más de ti [camren]

By cabellosfreedom

1.1M 59.6K 108K

[camren] More

INTRO (LEER)
PRIMERA PARTE - APOLO & DAFNE
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
SEGUNDA PARTE - ORFEO & EURIDICE
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
TERCERA PARTE - EROS & PSIQUE
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
EXTRA #1
65
66
67
68

64

16.7K 974 1.5K
By cabellosfreedom




Lauren

— ¿De cuándo son estas fotos? —Me pregunta Camila mientras se acomoda sobre la alfombra, acostándose de manera que sólo se apoya en sus codos para ver las fotos que le estoy mostrando y saqué durante todo el año pasado—. Ah, son de tu cumpleaños. —Se responde sola cuando ve la fecha.

—Sí, tengo varias de ese día porque fuimos a la playa con mis amigas, luego a una fiesta en la que Sophie se nos perdió de vista y Audrey terminó llorando porque no quería ir a la policía... Mmm, en realidad ese recuerdo no es tan bueno y no tengo fotos de eso. —Ella abre mucho los ojos y me apresuro a tranquilizarla—. No, pero al final no pasó nada así que no te preocupes. Nos vinimos al otro día y todo mejoró. Mi papá me regaló mi primer fonendoscopio.

— ¿Tu primer qué?

—Con lo que escuchas el corazón y los pulmones, eso que se pone en el cuello y parecen audífonos  —le respondo, haciendo una mueca después porque para mi papá no fue un día que le guste recordar—. Se sintió mal cuando lo recibí porque debo admitir que no me gustó ver que era una caja, pero después arreglé mi error y me puse muy feliz al abrirlo. —Suelto una risa—. Ni siquiera me di cuenta de la cara que supuestamente le puse, pero se quejó durante meses y tuve que pedirle disculpas más de una vez.

Camila asiente con la cabeza y me mira divertida.

— ¿Y por qué le pusiste esa cara? —Me pregunta—. O mejor dicho, ¿por qué te decepcionaste cuando viste que era una caja? ¿Era muy pequeña?

—Ay, Camila, yo no me fijo en esas cosas.

— ¿Entonces?

—Porque yo le había pedido otra cosa y pensé que sí me lo iba a regalar esta vez. ¿Tienes idea de los años que llevo suplicándole a mi papá para que me regale un perrito? —Le pregunto, pasando a través de las fotos después de que habláramos por más de una hora sobre cómo fue para ella adaptarse a vivir con Julia después de recibir años de maltrato, como lo llamo yo, aunque Camila suele bajarle el perfil al mencionar que sólo fueron peleas de hermanas—. O un gato, aunque no me gustan mucho, pero son mucho más limpios e independientes y pueden adaptarse mejor a un departamento.

—Espera, ¿qué? —Exclama, mirándome con una mezcla de sorpresa e indignación por lo que acabo de decirle—. ¿Cómo pueden no gustarte los gatos? ¿Qué te pasa?

Me río de su cara y bloqueo el teléfono cuando no hay nada más interesante que mostrarle.

—No dije eso, es que... no son tan tiernos como los perros y yo quiero uno para dormir con él, hacerle cariñitos y mimarlo —me río de nuevo—. Cuando era niña una vez quise jugar con un gato que alimentaba mi abuela y me rasguñó la mano. Lloré por media hora y me traumé.

—Aww. —Se burla—. Eres insoportable.

— ¿Por qué?

—Hasta tus traumas son tiernos, Lauren... Oye. —Frunce el ceño y niega con la cabeza cuando nota que no voy a mostrarle nada más—. ¿Por qué lo apagaste? ¿Eso es todo? ¿Ése fue tu gran resumen de estos dos años?

— ¿Qué más querías?

— ¡Sólo me dijiste cinco cosas! —Se queja—. Yo te hablé mucho más.

—Porque tenías más cosas que contarme, yo ya te dije lo más importante —murmuro, sentándome sobre la alfombra y apoyando mi espalda en el sofá; Camila hace lo mismo cuando trata de darme mi teléfono y yo suelto una risa más grande—. ¡No hay nada más! —Insisto—. Este año pasaron más cosas porque empecé mi internado, me gradué y mi papá empezó a salir con Felicity después de años y años en los que le insistí incansablemente que lo hiciera.

Ella resopla y hace un mohín con la boca.

— ¿Y antes de eso? —Me pregunta, enarcando las cejas cuando se acuesta de lado y me lanza un pedazo de servilleta arrugado a la cara—. Si no mal recuerdo, nosotras dejamos de hablar en... ¿Abril? ¿Mayo?

Niego con la cabeza.

—Fue en septiembre. —Aclaro, porque quizás lo hace a propósito para demostrar que me tiene tan superada que ni se acuerda de nuestra última conversación, pero yo me acuerdo perfectamente que fue un veintidós de septiembre porque ése día fue la primera vez que intenté llamarla y mis amigas no me dejaron—. Bueno... ¿qué esperas que te cuente?

—No sé, cualquier cosa. —Me pide, y yo niego con la cabeza—. ¿Por qué no?

—Porque no he tenido tantos cambios como tú y además, no quiero hablar de cosas feas.

—Pero no creo que todo haya sido malo —me dice, encogiéndose de hombros—. No tan malo como lo fue para mí, al menos.

Suelto una risa sin gracia y la miro con el ceño fruncido porque está bien, quizás no me echaron de mi casa, no estuve al borde de denunciar a mi ex novio por agresión física en la vía pública, ni tuve que buscar un lugar para vivir porque tampoco querían pagarme una residencia, pero también fueron meses difíciles para mí.

Sobre todo después de que la rabia y todo el resentimiento se disiparon para sentir lo que no me había dejado sentir hasta ese momento. Recuerdo que entre mejor me sentía respecto a la rabia y la traición, peor me sentía extrañándola y necesitando llamarla cuando no tenía nada más en qué pensar durante la noche.

