Before the baby ║ Kookmin/Vmin

By neremet_001

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Precuela de A BABY FOR MINNIE ||Las parejas de colegio no siempre duran. Especialmente cuando se trata de Ji... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1: "Alumno nuevo"
CAPÍTULO 2: "Patrulla anticrimen"
Capítulo 3: "Cigarrillos"
Capítulo 4: "Primer contacto"
Capítulo 5: "Hacer novillos"
Capítulo 6: "Secreto polverulento"
Capítulo 7: "Celos y desconfianza"
Capítulo 8: "Beso al ángel"
Capítulo 9: "Sinceridad y confrontación
Capítulo 10: "Explosión de ira"
Capítulo 11: "Corazón dividido"
Capítulo 12: "Olvídate de mí"
Capítulo 13: "Vulnerable"
Capítulo 14: "Necesitado de ti"
Capítulo 15: "Distanciamiento"
Capítulo 16: "Vacío y consumido"
Capítulo 17: "Él 'junto' a nosotros"
Capítulo 18: "Al borde"
Capítulo 19: "Mucho mucho mucho"
Capítulo 20: "Fusión de amor"
Capítulo 21: "Invitación"
Capítulo 22: Señora Park
Capítulo 23: Beso ajeno
Capítulo 24: Ultimátum
Capítulo 25: Tres
Capítulo 26: Trío en acción
Capítulo 27: Los suegros
Capítulo 29: Placentero recibimiento
CAPÍTULO 30: El principio del resto de nuestras vidas
Extra 1: Atados para la eternidad

Capítulo 28: Bebés

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By neremet_001

Taehyung


—No tengo ni puta idea de cómo lo haces, pero eres increíble —le dije a Jimin, después de cerrar la puerta de mi dormitorio para más privacidad.

Durante la cena, el enano se ganó a mis padres. No le costó el más mínimo esfuerzo.

Era dulce, atento, bromeaba y encantaba a todos con su risa cantarina y su sonrisa cautivadora. ¿Quién mierda podía despreciarlo, si era perfecto de pies a cabeza? Rubio, con su brillosa piel de porcelana, mejillas coloradas y mirada coqueta, una cosita educada y atenta, capaz de engatusar.

No podía creer que incluso mi padre hubiera dejado de lado su desprecio por los homosexuales para pasar a conversar animadamente con él durante toda la velada, preguntándole más cosas sobre las empresas de sus padres que sobre su vida. Mi madre no se quedaba atrás, porque si había alguien que podía discutir sobre moda y tendencias a la par que ella, era mi novio.

Y claro que Jimin se daba cuenta de dónde estaban las oportunidades para tomarlas. Dejó satisfecha la curiosidad de mi padre sobre lo que tenía a su disposición sólo por ser un Park, le prometió a mi madre conseguirle el bolso agotado de una marca costosísima y se sumó puntos extras como yerno al demostrar que no sólo era una cara bonita, sino que escondía una gran inteligencia.

No lo admitiría delante suyo, pero eso era lo que más me cautivaba: que no hubiera nada imposible para él, podía amañarse para conseguir lo que fuera. Si él quería que sus suegros lo amaran, ahí iban mis padres a besarle el culo; si quería estar de novio con dos chicos, los convencía de tener una relación poligámica. ¡Qué hombrecito!

—Supongo que sé leer a las personas —se defendió, lanzándose directo a mi cama, donde rebotó contra el colchón y desacomodó las sábanas recién arregladas por la mucama.

Me fui acercando a él y tragué saliva cuando se fue despojando de su ropa. No sé de dónde cojones sacó esa camisa, el pantalón de vestir y los zapatos elegantes del interior de la pequeñita valija de mano que trajo para tres días. Uno abría esa valija y podía apostar a que habría cualquier cosa que el enano necesitara. Era una especie de agujero que conectaba con su armario, a mí no me iba a engañar.

Su torso sonrosado y desnudo se estiró en la cama. El vino lo tenía adormilado, mimoso como un gatito. Apenas una copa lo dejaba dócil.

—Casi no hablaste durante la cena —se quejó.

Me recosté contra el respaldo de la cama, a un lado, y él no tardó en invadir mis piernas para sentarse encima.

—Prefería dejar que te lucieras, bebé. Ni siquiera necesitabas mi ayuda para defenderte.

Pasé las palmas abiertas sobre sus muslos, sintiendo la suavidad y el grosor de sus cuádriceps. Acaricié más hacia arriba, hasta llegar a ese buen culo que tenía, cubierto por una ínfima tanga masculina de encaje. Lo amasé con fuerza, sonriendo por el puchero que me dedicó.

