Decirte Adiós

Oleh daina_danae

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Decide: Suplicar amor o decir adiós. * Para Sofía amar suponía entregarlo todo sin pensar en nada, seguir al... Lebih Banyak

🎶 INTRODUCCIÓN 🎶
1. GRIS
2. NUNCA MÃS
3. POR SEGUNDA VEZ
4. CLARO DE LUNA
5. ALGO PENDIENTE
6. TRES SEMANAS
7. Ibiza o FORMENTERA
9. DECYDAMOS COMENZAR
10. DE DOS CARAS
11. HEY JUDE
12. DÉJALO FLUIR
13. UNA COPA
14. VOTO DE CONFIANZA
15. GRITO AL VIENTO
16. ACUERDO DE CONFYDENCIALIDAD
17. Primera vez cayendo
18. UNA TAZA DE TÉ

8. ADVERTENCIAS

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Oleh daina_danae

–Voy a seguir insistiendo para que aceptes, al menos una. Es un dinero extra y tal como lo hizo él en la entrevista de ayer, puedes evadir el tema.

–Ese es el problema, yo no tengo la habilidad para evadir preguntas.

–Podrías practicar –le da un vistazo a su móvil que suena sobre el tocador–. Es Hola, nos están ofreciendo una portada en septiembre y cubrir tu presentación en el festival de Lucerna.

–¿A cambio de qué? ¿de tener que pararme veinte minutos frente a una cámara para que me bombardeen de preguntas sobre Alexander?

–Preguntas que bien podrías voltear a tu favor. Por ejemplo, cuando te pregunten por el vuelo a Praga, puedes contar que trajiste el reconocimiento y cómo te sentiste al tocar con Ortega.

–¿Ibiza y Formentera qué? ¿les digo que la información está mal, porque también fuimos a Tenerife? –desconecto la plancha de cabello–. No, Katia, prefiero tardarme años en construir mi marca personal antes de pararme en un foro de televisión sin saber qué hacer.

–¿Si el futbolista puede porqué tu no?

–A él lo entrevistan después de todos los partidos, hace ruedas de prensa y lo invitan a programas. Debe estar más que acostumbrado al acoso de los medios. Yo no, sabes que odio ser el centro de atención y...

–A ver, Sofía –me pasa las sandalias altas–. Métete en la cabeza que mientras sigas en este rollito con el futbolista vas a ser el centro de atención. Y yo no sé si después de un polvo él ya no quiera nada, pero por lo visto tú estás más que enamorada y eso tiene su precio. Si tu "sueño" prospera, te van a seguir a donde sea que vayas, y las llamadas que estamos recibiendo no van a ser ni la mitad de las que vas a recibir.

–¿Si mi sueño prospera?

–Solo..., solo limítate a acostumbrarte a ser el centro de atención, por todo lo que dure tu romance. Si dura, claro.

Confundida, termino de colocarme los pendientes para voltear a verla. Con los tacones de siete centímetros soy ligeramente más alta, así que después de quitarle la paleta de sombras bajo un poco la cara para mirarle a los ojos. Me frustra no descifrar nada de lo que esconde y el recuerdo repentino de los ojos grises del futbolista me ataca.

Tiene que durar, porque Alexander ya se ha colado en lo más profundo de mi alma. Me hace ilusión pensar en un futuro con él, imaginar el día en que me pida que sea su novia, ir a Ibiza, a Formentera, a Tenerife o a cualquier lugar donde podamos estar juntos. No quiero ir a verle solo a un partido, y no quiero darle solo un concierto privado; quiero ir a todos los estadios donde vaya a jugar y que él se dé el tiempo para estar en la primera fila de toso mis conciertos.

Tiene que durar porque siento que nunca antes me había enamorado así, en cuestión de días y a distancia.

Mi cuerpo y mi corazón quieren que dure.