No sé si quiera hablar sobre eso tampoco, son días de los que no estoy orgullosa de mí y en los que cuando pienso apenas logro reconocer la persona en la que me convertí, pero no quiero que piense que fue fácil para mí. Sé que a estas alturas no tiene ningún sentido informarle que aunque nunca se trató de una competencia, ninguna de las dos lo tuvo fácil. Todavía puedo sentir esa angustia cuando pienso vívidamente en cada noche que mi papá tuvo que quedarse despierto para asegurarse de que no me muriera de la pena. Porque es verdad, nadie muere de amor, pero en esos momentos hubiera deseado hacerlo.

— ¿Qué te hace pensar que no fue igual de malo para mí? —Le pregunto, y se da cuenta de mi tono de voz porque chasquea la lengua.

—No me refería a que estuvieras bien, pero lo sobrellevaste mucho mejor que yo. —Me responde.

—Pero no sabías nada de mí, no tienes cómo asegurar eso.

—Exactamente porque no supe nada de ti es que lo sé. O lo presiento. No sabíamos nada de la otra y yo no lo acepté hasta que casi pasó un año, así que te imaginarás lo horrible que fueron esos meses en los que sólo quería llamarte. Lo único que hacía que me arrepintiera era saber que era lo que tú querías y tenía que recordarme que había sido tu idea.

—Que haya sido mi idea no hacía que me sintiera mejor. —Murmuro, sacudiendo la cabeza—. En serio no sabes nada de cómo lo pasé, Camila. No digas que yo estaba bien porque no lo estaba.

—Lauren —suspira—. No dije que estuvieras bien, sé que sufriste mucho.

—Es que no, no lo sabes. —Insisto porque se contradice ella misma; primero me recuerda que no supimos nada de la otra y luego que sabe lo que tuve que pasar. No tiene idea que mientras ella se moría por llamarme yo también estaba muriéndome por dentro por lo mismo—. El único que puede hacerse una idea de cómo fue es mi papá porque él fue quien estuvo ahí conmigo, pero tampoco lo hablé mucho con él. No hablé con nadie, en realidad, así que en teoría soy la única que estuvo ahí cuando... —Me detengo porque Camila hace una mueca extraña—. ¿Qué?

Se acomoda sobre sus rodillas a mi lado, y tengo que girar mi cabeza para seguir viéndola.

—Poco después de que decidiéramos esa mierda del contacto cero, yo supe que habías empezado a salir con alguien, Lauren. —Confiesa—. No sé si seguiste viéndola con los meses, o si sólo fue una cita y ya, pero me enteré que habías salido con alguien y está bien, ahora no te juzgo, pero yo apenas podía pensar en salir de mi cama por la pena y en serio, casi vomito cuando lo supe.

—Eso no dice nada.

Suspira otra vez.

—Ya sé, pero...

— ¿Pero qué? —Me da un poco de rabia que mencione eso cuando en primer lugar, no tenemos por qué manifestar la pena de la misma forma. Camila se quedará en su cama y preferirá no salir hasta sentirse mejor, pero yo no podía estar sola porque cada vez que lo hacía, era como volverme loca—. No tienes idea de cómo salió esa cita o si fui porque quería, así que no entiendo para qué mencionas eso si tú misma dices que no juzgas y que no tiene nada que ver.

Camila aprieta sus labios y alza la vista, sin rodar los ojos aunque pareciera que es lo que quiere hacer.

—Está bien, tienes razón. —Me dice en voz baja—. Es sólo que nunca demostrarte extrañarme tanto, Lauren. Es decir, claro que a veces me llamabas y me lo decías, pero era como si no lo sintieras de verdad cuando al otro día te ibas sin siquiera darme alguna explicación. Ni siquiera me escuchabas.

—No podía decirte nada. —Aparto la vista y trato de encontrar las palabras, pero es complicado aún ahora—. No podía.

— ¿Por qué no?

—Porque si... Si me daba el tiempo para sentarme hablar contigo, de tratar de entender por qué habías hecho lo que hiciste, sabía que tarde o temprano me ibas a convencer de volver contigo. Lo hubieras logrado, Camila, y yo te hubiera dejado, pero en el fondo habría terminado horrible porque yo no estaba lista para perdonarte. —Digo, aclarándome la garganta—. Sugerí no volver a hablar porque estabas peor cada vez que nos veíamos, te ilusionabas cuando te llamaba y después tenía que irme, dejándote ahí con el corazón roto por milésima vez y sin saber si volverías a verme. Y además... en ese momento, cuando hablamos por última vez, yo estaba segura de que nunca iba a poder olvidar lo fácil que fue para ti mentirme, estaba segura de que iba a soportar todo lo que conllevaba no verte más, pero no... No fue así.

A pesar de no decir mucho todavía, con tan poco no esperaba sentirme tan aliviada, pero lo hago. Porque por fin puedo confesárselo a la única persona que siempre quise decírselo, a la única persona que de verdad le importa saber si lo sufrí tanto como ella o si perderla me resultó indiferente. Nunca le dije que la quería, nunca respondí si estaba o no estaba enamorada de ella, así que estoy bastante segura de que fue algo que la persiguió mientras trataba olvidarme. A mí me habría pesado mucho no saberlo.

Camila no cambia mucho su expresión mientras me escucha, pero se nota en sus ojos que está poniéndome mucha atención. Se queda unos segundos en silencio, el ceño se le frunce un poco más y parpadea con algo de confusión antes de volver a hablar. Ya es tarde para intentar calmarme al recordar esos días y estar recordándolos en voz alta, porque el corazón me está latiendo con fuerza y siento una presión extraña en el pecho.

— ¿Cómo fue, entonces? —Me pregunta.

—Más o menos como lo fue para ti. —Es lo único que respondo, y la escucho soltar un quejido de frustración.