—¿Crees que les caí bien? —preguntó, con un tono inocente. Se mordió el labio inferior, como si estuviese rememorando en su cabeza las conversaciones durante la comida, cuando en realidad empezó a frotarse con total descaro sobre mi polla.

Se me escapó un jadeo. El maldito empezaba a juguetear haciéndose el niño bueno y ambos sabíamos que no era más que un provocador nato.

—¿Estás bromeando? En cualquier momento me patearán a la mierda y te adoptarán como hijo —sonreí, dejándome llevar por la exquisita sensación que me producía.

La fricción contra la tela de mis vaqueros causaba un roce que fue empalmándome cada vez más. Jimin lo notó e incrementó la velocidad, sumando un movimiento sensual de caderas y húmedos besos a lo largo de mi cuello, haciéndome cosquillas con su respiración.

—No podemos follar si no estamos los tres, ¿recuerdas? —le advertí con un gruñido.

Estaba pactado que el sexo con penetración sólo iba a darse mientras los tres estuviéramos presentes, y con Jungkook lejos, era terreno prohibido.

El enano apoyó sus manos sobre mis hombros para tener más estabilidad y susurró con tono sensual e inocente:

—No quiero follar, voy a comerte la polla. Eso sí está permitido.

No se lo discutiría. El sexo oral estaba avalado, por lo que no me quejaría si mi chico tenía ganas de consentirme.

—¿Vas a tomar leche caliente antes de dormir, bebé? —me burlé.

—Recuerdo que alguien me prometió helado si salía de la piscina, pero no cumplió —detuvo los movimientos de cadera. Una de sus manos se deslizó por mi pecho hasta llegar a la cinturilla de mis pantalones. Lo desabrochó en un instante y sonrió con socarronería al liberar mi miembro de su prisión—. Si no vas a hacerte cargo de tus promesas, tendré que castigarte para que aprendas —se relamió los labios, al mismo tiempo que enroscaba sus dedos en mi erección.

Me masturbó con extremada lentitud, sacándome una respiración pesada. Lo hacía a propósito, divirtiéndose a mi costa. El enano era malévolo.

—Más que castigo, esto es un premio para mí.

Él frunció las cejas, molesto con lo que le dije. Apretó mi glande y rozó el pulgar sobre el orificio de la uretra, ocasionándome un respingo por la sensibilidad.

Le sujeté del cuello, ejerciendo cierta presión para atraerlo. Él apretó las uñas sobre mi hombro, utilizando la misma fuerza que yo.

—Cuidado con lo que haces —le advertí, con tono áspero.

En sus ojos brillaba el desafío. No quedaba nada del gatito mimoso y sumiso de hace apenas cinco minutos. En su lugar, estaba este Jimin lleno de deseo, osado y arriesgado, que no temía las consecuencias de sus actos.

—¿O qué? —contraatacó.

Su manita derecha liberó mi miembro. Pude notar cómo brillaba el líquido seminal sobre su piel. Entonces acercó los dedos regordetes llenos de fluido a su boca, limpiando los restos con la lengua en un gesto erótico que me quitó el aliento.

Me calentaba de sólo contemplarlo, con los ojos perdidos y el cabello revuelto. Mi niño tenía el talento de pasar a convertirse en un ángel caído lleno de lujuria en un mísero segundo.

Deseaba esa lengua áspera estimulándome, sus delicados deditos jugando alternadamente con mis bolas, y esa boquita rosada tan llena de mi carne como fuera posible, preferentemente barnizada de semen.

Él sacaba lo peor de mí, una necesidad oscura por poseerle, por llenarlo y marcarlo con mi esencia. Era una sensación primitiva y animal, aún desconocida, que me empujaba a querer dominar a ese lascivo muñequito al que todos cuidaban como si fuera de cristal, pero que era capaz de aguantarse el trato más ruin y despótico con tal de lograr su propia satisfacción.

Por más que acordé que no iba a hacerlo, quería joderlo, hundirme profundo dentro de sus entrañas, estirarlas hasta que el ardor de sus paredes me fundiera la polla. No había otra cosa que anhelara más que inseminar su estrechez, dejarlo tan rebosado de líquido que la cremosidad de mi esencia se filtrara alrededor de nuestra unión, incapaz de guardarlo todo dentro.

Eso me hacía Park Jimin.

—¿Te comió la lengua el gato? —volvió a provocarme, arañando mi longitud.

—Y una mierda.

Fui rudo al tumbarlo a un lado, dejándolo boca arriba sobre el colchón. Tomé posición encima de él, usando mi ventaja para robar un beso desesperado de sus pomposos labios, los cuales mordí y succioné sin cuidado alguno.

Él suspiró, encantado. Cuanto más duro lo tratara, más se deshacía en gemidos entre mis manos. Era un malcriado que buscaba que le pusieran la correa y se la ajustaran al cuello, apretándola hasta el punto de asfixia.

