Apego :: KookNam ⭒❃.✮:▹

By agusdd_

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― ¿Qué es esto, Jungkook? ― Una carta de divorcio. Lo siento, Namjoon, pero ya no te amo. [🚨¡¡𝐈𝐌𝐏𝐎𝐑𝐓𝐀... More

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By agusdd_

HyunBin estaba realmente irritado mientras arreglaba su camisa y limpiaba la saliva de la comisura de su boca, caminando hacia la puerta de entrada. Mientras, SeokJin fruncía los labios, subiendo la bragueta de su pantalón.

Era su primer jodido día de vacaciones y realmente quería tener algo de tiempo con su conejito, ¿por qué mierda los interrumpían en ese instante?

―¡Ya voy! ―chilló HyunBin cuando tocaron otra vez la puerta con fuerza―. Imbécil...

Su queja se vio cortada cuando abrió y, de pronto, un deplorable Jungkook lo tomó de las solapas de su camisa, empujándolo contra la pared.

―Namjoon... ―murmuró en un gruñido―, ¿dónde mierda está Namjoon?

HyunBin parpadeó tanto por la sorpresa como por la confusión, su cabeza doliendo levemente por el golpe que se dio contra la pared. Sin embargo, terminó por hacer una mueca de molestia.

―¿Qué voy a saber yo, idiota? ―preguntó con brusquedad, queriendo soltarse.

Sin embargo, aunque no lo pareciera por su delgadez, Jungkook realmente podía ponerse agresivo y salvaje si estaba molesto o desesperado.

Jungkook lo soltó, empujándolo, y sin decir otra cosa se metió al interior de la casa.

―¡¿Qué mierda, Jungkook?! ―escuchó el grito de SeokJin.

―¡Namjoon! ―gritó Jungkook, ignorándolo―. ¡¿Namjoonie, dónde estás?!

No hubo respuesta.

HyunBin volvió a entrar al comedor, irritado, enojado y disgustado por la situación, sin comprender realmente qué estaba haciendo Jungkook en su casa, buscando a Namjoon.

¿Acaso pelearon?

Qué jodida novedad.

HyunBin realmente no encontraba nada nuevo al hecho de que pelearan, porque esos últimos meses se acostumbró a verlos discutir por cualquier nimiedad, se acostumbró a ser el hombro donde Namjoon sollozaba porque su matrimonio se estaba arruinando y no sabía cómo rescatarlo.

A HyunBin nunca le gustó por completo Jungkook para Namjoon. No llegó a odiarlo como ese último tiempo, simplemente, no le terminaba de convencer para pasar el resto de su vida con su mejor amigo. Quizás se debía a que, como mejor amigo de Namjoon durante toda su vida, no consideraba a nadie demasiado bueno para que estuviera junto a alguien que siempre le sonreía a todas las cosas de la vida, fueran buenas o malas.

No, y Jungkook se alejaba por completo de lo que consideraba el prospecto ideal para Namjoon.

Jungkook era... Era alguien demasiado... Bueno, ¿cómo decirlo?

Jungkook complementaba a Namjoon. Jungkook era tranquilo allí donde Namjoon era un desorden. Jungkook siempre parecía activarse cuando Namjoon estaba a su lado. Jungkook parecía comprender de una extraña forma a Namjoon cuando el resto no lo hacía.

Sin embargo, había algo en lo que Jungkook no percibía de Namjoon, algo que HyunBin consideraba mucho más fundamental que nada en la vida, y era que Namjoon amaba de una forma tan profunda, tan dolorosa, que si uno no estaba dispuesto a dar todo por Namjoon, entonces no lo merecía tampoco. Esa forma de amar provocaba también que Namjoon se esforzara el doble, el triple, el cuádruple, el quíntuple, lo necesario, para salvar algo que consideraba fundamental en su vida.

En cambio, para Jungkook, si las cosas no funcionaban, simplemente se tenía que acabar con ello para evitar el daño.

Frunciendo el ceño, HyunBin sacó su móvil mientras SeokJin le miraba como pidiendo una explicación, pero ignorando a su novio, marcó el número de su mejor amigo.

El número que usted marca se encuentra apagado o temporalmente fuera de servicio, luego del timbre, puede dejar...

―Hey, Nam ―murmuró HyunBin con su estómago apretado―, cuando escuches esto, por favor, llámame. Te quiero, cangrejito.

Se giró en el momento en el que Jungkook volvía a entrar, y HyunBin notó sus ojos rojos, sus mejillas encharcadas, rastros de llanto en su almendrada piel, más blanca de lo normal. Incluso su cabello estaba empapado con la leve llovizna de ese día, y por un breve instante, muy breve, HyunBin sintió pena de Jungkook al verlo tan perdido —incluso lucía asustado, aterrado, como un niño pequeño.