—Quiero que tú me lo digas. Con tus propias palabras. —Insiste, y a pesar de que todo a mi alrededor sigue recordándome que estamos celebrando la única navidad que vamos a tener juntas y que deberíamos estar formando recuerdos más lindos y alegres de los que tuvimos, cuando es Camila quien me lo pregunta, se siente distinto a cuando lo hace mi papá o mis amigas.

Porque sé que ella va a entenderme, que estaba pasando por lo mismo, y aunque sea muy tarde para esperar ese consuelo que tantas veces esperé tener mientras me ahogaba en la pena de no poder recuperarla, puedo al menos compartirlo y sacármelo de la cabeza.

—No sé por dónde empezar —admito, llevándome una mano a la nuca, aunque Camila rápidamente me toma el brazo para que deje las manos quietas—. Oh, disculpa.

—No te disculpes, es algo que haces cuando estás nerviosa y no tienes por qué estarlo.

—Creí que sólo lo sabías porque hablo mucho.

—Eso también —asiente—. Para reconocer lo de rascarte la nuca tuve que poner un poco más de atención, pero ya lo tengo cubierto. Esperaré hasta que sepas por dónde empezar.

Pienso que se refiere a cambiar el tema y volver a hablar este tema en otro momento, pero me da otra impresión diferente cuando se queda en su lugar sin hablar, sólo mirándome. Asiento con la cabeza y me toma unos segundos sentirme cómoda para simplemente... hablar. Sin tratar de encontrar ningún orden lógico.

—No quiero hablar de lo enojada que estaba contigo porque eso lo sabes más que nadie, y aunque nunca me consideré una persona rencorosa, duró varios meses después de que dejamos de hablar —comienzo—. Es decir, es extraño ahora porque creo que preferí concentrarme en esa rabia y aumentarla para no sentir lo mismo que tú estabas sintiendo, ¿entiendes? Pero cuando todo desapareció o... o más bien fue disminuyendo, fue cuando todo empezó a irse en picada. Es que... Fue todo, Camila. Todo me llegó de pronto.

— ¿Pero qué es todo, Lauren? —Pregunta, queriendo saber más—. Tendrás que explicarte más para que pueda entender bien.

—Empezaron a pasarme cosas nuevas... eran cosas sin importancia que hoy ya no me acuerdo, pero eras la única persona a la que quería contárselas y no podía. Ni lo bueno, ni lo malo, y cuando me di cuenta que ibas a quedar fuera de todo lo que me pasara a partir de ahí... Supe que habían muchas posibilidades de que no volviéramos a vernos. No podría llamarte o visitarte más. Tendría que hablarlo con otras personas y ni aunque se tratara de mis amigas me ayudaba. Yo...

Me sonrojo un poco y me detengo.

— ¿Tú qué?

—Espera, es que me cuesta. —Le pido, pero esta vez no tiene tanta paciencia.

—Ay, Lauren, ¿tú qué? —Repite la pregunta.

—Lo que acabo de decirte, Camila. Te tenía presente en cada cosa, todos los días y llegó un punto en el que no podía comer, ni dormir, ni... respirar. No podía hacer nada sin pensar en qué estarías haciendo o qué me dirías si te llamaba, y todo eso fue porque te necesitaba. Te necesitaba a ti, a nadie más. —No soy tan valiente como para mirarla cuando lo digo, porque no planeaba este nivel de sinceridad, pero tampoco me arrepiento.

Camila suspira profundo y luego me mira con resignación.

— ¿Por qué nunca me lo dijiste? ¿Por qué esperar tanto y decírmelo ahora?

—No quería interrumpir lo que estuvieras haciendo, tú respetaste muy bien el acuerdo y no quería... No quería que me rechazaras o hacerte más daño del que ya te había hecho para ese entonces. Juro que si te veía llorar una vez más por mi culpa no me habría perdonado y me habría sentido mucho, mucho peor.

—No te habría rechazado, Lauren. Habría aceptado cualquier cosa que quisieras darme.

—Ya había pasado casi un año, Camila. No podía llamarte.

—Sí podías. —Me asegura—. Tú sabes que te habría contestado sin que tuvieras que marcarme de nuevo. Ya llevaba varias sesiones en terapia y mi desesperación no era tanta como al principio, pero todavía habían partes de mí que necesitaban saber de ti. O sólo escucharte. Si me hubieras dicho... —Se ve frustrada—. Lauren, si tan sólo me hubieras hecho saber que también estaba sufriendo y no estabas tan bien como yo pensaba, las cosas podrían haber sido muy diferentes.

—Sí, pero no es tan fácil. No era tan fácil en ese momento porque cuando pasaron los primeros meses no era... tanto, fue después que me di cuenta de lo dura que había sido contigo, de lo poco dispuesta que estuve a... a hablar las cosas, incluso si no llegábamos a nada, y sabía que habían pasado meses y que era demasiado tarde para recuperarte, pero no quería perderte. Sólo pensaba en eso. En ti. No podía hacer nada sin que quisiera llamarte todo el tiempo y por unas semanas logré bajar un poco esa ansiedad, intentaba distraerme lo que más se pudiera, pero... Pero en las noches era peor.

Hago una pausa porque me entran ganas de llorar, y las reprimo sólo repitiéndome en la cabeza que no quiero que tenga lástima y que se sienta mal por mí cuando todo eso fue consecuencia de mis propias decisiones. De sus errores, también, pero más que nada pensé que podía sobrellevar mejor unos meses que se veían fáciles a simple vista.

Recuerdo todas esas primeras veces que tuve después de Camila: en la primera cita, en el primer beso, en la primera vez que me reí en una cita sin ella, y evidentemente no se lo voy a mencionar, pero no pasó nada de eso sin que al llegar a mi habitación para estar sola no llorara porque me arrepentía de avanzar sin ella.

