disimulo. Es un sonido claro y contagioso, reminiscente al tintineo de campanas de viento agitadas por una brisa suave. Tal sonido me hace contener una sonrisa. Es simplemente hermoso ser testigo de que alguien que vive cerrado al mundo muestre un ápice de humanidad.

—Te gusta jugar conmigo —digo fingiendo molestia.

Tal parece que mi cara de espanto le ha parecido un verdadero espectáculo, ya que hace un esfuerzo por dejar de reír, pero no lo logra. La risa continúa fluyendo de su boca.

—Me gusta reafirmar que no sabes mentir en lo más mínimo —habla entre risas, y aunque su tono podría sonar a burla en cualquier contexto, viene cargado de una proximidad que me envuelve como lo haría un abrazo.

Su semblante, usualmente ceñido de dureza o adornado con medias sonrisas irónicas, se transforma completamente. Las heridas que marcan la piel de su rostro, parecen menos severas, casi olvidadas bajo el efecto de su genuina felicidad. Sus ojos, que suelen escrutar el mundo con una intensidad que roza lo desafiante, ahora brillan con luz cálida.

—Oye, no soy tu payasa. —Me cruzo de brazos, sin embargo, la forma en la que se contraen mis labios deja al descubierto que me gusta escucharlo reír, aún y cuando es de mí. —No es divertido.

Permanezco mirándolo, mientras el sonido de su risa va disminuyendo para finalmente escuchar jadeos entrecortados. Hay algo mágico en verlo así, libre de las armaduras que acostumbra a cargar, revelando un lado suyo que sospechaba, hasta este momento, no existía.

Respira hondo antes de hablar:

—Le tengo fobia a los payasos —informa, ya con el control de su cuerpo —, así que jamás te vería como mi payasa.

Le teme a los payasos. Nunca se me habría ocurrido.

—No estoy de acuerdo con eso del infierno —hago hincapié en esto, queriendo dejarlo claro.

—¿Te da miedo ir al infierno? —pregunta de repente.

La pregunta me toma por sorpresa, es una de esas cuestiones que se sienten demasiado grandes, demasiado pesadas para ser formuladas en voz alta.

Asiento, impulsivamente, sintiendo como el peso de la palabra "infierno" se concentra en el aire.

—Sí, sí me da miedo.

Al dar mi respuesta, imágenes de fuego eterno, tormento y oscuridad absoluta llenan mi mente, esas descripciones antiguas y modernas de las que siempre nos hablan al poner sobre la mesa ese tema.

—Qué aburrida —responde él y luego chasquea la lengua —, que rosita eres.

La sonrisa que cruza su rostro desafía la gravedad de lo que dice, despojándolo de cualquier crueldad para envolverlo en una velada broma.

Me aterra todo lo que tenga que ver con esos temas, por ende le doy un giro a la conversación.

—¿Qué era lo que estabas diciendo?

—Te decía que los bulbos se deben regar dos veces a la semana, claro que si llueve no es necesario. Además de que hay que asegurarse de no ahogarlos.

—¿Ahogarlos?

Asiente.

—Todo en exceso es dañino —observa —. Se debe regar la tierra hasta que esté húmeda, con eso será suficiente.

—¿Y en cuánto tiempo saldrán los tulipanes?

—Ellos llevan su tiempo. Unos 3 o 4 meses.

Le doy una ojeada a la tierra que cubre los bulbos.

—Gracias por haberme enseñado —digo y me saco los guantes de ambas manos —. Nunca pensé que aprendería algo así.

No hay un 'de nada' por su parte. Lo único que hace es mirarme para acto seguido ir hasta la pluma de agua que hay a un lado del huerto, abrirla y entregármela.

—Te indicaré cuando ya sea suficiente.

Emocionada, acepto ser yo la que dé por terminado nuestro trabajo de cultivo y empiezo a regar la tierra. Pronto descubro que en esta simple acción hay algo meditativo, en el sonido del agua chocando contra el suelo, en el aroma fresco que surge a nuestro alrededor y la brisa fresca que agita por instante los picos de los árboles.

Con la indicación de Darek dejo de regar la tierra. Es entonces cuando él retoma la conversación de los tulipanes, sin mirarme, con sus ojos fijos en la tierra húmeda.

—Cuando veas florecer tus primeros tulipanes, entenderás que no se trata solo de plantarlos. Se trata de crear algo que perdure, que surja incluso después de que nosotros no estemos para verlo.

Cruzamos una mirada y ninguno de los dos es capaz de agregar nada más.

◇◆◇

Luego de una tarde tan bonita como la que he vivido hoy, me es difícil aceptar que debo volver a mi realidad, no obstante, al dar cada paso por los extensos pasillos de la casa de los Steiner me voy mentalizando que es hora de regresar a mi casa, a esa que no siento tanto como un hogar.

Darek va dos pasos delante de mí. Yo enredo mi dedo en la tira de la mochila que va ajustada en mi espalda y el único sonido que se oye es el de nuestras pisadas. Sin embargo, la tranquila caminata que llevamos se ve interrumpida por dos figuras que emergen desde el costado de uno de los tantos pasillos que hay por cada rincón de la casa.