Pero fue un breve instante, hasta que vio los papeles medio húmedos que Jungkook sostenía en su mano.

―¿Son los papeles de divorcio? ―preguntó SeokJin, poniéndose de pie.

Jungkook le observó.

―Dónde está Namjoon ―repitió.

No era una pregunta. Era una exigencia.

HyunBin endureció su mirada.

—Si lo estás buscando para que firme tus jodidos papeles... —comenzó a decir, pero enmudeció cuando Jungkook le interrumpió con la voz quebrada:

—No, ya los firmó —sollozó, sus ojos poniéndose cristalinos otra vez—, los firmó y desapareció —tomó aire, desesperado—. Necesito encontrarlo, necesito decirle que... que lo amo, que lo necesito, que no quiero separarme nunca más de él, necesito pedirle perdón por ser un imbécil y hacerlo llorar, necesito...

—Jungkook —la voz de SeokJin sonó extraña—, ¿qué demonios hiciste?

Y HyunBin lo notó: Namjoon desapareció sin decir nada.

Si hubiera sido una pelea normal, Namjoon habría ido a contarle para desahogarse, después de todo, era lo que siempre hacía. Pero, ahora, Namjoon ni siquiera lo llamó, simplemente pareció desaparecer lo más pronto que pudo, sin querer hablar con nadie. Su estómago dolió ante el pensamiento de que si hizo eso, fue porque estaba herido y alterado y hecho un desastre, sin querer que nadie lo viera.

Sin querer acercarse a HyunBin para ganarse un «te lo dije».

Y firmó los papeles. 

Si Namjoon firmó los papeles, si se marchó sin decir nada, significaba que se rindió, que ya dio todo de sí y no podía seguir entregando más a una persona que no quería ese más.

Namjoon firmó los papeles porque su corazón fue, finalmente, roto en miles de pedazos, fue porque se dio cuenta de que seguir teniendo esperanzas en eso le estaba haciendo demasiado daño y Jungkook no merecía eso de él.

—No les interesa —murmuró Jungkook sin mirarlos.

HyunBin hizo un ruido de rabia, sus labios convertidos en un rictus de molestia. Sin poder evitarlo, antes de que SeokJin lo sostuviera, dio unos pasos y empujó a Jungkook, dándole un golpe en la mejilla que resonó en el comedor.

—¡¿Qué mierda hiciste, bastardo?! —le gritó, queriendo darle otro golpe, pero SeokJin actuó y lo sostuvo de la cintura, tirando de él para atrás.

Jungkook abrió la boca, pero el móvil de HyunBin sonó.

HyunBin miró el número.

—¿Es Namjoon? —preguntó Jungkook con esperanza en su voz.

—¡Vete a la mierda! —espetó HyunBin—. ¡Fuera de mi casa!

El móvil seguía sonando.

—HyunBinnie —HyunBin enmudeció cuando notó el tono suplicante, derrotado de Jungkook—, por favor, por favor, deja que lo oiga. Deja que me diga donde estádio un paso más, con la voz quebrada—. Prometo arreglarlo. Prometo hacer que vuelva a sonreír como antes. Prometo arreglarlo. Prometo hacer que vuelva a sonreír como antes. Pero, por favor, déjame escucharlo.

HyunBin miró a SeokJin, sorprendido, porque debía ser la primera vez que oían a Jungkook suplicar por algo.

Suspirando, HyunBin contestó y puso el altavoz.

—¿Namjoonie? —preguntó con tono inseguro.

Hubo unos segundos de silencio.

—Hola, Binnie... —saludó Namjoon con tono roto—, ¿cómo estás?

HyunBin quiso romper a llorar.

—Eso no importa, cangrejito —murmuró HyunBin—, ¿dónde estás tú?

Se escuchó una risa amarga, humillada.

—Tenías razón —sollozó Namjoon—, ¿por qué nunca te hago caso? Tenías la maldita razón —no dijo nada, escuchándolo llorar al otro lado de la línea.— Jungkook no... no merecía una... una se-segunda oportunidad, tú me... me lo dijiste...

— Cielo, cangrejito, eso no importa —se apresuró a decir HyunBin, respirando aceleradamente,— por favor, ¿dónde estás? SeokJin y yo estamos preocupados por ti.

—De seguro Jungkook fue a tu casa para pedirme una... una explicación por los papeles —susurró Namjoon con voz ida—, pero no... no puedo enfrentarlo, Binnie, lo amo tanto que... que si lo veo mientras acepto su... su divorcio, voy a... voy a llorar... voy a llorar como un bebé... —una nueva risa, apenada—. Ahora estoy... estoy llorando tanto... Ah, pero Jungkook debe estar feliz, ¿no es así? Podrá estar con Taehyung...