Y en este estado, poco o nada me importa tener que hacerme a la idea de ser seguida por la prensa en todo momento. Y eso a mi mente le asusta.

–Va a durar –aseguro sin lugar a réplica–. Estamos construyendo algo bonito y...

–A ver si cuando tienes que tocar una pieza de nivel ocho dices que todo va a salir bien con esa misma seguridad. A ver si, así como quieres apostar todo por ese romance apuestas todo a que te vas a convertir en una de las pianistas más importantes.

–No es lo mismo.

–¡Pero claro que no es lo mismo! A tu carrera le has invertido más de veinte años y a ese romance menos de un mes. ¿En cuál se supone que debes creer?

Me alejo para terminar de arreglarme porque no sé qué decirle. Mi corazón insiste con la idea de apostar todo por lo que siento y lo he aceptado, pero entre las advertencias y los cuestionamientos de mi mente, junto a la nueva interrogante que me ha planteado mi representante, dudo más. pese a todos mis intentos por encontrar una respuesta coherente, no hago otra cosa además de pensar en su sonrisa o en su mirada intensa, y no está bien.

No está bien que apueste más por esos ojos grises indescifrables que por mi talento en el piano. No está bien que asegure que esta relación va a durar cuando no soy capaz de mostrarme segura de tocar una pieza complicada.

Han alagado mi interpretación y la facilidad que tengo para conectar con los sentimientos que transmiten las piezas, tengo varios premio de virtuosidad y otro de agilidad. He ganado concursos importantes, me están invitando para ser jurado en certámenes musicales y ya requieren de mi presencia en festivales grandes. Pero aun así no confío en mí.

Si confío, sin embargo, en alguien al que ni siquiera he tenido la oportunidad de conocer a fondo porque todo lo que me ha contado lo sabe un buen fan suyo. Confío en unos ojos misteriosos, en una sonrisa arrogante y en promesas que son a corto plazo. Ignoro los comentarios de mi madre, las advertencias de mi mente y elijo creer en las ilusiones que me invaden el pecho.

«Alexander madrigal puede ser mi príncipe azul», puede y una parte te mí quiere que sea mi amor real, con quien cumpla todos los sueños que tengo de pequeña.

Tan segura estoy, que, en el auto de camino a la Moraleja, le mando un mensaje con muchos corazones rojos deseándole lo mejor en el juego y recordándole nuestro encuentro en dos semanas. Me doy el tiempo de descargar una aplicación de fútbol en el móvil, y espero paciente pasar el tráfico de estas horas viendo la previa del partido. Escucho con atención las predicciones de los comentaristas, la relectura de las estadísticas de la temporada pasada y esbozo una sonrisa estúpida cuando leen el once titular del Liverpool. Hablan muy bien de él, elogian sus números y lo nombran candidato indiscutible del balón de oro.

El inicio del partido cumple, en gran medida, la función de distraerme y despejarme antes del gran momento. Pese a que faltan todavía un par de horas, tengo los nervios a flor de piel y los dedos me pican. Mi mente repite la melodía varias veces con el miedo latente de olvidarme algo en el escenario. De que salga mal. Veo a Marisa esperándonos con dos carritos de golf en la entrada y mi estado empeora al instante. Ayer evidenció que no le agrado, que el tenerme cerca le molesta por alguna razón que por más que intento, no encuentro, y eso hace que me sienta más insegura.

Katia mantiene distancia. Tengo entendido que discutieron esta mañana debido a la insistencia de Marisa para cancelar el contrato. No pudo, porque ya había dado un adelanto que por supuesto, mi amiga no estaba dispuesta a devolver con justa razón. Antes de contactarnos para el coctel tuvo que haber averiguado, seguro vio más opciones y me eligió pese a todo. Era muy tarde para actitudes complejas.  Yo, en cambio, actúo con naturalidad. Hasta le sonrío y vuelvo a extenderle la mano, pero me ignora por completo.

