BARDERA 𝒇𝒕. danilo sánchez

By mmarauder

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━━━━ ❪ 𝗯𝗮𝗿𝗱𝗲𝗿𝗮 𝒇𝒕. 𝘥𝘢𝘯𝘪𝘭𝘰 𝘴á𝘯𝘤𝘩𝘦𝘻 ..! en donde 𝘮𝘪𝘤𝘢𝘦𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘳𝘪𝘯𝘰 vuelve a s... More

𝗯𝗮𝗿𝗱𝗲𝗿𝗮
𝐨𝐧𝐞
𝐭𝐡𝐫𝐞𝐞
𝐟𝐨𝐮𝐫
𝐟𝐢𝐯𝐞
𝐬𝐢𝐱
𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧
𝐞𝐢𝐠𝐡𝐭
𝐧𝐢𝐧𝐞
𝐭𝐞𝐧
𝐞𝐥𝐞𝐯𝐞𝐧
𝐭𝐰𝐞𝐥𝐯𝐞
𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐞𝐞𝐧
𝐟𝐨𝐮𝐫𝐭𝐞𝐞𝐧
𝐟𝐢𝐟𝐭𝐞𝐞𝐧
𝐬𝐢𝐱𝐭𝐞𝐞𝐧
𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭𝐞𝐞𝐧
𝐞𝐢𝐠𝐡𝐭𝐞𝐞𝐧
𝐧𝐢𝐧𝐞𝐭𝐞𝐞𝐧
𝐭𝐰𝐞𝐧𝐭𝐲

𝐭𝐰𝐨

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By mmarauder

❪ mommy's girl  ❫

danilo sánchez

DESDE EL ÚLTIMO INCIDENTE LA RUBIA SE HABÍA NEGADO AÚN MÁS EN SALIR AFUERA. Su padre no lo encontraba extraño, por lo que prefería no preguntar y ahorrarse posibles momentos incómodos.

―Che Mi ―tras oír la voz de su papá frenó el canal de la tele.

En voz baja pronunció un ¿qué?, dándole paso a la habla de su padre.

―Yo entiendo que no te guste volver al barrio ―se sentó al lado de la chica, lanzando un gimoteo por el esfuerzo― y capaz te de miedo, pero sabe que mañana tenes que ir a la escuela.

Asintió en silencio, sin nada más que decir. Ya todo lo había hablado, más bien se quejado de todo.

―No te va a pasar nada ―besó la frente de la menor.

―Ya sé pa, no pasa nada ―intentó tranquilizarlo.

―Bueno, me voy a dormir una siestita que ya mañana volvemos los dos al trabajo ―palemeo su hombro.

Antes de que desaparezca entre las paredes de la casa, Micaela habló.

―Papi ―lo llamó, recibiendo una mirada fugaz de este, en señal de que la oía.

Se sentía impotente, frustrada con si misma por lo ridícula que era como para temer salir a la calle, por atreverse a salir solo un día de su hogar tras seis días ya ahí.

―Me da cosita ―habló― pero ¿me dejas salir un rato?

Extrañado el hombre asintió con lentitud.

―Si vos queres obvio, pero volves tempranito eh ―la amenazó― si no salgo a buscarte Micaela.

―Mejor, mira si me roban por estar afuera ―se histeríqueo, moviendo mucho sus manos.

―Me voy a dormir, cualquier cosa venis corriendo o te metes a algún local de confianza.

Le sorprendió la confianza que tenía su figura paternal ante su ausencia.

―Ponele que vuelvo en media hora ―sonrió simpática― bye bye ―le tiró un beso.

―Si si, chau nena ―se encerró en su habitación, oyendose desde la sala de estar como el colchón rechinar gracias al peso de quien se había acostado.

Hizo el mismo trayecto que el día anterior, casualmente pasando por la cancha e inspeccionado a cada uno de sus jugadores.

Ninguno de ellos cumplia con las características del chico de ayer, el que la salió a correr por una pavada. Hasta que un gritó llamó su atención.

―¡Dale forro, cobrale falta! ―chilló alguien en el suelo de la cancha, en un extremo de esta tirado― ¡maricón!

La rubia rió.

―Ojo que te echan a patadas nene ―se animó a hablar, agachadose a la altura del chico que todavía no se levantaba.