Un nuevo gimoteo al otro lado de la línea.

HyunBin no sabía qué decirle, llorando también.

Namjoon se escuchaba sin esperanza, HyunBin nunca lo oyó llorar de esa forma, y no sabía qué hacer para tratar de consolarlo, para tratar de hacerlo sentir un poco mejor.

Jungkook, frente a él, también estaba llorando, y HyunBin se sintió extraño porque nunca lo vio llorar.

—Ven conmigo —murmuró HyunBin—, por favor, Namjoonie...

—No, no —Namjoon tomó aire—, ahora estoy... estoy en casa de Yoongi, yo, uh... No sabía dónde ir y... —su voz volvió a romperse―. Necesito... necesito irme, Binnie, no puedo seguir aquí, necesito... necesito reparar mi corazón y... Y duele tanto, HyunBin...

—Namjoonie...

—Lo olvidó —gimió Namjoon de pronto, callándolo, y ahora podía sentir que su amigo estaba llorando a lágrima viva, sin contenerse—, olvidó mi... mi cumpleaños, Binnie...

—¿Qué? —HyunBin miró a Jungkook, que tenía una expresión culpable en ese instante.

—Me... me dejó plantado... —balbuceó Namjoon—, lo... lo esperé por... por más de dos horas, y no... no llegó, Binnie... Él... él ya no me quiere, ¿no es así?

—Voy a matarlo, Namjoon, voy a matarlo, te lo prometo.

Hubo una risa entrecortada, sin embargo, no le hizo sentir mejor.

—Necesito... necesito irme... —masculló Namjoon—, sólo... sólo quería contártelo, bebé conejito...

—Pero Namjoon....

—Te llamo después.

Cortó la llamada.

—HyunBin, por favor, cariño... —comenzó a decir SeokJin cuando HyunBin se puso de pie.

—¡Eres un jodido hijo de puta! —le gritó HyunBin, ignorando a su novio, que lo tuvo que sostener de la cintura otra vez.— ¡Su maldito cumpleaños! ¡¿Cómo mierda se te puede olvidar su maldito cumpleaños, bastardo?! ¡No sabes lo ilusionado que estaba contigo! ¡No sabes lo contento que estaba! ¡Voy a matarte, idiota, te lo prometo!

—Lo arreglaré... —murmuró Jungkook, retrocediendo antes de que HyunBin se soltara—, lo solucionaré, lo prometo...

Salió de la casa, llamando al hospital, pidiendo que lo contactaran con la secretaria de Namjoon.

Ya sabía dónde estaba, ahora sólo tenía que rogar por un perdón que no merecía.

Juyeon estaba sentado en el suelo, jugando en el suelo con unos autitos de carrera, y el niño lo miró, parpadeando inocentemente.

¿Po qué lolas, tío Namu? —preguntó Juyeon con pena en su voz.

Namjoon se obligó a sonreír a pesar de sentir el corazón roto, a pesar de que sentía que una parte suya estaba muriendo por todo lo que ocurrió las últimas veinticuatro horas. Eran demasiadas emociones que no podía controlar y lo estaban desgastando a más no poder.

—Es que me hice daño y duele, Juyeon —le dijo, revolviéndole el cabello.

Juyeon arrugó el ceño.

¿Dóne dele? —preguntó, poniéndose de pie.

Namjoon le acarició la mejilla, apretándosela con ternura.

—Aquí, Juyeon —murmuró, llevando la manito del niño a su corazón,— me rompieron el corazón, bebé.

Juyeon comenzó a frotar su mano contra su pecho, suspirando.

Sana sana colita de lana, si no sana hoy, sanalá maniana —murmuró Juyeon con tono dedicado.— ¿Mejoooooool, tío Hobi? —preguntó el niño.

Namjoon se rió, sintiendo sus ojos llenos de lágrimas otra vez.

—Sí, Juyeon, se siente mejor ahora —le revolvió el cabello, el niño poniendo una expresión satisfecha para volver a jugar.

Namjoon se giró, mirando por la ventana la llovizna de ese día, suspirando por qué no sabía qué estaba haciendo allí exactamente. Ir a la casa de Yoongi se sintió natural en su momento, desesperado por la situación en la que estaba, deseoso de encontrar una mano amiga que no le juzgara ni supiera toda la historia detrás de su amor desesperado por Jungkook.

