La Chica de los Cuatro Elemen...

By karimodelarosa

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Su salvación... según sus iguales. Un fenómeno... según las personas. Otra oportunidad... según los Científic... More

Nota
Booktrailer
Introducción.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capitulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Nota de la autora.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Epílogo.
Agradecimientos.
Segunda Parte. En Busca del Quinto Elemento.

Capítulo 4.

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By karimodelarosa

La mente de Daphne se ocupó por cosas mucho más importantes que un recuerdo casi olvidado de su niñez, así que ahora estaba ocupada pensando en Física y sus electrones, protones e intentando prestar atención a la profesora que hablaba incansable sobre sus cargas negativas y positivas.

Pero por más que trataba de entender qué era lo que decía la mujer que estaba frente suyo, no lograba concentrarse. La noche anterior no durmió nada bien, se la pasó despierta casi todo el tiempo; había tenido la sensación de que alguien la miraba. Incluso había cerrado la ventana y las cortinas, pasó la madrugada intentando controlar su miedo a los espacios cerrados. La sensación no desapareció, incluso en ese momento la seguía sintiendo.

Pero no tenía sentido ¿Por qué alguien la observaría a ella? Mordió el lápiz, pensativa. De todos modos no hacía mal andar alerta, al menos hasta que se diera cuenta de qur eran ideas suyas.

Aunque fueran lo que se había propuesto no pudo evitar sentir la pesadez de no dormir bien la noche pasada.

Cerró los ojos unos segundos, creyendo que podría recuperar un par de minutos de sueño perdidos.

— ¡Señorita Brown!

Levantó la cabeza que tenía apoyada en la mano, parpadeó varias veces hasta que su vista enfocó. ¿Dónde estaba? ¡Ah sí! El salón de clases. La maestra la miraba con el ceño ligeramente fruncido y los brazos cruzados.

— ¿Que... que cosa, Profesora? — preguntó mientras se tallaba los ojos.

—Le he preguntado si me puede decir cuales son las características de un átomo ¿Las sabe?

Desconcertada, trató de buscar en su mente sobre el tema, se oían risas por parte de sus compañeros ¿Se había dormido? ¿Cuánto tiempo? 

—Emm... bueno...

— ¿No? Bueno, —la profesora ni siquiera le dio tiempo de responder y ya había comenzado a hablar —Ponga atención señorita Brown, el átomo es...

Dejó de escuchar, pues el sueño la volvió a invadir, pero esta vez, sacó su cuaderno y comenzó a dibujar en él. Ella no era muy buena dibujando, pero cuando la clase terminó había trazado un retrato suyo, pero los ojos lucían diferentes, un poco más grandes quizás y más opacos, los labios estaban dibujados más delgados, y se había dibujado un lunar en la nariz, sin duda era ella pero ¿Por qué lucía tan desconocido ese rostro?

—No puedo creer que te hayas dormido ¡En Química! —exclamo su amiga pecosa, Emilia.

—Vamos no es tan malo.

— ¡Es Química! —repitió —Sabes cómo es esa maestra, aún no me creo que no te diera un sermón.

—Ya, ya. Bueno nos vemos en la cafetería ¿Sí?

—Bien, bien, nos vemos —se despidió con la mano mientras se iba.

Daphne exhaló. Después de ese descanso tenía otra materia pesada, de la cual tampoco había hecho la tarea.

Repasó una vez más el tema que se había perdido al inicio de la clase, cuando se durmió, su vista estaba totalmente concentrada en el libro que traía en sus manos.De tanto que le gustaba leer podía andar por los pasillos de la escuela sin mirar por dónde iba mientras su vista sr enfocaba en las letras. No se dio cuenta cuando un hombre chocó con ella. Pero cuando sus cuerpos rozaron, ella creyó sentir que algo le había pinchado en el brazo.

—Lo siento —se disculpó el desconocido sin levantar la vista.

Cuando se fue, vio que vestía con una bata y pantalones blancos pero no vio su rostro ¿Quién era? ¿Sería algún doctor que hacía su turno en la enfermería? De todos modos no le tomó importancia, sólo era un médico. No pasó mucho hasta que empezó a sentirse mareada, se tambaleó un poco hacia la derecha y no le quedó de otra más que apoyarse en la pared para no caerse. Cerró los ojos un par de segundos con fuerza, para evitar el mareo, pero eso sólo lo empeoró y los abrió de golpe. Levantó la vista.