¿Qué le hice? No la había visto hasta ayer, que su madre, amable y buena gente, nos presentó. ¿se molestó tanto que le hablara por su nombre y omitiera el "señora"?

–No le vas a caer bien a todo el mundo y hay gente así a veces. Acostúmbrate –me susurró Kat–. Deja de mirarla.

Tenía razón, así que opté por sacar el móvil que seguía reproduciendo el partido. El cero a cero todavía permanecía en el marcador y el árbitro le estaba sacando tarjeta amarilla a un defensa del Fulham, según lo que narraban, por una falta sin balón a Davide. No pude evitar sonreír al pensar en las caras de Isabella, que seguro ya estaba viendo el partido con un bol lleno de verduras bañadas en aceite de oliva.

Al llegar al jardín supe que la razón del coctel era para celebrar los cinco años de una fundación que manejaba Marisa junto a su madre, que tenía como objetivo ayudar a madres solteras. Saludé a un par de personas antes de encontrarme con bárbara, que, ignorando a su hija, me arrastró a presentarme a sus amigas y a un grupo de jóvenes voluntarias.

La señora Marisa no dejaba de observarme con mala cara. Es más, apuesto lo que sea a que no está prestando atención a las personas que le hablan por centrarse en lo que hago. Pese a odiar sentirme así, me esforcé por disfrutar del bonito ambiente que estaba construyendo bárbara.

Aproveché una distracción para revisar el partido. Alexander no me había respondido, pero el marcador del juego estaba uno a cero a favor del Liverpool, con un gol de tiro de esquina de un tal Robert. La sonrisa que esbocé fue genuina, aunque me hubiese gustado que fuera él quien anotara.

–¿Te escribe tu novio?

–¿Eh? ¡no! –bloqueo el móvil y lo guardo en el bolso.

–No tienes que hacerlo –me sonríe y suspiro–. Es normal, yo a tu edad también acababa de conocer a mi esposo, pero ¡vaya suerte que tienes tú! Le puedes escribir y él puede responderte en segundos, en cambio yo tenía que esperar a verlo o mandarle cartas, que podían tardar días. Qué tiempos.

–Las cartas son muy románticas. A veces me gusta leer las que mi padre le mandaba a mi madre, es una forma de sentirlo cerca –le confieso.

–¿Está lejos?

–No. Falleció hace un tiempo... 10 años.

–Lo siento mucho, Cariño. Perder a un padre siempre es difícil y nunca se supera. Mírame a mí, con 75 años y todavía me hacen mucha falta. Pero se aprende a vivir sin ellos, con los recuerdos.

–gracias a él toco el piano, y también le gustaba mucho el lago de los cisnes. La tocábamos juntos y era lo mejor del mundo. La toco para sentir que está aquí.

–mientras lo pienses siempre, va a estar aquí. Me agrada sin conocerlo, porque tiene un buen gusto por la música y porque creó a una de las mejores pianistas del mundo.

–Para eso todavía falta mucho –me río.

–¡Claro que no! eres una de las mejores pianistas del mundo.

–Gracias.

–Mira, cariño, ahora mismo voy a sonar como la persona más hipócrita del mundo porque siempre se lo critico al maleducado de mi nieto –un mesero se acerca y ella retira dos copas de vino–. No importa mucho que todo el mundo te lo diga porque tienes que creértelo tú misma, y no agradezcas, más bien corrígeme y dime: "soy la mejor pianista del mundo".

–Hay muy buenos pianistas y no creo superarlos.

–¡Sí puedes! Eres muy joven y todavía te quedan muchos años para seguir brillando. El poder está en la mente y tienes que creer que eres la mejor, porque eres la mejor. La próxima vez que te lo diga, espero que ya no me respondas con un "gracias".

–Es que...

–¡Sin vergüenza! Otra vez voy a sonar hipócrita, porque critico la sinvergüencería de mi nieto. Pero que no te de pena decirlo, una cosa es reconocer que hay muchos pianistas buenos que sí está bien, pero otra es creer que no puedes llegar a ser como ellos.