—Creo que jamás había llorado tanto en tan pocos días, mi papá ya no sabía qué hacer conmigo —continúo, soltando una risa algo nerviosa porque necesito aliviar el ambiente antes de que la sombra de esas noches me consuma—. Y cuando creía estar mejor, no sólo te extrañaba más, sino que pensaba que mientras tú te sentías así de mal, yo te buscaba para dejarte otra vez y me culpaba más porque yo no hubiera la menor idea de qué hacer si volvíamos a estar juntar y me dejabas a la mañana siguiente. Entendí que todo lo que había hecho era cruel, y esas cosas que te dije...

—Lauren —me interrumpe—. Ya hablamos de eso. Yo sé que no las dijiste de verdad.

—No me refiero sólo a lo que dije de tu mamá, que fue lo peor que alguna vez le he dicho a alguien, sino todo lo demás. Dices que lo entiendes porque me lastimaste, pero yo sigo arrepintiéndome de haberte hecho daño también. Como dije antes, no eras la única que tenía que pedir perdón y todo... todo me llevaba a querer llamarte para pedirte yo a ti que me disculparas. Quise llamarte muchas veces.

Fue bueno no hacerlo, porque ninguna estaba lo suficiente bien como para no terminar dependiendo completamente de la otra, pero si tan sólo se pudiera regresar el tiempo, me gustaría volver para pensar mejor las cosas. Saber todo lo que sé ahora con sólo sentarme a escuchar y no tener miedo a preguntar.

—Pero nunca lo hiciste.

La miro y ladeo un poco la cabeza, disculpándome en silencio por eso también.

—No, nunca lo hice.

Camila vuelve a apoyar su espalda en el sofá y extiende sus piernas, mirando algún punto fijo en el suelo mientras niega con la cabeza en un movimiento que podría pasar desapercibido si yo no estuviera tan atenta a cada cosa que hace.

—Lamento que hayas llorado tanto y yo no pudiera estar ahí, y lamento que en parte haya sido por mi culpa porque de no haberte mentido, ninguna lo hubiera pasado tan mal. Pero tienes que saber que me habrías hecho muy feliz si te hubieras atrevido a hablarme —susurra—. No sabes cómo se me paraba el corazón cada vez que mi celular sonaba con un mensaje y tenía la esperanza de que fueras tú.

Sonrío un poco, con nostalgia.

—Puedo imaginármelo.

—Pero creo... —Se detiene un poco antes de seguir—. Creo que al final, me hizo más feliz que no lo hicieras.

No tengo tiempo para ofenderme o sentirme mal porque sin necesidad de que se explique, entiendo a qué se refiere y tiene razón. Lo noté desde que volvimos a vernos, desde que escuché su voz después de dos años y me di cuenta de que todo en ella se ve más feliz que antes.

No somos adivinas para saber lo que hubiera pasado si una de esas noches nada me hubiera detenido para marcar su número, quizás eventualmente habríamos llegado al mismo resultado, pero también está la posibilidad de que todo fuera peor. Que siguiéramos ese círculo vicioso en el que yo creía poder olvidar todo lo que pasó o en el que Camila estaba dispuesta a soportar mis palabras hirientes sólo para tenerme de nuevo.

—Me alegra no haberlo hecho, entonces. —Le digo con sinceridad—. No merecías nada menos que toda esa tranquilidad que llegó después.

Camila me mira, y me sonríe. Y lo hace de una forma tan genuina, tan poco como solía hacerlo antes, que se me aprieta el corazón por más que me duela no haber podido acompañarla mientras todas esas cosas buenas le pasaban.

La nostalgia es algo muy desolador y contradictorio, si lo pienso bien, porque por más que extraño esos días y me gustaría volver en el tiempo, en realidad no cambiaría nada si eso significara que hoy estaríamos en un lugar diferente que celebrando navidad en mi departamento. No podría arriesgarme a perder este momento.

— ¿Qué te ayudó a sentirte mejor? —Me pregunta después—. Es decir, ¿cómo pudiste dejar toda esa pena atrás y no hundirte más?

—Bueno... —Arrugo un poco la nariz—. No estoy para nada orgullosa de cómo lo hice, porque seguí sin conversarlo con nadie hasta ahora. En parte porque no quería escuchar opiniones o consejos que no iba a seguir, y porque me convencí de que con el paso de las semanas se me iba a pasar hasta que así fue. No sabría decirte en qué momento dejé de sentirme tan mal, o en qué mes dejé de llorar, pero fue como si... como si todo fuera desapareciendo hasta que no hubo espacio para nada más.

—Y ahí pudiste conocer a otra persona. —Me recuerda, aunque suena más como si me preguntara.

— ¿Te refieres a... —Camila enarca las cejas y me sonrojo porque es obvio—. Ah, bueno, nos conocimos antes. La línea temporal es difusa de explicar. —Me río incómoda—. Tampoco estoy orgullosa de eso.

— ¿De qué?

—De ilusionar a alguien cuando en el fondo seguía pensando en ti.

Camila suelta una risa, y no quiero detenerme a pensar en qué significa que luzca hasta orgullosa de lo que acabo de decir porque no quiero ahondar en lo que sea que esté pasándonos ahora, pero hasta alza un poco la barbilla y me mira con algo de arrogancia.

—No voy a mentir, Lauren. —Confiesa—. Es gratificante escuchar eso.

Ruedo los ojos.

—Para ti será bueno, pero para mí no. Es todo lo contrario.

—Ah, pero no voy a fingir que me da lástima, ¿o quieres que mienta?

—Preferiría que no me dijeras nada, es cruel reírse cuando estoy diciéndote que por varias semanas usé a otra persona. Una buena persona, debo agregar, y estoy segura de que no pensarías que es tan gratificante si estuviéramos hablando de Ethan.

—No, por supuesto que no, pero la cosa es que no estamos hablando de él. —Su expresión no cambia a pesar de que creí que lo haría cuando me escuchara mencionarlo—. Por eso terminé todo entre nosotros después de que nosotras nos encontráramos en la fiesta, precisamente para evitar hacerle lo mismo.