Yoongi, por supuesto, no dudó en recibirlo en su casa, aunque se disculpó porque no podía atenderlo, pues debía ir a dejar a Juyeon a la guardería mientras él iba a trabajar. Pero eso no le importaba a Namjoon, con tener un espacio donde Jungkook no le encontrara cuando descubriera la carta de divorcio firmada bastaba, aunque no sabía si Jungkook iría a buscarle.

Después de todo, ¿no consiguió lo que quería desde el principio?

Sí, Jungkook debía estar satisfecho ahora, haciendo sus trámites mientras pensaba en la vida que compartiría con Tae de ahora en adelante una vez todo estuviera hecho.

Y él tendría que asumir que todo acabó, que ahora estaba solo, que el hombre que amaba le dejó, y sabía que dolería al principio, que costaría, que esa herida tardaría en curar —y puede que nunca curara por completo—, pero era el precio a pagar para hacer feliz a Jungkook.

Miró la boleta del avión sobre el escritorio, avión que partiría a Osaka, Japón, en dos días, en un viaje donde buscaría alejarse de todo el daño para volver a repararse.

A las cuatro de la tarde fue en busca de Juyeon a la guardería, y Yoongi le avisó que llegaría en una hora más, así que estaba ahí, jugando con el hijo de su amigo para tratar de despejarse un poco.

No quería seguir llorando, no cuando su cabeza dolía tanto y sus ojos estaban tan hinchados y rojos.

El timbre de la casa sonó.

Suspiró, poniéndose de pie.

—Quédate aquí, Juyeon, iré a ver quién es —le dijo, pasando a su lado.

Está ben, tío Namu —asintió el niño sin dejar de jugar con su pista de autos.

Caminó hacia la entrada, pensando en que debería ser algún vecino que necesitaba de Yoongi, y abrió la puerta.

Se encontró con los ojos de Jungkook.

Abrió la boca, sorprendido, su mano moviéndose para cerrar la puerta, pero antes de poder hacerlo, estaba de pronto siendo empujado hacia el interior. Las manos desesperadas de Jungkook lo agarraron de las mejillas y tiraron de él en un beso desesperado, feroz, lleno de sentimientos y dolor.

Jadeó contra la boca de Jungkook, atónito, sus ojos humedeciéndose también, y comenzó a sollozar sin entender lo que estaba ocurriendo.

— No te vayas —lloraba Jungkook contra su hombro, sin soltarlo—, no quiero el divorcio, Nami-ah, por favor, no te marches —tomó aire, sus mejillas húmedas.— Lo siento, lo siento tanto, mi amor, por favor, perdóname, te lo ruego, por favor...

—Jungkook... —jadeó Namjoon sin mirarlo—, vete, por favor.

—No, no, no... —Jungkook se arrebujó más contra él, sin dejar de llorar—, perdóname, lo lamento, sé que soy un idiota, un imbécil, sé que no merezco tu amor ni nada que venga de ti, nunca te he merecido, lo tengo claro, pero por favor, Namjoon, te lo ruego, por favor, no me dejes, no puedo vivir sin ti, no puedo, te lo prometo...

Se quedó en silencio, sin moverse, mientras su camisa quedaba húmeda por las lágrimas de Jungkook, incapaz de bajar la mirada, porque sabía que si lo hacía, que si le veía llorar, iba a perdonarle todas las cosas del mundo.

— A-amas a Tae... —tartamudeó con la voz temblando—, lo he... lo he asumido, Jungkook...

—¡No! ¡No, no, no! —gritó Jungkook sin soltarlo.— ¡No es así, Namjoonie, lo prometo! No lo amo, no lo amo, te amo a ti, a nadie más, lo he entendido ahora —Jungkook trató de volver a besarlo, pero Namjoon movió su cabeza, sollozando—. Soy un tonto, un estúpido, lo sé, Nami-ah, porque lo entendí sólo ahora que ya te perdí, pero por favor, por favor, no me dejes... Te amo, te amo, te amo, eres mi compañero del alma, eres mi batería, eres mi esperanza, eres mi sol, eres lo más hermoso que tengo, por favor, perdona a esta mierda de persona, te lo ruego, te lo ruego, pequeño príncipe, lo lamento tanto... Sé que todavía me amas, te lo-

—Ya no te quiero —susurró Namjoon sin mirarle—, no te quiero, Jungkook...

—No —Jungkook lloró con más fuerza, desesperado—, no lo digas...

—No te quiero —repitió Namjoon, hipando.

Jungkook tomó aire, resquebrajado, y volvió a hablar, mirándolo a los ojos.

—Nami-ah —su voz estaba quebrada y trató de sonreír, aunque sus labios temblaban con tanta fuerza que no sabía si lo logró—. Treinta días, Namu.

Namjoon parpadeó, moviendo su cabeza, y le miró en silencio.

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