–Gracias por los consejos, Bárbara.

–no me agradezcas y vamos a brindar por los muchos años que te quedan para seguir brillando y por tu novio.

–No tengo novio –recibo la copa.

–¿A no? ¡un amigo con derechos! Yo siempre he querido tener uno –me echo a reír–. Ya, estás empezando a salir con alguien –sé que me sonrojo cuando sigue hablando–. ¡Cuéntame! ¿cómo es? ¿ya te llevó rosas? Porque me he dado cuenta que te gustan mucho.

–No..., bueno, es que él...

–Entonces habrá que hacer que se apure, porque tú ya estás enamorada.

–¿Tanto se me nota?

–¡Hay que mirar esa sonrisa y como te brillan los ojitos! Hace mucho no veo a alguien tan enamorada. ¿Hace cuánto se conocen?

–Hace... ¿15 días?

–¡Esos amores son los que me encantan! Porque para estar completamente enamorada no hace falta mucho tiempo, para lo que sí hace falta tiempo es para que lo ames mucho. Dime, Sofía ¿tú quieres casarte?

–¡Por supuesto! es uno de mis sueños más grandes. Quiero tener una familia muy grande, porque no quiero que mis hijos se sientan solos. Quiero que tengan en quien confiar, con quien jugar...

Siempre he querido tener un hermano o una hermana, y quiero que a mis hijos ese cariño tan bonito no les haga falta nunca. Quiero que ellos encuentren en casa lo que yo encontré cuando conocí a Isabella.

–espero que me invites a esa boda, y que me dejes ser la abuela postiza de esos bebés que seguro van a ser tan lindos y encantadores como tú.

–Dalo por echo.

–Yo también quería tener al menos, dos hijos. Pero ya vez, solo me dio a una, y un nieto..., hay, mejor ni hablar de él. Más bien, sígueme contando ¿vendrá a recogerte?

–No puede. Es que no vive aquí.

–¿Cómo...?

–Vive en Inglaterra. ¿Nos conocimos cuando vino a hacer una portada y una entrevista, nuestro inicio fue medio raro 'sabes? Llegué tarde, y él tiene un carácter muy difícil. No sé, va contra lo que soy, pero me enamoré.

–No decides de quien enamorarte, y lo único que importa es que sea bien correspondido. ¿Él también está enamorado?

–Creo que sí. Bueno ¿cómo se sabe eso?

–Solo el tiempo lo dirá –me quita la copa y levanta la mano–. Vamos a tomarnos otra mientras me cuentas ¿a qué se dedica?

–Es futbolista, como tu nieto. De hecho, el fútbol me parecía algo innecesario hasta que lo conocí.

–Tráenos dos copas más, por favor –le pide al mesero cuando se acerca–. Seguro solo se parecen en la profesión, porque mi nieto no es tan afortunado en tener alguien como tú. No se lo merece.

–No digas eso, Bárbara.

–¿Cómo no? ese es un insensible, egoísta, maleducado.... Si yo te contara...

–Disculpe, señora Bárbara, pero su hija me indica que ya van a subir al escenario –la interrumpen.

Bárbara se disculpa maldiciendo a todos los protocolos y se aleja con el hombre que me resulta conocido. O que, mejor dicho, reconozco de la vez que fueron a dejar el regalo que me mandó Alexander. Sorprendida, le hago una seña a Katia, que hasta entonces había permanecido sentada al otro lado de la mesa revisando su móvil entretenida. Señalo en la dirección del sujeto que ayuda a que la mujer suba al escenario y algo se siente raro, porque no puede haber dos personas iguales.

Fue él quien preguntó por mí y quien me entregó el paquete, sin hacerme firmar nada. No traía ningún distintivo de empresas de repartición, pero en ese momento de emoción e intriga no le presté atención. Mi amiga se acerca rápido, antes de que las mujeres se pongan al micrófono y asiente levemente.