— ¿Cómo?

Ay, no. No tenía que actuar tan sorprendida.

Aprieto mis dientes y me esfuerzo mucho por no apartar la vista porque eso me haría ver afectada, y no lo estoy. Por supuesto que no. Sólo... me toma por sorpresa que decidiera terminar con él justo después de vernos, pero no necesariamente tiene que ser por mi culpa.

No, debió pasar algo más entre ellos porque en esa fiesta no pasó nada. Ni cuando fuimos a hablar a su departamento. O sea, sí pasó algo que me hizo salir corriendo sin siquiera despedirme bien de Sherlock o incluso de ella, pero no tanto como para que terminara con él.

—Es decir... —Me corrijo—. Lo siento, no tenía idea.

—Ya sé, no tenías cómo enterarte —me dice, sin borrar esa mirada burlesca que tiene—. Por eso esa expresión de culpa cada vez que nos vemos. Eres graciosa cuando estás toda atormentada.

— ¿Culpa? ¿Yo? —Me río y sacudo la cabeza—. No, nada que ver. Yo... —Me aclaro la garganta otra vez—. Me preguntaba a veces qué pensaría él o si tendrías problemas por verme... Más que un par de veces, en realidad, pero luego pensaba que si estabas aquí era por algo. No sabía que habían terminado. En serio lo siento.

— ¿Lo sientes?

—Claro que sí. —Le aseguro—. Terminar con alguien siempre duele, ¿verdad?

Se encoje de hombros.

—Depende de cómo lo veas. —Responde, sin querer darme muchos detalles aunque por dentro esté muriéndome de ganas de preguntarle—. No diré que no me dolió porque le tenía mucho cariño. Sigo teniéndolo, de hecho, pero no voy a morirme de amor. Si no lo hice contigo, dudo que lo haga con otra persona.

La conversación está desviándose a un terreno que no estoy segura de querer explorar por ahora. Con decirle parte de lo que fueron esos meses sin hablar de ella es exponerme lo suficiente, y se suponía que hoy tendríamos una charla tranquila. No sé cómo pasamos de hablar de mi cumpleaños a esas frases que me hacen pensar en todos los significados que podrían existir entre líneas. Puede que hasta lo haga a propósito porque me conoce. Sabe lo que tiene que decir para dejarme pensando por el resto de horas que voy a estar a solas repasando cada cosa que hablamos.

—Um... —Miro rápido a mi alrededor para cerrarle ese camino, y no sé cómo no se me ocurrió entregarle el regalo antes de esto—. ¡Oh! Tienes que abrir tu regalo. —Le digo, poniéndome de pie para que no insista en seguir. Con lo fácil de convencer que soy cuando se trata de Camila, no me sorprendería que sin esfuerzos me sacara que yo tampoco creo morirme de amor por alguien que no sea ella.

— ¿Ahora? —Se peina una parte de su pelo con las manos y no le doy tiempo a negarse cuando le toco el envoltorio en las manos—. Sí, creo que tú mandas. —Bromea, acomodándose para ponerse de pie también—. ¿Dijiste que lo hiciste tú misma?

Asiento, feliz y orgullosa.

—No literalmente —aclaro antes de que rompa el papel—. Pero luego vas a ver... Ay, sólo ábrelo. Las explicaciones vendrán después.

Camila me envía una mirada con suspicacia hacia antes de abrirlo, y yo me siento tan emocionada que tengo que aguantarme las ganas de abrirlo con ella para que lo vea más rápido. Es una caja pequeña, que la hace tener muchas más dudas cuando encuentra que en el interior hay una especie de proyector negro con un lente circular en el centro. Me fijo en cada detalle de su rostro que pueda indicarme que sabe lo que es, y es cuando trata de sonreírme que decido explicárselo porque no entiende nada.

—Es un proyector de imágenes. —Le digo, juntando mis manos por lo contenta que estoy—. En su mayoría son vídeos, en realidad.

—Sé lo que es. —Dice con confusión, hasta que me devuelve la mirada—. No quiero sonar malagradecida porque en serio imagino que te costó conseguirlo y muchas gracias, pero...

— ¡El proyector en sí no es el regalo! —Exclamo—. Sino lo que hay dentro. Lo que vas a ver cuándo lo enciendas. —Veo que sigue mi consejo como instrucción y está dispuesta a encenderlo hasta que la detengo—. ¡Pero aquí no!

— ¡Auch! —Se queja cuando sin querer aprieto su dedo—. ¿Por qué no puedo?

—Porque...

—Es mi regalo —me recuerda—. Lo veré cuando yo quiera, y quiero que sea ahora.

—Ay, Camila, es que tienes que esperar a estar sola o no va a funcionar tan bien como debería. —Le pido—. Te enseñaré a encenderlo y cuando estés en tu casa lo podrás ver.

—Lauren. —Me dice con irritación, pero sonriéndome para disimularla un poco—. No soy una persona paciente, así que lo veré con o sin tu ayuda. Si tanto quieres que esté sola puedes ir al baño o a tu habitación porque voy a verlo aquí.

—Pero...

—O puedes quedarte y verlo conmigo, a mí no me molesta. —Me corta.

Resoplo porque no será lo mismo.

—Por favor.

—Nop.

—Te vas a arruinar tú sola la sorpresa.

—Bien, veo que quieres quedarte aquí. —Se ríe—. ¿Puedo proyectarlo en esa pared, o es mejor que no hayan muebles?

Dejo caer mis hombros con algo de decepción y aunque la miro con tanta súplica como puedo, Camila no está dispuesta a ceder y hasta se sienta en el sillón mientras espera que le responda, y como mi nivel de detallista cuando se trata de ella llega a niveles muy poco razonables, no dejaré que lo vea en una pared con una televisión que va a interrumpir las imágenes.

—Uy, está bien. —Me doy por vencida—. Ayúdame a sacar las cosas de la alfombra.

