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- ¡Auch! - Song exclama sentada sobre la enorme cama deshecha de su madre, la cual intenta fallidamente peinarla.
Y es absurdo porque el cabello de Becky es un poco largo, y a veces tiene que hacerse pequeños moños para que no le moleste, sobretodo mientras trabaja.
Pero ahora, algo tan simple como hacer una coleta, parecía imposible.
- Tarde, tarde, tarde - Canturrea la niña, mientras mueve sus piernas de arriba a abajo.
Becky suspira, tiene tanto que hacer hoy que simplemente está saturada.
- ¿Llamamos a la tía Irin? - Song pregunta.
- No, no necesitamos a la tía Nayeon, Song.
- Ella dice que pedir ayuda no es malo.
Becky suspira, pero sigue peinando el cabello rebelde de la pequeña, estando cada vez un poco más irritada.
- Song, estoy cansada y tengo mucho trabajo, solo es eso.
- Está bien mamá, tú puedes.
Becky sonríe con algo de tristeza. En días como estos, Becky desea meterse en la cama y no salir en horas, tal vez días. No es por el hecho de ser una madre soltera, ya que su hija era la niña más inteligente, comprensiva y tranquila que podía existir. No es por el hecho de las docenas de tartas que debe preparar, es simplemente un mal día, de esos que no puedes explicar pero simplemente todo parece costarte un poco más.
Pero finalmente termina de peinar a Song con una coleta alta y decente, sonríe satisfecha y mientras toman sus cosas para salir de casa, se felicita a sí misma mentalmente.
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Freen ha empezado la clase cuando Song llega corriendo con la mochila entre sus manos. Sonríe levemente al verla correr por el campo hasta donde todos se encuentran.
- ¡Entrenadora Freen, llego tarde!
- Así es - Asiente con una pequeña sonrisa - ¿Todo bien?
- Mal día, mamá no quería pedir ayuda a Irin.
- Ya veo -Aprieta los labios y asiente -. Pero ya estás aquí, así que ponte a calentar con tus compañeros, ¿Vale?
- ¡Sí, entrenadora Freen!
Y con una sonrisa Freen se cruza de brazos mientras la ve correr hasta donde sus compañeros se encuentran.
Que el entrenamiento comience.
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Todo sale bien. Freen sonríe satisfecha al ver cómo los niños salen corriendo hasta la entrada del campo de fútbol, donde sus padres esperan para recogerlos. Entonces se acerca a los banquillos donde había dejado su bolsa para guardar su botella de agua cuando alguien estira de su camisa.
Y al girar su cabeza, se encuentra a la pequeña Song.
- Entrenadora Freen, me sangra la rodilla.
Y Freen entra en pánico en el momento en el que la pequeña tailandesa se levanta un poco su pantalón corto y ancho de deporte para dejar a la vista una herida la cual había comenzado a sangrar.
— ¿Pero que ha pasado? — Freen pregunta preocupada, tomando la mano de la pequeña para guiarla hasta el banco azul e indicarle que se siente.
— Me caí mientras le intentaba quitar la pelota a Xavier — La niña dice encogiéndose de hombros, como si no fuera la gran cosa.
Aún así, aunque Song no parecía dolida ni lo más mínimo, Freen por dentro estaba más preocupada de lo que aparentaba por fuera.
Y no era por la herida, no era la gran cosa, tan solo sangraba levemente y eso siempre te hace preocuparte más. Pero era el hecho de que la pequeña estaba a su cargo y había salido herida, y a pesar de que era un deporte y esas cosas pasan, Freen no puede evitar sentirse culpable.
— Bueno, no es nada. Ahora la curamos.— La rubia dice tomando su bolsa y buscando en ella lo necesario para curar la herida.
— ¿Tiritas? — Song pregunta un tanto tímida, moviendo sus piernas de arriba a abajo.
Freen levanta la mirada de su bolsa para mirar a los ojos de la pequeña y sonríe.
— ¿Te gustan las tiritas? — Song asiente alegremente — Tengo muchas, podrás elegir.
