❪ new bike ❫
danilo sánchez
MICAELA SE HABÍA ASEGURADO DE NO DIRIGIRLE LA PALABRA A SU PADRE, al menos desde hace tres días no lo hacía con tanta frecuencia como antes.
Había perdido gran parte de su confianza con él, no podía creer lo que había hecho.
Por otro lado, del cielo chorreaban gotas, se derretía y consumía a si mismo lentamente. Por el momento era una simple llovizna, pero Micaela dudaba de que siguiera así.
El día había transcurrido con casi total tranquilidad. Solo pequeños sucesos que alteraban la paz de la rubia.
Mejor dicho, cierta persona, quien había estado bastante ausente durante el día entero. Sus molestas apariciones se habían resumido en malas miradas, comentarios agresivos, insinuaciones no tan negativas y quizá empujones. Nada más.
Y Micaela admitía que extrañaba lo molesto que podía llegar a ser, mas no terminaba de comprender porqué se mantenía tan alejado de ella. ¿Será porque su papá lo ahuyentó?
Sin embargo habia empezado con el pie izquierdo, ya al llegar a la escuela la lluvia le corrió el leve maquillaje y la despeinó.
―¿Todo bien? ―se sentó al lado de Danilo.
―Todo piola ―contestó con sequedad y se paró.
―Danilo ―llamó su atención― posta perdóname, mi papá se portó re mal, no sé porqué lo hizo y-
―Tranca, me cayó bien el viejo ―al recordar las advertencias que le habia impuesto sobre acercarse a su hija carraspeo― no comía hace días, y el guiso estaba re rico.
―¿Qué haces? ―preguntó, pero para ese entonces el castaño ya había salido corriendo.
Sin más remedio se levantó del banco en el que se sentaba el chico y se colgó su mochila por la espalda, repasando todo lo que había pasado hace tres días. Le había pedido perdón multiples veces al contrario, temiendo que pase lo que estaba sucediendo: que se aleje.
―Che nene, ¿todo bien? ―interrogó con curiosidad― poste te digo.
―To' bien, ya te dije.
―No pareces estar bien, de pedo me dirigiste la mirada hoy, y soles-
―No te entiendo. Te queja' si te jodo pero despue' quere' que te moleste. Decidite, Micaela ―se colgó su desgastada mochila y emprendió viaje.
Micaela, por alguna razón, no le faltaba ganas para seguirlo. En busca de una explicación, por supuesto, pero el chico desapareció ante la negrura del nublado día.
A regañadientes se metió en el baño de mujeres, arreglandose pobremente el pelo y quitándose el leve maquillaje con agua ya que estaba todo corrido.
Las gotas afuera de la instalación caían incesantes sobre el suave rostro de la rubia, pegando su cabello mojado a su cara.
―Boludita qué pensa' que va' a pasar cuando te vea sin maquillaje ―una mueca de gracia iluminó su rostro― so' re fea sin maquillaje.
―Ahora no estoy usando maquillaje.
―Qué decii', si estas linda.
―Soy linda.
Intento ignorarlo. Tras haberle generado un quilombo mental respecto a millones de preguntas sobre qué había hecho para provocar que se aleje y lo que conllevaba entender las respuestas a esas preguntas la atormentaba.
―E' nena, mírate lo que tengo y vo' no ―una bicicleta derrapó sin delicadeza y logro empapar esta vez entera a la muchacha.
―¡Ah, boludo! ―chilló, desprendiendo un gallo entre palabras― me empapaste... ―se contuvo a insultarlo por el simple hecho de que temía que se vuelva a alejar.
―Bue' loco, no se puede decirte na' ―se quejó― si quere' te llevo así te secas en tu casa.
―Muerta antes de que subirme a tu bicicleta pedorra ―se intento hacer la difícil, dolida del día anterior.
―Eeeh, pero si ta' re facha ―siguió el paso de Micaela.
―Me llego a enfermar por tu culpa y te mato ―lo amenazó, molesta.
―E' un poco de agua, no te vas a enfermar exagerada ―rió para sus adentros.
La rubia se había decidido. Lo iba a ignorar lo máximo posible, ya que él había sido bastante culoroto como para hacerle lo mismo.
―¿Me haces un favor?
Danilo no entendió porqué no se negaba ante esa propuesta.
―Bueno, pero rápido.
―¿Me dejas sola?
El chico bufo.
―Te estoy cuidando wacha, mira' si te chorean ―se justificó.
―Dijiste que sí me ibas a hacer el favor...
―Pero...
El masculino estaba a punto de entregarle su única campera, una bordo y que le quedaría larguísima a la contraria.
―Andate querés... porfa.
Hizo caso omiso y ando lentamente detrás de la muchacha.
―¿Segura? mira' que si te hacen algo yo no me hago cargo e' nena ―le aviso.
―Chau ―ella realmente deseaba que este se negué y la persiga.
No obstante y sin más se fue, camino lejos del chico. Este la siguió desde lejos, sin que ella se entere. Sólo para asegurarse que se encontrara y llegará intacta a su casa, pues un día como ese le podría pasar cualquier cosa.