— ¿Lo vamos a proyectar ahí?

—No, en el techo. —Le hablo un poco molesta porque aghhh siempre cambia todos los planes, aunque Camila se ve cero afectada por mi actitud porque claro, mientras consiga lo que quiere no le interesa si eso me enoja o no—. Dejemos la mesa en esa esquina y traeré algunas mantas para que esté más cómodo.

—Está bien. —Me hace caso y sonríe con la lengua entre los dientes—. Ay, Lauren, será como ver una película. Qué divertido. —Todo en su voz me hace saber que está siendo sarcástica en contraste con mi mal humor porque no puede esperar a estar sola, y ruedo los ojos antes de acomodar la mesa llena de comida junto al sofá.

Mientras Camila se encarga de sacudir las almohadas y ponerlas en uno de los bordes de la alfombra, camino rápido a mi habitación para sacar dos mantas de mi clóset que van a funcionar. Apago las luces navideñas, muevo también el árbol para que nada nos incomode, y dejo las cortinas del ventanal abiertas para que cuando apague la luz, no quedemos tan a oscuras sin poder ver nada.

Le indico que se acueste en el suelo, y en realidad no hay mucha dificultad en encender el interruptor porque todo está en la tarjeta de memoria. Me encargué de que no tuviera que complicarse con la reproducción de las imágenes y vídeos que descargué, y primero lo aseguramos sobre un par de libros antes de ajustar el lente para que se proyecte bien en el techo blanco de mi departamento.

— ¿Lo enciendo ya? —Me pregunta, y yo asiento con la cabeza.

Camila aprieta el botón y se acuesta a mi lado, no tan cerca como para tocarnos, pero sí alcanzo a sentir cada movimiento cuando se acomoda antes de que aparezca un enorme cuadrado grisáceo cuando comienza.

Al principio, le toma un par de segundos ir mostrando la imagen porque empiezan a verse unos cráteres desenfocados mientras hay puntos infinitos y brillantes que se mueven lentamente a través de la gran esfera que al final se reconoce como la luna.

Es un vídeo que encontré en internet, uno de los mejores registros que se tienen desde los satélites y aunque podría haber puesto cualquier fotografía más nítida, incluso alguna que yo misma haya fotografiado por mi telescopio, me pareció mejor idea que pareciera estar viajando a través del espacio para poder verla de más cerca.

Camila no dice nada, y es cuando empiezo a ponerme ansiosa, porque después de unos minutos, una voz suave se interpone a medida que las estrellas, esas mismas que estaban dándonos el efecto de que la luna se movía o nosotras nos movíamos, empiezan a dejar la luna atrás y acumularse en el centro de la pantalla, formando la primera constelación.

—Casiopea. —Susurra Camila, y sonrío sin mostrar los dientes porque sabía que la recordaría. Compré un audiolibro para tener el registro auditivo, y aunque es algo diferente a la versión que yo le conté años atrás, no sólo se está mostrando su constelación, sino que también las de los demás personajes.

Yo también me quedo algo inmersa en las imágenes y en la voz, a pesar de que vi la cinta completa al menos tres veces hasta estar conforme con la edición que le había hecho. Son siete historias en total; Casiopea es la introducción, y luego empiezan en un orden que me hizo mucho sentido en relación a todo lo que pasó entre nosotras. El primer trío de historias comienza con Apolo y Dafne, continúa con Orfeo y Euridice, y termina con Eros y Psique.

— ¿Por qué no podía verlo aquí contigo? —Me pregunta, y no se me escapa el hecho de que no ha hecho ningún comentario sobre el regalo. Si le gustó, si no entiende la razón, si lo encuentra aburrido o si lo detestó.

Trago saliva antes de contestar.

—Porque es algo que pensé para cuando estuvieras sola y no pudieras dormir. —Susurro también, porque a pesar de que conocemos las primeras historias, se siente como si tuviéramos que hablar bajo para no interrumpir o arruinar nada.

— ¿Para que no estuviera sola? —Me hace repetir la frase y sonrío.

—Sí, con esto no tendrás que encender siempre la lámpara. Como no te gusta la oscuridad, se me ocurrió que esto podría ayudarte y sería mucho mejor para calmarte. Además, siempre puedes bajarle el volumen y sólo... ver las constelaciones. Una vez me dijiste que yo te hacía sentir menos sola, incluso cuando no estaba contigo —le recuerdo—, pero ahora que no puedo acompañarte... No quería que te sintieras sola, incluso cuando estés sola.

No necesito verla para saber que toma una respiración profunda y se queda en silencio por tanto tiempo que debo verla de reojo para comprobar que está con los ojos abiertos y además me sorprende cuando tiene la respiración un poco agitada. Vuelvo mi atención porque creo que mis palabras la afectaron de más y temo que llore si le pregunto cómo está, y entonces sin decir nada, gira suavemente su cabeza para verme a mí en lugar de la pantalla. Yo trato de mantener la vista en las historias, pero llega un punto en el que no puedo ignorar más el hecho de que quiero verla tanto como ella lo está haciendo.

La luz se proyecta en parte de sus mejillas, y me pregunto si será capaz de escuchar mi corazón. Si podrá ver lo que estoy pensando sin preguntármelo. Si podrá sentir mi desesperación sin que me esfuerce por demostrársela.

Quiero que me diga si le gustó, aceptaría hasta que me dijera que era un miedo sin importancia que también superó en este tiempo, que ya no enciende la lámpara y no tiene necesidad de un proyector de estrellas que la ayude a tener menos miedo. Porque cualquier cosa serviría para distraerme de lo que quiero hacer.

La historia de Casiopea termina, y me invade una sensación de valentía que pocas veces he tenido. Camila sigue mirándome, no como otras veces en las que tal vez desviaba toda su atención a mis labios y me hacía saber lo que quería, porque esta vez... No es necesario. Llevamos tanto tiempo mirándonos que me parece hasta ridículo necesitar más señales de que mi regalo le gusta, y que eso que tanto queremos terminar está volviendo a pasar.