"no puede ser". Seguro además de ser hombre de confianza de Alexander, trabaja como seguridad en eventos de gente importante para ganar más dinero, o el otro tenía un gemelo, o qué sé yo.

–Hace 27 años, cuando descubrí que estaba embarazada mucha gente me dio la espalda. Me despidieron de la agencia en la que trabajaba y la gente me juzgó. Pero siempre pude contar con mi padre que en paz descanse y con mi madre –empezó Marisa–. Tenía miedo de tener al bebé, miedo de no ser suficiente porque estaba en una situación desesperada, miedo de que me odiara después por no darle una familia como la que se instituye desde siempre. Pero logré sacarlo adelante y he criado a uno de los futbolistas más importantes y determinantes de la actualidad. Cada que veo sus números, o que lo veo jugar, como debe estar haciendo hoy, es un recordatorio de que las mujeres podemos solas y que a veces solo necesitamos un pequeño empujón. Por eso es que hace cinco años, cuando de hecho, Alexander ganó el Golden Boi, premio que les dan a los mejores futbolistas jóvenes, decidí crear esta fundación.

¿Alexander?

¿Uno de los futbolistas más importantes y determinantes de la actualidad?

¿Está hablando del mismo arrogante, prepotente y egocéntrico que me ha robado el corazón?

El vino se me sube a la cabeza al reproducir a la voz de Bárbara hablando de su nieto. Y sí, ha descrito al Alexander Madrigal que yo conozco de una manera más cruda, dejando a la vista muchos aspectos que yo desconocía hasta entonces.

«Mi nieto no es tan afortunado en tener alguien como tú. No se lo merece».
no puede ser él. Tiene que ser solo una coincidencia. ¿Cuántos futbolistas se llaman Alexander en el mundo? ¿cuántas ligas y cuantos equipos están jugando hoy?

¿Cuántas personas arrogantes, prepotentes y egocéntricos existen?
¿Cuántos afirman tener la "sonrisa más bonita del mundo"?

–¿Marisa qué...? –le pregunto a Katia, que no deja de observar a la mujer igual de confundida que yo.

–Marisa Madrigal. Bárbara Ocaña madrigal –señala con discreción.

"Alexander Madrigal Ocaña es un futbolista español que juega como delantero en el Liverpool F. C. de la primera división de Inglaterra"

Oh. Oh
El texto que se lee en muchas de las biografías del futbolista se repite en mi mente y me tengo que coger fuerte de la silla para no caer. Esa señora tan amable y carismática es abuela de Alexander, y su madre es la que me ha mirado mal desde que nos cruzamos por primera vez.

No puede ser. Las mujeres siguen hablando y creo que ya dan las palabras finales para hacer el brindis, mas no presto atención.

–¿Por qué no me dijiste?

–¿Sabes cuanta gente se apellida Madrigal en el mundo? ¿yo que iba a saber que se trataba de...?

–Es la familia de Alexander, Kat –corto, levantándome de la silla..

Bárbara me ha dicho que su nieto no se merece a alguien como yo. Es el único pensamiento que tengo mientras me alejo de toda la gente para intentar asimilar las cosas.
Le he hablado de mis planes a futuro a la abuela del hombre que me roba el sueño. ¿Acaso su madre ya sabía de mi existencia?

¿Pero por qué...?

Las cosas se aclaran en cuanto salgo del toldo del coctel y ella me alcanza, agarrándome del brazo para evitar que siga avanzando. Confundida, me doy la vuelta para enfrentarla y luce... distinta.

–¿A dónde, Sofía? –se aleja un poco.

–necesitaba tomar un poco de aire, señora –respondo mirando a todos lados.

No hay nadie.

–¿O llamarle para contarle que te has metido a su casa? Está jugando, querida. Debes saberlo más que yo –se acomoda un mechón de cabello–. Por cierto, ¿cómo va el marcador?