No había nadie.

De la sorpresa se le cayeron los libros ¿Que había pasado? ¿A dónde habían ido los alumnos? El pasillo estaba desierto, no había nadie ahí.

Al dar un paso, el suelo bajo sus pies se volvió de tela suave y ligera, pero esta tela estaba sobre un agujero y entonces ella cayó hacia lo profundo. No le dio tiempo de gritar, en menos de lo que creía, ya se había dado de bruces contra otro frío piso de piedra. Ella se quejó de dolor por el golpe. Miró con vista borrosa el material del que estaba hecho el suelo. Era concreto, de inmediato pensó en una calle.

Respiró agitada ¿Dónde estaba? Se levantó y sobó su codo lastimado, lo miró. Ahora tenía una pequeña rajada que comenzaba a sangrar. Con curiosidad avanzó unos pasos para descubrir en dónde se encontraba ahora.

Una parte de su cabeza intentaba procesar cómo era que estaba ahí si hacía apenas un segundo se encontraba en el pasillo de la escuela y antes de eso, conversando con Emilia. No había forma de que eso fuera real, simplemente no podía.

Ella estaba en una ciudad, pero ésta se encontraba en un mal estado, casi en ruinas, algunas casas tenían fuego y algunas hasta estaban ¿Congeladas? ¿Quemadas? Parpadeó para aclarar su vista .

¿Esos... esos son árboles?pensó con incredulidad.

Habían ramas enredadas en las casas, de manera que uno no podía ni entrar ni salir. A juzgar por la apariencia del lugar, ella podía decir que no era el año actual. No era su época. Podía decirlo por el modelo de los autos, la estructura de los edificios, la ropa que usaban los maniquís en los aparadores de los locales. Eso no le daba pista de en qué año estaba.

Un grupo se hombres pasaron corriendo por un lado de ella, sin verla. Ello no eran el típico escuadrón que solía patrullar las calles cerca de su casa cuando buscaban a un maleante, con sus uniformes verde militar camuflados. Estos hombres vestían de gris, traían chalecos antibalas y cascos que cubrían todo su rostro, desde la nuca hasta la barbilla. El grupo se detuvo a unos metros de ella, de nuevo sin darse cuenta de su presencia. Apuntaron sus armas al frente. 

— ¡Ataquen! —gritó uno de ellos e instantáneamente empezaron a disparar.

El sonido de el disparo retumbó en sus oídos, ella los cubrió con sus manos. Si entrecerraba los ojos, lograba ver cómo un grupo de personas se acercaban, todos ellos corriendo apresurados en su dirección. ¡Eran como cincuenta o más!

Aún así, ella sabía que no eran personas comunes. Lo sabía por que los hombres de gris portaban otro de armas, no del que ella había visto en películas de acción. Esas armas... lucían aterradoras. Con botones aquí y por allá, lasblucecitas rojas parpadeando en un lado.

Las personas traían algo en sus manos, por un segundo ella pensó que serían algunas ramas incendiadas, pero conforme se acercaban, descubrió que si bien algunos portaban ramas con demasiadas espinas, los demás traían fuego... en las manos.

Pero... ¿Cómo es que pueden sostenerlos? ¡Y encima no se queman!

—Deben atraparlos. Los llevaremos al laboratorio —decía el que parecía ser el Kefe a los demás que no estaban disparando —Traigan cuantos puedan.

— ¡Sí señor! —ellos se fueron tras el gran grupo de personas que venía hacia ellos.

Sus armas no sólo eran para disparar balas, lo supo desde que las vio. Incluso algunas de ellas, lanzaban dardos. Uno de ellos caía al ser pinchado. Y en cuanto la persona tocaba el suelo, los soldados lo tomaban para ser atado con unas esposas color negro.

No sabía la razón por la cual esas personas podían traer fuego en sus manos sin llegar a quemarse ¡ni siquiera traían guantes puestos! otras más portaban agua que cuando alzaban los brazos, ésta flotaba sobre sus cabezas. 