Más fuerte. Más intenso. Y tan físico que no imagino cómo podría vivir otro día sin besarla.

Me levanto un poco, sin hacer mucho ruido, y aunque mi interior grita, es también reconfortante que en ningún momento retrocede. Que en ningún momento se adelanta y lo hace ella misma, porque quiero hacerlo yo. Necesito ser yo quien lo haga.

Me acomodo el pelo detrás de las orejas cuando me acerco, y cuando vuelvo a besarla, es muy similar al sentimiento de estar dejándote caer con los ojos cerrados. Es miedo, adrenalina, ardor, y dolor también. Todo al mismo tiempo.

Para cualquiera podrá ser difícil de creer que me esté dejando llevar cuando hace meses no quería volver a verla, cuando llevamos más tiempo separadas de los meses que estuvimos juntas. Yo lo entendería si alguien me lo contara, pero la cosa es... que nadie nos conoce como nosotras. Nadie lo siente como nosotras.

Mis labios se mueven lento sobre los de ella, y Camila lleva una de sus manos a mi cuello cuando entreabre los suyos y dejo de sentirme como yo misma porque quizás nunca lo fui.

Puede que lo que creí que era sólo enamoramiento sea más bien mi cuerpo diciéndome que cuando estamos juntas, no soy sólo mía. Sino de ella también. Porque así es cómo me siento cuando la beso con más ganas, como si estuviera mostrándome esas partes de mí que nunca voy a recuperar, y que honestamente ya no quiero de vuelta.

Respiro en su boca cuando el aire se transforma en uno agobiante y su lengua se desliza contra la mía, haciendo que sea más difícil sostenerme sólo con mis manos porque quiero tocarla más. Ladeo mi cara y las chispas explotan en cada centímetro de mi piel cuando Camila me presiona más cerca, con sus dos manos en mi nuca. La beso más fuerte, y todo pensamiento racional me abandona cuando se le pone la piel de gallina y murmura, sin separarse de mí.

Esto es un problema, porque lo único que pienso es cómo pude vivir todo este tiempo sin besarla a ella. Ahora no puedo siquiera imaginar cómo voy a pasar un día sin extrañarla. Camila baja sus manos a mis caderas y tira de mí para me siente en su regazo, y cuando pongo mis piernas a cada lado de las suyas sin pararme, ella también se sienta para no estar más acostada en el suelo. Ahí es cuando su boca me reclama por más.

Pongo mis manos en sus mejillas y siento las suyas en la parte baja de mi espalda. Escucho su respiración, el sonido de mi boca en la suya, y todo me da vueltas porque no nos hemos detenido en ningún momento. Siento su beso en todas partes, y podría seguir durante horas y horas si ella también lo quisiera, pero todo me está golpeando de pronto y es tanto lo que me hace sentir que jadeo de pronto, interrumpiendo el beso.

Camila presiona su boca en mi mejilla y luego apoya su frente en la mía, sin abrir los ojos cuando yo parpadeo. Bajo mis manos hasta su cuello y ella me besa en la boca otra vez, más suave y corto. De hecho, no para de darme besos mientras yo lucho por hacer lo mismo sin sentir que me va a dar un ataque al corazón. Beso la comisura de su boca, sus labios, y es todo tan intenso cuando además rodea mi cintura con sus brazos para que me quede cerca.

Cierro los ojos y vuelvo a besarla como quiero, porque llega un punto en el que no puedo hacer otra. No puedo ni tratar de pensar con la cabeza fría y sólo sigo ese instinto que me empuja con fuerza hacia Camila. Sus labios son suaves, pero determinados como siempre, y es ella quien muerde mi labio inferior antes de besarme como ella quiere. No sé cómo voy a ser capaz de alejarme cuando esto tenga que terminar, y ni siquiera hablo de terminar de hacer la lista que escribí, sino de ahora. Del beso. No voy a poder pararlo.

Camila vuelve a acostarse y yo permanezco sobre ella cuando sus manos aprietan mis caderas. Jadeo al dejarme llevar por el pensamiento de estar recuperándola, aunque sea por unos minutos, y es cuando trato de mover una almohada que está sobre su cabeza y que nos incomoda, que paso a llevar el proyector sobre el libro y el ruido me obliga a alejarme.

—Ay, no, no. —Susurro cuando la luz desaparece y aunque mi cuerpo está pegado al de Camila como si un magnetismo nos atrajera, me salgo de encima para ir a buscarlo. Mis mejillas están ardiendo y el calor me sube y baja en oleadas que se intensifican cuando dejo de tenerla tan cerca.

Tomo el proyector y me pongo de pie para encender la luz, lo miro por todas partes para asegurarme de que nada está roto y respiro aliviada cuando al apretar el botón de encendido otra vez, se vuelve a proyectar la imagen.

—Mierda, pensé... Pensé que lo había roto. —Murmuro, y rápidamente la miro cuando se incorpora y me ve con otro tipo de mirada. Junta sus labios y suspira, sin quitarme los ojos de encima.

Tomo una respiración profunda y por primera vez no quiero fingir que nada pasó. Podría inventar una excusa para irme al baño y calmarme un poco, o podría recordarle lo tarde que se nos hizo y que debería irse a su casa, pero no haré nada de eso.

—No... No voy a disculparme. —Le digo, aclarándome la garganta—. No por lo que acabamos de hacer.

Camila se pone más seria.

—No quiero que te disculpes.

—Bien. —Asiento con la cabeza—. Porque no lo haré.

Se pone de pie, y todavía sin demostrar mucho, se acerca a mí.

—Sí, acabas de decir que no lo harás.

—Y tú... —Aguanto la respiración cuando se acerca más... y más—. Dijiste que no querías una disculpa.

Esboza una ligera sonrisa.