—Iba a chupártela —se quejó, tratando de empujar mi pecho para apartarme.

—No, bebé. Déjame eso a mí —le dije.

Acto seguido, alcé sus piernas, dejando vulnerable su entrepierna lo suficiente como para colarme entre ellas. Las coloqué a cada lado de mis hombros y levanté su pelvis del colchón. Me observó con curiosidad, expectante ante lo que iba a hacerle.

Tenía su intimidad tan cerca de mi rostro, que podía oler su excitación. Podía verla.

La humedad manchaba su tanga por el frente, con el líquido que rezumaba su polla. Hice a un lado el diminuto hilo que tapaba lo justo y necesario, y me sumergí entre sus pliegues, hambriento.

—¡Dios, Tae! —chilló, curvando su espalda y lanzando hacia atrás la cabeza.

Sujeté su culo, cubriéndolo con ambas manos. Separé sus nalgas y mi lengua recorrió su borde en círculos antes de sumergirse en su pequeño agujero.

Disfruté de su pálido pecho subiendo y bajando, de su respiración acelerada y sus jadeos sensuales. Deseaba besar cada centímetro de esa deliciosa piel de porcelana y marcarla con mordidas. Era tan delicada que mi primer impulso era apretarla, manchar tanta pureza, dejar mi símbolo de propiedad en ella.

Lo estrujé fuerte al mismo tiempo que vibré mi lengua en su interior. Él lloriqueó pidiendo más y yo gruñí entre sus pliegues, sintiendo la contracción de sus músculos anales por la estimulación.

Si apretaba así de rico mi lengua, no me imaginaba lo bien que se sentiría hundirme en él. El pensamiento lanzó una corriente de calor hasta mi miembro, apretado en el pantalón.

Pronto, lo fui expandiendo con la ayuda de un par de dedos. Jimin tenía los ojos entrecerrados y la boca entreabierta, concentrado en mí y en mis dedos jodiéndolo hasta los nudillos. Su maldito agujero era tan goloso que se abría todo el tiempo, pidiendo más.

—Voy a follarte ahora —le avisé cuando no pude aguantar más.

Me separé para quitarme la ropa con rapidez, ansioso. Mi niño estaba más que abierto y entregado, dispuesto para cualquier cosa que quisiera hacerle.

—No podemos —habló con suavidad, no muy convencido.

—Me importa una mierda. Después me preocuparé por pagar el precio que tenga que pagar —hice referencia a Jeon, mientras volvía a sentarme en la cama con una botellita de lubricante en la mano.

Sí, estaba al tanto de que este momento de calentura me saldría caro. Una pelea, con toda seguridad, pero el culo de Jimin lo valía.

Acomodándome entre sus piernas, me humedecí la polla con lubricante. Hice lo propio con su interior.

—¿No vas a usar condón?

Genial. Los agotamos la última vez y no volví a reponerlos porque se me olvidó por completo.

—¿Es un día seguro?

—Tae, no podemos follar sin condón.

—Estás tomando anticonceptivos desde hace un tiempo, Minnie. No pasará nada —suspiré, acariciándome para no perder la erección.

Evadió mi mirada e hizo una fina línea con sus labios, algo molesto. Ya veía venir el balde de agua fría así que estaba preparado.

—Me haré cargo si quedas embarazado —intenté aligerar el ambiente.

—No pienso tener un maldito bebé contigo a esta edad, Taehyung.

Por supuesto que un embarazo adolescente no era lo ideal ni estaba en nuestros planes, pero la sola idea despertó algo en mí. Imaginarme a Minnie cargando un niño mío hizo que se me bajara un placentero escalofrío por la columna.

Ahora deseaba impregnarlo.

Lo aplasté con mi cuerpo, colocando mis brazos a cada lado de su cabeza. Me incliné para hundir la nariz contra su cuello, al mismo tiempo que la parte inferior de mi cuerpo se movía, generando fricción entre nuestros miembros.

—¿No quieres tener un bebé mío? ¿Es esa tu forma de rechazarme? —susurré contra su oreja. Le besé el lóbulo y fui descendiendo a lo largo de su mandíbula, mordisqueando su piel.

—Tae... —gimió, agarrando mi cabello para atraerme.

—¿No quieres que me corra tan dentro de ti que caliente tu vientre? ¿No quieres sentir todo el amor que tengo para ti? Porque yo quiero llenarte de mí, Minnie.

—Cierra la puta boca —jadeó. Se mordía el labio inferior con fuerza, ahogando los gemidos tan bonitos que tenía para ofrecerme.

Tomó mis caderas y las instó a ir más deprisa, aprisionando su miembro. El roce no era suficiente, nuestros cuerpos nos pedían más.