Una chica, quizás más joven que ella pasó corriendo a su lado sin verla, traía una gran llama en sus manos, alcanzó a ver que el fuego ni siquiera la tocaba. Ella recordó lo que había sucedido hace años. Cuando también tenía fuego sobre ella y no se había lastimado en absoluto. Al correr, dejó caer un objeto y cuando Daphne se agachó para verlo, retrocedió sorprendida al reconocerlo; era una piedra de las que ella tenía. Para ser exactos, era esa piedra color naranja, como la que yacía olvidada en una caja en el armario de su habitación.

— ¡Quiero que busquen al portador de los Cuatro Elementos! —dio la orden el Jefe.

¿Cuatro Elementos? ¿De que está hablando este hombre?

El caos de desató. El grupo de personas empezó a atacar con el elemento que tenían y los soldados se defendían disparando dardos inmovilizadores y balas que daban en brazos, piernas, hombros o estómagos de las personas. 

Uno de ellos fue herido gravemente en el área del estómago y aún herido, trataba de quitarse a los soldados de gris encima suyo. Golpeó a uno en el brazo con el puño convertido en piedra. Sonó un "¡Crack"! y el hombre gritó adolorido, fue a dar al suelo, tomándose la extremidad, tendría quizás el hueso roto. Otro soldado de gris, le disparó el joven en la pierna, haciendo que cayera al suelo al no poder sostenerse de pie. La roca que rodeaba su mano se cuarteó y en partes, se deshizo.

— ¡Dónde está! ¡Dinos dónde está! — le pedía a gritos un soldado al joven, cuando Daphne lo miró de cerca sintió lástima por él; pobre chico, no tendría más de quince años.

— ¡No está aquí! —respondió mientras, en vano, trataba de librarse, la herida en su estómago y pierna eran demasiado dolorosas para intentar ponerse de pie.

— ¡Entonces dinos si vendrá!

— ¡Claro que vendrá! ¡Dentro de cincuenta años!

Y entonces notó su ropa, sus zapatos, su peinado y descubrió que se encontraba en los años ¿Cuarenta? ¿Sesenta? 

Ella retrocedió, totalmente asustada. Miró cómo al chico que habían atrapado, le apuntaban entre las cejas, Daphne cerró los ojos justo antes de escuchar cómo tiraban del gatillo. Una roca la hizo tropezar y cayó de espaldas al suelo. Su respiración se volvió agitada y colocó una mano en su pecho, sólo para sentir su corazón latiendo desesperado por lo que creía. Cerró los ojos con fuerza y sintió como todo a su alrededor daba vueltas.

Algo sucedió, porque de repente ya no estaba en esa calle antigua y llena de soldados, abrió los ojos para darse cuenta de que se encontraba acostada en el suelo y había muchas caras frente a ella, pero las veía borrosas.

— ¡Ya despertó! ¡Ya despertó! —gritó un alumno y seguido un profesor se acercó a ella.

— ¿Estás bien? —le preguntó mientras le ayudaba a levantarse.

— ¿Que... me pasó? —su vista se aclaró y pudo ver que a quién tenía enfrente ayudándola era el profesor Santiago, de Cálculo.

—Te has desmayado ¿Te sientes bien?

— ¿Qué? Pero...—miró a su alrededor — ¿Y la guerra?

— ¿Guerra? ¿De que hablas?

Ella lo miró sin comprender ¿Qué había pasado? Vio cómo el hombre de bata blanca la veía, tenía una mano en la barbilla, pensativo ¿Había sido cosa de él? Desvió la vista al escuchar algunos alumnos reírse por su respuesta. Daphne sintió como sus mejillas se coloraban por la vergüenza. Bajó la mirada y descubrió que sus libros estaban por un lado suyo, abiertos y mostrando una página al azar.

— Debió de ser un sueño, eso suele pasar no te preocupes, estarás bien.—el Profesor buscó con la mirada entre los alumnos a alguien, lo vio —Adam, trae su mochila junto con sus libros ¿De acuerdo?

—Eh.. Sí Profesor —respondió un joven, que se sorprendió cuando escuchó su nombre, pues ese profesor no le daba clases.