—Sí —concuerda, deteniéndose a centímetros de mí cuando mi espalda se apoya en la puerta—. Yo dije eso.

¿Cómo puede mantenerse tan tranquila en una situación así mientras yo pienso que en cualquier momento me voy a desmayar? Estoy segura de que no me está llegando sangre al cerebro y esa es la razón por la que no puedo dar ninguna respuesta coherente.

Miro a Camila sólo unos segundos, porque cuando no hago ningún intento por alejarla o moverme, es ella quien vuelve a besarme. Y no es como antes, sino que más fuerte. Más intenso. Mi cabeza se presiona en la puerta cuando me pide más, y aunque me cuesta al principio seguirle el ritmo del beso, no tardo en necesitar más y más y más... Y volverme casi tan intensa como ella.

La corriente que me recorre por dentro llega a mis dedos, y me frustra tanto no estar recibiendo suficiente incluso cuando no podemos estar más cerca. Pongo mis brazos sobre sus hombros y sus manos suben por mi cintura, y cuando creo que no voy a aguantar más, cuando creo que ya llegué por completo a mi límite de paciencia y no me va a quedar más opción que besarla en otra posición, el teléfono de recepción suena tan fuerte que vuelvo a dejar de besarla de pronto y nos quedamos en esa posición, sólo respirando.

No pienso atender ahora, así que espero que deje de sonar para volver a lo que estábamos haciendo, aunque cuando se detiene no me muevo y seguimos quietas como si continuara. Camila se aparta sólo un par de centímetros para poder respirar, y yo aprovecho de apoyar mi frente en su hombro mientras mis manos caen hasta las suyas.

Hay algo que me gusta de tocar sus manos, y de estar así de quietas, y es que todo sigue siendo igual de avasallador. Lo que siento al besarla no desaparece ni cuando me detengo.

—Lauren. —Murmura mi nombre como si quisiera decirme algo, pero yo cierro los ojos porque no tengo ganas de hablar. No quiero saber qué significa o deja de significar esto, no quiero hacer nada más que estar así. Con ella.

—No es... —La puerta se abre y me deja a la mitad de la frase. O casi logran abrirla, más bien, porque como estamos ambas apoyadas en ella, vuelve a cerrarse con el peso de nosotras porque ninguna se mueve. Frunzo el ceño por el movimiento y cuando escucho que alguien gira las llaves en el picaporte y trata de nuevo de abrirla, golpeándome un poco la cabeza, suelto las manos de Camila y me pongo pálida antes de moverme a un lado.

Camila se queda atrás de mí y entreabro los labios cuando mi papá pasa de verse cansado, a ni siquiera caminar dentro del departamento porque no entiende lo que está viendo. No sé qué será más extraño ver, si encontrarme con alguien cuando le dije que saldría con mis amigas o encontrar con todos los adornos de navidad que guardamos hace meses.

Menos mal que apagamos las luces o todo será mil veces más raro.

—Eh... Hola. —Me dice confundido mientras Camila se pone a mi lado y lo mira sin reconocerlo.

—Hola... —Suelto una risa nerviosa, todavía sintiendo ese beso y sin poder juntar dos ideas para formular una oración—. Llegaste... Eh, temprano.

—El turno estaba cubierto y tenía un día libre pendiente. —Frunce el ceño—. ¿Interrumpo algo?

—No, no. Pasa. Perdón, es que no esperaba que llegaras a esta hora, papá, como siempre...

— ¿''Papá''? —Pregunta Camila, y yo la miro sacudiendo la cabeza—. ¡¿''Papá''?! —Exclama en susurros como si él no estuviera a un metro de distancia y pudiera oírla—. ¿Él es... Oh, mierda. O sea, no. No mierda. Disculpe.

Aprieto mis labios tratando de forzar una sonrisa para quitar el momento incómodo, pero bueno, ya es incómodo. No pensé que Camila y mi papá pudieran conocerse tan pronto, de hecho, no pensé que fueran a conocerse en absoluto porque no planeaba que volviera a mi departamento después de hoy, pero supongo que es mejor así que... Ay, no sé.

Lo único que hago es empujar levemente a Camila para se haga a un lado, y mi intento de sonrisa desaparece cuando mi papá cruza el umbral de la puerta porque además del beso... O el par de besos que nos dimos, la noche no está resultando como la planeé. Y al mirar a Camila otra vez, con esa tensión ahí creciendo entre nosotras sin que ninguna la pueda detener, sé que está pensando lo mismo y que tampoco es lo que esperaba al aceptar venir.





N/A:

Uno de los capítulos más fáciles de escribir y también unos de mis favoritos, mis bebés las amo mucho que lloro cada vez que escribo sus interacciones <3

Para quienes todavía no sepan, el fic tendrá 70 capítulos en total + 2 epílogos y un extra, así que nos queda muy poquito para despedirnos :(

Espero que les gustee y nos leemos pronto <3

Continue Reading

You'll Also Like

818K 52.8K 67
No la comprendía la mayoría del tiempo, y yo me esforzaba mucho para hacerlo, pero a veces algo me decía que era mejor no comprenderla, porque yo pod...
9.9K 833 8
── 001 ── ˖ ࣪ . 𝗦𝗣𝗬×𝗙𝗔𝗠𝗜𝗟𝗬 𝗙𝗔𝗡𝗙𝗜𝗖𝗧𝗜𝗢𝗦. 𝗧𝗪𝗜𝗟𝗜𝗚𝗧𝗛 un espía profesional, quien -bajo su identidad civil de Loid Forger- es...
53K 3.7K 12
"¿En qué momento se nos pasó esta puta idea por la cabeza? Si tan sólo hubiéramos sido precavidas, si tan sólo nos hubiéramos quedado en casa a ver p...
11.2K 1.4K 11
BangChan y Changbin son una pareja que desean mucho tener un hijo, pero luego de mucho intentarlo y obtener solo resultados negativos, deciden hacers...