―Te estoy viendo todo el orto ―sonrió, olvidando todo problema que haya tenido alguna vez con la chica.

Picada la femenina golpeo con fuerza al chico, levantándose de su anterior posición.

―¿Qué te pasa chabon, tenes quemado el cerebro? ―lo insulto entre gritos, mientras los demás seguían en la suya― es verdad, ni tenes.

De un salto se reincorporó, mirando fijamente a la chica con enojo.

―Vo' sos la loca que ayer me dijo villero ―expuso, con la voz más ronca― ¿no te das cuenta boludita que estamos en la misma?

La rubia retrocedió, asustada.

―¡Danilo vení pelotudo, que hay que seguir jugando!

―Controlate porque la próxima te reviento toda, ¿escuchaste pendejita del orto? ―la tomo por los hombros.

Micaela se trago su miedo y lo enfrento.

―Controlate vos fallado, no ves que no cazas una y me venis a insultar a mí ―mientras lo insultaba su pelo se movía por todos lados.

―Pelo duro ―le tiró un mechón de cabello, riéndose estruendosamente.

―¿Qué haces nene? ―vocifero en voz alta.

Por más que la muchacha intento seguirlo para devolvérsela, el contrario entró a la cancha y corrió hacia sus compañeros, dejándola con la bronca.

―¡Idiota que sos! ―chilló, enojada.

Se dio la vuelta dispuesta a irse, cuando una pelota la golpeo en la espalda.

―¡Qué haces pelotudo, hay que jugar!

―¡Arbitro está boludeando, sacalo! ―se quejaron el resto.

Ahora el rostro de la de ojos celeste desprendía felicidad, victoria. Al menos habían cagado a pedos al pibe ese re alzado, y eso le causaba felicidad.

Agarró la pelota y con seguridad la pateo, ahora golpeando el pecho del chico.

―Por groncho ―se burló, ahora caminando hacia un lugar indefinido, con la finalidad de pasear un ratito.

La luz solar ya se adentraba con confianza hace un rato por la habitación, pero Micaela ya estaba despierta.

Se estaba poniendo rimel, puesto a que ya estaba peinada y su flequillo perfectamente acomodado.

―Perfecto ―se guiñó a través del espejo, admirandose.

―Mica a levantarse ―su papá habló desde afuera recién despierto.

―Ya estoy ready ―abrió la puerta, mostrándose casi  lista.

―Que madrugadora ―bostezo― ahí te hago algo para desayunar.

―Tranqui, yo me hago un cafecito frío ―le sonrió.

Sin embargo no recibió una sonrisa como respuesta, si no a su padre repentinamente bien despierto.

―Mica acá no hay para hacer eso ―le explicó― no estamos en Buenos Aires.

―Ah... ―soltó algo decepciona.

―Te puedo hacer una chocolatada-

―No es necesario, no tengo hambre ―le respondió con rapidez― ahora termino de vestirme y en unos minutos salgo.

Le cerró la puerta en la cara, poniéndose las medias y después las zapatillas. Dio una vuelta, mirándose desde el pequeño espejo que yacía en su escritorio.

―Paa ya me voyy ―saludó con una creciente emoción.

―¿No queres que te lleve? ―apareció acomodándose el cabello.

―No te preocupes, no quiero que llegues tarde al trabajo.

―Gracias Mica, chau.

―Bye bye ―destapó su boca, por consiguiente le tiró un beso.

Cerró la puerta detrás de ella y se desplazo hasta su antigua escuela.

En la puerta del colegio se encontró con una piba de aproximadamente su edad, bien vestida para su gusto. Tocó su hombro.

―Ay holaa ―alargo la última palabra― soy Micaela, encantada.

La desconocida acepto su mano.

―Soy Mariela ―le sonrió con timidez.

―Me encanta tu remera, ¿de dónde es?

―De acá a unas cuadras, hay una tiendita que venden cosas re lindas.

―Ah, mira vos ―nuevamente se había olvidado de que en ese lugar no era como su anterior casa― bueno, soy nueva acá.

―Que lindoo, ¿de dónde eras?

―De Buenos Aires ―suspiró― pero ya he vivido acá, hace unos años.

―¿Y por qué volviste?, Buenos Aires está mucho mejor que este lugar ―mientras caminaban al compás se rió para si misma.

―Porque mi vieja falleció y no nos alcanzaba ―mordió con fuerza su labio, aguantandose desbordarse frente a la otra.