La enfermera escuchó su caso y no dudó en enviarla a casa. A Daphne no le gustó la idea, pero tampoco se quejó al respecto. Sus padres no estaban y ella recordó que Dylan tenía cita con el pediatra por su gripe. Así que en su habitación, acostada en la cama con la mente más tranquila gracias al paracetamol que se había tomado hace quince minutos, cerró los ojos y se permitió recordar lo que había visto.

¿Cuatro elementos? ¿Quiénes eran esos hombres? ¿Quiénes eran esas personas que tenían fuego en sus manos? ¿Por qué querían atraparlos? ¿Qué pasó para que se llegara a la guerra?

Frunció el ceño, habían más preguntas sin respuestas de lo que creía. Se quedó descansando unos minutos más, al menos hasta que la pastilla hiciera efecto. Cuando se sintió mejor, se levantó y tomó el vaso de agua que estaba en su mesita.

—Maldición... qué habrá sido eso —se quejó en voz baja —Será mejor que lo olvide.

Cuando bebió de su vaso y levantó su vista  hacia la ventana y vio una figura recargada en ella. Por un segundo creyó que sería una ilusión óptica creada por las cortinas que movía el viento, pero cuando la figura se volteó, ella vio que no era sólo una figura. Era una persona. Su mente trabajó en analizar la presencia. La piel pálida, el cabello largo lacio, pero sobre todo... esos grandes ojos, su medio rostro estaba cubierto por un cubreboca oscuro. Pero en definitiva conocía esos ojos, los había visto... Los trazó.

Era la chica que había dibujado en clase de Física.

Escupió el agua que había estado bebiendo. Tosió varias veces y se golpeó ella misma el pecho para evitar ahogarse.

Mierda, mierda, mierda. ¡Ahora veo ilusiones!

—¡Joder! —exclamó sorprendida y asustada.

—No deberías decir groserías —le dijo la chica.

¡Y una mierda ella habló!

Sin pensar, le lanzó el vaso de agua. Una acción involuntaria realizada por el miedo de haber visto a una desconocida en su habitación, se sintió mejor al ver el vaso la golpeó y empapó de agua.

—¡Oye, ten cuidado! —replicó ella, su rostro se formó en una mueca de ofensa —¡Me dolió!

—¿Q-qué... que? —pero no terminó de hablar. El miedo la había tomado por completo y ahora tartamudeaba demasiado.

—No te alteres —la chica se acercó a ella e hizo el movimiento de querer tocarla, pero Daphne sólo retrocedió más, asustada y cayó de la cama, lastimándose la cadera.

—¡No me toques! —alzó los brazos para evitar su contacto.

—Está bien, no lo haré si no quieres —dijo la desconfiada. Daphne gritó al escucharle, no sólo por el susto, y es que su voz... maldición era tan malditamente parecida a la suya propia que asustaba.

—Q-que... Haces... ¿En mi casa? —habló. Volteó a su derecha y vio la lámpara apagada, la tomó y apuntó al espectro con ella—¿E-eres... Una la-ladrona...?

—No lo soy —respondió —Si hubiera sido así, ya me habría llevado algo de valor.

¿V-valor?, pensó sin comprender.

Revisó su habitación con la vista, dándose cuenta de que todo estaba extrañamente en su lugar. Tener su mente ocupada en algo que le gustaba era una manera fácil de tranquilizarse.

—No te haré daño, Daphne.

—¿C-cómo... sa-sabes mi... n-nombre? —le preguntó aún sin bajar su improvisada arma. ¿Debía llamar a la policía?

—Es una larga historia, pero no tengo tiempo para contártela.

—Habla ahora o llamaré a la policía—advirtió Daphne —¿Q-qué haces aquí? —fue lo primero que preguntó porque bueno, cuando uno se encuentra en ese tipo de situaciones, lo único que pasa por su cabeza, son cosas incoherentes; como tener una lámpara de arma contra una chica que se encontraba en su habitación y que lucía de una manera aterradora muy parecida a ella.

—... Debes ayudarme —respondió ella sin moverse de su lugar, se había alejado un par de metros de Daphne para mostrarle que lo haría daño.