—Sólo un poquito, Minnie.

Dudó por unos segundos, hasta que coloqué mi punta en su entrada y probé su resistencia con una ligera presión.

—Luego lo haré con Kook bajo los mismos términos y no quiero ni una queja, ¿me entendiste?

—Jodido infierno, sí —asumí las condiciones, sólo para obligarlo a cruzar sus piernas tras mi espalda y hundirme en él con extrema lentitud. Saboreé su calor centímetro a centímetro y la exquisita sensación de sus músculos cediéndome terreno.

—Eres un hijo de puta —ronroneó con una sonrisa pícara. Se la borré con una profunda estocada que lo hizo arquearse y sisear. Era tan bonito cuando se ponía agresivo y simulaba resistirse.

—¿Soy un qué...? —sonreí victorioso, comenzando el vaivén de penetraciones.

Se perdió en las sensaciones, haciendo una expresión obscena. Él sabía cómo derretirme.

Su rostro expresaba puro éxtasis y de su boca salían dulces gemidos que me endurecían tras cada estocada. Me provocaba, me llevaba al límite. Era como si hubiese nacido para follar, porque hasta la forma en que me apretaba me hacía perder la cabeza.

—Eres... un... hijo... de... —fue diciendo pausadamente. Le mordí la boca y deslicé mi lengua para interrumpirlo.

Él buscaba una puta lección. Era un niño tan malo que necesitaba que lo educaran.

Salí de él y lo di vuelta boca abajo con brusquedad. Levanté su culo y me sumergí en él antes de que protestara.

Tomé su brillante cabello rubio para alzarle el rostro mientras sacudía la curva de su culo con cada invasión. Mi pecho perlado por el sudor se pegó a su espalda.

—¿El que te está llenando de polla es un hijo de puta? —gruñí contra su oído, sin dejarle tiempo a respirar siquiera—. Mira cómo estás apretando tan bien a este hijo de puta, mi amor.

Enrojecí una de sus nalgas de un golpe seco.

—Soy tu novio y tu hyung. Deberías respetarme más, Minie.

Sonrió. El maldito sonrió con mofa, con los ojos nublados de placer.

—Vete a la mierda —murmuró, relamiéndose los dientes.

Lo sujeté del cuello y lo atraje contra mí. Él giró la cara, dándome la posibilidad de robarle un beso duro, húmedo. Su lengua empujó la mía y gruñó por la sensibilidad de su culo.

—Te voy a llenar, bebé. Te dejaré chorreando tanto que me recordarás por días.

Sujeté su miembro con la mano libre, estimulándolo con fuerza.

Chilló entre mis labios por unos minutos, hasta que se liberó sin pudor sobre las sábanas.

—Eso, bebé. Mira el desastre que eres —lo felicité, disminuyendo la presión sobre su cuello para darle un respiro.

Su cuerpo lánguido quiso detenerse para descansar. No le daría el gusto de reponerse todavía.

—Tae... —lloriqueó, con los ojos encharcados de lágrimas. Estaba sobreestimulado, letárgico tras el orgasmo.

No me detuve. Fui más rápido, aguantando la presión de sus paredes.

—Un poco más, mi amor. Ya termino.

Le permití que se derrumbara contra las almohadas, dándome una vista espectacular de su culo sonrosado por la crudeza de mis penetraciones.

—Acaba adentro —pidió en voz baja, abriéndose las mejillas con las manos.

¿Cómo mierda resistirme a eso? Estaba al borde.

—Ah, Minnie, te amo tan mal —suspiré, anclando mis manos contra las suyas antes de liberarme con crudeza.

Temblé en varios espasmos, a medida que las oleadas de mi semilla llegaban hasta lo más profundo de su interior. Él ronroneó, satisfecho con mi carga, y torturó mi polla unos segundos más con su culo, hasta que se lo apreté para que se detuviera.

Me desplomé a su lado, sin salir de él. Lo atraje en un abrazo por la espalda y besé su cuello. Aproveché la escasa distancia para preguntar:

—Entonces, ¿Cuántos bebés quieres tener? Lo anotaré para más adelante.

Él atrajo una de mis manos y las entrelazó sobre su vientre.

—Al menos uno con Kook y uno contigo —sonrió, cerrando los ojos—. Ahora déjame descansar un rato que luego tenemos que preguntarle a Kook cómo le fue en la competencia.

Hace un calor del infierno en esta parte del hemisferio, acompañando el especial Vmin 🔥🔥 ¿Qué tal les trata el clima en sus países?

Espero tengan un bonito fin de semana, mis bellezas. Todo el cariño del mundo para ustedes, como siempre y mis mejores deseos para este inicio de mes 💖😘

-Neremet-

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