— ¡Verde, verde!
Y con una sonrisa, Freen asiente.
— Verde será.
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Becky suspira cuando entra en el campo de fútbol, en busca de su hija. Había sido un día agotador, pero había terminado todas las tartas que debía preparar y ahora podía volver a respirar.
Ve a Song sentada en uno de los banquillos con Freen sentada en el suelo y no puede evitar sonreír levemente mientras se acerca.
— ¡Mami!— Song exclama levantando los brazos con emoción pero sin moverse del banquillo que se encontraba a la sombra.
— Hola bebé, ¿Como ha ido?— Dice con su sonrisa de encías una vez está frente a la pequeña.
— ¡Bien! ¡La entrenadora Freen me ha curado la herida y me ha puesto una tirita verde!
El ceño de Becky se frunce tras las palabras de la pequeña, y enseguida mueve su cabeza hasta la Tailandesa.
— Lo siento mucho, no me he dado cuenta y tenía que haber prestado más atención. No volverá a pasar.
En cierto modo, Becky quiere reírse por la preocupación en la rubia. Pero intenta no hacerlo porque eso no sería muy adulto y responsable de su parte.
— ¿Pretendes que no vuelva a lastimarse haciendo un deporte donde estas cosas pasan seguido? — Pregunta con una pequeña sonrisa.
— Yo... no lo sé, tal vez — Suena más como pregunta que otra cosa, y eso saca una pequeña risa a Becky.
Song mira la interacción entre las dos adultas en silencio y con una pequeña sonrisa, moviendo sus piernas con emoción.
— No estoy molesta Freen, es normal. Los niños tienen que caer y aprender a levantarse, es algo normal. Además no es nada grave, solo un pequeño rasguño.
A Freen le alivia que Becky no esté molesta, pero sigue sin poder evitar sentirse un tanto culpable.
— Sí, pero...
— Mami — Song interrumpe, poniéndose de pie mientras corre hasta su madre — ¿Podemos comprar tiritas verdes como las de la entrenadora Freen? No tenemos de ese color y es mi favorito.
— Por supuesto, cielo — Acaricia el rostro de su hija con la sonrisa más dulce posible, derritiendo un poco el corazón de cierta mujer —. Ahora ve a por tus cosas para que podamos irnos.
— Sí, señora — La niña hace un saludo militar con su mano.
Song sale disparada a por sus cosas, corriendo como si no hubiera nada en el mundo que pudiera pararla, ni siquiera una pequeña herida.
— Gracias por curarle.— Becky dice entonces, mirando a la Tailandesa.
— Por supuesto, es lo mínimo que puedo hacer — Sonríe sincera
— Entiendo por qué Song está obsesionada contigo — Aquello no era exactamente lo que Becky quería decir, pero las palabras habían salido de su garganta antes de que pudiera hacer algo al respecto y ahora sus mejillas se encuentran decoradas por diferentes tonos carmesí.
Eso saca una sonrisa divertida a la castaña, quien se cruza de brazos mientras hace como si no se hubiera dado cuenta del rubor en las mejillas de aquella mujer Tailandesa.
— Tengo muchas hermanas menores, supongo que es un encanto natural.
— Es tranquilizador saber que la dejo en buenas manos. — Sus mejillas se encienden un poco más, apartando la mirada y comenzando a jugar con sus propios dedos.
En respuesta Freen suelta una pequeña risa, causada por el nerviosismo que Becky parecía tener de repente.
— ¡Ya estoy, ya estoy!— Song grita mientras corre hacia ellas con su mochila entre sus brazos.
— Gracias de nuevo, adiós. — Becky susurra tomando la mano de su hija
— Adiós — Freen le responde sin borrar su sonrisa — Hasta el viernes, Song.
— ¡Hasta el viernes entrenadora Freen!
Y cuando ve a ambas abandonar el campo, mientras la luz naranjada de la tarde las ilumina, Freen piensa que aquella mujer de cabellos negros y ojos color miel, es un tanto adorable.
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