—¿Ayudarte? —le dio un vistazo a su ropa, vestía un overol gris y tenis sin agujetas, además de la mochila pequeña que colgaba de su hombro —No creo que la necesites, puedes irte por donde entraste —replicó Daphne, tartamudeando con las palabras sin saber bien qué decir.

—No entiendes, eres la única que puede hacerlo —dijo ella desde la distancia, Daphne pudo ver en su mirada miedo y también notó que sus piernas no habían dejado de temblar desde que se encontraron.

Aún así no le inspiraba la confianza para querer ayudarle.

—No puedo hacer nada por ti —respondió Daphne con el corazón agitado por el pánico. Pero no se dejaría llevar por sus emociones.

La desconocida dio un paso hacia adelante, claramente exasperada por su comentario.

—Sólo... Escúchame —dijo.

—¡No des un paso más! —le advirtió Daphne —Y-yo hablaré.

Ella se encogió de hombros y no se movió de su lugar.

Daphne se detuvo un segundo a analizarla con la vista. Su piel de tez bronceada, un color similar al color de su propia piel. Su cabello pudo haber sido brillante y castaño como las bellotas con las que su madre decoraba el árbol en Navidad. Miró sus ojos... verdes sin luz, sin brillo.

Era terroríficamente muy parecida a ella. Mucho.

—¿Quién eres? —preguntó Daphne, aún desde el suelo, se sentía segura desde ahí —¿Por... por qué te pareces... a mí? —completó la pregunta sin ganas. Una parte de ella deseaba saber a qué se debía ese parecido —Yo... yo dibujé un rostro m-muy parecido... al tuyo.

Muy parecido no, ése era el rostro que había dibujado. Joder. ¿Cómo podía ser posible? Seguía sin respuesta a eso y las necesitaba.

—No digas tonterías —escupió las palabras —No puedes ver todo mi rostro, no somos parecidas —incluso se había mostrado molesta porbla pregunta, pero ¿Molesta por decirle qué? ¿Qué se parecían? Daphne se sintió un poco tonta con su respuesta —Quédate con eso, no necesitas saber mucho —ella sacudió su cabeza de manera suave —Puedes llamarme Sar- —pero se detuvo de último momento, no queriendo decir el nombre —S-ser... —la desconocida miró hacia la ventana, Daphne la observó.


Ella parecía pensativa respecto a la pregunta.

—Alba. —respondió por fin.

—¿Alba? —preguntó con incredulidad Daphne, poco a poco comenzaba a olvidar el miedo que tenía. El hecho de que la chica no hubiese hecho algo para atacarla era tranquilizador.

—Puedes llamarme Alba.

Ah pues bien, ahora la desconocida tiene un maldito nombre, pensó Daphne con ironía. El suelo comenzaba a parecer un lugar poco apropiado para quedarse así que optó por ponerse de pie, pero sin dejar de apuntar a la chica con la lámpara.

Gracias al cielo que estoy sola en casa, si no mis padres definitivamente llamarían a la policía, pensó ella mientras se ponía de pie.

—Necesito que me muestres las piedras que te has encontrado —soltó de pronto la desco... Alba.

Daphne la miró de inmediato, pensando en lo que decía. Las piedras que permanecían cómodamente abandonadas en una caja en el fondo de su armario.

—N-no sé de que hablas —dijo a penas. Le había tomado por sorpresa la pregunta. ¿Para qué habría de querer las piedras? Y más aún ¿Cómo sabía de ellas?

—Sí, si sabes de que estoy hablando. Necesito saber cuántas tienes —insistió.

Antes de que pudiera responder, su teléfono sonó, haciendo que se sobresaltara del susto.

Miró en derredor, con el sonido del móvil resonando en su cabeza. Era su madre quién llamaba, ella contestó. Después de conversar con la mujer sobre lo que había pasado -ya que aparentemente había sido comunicada por parte del Instituto o que le había pasado- se cercioraba que de se encontrara bien y sana. Daphne colgó después de varios "Si mamá, estoy bien" y más "No te preocupes".


Cuando volteó la mirada hacia la chica había desaparecido. Ella ya no estaba.