―Uh ―la contraria la miro fijamente― hace unos años mi mamá también se murió, no es lindo el sentimiento. Pero con el tiempo se supera.

Ambas entraron al colegio entre cotilleos y consuelos, cuando se separaron porque una debía ir a su salón y la otra a dirección para pedir los datos básicos.

Una vez que le hayan asignado ya una clase específica se metió a ella, sentándose en uno de los bancos más atrás: el anteúltimo.

Saco un peine de su mochila y se peino con delicadeza, intentando verse lo más presentable pues el aire de la escuela siempre le hacía mal al pelo.

―Fuaaa se hacia la linda ―una mano agarró su mochila que se encontraba en la otra silla del banco en el que se encontraba y la tiró al piso.

―¿Qué te pasa boludito?, salí de acá ―al ver que el castaño no se inmutaba decidió correrle la silla para así evitar que se siente al lado suyo.

Acto seguido el chico cayó al suelo, logrando hacerla reír.

―Eh loquita de mierda qué te pasa ―se levantó apresurado, intimidado― qué flasheas.

―Sentate en otro lugar, tenes un curso entero ―dijo obvia.

―Mirá que mal, yo me quiero sentar acá y me siento reina ―habló con una voz amenazante.

―Sos un dolido pibe, deja de joderme.

Este se rió incrédulo.

―Cuidadito como me hablas, que acá la jodona sos vos ―le acercó el dedo a la cara,  conminando a la femenina.

―Uepa uruguayo, esa no son maneras de hablarle a una mujer ―otro chico se acercó a ambos, con una sonrisa igual de enferma y podrida que el otro.

―Raja de acá Hernán que soy capaz de dislocarte la mandibula de una trompada putito ―le advirtió.

―Quién te pensas que so' vo ―se arrimó peligrosamente al ya conocido castaño.

―Qué anda pasando por acá ―alguien ya adulto entró al salón― separense los dos, ya mismo. Hernán andate para la otra punta.

A regañadientes el masculino hizo caso, alejándose de los otros dos.

―Flaco sos insoportable ―le murmuró a Danilo.

―Tendrías que agradecerme pelo duro ―otra vez le tiró el cabello― anda a saber que te hacia ese enfermito.

―Deja de tocarme el pelo que me lo engrasas ―golpeo su mano.

Una bolita de papel impactó contra la parte trasera de su cabeza.

―¿Qué te pasa chabon?, me tenes harta ―se dio la vuelta, mirándolo a la cara.

―Buee, para zarpada.

La rubia lo ignoró, levantándose y tomando su mochila.

Camino un par de pasos y habló:

―Aléjate de mi vista y deja de seguirme.

―¿Por qué?, vo' me seguis a la cancha ―se rió.

―No sos el centro del mundo nene, y posta te digo que dejes de seguirme ―se dio la vuelta― literal me seguiste diciendo que me ibas a matar.

―Y cuál hay, vos también me dijiste que me ibas a matar ―le resto importancia, con aquel acento particular digno de los turros.

―Mentira ―revoleo los ojos, logrando que el castaño sienta una necesidad diferente.

Una que venía de sus principios pubertos, hormonales. Chocó su cuerpo contra el de la chica, con la intención de molestarla y estar en contacto físico con ella.

―Me re maltratas, aléjate ―lo empujó, alejando su cuerpo del suyo.

―Se picanteo la nenita de mamá ―abucheo.

Le costó captarla y saber como reaccionar, pero los ojos de Micaela no tardaron en cristalizarse involuntariamente.

―No me hables ―alzó su mano, en una especie de barrera― te fuiste al carajo pelotudo.

―¿Qué te pasa loquita? ―volvió a carcajearse, sin entender como le habían afectado sus palabras.

Parece que la rubia tenía que hablar con la única manera que el contrario entendía. Una manera violenta.

―Volves a mencionar a mi mamá y te pego tal trompada que te juro que te noqueo gil de mierda, a ver si te callas un rato ―lo intimido.

Esta vez Danilo no discutió, no defendió a su persona porque se dio cuenta que había dicho algo de más, como solía hacer.

―¿Estás llorando? ―preguntó sorprendido.

No le respondió, apresurando su paso y dejando a Sánchez en el camino, sin entender nada de lo que había pasado.

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