Nos basta con dirigir nuestro interés a las personas que atraviesan el umbral del pasillo para toparnos con los gemelos «D», Dante y Drake. Ambos se frenan hasta enfrascar sus potentes ojos grises como el acero en su primo y en un segundo los mueven hacia mí.

Diferencio a Dante por el lunar de su barbilla. Con su postura reservada y esa mirada que parece analizar cada detalle, me ofrece un saludo con la cabeza, tan sutil que casi se puede pasar por alto.

—Buenas noches —habla Dante y posa su mirada en Darek —. No se nos notificó que habría visita.

Drake actúa de una forma muy diferente a la de su gemelo. Su sonrisa brillante y abierta aparece en sus labios.

—Deja de ser tan mal educado, Dan. —Le da un codazo en el brazo y se vuelve hacia nosotros una vez más. —¡Hola, soy Drake! —exclama con entusiasmo, avanzando hasta nosotros con su mano estirada hacia mí, listo para estrechar la mía.

El cambio en la atmósfera es instantáneo. La reserva de Dante contrasta de una manera abismal con la calidez y el carisma de su hermano.

Suelto la tira de mi bolso, que sin darme cuenta, ahora estoy agarrando con fuerza. Noto como Darek me mira de refilón en el instante que mi mano aprieta la de su primo.

—Soy Meredith.

—Encantado de conocerte.

Me suelta la mano, pero sus ojos son los que no me suelta en ningún momento.

Dante se mueve con cautela meditada. Su aproximación es mucho más lenta. Su interés no se posa en mí, sino que lo fija todo en Darek.

—Te estábamos buscando, Darek.

—Ahora no puedo —responde él y se percibe que desea que los gemelos se vayan lo antes posible.

La sonrisa de Drake se desvanece con ligereza, una sombra de sorpresa cubre su cara por un instante antes de recuperar su compostura y fingir que nada ha pasado.

—Sí puedes —replica Dante.

—Dan, luego podremos hablar con Darek —comenta Drake, como si quisiera mantener la situación lo más calmada posible —. Vamos por Harley.

Un prolongado silencio se ciñe sobre el ambiente.

—Está bien —habla Dante al fin. Su expresión seria apenas deja entrever una sonrisa cuando sus ojos se encuentran con los míos. —Un placer conocerte, Meredith.

Drake, por su parte, se despide de mí con un guiño.

Observo cómo los dos le dedican una última mirada a su primo y empiezan a alejarse de nosotros.

Tan pronto el sonido de sus pasos se desvanece del todo, Darek vuelve a hablar:

—Le pediré a Cedric que te lleve a tu casa.

Es aquí que me percato de lo tenso que ahora está él. No sé si ha sido por mí, por sus primos o por el hecho de que ellos me hayan visto en su casa, pero cualquiera que sea el caso me siento culpable.

—Yo puedo irme sola.

—No. Cedric te llevará.

—Está bien.

Darek no volvió a pasar palabra conmigo después de decirme que Cedric me traería a casa, solo se despidió de mí con la mano y ya. Tampoco es que estaba esperando que se despidiera con dos besos en las mejillas, pero si esperaba que aunque sea me sonriera o no sé, ya ni sé qué es lo que espero recibir de Darek.

Por suerte el trayecto a casa ha sido un sepulcral silencio. Cedric se despidió de mí luego de dejarme frente a la casa y yo le agradecí, ese fue todo el contacto que tuvimos.

Ya han pasado un par de horas desde que llegué a casa, a pesar de ello no he dejado de pensar en el cambio tan brusco que tuvo Darek a causa de la presencia de sus primos, fue como si ellos le hubiesen robado ese carisma que tenía mientras sembrábamos los tulipanes.

Me acomodo la almohada en el hueco de la nuca, soltando una larga exhalación.

—¿Qué es lo que escondes, Gris? —susurro a la nada mientras mis ojos se concentran en el blanco pálido del techo de mi habitación. —Quiero saber lo que escondes.

Si Éber me escuchara estaría sorprendido, puesto que hace unas semanas me cerraba a la posibilidad de siquiera acercarme a Darek, y ahora mírame aquí, queriendo descubrir cada secreto que esconde.

Mis párpados cansados me pesan tanto que sin verlo venir mis ojos se van cerrando hasta hacerme caer en la negrura de un sueño profundo.

◇◆◇

Esta mañana las noticias, las redes sociales y las calles están inundadas con dos noticias: Rachel apareció y Leticia se suicidó. 

◇◆◇◆◇

NOTA DE AUTORA:

Esto cada vez se torna más TURBIO.

HOLAA, GRISES MÍAS, ¿cómo les va?, ¿cómo las trata la vida?

Este capítulo tiene de todo un poco, pero díganme ustedes, ¿qué les pareció?

Les informo que vengo teniendo problemas con mi laptop, así que si me tardo en actualizar esa es la razón, igual si comentan y votan mucho, hago un esfuerzo para actualizar antes de que acabe la semana, tener su apoyo siempre me motiva a querer mostrarles más de esta historia.

Nos leemos pronto. Piensen mucho en Darek, nuestro Gris. ❤️

Mi Instagram: (enderyarmao)  

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