Sin embargo, tomando valor corrió hacia la ventana, cuyas cortinas se movían con el viento, para confirmar qué había sido de la chica. Mirando hacia abajo la encontró saltando de lo que parecía un escalón pequeño pero, ahí no había ningún escalón. Y la vio correr hacia la siguiente cuafra, se perdió de su vista.

Una parte de ella se alegraba de que ya no estuviera ahí, haciéndole sentir incómoda y con miedo respecto a sus acciones. La otra sólo se preocupaba que no le hubieran escuchado los vecinos gritar. Además de que su presencia sólo había levantado dudas sobre su origen ¿Quién era ella? ¿Por qué lucía tan cubierta? Era como... Como si no quisiera que conocieran su identidad. Y ¿Por qué había saltado de esa forma, dedde un segundo piso?

Los días siguientes fueron diferentes. Daphne no se topó con la chica y eso le tranquilizaba. Odiaría estar lavándose los dientes para encontrarla en el reflejo del espejo del baño, tal película de terror.

Ese día, se despertó tarde y no logró llegar a la primera hora. Así que cuando llegó al instituto el profesor ya estaba dando clase. dirigió a su salón, le tocaba en Aula y las mesas eran para dos alumnos. La puerta estaba detrás de los asientos, por lo que el profesor le daba la espalda a la hora de abrir a puerta. Lo hizo despacio y en silencio para pasar desapercibida, sin embargo, su pie se tropezó con el asa de una mochila y cayó ruidosamente al suelo.

—Señorita Brown, si va a llegar tarde le pido de favor que entre en silencio —dijo el profesor sin dejar de escribir lo que fuera en el pizarrón —¿Entendió?

—Lo siento —se disculpó mientras tomaba asiento en una de las mesas vacías y escuchaba las risas bajas de sus compañeros. Sacó rápidamente su cuaderno y comenzó a copiar lo que estaba escrito en el pizarrón lo más raído que pudo.

Diez minutos después de ella, alguien comenzó a tocar la puerta repetidamente.

—¿Ahora quién? ¡Pase! —gritó el hombre antes de dejar el pintarrón.

Era un maestro quién le hizo seña de que saliera, el profesor asintió y fue con el otro hombre. Después de una corta charla, volvió a entrar, pero esta vez acompañado de un joven. Todos comenzaron a cuchichear entre ellos. Un compañero sentado detrás de Daphne tocó su hombro. Ella se reclinó para escucharle.

—Es un alumno nuevo ¿verdad? —preguntó ella.

—Es lo más probable —se encogió de hombros —No sería el primero.

—Muchachos —habló el profesor y los susurros disminuyeron —Por favor guarden silencio —miró al joven a su lado y luego posó su vista en los lugares vacíos —Te sentarás... —su vista fijó en el siento vacío junto a Daphne, ella al notarlo quitó la mochila del banco —No, no, señorita Brown, usted no es la influencia que busco.

—... Iba a sacar mi libro, profesor. —respondió Daphne para salvarse de la vergüenza que pudo haber sucedido.

—Ah, pues bien —asintió y se dirigió al alumno nuevo —Frente de ella, por favor, junto a la representante; ella te pasará los apuntes que necesites.

El alumno asintió y se sentó donde le indicaron.

—Pero, joven Lavalle, por favor, no utilice la esa gorra en clase —le pidió el maestro, el alumno no respondió simplemente obedeció, ya que eran reglas en el Aula.

¿Lavalle? Yo... conozco ese apellido.

En cuanto la bajó, dejó al descubierto su cabello rubio y Daphne casi grita al darse cuenta de quién estaba frente a ella.

Loa recuerdos olvidados de su niñez invadieron su mente. Era el mismo niño pecoso que había jugando con ella hace más de diez años, aquel que siempre preguntaba por ella para salir a jugar. Daphne se apenó al recordar que había sentido algo por él después de que se mudara de ciudad.

Los ojos de él la miraron con asombro, reconociendo al instante a la castaña frente suyo, no pudo evitar esbozar una sonrisa al darse cuenta.

-karimodelarosa.

Y sí, le cambié el nombre a los personajes, pero sólo eso.

Y algunas cosita más que hacen la historia más creíble. Stacy/Alba no es un fantasma pq pues suena bien falso, es una persona de carne y hueso que busca a Daphne/Sara.

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