Al día siguiente la rubia había faltado a la escuela. Danilo no se animó a preguntarle a alguien, a Mariela por ejemplo, puesto que las había visto hablar alguna vez que otra. Pero se preguntaba por qué la chica había faltado ese día a clase.
¿Será que al final sí se enfermo por su culpa?
Al terminar las clases el castaño monto su bicicleta y se dirigió hacia el nudo uno, donde él también vivía y aparentemente Micaela también.
Tocó la puerta con temor a que lo reciba el padre de la ojiazul.
Se sentía extremadamente responsable por la ausencia de la muchacha. Se sentía en la obligación de preocuparse y acudir a ella, por más que no se llevarán bien.
―¿Hola? ―Micaela apareció tras la puerta con la nariz roja y el pelo levemente despeinado, causándole gracia al opuesto― ¿Danilo?, ¿qué haces acá?
―Estás re fea ―al ver que no ocasionó nada bueno se quedó callado.
Empero el no creía eso. Se veía igual e incluso más linda, aunque sabía que la chica era medio boluda y le costaba banda. Después de todo a él también.
―¿Para qué venis? ―se sobó la nariz.
―¿Estás enferma? ―hizo una pausa― ¿vo' te enfermaste por mí?
―No, ayer me empape bajo la lluvia. Déjate de joder y decime para qué viniste.
―¿Y tu papá? ―preguntó, mirando dentro de la casa, no viéndolo por ningun lado. Ni rastro del hombre mayor.
―Trabajando... ¿a vos qué te importa?, dale nene.
La chica estornudo. Y lo volvió a hacer.
―Re delicada estornudaba ―pensó unos momentos― deje la bici escondida, pero capaz me la roban...
Al ver la cara harta de la rubia prosiguió.
―¿Estás bien?, solo vine para ver eso ―carraspeo― te enfermaste por mi culpa.
―No sos el centro del mundo.
Micaela le cerró la puerta, dejando a un Danilo sonriente detrás de esta.
Capaz lo había tratado mal, pero el chico no se podía quejar; después de todo ella lo estaba tratando de des-culpar, de no incriminarlo.
Un chico desilusionado ya que tenia la certeza de que intercambiarían más palabras pero muy sonriente se sentó en la puerta de la ojiazul.
« Ya sé. A la Micaela le da miedo que su papá nos vea juntos, no es que me está tratando de evitar » y tras pensar eso su mueca feliz se ensanchó.
Con una idea planteada en la cabeza se paró y con seguridad se trepó a un techito de chapas que estaba pegado al apartamento.
―Vamo' a ver ―camino agachado y rodeo la construcción, llegando a una ventana en particular. Alzó la mirada y no, era un baño.
Siguió caminando y llegó a otra, un poco más grande. En esta sí estaba lo que él quería.
A Micaela.
Dio tres golpes a la ventana y se asomó.
―Delivery ―se rió― viste que yo también soy chetito.
―¡AAH! ―le tiró un almohadón― ¡Idiota qué haces acá!
Corrió hacia la ventana y la terminó de abrir.
―Tengo hambre, dame comida ―habló con un tono de voz gracioso.
―¡Falladito qué haces ahí!
El chico se tropezó y cayó de cara dentro de la habitación.
―La puta madre ―se levantó― che posta tengo hambre, ¿no tendra' algo para convidarme?
―Enfermo qué haces trepandote por la- ―estornudó― te voy a enfermar... y mi papá va a llegar...
―¿Posta tene' algo para comer?
La muchacha suspiró.
―Sólo estoy yo, nene. No hay comida.
Haber había, claramente.
―También te puedo comer a vos ―cuando la femenina comenzó a creer que Danilo era un pervertido este continuo hablando― Micaela a la boloñesa. Dale piba, sé que tene' comida, ratona.
―Te puedo dar sándwiches de carne ―suspiró― te voy a matar pelotudo, qué mierda haces en mi habitaciónnn.
―Sanguches ―corrigió― dame todos, tranca'.
―Matate ―le respondió con agresividad― vení boludo, que se yo si me robas algo de la pieza ―bromeo y camino hacia la cocina― te doy esto y rajas de acá, ¿escuchaste?
―Cuche'.
Abrió la heladera y tomó unos tres sándwiches, envolviendolos en una servilleta y más tarde depositandolos en un tupper.
―Salí de acá antes de que te mate ―se acaricio la cien― qué haces en mi casa, cómo entraste por ahí... a quién se le ocurre ―murmuró.
―A mí ―sonrió aniñadamente.
La ojiazul suspiró.
Le revoleo el tupper y tomó del brazo con la intención de que se vaya.
―Chau ―lo empujó con bronca hacia la puerta, la abrió e intentó cerrar con brusquedad, pero Danilo la frenó.
―Mírame ―sonrió con dientes, mostrándole su dentadura minimamente más limpia.
―¿Qué?
―¿No me ve má' facha? ―amplio su sonrisa.
―Te veo igual de pelotudo que siempre ―le cerró la puerta en la cara.