–yo no...

–¿Qué buscas aquí, niña? ganarte a su familia para que te pida matrimonio o aprovecharte de su fama para alcanzar la que tú quieres.

–Vine a tocar. Para eso me contrató.

El sonido armónico de los violines se mezcla con el canto bajito de los grillos de nuestro alrededor, pero la tensión sigue siendo palpable. Marisa es una mujer elegante y por lo visto, empoderada. A simple vista no se parece en nada a su hijo. Tiene el cabello negro rizado y los ojos del mismo color bastante expresivos. Nada de gris, ni de misterio. No tiene ese aire arrogante que intimida, más bien uno de molestia absoluta.

–No nos engañemos. Conozco a las mujeres de tu clase. Yo mandé a buscar una pianista, y quien sabe que habrás movido para que ¡oh casualidad! estés aquí.. Conmigo no funciona eso ya.

–Creo que se está equivocando conmigo –ignoro el ruido de mi móvil–. A penas hace unos minutos me acabo de enterar que usted es madre de Alexander.

–No trates de engañarme –levanta una ceja, pero el movimiento no se parece en nada al de su hijo–. En las coincidencias del destino no creo.

Él tampoco cree en el destino. Mientras hablamos he entendido que prefiere creer que puede cambiarlo y controlarlo.

Pero yo sí. En el destino y en las coincidencias. Porque ha sido una coincidencia que nos hallamos encontrado en el aeropuerto ese jueves, porque yo no estaba buscando perder el vuelo para viajar en un avión privado.

–Respeto eso. Pero esta es, sin duda, una coincidencia. Ni siquiera sabía quiénes me habían contratado hasta hoy, y mi representante tiene razón, los apellidos son muy comunes como para darnos cuenta que se trata de la familia de Alexander. Además, yo creí que madrigal era su apellido paterno y...

–Niña por favor. ¿qué dijiste? Me presento así, intento dar un discurso y ya me creyó ¿no? –levanta una mano–. No sé cómo lo habrás echo, pero encontraste la forma casi perfecta de meterte a mi casa. Claro, como todas saben que él nunca las va a traer...

–¿nos estamos conociendo! Y por más ilusionada que esté, no pretendía que me presente a su familia de la noche a la mañana.

–¿Y la fama qué? todos los medios están hablando de ti. Seguro tú filtraste lo que pasó en el aeropuerto y...

–No está para saberlo ni yo para decírselo, pero odio ser el centro de atención –me sorprende la firmeza de mi voz–. A fuerzas estoy entendiendo que su hijo es una persona bastante mediática y créame cuando le digo que yo no lo estaba buscando.

–¿Por qué debería creerte? Estás empezando, y la mejor manera de hacerte conocida y que todo el mundo hable de ti es esta.

–Si bien es cierto, uno de mis sueños es ser de las mejores pianistas. No sé si lo vaya a lograr, y si es que lo logro algún día quiero que sea con mi esfuerzo. Si fuera la persona que usted cree, ya hubiese aceptado dar una de las tantas entrevistas que me están ofreciendo, incluso ya me hubiese tomado una foto con las camisetas que me mandó su hijo para que toda la gente vaya a ver mi perfil. Pero no lo he hecho, porque no me gusta. Y me sorprende que usted, que ha sacado adelante a un niño sola, crea que todas las mujeres buscamos colgarnos de la fama de un hombre para sobresalir.

Siempre he optado por quedarme callada, he dejado que la gente hable por miedo a no hacerlo bien. pero pese al cúmulo de inseguridad que me golpea en el pecho, siento que he hecho lo mejor que he podido. Me siento bien conmigo misma, y no me arrepiento.

He sido Cortez, educada y para nada exagerada. He conseguido que Marisa me mire con la boca entreabierta, sin saber qué decir.

–No te ilusiones más, entonces.

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